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El estudiante

Roberto Girault, México, 2009


Por Cristina Bringas

Hace poco más de un año, una desconocida película de un también desconocido director

apareció en las carteleras nacionales y se volvió un fenómeno en


taquilla, manteniéndose en el gusto del público por casi cuatro meses, sin publicidad, con un
reparto prácticamente nuevo y con el peor obstáculo: el hecho de ser una película mexicana que
compartía las salas con cintas como Malditos bastardos (Inglorious Basterds, Quentin
Tarantino, 2009). El Estudiante, de Roberto Girault, ha sido una de las más taquilleras de la
historia del cine nacional.

Tal fue su éxito que le valió a su director el reconocimiento de todo país, colocó su película en
distribución en video muy rápidamente e incluso está a punto de obtener comercialización en
otros países del mundo, como España. La única película que se compara con ésta -en lo que a
éxito respecta- es Amores Perros (2000), de Alejandro González Iñárritu (hito en el cine
mexicano) y, últimamente, el documental Presunto Culpable (Roberto Hernández y Layda
Negrete, 2008) va siguiendo los pasos de las dos anteriores.

Esta ópera prima de Girault significa también el resurgimiento de dos importantes figuras del
cine y la televisión: Jorge Lavat y Norma Lazareno, quienes además representan a una
estupenda y romántica pareja de enamorados. Aunado a estas apariciones, el reparto se
completa con una serie de absolutos desconocidos y jóvenes actores.

Esta película dista mucho de ser la mejor producción de la industria mexicana, posee detalles
técnicos por demás mejorables y está plagada de clichés, estereotipos y lugares comunes; sin
embargo, es una realidad que nos regala una visión renovada y comercial, que tanta falta le hace
al país, en lo que a historias se refiere. Es una cinta que está llena de esperanza, amor, buenos
deseos y amistad.

Así, vale la pena mencionar las razones por las


que El Estudiante -con todo y sus limitaciones- ha hecho historia en México:

En primer lugar, la simplicidad de su historia: Chano (Jorge Lavat) es un viejo que ya ha vivido
su vida, tiene todo lo que una persona puede desear (familia, una cariñosa esposa y la
posibilidad de vivir retirado tranquilamente), pero le surgen repentinamente los deseos de
ingresar a la universidad. Ya ahí vivirá los choques generacionales y se relacionará con varios
jóvenes. A partir de ese día, sus vidas cambiarán por completo.

Tal vez el hecho de que el escenario no sea la Capital del país, y mejor se haya ubicado en la
Ciudad de Guanajuato, con uno de sus espacios más representativos: su benemérita
Universidad y su espectacular escalinata, es una de las razones para considerarla como una
cinta valiosa. Mostrar a un México que no es el Distrito Federal, es un renovado brío a la
producción cinematográfica actual.

Su diversidad temática versa sobre diversas historias y tópicos que se tiñen de esperanza y
amor. Por ejemplo, el deseo de superación, con el que aún a pesar de la edad, siempre debe vivir
el ser humano. Perseguir los sueños es algo que nos recuerda que somos personas y que
aspiramos siempre a ser mejores. Dentro de este tema, está también la importancia de la
educación para la complementareidad del espíritu y como un medio para mantener relaciones
interpersonales.
Habla también del amor de pareja, reflejado en la
muy cercana relación entre Alicia y Chano, en la vida familar que ambos tenían con sus hijos.
En el amor que se gesta entre los demás protagonistas de la película (Alejandra y Marcelo,
Carmen y Santiago), en el amor de padres a hijos, en el amor fugaz, en el incondicional, en la
perserverancia, en la honestidad y el respeto.

La amistad, otro tema fundamental de la cinta, se va entretejiendo entre todos los personajes,
sin importar la edad, condición social, problemática personal o convicciones. La amistad es algo
que surge y que nos ayuda a ser mejores seres humanos, que nos permite salir adelante ante
cualquier circunstancia y que nos da fuerza para poder despertar día a día.

Por otro lado, el director ha decidido utilizar la metáfora del teatro para poder desarrollar los
personajes y sus relaciones. Esto inicia con la lectura de Chano como un Don Quijote, que
curiosamente se presenta en su versión teatral por el grupo de la Universidad. Si bien, esta
decisión luce un poco forzada en ocasiones, pese a todo, cuaja atinadamente, ayudando a los
chicos a encontrar su voz interior, y dándole al personaje principal una analogía que nos hará
comprender mejor sus cualidades.

Aunque sencilla, la película logra tocar -quizá


también gracias a su simpleza- fibras neurálgicas y emocionales de los espectadores. Tal vez es
la forma en la que va evolucionando la historia, la honestidad de los personajes o la naturaleza
de la historia que tenía mucho tiempo que no veíamos en las pantallas nacionales, lo que es
cierto es que El Estudiante ha tocado vidas y ha provocado en muchos la risa y el llanto.
Esta cinta es más que una película taquillera y simplona, es la manera en la que Girault nos
regala una mirada esperanzadora, que no sólo mira hacia el futuro del país, a través de una
reflexión sobre la juventud, la educación, el amor, la amistad y la familia, sino también nos
ofrece una nueva perspectiva del futuro de una industria fílmica que se está construyendo poco
a poco en México

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