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Esta directiva fue quizás el primer avance jurídico que permitió que las fuerzas
militares y de policía pudiesen ser más contundentes contra las organizaciones más
peligrosas y hostiles, dejando en manos no solo de la Policía Nacional atacar el
crimen organizado (bandas criminales) sino que pasaran a ser enfrentadas por las
fuerzas armadas en su conjunto, implicando que las operaciones contra ahora
llamados Grupos Armados Organizados GAO no requieren judicialización porque
se vuelven un objetivo militar, dando a entender que debido a la inoperancia de la
Policía Nacional frente a estos grupos se estaría militarizando la función Policial y
que a la luz del Derecho Internacional Humanitario (DIH), si un grupo es
delincuencial o armado, y según su definición, pueda ser perseguido por la Policía,
por las Fuerzas Militares o por las fuerzas armadas en conjunto.
Ahora bien, esta directiva no les da estatus político a las organizaciones criminales
bajo las tipologías de GAO (Grupos Armados Organizados) y GDO (Grupos
Delincuenciales Organizados), y dado a que su estructura se ajusta a lo que se
entiende en Derecho Internacional Humanitario (DIH) como una amenaza a la
seguridad del Estado, dota a las fuerzas Armadas y de Policía de una autonomía
que le permite combatir a estos Grupos Organizados a las luz de las normas del
DIH sin otorgarles un estatus político, el cual en cualquier momento estos grupos
pueden reclamar ese reconocimiento al considerar que el DIH va en doble vía, al
tener obligaciones y garantías.
Las organizaciones criminales que se quedan por fuera de la tipología de GAO, son
los llamados Grupos Delincuenciales Organizados (GDO), y que son definidos bajo
la convención de Palermo y en 3 protocolos; Delitos trasnacionales: trata de
personas, contrabando de migrantes y tráfico y fabricación de armas de fuego.