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MATERIA:
ECONOMIA INTERNACIONAL
UNIDAD VII
CRISIS ECONOMICAS Y FINANCIERAS
CATEDRÁTICO:
LOPEZ PONEDA EXZAL
PRESENTA:
FELIPE POSADA ALEXIA
JIMENEZ LOPEZ KARLA
VELAZQUEZ ARAGON ARANZA
ESTEBA LOPEZ MARISELA
ARANGO TOLEDO CARLOS DANIEL
BRAVO LAZARO MARGARITA
CARRASCO LÓPEZ CITLALLI
MONTESINOS FUENTES MAYTE
RODRIGUEZ JIMENEZ ANA KAREN
RUIZ MARTINEZ LINDA PATRICIA
CARRERA:
CONTADOR PÚBLICO.
Crisis económica:
Como crisis económica se denomina la fase más depresiva que experimenta una economía
en recesión. La economía es cíclica y, como tal, experimenta fluctuaciones constantemente,
que pueden ser de recuperación y prosperidad (evoluciones positivas), o, por el contrario, de
recesión y depresión (evolución negativa)
Crisis financiera
Por muchos años México ha sido considerado un ejemplo exitoso de apertura comercial y
financiera. Se argumenta que ha alcanzado una inserción competitiva en el mercado mundial,
aunque con rezagos en la productividad que deben ser enfrentados con diversas reformas
estructurales. De entre ellas, las más importantes tienen que ver con la privatización de las
empresas y servicios públicos. De manera que la mayoría de las actividades que aún
desempeñan los gobiernos deben ser contratadas con el sector privado; reformas
recaudatorias de manera que el presupuesto público permanezca equilibrado o superavitario;
el mercado de laboral y los servicios financieros deben ser integralmente desregulados.
La Gran Depresión, también conocida como Crisis del 29, fue una crisis económica mundial
que se prolongó durante la década de 1930, en los años anteriores a la Segunda Guerra
Mundial. Su duración depende de los países que se analicen, pero en la mayoría comenzó
alrededor de 1929 y se extendió hasta finales de la década de los años treinta o principios
de los cuarenta. Fue la depresión más larga en el tiempo, de mayor profundidad y la que
afectó a mayor número de países en el siglo XX. En el siglo XXI ha sido utilizada como
paradigma de hasta qué punto se puede producir un grave deterioro de la economía a escala
mundial.
La llamada Gran Depresión se originó en Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa del
martes 29 de octubre de 1929 (conocido como Crac del 29 o Martes Negro, aunque cinco
días antes, el 24 de octubre, ya se había producido el Jueves Negro), y rápidamente se
extendió a casi todos los países del mundo.
La depresión tuvo efectos devastadores en casi todos los países, ricos y pobres, donde la
inseguridad y la miseria se transmitieron como una epidemia, de modo que cayeron: la renta
nacional, los ingresos fiscales, los beneficios empresariales y los precios. El comercio
internacional descendió entre un 50% y un 66%. El desempleo en Estados Unidos aumentó
al 25%, y en algunos países alcanzó el 33%.1 Ciudades de todo el mundo se vieron
gravemente afectadas, especialmente las que dependían de la industria pesada, y la industria
de la construcción se detuvo prácticamente en muchas áreas. La agricultura y las zonas
rurales sufrieron la caída de los precios de las cosechas, que alcanzó aproximadamente un
60%.234 Ante la caída de la demanda, las zonas dependientes de las industrias del sector
primario, con pocas fuentes alternativas de empleo, fueron las más perjudicadas.5
Los países comenzaron a recuperarse progresivamente a mediados de la década de 1930, pero
sus efectos negativos en muchas zonas duraron hasta el comienzo de la Segunda Guerra
Mundial.6 La elección de Franklin D. Roosevelt como presidente y el establecimiento
del New Deal en 1932, marcó el inicio del final de la Gran Depresión en Estados Unidos. Sin
embargo, en Alemania, la desaparición de la financiación exterior a principios de la década
de 1930 y el aumento de las dificultades económicas, propiciaron la aparición del nacional-
socialismo y la llegada de Adolf Hitler al poder.
El 24 de octubre de 1929 (jueves negro) se produjo una quiebra del mercado de valores de
Nueva York, que provocó un prolongado período de deflación. La crisis se trasladó
rápidamente al conjunto de la economía estadounidense, europea y de otras áreas del mundo.
Una de sus consecuencias más inmediatas fue el colapso del sistema de pagos internacionales
Después de la Primera Guerra Mundial, Estados Unidos de América era el principal país
productor y exportador mundial de materia prima, productos industriales y alimenticios, pero
el gran endeudamiento que alcanzaron las principales naciones con ese país originó que el
bloque europeo suspendiera las compras a la potencia, por lo que no tenía dónde colocar el
excedente de producción dado el descenso de las ventas al exterior.
Algunos autores afirman que fue a consecuencia de un bajo consumo, más que de
superproducción; es decir, el problema no fue el exceso de oferta, sino más bien la reducción
de la demanda: al presentarse bajos niveles de consumo, no se adquiere todo lo que se
produce.
Endeudamiento
Externo: una excesiva oferta y muy poca demanda provocó endeudamiento y deflación
que hizo que los países tomaran medidas drásticas para cubrir su endeudamiento; los
países europeos piden dinero, sobre todo a EE.UU. después de la guerra, debido a la
reconstrucción.
Inflación
Sobreproducción
La producción superó las necesidades reales de consumo a partir de 1925, sobre todo en los
Estados Unidos, donde los stocks aumentaban conforme se reconstruían las economías
europeas.
Distribución desigual de las rentas, que lleva implícita la limitación del consumo a las
capas sociales más ricas, que en la mayor parte de los países no eran muy numerosas.
Mantenimiento de precios de monopolio, tipo cartel, que obligaba a la existencia de
grandes cantidades de stocks sin vender, al comprometerse los fabricantes a mantener
unos precios pactados de antemano.
Desfase entre precios agrícolas e industriales: los primeros crecen más lentamente que
los segundos y hacen disminuir, por tanto, el poder adquisitivo de los campesinos
(importante clientela de la industria)
La reconstrucción de las economías europeas, y el incremento de producción de algunos
países menos desarrollados o coloniales durante la guerra, junto con el desenfreno
productivo de los Estados Unidos.
El sector agrario fue el más perjudicado por los excedentes sin vender y la consiguiente baja
de precios, cuyo índice pasó de 147 en 1925 a 138 en 1929.
Cargas financieras[editar]
Los estados europeos se ven acuciados por la necesidad de pagar pensiones, por llevar a
cabo la reconstrucción, etc.
Causas de la crisis
El 24 de octubre de 1929 (con el Dow Jones que había pasado su pico del 3 de septiembre de
381.17), el mercado finalmente cayó y empezó el pánico que llevó a la venta masiva de
acciones. En un solo día se negociaron 12.894.650, al tratarse desesperadamente de mitigar
la situación. Esta venta masiva fue considerada como un factor central que contribuyó a
la Gran Depresión; sin embargo, los economistas e historiadores con frecuencia difieren en
sus interpretaciones de la significancia del crac a este respecto.
Entonces, los factores que ocasionaron la crisis se pueden resumir en los siguientes:
Especulación bursátil: A pesar de los problemas, los valores en bolsa no dejan de subir.
La bolsa sube pero no los beneficios reales de las empresas sino por la expectativa de
beneficio. Las inversiones en bolsa se hacen a partir de préstamos concedidos por los
bancos por lo que el dinero no va a los inversores productivos, sino a la especulación. El
desastre “bursátil” provocó una grave crisis económica y financiera en EE.UU. Las
principales manifestaciones de la crisis en EE.UU. entre el 1929-1932:
Sector financiero (los bancos): en 1929 habían quebrado cuarenta bancos, en el 1931 eran
dos mil. La quiebra tiene lugar porque los particulares retiran sus depósitos ante el temor
de perderlos. Por otra parte, los bancos no pueden recuperar los préstamos concedidos a
los especuladores en bolsa, ni los invertidos a largo plazo en la industria. La quiebra
bancaria paraliza la inversión de la cual redujo drásticamente la producción a la mitad y
cerca de cien mil empresas cerraron sus puertas.
Salida de la crisis
En la década de los 30 los países ensayaron distintas formas para salir de la depresión
económica:
La clave era actuar sobre la oferta, promoviendo una disminución de su volumen. Las
políticas liberales fracasaron y generaron aún más paro y recesión, Gran Bretaña mantuvo
esta política económica hasta 1931, EE.UU. hasta 1933 y Francia hasta 1936.
La política económica llevada a cabo por Roosevelt se denominó New Deal, estuvo basado
en cuatro tipos de medidas:
Financieras:
o Ayuda a los bancos mediante una participación en su capital.
o Devaluación del dólar, con el objetivo de crear inflación que a su vez estimule la
economía.
Agrícolas:
o Estimuló el descenso de la producción pagando a los agricultores una indemnización
por dejar de producir. El objetivo era que los precios aumentaran.
Industriales:
o Se promovió el aumento de salarios.
o Disminución de las horas de trabajo.
Sociales:
o Se llevan a cabo grandes inversiones en obras públicas.
o Se promueven medidas de protección social que aseguran el poder adquisitivo de la
población, el objetivo es que aumente el consumo.
Resultados
Recuperación de la economía de EE.UU. desde 1938 y sobre todo desde 1940 por el
rearme para la guerra. Gracias al New Deal ideado por el presidente Roosevelt, EE.UU.
es capaz de regenerarse como potencia fuerte de la economía mundial. A pesar de no
alcanzar de nuevo el pleno empleo (hecho que en EE.UU. siempre se había dado, debido
a las grandes demandas de trabajo para cubrir las necesidades de un país bastamente
expandido), sí se consiguió restablecer un orden económico que, basado en el
funcionamiento de las economías de escala y en la intervención regulada del Estado
(sistema mixto), garantizaba la creación de demanda pública, que impulsó
posteriormente el desarrollo del sector industrial privado.
Sistemas Autárquicos (el país produce lo que necesita, independientemente de otros
países). Modelo ensayado por las potencias fascistas (Italia y Alemania). Estas políticas
son llevadas a cabo por las dictaduras fascistas. El objetivo de esta política es lograr la
autosuficiencia económica y el relanzamiento de la industria militar con el fin último de
la expansión territorial. Las medidas que toman se basan en una intervención y en un
control autoritario de la economía: construcción de obras públicas; fomento de la
industria militar; autosuficiencia agraria e industrial y centralización empresarial. No
obstante, los países no lograron la autosuficiencia y esto les llevó a la exposición militar.
Una manera de medir la política seguida durante ese periodo, se obtiene observando la
expansión del cin: hasta diciembre de 1994, es decir, mientras estuvo en vigor el régimen de
tipo de cambio fijo, las variaciones del cin estaban determinadas en primera instancia por la
necesidad de mantener el tipo de cambio dentro de la banda anunciada. Eso significa que las
variaciones registradas por el cin entre marzo de 1990 y marzo de 1994 debían explicarse por
los efectos de la política de esterilización que durante ese periodo adoptó el instituto central
para amortiguar los efectos de los grandes flujos de capital registrados durante ese periodo.
Por lo que se refiere a los meses previos a la devaluación del peso, es decir entre abril y
diciembre de 1994, el cin mostró un movimiento opuesto al ocurrido en los años anteriores,
es decir, se registraron aumentos sucesivos en su saldo. Para las autoridades, dichos aumentos
fueron resultado exclusivamente de la caída de las reservas y no de un incremento excesivo
en el dinero primario. Según ellas, la oferta monetaria se mantuvo básicamente inalterada.
En los términos del banco central: “Durante los periodos de 1994, en que el instituto central
se vio obligado a efectuar ventas cuantiosas de moneda extranjera para defender el techo de
la banda, la liquidez perdida fue repuesta en el mercado de dinero, para lo cual se amplió el
crédito interno neto”.
El banco aclara que la reposición de la liquidez se efectuó a tasas superiores a las de mercado:
“En las etapas de pérdidas de reservas, el Banco de México reponía la liquidez a tasas de
interés lo suficientemente altas para restaurar el equilibrio del mercado cambiario.”
Sin embargo, todo parece indicar que la política seguida no se limitó, estrictamente hablando,
a reponer la liquidez perdida. El propio banco central compara los datos de diciembre de
1994 con los de diciembre de 1993. De dicha comparación se deduce para la base monetaria
un crecimiento en términos reales de 20.6%. Adicionalmente, respecto a lo que el mismo
instituto central sostiene en relación con las tasas de interés, a partir del segundo trimestre de
1994 se registraron, en efecto, incrementos en las principales tasas, que reflejan el
comportamiento de la economía. Tal como se reconoce en sus informes, el instituto central
desempeñó un papel importante en esos aumentos. Sin embargo, las mayores tasas que
consideró prudentes esa institución no interrumpieron el largo ciclo de expansión del crédito
que venía registrándose desde 1988, y cuyo crecimiento se mantuvo para 1994. En ese año
el financiamiento interno total creció 21.6% respecto a 1993, propiciando que la demanda
agregada creciera al 4.9%. Ambos indicadores sugieren que el instituto central optó por tasas
de interés que no detuvieran esa expansión, con lo cual asumía los riesgos asociados a dicha
expansión en un contexto de elevada especulación contra la moneda.
Los cambios operados en 1995 y 1996 se sintetizan en los siguientes elementos: i) la base
monetaria, que a partir de 1995 se convirtió en el agregado monetario privilegiado para
instrumentar esta política, registró un decrecimiento real del 23%, mientras que en 1994 había
crecido 20.6%; ii) las tasas de interés que hasta 1994 eran objeto de regulación por parte del
Banco de México, sobre todo para evitar que impactaran la ya frágil situación del sistema
bancario, dejaron de ser un precio objetivo y quedaron a merced del mercado. Como
consecuencia, se registraron aumentos muy graves. Por ejemplo, la tasa de los Cetes a 28
días, representativa de la evolución general, aumentó de un promedio de 14.1% en 1994 a
48.5% en 1995; iii) la contracción monetaria y el aumento de tasas provocaron una
disminución abrupta del financiamiento interno (de -23.6% en 1995, frente a un crecimiento
de 21.6% en 1994) y pusieron al sistema bancario en la antesala de la quiebra. iv) Esta
contracción, explicada en parte por la menor disponibilidad de recursos del exterior, hizo que
la demanda agregada se redujera 10.2%, después de haber aumentado 4.9% en 1994. v) Todo
ello influyó para que en 1995 el producto cayera 6.9%, cuando había crecido al 3.5% el año
precedente.
En 1996, a diferencia de 1995, la base monetaria, que coincidió con la cantidad de billetes y
monedas en circulación, tuvo un decrecimiento en términos reales de sólo 1.6% respecto al
año anterior. Esta evolución contrasta con la fuerte contracción del año anterior y parece
mostrar una relativa flexibilización de la política monetaria. En parte, esa política llamada
“neutral” por el instituto central debe haber favorecido la recuperación del producto, que
registró un crecimiento del 5.1%, con lo cual se compensó en parte la caída de 1995. Por su
parte, la inflación de 1996 se redujo al 27%, casi la mitad de la observada en 1995. En buena
parte, la evolución de la inflación estuvo influida por la relativa estabilidad del tipo de
cambio, que pasó de 7.64 a 7.85 entre diciembre de 1994 y el mismo mes de 1996.
Por otra parte, durante los dos años que abarca nuestro estudio, la nueva política cambiaria
se mantuvo como se había previsto, es decir, dejando que las fuerzas del mercado fijaran el
tipo de cambio, salvo por intervenciones marginales por parte del Banco de México,
realizadas a partir del segundo semestre de 1996.
La crisis económica argentina fue una situación financiera que afectó severamente a
la economía de Argentina durante fines de los años noventa y principios de los 2000.
Macroeconómicamente hablando, el período crítico se inició con la disminución
del PBI (producto bruto interno) real en 1998 y terminó en 2002 con el final de
la convertibilidad y el regreso al crecimiento del PBI, pero el origen del colapso de la
economía de la Argentina, y sus efectos sobre la población, se puede encontrar muchos años
antes.
ORIGENES
En 1983, la democracia en el país fue restaurada con la elección del presidente Raúl Alfonsín.
Los planes del nuevo gobierno incluyen la estabilización de la economía de Argentina,
incluyendo la creación de una nueva moneda, el austral (primera de su clase en no llevar la
palabra peso como parte de su nombre), para lo que se requirieron de nuevos préstamos. El
Estado llegó a ser incapaz de pagar los intereses de esta deuda y la confianza en el austral
cayó. La inflación, que había aumentado entre un 14 y 20% en un mes, creció fuera de
control, provocando una hiperinflación. En el mes de julio de 1987, la inflación de la
Argentina llegó a 200%, superando el 5.000% para 1989.2 Los salarios reales cayeron a casi
la mitad (el nivel más bajo en cincuenta años) y se produjeron diversos paros laborales. En
medio de los disturbios el presidente Alfonsín renunció cinco meses antes de terminar su
mandato y Carlos Menem, quien ya era presidente electo, tomó posesión.
DECADA DE 1990
Argentina todavía tenía que pagar la deuda externa y para mantener al pueblo era necesario
pedir dinero prestado a casi la mitad de América Latina. El tipo de cambio fijo hacía las
importaciones más baratas, produciendo un vuelo constante de dólares fuera del país y una
pérdida progresiva de la infraestructura industrial de la Argentina, lo que llevó a un aumento
del desempleo.
Mientras tanto, el gasto público seguía siendo alto y la corrupción fue rampante. La deuda
pública de Argentina creció enormemente durante la década de 1990 y por falta de fondos,
el país no mostró signos verdaderos de poder pagarla. El Fondo Monetario
Internacional (FMI), sin embargo, mantuvo los préstamos de dinero a la Argentina y difirió
su calendario de pagos. Un comité del Congreso inició investigaciones en 2001 sobre las
acusaciones de que el presidente del Banco Central, Pedro Pou, como así parte de la junta
directiva, no había investigado los casos de supuesto lavado de dinero a través del sistema
financiero de Argentina.5 El banco alemán Clearstream también fue acusado de cumplir un
papel decisivo en este proceso financiero mundial.
Otros países, como Cuba y Venezuela (dos de los cuales también resultan ser importantes
socios comerciales de la Argentina), ante las crisis económicas propias, desconfían de otros
países de América Latina y eso afecta a la economía general de la región. La afluencia de
divisas proporcionadas por la privatización de empresas estatales se había secado. Después
de 1999 las exportaciones argentinas fueron perjudicadas por la devaluación del real
brasileño y una considerable revalorización internacional de la libra, que provocó una
revaluación del peso frente a su principal socio comercial, Brasil (30% del total de flujos
comerciales) y la zona del dólar (23% del total de flujos comerciales).
Mientras que las provincias siempre habían emitido moneda complementaria en forma de
bonos y letras para hacer frente a la escasez de dinero en efectivo, el mantenimiento del
régimen de convertibilidad provocó que esto se hiciera en una escala sin precedentes. Esto
llevó a que fueran llamadas “cuasi-monedas”, siendo el más fuerte el Bono Patacón de
la provincia de Buenos Aires. El Estado nacional también emitió su propia cuasi-moneda,
el Bono Lecop.
LA CRISIS
Argentina perdió rápidamente la confianza de los inversores y la fuga de capitales fuera del
país aumentó. En 2001, la gente temiendo lo peor comenzó a retirar grandes sumas de dinero
de sus cuentas bancarias, dando vuelta de pesos a dólares y enviándolos al extranjero,
provocando una corrida bancaria. Luego, el gobierno promulgó un conjunto de medidas,
informalmente conocido como el "Corralito", que restringió la libre disposición de dinero en
efectivo de plazos fijos, cuentas corrientes y cajas de ahorros.
Debido a este límite de indemnización y de los graves problemas que causó en algunos casos,
muchos ahorristas argentinos se enfurecieron y salieron a protestar a las calles de las ciudades
más importantes del país, sobre todo Buenos Aires. Esta forma de protesta popular que se
conoció como "cacerolazo" (golpeando ollas y cacerolas) y se produjeron sobre todo en 2001
y 2002. Al principio, los cacerolazos fueron simplemente manifestaciones ruidosas, pero
pronto se incluyó la destrucción de propiedad y los saqueos, a menudo dirigida a bancos,
empresas extranjeras privatizadas, y empresas estadounidenses y europeas, especialmente las
más grandes. Vallas publicitarias de empresas multinacionales como Coca-Cola y otras
fueron destruidas por las masas de manifestantes y muchas empresas instalaron barreras de
metal, porque sus ventanas y fachadas de cristal estaban completamente rotas.
Los enfrentamientos entre la policía y los ciudadanos se convirtieron en algo común, y los
incendios también se establecieron en las principales avenidas de Buenos Aires. Fernando de
la Rúa declaró el estado de sitio, pero esta situación solo empeoró las cosas, ya que precipitó
las violentas protestas del 19 y 20 de diciembre de 2001 en la plaza de Mayo, donde los
manifestantes se enfrentaron con la policía, lo cual terminó con varios muertos, y precipitó
la caída del gobierno.11 El 20 de diciembre De la Rúa tuvo que salir de la Casa Rosada en un
helicóptero.
La crisis política se acentuó el 7 de octubre del 2000 con la renuncia del vicepresidente Carlos
Álvarez.14 Tras los procedimientos de la sucesión presidencial establecida en la Constitución,
el presidente del Senado, Ramón Puerta, asumió el cargo y la Asamblea Legislativa(un
cuerpo formado por la fusión de las dos cámaras del Congreso) fue convocada. Por ley, los
candidatos fueron los miembros del Senado, además de los gobernadores de las provincias,
quienes finalmente nombraron a Adolfo Rodríguez Saá, gobernador de San Luis. El
presidente interino, Rodríguez Saá, declaró el default financiero, con lo que Argentina se
declaraba insolvente para pagar las deudas contraídas. Esta acción fue muy popular entre los
argentinos. Sin embargo, solo unos pocos días después de establecer el default, se descubrió
que Rodríguez Saá había pagado US$ 150 millones al FMI. También designó al
ex intendente de Buenos Aires, Carlos Grosso, como miembro del gabinete de ministros, con
el cargo de Jefe de Asesores, hecho que motivó nuevas protestas, debido a que Grosso tenía
por entonces una imagen muy negativa y su figura era asociada al menemismo.
Rodríguez Saá, totalmente incapaz de hacer frente a la crisis y sin el apoyo de su propio
partido, renunció antes de que finalizara el año. La Asamblea Legislativa fue convocada
nuevamente, y se nombró al exgobernador y excandidato presidencial Eduardo Duhalde, en
ese entonces senador por la provincia de Buenos Aires para tomar su lugar.
FIN DE LA CONVERTIBILIDAD
Después de unos meses, el tipo de cambio se dejó flotar más o menos libremente. El peso
sufrió una devaluación enorme, y a su vez subía el índice de inflación (ya que Argentina
dependía fuertemente de las importaciones y no tenía medios para sustituir a nivel local en
el momento).
La situación económica era cada vez peor en lo que respecta a la inflación y el desempleo
durante el año 2002. En ese momento la tasa de cambio se había disparado a cerca de 4 pesos
por dólar, mientras que la inflación acumulada desde la devaluación fue del 35,2%. La
calidad de vida de la media de los argentinos se redujo proporcionalmente, muchas empresas
cerraron o se declararon en quiebra, muchos de los productos importados se hicieron
prácticamente inaccesibles y los sueldos se quedaron como estaban antes de la crisis.
Muchas empresas privadas se vieron afectadas por la crisis: Aerolíneas Argentinas, por
ejemplo, fue una de las empresas argentinas más afectadas, teniendo que parar todos los
vuelos internacionales durante varios días en el año 2002. La aerolínea estuvo a punto de
quebrar, pero sobrevivió.
Varios argentinos sin hogar y sin trabajo optaron como salida laboral más rápida la de
recolectores de cartón, más conocidos como cartoneros. Según una estimación de 2003, entre
30.000 y 40.000 personas recolectaban cartón de la calle para ganarse la vida mediante la
venta a plantas de reciclaje. Este método se tenía en cuenta como solo una de las muchas
maneras de hacer frente a un país que en ese momento sufría de una tasa de desempleo del
21%, con 54% de la población debajo de la línea de pobreza y 27% en pobreza extrema.
Argentina se declaró en default en enero del 2002, en lo que se conoció como la mayor
cesación de pagos soberana de la historia. A partir del 2004, el gobierno de Néstor
Kirchner empezó la reestructuración de la deuda externa. La tendencia desde entonces es la
reducción del pasivo, ayudada en parte por la cancelación total de la deuda con el Fondo
Monetario Internacional en 2006 y por la renegociación con otros organismos internacionales
y con bonistas privados. En septiembre de 2007, las obligaciones totales ascendían a 118 mil
millones de dólares, equivalente al 55% del PBI argentino.
El 27 de agosto de 2002, el New York Times publicó una noticia falsa titulada "Algunos en
Argentina ven la secesión como una respuesta al peligro económico" (Some in Argentina See
Secession As the Answer to Economic Peril), afirmando que existía un movimiento para
declarar la independencia de la Patagonia, poniendo énfasis en el hecho de que la mayor parte
de la tierra patagónica y de sus recursos naturales estaba en manos extranjeras, como los
grupos Benetton y Turner. La operación, de acuerdo al New York Times, se completaría con
una base militar de Estados Unidos en Tierra del Fuego y la renuncia a los derechos
argentinos en la Antártida, en pago de la deuda externa.272829
La recuperación
El panorama económico era totalmente diferente a la década de 1990, la devaluación del peso
hizo que las exportaciones argentinas sean más baratas y competitivas en el extranjero,
mientras que desalentaba las importaciones. Además, el alto precio de la soja en el mercado
internacional produjo una inyección de enormes cantidades de moneda extranjera
(con China, convirtiéndose en un importante comprador de productos de soja de Argentina).
El gobierno alentó la sustitución de importaciones y el crédito accesible para las empresas,
organizó un plan para mejorar la recaudación de impuestos y dejar de lado grandes cantidades
de dinero para el bienestar social.
Como resultado del modelo productivo de la administración y las medidas de control (venta
de dólares de reserva en el mercado público), el peso lentamente revalorizado, alcanzó un
valor de 3 unidades con respecto al dólar. Las exportaciones agrícolas crecieron y se volvió
al turismo.
7.4. CRISIS DE ASIÁTICA:
La crisis financiera asiática fue un período de dificultad financiera que se apoderó de Asia en
julio de 1997 y aumentó el temor de un desastre económico mundial por contagio financiero.
También conocida como la crisis del Fondo Monetario Internacional, comenzó el 2 de julio
de 1997 con la devaluación de la moneda tailandesa. Por efecto dominó, le sucedieron
numerosas devaluaciones en Malasia, Indonesia y Filipinas, lo que repercutió también en
Taiwán, Hong Kong y Corea del Sur. Sin embargo, lo que parecía ser una crisis regional se
convirtió con el tiempo en lo que se denominó la "primera gran crisis de la globalización”, y
existe una gran incertidumbre sobre la verdadera magnitud del impacto de sus efectos en la
economía mundial. Sólo durante las primeras semanas un millón de tailandeses y 21 millones
de indonesios pasaron a engrosar las filas de los oficialmente pobres.
La crisis comenzó en Tailandia con el colapso financiero del baht tailandés, causado por la
decisión del gobierno tailandés de hacer fluctuar el baht, cortando su clavija al dólar
estadounidense, después de esfuerzos exhaustivos para sostenerlo frente a una sobre
extensión financiera severa que era en parte obligada por el sector inmobiliario. Para ese
entonces, Tailandia había adquirido una carga de deuda externa que provocó la bancarrota
efectiva del país incluso antes del colapso de su moneda. Cuando la crisis se expandió, la
mayoría de los países del Sudeste Asiático y Japón vieron el desplome de sus monedas, la
devaluación del mercado bursátil y de otros activos y una caída precipitada de la deuda
privada.
Aunque hay un acuerdo general sobre la existencia de una crisis y sus consecuencias, es
menos claro cuáles fueron las causas de la crisis, así como su alcance y solución. Indonesia,
Corea del Sur y Tailandia fueron los países más afectados por la crisis. Hong Kong, Malasia
y Laos padecieron también la depresión. La República Popular China, India, Taiwán,
Singapur y Vietnam fueron menos afectados, aunque también sufrieron por la pérdida de la
demanda y de la confianza en la región.
Los ratios Deuda Extranjera / Producto Bruto Interno subieron desde una tasa del 100% hasta
el 167% en las cuatro economías más grandes del Sureste Asiático en el periodo 1993-1996,
y luego se dispararon a más del 180% durante la peor parte de la crisis. En Corea, el ratio
aumentó un 13-21% y, luego al 40%. Solo en Tailandia y Corea subieron los ratios del
Servicio de deuda-exportaciones.
Aunque la mayoría de los gobiernos de Asia tenían políticas fiscales bastante razonables, el
Fondo Monetario Internacional propuso iniciar un programa de $40 mil millones para
estabilizar las monedas de Corea del Sur, Tailandia e Indonesia, cuyas economías habían sido
particularmente golpeadas por la crisis. Sin embargo, los esfuerzos para contener una crisis
económica global hicieron poco para estabilizar la situación doméstica en Indonesia. Después
de haber estado 30 años en el poder, el presidente de Indonesia, Suharto fue forzado a dimitir
en mayo de 1998 en la víspera de la generalización de los disturbios que siguieron al fuerte
incremento de precios causado por una devaluación drástica de la rupiah. Los efectos de la
crisis persistieron a lo largo del año 1998. En Filipinas, el crecimiento económico cayó
virtualmente a cero en 1998. Solamente Singapur y Taiwán probaron estar relativamente
aisladas del shock, pero ambas sufrieron duros golpes, la primera más agudamente debido a
su tamaño y su ubicación geográfica entre Malasia e Indonesia. Para 1999, sin embargo, los
analistas vieron signos de que las economías de Asia estaban empezando a recuperarse.
Muchos economistas creían que la crisis asiática fue creada no por la psicología o tecnología
del mercado, sino por políticas que distorsionaron los incentivos dentro de la relación
prestatario-prestamista. Las grandes cantidades resultantes de crédito que estuvo disponible
generó un clima económico de gran apalancamiento y presionó los precios de activos al alza
hasta un nivel insostenible.11 Estos precios de activos eventualmente empezaron a colapsar,
causando la suspensión de pagos de las obligaciones de deuda tanto por parte de los
individuos como de las compañías. El pánico resultante entre los prestamistas llevó a un gran
retiro del crédito de los países en crisis, causando un crédito crunch y, luego, bancarrotas.
Además, como los inversionistas intentaban retirar su dinero, el mercado cambiario fue
inundado con monedas de los países en crisis, presionando hacia la depreciación de sus tipos
de cambio. Para prevenir un colapso de los valores monetarios, los gobiernos de estos países
fueron forzados a incrementar las tasas de interés domésticas a niveles sumamente altos (para
ayudar a disminuir la fuga de capitales al volver relativamente más atractivo a los
inversionistas el préstamo a esos países) y a intervenir en el mercado cambiario, comprando
con reservas internacionales todo exceso de moneda doméstica a la tasa de cambio fija.
Ninguna de estas políticas podía ser una respuesta sostenida por mucho tiempo. Tasas de
interés muy altas pueden ser extremadamente dañinas a una economía que está relativamente
saludable, causando estragos en un ya de por sí frágil estado, mientras que los bancos
centrales se quedan sin reservas internacionales. Cuando fue claro que la fuga de capitales de
estos países no sería detenida, las autoridades dejaron de defender sus tipos de cambio fijos
y permitieron la fluctuación de sus monedas.
La crisis financiera en Rusia (también llamada la "crisis del rublo") golpeó a Rusia el 17 de
agosto de 1998, que refleja una de las razones principales de la quiebra financiera de Rusia,
fue una de las etapas más difíciles para el país más extenso del mundo.
Entre las causas que provocaron la depresión de 1998 estuvieron la enorme deuda pública de
Rusia instigada por la crisis asiática de 1997, que empezó con la devaluación de la moneda
tailandesa, lo que pronto repercutió en otras divisas de Asia; la crisis de liquidez, que no dio
la posibilidad de atraer recursos financieros a la economía nacional; y la caída de los precios
mundiales de materias primas —la base principal de la economía rusa—, que minó el
presupuesto del país.
Otro de los problemas fue la estrecha relación de los bancos rusos con las industrias,
especialmente con las petroleras.
Otras formas de financiamiento no fueron suficientes para cubrir la brecha fiscal y de balanza
de pagos.
Como resultado, Rusia no consiguió pagar sus deudas y se declaró en suspensión de pagos el
17 agosto de 1998.
En general, la crisis de 1998 puede ser descrita como una depresión de escala local. Se pueden
destacar tanto sus consecuencias negativas como positivas.
Un proceso inflacionario, una devaluación de cerca del 300% del rublo en el lapso de tres
semanas entre agosto y septiembre de 1998, la paralización del sistema bancario, la quiebra
de numerosos bancos y empresas, la brusca caída del nivel de beneficios y de vida de la
población y el menoscabo de la confianza figuran entre los resultados negativos.
Pero también hubo ciertas consecuencias positivas como, por ejemplo, el incremento de la
competitividad de la economía de Rusia. Como resultado de la devaluación del rublo, los
precios de los artículos importados en el país subieron y los costes de las mercancías rusas
en el extranjero bajaron, lo que les permitió penetrar en nuevos mercados. La crisis de 1998
dio la oportunidad de reavivar la industria nacional y aumentar las posibilidades de
exportación.
La depresión de 1998, es decir la crisis del rublo, eliminó todos los elementos inefectivos e
ineficientes de la economía cediendo el paso a los mejores. Los pequeños negocios se dieron
cuenta de su fuerza y comenzaron a desarrollarse en empresas grandes en direcciones nuevas
para una economía basada en materias primas.
Pero según una teoría sobre las olas de crisis la economía, se basa en altibajos, como muestra
la crisis de 2008.
La crisis económica en Brasil desde 2014 es el deterioro que se empezó a advertir en los
principales indicadores macroeconómicos de la República Federativa de Brasil a partir del
año 2014, y cuyas consecuencias se han extendido en el tiempo hasta la actualidad, no sólo
en el plano económico sino también en el político y el social
La crisis fue acompañada de una crisis política, resultando en protestas contra el gobierno por
todo el país. Dilma Rousseff, presidente en la época, fue alejada del cargo definitivamente
en agosto de 2016 con su impeachment y en su lugar asumió su vice, Michel Temer, que
prometió adoptar medidas para recuperar la economía.
ANTECEDENTES
En 2016 los efectos de la crisis económica fueron ampliamente sentidos por la sobrecarga en
los servicios públicos y por la población, que necesitó adaptar las cuentas para la realidad
financiera. En consonancia con investigación realizada por la Confederación Nacional de la
Industria (CNI) el año, casi mitad de los entrevistados (48 %) pasó a usar más transporte
público y 34 % dejaron de tener plan de salud.
En 2015, la crisis económica, así como el avance de la Lava Jato, hizo con que, al largo del
año, millones de personas fueran a las calles protestar contra el gobierno en todo territorio
nacional. Manifestaciones en defensa de Dilma también ocurrían. En diciembre, el presidente
de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha, aceptó un pedido de impeachment contra
Dilma por crimen de responsabilidad.
En 12 de mayo de 2016, Senado Federal alejó Dilma Rousseff del cargo de presidente por
180 días. Inmediatamente, su vice Michel Tema asume interinamente el cargo. En 31 de
agosto, Senado hizo el juicio final que removió Dilma del cargo en carácter definitivo. Sus
primeros meses frente a la presidencia de la república, Temer se envolvió en controversias
debido a ministros de su gobierno que estaban siendo investigados en el ámbito de la Lava
Jato, así como el propio presidente. El escándalo vino a público con áudios divulgados del
expresidente de la Transpetro, Sérgio Hacha, en delação premiada.
Causas
No hay un consenso claro entre los especialistas sobre cuáles fueron las causas de la crisis.
Sin embargo, diversas fuentes confiables pueden ayudar a esclarecer los motivos que llevaron
el país a pasar por graves dificultades en la economía. Se puede dividir las causas apuntadas
entre internas y externas.
Internas
En 2013, antes del inicio de la crisis, la revista británica The Economist ya había hecho
críticas a la gestión económica del gobierno, habiendo lanzado un informe de 14 páginas
sobre el asunto, que fue materia de portada.
La materia hace contraste entre dos momentos discrepantes de la economía brasileña. Antes,
el país señalizaba un futuro bastante prometedor al registrar un crecimiento del 7,5% en 2010,
siendo el mejor desempeño en décadas. Para aumentar el entusiasmo, Brasil fue escogido
para acoger tanto la Copa del Mundo en 2014 como las Olimpíadas en 2016. Sin embargo,
Brasil hizo pocas reformas durante los años de boom económico. La materia afirma también
que el sector público brasileño impone un fardo particularmente pesado en el sector privado.
Externas
La The Economist afirmó más tarde, en 2015, que las causas inmediatas de la crisis eran
externas. La publicación dice que a presidente Dilma Rousseff podría haber aprovechado
mejor la onda de commodities del primer mandato de ella para disminuir el Estado hinchado,
que traga 36% del PIB. En vez de eso, el gobierno optó por garantizar préstamos subsidiados
e incentivos fiscales onerosos para industrias favorecidas. La subsequente caída de los
precios de las commodities explica, en parte, la crisis.
Otro factor externo apuntado fue la desaceleração de la economía china. Desde el final de la
década de 90 hasta el inicio de 2012, hubo un aumento significativo en el precio de
las commodities en el mercado internacional, impulsado por la creciente demanda de China.
Características
Recesión
Las señales de que una fuerte recesión vendría ya se percibió en 2014, cuando el crecimiento
del PIB fue de sólo 0,4 por ciento. En 2015, la economía se contrajo en 3,8 por ciento, siendo
la peor recesión desde 1990, durando el gobierno Collor. Sin embargo, en 2016, el PIB tuvo
otra caída fuerte, lo que hizo con que la recesión se hiciera la peor de la historia. Fue la
primera vez, desde la década de 30, que el país estuvo en recesión por dos años seguidos. En
este período, el PIB per cápita cayó 11 por ciento.
En el primer trimestre de 2017, fue registrado un aumento del PIB de 1 por ciento, siendo el
primer aumento desde el inicio de 2015.
Desempleo
El desempleo, el año de 2014, aún no había dato señales que iría a aumentar. En la media del
año, la tasa quedó en 6,8 por ciento, siendo la más pequeña tasa de entre los dos años
anteriores. En el cierre del año, fue registrado una tasa de 4,8 por ciento en las grandes
metrópolis, tales como São Paulo y Bello Horizonte. Fue la más pequeña tasa de desempleo
desde 2003, año en que el IBGE adoptó la actual metodología de análisis.
Sin embargo, los años de 2015 y 2016, la crisis económica hizo el desempleo disparar. 2015
concluyó con una tasa de 8,5 por ciento y 2016 concluyó con número más alarmante, 11,5
por ciento, según el IBGE. En números absolutos, eso representa 12,3 millones de brasileños
despejados.
El auge del desempleo fue verificado en marzo de 2017, cuando el país contaba con
aproximadamente 14 millones de desempleados. El mes siguiente, abril, fue registrado una
pequeña caída en la tasa de desempleo. Si trata de la primera caída desde 2014. El desempleo
en abril, que fue de 13,6 por ciento, aún era considerado muy elevado.
Durante todo el período de crisis, se notó que, antes de la crisis, en febrero de 2014, había
6,6 millones de desempleados en el país. Ese número más que dobló desde entonces hasta
marzo de 2017, cuando se contabilizó 13,4 millones de personas sin trabajo.
Recuperación
En junio de 2017, fue divulgada la información que el PIB subió uno por ciento en el primer
trimestre del año. Fue el primer aumento del PIB, después de ocho caídas consecutivas. El
ministro de la hacienda, Henrique Meirelles, dijo que el país "salió de la mayor recesión del
siglo".Sin embargo, economistas alertan que el crecimiento del PIB caracteriza sólo el fin de
la "recesión técnica" y que aún es pronto para decretar que la crisis acabó. El desempleo
continúa alto y aún hay incertidumbres en cuanto al futuro de la economía, especialmente
después de escándalos políticos provocados por la delação de la JBS que envuelven el
presidente Temer.
La crisis se originó en los Estados Unidos, a partir de la caída de la bolsa de Wall Street de
1929 (conocido como Martes Negro, aunque cinco días antes, el 24 de octubre, ya se había
producido el Jueves Negro), y rápidamente se extendió a casi todos los países del mundo.
La coyuntura del alza, denominada allí Big Bull Market, descansaba así sobre una base
sumamente frágil. Todo el sistema se derrumbó en octubre de 1929, y en pocos días —en
cuestión de horas, incluso— las cotizaciones perdieron todo cuanto habían ganado durante
meses o, mejor dicho, durante años. Los pequeños especuladores quedaron arruinados y
tuvieron que vender con enormes pérdidas, y al cundir el pánico los grandes capitalistas se
encontraron también con dificultades.
En tan crítico momento, los primeros bancos del país y los corredores de bolsa más
destacados intentaron salvar los negocios y reunieron 240 millones de dólares para sostener
las cotizaciones mediante compras masivas, y en aquella sola jornada cambiaron de mano
trece millones de acciones.
Más tarde, en noviembre, cuando se habían calmado un poco los ánimos, las cotizaciones
habían descendido a la mitad desde el comienzo de la crisis de la bolsa, y no menos de 50.000
millones de dólares se habían desvanecido como el humo, con lo que quedaron en evidencia
la inseguridad y fragilidad de los sistemas financieros.
La quiebra de la Bolsa de Nueva York fue el momento más dramático de una crisis sin
precedentes; de todos modos, el derrumbamiento de Wall Street no fue el prólogo ni la causa
de la crisis económica mundial: fue sólo su más espectacular síntoma.
Los primeros indicios de recesión se dejaban sentir ya en los países productores de materias
primas, mientras Wall Street vivía aún en plena euforia, primer síntoma de la falta de
vigilancia y prevención de las situaciones cambiantes, por exceso de confianza. La depresión
tenía causas múltiples: tras un periodo de fuerte expansión, sobrevino una crisis de coyuntura
y adaptación, que podría decirse "normal", pero que estalló con violencia inaudita. De todas
formas aquella crisis "normal" hasta cierto punto, era asimismo estructural, resultado de la
guerra y sus funestas consecuencias, tales como la presión fiscal, las deudas de guerra y
las reparaciones alemanas.
La racionalización y las nuevas técnicas industriales y agrícolas contribuían igualmente a la
crisis. El aumento de producción por hora trabajada, sin aumentar la mano de obra, es
beneficioso para la industria, pero no en todas las circunstancias. Un ritmo de expansión
demasiado rápido acarrea dificultades de transición y adaptación. La racionalización del
trabajo suprime empleos, y los trabajos disponibles para otros sectores de la producción, al
haber desempleo, no pueden adaptarse siempre con suficiente rapidez; por tanto, este
problema de readaptación provoca, en la mayoría de los países, un bache importante apenas
transcurre el periodo de alta coyuntura. Aparte de ello, las dificultades internas y la
inestabilidad de la política mundial impedían entonces la elaboración de cualquier
planificación a largo plazo.
La quiebra estadounidense no fue en sus comienzos sino una quiebra de índole bolsística, el
brusco estallido y desmoronamiento de un mito creado por los especuladores; no obstante,
sus consecuencias fueron hondas y duraderas. Las personas arruinadas a causa del
derrumbamiento de la bolsa de valores limitaron sus gastos, los afortunados que todavía
disponían de algún capital quedaron atemorizados y se negaban a invertirlo de nuevo, y las
fuentes de crédito se agotaron. Las consecuencias de todo ello fueron fatales en general para
Europa y en particular para la economía alemana, que dependía casi por entero de los
préstamos de los Estados Unidos a corto plazo.
1930 9,9
1931 7,7
1932 14,9
Los sectores más gravemente afectados por la depresión fueron la agricultura, la producción
de bienes de consumo y la industria pesada. Esto provocó que ciudades
como Detroit y Chicago, que dependían de la industria pesada, sufrieran la crisis con más
intensidad. A su vez, hubo ciudades dependientes de una sola industria que terminaron
totalmente arruinadas. En 1932, el nivel de actividad al que estaba funcionando la industria
era tan bajo que incluso una eventual demanda del mercado podía ser satisfecha sin necesidad
de inversión y sin recurrir a más mano de obra. De modo semejante, el sector de la
vivienda estaba también saturado de casas vacías cuyos propietarios no habían podido hacer
frente a las hipotecas. Sin embargo, lo que más se resintió fue la confianza de los empresarios,
quienes poseían grandes dudas sobre la utilidad de nuevas inversiones. El hundimiento de la
bolsa fue además una causa directa de la reducción de los beneficios empresariales y destruyó
el incentivo individual al ahorro, y se redujo así el volumen de los recursos destinados a la
inversión. El nivel extraordinariamente bajo de los ingresos agrícolas fue decisivo y retardó
considerablemente la recuperación. La agricultura fue el sector más deprimido de la
economía, y los productores habían disminuido sus ingresos en un 70 por ciento. Gran parte
de las cosechas no se vendían, y comenzaron a disminuir la producción demasiado tarde. A
su vez, como la gran mayoría de los pequeños agricultores estaban endeudados, se veían
forzados a vender sus productos o a perder sus propiedades.
El funcionamiento del sistema bancario estadounidense fue el factor individual que mayor
influencia tuvo sobre la profundidad alcanzada por la depresión. Los bancos se apoyaban en
unas pocas industrias locales y eran muy susceptibles a las retiradas de fondos. Al producirse
una corrida bancaria masiva, los ahorros se tornaron menores que los ingresos y los bancos
no podían prestar dinero. A su vez, las garantías, como las casas, contra las cuales se habían
vendido los préstamos eran invendibles. A pesar de la debilidad del sistema bancario, su
derrumbamiento pudo haberse evitado, pero el gobierno no hizo nada para rescatar a los
bancos. Es más, lo que se pensaba en ese entonces era que la depresión suponía una purga
que desembarazaría a la economía de sus aspectos menos eficientes, y que las bancarrotas y
los despidos eran parte necesaria de este proceso de retorno al equilibrio.
LA DIFUSIÓN DE LA CRISIS.
Austria 80 62
Francia 86 74
Alemania 77 61
Japón 101 -
Reino Unido 95 89
Italia 98 86
Países Bajos 93 84
España 97 84
Estados Unidos 73 62
Fuente:12
A principios de 1931, si bien persistía la deflación y la desocupación era alta, los países más
afectados eran los exportadores de materias primas, y varios de ellos debieron abandonar el
patrón oro. Sin embargo, con la quiebra del Credit Anstalt, el principal banco de Austria, se
produjo una fuga de capitales en Alemania, Gran Bretaña y en Estados Unidos, quien decidió
terminar con el patrón oro. Hacia finales de 1932, casi todos los países del mundo lo habían
hecho.
Alemania, logró una moratoria en el pago de las reparaciones de la deuda, pero igual decidió
aumentar las tasas de interés. Esto provocó una profundización en la caída de la actividad
económica y un incremento de la desocupación. La devaluación del marco fue descartada por
temor a la inflación. La alta desocupación creó un clima de conflictividad social y política
que allanó el camino a la llegada de Hitler al poder. Gran Bretaña, por su parte, abandonó el
sistema monetario tradicional dejando flotar la libra, esto produjo su depreciación. Esto fue
la demostración del liderazgo británico y permitió que la economía británica se recuperara
de forma razonable librada de las condiciones impuestas por una moneda sobrevaluada y
altas tasas de interés.
Unos de los factores de propagación de la crisis fue el hundimiento brutal del comercio
internacional; que llegó a perder dos terceras partes del valor alcanzado en 1929. Este
descalabro del comercio trasladó los efectos de la crisis hasta aquellos países que tenían sus
economías abiertas al exterior.
Acuerdos bilaterales: buscaban el equilibrio entre las cuentas mutuas de dos países que
querían mantener alto el nivel de comercio sin movilizar oro ni divisas. Un ejemplo son los
acuerdos de compensación que consistía en una forma moderna de trueque en los cuales no
era necesario ningún tipo de movimiento monetario. Otro tipo de acuerdo bilateral era el
clearing, que consistía en abrir una cuenta en cada país a través de los cuales se efectuaban
los pagos por exportación e importación. Alemania fue uno de los que utilizó estos dos tipos
de acuerdos. Finalmente, los acuerdos de pagos, que se establecían entre países con tipo de
cambio fijo y países con controles de cambio, buscaban resolver los problemas de deudas
congeladas e intereses impagos de los últimos países. Fueron utilizados preferentemente por
Gran Bretaña.
Aranceles al comercio: las tarifas fueron el mayor obstáculo para el intercambio internacional
de bienes. Incluso Gran Bretaña, país con fuerte tradición liberal, aprobó una ley de derechos
de importación que imponía una tasa del 10% sobre todas las importaciones fuera de
la Commonwealth.
El colapso en el que se encontraba la economía en 1932 fue extendiendo la idea de que era
necesaria la colaboración internacional para combatir la crisis comercial y financiera. Por
esta razón, se convocó a la Conferencia económica mundial en 1933. Pero como Estados
Unidos salió del patrón oro convirtiendo al dólar en una moneda fluctuante, la reunión se
clausuró sin ningún éxito.
Tres años más tarde, con el dólar estabilizado, se produjeron nuevos intentos de cooperación
internacional como el acuerdo tripartito entre Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, con
el objetivo de regular los tipos de cambio. Varios países hicieron acuerdos regionales como
el de la Cuenca del Danubio en el cual Hungría, Rumania, Bulgaria y Yugoslavia concedieron
preferencias arancelarias a sus productos. Pero el pacto más famoso fue el realizado por los
países de la Commonwealth en la Conferencia de Ottawa celebrada en 1932, donde se acordó
un sistema de preferencias mutuas para las importaciones provenientes de los miembros de
la comunidad.
La disrupción tecnológica
Este apartado requiere poca presentación. Lo avanzábamos en nuestro artículo sobre El
Datalítico.No obstante, debemos tener presente que la radical disrupción que representa la
transformación tecnológica actual se encuentra en el origen de todos los cambios. Esto ha
sido siempre así a lo largo de la Historia. Lo fue cuando el desarrollo de la agricultura
provocó el paso del Paleolítico al Neolítico. También estuvo
detrás del advenimiento de la Ilustración. Asimismo, es evidente que también tuvo mucho
que ver con la aparición y desarrollo de la sociedad industrial.
Actualmente, el avance tecnológico se está produciendo más rápidamente que nunca y está
provocando el advenimiento de un mundo exponencialmente más complejo. La complejidad
desencadena transformaciones profundas y repentinas. La transformación tecnológica se
encuentra, por tanto, en la base de todas las demás crisis que veremos a continuación.
Esta nueva tecnología que nos invade es menos visible, pero impacta en aspectos muy sutiles
de la Humanidad. Lo hace sobre la forma en que nos informamos o la forma en que nos
comunicamos, nos relacionamos e interactuamos. Cambia incluso la manera en que sentimos
y nos emocionamos. En definitiva, se altera nuestra propia interpretación del mundo que
vivimos.
El actual incremento de la eficiencia está siendo exponencial por efecto del desarrollo de las
nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, así como el de todas las técnicas
que se derivan de las mismas: entre otras, la nanotecnología, la robótica y la inteligencia
artificial. Esto nos conduce a un nuevo escenario donde los precios se reducen de forma
progresiva, rápida e inexorablemente. Es un escenario, por decirlo de alguna manera,
estructuralmente deflacionista. Entramos en lo que Jeremy Rifkin denomina la sociedad de
coste marginal cero, donde las recetas propias del paradigma económico imperante ya no
resultan.
Crisis de identidad
Según algunos estudios, el 70% de los actuales alumnos de secundaria van a trabajar en
profesiones que aún no existen. Según otras versiones, el 60% de las ocupaciones que
tendremos dentro de 20 años (o menos) aún no han sido inventadas.
A esto debemos añadir que, ante un entorno incierto y cambiante, las personas deberán
habituarse a cambios continuos en su carrera profesional, siendo capaces de adaptarse a
diferentes ocupaciones, desempeños y profesiones a lo largo de su vida.
Como resultado de esta nueva realidad, las nuevas generaciones se enfrentan a un escenario
tremendo de pérdida de identidad. En efecto, la profesión ha sido tradicionalmente un
elemento esencial en la conformación del sentimiento de identidad individual. Al referirnos
a San José no decimos que trabajaba de carpintero; de él decimos que era carpintero.
Crisis intergeneracional
La incertidumbre que viven las nuevas generaciones da lugar a la siguiente crisis. Por primera
vez existe una generación que va a vivir peor que sus padres. Los avances tecnológicos hacen
la vida más fácil, pero los progenitores de las nuevas generaciones tuvieron una vida más
estable y un acceso más predecible a factores transcendentales como una profesión o la
formación de una familia.
La crisis de identidad, la incertidumbre y el peso de la deuda que recae sobre sus hombros,
lamina sus expectativas de futuro y provoca grandes dosis de frustración. Así es como brota
un sentimiento de rechazo de unas generaciones contra otras. En palabras de Gabriel
Masfurroll: “en todas partes hay una lucha entre la renovación y el establishment que
lógicamente se resiste a cambiar”.
Crisis moral
En el mundo actual la religión está en crisis. Desde el punto de vista del presente artículo,
poco importa si las creencias que sustentan nuestras religiones son ciertas o no. A los efectos
de lo que estamos analizando, la cuestión relevante es el impacto que tuvo en la humanidad
la emergencia de lo que Karl Jaspers vino a denominar el pensamiento axial. Este fenómeno
tuvo lugar hace dos mil años aproximadamente. El conjunto de religiones surgido (más o
menos) simultáneamente en distintos puntos del planeta, constituyeron los fundamentos de
los marcos de relación social, las normas de conducta y códigos de comportamiento de todas
las civilizaciones humanas. Sirvieron asimismo como aglutinante de grupos humanos;
elementos que vertebraban a las diferentes civilizaciones. De este modo, grandes cantidades
de personas eran capaces de movilizarse y comportarse de manera colectivamente eficaz
gracias a un acervo de símbolos y creencias compartidas que les movían en una misma
dirección.
El declive de las religiones nos trae algo más que una crisis de espiritualidad. Nos trae
profundas consecuencias desde el punto de vista de la evolución de nuestra civilización.
Siguiendo la ortodoxia del paradigma económico actual, los bancos centrales están tratando
de combatir la deflación para activar el crecimiento económico. Para ello crean cantidades
crecientes de dinero. Sin embargo, cometen un error de principio. Cierto, están tratando de
corregir un fenómeno de carácter tecnológico –la reducción de los costes provocada por el
incremento exponencial de la eficiencia– con medidas de política monetaria. Ese esfuerzo es
vano. No se puede compensar un efecto tecnológico estructural con un mecanismo de una
naturaleza completamente diferente. En el camino, se está generando una burbuja de deuda
que nunca se podrá devolver. El sistema colapsará. Cada nueva burbuja es mayor, su efecto
dura menos, tiene un impacto menor en el crecimiento económico y sus efectos colaterales
son mayores.