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PONTIFICIO SEMINARIO CONCILIAR PALAFOXIANO

MATERIA:
DERECHO CANÓNICO
LIBRO V

MAESTRO:
LIC. PBRO. MARCO ANTONIO SÁNCHEZ SÁNCHEZ

ALUMNOS:
SEM. JOSÉ GUADALUPE BELEZ HURTADO MSCH
SEM. FRANCISCO GÓMEZ DOMINGO

PUEBLA, PUEBLA 9 DE NOVIEMBRE DEL 2018


BIENES TEMPORALES Y MISIÓN DE LA IGLESIA
INTRODUCCIÓN
El Derecho de la Iglesia se ha preocupado desde antiguo de ordenar jurídicamente los
bienes temporales necesarios para el cumplimiento de su misión. Fueron los Derechos
seculares los que se recibieron o sirvieron de inspiración en el establecimiento del régimen
patrimonial eclesiástico, y predominaron persistentemente doctrinas y estructuras jurídicas
seculares que, reelaboradas o asimiladas por el Derecho canónico, han llegado hasta nuestros
días en algunas de sus manifestaciones más significativas, como los beneficios eclesiásticos
y los controles canónicos.
El Código de 1917 acertó a sistematizar la regulación del patrimonio eclesiástico bajo
un modelo unitario, dedicando buena parte de su articulado al régimen de administración y
enajenación de los bienes temporales de la Iglesia. Conservó algunos elementos peculiares
procedentes del Derecho de Decretales y de normas emanadas de la Administrac ió n
pontificia, adoptando la sistemática que aportaron obras de destacados autores prejudicia les
como Wernz, Friedberg y Aichner.
La interpretación siguió las pautas de la doctrina precedente y pacíficamente se hicieron
formulaciones generales, como la inclusión de actos de enajenación en los de administrac ió n
extraordinaria, la noción amplia del acto de enajenación, el poder de disposición de los
administradores.
La licencia como requisito accesorio y otras afirmaciones que se admitieron sin aparato
crítico, mientras que se descendía al casuismo al tratar de algunos actos singulares, como la
colocación de capitales, las nuevas construcciones o la sustitución de bienes del patrimonio
eclesiástico. Creemos que se deben tratarse dichos temas generales desde nuevos
planteamientos, algunos de los cuales latían bajo el régimen del Código piano-benedictino y
que ahora aparecen más claros en la regulación del patrimonio eclesiástico por el Libro V del
Codex de 1983.
EL DERECHO DE LA IGLESIA A DISPONER DE BIENES
TEMPORALES: FUNDAMENTO ECLESIOLÓGICO.

“El hombre, en efecto, no se limita, a el solo orden temporal, sino que, viviendo en la
historia humana, conserva íntegramente su vocación eterna”. 1

“Ciertamente, las realidades terrenas y las que, en la condición humana, trascienden este
mundo están estrechamente unidas entre sí, y la misma Iglesia se sirve de medios temporales
en cuanto su propia misión lo exige”. 2

Para ello está llamada a servirse de los medios necesarios, siempre y cuando sean
conformes al Evangelio y para el bienestar de todos, respetando la diversidad de tiempos, así
como, de situaciones.
Cristo, estableció su Iglesia santa, como un organismo visible.3 Para comunicar a todos
la verdad por medio de ellos. Pero la sociedad, la asamblea visible y la comunidad espiritua l,
la Iglesia de la tierra y la Iglesia dotada de bienes celestes no han de considerarse como dos
realidades distintas, forman más bien una realidad compleja, constituida por un elemento
humano y otro divino.4
Pero precisamente de esta misión religiosa derivan tareas, luces y fuerzas que pueden
servir para construir y fortalecer la comunidad de los hombres según la ley divina. Más aún,
donde fuera necesario, según las circunstancias de tiempo y lugar, la Iglesia puede, e incluso
debe, suscitar obras destinadas al servicio de todos, particularmente de los necesitados, como
las obras de misericordia u otras semejantes.5
El derecho patrimonial solo puede entenderse como pueblo de Dios y bajo la misió n
misma de la Iglesia, a la cual estamos unidos por vínculos de caridad y de comunión es en
este sentido que el uso de bienes materiales en la Iglesia tiene su justificación y su medida en
relación al cumplimento de bienes espirituales.6
“los fines propios son principalmente los siguientes:
 Sostener el culto divino

1 Cf. (GS,76)
2 Cf. (GS,76)
3 Cf. León XIII Enc. Sapientiae Christianae
4 Cf. Pio XII, Enc. Mystici Corporis
5 Cf. (GS,42)
6 Cf. (c.1254)
 Sustentar honestamente al clero y demás ministros.
 Hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados.
A este conjunto de bienes necesarios para la misión de la Iglesia todo fiel debe
contribuir.7
“La comunidad política y la Iglesia son entre sí independientes y autónomas, en su propio
campo. Ambas, sin embargo, aunque por diversos títulos, están al servicio de la vocación
personal y social de los mismos hombres”.8
Frente al estado los fieles tienen derecho.9
Frente a la Iglesia los fieles tienen deber.10
Este deber del pueblo de Dios de contribuir con sus bienes a las diferentes necesidades
se concreta por la Jerarquía en casos determinados. En este caso a las personas jurídicas
publicas sujetas a su jurisdicción, que sea proporcionada a sus ingresos, mientras que las
personas físicas y jurídicas a solo una contribución moderada.11

7 Cf. (c.222).
8 Cf. (GS, 76).
9 Cf. (c.1261).
10 Cf. (c. 222).
11 Cf. (cc.1263-1264).
TEMA 2. CONCEPTO UNITARIO DE PATRIMONIO
ECLESIÁSTICO: FINES
La expresión patrimonio eclesiástico es empleada por la doctrina canónica para referirse
al conjunto de los bienes temporales de la Iglesia; sin embargo el nuevo canon, ni el anterior
emplean esta noción jurídica para referirse a ellos, si no que prefieren hablar de bienes
eclesiásticos o de bienes temporales.12
Es el conjunto de los bienes temporales de la iglesia. El c.1257:
“todos los bienes temporales que pertenecen a la iglesia universal, a la sede apostólica o a otras personas
jurídicas públicas en la iglesia, son bienes eclesiástico s, y se rigen por los cánones que siguen, así como por
los propios estatutos”13 .

La Iglesia usa los medios temporales en cuanto su propia misión lo exige como lo dice
el Concilio Vaticano II, en su documento Lumen Gentium.
El legislador canónico ha querido garantizar la sujeción del patrimonio eclesiástico a los
fines que son propios, a través del canon 1254.
C.1254 §1: “Por derecho nativo, e independientemente de la potestad civil, la Iglesia católica puede
adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales para alcanzar sus propios fines”.

§2: “Fines propios son principalmente los siguientes: sostener el culto divino, sustentar honestamente al
clero y demás ministros, y hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los necesitados”.

A su vez el canon 1254 constituye la piedra angular del derecho patrimonial


canónico. El uso de bienes materiales en la Iglesia encuentra su justificación en los fines
propios de la misma.
Canon 222:
§1:” Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo que disponga de lo
necesario para el culto divino, las obras apostólicas y de caridad y el conve niente sustento de los ministro”.

Canon 1255:
“La Iglesia universal y la Sede Apostólica, y también las Iglesias particulares y cualquier otra persona
jurídica, tanto pública como privada, son sujetos capaces de adquirir, retener, administrar y enajenar bienes
temporales, según la norma jurídica”.

Canon 1256:
“El dominio de los bienes corresponde bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona
jurídica que los haya adquirido legítimamente”.

12 Cf. Manual de Derecho Canónico segunde edición: mayo 1991.


13 Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2657.
CONCLUSIÓN
En el presente trabajo, pudimos comprender la función del patrimonio en la vida jurídica
y canónica de la vida de la Iglesia.
Parece indicar la existencia de una única gran masa de bienes, que ya nos hablaba el
código de derecho canónico de 1917, vimos que los diferentes aspectos que conciernen a los
bienes temporales a las personas jurídicas eclesiásticas, si bien veíamos que en otros libros
del canon se conteniente normas referente a esta materia, por los cual sería muy importante
retomar más adelante, sus características fueron la fidelidad a los principios del Concilio
Vaticano II, por lo cual la nueva disposición del código del 1983, replantea una nueva
estructura y visión del compromiso de la Iglesia.
Se debe fomentar en una insistencia en una comunión eclesial, en efectos económicos,
dados los principios de subsidiariedad con una amplia remisión con las normas establecidas
en las diócesis.
Las leyes civiles fungen un papel muy importante que no se debe pasar desapercibido,
ya que la vida nuestra se encuentra inmersa en este ámbito jurídico.
Las masas común de bienes diocesanos es importante caer en cuenta de lo que nuestra
diócesis cuenta y por ende darle el debido seguimiento, acompañamiento y no caer en las
arbitrariedades que ofuscan y dañan la vida de la Iglesia y de los bautizadas, el pueblo santo
de Dios.
Hay que tener en cuenta la mejor adaptación de estas nuevas normas canónicas de
acuerdo a las realidades de la Iglesia, en nuestro caso a las realidades diocesanas.

BIBLIOGRAFÍA:

Código De Derecho Canónico BAC


Manual de Derecho Canónico segunde edición: mayo 1991
TEMA 3. PODERES DOMINICALES Y JURISDICCIONALES

El Código de Derecho Canónico de 1917 en el c.1499 14 §2 y 151815, fundamentaba las


facultades del Romano Pontífice, no en poderes de carácter dominical, sino en la
autoridad y poder supremos de que está investido. Al mismo tiempo reconocía a los
Obispos amplios poderes supremos sobre los bienes eclesiásticos en su territorio (c.1519 16).
El nuevo código fundamenta los poderes supremos del Papa:
“En virtud de su oficio, el Romano Pontífice no sólo tiene potestad sobre toda la Iglesia, sino que ostenta
también, la primacía de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias particulares y sobre sus agrupacio nes, con
lo cual se fortalece y defiende al mismo tiempo la potestad propia, ordinaria e inmediata que compete a los Obispos
en las Iglesias particulares encomendadas a su cuidado” 17

En la dispensación y administración de los bienes eclesiásticos, en el primado de su


régimen. El c. aprovecha para recordad la potestad «propia, ordinaria e inmediata» que
corresponde a los obispos y la defensa que de la misma hace el Papa. Es una aplicación
del principio de subsidiariedad por el que se busca armonizar el ejercicio de la potestad de
los obispos sobre las Iglesias particulares y la potestad del Romano Pontífice 18 en la
Iglesia universal, para que ambas se fortalezcan precisen, entre el derecho universal y
derecho particular, para que se conserve mejor la diversidad de las iglesias particulares 19
y su autonomía en la unidad de la Iglesia universal.
Los poderes que derivan de la relación de propiedad con los de jurisdicción, requieren
tener en cuenta el carácter público de las personas morales 20 titulares de los bienes; pero
el carácter público de las personas morales titulares de los bienes por ello el c. 116 lo
expresa:

14 “El dominio de los bienes pertenece, bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica, a la persona moral
que legítimamente los hubiere adquirido”.
15 “El Romano Pontífice es el supremo administrador y dispensador de todos los bienes eclesiásticos”.
16 “Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de todos los bienes

eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieran sustraídos de su jurisdicción, salvas las


prescripciones legítimas que le conceden más amplios derechos.
17 c. 333.
18 c. 1273: “ En virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor

supremo de todos los bienes eclesiásticos.


19 c. 368: “Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales exista la Iglesia católica una y única, son

principalmente las diócesis…”


20 c.113 §1 “La Iglesia Católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma ordenación divina.
“Son personas jurídicas públicas las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica
competente para que, dentro de su límites que se les señalen, cumplan en nombre de la Iglesia…”

De aquí los bienes de estas personas morales, sean al mismo tiempo bienes públicos de
la Iglesia, destinados a los fines propios de cada entidad, que son fines de la Iglesia. Bines
cuya administración y dispensación están sujetas al régimen administrativo establecido
por la autoridad competente, por ello es importante mencionar la distinción de personas
jurídicas, sean corporaciones o fundaciones, en públicas o privadas, obedece que la misión
de la Iglesia se cumple de diversos modos, según el fin concreto que se persiga y según la
condición eclesial de los diversos miembros del Pueblo de Dios.
Hay determinados fines, como el culto público o la enseñanza oficial de la doctrina
cristiana, que por su propia naturaleza pública están reservadas a la jerarquía 21, mientras
que otros, pertenecen a la acción propia de los fieles 22. Para el debido cumplimiento, la
autoridad eclesiástica debe impulsar por sí misma constituye personas jurídicas públicas,
que actúan en nombre de la Iglesia, mirando al bien público, adquiri endo personalidad
por el derecho mismo 23 o por decreto formal de la autoridad competente.
Para la realización del resto de los fines eclesiásticos basta la persona jurídica privada,
constituida por iniciativa de los fieles:
“Los fieles tienen derecho, mediante un acuerdo privado entre ellos, a constituir asociaciones para los fines de
los que trata en el c. 298 §1, sin perjuicio de lo que prescribe en el c.301 §1” 24

En el uso de sus derechos o cumplimiento de sus deberes de contribución a la misión de


la Iglesia.
La propiedad de los bienes esté atribuida a la persona moral que los adquiere
legítimamente:

21 c. 301:“Corresponde exclusivamente a la autoridad eclesiástica competente el erigir asociaciones de fieles


que se propongan trasmitir la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, o promover el culto público…”
22 c. 298 §1: “Existen en la Iglesia asociaciones distintas de los Institutos de vida consagrada y de las

sociedades de vida apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos o clérigos junto con los laicos trabajan
unidos…”
23 Todas las personas jurídicas en la Iglesia se configuran a partir de un elemento material, que le da

forma; de un elemento formal o fin al cual se ordenan y de un elemento constitutivo que le otorga la
personalidad jurídica.
24 c. 299 §1.
“El dominio de los bienes corresponde, bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica
que los haya adquirido legítimamente”25.

La persona jurídica que legítimamente los haya adquirido, y que dicho dominio está
bajo la autoridad del Romano Pontífice 26, él es el administrador y distribuidor supremo
de todos los bienes eclesiásticos. La naturaleza de la potestad del Romano Pontífice sobre
los bienes temporales de las personas jurídicas es jurisdiccional, no una potestad dominical
o derivada de un derecho real y le es propia como suprema autoridad de la Iglesia. El
fundamento y finalidad de este poder de intervención se encuentran siempre en el oficio
del supremo Pontífice de proveer el gobierno supremo de la Iglesia. Se manifiesta en dos
grandes líneas de actuación:
1) Regulación de la administración de los bienes temporales.
2) Alto dominio de los mismos cuando el bien de la Iglesia así lo requi riese.
Tal intervención directa parece que únicamente se da en circunstancias realmente
extraordinarias.
Por ser propiedad de la persona y de acuerdo a los esquemas propios del Derecho
privado27 y en un amplio sistema de descentralización, en nada obsta para que su
propiedad pueda calificarse de pública: los bienes de las personas jurídicas públicas son
suyos, pero al mismo tiempo y por la misma causa son bienes eclesiásticos.

25 c. 1256.
26 c. 1273.
27 El Código de Derecho Canónico remite ampliamente al Derecho Civil
PODERES DOMINICALES Y JURISDICCIONALES

El Código de Derecho Canónico de 1917 en el c.1499 28 §2 y 151829, fundamentaba las


facultades del Romano Pontífice, no en poderes de carácter dominical, sino en la
autoridad y poder supremos de que está investido. Al mismo tiempo reconocía a los
Obispos amplios poderes supremos sobre los bienes eclesiásticos en su territorio (c.1519 30).
El nuevo código fundamenta los poderes supremos del Papa:
“En virtud de su oficio, el Romano Pontífice no sólo tiene potestad sobre toda la Iglesia, sino que ostenta
también, la primacía de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias particulares y sobre sus agrupacio nes, con
lo cual se fortalece y defiende al mismo tiempo la potestad propia, ordinaria e inmediata que compete a los Obispos
en las Iglesias particulares encomendadas a su cuidado” 31

En la dispensación y administración de los bienes eclesiásticos, en el primado de su


régimen. El c. aprovecha para recordad la potestad «propia, ordinaria e inmediata» que
corresponde a los obispos y la defensa que de la misma hace el Papa. Es una aplicación
del principio de subsidiariedad por el que se busca armonizar el ejercicio de la potestad de
los obispos sobre las Iglesias particulares y la potestad del Romano Pontífice 32 en la
Iglesia universal, para que ambas se fortalezcan precisen, entre el derecho universal y
derecho particular, para que se conserve mejor la diversidad de las iglesias particulares 33
y su autonomía en la unidad de la Iglesia universal.
Los poderes que derivan de la relación de propiedad con los de jurisdicción, requieren
tener en cuenta el carácter público de las personas morales 34 titulares de los bienes; pero
el carácter público de las personas morales titulares de los bienes por ello el c. 116 lo
expresa:

28 “El dominio de los bienes pertenece, bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica, a la persona moral
que legítimamente los hubiere adquirido”.
29 “El Romano Pontífice es el supremo administrador y dispensador de todos los bienes eclesiásticos”.
30 “Al Ordinario local pertenece vigilar diligentemente sobre la administración de todos los bienes

eclesiásticos que se hallan en su territorio y no estuvieran sustraídos de su jurisdicción, salvas las


prescripciones legítimas que le conceden más amplios derechos.
31 c. 333.
32 c. 1273: “ En virtud de su primado de régimen, el Romano Pontífice es el administrador y distribuidor

supremo de todos los bienes eclesiásticos.


33 c. 368: “Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales exista la Iglesia católica una y única, son

principalmente las diócesis…”


34 c.113 §1 “La Iglesia Católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma ordenación divina.
“Son personas jurídicas públicas las corporaciones y fundaciones constituidas por la autoridad eclesiástica
competente para que, dentro de su límites que se les señalen, cumplan en nombre de la Iglesia…”

De aquí los bienes de estas personas morales, sean al mismo tiempo bienes públicos de
la Iglesia, destinados a los fines propios de cada entidad, que son fines de la Iglesia. Bines
cuya administración y dispensación están sujetas al régimen administrativo establecido
por la autoridad competente, por ello es importante mencionar la distinción de personas
jurídicas, sean corporaciones o fundaciones, en públicas o privadas, obedece que la misión
de la Iglesia se cumple de diversos modos, según el fin concreto que se persiga y según la
condición eclesial de los diversos miembros del Pueblo de Dios.
Hay determinados fines, como el culto público o la enseñanza oficial de la doctrina
cristiana, que por su propia naturaleza pública están reservadas a la jerarquía 35, mientras
que otros, pertenecen a la acción propia de los fieles 36. Para el debido cumplimiento, la
autoridad eclesiástica debe impulsar por sí misma constituye personas jurídicas públicas,
que actúan en nombre de la Iglesia, mirando al bien público, adquiri endo personalidad
por el derecho mismo 37 o por decreto formal de la autoridad competente.
Para la realización del resto de los fines eclesiásticos basta la persona jurídica privada,
constituida por iniciativa de los fieles:
“Los fieles tienen derecho, mediante un acuerdo privado entre ellos, a constituir asociaciones para los fines de
los que trata en el c. 298 §1, sin perjuicio de lo que prescribe en el c.301 §1” 38

En el uso de sus derechos o cumplimiento de sus deberes de contribución a la misión de


la Iglesia.
La propiedad de los bienes esté atribuida a la persona moral que los adquiere
legítimamente:

35 c. 301:“Corresponde exclusivamente a la autoridad eclesiástica competente el erigir asociaciones de fieles


que se propongan trasmitir la doctrina cristiana en nombre de la Iglesia, o promover el culto público…”
36 c. 298 §1: “Existen en la Iglesia asociaciones distintas de los Institutos de vida consagrada y de las

sociedades de vida apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos o clérigos junto con los laicos trabajan
unidos…”
37 Todas las personas jurídicas en la Iglesia se configuran a partir de un elemento material, que le da

forma; de un elemento formal o fin al cual se ordenan y de un elemento constitutivo que le otorga la
personalidad jurídica.
38 c. 299 §1.
“El dominio de los bienes corresponde, bajo la autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica
que los haya adquirido legítimamente”39.

La persona jurídica que legítimamente los haya adquirido, y que dicho dominio está
bajo la autoridad del Romano Pontífice 40, él es el administrador y distribuidor supremo
de todos los bienes eclesiásticos. La naturaleza de la potestad del Romano Pontífice sobre
los bienes temporales de las personas jurídicas es jurisdiccional, no una potestad dominical
o derivada de un derecho real y le es propia como suprema autoridad de la Iglesia. El
fundamento y finalidad de este poder de intervención se encuentran siempre en el oficio
del supremo Pontífice de proveer el gobierno supremo de la Iglesia. Se manifiesta en dos
grandes líneas de actuación:
3) Regulación de la administración de los bienes temporales.
4) Alto dominio de los mismos cuando el bien de la Iglesia así lo requi riese.
Tal intervención directa parece que únicamente se da en circunstancias realmente
extraordinarias.
Por ser propiedad de la persona y de acuerdo a los esquemas propios del Derecho
privado41 y en un amplio sistema de descentralización, en nada obsta para que su
propiedad pueda calificarse de pública: los bienes de las personas jurídicas públicas son
suyos, pero al mismo tiempo y por la misma causa son bienes eclesiásticos.

39 c. 1256.
40 c. 1273.
41 El Código de Derecho Canónico remite ampliamente al Derecho Civil
Libro VI. De los Bienes Temporales de la Iglesia

Trabajo escrito sobre “BIENES ECLESIÁSTICOS: NOCIÓN Y SUJETO DE


DOMINIO, CLASES”

Instituto Palafoxiano de Estudios Superiores

Carolina Elena Rodríguez Miguel

Pbro. Lic. Marco Antonio Sánchez Sánchez

Tercero de teología

7/nov/18
Noción

Nos dice el Derecho Canónico que los bienes eclesiásticos son aquellos que
pertenecen a alguna persona jurídica pública de la Iglesia 42 . La categoría
“eclesiástico” deriva de la titularidad de éste, y esta titularidad da a los bienes unos
fines específicos que son un aspecto concreto de los fines del patrimonio
eclesiástico43

Ningún bien tiene como titular directo a la Iglesia universal, pero todos los bienes de
las personas jurídicas públicas son bienes de la Iglesia44. Esto quiere decir, que

42 c. 1257 § 1
43 c. 1254 § 2/ Instituto Martín de Azpilcueta, “Manual de Derecho Canónico”. José Tomás Martín de Agar.
Cap XI Bienes Temporales y Misión de la Iglesia. Pp. 710
44 Ídem
para poder ser un bien eclesiástico debe pertenecer a una persona jurídica pública,
pues por medio del sujeto poseedor del bien eclesiástico opera la Iglesia en cuanto
tal para conseguir sus fines eclesiales, por esto el sujeto es sumamente importante
en la definición de un bien eclesiástico. 45 Así es, también, que los bienes que
pertenecen a las personas jurídicas privadas no son considerados bienes
eclesiásticos 46“a pesar de estar bajo la vigilancia de la autoridad eclesiástica” 47.
Nos dice el libro “los bienes temporales de la Iglesia” si es posible hablar del del
patrimonio que forman los bienes eclesiásticos de modo unitario, y nos aclara que
los bienes eclesiásticos tienen cierta unidad en los fines, sin embargo existe también
la pluralidad de sujetos que individualizan estos fines (hemos hablado ya de la
importancia del sujeto para la noción y acción de los bienes eclesiásticos, incluso
también en los fines son fundamentales, pues los sujetos determinan el
funcionamiento que dan a sus bienes dependiendo de sus “objetivos” o fines) por
tanto, obtenemos una “pluralidad de fines a los que los bienes están vinculados” 48.

Sin embargo todos estos bienes eclesiásticos tienen un supremo administrador y


dispensador: el Sumo Pontífice. Por tanto tenemos unidad en el patrimonio, tanto
que los bienes pertenecientes a distintas personas jurídicas públicas son calificados
como bienes que pertenecen a la Iglesia (bienes eclesiásticos) 49 y pertenecen a
ella ya sea por derecho de la Iglesia o por los fines de ella.

Derecho administrativo

“Todos los bienes temporales que pertenecen a la Iglesia Universal, a la Sede


Apostólica o a otras personas jurídicas públicas en la Iglesia, sin bienes
eclesiásticos y se rigen por los cánones que siguen, así como por los propios
estatutos” (c. 1254§ 1)

45 De Paolis Velasio. “Los bienes temporales de la Iglesia”. Sapientia Iuris. Pp 9


46 Ver notas del derecho canónico c. 1254§ 1. Las personas jurídicas privadas no actúan en nombre de la
Iglesia pero sí están bajo su autoridad.
47 Ídem
48 Íbid
49 Ídem
Todos estos bienes están sujetos a un régimen de Derecho administrativo, para así
poder custodiarlos, cuidarlos y mantenerlos y de ésta forma cumplir con los fines
eclesiales, pues como se puede notar, éstos fines son fundamentales y guían todas
las acciones con y por los bienes eclesiásticos

Éste régimen está determinado por el libro V del Código más las normas dictadas
por las Conferencias Episcopales y los Ordinarios. 50

Todos estos bienes son capaces de ser comercializados, por esto es que existen
límites derecho51 para que todos sean tratados con respeto y evitar que sean
destinados a usos profanos. Tenemos, por ejemplo, una medida protectora de
comercialización52 que no permita percibir un bien eclesiástico de una persona
jurídica privada a una pública y viceversa, así se evita que salgan de los bienes
eclesiásticos y son protegidos.

Clases de bienes

A pesar de poder ser clasificados de cualquier manera (pues la Iglesia no tiene unas
clasificaciones propias), los bienes eclesiásticos tienen mayor relevancia para el
Derecho Canónico clasificados en: “cosas sagradas y cosas preciosas”

Nos dice el Código de Derecho Canónico nos dice que las cosas sagradas son
aquellas que han sido destinadas al culto divino por dedicación o bendición litúrgicas
53 aunque pueden ser considerados así otros objetos y lugares detonados
permanentemente al culto, con licencia de la autoridad , a pesar de no haber sido

50 Ídem
51 c. 1376
52 c. 1269
53 c. 1171
bendecidos. Éstas pueden ser imágenes (c.1188), reliquias (c. 1190), lugares (c.
1205), edificios (c.1214), a los bienes (c.1220 § 2), o cosas (c. 1269, 1379)

El Manual de Derecho Canónico puntualiza que no por ser cosas sagradas éstas
serán considerados bienes eclesiásticos, sino que lo son dependiendo de a quién
pertenezcan54 por esto los bienes eclesiásticos no son todos sagrados en sentido
propio, y no todos los bienes sagrados son eclesiásticos.

Las cosas preciosas tienes requisitos distintos para ser. La distinción de las cosas
preciosas dependen del valor que poseen, derivan de la historia, del arte o del culto
y veneración que reciben. Por muchas cosas preciosas pueden ser de escaso valor.
Creemos que los bienes preciosos se les puede llamar solo a los bienes
eclesiásticos, es decir, no a los privados. 55

54 Ídem
55 “Los bienes temporales de la Iglesia” pp 17
FALTA
TEMA 6.
LOS BIENES
DE LAS
PERSONAS
JURIDICAS
PRIVADAS
Pontificio Seminario
Palafoxiano Angelopolitano
Escuela de Teología

Libro V del Código de Derecho Canónico


Catedrático Pbro. Lic. Marco Antonio Sánchez Sánchez

Modos diversos de adquirir bienes


temporales y paulatina supresión
del sistema beneficial
Investigación.

Por

Pachuca Pérez Leonardo


Pérez Enríquez Gastón
Pérez Hernández Alberto de la Cruz

3° de Teología
9 de noviembre de 2018
A. Modos diversos de adquirir bienes temporales

En este documento se analizan las fuentes de ingresos y los medios jurídicos de adquirir
propiedades en el Derecho canónico.

1. Sistema de financiación

La Iglesia en virtud de su ser, tiene la opción de preferir que los fieles laicos contribuya n
según formas voluntarias, para el culto divino, las obras de apostolado, la caridad y el
conveniente sustento de los ministros. 56 Ya que los presbíteros estando al servicio de Dios,
como una tarea que se les ha sido confiada, merecen una justa gratificación.57

Partiendo de este presupuesto, se reconoce que hay dos maneras de conseguir ingresos para
el patrimonio de la Iglesia, que son: las oblaciones voluntarias de los fieles y los tributos, y
las tasas58 . Los cánones 1265-1267 dan normas particulares y específicas sobre algunos
ingresos ofrecidos o pedidos a los fieles, como son las colectas especificas y las ofrendas
libres de los fieles.59

1.1. Las oblaciones voluntarias

Las oblaciones voluntarias son todas aquellas aportaciones que los fieles dan de manera
gratuita y que no están sujetas a una obligación de carácter jurídico; como regla general, las
oblaciones que se hacen están determinadas a un fin en específico según la voluntad del
donante.60

1.1.1. Las colectas

56 Cf. CIC 83 c. 222


57 Cf. Lc 10,7; 1 Co 9,7.
58 Cf. Universidad de Navarra (1981) Manual de Derecho canónico, Pamplona: EUNSA, p. 714.
59 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p 101.
60 P.ej. Cuando los fieles dan una donación para la pintura de la parroquia, se debe aceptar esa donación y se

debe usar para lo que fue destinado.


Las colectas o subvenciones son respuestas a una petición en particular de la Iglesia para
determinados objetivos, las conferencias de episcopado tiene la competencia para emanar
normas que regulen este propósito. 61

1.1.2. Las limosnas

Las limosnas son realizadas por personas privadas, aunque sea para alguna instituc ió n
pública.62 El Ordinario debe establecer normas que se encaminen a evitar discordias, abusos
y escándalos, también puede las conferencias episcopales dar otras normas que obligue n
incluso a los religiosos mendicantes.63

1.1.3. Oblaciones espontaneas


Las donaciones deben aceptarse y para rechazarlas, en nombre de una entidad pública, se
requiere justa causa y, si son de gran valor también licencia del Ordinario. 64

1.1.4. Oblaciones con ocasiones de servicios pastorales


Corresponde a los antiguos “derechos de estola”, y son ofrendas que se piden a los fieles con
ocasión de la administración de algunos sacramentos y sacramentales. 65 No son pagos, ni
tributos, ni compraventa de bienes espirituales. 66

1.1.5. Las tasas


Son cargas económicas que deben pagar quienes solicitan un acto de potestad (licenc ia,
dispensa, proceso, certificaciones, etcétera)67

1.2. Los tributos

6161Cf. CIC 83 c. 1262


62 Cf. Universidad de Navarra (1981) Manual de Derecho canónico, Pamplona: EUNSA, p. 715.
63 Cf. CIC 83 c. 1265 §1
64 Cf. CIC 83 c. 1267
65 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p 102.
66 Cf. CIC 83 c. 1264.
67 Cf. Ídem
Es la prestación en dinero o bienes en forma obligatoria y predeterminada, reclamada por el
bien común.68 La idea básica que tenemos aquí es que: el tributo o impuesto es una forma
extraordinaria de recaudación económica.

El canon 1263 es fruto de una larga elaboración, la última redacción debió tener en cuenta
las situaciones locales de los diversos países, así como eventuales acuerdos entre las
naciones.69

Sabemos que “toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de


religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la
libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público
como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia” y “Toda persona
tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas”. 70 Por tanto, concluimos que
el canon respeta los acuerdos de las diversas naciones haciendo valer los derechos de cada
persona, y nos remite desde luego al Reglamento de la Ley de Asociaciones Religiosas Y
Culto Público que está vigente en nuestro país.

El canon 1260 nos presenta que es un derecho de la Iglesia el pedir el sustento de parte de
los fieles para solventar las necesidades de sus propios fines, 71 no todas las conferencias
episcopales gozan de las mismas libertades, lo que llamamos concordatos con la Santa Sede
y el impuesto religioso varía según los gobiernos de los países donde hay presencia de la
Iglesia Católica.72

El Obispo diocesano, es el único73 capaz de establecer o imponer tributos e impuestos y es el


responsable de regularlos para evitar abusos.74 Las dos categorías de personas sujetas al
tributo son:

1.2.1. Ordinario

68 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p. 718.
69 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p. 109.
70 Declaración Universal de Derechos Humanos, Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su

resolución 217 A (III), de 10 de diciembre de 1948. Art. 18 – 20.


71 Cf. CIC 83 (2014) Madrid, BAC, comentarios al canon 1260. pág. 497
72 Cf. ibid c. 1263.
73 Cf. c.134 § 3
74 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p. 109.
Las personas jurídicas publicas sujetas a él, para las que el tributo debe ser moderado y
proporcionado.

1.2.2. Extraordinario

Las demás personas, tanto físicas como jurídicas, debiendo ser también un tributo
moderado.75

Para imponer el tributo es aconsejable la consulta al consejo de asuntos económicos y al


consejo presbiteral.76 Otros tributos específicos, que el obispo diocesano por su potestad de
régimen puede y debe exigir sin omitir son: el tributo en favor del seminario según el c. 264
para el que están obligadas todas las persona jurídicas, públicas y privadas; y la cuota
misional según el punto 4 del c. 791, mismo que cada año se debe de realizar de una forma
obligatoria y permanente, esta cuota es proporcionada para las misiones a la Santa Sede. 77

B. Paulatina supresión del sistema beneficial

En los primeros siglos de la iglesia, los clérigos se sustentaban de oblaciones de los fieles
que administraba el obispo. Aproximadamente a partir del s. v, bajo la influencia de varios
factores históricos, aparece lenta y gradualmente la noción de beneficio, los factores más
destacados son: la rotura de la unidad patrimonial que se produce, por la necesaria concesión
de patrimonios a las iglesias alejadas de la ciudad episcopal; y que el patrimonio se divide en
partes según las finalidades a las que sirve, de forma que la parte destinada a los clérigos se
fue fraccionando en pequeños patrimonios que se entregaban en usufructo al clérigo que
desempeña un oficio. otro factor es el régimen feudal; fueron muchas las iglesias que en la
Edad Media funcionan bajo el régimen de señorío eclesiástico o laico llamado de “igles ia
propia”, en ellas, por contrato feudal o por práctica aceptada, el clérigo recibía bienes como
estipendio por la carga del oficio que ejerce, de los cuales se sustenta. La dote beneficial se
restringió más tarde a bienes raíces para volver a ampliarse en la época contemporánea por
razón, sobre todo, de la drástica disminución del patrimonio eclesiástico debida a
revoluciones y leyes desamortizadoras78 .

75 Cf. Ibid. p. 109.


76 Cf. CIC 83 (2014) Madrid, BAC, comentarios al canon 1263. pág. 497
77 Cf. Ibid., c.1263.
78 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p. 129-135
El Decr. conciliar del Vaticano II Praesbyterorum ordinis, establece que el sistema benefic ia l
debe suprimirse o reformarse79 . Posteriormente, el Motu proprio Ecclesiae Sanctae, de Paulo
VI dice que la reforma está encomendada a la Comisión Pontificia para la revisión del CIC 80 .

El CIC 83 sustituye el sistema beneficial que era regulado en los cánones 1409 a 1488 del
Código de Derecho Canónico de 191781 .

El canon 1272 fundamentalmente nos dice: "En las regiones donde aún existen beneficios
propiamente dichos, corresponde determinar su régimen a la Conferencia Episcopal, según
normas establecidas de acuerdo con la Sede Apostólica y aprobadas por ésta, de manera que
las rentas e incluso, en la medida de lo posible, la misma dote de los beneficios, pasen
gradualmente a la institución de que se trata en el can. 1274, §1"82 .

De modo que, no pueden constituirse nuevos beneficios eclesiásticos; y en cuanto a los que
todavía subsisten, corresponde determinar su régimen a la Conferencia Episcopal, según
normas establecidas de acuerdo con la Sede Apostólica.

El Código de 1983 no impone a los obispos la obligación estricta de establecer el régimen


jurídico-económico diseñado en el canon 1274 para satisfacer las necesidades allí descritas.
Hasta el momento presente, la gran mayoría de las Conferencias Episcopales o no han
legislado nada sobre el canon 1272 o se han limitado a afirmar que en su territorio no hay
beneficios propiamente dichos83 .

79 Cf. Concilio Vaticano II, Praesbyterorum ordinis, n 20.


80 Miguellez; Alonso; Cabreros (1976) Derecho canónico posconciliar, Madrid: BAC, p. 107.
81 Cf. Universidad de Navarra (1981) Manual de Derecho canónico, Pamplona: EUNSA, p. 719.
82 CIC 83 c. 1272
83 Cf. Paolis, V, de (2012) Los bienes temporales de la Iglesia, Madrid: BAC, p. 139-140.
FALTA
TEMA 8.
EL
REGIMEN
ECONOMIC
O DE LA
DIOCESIS
Instituto Palafoxiano de Estudios Superiores

Licenciatura en ciencias religiosas

Libro V De los bienes temporales de la Iglesia


Pbro. Lic. Marco Antonio Sánchez Sánchez

Trabajo escrito sobre:


La Administración ordinaria y extraordinaria

Por: Rosa María León Hernández

9 de Noviembre de 2018
En el ordenamiento canónico encontramos la distinción entre administración ordinaria y
extraordinaria.84

La ordinaria se distingue ulteriormente en administración ordinaria en general y


administración ordinaria de mayor importancia. Tratan de ello los cc. 1277; 1281 §1 y para
los institutos religiosos, el c. 638 §1. 85

Tanto los actos de administración ordinaria como los de administración extraordinar ia


permanecen dentro del concepto de administración, pero mientras los primeros permanecen
dentro de los fines y la medida (fines et modum) de una administración cotidiana, los de
administración extraordinaria los superan, o bien porque persiguen fines que van más allá de
una administración ordinaria, o bien porque van más allá del modo o de la medida.86

1277 Por lo que se refiere a la realización de actos de administración que, atendida la


situación económica de la diócesis, sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe
oír al consejo de asuntos económicos y al colegio de consultores; pero, aparte de los casos
especialmente determinados en el derecho universal o en la escritura de fundación, necesita
el consentimiento del mismo consejo así como del colegio de consultores para realizar los
actos de administración extraordinaria. Compete a la Conferencia Episcopal determinar qué
actos han de ser considerados de administración extraordinaria. 87

Para comprender mejor la distinción entre la administración ordinaria y extraordinar ia


recurrimos a los comentarios al canon 1277.

El ordenamiento canónico clasifica los actos de administración en ordinaria, de mayor


importancia y extraordinaria. Cada uno de ellos exige la observancia de una serie de
solemnidades o formalidades para su realización, a partir de las cuales se establece el sistema
de controles canónicos en esta materia. El CIC no define que se entiende por cada uno de
ellos, a pesar de su importancia, sino que se limita a señalar las formalidades que se deben
que se deben seguir en su realización y a indicar algunos de ellos. 88

84
Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid, España: BAC Manuales. Pag. 154
85 Ibídem 154
86 Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid, España: BAC Manuales. Pag. 155
87 CIC c. 1277
88 Cf. Comentarios al Código de Derecho Canónico, BAC, 5ta Edición, pág. 730
Los actos de administración ordinaria son aquellos que son necesarios para el normal y la
diaria gestión y mantenimiento de la persona jurídica; los de mayor importancia es un
concepto relativo: son actos que de por si pertenecen a la administración ordinaria pero que
teniendo en cuenta la situación económica de la diócesis, suponen una especial importanc ia;
y los de administración extraordinaria son aquellos “que sobrepasan los límites y el modo de
la administración ordinaria” (c. 1281 §1).89

Los actos de administración ordinaria pueden ser realizados libremente por la persona
jurídica; para los de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír (c.127 §1) al consejo
de asuntos económicos (c. 492) y al colegio de consultores (c. 502); para la realización de
actos de administración extraordinaria se requiere el consentimiento (c. 127 §1) de ambos
organismos. También necesita el consentimiento del consejo de asuntos económicos cuando
así lo establece el derecho universal (cc. 1292; 1310 §2; etc.) o la escritura de fundación. El
CIC, con muy buen criterio, remite a la Conferencia Episcopal la tarea de “determinar que
actos han de ser considerados de administración extraordinaria”, ya que se trata de una
materia sumamente concreta y fácilmente varia de país a país. 90

Como lo mencionan los comentarios al canon 1277 los actos de administración ordinaria
pueden ser realizados libremente por el administrador, en cambio los actos de administrac ió n
extraordinaria son realizados por la Conferencia Episcopal, a no ser que el Ordinario autorice
lo contrario.

1281 § 1.Quedando firmes las prescripciones de los estatutos, los administradores realizan
inválidamente los actos que sobrepasan los límites y el modo de la administración ordinaria,
a no ser que hubieran obtenido previamente autorización escrita del Ordinario. 91

Así como en el canon 1277 recurrimos a los comentarios, de igual manera lo hacemos con
respecto al canon 1281 §1.

Varios temas se encuentran reunidos en este canon. El §1 trata nuevamente de los actos de
administración que sobrepasan “los límites y el modo de la administración ordinaria”: es
decir, los de mayor importancia y los de administración extraordinaria (cf. c. 1277). Estos
actos de administración conllevan, o pueden razonablemente conllevar, un serio riesgo de
que la situación patrimonial de la persona jurídica puede resultar perjudicada (c. 1295), o
pueden implicar una variación sustancial en su valor, etc., por lo que es lógico que el
ordenamiento canónico establezca un control en su realización para tutelar a la propia persona
jurídica. La norma establecida es muy clara: para su realización, el administrador debe

89 Cf. Comentarios al Código de Derecho Canónico, BAC, 5ta Edición, pág. 731
90 Ibídem 731
91 CIC c. 1281 §1
solicitar, y obtener previamente, la autorización de su Ordinario, bajo pena de nulidad del
acto.92

Hay que señalar que lo que puede ser de mayor importancia para una persona jurídica puede
no serlo para otra, puesto que la distinción se fundamenta sobre la consideración de la
situación económica de la persona jurídica misma. 93

Bibliografía
Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid, España: BAC Manuales.

Salamanca, U. d. (2011). Código de Derecho Cánonico. Madrid, España: BAC.

92 Cf. Comentarios al Código de Derecho Canónico, BAC, 5ta Edición, pág. 733
93 Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid, España: BAC Manuales. Pag. 156
FALTA TEMA 10.
COMPETENCIAS Y
OBLIGACIONES DE
LOS
ADMINISTRADORE
S DE BIENES
ECLESIASTICOS.
[Nombre de la compañía]

[Título del
documento]
[Subtítulo del documento]

Marco
[Fecha]
Enajenación de bienes eclesiásticos

El título III “De los contratos, y principalmente de la enajenación” del libro V del
CIC que abarca de los cc. 1290 – 1298 retoma el último verbo del c. 1284 que especifica el
derecho de la Iglesia a los bienes temporales, es decir de la enajenación. El ordenamiento de
estos cánones nos reenvía al derecho civil de cada nación. 94 “Dicha canonización no es más
que una aplicación concreta, en el ámbito de los contratos, de lo que genéricamente establece
el c. 22”95 que nos dice:

“las leyes civiles a las que remite el derecho de la Iglesia, deben observarse en
derecho canónico con los mismos efectos, en cuanto no sean contrarias al derecho
divino ni se disponga otra cosa en el derecho canónico” 96 .

lo anteriormente dicho tiene como finalidad salvaguardar la estabilidad patrimonia l


de las personas jurídicas públicas, denominados actos de disposición97 . Y precisamente en
materia de enajenación, el ordenamiento canónico pretende dar algunas normas propias para
la que la Iglesia ejerza debidamente su derecho a los bienes temporales.

“El título III tiene dos partes desiguales: la primera que tiene como por objeto la
canonización de la ley civil en materia de contratos, y que se agota en el c. 1290; la segunda,
que trata de la enajenación de los bienes temporales de la Iglesia que va de los cc. 1291-
1298”98 . Y aunque son pocos canones, es necesario tener una idea clara de lo que norma cada
uno de ellos. “El c. 1291establece la necesidad de la debida licencia por parte de la autoridad
competente; el c. 1292 determina quien es la autoridad competente para conceder la licencia
dependiendo de los bienes a enajenar y su naturaleza, así como establecer el procedimie nto
a seguir; el c. 1293 precisa algunos de los requisitos; el c. 1294 ofrece precisiones sobre el
precio de venta y sobre el empleo de lo cobrado; el c. 1295 extiende la normativa para las
enajenaciones para cualquier negocio jurídico que pueda empeorar la situación de la persona
jurídica; el c. 1296 prescribe el modo de actuar en caso de una enajenación invalida; el c.
1297 versa sobre la encomienda dada a la conferencia episcopal de dar las normativas sobre

94 Cfr. CIC 83 c.1290


95 COMENTARIO EXEGÉTICO AL CÓDIGO DE DERCHO CANÓNICO, Vol. IV/I, EUNSA, Pamplona 2002, Pág. 152.
96 CIC 83 c. 22
97 Cfr. MANUAL DE DERECHO CANÓNICO, EUNSA, mayo 1981, pág.730
98 Los bienes temporales de la Iglesia, Sapientia Iuris, Velasio de Paolis, BAC, Madrid 2012, Pág. 247
el arrendamiento; y por último el c. 1298 que prohíbe la venta de bienes eclesiásticos a
personas consanguíneas”99 .

Habiendo dado una idea general de que tratan los cánones de este libro III, es importante
mencionar algunas puntualizaciones. Respecto al c. 1290 en lo referente al contrato. El
contrato se puede dar de dos maneras, en sentido estricto y en sentido lato; el primero es
aquel en que se da un convenio o pacto entre dos o mas personas sobre un objeto en concreto,
el segundo es un acuerdo en que ambas partes produce obligaciones. Y es el segundo, es decir
el lato del que habla el c. 1290100 .

Para que se pueda dar un contrato se requiere de algunos elementos, estos son: 1)La
habilidad de las personas ya sea de derecho natural o canónico. 2) El consentimiento de las
partes, elemento constitutivo esencial expresada en la voluntad libre de crear un vínculo. 3)
La materia, que es el objeto sobre el cual se efectúa el convenio. Y 4) La causa, que es la
razón intrínseca del contrato mismo 101 .

El titulo mismo de este apartado III del libro V remarca la importancia de la


enajenación, por lo que es conveniente decir que implica el acto de enajenar. Primero hay
que decir que enajenar no es lo mismo que administrar102 , y como se ha dicho ya, para
enajenar es necesaria la licencia, dentro de ciertos límites, de la Santa Sede, o de las
normativas de la Conferencia Episcopal103 actos que no son necesarios en la administració n.
Entonces, ¿qué es enajenar? Enajenar es el acto por el cual los bienes dejan de ser
eclesiásticos y retornan al campo profano, y ya no están al servicio de la Iglesia. “Enajenar
consiste en transmitir el dominio pleno sobre algún bien a un tercero por un acto «inter
vivos», bien sea en forma onerosa (venta, p. ej.), o gratuita (donación). Entrarían, por tanto,
bajo este concepto la compraventa, la donación, la permuta, la transmisión de créditos, etc.
Por cuanto se refiere al concepto de «patrimonio estable» de una persona jurídica pública
(única cuyos bienes tienen la consideración de eclesiásticos), no puede confundirse o
identificarse, como sucedía anteriormente, con el de bienes inmuebles —aunque lo lógico es

99 Ibidem
100 Ibid pág. 248
101 Cfr.Los bienes temporales de la Iglesia, Sapientia Iuris, Velasio de Paolis, BAC, Madrid 2012, Pág. 249
102 Ibid pág. 254
103 Cfr. MANUAL DE DERECHO CANÓNICO, EUNSA, mayo 1981, pág.730
que éstos formen parte de aquél—, sino que más bien abarcaría el conjunto de todos aquellos
bienes que le son necesarios a la persona jurídica pública para la realización de sus fines
institucionales propios; es decir, abarcaría también aquellos bienes sin los cuales no podría
subsistir o cubrir adecuadamente la finalidad para la que se creó”104 . Cabe decir que la
legislación ha prohibido la enajenación de los bienes eclesiásticos, ya que estos son sagrados.
Esta normativa adquiere un carácter más disciplinario con la constitución Ambitiosae de
Pablo III, pues la sacralidad de los bienes no permite que se consideren solo bajo el perfil
comercial y el teniendo presente solo el lucro y para una que una enajenación sea válida,
requiere de la licencia del sumo pontífice, recibida en el CIC 1917 al cual el CIC 1983 tiene
algunas novedades105 .

El c. 1291 constituye el punto de referencia para que una enajenación sea válida, nos
dice:

Para enajenar válidamente bienes que por asignación legitima constituyen el


patrimonio estable de una persona jurídica pública y cuyo valor supera la cantidad
establecida por el derecho, se requiere la licencia de la autoridad competente
conforme a derecho106 .

La enajenación se realiza en dos modos: estricto y amplio. “se verifica la enajenación en


sentido estricto siempre que se transfiere el dominio de la persona jurídica canónica a otro
titular. Se verifica en sentido amplio cuando sin transferir el dominio directo de la cosa, se
concede un derecho real sobre la misma, de modo que el dominio directo queda
disminuido”107 . Para esto se necesitan, además, formalidades para la validez de la
enajenación y requisitos para su licitud.

Formalidades para la validez108 :

104 COMENTARIO EXEGÉTICO AL CÓDIGO DE DERCHO CANÓNICO, Vol. IV/I, EUNSA, Pamplona 2002, Pág. 154
105 Cfr.Los bienes temporales de la Iglesia, Sapientia Iuris, Velasio de Paolis, BAC, Madrid 2012, Pág. 249
105 Ibid pág. 254 - 255
106 CIC 83 c. 1291
107 Los bienes temporales de la Iglesia, Sapientia Iuris, Velasio de Paolis, BAC, Madrid 2012, Pág. 258
108 Ibid pág. 261-263.
1) Para la enajenación valida dentro del c. 1291 se requiere de la licencia de la
autoridad competente. Pero la autoridad que la concede no hace suyo el acto de
la enajenación, ni asume responsabilidad alguna.
2) El c. 1293 §3 precisa que al tratarse de enajenación de bienes divisibles, la validez
de la licencia esta vinculada a la mención en la petición misma de las partes
enajenadas con anterioridad.
3) La licencia de la Santa Sede se requiere para la enajenación que supere la suma
máxima fijada por la Conferencia Episcopal o la Santa Sede, y cuando se solicita
esta ultima, no remplaza la concedida por otros superiores.
4) En algunos casos se requiere del consentimiento de algunos organismos o
personas individuales.

Requisitos para la licitud:

Necesario es recordar lo que prescriben algunos cánones. El c. 1292 referente al


consentimiento el cual no debe ser dado sin antes haber sido informados del estado
económico de la persona jurídica como de otras enajenaciones ya realizadas. El c.
1293 sobre la causa justa, es decir un motivo religioso, la caridad o cualquier razón
pastoral grave. El c 1294 que obliga a no vender ordinariamente a un precio infer ior
al indicado en la tasación. Y el c. 1298 que prohíbe vender o arrendar bienes
eclesiásticos a administradores o parientes hasta el cuarto grado de
consanguinidad109 .

Como conclusión es útil decir que “no están sujetas a las formalidades prescritas para la
enajenación las eventuales enajenaciones de aquellos bienes que no pertenecen al patrimonio
estable por asignación legítima, como es el dinero, las cosas inmuebles. Y que lo cobrado
por la enajenación se invierta con cautela para utilidad de la propia persona jurídica o que
también se gaste según los fines de la misma enajenación”110

109 Ibidem
110 Ibidem
09/11/2018
[ESCRIBA EL NOMBRE DE LA COMPAÑÍA]

[Escriba el título del


documento]

[Escriba el subtítulo del documento]


Pbro. Lic. Marco Antonio Sánchez Sánchez

Marco

De las pías voluntades en general.


En el código de derecho canónico, trata de dos temas estrechamente unidos: las pías
voluntades y las fundaciones pías. En el presente trabajo trataremos únicamente de las pías
voluntades en general. De las pías voluntades en general se ocupan los (cc. 1229 – 1302),
que tratan sucesivamente del derecho de disponer de los propios bienes en favor de las causas
pías y de las formalidades que se deben observar en esta disposición (c.1299), de la
obligación de observar las pías voluntades (c. 1300), del ordinario como ejecutor nato de las
pías voluntades (c. 1301) y de las obligaciones de quien ha recibido la responsabilidad de
cumplir una pía voluntad.111

Se llaman pías voluntades: los actos jurídicos mediante los que las personas disponen de
sus bienes en favor de la iglesia, destinándolo a fines de culto o caridad. En toda causa
piadosa hay un sujeto receptor que junto con los bienes, asume la obligación de cumplir la
voluntad del donante.112

Se puede definir la pía voluntad como cualquier disposición, ya sea con un acto inter vivos o
con un acto mortis causa, en favor de una causa pía, es decir, para un fin propio de la Iglesia,
esto es, sobre natural. Se trata, por tanto, de un acto de voluntad, con el cual se dispone de
los propios bienes. Este acto dispositivo puede ser inter vivos, si tiene eficacia antes de la
muerte del disponente: en este último caso se llama también última voluntad, puesto que con
la muerte ya no es posible modificarla.

Las últimas voluntades pueden asumir diversas formas: donación moris causa,
testamento, legado etc. Esta voluntad se llama pía porque nace de un motivo religioso
sobrenatural; los bienes se dan para un fin sobrenatural, religioso, propio de la iglesia : si el
fin no fuese sobrenatural, la voluntad no podría no podría ser definida propiamente como pía,
es decir, movida por un motivo religioso. El fin para el que se hace la donación es llamado
causa pía: o sea, la piedad del disponente califica el fin mismo. 113

111 Cf. Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.P 290

112 Cf. MANUAL DE DERECHO CANONICO, EUNSA, Mayo 1981, Pag. 731

113 Cf. Paolis, V. D. (2012). Los bienes temporales de la Iglesia. Madrid: Biblioteca de autores cristianos.P 292
La expresión causa pía asume significados distintos; que están íntimamente conectados
entre sí:

 La causa pía es el fin sobrenatural por el que se cumple la obra de piedad o de religió n;
es el motivo religioso por el que se hace o se cumple una cosa.
 Causa pía es la misma obra cumplida por un fin sobrenatural. Esta obra puede
concluirse en el acto, como por ejemplo, una ofrenda para la celebración de la santa
misa.114

Para constituir la pía voluntad deben concurrir tres elementos:

1) La causa pía, en el sentido de finalidad pía. Sin esta finalidad no estamos en campo
de lo sobrenatural. El elemento fundamental para que se pueda hablar en sentido
jurídico de pía voluntad es la subsistencia de un fin sobrenatural, es decir, de un fin
propio de la iglesia.
2) La intención del disponente: es decir, se trata de saber qué ha pretendido el
disponente con su acto. Esta intención debe, por definición, ser sobrenatural. La
intención es considerada desde el punto de vista moral y desde el punto de vista
jurídico. Desde el punto de vista moral, la intención expresa la relación entre el sujeto
y Dios. desde el punto de vista jurídico, consiste en la exteriorización de la intenc ió n
del agente, que da una especificación jurídica ante la sociedad al acto mismo del
agente.
3) La piedad del disponente: que la obra sea pía en sí misma, o que la intensión sea
pía115

Capacidad de disponer en favor de las causas:

P1 Quien, por el derecho natural y canónico, es capaz de disponer libremente de sus


bienes, puede dejarlos a causas pías, tanto por acto inter vivos como mortis causa. 116

Forma de las últimas voluntades:

114 Ibidem P. 292


115 Ibidem P. 293
116 Cfr. CIC 83 c. 1299
P2 Para las disposiciones mortis causa en beneficio de la Iglesia, obsérvense, si es
posible, las solemnidades prescritas por el ordenamiento civil; si éstas se hubieran
omitido, se ha de amonestar a los herederos sobre la obligación que tienen de cumplir
la voluntad del testador.117

Ejecución de las pías voluntades:

Deben cumplirse con suma diligencia, una vez aceptadas, las voluntades de los fieles
que donan o dejan sus bienes para causas pías por actos inter vivos o mortis causa,
aun en cuanto al modo de administrar e invertir los bienes, salvo lo que prescribe el
can. 1301, P 3. 118

Atribuciones y deberes del ordinario:

P1 El Ordinario es ejecutor de todas las pías voluntades, tanto mortis causa como
inter vivos. P2 En virtud de este derecho, el Ordinario puede y debe vigilar, también
mediante visita, que se cumplan las pías voluntades; y los demás ejecutores deben
rendirle cuentas, una vez cumplida su función.

127 P3 Las cláusulas contenidas en las últimas voluntades que sean contrarias a
este derecho del Ordinario, se tendrán por no puestas. 119

Otros ejecutores:

P1 Quien adquirió como fiduciario unos bienes destinados a causas pías, sea por
acto inter vivos sea por testamento, debe informar de su fiducia al Ordinario, dándole
cuenta de todos aquellos bienes, tanto muebles como inmuebles, y de las cargas
anejas; pero si el donante hubiera prohibido esto, expresa y totalmente, no deberá
aceptar la fiducia. P2 El Ordinario debe exigir que los bienes entregados en fiducia
se coloquen de manera segura, y vigilar la ejecución de la pía voluntad conforme al
can. 1301. P3 Cuando unos bienes han sido entregados en fiducia a un miembro de
un instituto religioso, o de una sociedad de vida apostólica, si están destinados a un
lugar o diócesis, o a sus habitantes o para ayudar a causas pías, el Ordinario a que
se refieren los PP 1 y 2 es el del lugar; en caso contrario, es el Superior mayor en el
instituto clerical de derecho pontificio y en las sociedades clericales de vida
apostólica de derecho pontificio, o bien el Ordinario propio del mismo miembro en
los demás institutos religiosos.120

117 Cfr. CIC 83 c. 1299


118 Cfr. CIC 83 c. 1300
119 Cfr. CIC 83 c. 1301
120 Cfr. CIC 83 c. 1302
PONTIFICIO SEMINARIO CONCILIAR
PALAFOXIANO ANGELOPOLITANO

INSTITUTO PALAFOXIANO DE ESTUDIOS SUPERIORES

FACULTAD DE TEOLOGÍA
FACULTAD DE CIENCIAS RELIGIOSAS

FUNDACIONES PÍAS AUTÓNOMAS Y NO


AUTÓNOMAS
LIBRO V DEL CODIGO DE DERECHO CANONICO
LOS BIENES TEMPORALES DE LA IGLESIA

Catedrático:
Pbro. Lic. Marco Antonio Sánchez Sánchez

Trabajo presentado por:


Arroyo Osorio Marco Antonio
Tercero de Teología

Puebla de los Ángeles a viernes 9 de noviembre de 2018


Si bien, ya se ha hablado de las causa pías en general en otro trabajo de investigación, cabe
volver a explicar de manera sintética su definición, para después abordar más detenidame nte
lo que son las fundaciones pías autónomas y las no autónomas.
El insigne jurista y canonista español de principios del siglo XVIII Francisco de
Mostazo, definirá la causa pía diciendo:

“Causa pia est, quando aliquid conceditur intuitu Dei ad cultum divinum,
velalia opera misericordiae, ob animae bonum” 121 ,

que traduciendo al español, se entiende que, una causa pía es aquel acto que concede
alguna cosa a la vista de Dios para el culto divino y otras obras de misericordia por parte un
alma bondadosa. El término “pía causa” se remonta a Justiniano122 y se encuentra en las
fuentes tardías del Derecho Romano123 . También encontramos otras definiciones por parte
de algunos juristas españoles como la de Martin de Azpilcueta, el cual dice que la causa pía
es:
“toda obra que se hace principalmente por causa del culto divino o por
misericordia” 124 ,

mientras que Llamas y Molina lo define como:

“todo cuanto se hace principalmente en consideración a Dios o por fin


sobrenatural” 125 .

Así, podemos entender claramente que la causa pía es el acto jurídico mediante el
cual una persona dispone de bienes temporales y los destina en favor de la Iglesia a causas
piadosas (del latín pius; piadoso) como lo puede ser el culto religioso o las obras de
caridad126 . A este acto se le llama pía porque surge de un motivo religioso sobrenatural; estos
bienes se dan para un fin religioso, propio de la Iglesia. Esta acción puede ser inter vivos, si
se realiza antes de la muerte del que dispone del bien o cuasa mortis, si su eficacia está unida
a la muerte del disponente127 .
Dentro de las causas pías se destacan tres elementos, 1) La gloria de Dios; 2) La
caridad cristiana, y 3) El bien espiritual del alma. Por tanto, causa pía es toda obra realizada
principalmente para gloria de Dios, por amor al prójimo y el bien del alma.

121 AMOSTAZO, Francisco. Tratatus de causis piis in genere, et in specie. Libri I, Cap. I, n. 5. 1700.
122 Justiniano I (483 - 565) fue emperador del Imperio romano de oriente desde el 527 hasta su muerte. Buscó
revivir la grandeza del Imperio romano clásico. Uno de sus más impresionantes legados fue la compilación del
derecho romano en la obra del Corpus Juris Civilis, base del derecho civil de muchos estados modernos.
123 RUBIO, Juan José. Concepto de causa pía en los juris tas clásicos españoles. Servicio de Publicaciones de la

Universidad de Navarra. Sevilla, España. 1985. Pág. 154.


124 Ibid. Pág. 154
125 Ibid. Pág. 154
126 Cfr. Universidad de Navarra, MANUAL DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, EUNSA, Pamplona,

1981, Pág. 731.


127 Cfr. PAOLIS, Velasio. Los bienes temporales de la Iglesia. Manuales BAC. Madrid, España. 1998. Pág. 292
Podemos encontrar dentro de los cc. 1299-1302 del CIC del 83 la introducción al tema
de las pías voluntades en general, donde se mencionan; del derecho de disponer de los propios
bienes a favor de las causas pías y de todas las formalidades que se deben seguir (c. 1299),
de la obligación de velar por las voluntades pías (c. 1300), del ordinario como ejecutor de
estas voluntades (c. 1301) y de los deberes de quien ha recibido la encomienda de cumplir
dicha voluntad pía (c. 1302)128 .
Ahora, a partir de los cc. 1303-1310 el legislador nos presenta las fundaciones pías
autónomas y las fundaciones no pías autónomas. El c. 1303 § 1 del CIC del 83 nos dice:

Bajo el nombre de fundaciones pías se comprenden en el derecho:


1.º las fundaciones pías autónomas, es decir, los conjuntos de cosas destinados
a los fines de que se trata en el c. 114 § 2, y erigidos como personas jurídicas
por la autoridad eclesiástica competente.
2.º las fundaciones pías no autónomas, es decir, los bienes temporales, dados
de cualquier modo a una persona jurídica publica con la carga de celebrar
Misas y cumplir otras funciones eclesiásticas determinadas con las rentas
anuales, durante un largo periodo de tiempo particular, o de perseguir de otra
manera los fines indicados en el c. 114 § 2. 129

Las fundaciones pías son una forma especial de las voluntades pías. Disponer de los
propios bienes para las causas piadosas es una práctica jurídica desde los primeros siglos del
cristianismo y que el derecho siempre ha prestado especial atención.
El actual Código en el c. 1303 distingue dos clases de fundaciones: a) las fundaciones
pías autónomas, que son un conjunto de bienes que se erige en persona jurídica, pública o
privada, rigiéndose por los cc. 114-123 y sus propios estatutos aprobados por la autoridad
pertinente, y b) las fundaciones pías no autónomas, que son una masa de bienes donados a
una persona jurídica publica para cumplir unas determinadas funciones eclesiásticas con las
rentas anuales de dichos bienes.
Explicando mejor, las causas pías autónomas forman parte de la categoría de persona
jurídica, pública o privada, que se encuentra bajo el nombre de universitas rerum, puesto que
su personalidad jurídica es el conjunto de bienes para un fin eclesial130 . Erigidas
perpetuamente, estas pueden ser personas jurídicas públicas o privadas. 131 En cambio, las
causas pías no autónomas, son un conjunto de bienes temporales que no es constituido como
persona jurídica, sino encargado a una persona jurídica publica existente para la ejecución de
determinados fines eclesiásticos. En este caso la masa de bienes no es autónoma, porque no
tiene una subjetividad propia; sin embargo, goza de estabilidad, puesto que los bienes son
confiados a una persona jurídica ya existente. 132

128 Cfr. Ibíd. pág. 292


129 CIC 83 c. 1303 § 1
130 Cfr. CIC cc. 114-117 83
131 Cfr. PAOLIS, Velasio. Los bienes temporales de la Iglesia. Manuales BAC. Madrid, España. 1998. Pág.300
132 Cfr. Ibíd. pág. 300
Estos bienes pueden ser confiados solo a una persona jurídica pública: si fueran
entregados a una persona jurídica privada, no podría calificarse propiamente como fundació n
pía: en todo caso, se trataría de una causa pía.
Una causa pía puede reducirse al uso directo de los bienes en las obras piadosas
determinadas por el donante; pero puede también morar en bienes cuyas rentas atiendan fines
de culto y de apostolado. En este caso la duración de la causa pía puede extenderse y es
necesario por tanto, asegurar su cumplimiento, es aquí donde entendemos las características
de las fundaciones pías como aquellas causas duraderas en las que se les constituye como
una persona jurídica pública.133
Después de ofrecer la noción de fundaciones pías (c. 1303), el legislador trata de las
condiciones para su aceptación (c. 1304), de la colocación de los bienes que la constituye n
(c. 1305), del registro y documentación (c. 1306), de la comprobación del cumplimiento de
las cargas (c. 1307), y finalmente de la reducción, del traslado y de la conmutación de las
cargas (cc. 1308-1310).134
A tenor del c. 1304 del presente código se habla de la aceptación que solo se da en la
fundación pía no autónoma, puesto que la autónoma es erigida en persona jurídica y está
sometida a la legislación referente a la erección de las personas jurídicas. 135
Es de suma importancia tener presente la colocación de los bienes; para ello el c. 1305
plantea la problemática de colocar estos bienes dotales (bienes muebles o inmuebles, como
dinero) en un lugar seguro, con la aprobación del ordinario, para su custodia, oyendo el
parecer de las personas interesadas y del consejo económico. 136
Otras formalidades que debe cumplir el ordinario competente son las indicadas en los
cc. 1306-1307. En particular, las fundaciones pías, incluso las hechas de viva voz, deben
consignarse por escrito; se deben hacer dos ejemplares de escritura de fundación, uno para
conservarse en el archivo de la curia y el otro en el de la persona jurídica. 137
Ya en los cc. 1308-1310, se nos explica las modificaciones que se dan en las cargas
de las fundaciones, las cuales son posibles, siempre y cuando se respete la normativa
canónica. Las modificaciones pueden tener lugar a través de la reducción, que consistente en
la disminución del número de las obligaciones, particularmente de las intenciones de santas
misas; o también a través del traslado, que deja intacta la sustancia de la obligación, pero la
modifica en relación con el lugar o al día; o también a través de la conmutación, que consiste
en la sustitución de una obligación por otra.
Al final de estos cánones, y siendo más preciso en el c. 1310, el legislador precisa que
si se dan otros casos en cuanto a las fundaciones pías autónomas y no autónomas, es necesario
recurrir a la Sede Apostólica, y en concreto a la Congregación para el clero. 138

133 Universidad de Navarra, MANUAL DEL CÓDIGO DE DERECHO CANÓNICO, EUNSA, Pamplona,
1981, Pág. 731.
134 PAOLIS, Velasio. Los bienes temporales de la Iglesia. Manuales BAC. Madrid, España. 1998. Pág. 299
135 Cfr. Ibíd. Pág. 302
136 Cfr. CIC 83 cc. 114-117
137 PAOLIS, Velasio. Los bienes temporales de la Iglesia. Manuales BAC. Madrid, España. 1998. Pág. 303
138 Cfr. Ibid. Pág. 306

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