Вы находитесь на странице: 1из 3

La insoportable intrascendencia de la humanidad

El ser humano tiene miedo a lo desconocido, eso es un hecho. El terror general de


esta época es que la tecnología nos destruya, o en su defecto, seres alienígenas a
los cuales no conocemos. La cultura popular, la de las películas y libros, nos ha
metido en la cabeza todo esto. ¿Pero en un tiempo en que sabemos que el universo
se expande más y más cada día, no es mucho más grande nuestro temor a ser
conscientes de lo pequeños que somos?
En el pasado, cuando aún Copérnico no había generado un giro de 180º, se creía
que la Tierra era el centro del universo, lo cual, por supuesto, nos hacía sentir
especiales, únicos. Y es que el sentirnos así es lo que parece dar sentido a nuestra
existencia, al engañarnos pensando que estamos aquí por algo y somos relevantes
en esta grandeza. El avance nos hace retroceder en nuestra realización. La ciencia
nos permite descubrir lo maravilloso del universo, pero a cambio nos da la
desoladora idea de que vivimos sin ningún cometido, y nos hace afrontarla.
En la actualidad, existe la realidad virtual. Término contradictorio, ¿no es así? Un
oxímoron en todo su esplendor. O bueno, tal vez no, porque lo virtual podría ser tan
real como la realidad, y la realidad tan ficcional como lo virtual. Aquí se ve el terror
millenial, impulsado por la película Matrix, cabe resaltar. Ni siquiera podemos estar
seguros de que todo esto es verdadero, de que no es una simulación, de que no
somos el experimento de ciencias de un niño, o peor, para aquellos que entiendan
la referencia, de que no somos la creación de un científico loco (y alcohólico) para
generar energía y encender su carro. Sin darnos cuenta, ponemos en duda la
autenticidad de nuestra realidad, influenciados por las teorías de mundos paralelos
que hemos escuchado durante toda nuestra vida. Si no valemos nada para el
universo, entonces mucho menos para el multiverso
Y aquí no podía faltar la cereza del pastel, claro que no, ¿cómo hablar de grandeza
sin hablar de Dios? Si, ese Dios de la metáfora del loco, la conocida y tergiversada
“Dios ha muerto, y nosotros lo hemos matado” (Nietzshe, 1882). ¡Sí, lo hemos
matado! Y la pregunta no es por qué, sino para qué. ¡Para poder entender el mundo,
por supuesto! Ahora, con la ciencia, ¿quién necesita a Dios? Nos tenemos a
nosotros mismos, sus creadores, quienes lo hicimos a nuestra imagen y semejanza,
¿para qué más? Y contrario a lo que pensaba Nietzsche, hemos sobrevivido a la
muerte de Dios, pues, como dijo Jean Paul Sartre, la desesperación por esta idea
fue lo que dio sentido a nuestras vidas, aparentemente. Y es simple el por qué:
porque ya no necesitamos de este “ser superior”, no, eso era en los tiempos sin
avance, donde el hombre, para satisfacer su inquietud de preguntas sobre cosas
inexplicables, decidió darles respuesta con un ser todopoderoso.
Hasta aquí todo suena muy bien, claro, si hemos sido capaces de afrontar
fatalidades. Pero no todo es tan bueno como pudo haber sonado, porque en realidad
no hemos soportado todo esto. Cada uno de nosotros tiene sus momentos
depresivos, esos instantes de tristeza inexplicable, muy probablemente en la
madrugada, donde lo primero que pensamos es que nada parece tener sentido,
porque es lógico que un pesimista como lo era Nietzsche tenga la razón, y no Sartre,
quien es…más bien puppy. Sin embargo, el ser humano es muy contradictorio, y el
tiempo que no lo pasa lamentándose por la carencia de sentido de su vida, lo pasa
intentando olvidar que carece de él, concentrándose en cosas profundamente
trascendentales como lo son la tecnología, las relaciones, el alcohol, los vicios y el
sexo. Gran manera de llenar el vacío, humanidad, lo has hecho realmente bien,
deberías darte palmaditas en la espalda.
Y esas son las únicas opciones que creemos tener: saber que nuestra existencia es
un sinsentido y deprimirnos por ello, o ignorar este hecho y estar muertos en vida
con un montón de distracciones que al final del día lo único que hacen es agrandar
nuestro vacío existencial. Pero nos olvidamos de la opción que deberíamos tomar,
la más inteligente y la que nos ayudaría a ser menos miserables de lo que somos
ahora: ser conscientes de la gran verdad y tomar el camino de la indiferencia. Que
nos importe un rábano que nada valga la pena, eso es lo más cercano a esa ilusión
que llamamos felicidad. ¿Resignados o inconformes? ¡Pues ninguna! Suena
excesivamente fácil decir esto, pero no lo es, ya que estamos diseñados para buscar
nuestro rumbo, el objetivo de este período de tiempo en que respiramos.
Si no se han dado cuenta, este no es el tema principal, aunque sea “relevante”, si
es que algo lo es. Este ensayo es para hablar de nuestra insignificancia en el
universo, “claramente”, se debió notar por la introducción. Empecemos por algo
obvio: la Tierra es un grano de arena si la comparamos con la galaxia, y la galaxia
no es ni eso si es comparada con el universo. ¿Entonces nosotros que somos?
Pues nada, aunque la nada que es una forma del ser, no la nada de Parménides.
¿Sienten temor y asombro por la infinitud del cosmos? Entonces son mejores
personas que aquellos que no, y no se sientan muy importantes por eso, porque no
lo son, y eso los haría peor que los ignorantes de la magnificencia del orbe. ¿Pero
por qué serías mejor persona? Porque ya habrías dado el primer paso para poder
tener las opciones dadas anteriormente: dejar el egocentrismo. Haber hablado de
Copérnico no fue en vano, tenía un objetivo (¿se nota la ironía de decir que algo
tiene un propósito?), y era el de hacernos saber que la humanidad no es la última
Coca-Cola del desierto, por decirlo en términos coloquiales. Y eso no es todo, pues
luego Copérnico afirmó que el sol era el centro del universo. Y adivinen qué. No lo
era. El termino universo de por sí ya es muy egocéntrico, porque asumimos que
solo hay uno, por eso en algún punto de esto leyeron “multiverso”.
El punto es que no valemos nada, que nada de lo que hagamos repercute en el
todo, así como la muerte de una hormiga no nos provoca nada a nosotros. Oh,
hormigas, seres aún más insignificantes que la humanidad. Sin embargo, para ellas
lo es todo el llevar comida al hormiguero, a su reina. Y eso hace preguntarse, ¿en
realidad la vida de esas pobres hormigas pasa sin ningún cometido? Lo importante
no es el resto, lo que sea para lo exterior, sino lo que es para la colonia. Su
existencia tendría sentido si ellas se lo dieran. Y dirán: ¿todo lo leído fue para llegar
a unas hormigas? Claro que no. No somos como una hormiga, si es que eso hiere
a sus egos, pedazos de narcisos sin remedio. Lo que nos hace diferentes a
cualquier ser que conozcamos, pues conocemos muy pocos, es que tenemos la
capacidad de reconocer lo intrascendentes que somos, y eso, gran paradoja,
probablemente sea lo que nos hace trascender.
“Nadie existe por un motivo, nadie pertenece a ningún lugar, todos vamos a
morir. Ven a ver la televisión” (Morty, ?)

Bibliografía
Morty. (?). Rixty Minutes. Estados Unidos.

Nietzshe, F. (1882). La gaya ciencia.

https://medium.com/@Nicofeldmann/an%C3%A1lisis-rick-and-morty-2013-existencialismo-y-
ciencia-ficci%C3%B3n-4914c7abfa0b

https://www.vix.com/es/btg/ciencia/67107/realmente-que-quiso-decir-nietzsche-cuando-dijo-
dios-ha-muerto

Вам также может понравиться