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La pregunta por cuánta verdad somos capaces de tolerar. La pregunta por la honestidad,
es fundamental para que el conocimiento deje de estar bajo la perspectiva moralizante y
pueda empezar a tejerse en la sacralidad de la inmanencia y ya no de la trascendencia.
¿Por qué aparece desde el comienzo como un “deber ser” este intento de desarticular la
moral? Para que la honestidad sea posible, son dos caras de la misma moneda.
La moral es un artefacto, una ficción que produce efectos. Particularmente articula una
perspectiva bajo la cual el hombre va a entenderse a sí mismo y al mundo en el que
vive.
La crítica a la moral de los esclavos es tan fuerte, porque es muy fuerte (muy difícil de
romper) el circuito que produce. Si la pregunta de Nietzsche es por el ecosistema, por
las condiciones de posibilidad de la vida, entonces la moral azucarada y reblandecida es
muy peligrosa porque otorga alimento predigerido y arruina el estómago, impidiendo
nuevas formas de alimento-digestión.
(33) “Necesitamos una crítica de los valores morales, hay que poner alguna vez en
entredicho el valor mismo de esos valores- y para esto se necesita tener conocimiento
de las condiciones y circunstancias de que aquéllos surgieron, en las que se
desarrollaron y modificaron (la moral como consecuencia, como síntoma, como
máscara, como tartufería, como enfermedad, como malentendido; pero también la
moral como causa, como medicina, como estímulo, como freno, como veneno), un
conocimiento que hasta ahora ni ha existido ni tampoco se lo ha siquiera deseado.”
¿Qué tipo de moral tenemos ahora y qué tipos de consecuencias? ¿De qué es síntoma y
máscara y qué es lo que impide y al mismo tiempo permite (en tanto recompensas,
alimentos predigeridos)?
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El utilitarismo es señalado por Nietzsche como un modo contemporáneo (moderno) de
la moral de esclavos. La mayor cantidad de felicidad para la mayor cantidad posible de
hombres. Aquí lo bueno es lo útil. Implica una maquinaria administrativa, una forma de
calcular costos-beneficios y asignarlos con criterios universales, que igualen a todos los
hombres y, por lo tanto, impiden la creación de nuevos valores, que aruinarían la
administración utilitaria.
La “tabla de valores” de cualquier pueblo tiene que estar por encima de un criterio
utilitario universal. Por supuesto, habrá algún tipo de “útil” pero bajo los valores
dominantes de un colectivo o un individuo.
La debilidad de las ovejas está signada por su interpretación de las fuerzas activas como
amenazantes y es su hacer cotidiano el que reconfirma una y otra vez esa imposibilidad
de encontrar allí su gusto, su seducción. ¿Cómo puede una pequeña satisfacción pasar a
ser una gran satisfacción si no es extremando primero el valor en el que cree, pasando
de oveja a camello? ¿Pero qué hacer si ya no cree y solamente simula una creencia? Al
menos impedir que envenene lo que aparece como activo.
Entender que no hay sujeto (subjectum) de la acción, sino solamente acción, permite
reconfigurar más “fácilmente” de lo que pensamos aquello que somos. Si hay una
“sustancia” o un “sujeto sustancial” no hay experimento posible con el hombre. De ahí
que una concepción genealógica sea condición de posibilidad de apertura de políticas
más radicales en relación al hombre.
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Butler, J, El género en disputa, p. 84
“El reto que supone reformular las categorías de género fuera de la metafísica de la
sustancia deberá considerar la adecuación de la afirmación que hace Nietzsche en La
genealogía de la moral en cuanto a que «no hay ningún "ser" detrás del hacer, del
actuar, del devenir; "el agente" ha sido ficticiamente añadido al hacer, el hacer es
todo»." En una aplicación que el mismo Nietzsche no habría previsto ni perdonado,
podemos añadir como corolario: no existe una identidad de género detrás de las
expresiones de género; esa identidad se construye performativamente por las mismas
«expresiones» que, al parecer, son resultado de ésta.”
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Esa fuerza del olvido es interrumpida por (85) “un activo no-querer-volver-a-liberarse,
un seguir y seguir queriendo lo querido una vez, una auténtica memoria de la voluntad”.
Poder prometer implica recordar lo querido para poder seguir queriéndolo en el futuro,
disponer anticipadamente del futuro, entender de causas y efectos, poder calcular.
(85) “cuánto debe el hombre mismo, para lograr esto, haberse vuelto antes calculable,
regular, necesario, poder responderse a sí mismo de su propia representación, para
finalmente poder responder de sí como futuro a la manera como lo hace quien promete!”
(138) “¿Qué cosa ofende más hondamente, qué cosa divide más radicalmente que
el hacer notar algo del rigor y de la elevación con que uno se trata a sí mismo? Y,
por otro lado -¡qué complaciente, qué afectuoso se muestra todo el mundo con
nosotros tan pronto como hacemos lo que hace todo el mundo y nos «dejamos
llevar» como todo el mundo!”
Como máscara, pero sobre todo como forma de huir de la chatura del presente, para
proyectarse en un futuro, aunque sea incierto, porque es incierto y desmesurado. Porque
no se comienza por comprender la propia nueva medida, se llega a ella.
¿Cuáles son hoy las desmesuras, las risas que pueden disolver la “seriedad” de la única
razón triunfante?
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La disputa parece resumirse entre el “gran miedo” de la vida peligrosa y la combinación
de la “gran compasión” y la “gran náusea” del último hombre. Aquel que se
autodesprecia, pero no tiene la fortaleza para transformarla.
(179) “«¡Ojalá fuera yo otro cualquiera!, así solloza esa mirada: pero no hay
ninguna esperanza. Soy el que soy: ¿cómo podría escaparme de mí mismo? Y, sin
embargo, -¡estoy harto de mí!...» En este terreno del autodesprecio, auténtico
terreno cenagoso, crece toda mala hierba, toda planta venenosa, y todo ello muy
pequeño, muy escondido, muy honesto, muy dulzón.”
Hay que agregar la “actividad maquinal” y la organización gregaria. Y se pueden ver los
síntomas en el estado de la cultura, en el “mal gusto”, en la falta de honestidad. En los
“pensamientos positivos” que hoy se demandan. Y en todos los fraudulentos que
triunfan fácilmente.
Hay que poder despreciar los alimentos fáciles, la papilla predigerida (ascetismo, ayuno,
desierto) para que pueda ir constituyéndose un estómago, un espíritu. El creador
comienza como un despreciador y por eso es despreciado. Hay que atacar lo que triunfa.