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ORDEN SACERDOTAL Y VIDA CONSAGRADA

Objetivo: Que conozcan el sacramento del orden sacerdotal y su valor. Que comprendan el valor del
celibato dentro de la iglesia y el sentido que tiene la vida consagrada dentro de la misma.

1. EL ORDEN SACERDOTAL
El orden es el sacramento por el que "algunos de entre los fieles quedan constituidos ministros
sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el
pueblo de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de
enseñar, santificar y regir" (CIC, c. 1008).

Del texto anterior se pueden deducir algunas ideas básicas sobre este sacramento:
a) De entre la totalidad de los fieles, algunos son constituidos ministros sagrados.
Todo bautizado participa del sacerdocio de Cristo y está por tanto, capacitado para colaborar en la
misión de la Iglesia. El orden, sin embargo, imprime una especial configuración -carácter indeleble- que
distingue esencialmente a quien lo recibe de los demás fieles, capacitándolo también para funciones
especiales. Por eso se afirma que el sacerdote posee el sacerdocio ministerial, distinto del sacerdocio real o
sacerdocio común a todos los fieles.

b) El sacerdote actúa ‘en la persona de Cristo Cabeza’, es decir, actúa en el nombre y con el poder de
Cristo.
La identidad del sacerdote no puede ser otra que la de Cristo: Que los hombres nos consideren como
ministros de Cristo y dispensadores de los misterios de Dios (I Cor. 4, 1). Así lo Recordaba Juan Pablo II a
los sacerdotes en Czestochowa: Este servicio alto y exigente no podrá ser prestado sin una clara y arraigada
convicción acerca de vuestra identidad como sacerdotes de Cristo, depositarios y administradores de los
misterios de Dios, instrumento de salvación para los hombres, testigos de un reino que se inicia en este
mundo, pero que se completa en el más allá (Discurso, 6-VI-1979).
Todo esto significa que, si cada fiel es otro Cristo, y Cristo mismo se identifica con los miembros de su
Cuerpo Místico (cfr. Hechos 9, 4-5) con mayor razón hay que afirmarlo del sacerdote, cuya consagración y
misión son una específica identificación con Jesucristo, a quien representa.

c) Las funciones que desempeña se resumen en una triple potestad: enseñar, santificar y regir.
De los sacerdotes -otros Cristos- depende en gran parte la vida sobrenatural de los fieles, ya que
solamente ellos pueden hacer presente a Jesucristo sobre el altar y perdonar los pecados. Aunque éstas son
las dos funciones principales del ministerio sacerdotal, su misión no se agota ahí: administra también los
otros sacramentos, predica la palabra divina, dirige espiritualmente, etc. Es decir, participa del triple poder
de Cristo:
1) Poder de santificar, administrando los sacramentos, sobre todo el de la Penitencia y el de la Eucaristía.
2) Poder de regir, dirigiendo a las almas, orientando su vida hacia la santidad.
3) Poder de enseñar, anunciando a los hombres el Evangelio.

d) Según el grado de cada uno significa que el sacramento consta de diversos grados (obispos, presbíteros y
diáconos), y por eso se llama orden.

Consta expresamente en la Sagrada Escritura que Cristo hizo de los Apóstoles una elección especial:
"Subió a un monte y llamando a los que quiso, vinieron a El, y designó a doce para que le acompañaran y
para enviarlos a predicar" (Mc. 3, 13-15); "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a
vosotros" (Jn. 15, 16).
Al elegirlos, les confió una misión y les dio unos poderes particulares; en concreto:
 poder de perdonar los pecados: "A quienes perdonareis los pecados les serán perdonados" (Jn. 20,
23; cfr. Mt. 16, 19; 18, 18);
 poder de administrar los demás sacramentos y de predicar la palabra de Dios: "Id y enseñad a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a

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observar todo cuanto os he mandado" (Mt. 28, 19-20); "Como mi Padre me envió, así yo os envío a
vosotros" (Jn. 20, 21);
 poder sobre el Cuerpo real de Cristo, para renovar incruentemente el sacrificio de la Cruz, hasta el
fin de los siglos (cfr. Lc. 22, 19; I Cor. 11, 23-25). Este es el principal poder que reciben los
presbíteros, pues el sacerdocio se ordena primariamente al sacrificio.
Estos poderes fueron dados por el Señor a sus Apóstoles con una finalidad: continuar su misión
redentora hasta el fin de los siglos (cfr. Mt. 28, 20; Jn. 17, 18). Esta finalidad sería inalcanzable si los
poderes terminaran con la muerte de los doce Apóstoles, y por eso Cristo les mandó que los transmitieran, y
así lo entendieron y practicaron desde el principio:
impusieron las manos sobre algunos, elegidos específicamente (cfr. Hechos 6, 6; 13, 13);
constituyeron presbíteros y obispos para gobernar las iglesias locales (cfr. Hechos 14, 23; 20, 28), para
administrar los sacramentos (cfr. I Cor. 4, 1), para fomentar las buenas costumbres y vigilar la recta doctrina
(cfr. I Tes. 3, 2).

EFECTOS DEL SACRAMENTO DEL ORDEN


Por la ordenación sagrada, el sacerdote es constituido ministro de Dios y dispensador de los tesoros
divinos (cfr. I Cor. 4, 1). Con este sacramento recibe una serie de efectos sobrenaturales que le ayudan a
cumplir su misión, siendo los principales: a) el carácter indeleble, b) la potestad espiritual, c) el aumento de
gracia santificante y d) la concesión de la gracia sacramental.

1 El carácter
Este sacramento imprime carácter indeleble, distinto al del bautismo y al de la confirmación, que
constituye al sujeto en sacerdote para siempre: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de
Melquisedec (Ps. 109: cfr. Hebr. 5, 5-6).
En el caso de los tres sacramentos que lo imprimen, el carácter es una cierta capacitación para el
culto, que en el sacramento del orden constituye la más plena participación en el sacerdocio de Cristo:
- lleva a su plenitud el sacerdotal (esse sacerdotale),
- perfecciona el poder sacerdotal (posse sacerdotale),
- corona la capacidad de ejercer fácilmente ese poder sacerdotal (bene posse sacerdotale) que el fiel ya tiene
por el bautismo y la confirmación.
El carácter realiza todo esto a través de una configuración del que se ordena con Cristo, Cabeza del
Cuerpo Místico, que le faculta para participar de un modo muy especial en su sacerdocio y en su triple
función. Por eso el sacerdote se convierte en:
a) ministro autorizado de la palabra de Dios, participando del munus docendi (poder de enseñar);
b) ministro de los sacramentos, participando del munus sanctificandi (poder de santificar); de modo especial
se convierte en ministro de la Eucaristía, por lo que su oficio principal es la celebración del Santo Sacrificio
del Altar, donde se renueva sacramentalmente la obra de nuestra Redención y se aplican sus frutos, y donde
el ministerio sacerdotal encuentra su plenitud, su centro y su eficacia (cfr. Concilio Vaticano II,
Presbyterorum ordinis, n. 5);
c) ministro del pueblo de Dios, participando del munus regendi (poder de gobernar); así, entra a formar
parte de la jerarquía eclesiástica, de modo distinto según su grado propio: adquiere una potestad espiritual
para conducir a los fieles a su fin sobrenatural eterno. Este efecto se explica por separado a continuación.

2 La potestad espiritual
En la jerarquía de la Iglesia, de la que se forma parte en virtud del sacramento del orden, podemos
distinguir dos planos:

 la jerarquía de orden: está formada por los obispos, presbíteros y diáconos, su finalidad es ofrecer el
Santo Sacrificio y administrar los sacramentos;
 la jerarquía de jurisdicción (que supone la anterior): está formada por el Papa y los obispos en
comunión con él (o quienes, en el derecho canónico, se equiparan a los obispos); los presbíteros y di
conos se insertan en ella a través de su colaboración con el Ordinario respectivo.

3 La gracia santificante y la sacramental


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Al igual que los demás sacramentos de vivos, el sacramento del orden aumenta la gracia santificante
(cfr. Dz. 701).
Otorga, además, la gracia sacramental; es decir, la ayuda sobrenatural necesaria para poder ejercer
debidamente las funciones correspondientes al grado recibido (cfr. Dz. 2301).

2. VIDAS CÉLIBES AL SERVICIO DE LA IGLESIA. (Padre Raniero Cantalamessa, Padre Jordi


Rivero)
El Concilio Vaticano Segundo llama al celibato "ese don precioso de la gracia divina dado a algunos
por el Padre, para que se dediquen más fácilmente sólo a Dios con un corazón indivisible en virginidad o
celibato. Este medio perfecto para el amor del reino del cielo ha sido tenido siempre en gran estima por la
Iglesia como un signo y un estímulo del amor, y como una fuente singular de fertilidad espiritual en el
mundo". (Constitución de la Iglesia, 42). También dijo que el celibato es el primero de los consejos
evangélicos a ser puestos en práctica por los religiosos y dijo que "es un símbolo especial de los beneficios
celestiales, y para los religiosos es un forma muy efectiva de dedicarse con todo el corazón al divino servicio
y a los trabajos del apostolado" (Decreto sobre la Renovación de la Vida Religiosa,12).
Esta vocación no es más perfecta que el estado conyugal, sino simplemente algo más avanzada, pues
refleja la imagen del hombre y la mujer en la vida eterna.
Partiendo de este carácter profético de la virginidad y del celibato, podemos comprender la
ambigüedad y falsedad de la tesis, según la cual, este estado iría contra la naturaleza e impediría al hombre y
a la mujer realizarse plenamente, como hombre y mujer. Esta duda pesa terriblemente sobre el espíritu de los
jóvenes y es uno de los motivos que más aleja de responder a la vocación.
El celibato y la virginidad no reniegan de la naturaleza humana, sino que más bien la realizan a un
nivel más profundo. El hombre, según la Biblia, no es sólo lo que es por nacimiento, sino también lo que
está llamado a ser. En el hombre, en otras palabras, hay una chispa de vocación a la que tiene que responder.
Los vírgenes consagrados --hombres y mujeres--, son aquellos que han entendido esta respuesta en
su grado más elevado, entregándose por el Reino de Dios, cuya difusión ha encontrado casi siempre en ellos
el modelo de misioneros eficaces.
El anuncio del Evangelio y las misiones se han apoyado en buena parte en sus espaldas. Dentro de la
cristiandad, el progreso en la doctrina, en el pensamiento, ha dependido de ellos, especialmente de algunas
órdenes religiosas. Ellos han cultivado caminos nuevos en la espiritualidad.
Si se mira al exterior, los vírgenes consagrados han instituido casi todas las instituciones caritativas.
Por tanto, la virginidad no significa esterilidad, sino por el contrario, la máxima fecundidad.

ANTE LAS CRÍTICAS CONTRA EL CELIBATO


Un artículo en el Miami Herald comentaba que el famoso boxeador Mohamad Alí, para estar en
mejor forma, se mantenía en abstinencia sexual por períodos hasta de un año. Es de notar que, mientras el
mundo admira ese compromiso hecho por el deporte, critica como "anti-natural" el celibato sacerdotal,
optado por el Reino de los cielos. Me parece entonces que lo que se critica más bien no es el celibato sino el
hecho de que haya quienes se tomen su compromiso con Dios tan en serio. Por el boxeo todo es aceptable,
pero si es por Dios se considera fanatismo o peligroso para la mente.
Es normal que el hombre mundano, que vive dominado por las pasiones, vea el celibato como una
represión y hasta como un peligro. Pero el celibato vivido santamente es una donación total de nuestro amor
por Dios y por todos. Sin fe y sin gracia no se puede vivir el celibato, pero sin estas tampoco se debe ser
sacerdote.

MITOS
1 -El celibato es causante del abuso sexual
El celibato no tiene relación causal con ningún tipo de abuso ni adicción sexual. El hecho es que el
abuso sexual igualmente ocurre entre hombres casados. (Jenkins, Priests and Pedophilia). En la población
general, la mayoría de los abusadores son hombres heterosexuales que abusan de niñas. También hay
mujeres que abusan de menores.
El perfil del abusador sexual de menores no es el de un adulto normal atraído eróticamente hacia
niños por causa de la abstinencia. (Fred Berlin, "Compulsive Sexual Behaviors" in Addiction and

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Compulsion Behaviors [Boston: NCBC, 1998]; Patrick J. Carnes, "Sexual Compulsion: Challenge for
Church Leaders" in Addiction and Compulsion; Dale O'Leary, "Homosexuality and Abuse").
2 -Si permitieran el matrimonio de los sacerdotes se evitaría que estos cometan abusos sexuales
No es mayor la incidencia de abuso sexual por célibes como quiere hacer creer la prensa. Quienes
cometen estos delitos no son aptos ni para ser sacerdotes y ni para ser casados. ¿Qué mujer querrá casarse
con un hombre si sabe que es abusador sexual?.

3. VIDA CONSAGRADA ¿QUÉ ES? ¿QUÉ SENTIDO TIENE? (Artículos del Catecismo de la Iglesia
Católica sobre la Vida Consagrada)
914. "'El estado de vida que consiste en la profesión de los consejos evangélicos, aunque no pertenezca a la
estructura jerárquica de la Iglesia, pertenece, sin embargo, indiscutiblemente a su vida y a su santidad'."

915. "Los consejos evangélicos están propuestos en su multiplicidad a todos los discípulos de Cristo. La
perfección de la caridad a la cual son llamados todos los fieles implica, para quienes asumen libremente el
llamamiento a la vida consagrada, la obligación de practicar la castidad en el celibato por el Reino, la
pobreza y la obediencia. La profesión de estos consejos en un estado de vida estable reconocido por la
Iglesia es lo que caracteriza la 'vida consagrada' a Dios."

916. "El estado religioso aparece por consiguiente como una de las maneras de vivir una consagración 'más
íntima' que tiene su raíz en el bautismo y se dedica totalmente a Dios. En la vida consagrada, los fieles de
Cristo se proponen, bajo la moción del Espíritu Santo, seguir más de cerca a Cristo, entregarse a Dios
amado por encima de todo y, persiguiendo la perfección de la caridad en el servicio del Reino, significar y
anunciar en la Iglesia la gloria del mundo futuro."

931. "Aquel que por el bautismo fue consagrado a Dios, entregándose a El como al sumamente amado, se
consagra, de esta manera, aún más íntimamente al servicio divino y se entrega al bien de la Iglesia. Mediante
el estado de consagración a Dios, la Iglesia manifiesta a Cristo y muestra cómo el Espíritu Santo obra en ella
de modo admirable. Por tanto, los que profesan los consejos evangélicos tienen como primera misión vivir
su consagración. Pero 'ya que por su misma consagración se dedican al servicio de la Iglesia están obligados
a contribuir de modo especial a la tarea misionera, según el modo propio de su instituto'."

932. "En la Iglesia que es como el sacramento, es decir, el signo y el instrumento de la vida de Dios, la vida
consagrada aparece como un signo particular del misterio de la Redención. Seguir e imitar a Cristo 'desde
más cerca', manifestar 'más claramente' su anonadamiento, es encontrarse 'más profundamente' presente, en
el corazón de Cristo, con sus contemporáneos. Porque los que siguen este camino 'más estrecho' estimulan
con su ejemplo a sus hermanos; les dan este testimonio admirable de 'que sin el espíritu de las
bienaventuranzas no se puede transformar este mundo y ofrecerlo a Dios'."

2233. "Hacerse discípulo de Jesús es aceptar la invitación a pertenecer a la familia de Dios, a vivir en
conformidad con su manera de vivir: 'El que cumpla la voluntad de mi Padre celestial, éste es mi hermano,
mi hermana y mi madre' [Mt 12,49 .].
Los padres deben acoger y respetar con alegría y acción de gracias el llamamiento del Señor a uno de sus
hijos para que le siga en la virginidad por el Reino, en la VIDA CONSAGRADA o en el ministerio
sacerdotal."

4. DISTINTAS LLAMADAS EN LA CONSAGRACIÓN E IMPORTANCIA DE CADA UNA


(Encíclica Vita consecrata y CIC)
925. "Nacida en Oriente en los primeros siglos del cristianismo y vivida en los institutos canónicamente
erigidos por la Iglesia, la vida religiosa se distingue de las otras formas de vida consagrada por el aspecto
cultual, la profesión pública de los consejos evangélicos, la vida fraterna llevada en común, y por el
testimonio dado de la unión de Cristo y de la Iglesia."

Las monjas de clausura

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Una atención particular merecen la vida monástica femenina y la clausura de las monjas, por la gran
estima que la comunidad cristiana siente hacia este género de vida, que es signo de la unión exclusiva de la
Iglesia-Esposa con su Señor, profundamente amado. En efecto, la vida de las monjas de clausura, ocupadas
principalmente en la oración, en la ascesis y en el progreso ferviente de la vida espiritual, «no es otra cosa
que un viaje a la Jerusalén celestial y una anticipación de la Iglesia escatológica, abismada en la posesión y
contemplación de Dios». (133) A la luz de esta vocación y misión eclesial, la clausura responde a la
exigencia, sentida como prioritaria, de estar con el Señor. Al elegir un espacio circunscrito como lugar de
vida, las claustrales participan en el anonadamiento de Cristo mediante una pobreza radical que se manifiesta
en la renuncia no sólo de las cosas, sino también del «espacio», de los contactos externos, de tantos bienes
de la creación. Este modo singular de ofrecer el «cuerpo» las introduce de manera más sensible en el
misterio eucarístico. Se ofrecen con Jesús por la salvación del mundo. Su ofrecimiento, además del aspecto
de sacrificio y de expiación, adquiere la dimensión de la acción de gracias al Padre, participando de la acción
de gracias del Hijo predilecto.

921. "Los eremitas presentan a los demás ese aspecto interior del misterio de la Iglesia que es la intimidad
personal con Cristo. Oculta a los ojos de los hombres, la vida del eremita es predicación silenciosa de Aquel
a quien ha entregado su vida, porque El es todo para él. En este caso se trata de un llamamiento particular a
encontrar en el desierto, en el combate espiritual, la gloria del Crucificado."

Los religiosos hermanos


Según la doctrina tradicional de la Iglesia, la vida consagrada, por su naturaleza, no es ni laical ni
clerical, (141) y por consiguiente la «consagración laical», tanto de varones como de mujeres, es un estado
de profesión de los consejos evangélicos completo en sí mismo. (142) Dicha consagración laical, por lo
tanto, tiene un valor propio, independientemente del ministerio sagrado, tanto para la persona misma como
para la Iglesia.
Siguiendo las enseñanzas del Concilio Vaticano II, (143) el Sínodo ha manifestado un gran aprecio
por este tipo de vida consagrada, en la que los religiosos hermanos desempeñan múltiples y valiosos
servicios dentro y fuera de la comunidad, participando así en la misión de proclamar el Evangelio y de dar
testimonio de él con la caridad en la vida de cada día. Efectivamente, algunos de estos servicios se pueden
considerar ministerios eclesiales confiados por la legítima autoridad. Ello exige una formación apropiada e
integral: humana, espiritual, teológica, pastoral y profesional.

924. "'Semejante a otras formas de vida consagrada', el orden de las vírgenes sitúa a la mujer que vive en el
mundo [o a la monja] en el ejercicio de la oración, de la penitencia, del servicio a los hermanos y del trabajo
apostólico, según el estado y los carismas respectivos ofrecidos a cada una. Las vírgenes consagradas
pueden asociarse para guardar su propósito con mayor fidelidad."

Institutos mixtos
Algunos Institutos religiosos, que en el proyecto original del fundador se presentaban como
fraternidades, en las que todos los miembros -sacerdotes y no sacerdotes- eran considerados iguales entre sí,
con el pasar del tiempo han adquirido una fisonomía diversa. Es menester que estos Institutos llamados
«mixtos», evalúen, mediante una profundización del propio carisma fundacional, si resulta oportuno y
posible volver hoy a la inspiración de origen.

Nuevas formas de vida evangélica


El Espíritu, que en diversos momentos de la historia ha suscitado numerosas formas de vida
consagrada, no cesa de asistir a la Iglesia, bien alentando en los Institutos ya existentes el compromiso de la
renovación en fidelidad al carisma original, bien distribuyendo nuevos carismas a hombres y mujeres de
nuestro tiempo, para que den vida a instituciones que respondan a los retos del presente. Un signo de esta
intervención divina son las llamadas nuevas Fundaciones, con características en cierto modo originales
respecto a las tradicionales.

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La originalidad de las nuevas comunidades consiste frecuentemente en el hecho de que se trata de
grupos compuestos de hombres y mujeres, de clérigos y laicos, de casados y célibes, que siguen un estilo
particular de vida, a veces inspirado en una u otra forma tradicional, o adaptado a las exigencias de la
sociedad de hoy. También su compromiso de vida evangélica se expresa de varias maneras, si bien se
manifiesta, como una orientación general, una aspiración intensa a la vida comunitaria, a la pobreza y a la
oración. En el gobierno participan, en función de su competencia, clérigos y laicos, y el fin apostólico se
abre a las exigencias de la nueva evangelización.

928. "'Un instituto secular es un instituto de vida consagrada en el cual los fieles, viviendo en el mundo,
aspiran a la perfección de la caridad, y se dedican a procurar la santificación del mundo sobre todo desde
dentro de él'."

929. "Por medio de una 'vida perfectamente y enteramente consagrada a [esta] santificación', los miembros
de estos institutos participan en la tarea de evangelización de la Iglesia, 'en el mundo y desde el mundo',
donde su presencia obra a la manera de un 'fermento'. Su 'testimonio de vida cristiana' mira a 'ordenar según
Dios las realidades temporales y a penetrar el mundo con la fuerza del Evangelio'. Mediante vínculos
sagrados, asumen los consejos evangélicos y observan entre sí la comunión y la fraternidad propias de su
'modo de vida secular'."

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