Вы находитесь на странице: 1из 5

LA LEYENDA DE EDIPO:

Layo (hijo de Lábdaco y biznieto de Cadmo), desterrado de Tebas por Anfión y Zeto, había
encontrado hospitalidad en el Peloponeso, en casa de Pélope, (cuya historia será contada en
otra ocasión).Pélope era rey de Pisa, estaba casado con Hipodamia y era padre, entre otros,
de Atreo, Tiestes y Crisipo (este ultimo hijo bastardo con una esclava).

Pero al cabo de algún tiempo, Layo traiciona la confianza y generosidad de Pélope


pervirtiendo al joven Crisipo (siendo además el primero en practicar amores contra natura). A
raíz de la muerte de Anfión, lo rapta y se lo lleva a Tebas. La actitud de los tebanos, que no lo
castigan por el rapto, será causa de la cólera de Hera (que por esa razón enviará desde los
confines de la Etiopía a la Esfinge).

Al enterarse de lo sucedido, Pélope maldice a Layo y los dioses deciden castigarlo en su


descendencia masculina. Finalmente, rescata a Crisipo, pero el joven muere a manos de sus
hermanos Atreo y Tiestes, celosos del afecto que Pélope profesaba al joven.

La maldición de Pélope sobre Layo tendrá terribles consecuencias, pues le pide a Zeus que
Layo no engendre ningún hijo y que si lo hiciese, muera a manos de él.

Una vez en Tebas Layo se casa con Yocasta, hermana de Creonte, y sube al trono. Pero el
oráculo le profetiza que se le prohíbe engendrar y que si lo hace, morirá a manos de su hijo
(se trata pues de un oráculo condicional). Por esta razón Layo no hizo uso del matrimonio
durante algún tiempo hasta que un día, embriagado por el alcohol, yace con Yocasta y
engendra un hijo.

Cuando Yocasta da a luz, para no mancharse las manos de sangre, deciden abandonar al
niño en el monte Citerón. Pero antes, Layo traspasa los tobillos de su hijo con unos clavos
(de ahí su nombre: Edipo, que significa “Pies hinchados”) para evitar que sea recogido.
Supone que nadie recogerá a un bebé malherido.

El niño es recogido por unos pastores de Pólibo, rey de Corinto, que deciden llevar al
bebé hasta su reina Mérope. Y ella, que carecía de hijos, se hace cargo del niño precisamente
por tener así los pies. De este modo, le sería más fácil evitar las sospechas de que el niño
fuera un expósito recogido.

Mérope cura los pies al bebé, pero decide ponerle Edipo en recuerdo del estado en que se lo
entregaron.

Y así, Edipo va creciendo en Corinto y pasa por ser hijo de Pólibo. Pero, siendo ya adulto,
un conocido le increpa, echándole en cara no ser hijo auténtico de los reyes de Corinto.
Angustiado ante tamaña acusación, interroga a Pólibo y Mérope, que se muestran indignados,
pero no le dan una respuesta satisfactoria.

Edipo decide entonces partir con el propósito de consultar el oráculo de Apolo en Delfos y
averiguar la verdad.

Cuando llega a Delfos, recibe una siniestra advertencia. Apolo le ordena no volver a su
patria, pues si lo hace matará a su padre y yacerá con su madre. Pero se muestra mudo ante las
insistentes preguntas de Edipo acerca de quienes son sus padres.

Al no obtener repuesta, Edipo entiende que sus padres son verdaderamente los que él tenía
por tales y ,tratando de que el oráculo no se cumpla, decido no volver a Corinto.

Pero he aquí que en su regreso de Delfos, se encontró con Layo en una encrucijada. Layo,
un hombre mezquino y soberbio, ordena de malos modos apartarse a Edipo y como éste no se
apresura a obedecer, mata a uno de sus caballos. Surge la trifulca y Edipo mata a Layo en
legítima defensa. A pesar de la advertencia del oráculo, Edipo no puede escapar de su destino.

Llegada a Tebas la noticia de la muerte de Layo, Creonte (hermano de Yocasta) ocupa el


trono en calidad de regente. Volverá a hacerlo después en varias ocasiones.

La Esfinge (que era un castigo de Hera por el secuestro impune de Crisipo) era un
monstruo con cabeza de mujer, cuerpo de león, cola de serpiente y alas de águila. La Esfinge
planteaba diariamente enigmas a los tebanos. Y como éstos no los conseguían resolver,
devoraba cada día a uno de ellos.

Creonte, que sabía por el oráculo que sólo se librarían de la Esfinge cuando alguien
resolviese sus enigmas, había prometido el trono de Tebas y el matrimonio con Yocasta a
quién encontrase la solución de los enigmas.

En esa angustiosa situación se encontraba Tebas,cuando llega Edipo huyendo de Corinto. Y


decide enfrentarse a la Esfinge.

Las adivinanzas de la Esfinge eran dos:”¿Quién es el ser que al amanecer camina a cuatro
patas, a mediodía sobre dos y al anochecer sobre tres?”.Edipo da la respuesta correcta “El
hombre, que en su infancia gatea, en su juventud camina erguido y en su senectud se apoya en
un bastón”.La Esfinge plantea la segunda “¿Cuáles son las hermanas que se engendran
mutuamente?”.Edipo vuelve a acertar “El día y la noche” (estas dos palabras son femeninas
en griego).

Kylix (copa de poco fondo) de hacia 470 a.C que representa a Edipo con sombrero
y cayado de viajero, y la esfinge en el camino hacia Tebas.
La Esfinge, desesperada, se arroja entonces desde un precipicio y termina de ser una plaga
para Tebas.

Edipo recibe, con arreglo a la promesa de Creonte, el trono y la mano de Yocasta,


casándose así con su madre y dando cumplimiento al oráculo. De este matrimonio incestuoso
nacieron cuatro hijos, que son a la vez hermanos de su propio padre y nietos de su propia
madre: dos varones, Etéocles y Polinices, y dos hembras, Antígona e Ismene.

Al ser Edipo rey de Tebas, una terrible peste se abate sobre la ciudad. Creonte fue
enviado al oráculo y volvió con una respuesta muy tajante: la peste sólo cesaría
cuando se vengara la muerte de Layo. Comienza entonces una larga investigación,
promovida por el propio Edipo que hace al autor del crimen objeto de las más
terribles maldiciones. Envió entonces en busca del adivino Tiresias y le pidió que
utilizase su clarividencia para esclarecer el asunto. Tiresias al principio se niega pero,
ante la insistencia de Edipo, le cuenta la verdad.
Edipo monta en cólera, acusa a Creonte y a Tiresias de conspiradores. Se interpone
entonces Yocasta que, tratando de convencer a Edipo de la falsedad de los adivinos, le dice
”¡Escucha esposo mío! Según un oráculo, mi primer marido Layo debía haber muerto manos
de su hijo. Pero fue asesinado por unos ladrones en una encrucijada. Y en cuanto a nuestro
hijo, fue atado por los pies y arrojado a un monte”.Pero aquellas palabras, lejos de consolarle,
enfermaron su mente con un terrible sospecha.

Se presentó entonces un mensajero de Corinto para comunicarle la muerte de Pólibo e


invitarle a tomar el trono del país. Este mensajero era el mismo hombre que un día lo
encontrara en el monte Citerón. Reveló al rey que era hijo adoptivo y las circunstancias en
que lo había encontrado.

Todas las dudas se habían desvanecido. Edipo por fin conocía la terrible verdad. Yocasta,
con un grito de dolor se aleja de su marido y se ahorca en su habitación.

Edipo tomó en sus brazos el cuerpo de su madre y le arrancó del pecho los prendedores de
oro que le sujetaban el vestido. Levantándolos en el aire, maldijo sus ojos y clavó las aceradas
puntas en ellos hasta atravesar el globo y hacer brotar un torrente de sangre. Ciego, pide que
lo presenten ante el pueblo como incestuoso y parricida. Pero los tebanos se compadecen de
su desdichado rey.

Entonces Edipo transfiere el trono a Creonte y solicita que se lo destierre del país que él ha
mancillado doblemente. Sus hijos, cuyo deber era ayudar a su padre, se apartan de él y lo
expulsan del palacio real de Tebas. Entonces Edipo les maldice deseándoles que se repartan el
reino en cruenta lucha. Sólo sus hijas se apiadaron de él. Ismene, por ser la menor, hubo de
quedarse en la casa para luchar por la causa de su padre y Antígona, la mayor, acompañó a
Edipo en su destierro, sirviéndole de lazarillo.

Edipo, cegado y errante, buscó asilo en Ática, junto a Teseo, que lo acoge con bondad.
Finalmente murió en la aldea de Colono y un oráculo declaró que el país donde reposara sería
bendecido por los dioses, en redención por haber delinquido involuntariamente. Al
saberlo, Eteocles y Polinices (que se matarían mutuamente en combate) reclamaron
sus cenizas pero Teseo se las negó.

Otra leyenda griega


ECO Y NARCISO:
Por las tierras de Beocia corren las aguas de Cefiso, dios y río. Ninguna ninfa podía
pasear por sus márgenes porque el insaciable Cefiso, en cuanto la veía, trataba de
envolverla en su torrente.
Así ocurrió con la oceánide Liriope que, en un día de verano, paseaba
despreocupada junto al río cuando, de repente, las aguas se irguieron, la enlazaron en
un abrazo y la poseyeron con repentina pasión.
Durante meses, la pobre Liriope llevó dentro de sí el fruto de aquel amor no
deseado.
No obstante, cuando su hijo nació, el rostro de Liriope volvió a llenarse de alegría.
El niño se llamó Narciso (Nárkissos) y era muy bello.
Liriope, queriendo saber su futuro, fue en busca del adivino ciego Tiresias, el cual
respondió “Tendrá una larga vida mientras no llegue a observarse”.
Nadie entendió entonces las misteriosas palabras del vidente tebano...
El poderoso Zeus no podía dejar el Olimpo ni un solo momento porque sufría la
estrecha vigilancia de la celosa Hera, su esposa, que le impedía así descender a la
tierra en busca de amores.
Cansado de esta situación, Zeus va en busca de la ninfa Eco, famosa en el arte de
conversar, para que entretuviese a Hera mientras él bajaba a la tierra.
Eco no pudo negarse. Y así fue como conoció a Hera y conquistó fácilmente su
estima y confianza, contándole infinidad de historias de ninfas y mortales.
Durante largo tiempo, los relatos de Eco consiguieron distraer a Hera,
manteniéndola apartada de los pasos de su marido.
Pero un día, la diosa sospechó que algo le escondía la amable parlanchina. Y
comenzó a investigar hasta que descubrió la artimaña.
Vociferando su cólera, Hera se volvió contra la pobre Eco y la castigó privándola
de la voz “¡Esa lengua engañadora no tendrá a partir de ahora más que un débil poder
y tu harás de la palabra un uso limitado!”-le gritó.
Desde ese momento a la Ninfa solamente le estaba permitido repetir las frases
pronunciadas por otros.
Despavorida por tan terrible castigo, Eco intentó pedir perdón, pero de su garganta
no salió ningún sonido. Enmudecida, abandonó el Olimpo y volvió a los bosques,
llorando su pena.
Dos ninfas, al verla tan triste, se aproximaron a ella para contarle sus historias
amorosas. Pero Eco, entre lágrimas, sólo podía repetir lo que ellas decían. Había
quedado reducida a imitar el fenómeno sonoro de la palabra.
Muda y solitaria, Eco vagaba por los campos pensando en lo cruel que había sido
Hera con ella. De repente, una figura aparece ante ella: Narciso.
Eco no puede creer que alguien pueda ser tan hermoso. De pronto, siente que está
enamorada. Es la culminación de su desdicha.
En cuanto a Narciso, al ver a la joven huye. No desea el amor de nadie.
Eco lo persige. Muchas veces logra alcanzarlo. Pero no puede expresarle su amor.
Un día Narciso se distancia de sus compañeros de cacería. Grita “¿Hay alguien
ahí?”
Entre los arbustos, la pregunta se desdobla. Es la respuesta de Eco tratando
inútilmente de decirle que era ella y que estaba llena de amor por él.
Narciso, sorprendido, mira hacia todas partes .Entonces grita “¡Vengan!”.Y la
misma voz repite su llamado.
El joven busca entre los arbustos, los árboles y las flores.”¿Porqué huyes de mí?”.Y
en el bosque, Eco responde “¿Porqué huyes de mí?”.
En ese desconcierto, los dos jóvenes continúan vagando por la foresta, hasta que
Narciso grita “¡Reunámonos!”
Repitiendo la invitación, que cree para sí, Eco sale de su escondite y se aproxima a
su amado. Trata de envolverlo en un tierno abrazo.
Narciso se desprende de sus afligidas manos, se yergue de un salto y huye.
Avergonzada y desesperada, la ninfa se esconde en la vegetación y se cubre el
rostro con hojas para que no se vean sus lágrimas. El dolor y el sufrimiento se
ensañan en su cuerpo. Eco adelgaza. Se arruga. Sus huesos toman la apariencia de
piedras y se transforma en una roca. Solamente la voz de los demás, reflejada en su
garganta invisible, resuena en el aire.
Así como Eco, muchas otras ninfas habían amado a Narciso. Una de ellas,
indignada ante la indiferencia del joven, elevó a los Inmortales una terrible maldición
“¡Que él también ame algún día y no pueda poseer el objeto de su deseo!”
Némesis, diosa de la venganza, oyó la súplica y atendió al pedido, guiando los pasos
de Narciso hasta la fuente fatal.
Exhausto de huir de la ninfa que lo perseguía, Narciso cayó de bruces al margen de
las aguas para saciar su sed. Entonces, vio reflejado en aquel cristalino espejo un
rostro hermoso que le arrebató el corazón.
Arrobado, Narciso sonríe a la imagen y recibe otra sonrisa igual. Hace una seña y el
agua le devuelve el gesto.

Juzgándose correspondido en su amor, el joven extiende una mano para tocar el


rostro amado. Pero la imagen se deshace en círculos, huyendo de él.
Ahora el bello Narciso sabe lo que es la pasión sin respuesta. Amargas lágrimas
corren por sus mejillas. Con voz entrecortada, maldice a la responsable de su
desdicha.
Se acuerda entonces de la dulce Eco. Conoce ahora el dolor de su soledad.
Junto a la fuente, el hijo de Liriope deja de comer, de beber, no puede descansar
más. Poco a poco desfallece hasta quedarse inmóvil, sin vida, sobre la hierba.
Entra entonces en la oscuridad de los Infiernos donde, de bruces, cae de nuevo ante
la laguna del Estigia, buscando la imagen adorada.
Mientras, en el lugar de su muerte, nace una aromática flor amarilla y blanca: el
narciso.
Sólo entonces, Liriope comprendió las oscuras palabras de Tiresias.

Вам также может понравиться