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MESA 28

Empresarios de América Latina:


estudios de caso y confrontación de ideas

Estado y empresarios en torno a un proyecto industrial conflictivo.


La planta fabril de ALPAT

Lic. Graciela Pampin


FCE – UBA/UNTref
gpampin13@yahoo.com.ar

1. Presentación

La soda solvay (o carbonato de sodio) se constituyó desde fines del siglo XIX en un
insumo imprescindible de diversas actividades fabriles: producción de vidrio, jabón, papel,
textiles, alimentación, cuero, metalurgia y tinturas, entre otras.1 La creciente actividad de esas
ramas en el país originó una demanda de importaciones de ese insumo que fue creciendo a lo
largo de décadas. En ese sentido, la demanda de soda solvay presentaba las mismas
características que el de numerosos otros insumos básicos en nuestro país durante el proceso
caracterizado por la sustitución de importaciones iniciado en los años treinta; naturalmente, a
medida que el proceso avanzaba y las divisas mermaban o se dificultaba su obtención aparecían
con mayor énfasis las preocupaciones en torno a la posibilidad de producirlos localmente. Así,
la posibilidad de producir soda solvay se volvió una de las preocupaciones de los diferentes
gobiernos durante, al menos, los últimos cincuenta años.
Diferentes actores sociales participaron en los estudios de factibilidad, en los criterios
de promoción y de las condiciones de financiamiento, pero también muchos de ellos
obstaculizaron e imposibilitaron la concreción de los diferentes proyectos encarados a lo largo
de un sinuoso y complejo proceso para la producción de soda solvay. El Estado, los técnicos,
los empresarios, los importadores y los intelectuales, de manera no siempre lineal y muchas
veces conflictiva, fueron actores destacados en este proceso.
Este trabajo analiza en primer lugar los debates y la posición de los diferentes actores
sociales, fundamentalmente el Estado, respecto de la posibilidad de producir la soda solvay en
nuestro país. Luego, presenta los años iniciales de la puesta en marcha del único proyecto
aprobado para su fabricación local, el de Álcalis de la Patagonia SA, su implementación en un
marco de inestabilidad política y por ende con un buena cuota de indefiniciones estatales y
empresariales. Finalmente, analiza el comportamiento empresarial, sus vinculaciones con el


Este trabajo es parte de un proyecto de investigación UBACYT sobre el sector industrial dirigido por el Dr.
Marcelo Rougier. Agradezco los valiosos comentarios sobre esta comunicación del Ing. Jorge Schvarzer y del
director del proyecto.
1
En 1861 Ernest Solvay creó un proceso basado en una serie de reacciones químicas, con el uso la sal común, la
caliza (o el carbonato de calcio) y el amoníaco como materias primas, cuyo resultado el carbonato de sodio y sus
derivados (bicarbonato y sesquicarbonato de sodio) Si bien el método Solvay ha sido objeto de críticas debido a
sus efectos contaminantes, el 80% de la producción mundial del carbonato de sodio se realiza mediante este
proceso.
poder político y la estrategia adoptada para permanecer al frente de un negocio que sólo
concretaría su producción después de más de treinta años.
El trabajo concluye tratando de arrojar un poco de luz sobre la particular relación entre
el Estado y los empresarios en un contexto de gran incertidumbre ambiental y se constituye en
un caso paradigmático del fracaso de la consecución del desarrollo en la Argentina.

2. Veinte años de indefiniciones

2.1 Estudios y proyectos

En los años cuarenta, el Estado avanzó tímidamente hacia la consolidación del


crecimiento industrial. Diversos organismos estatales fueron los encargados de estudiar,
promover o inhibir el impulso a la producción de algunos bienes industriales; en esa época, la
posibilidad de producir localmente soda solvay comenzó a discutirse ante el crecimiento de las
ramas que utilizaban este insumo.
La Dirección General de Fabricaciones Militares (DGFM) adquirió relevancia en la
valorización de las ramas del sector industrial que debían promoverse. En principio la DGFM
suponía que ciertos insumos importados podían ser sustituidos con productos nacionales y,
fundamentalmente, aquellos que consideraban estratégicos para la defensa nacional, a través de
compañías mixtas que utilizaran materias primas de origen local. La soda solvay no constituía
estrictamente un insumo estratégico; sin embargo, en 1946 se comenzaron a realizar estudios
para determinar las posibilidades de producirla en Argentina.
Luego de la muerte de Savio en 1948 y en particular después de la crisis económica de
1949, la DGFM se orientó más a la producción de bienes de uso civil que antes se importaban y
menos de aquellos que previamente consideraba “estratégicos” como parte de los objetivos
militares. Como consecuencia de esos cambios de orientación, en 1951 el organismo resolvió
discontinuar el proyecto de producción de soda solvay ya que éste “no constituía un objetivo de
defensa nacional”.2 La paradoja de esta decisión se explica en parte por las restricciones
presupuestarias en esa particular circunstancia y, en parte, por las presiones de los grupos
importadores de ese insumo aunque la proporción asignable a ambos resulta difícil de
establecer. Lo cierto es que el impulso a la producción de soda solvay por parte de
Fabricaciones Militares quedó trunco, sólo se limitó a la realización de estudios de factibilidad,
y a apuntalar otros rubros del sector industrial aunque con un éxito limitado.3
Un conflicto de intereses aparecía en ciernes que, como se verá, permanecerá a lo largo
de todo el proceso. La principal industria que utiliza la soda solvay como insumo insustituible
es la del vidrio pero algunos de estos productores también se encargaban de la importación y
comercialización de este insumo; esto es, mantenían el monopolio de la importación y
comercialización del carbonato de sodio que luego distribuían a productores menores o de otras
ramas.4
2
DINIE, Reseña de las actividades del organismo, 1955-1958, p. 91.
3
Véase al respecto, Belini (2007).
4
En ese entonces el principal importador era la empresa VASA, dedicada a la producción de vidrio plano desde
1938, vinculada a la británica Pilkington principal distribuidora de soda solvay a nivel mundial; la producción
local difícilmente podría competir con los costos de producción. VASA consumía entre el 10 y el 15% del total del
carbonato de sodio importado. Otras consumidoras importantes eran Cristalerías de Cuyo, Rigolleau, entre otras.
En los años cincuenta, la coyuntura económica se había modificado y, en consecuencia,
también las orientaciones del Estado respecto del sector industrial. Las crisis del sector externo
y la insuficiencia de divisas impulsaron nuevas búsquedas para sustituir importaciones, ya no
de bienes finales. En esta década adquiere especial relevancia la participación de DINIE que
con el objetivo de formar un centro químico integrado en la región patagónica, retomó y
profundizó los estudios precedentes. Si bien la DINIE consideraba que “no existe en el país una
región con condiciones óptimas para una fábrica de soda solvay”; la decisión política basada en
la necesidad de contar con ese insumo clave para el sector industrial llevó a la conclusión que
varias regiones de nuestro país presentaban “condiciones aceptables para instalar una planta
destinada a satisfacer la demanda interna a precio razonable”. También se resaltaba la
necesidad de producir álcalis considerando que era un “punto capital en el desarrollo de nuestra
industria química”, justificándolo en el hecho que se podía producirlo utilizando materias
primas nacionales y en el incremento de la demanda de soda solvay en el mercado interno. 5 El
Segundo Plan Quinquenal reforzó la idea de producir soda solvay al poner directamente en
manos de la DINIE la ejecución de varios proyectos vinculados con el sector químico, como
por ejemplo los centros químicos de San Nicolás y Patagonia; con ese objetivo, el Estado creó
la Comisión Nacional de Álcalis.
A comienzo de los años cincuenta la DINIE elaboró tres proyectos, buscando la
localización más favorable para la instalación de la planta (acceso a la materia prima, cercanía
a los mercados consumidores, y costos de producción). Los cálculos de inversión se establecían
en base a la producción mínima, que para 1952 era precisada en 60.000 toneladas de soda
solvay y 20.000 de soda cáustica por año; las proyecciones estimaban para mediados 1954 la
demanda llegaría a 80.000 toneladas de soda solvay, 20.000 de soda cáustica y 8.000 de
bicarbonato de sodio6. La inversión calculada era de U$S 9 millones, de los cuales el 60%
serían divisas por la necesidad de importación de maquinarias y equipos; este esfuerzo de
inversión se justificaba en el hecho de que la planta generaría en menos de dos años un ahorro
de divisas equivalente al invertido; así, en un corto plazo se recuperaba la inversión y a partir
de allí se lograba un ahorro de divisas al sustituir el total de las importaciones crucial para la
política económica del gobierno.
El Estado avanzaba en definiciones más concretas que solo encontraban el silencio de
los empresarios nacionales capaces de invertir en el sector; en cambio, los empresarios
extranjeros, estimulados por la nueva legislación sobre inversiones, realizaron dos ofertas. La
primera se encontró nuevamente con las presiones de los importadores que frenaron el
proyecto. La segunda provenía de cuatro empresas (Asahí Glass Co, Krebs et Cie, SECO SA y
Techint SACI) que coincidió prácticamente con el golpe militar que derrocó al gobierno
peronista, lo cual provocó su frustración repentina
Poco después la DINIE presentó un informe ante el Ministerio de Industria en donde se
analizaban las formas de instalación y explotación posibles y sugería una sociedad mixta en
donde el capital público estuviera representado por DINIE y el capital privado por una sociedad
anónima constituida por los usuarios, los empresarios proyectistas y los constructores. Esta
propuesta coincidía con la función de promoción industrial contenida en los estatutos de la
institución, implicaba una garantía y seguridad en la ejecución para las inversiones privadas, y
contemplaba los intereses de los usuarios. A su vez, preveía el retiro del Estado de la sociedad
Sobre la importancia de VASA en el mercado local véase Rougier (2007).
5
DINIE, Reseña de las actividades del organismo, 1955-1958, p. 91.
6
En rigor, las importaciones fueron de 47.000 toneladas en 1953, de 53.000 al año siguiente y superaron las
90.000 en 1955.
una vez que la empresa estuviera consolidada y funcionando normalmente. También planteaba
la “necesidad imperiosa” de acelerar el proceso tendiente a la fabricación de soda solvay en el
país y resolver el problema del monopolio sobre la importación y comercialización de ese
producto, y reconocía la función del Estado como partícipe necesario, no solo como regulador
sino como inversor, productor y garante de la promoción del sector industrial en su conjunto.
No obstante estas definiciones, el proyecto no prosperó por razones que se desconocen,
pero entre las que no debieron estar ausentes las presiones de los importadores y las
dificultades burocráticas derivadas de la inestabilidad institucional, que ponía en discusión el
propio rol de la DINIE, e incluso su existencia. El proceso político subsumía al económico y
retrasaba las posibilidades de desarrollo.
Hacia fines de 1957, la DINIE realizó un último intento para impulsar la fabricación de
soda solvay en el país proyectando su instalación en San Nicolás, en la planta de la Destilería
de Alcohol Anhidro.7 A pesar de sus ventajas, este proyecto tampoco prosperó y no fue siquiera
mencionado más tarde.
En 1958, la DINIE calculaba un consumo mínimo de soda solvay superior a las 60.000
toneladas anuales, equivalente a alrededor de U$S 3,5 millones; el 60% de esa demanda se
originaba en el sector del vidrio y el resto en cerámica, textil e industrias extractivas, entre
otras; y estimaba que, en un contexto de crecimiento industrial sostenido, para 1960 el
consumo mínimo de soda solvay rondaría las 90 o 100 mil toneladas.
Durante el gobierno de Frondizi el impulso a la producción de insumos químicos
industriales, entre ellos la de soda solvay, parecía tomar un nuevo impulso. A fines de 1959 el
decreto 16.970 preveía la instalación de una planta con capacidad para producir 200.000
toneladas anuales de soda solvay, 47.400 de soda cáustica y 9.000 de bicarbonato de sodio.8
Durante casi dos décadas el Estado nacional había estudiado e intentado un camino no
del todo lineal, primero tímido y luego más decidido aunque no sin contratiempos, orientado a
profundizar el proceso de sustitución de importaciones. Las indefiniciones para la producción
de soda solvay tuvieron diversas causas pero en ese proceso el capital privado no solo no había
acompañado ni tomado la iniciativa sino que, en algunos casos, las había obstaculizado. Ahora,
al parecer el Estado estaba determinado a impulsar la producción de este insumo sumando al
capital privado.

2.2 Empresarios, técnicos y política

Unos años después a la propuesta frondicista, la Compañía Industrial de Álcalis SA


(CIDASA) se presentó ante el Departamento de Inversiones y Radicaciones dependiente del
Ministerio de Economía con la propuesta de instalar una planta en San Antonio Oeste donde
realizaría “las obras complementarias para el complejo industrial como el puerto, un acueducto
para el transporte de sal diluida de las salinas El Gualicho para el uso industrial y de la

7
Con respecto a los proyectos anteriores, San Nicolás tenía ciertas ventajas: requería menores inversiones de
capital (lo cual era más atrayente para los inversores privados e incluso para el Estado), tenía menores costos de
producción (que garantizaba competitividad en el mercado interno), mayor seguridad en el aprovisionamiento de
materias primas (que a su vez influía en el costo), menor tiempo de instalación (que coincidía con las urgencias
derivadas del estrangulamiento externo), fabricación de gran parte de los equipos en las empresas pertenecientes a
la DINIE (lo que evitaba el drenaje de divisas en bienes de capital), y requería del exterior sólo la asistencia
técnica y la dirección de fabricación de equipos, montaje y puesta en marcha (ya que era un tipo de producción
inédita en nuestro país).
8
En ese mismo año el ingeniero Osvaldo Renato Dagnino hizo su primera aparición en San Antonio Oeste.
población de la zona y una usina productora de electricidad para igual destino, etc., obras estas
que beneficiarían al progreso de la zona tan estacionada desde hace muchos años.” 9 La
inversión estimada era de alrededor de U$S 25 millones sólo para el complejo industrial, los
trabajos comenzarían en 1963 y para 1965 la planta ya estaría en condiciones de
funcionamiento. Si bien se calculaba que debido a los costos de producción y el traslado hasta
los principales centros de consumo el precio final de la soda solvay sería un 10% superior al
producto importado, ello se justificaba en el hecho de que este precio se reduciría a medida que
las inversiones iniciales fueran amortizadas pero fundamentalmente en el hecho de que, acorde
a los lineamientos del gobierno, “se producirá un importante ahorro de divisas, y los ingresos
fiscales compensarán con exceso los producidos por las imposiciones a la importación”. 10 Los
empresarios privados parecían acompañar al Estado en la consolidación del proyecto industrial
del gobierno.
El proyecto de CIDASA se enfrentó a un conjunto de avatares negativos. El gobierno
desarrollista sucumbió frente a un nuevo golpe de estado. La política monetaria y fiscal del
nuevo gobierno fue fuertemente restrictiva y la intensa devaluación que se aplicó castigó
duramente al sector industrial. La crisis productiva y la caída del consumo se extendieron a lo
largo de 1962 y 1963 paralizando todos los proyectos de inversión que estaban en marcha. La
recesión dejó paso al crecimiento económico en 1964 y 1965 en el marco de un nuevo gobierno
radical pero eso no impidió que el proyecto de producción de soda solvay encontrara nuevos
contratiempos. En particular pesaría fuertemente el diagnóstico negativo que la CEPAL, cuya
influencia en la orientación de la nueva política económica era decisiva, tenía acerca de las
posibilidades de fabricación de soda solvay en nuestro país.
Un informe realizado en 1966 por ese organismo sobre la industria química en América
Latina destacaba la necesidad de desarrollar específicamente los álcalis sólidos, y profundizar
así el proceso de sustitución de importaciones atendiendo especialmente a los insumos
necesarios para un sector industrial en constante crecimiento en gran parte de la región. Este
informe justificaba, a partir de la existencia de recursos naturales y la importancia del mercado
interno, la instalación de dos plantas productoras de soda solvay en Latinoamérica en un plazo
no mayor a cinco años y con una capacidad de producción entre 160.000 y 240.000 toneladas
anuales, para ser ampliada en 1975.11
La CEPAL analizó los proyectos para la producción de soda solvay en Argentina y
destacó que la propuesta encabezada por CIDASA tenía varios inconvenientes (la lejanía de los
centros de consumo y de la materia prima que incrementaba los costos, la carencia de mano de
obra en la región y la falta de infraestructura).12 Por otro lado, también se analizaron proyectos
en otras regiones (Puerto Madryn, Comodoro Rivadavia, San Luis, Córdoba, Bahía Blanca y
Malargüe). Ninguno de ellos presentaba condiciones óptimas para la instalación de una planta
productora de soda solvay, pero los dos últimos junto con el de San Antonio Oeste estarían en
condiciones similares y mejores que el resto. En todos, se destacaba que los altos costos de
transporte sobre el traslado de la materia prima y del producto final hacia los centros
consumidores tendrían una incidencia importante sobre el costo del producto terminado (el
10% del valor del producto sería el costo de transporte hacia Buenos Aires). De todas formas, si
consideramos que el precio final sería en promedio de U$S 71,5 por tonelada con una
9
Vaquer (1968), p. 313.
10
Vaquer (1968), p.313.
11
CEPAL (1966), p. 18. Los otros países en consideración para ubicar una planta de soda solvay eran Brasil,
Colombia, Chile, México y Venezuela.
12
Para un análisis más detallado véase Pampin (2007);
producción de 200.000 toneladas anuales de acuerdo al proyecto, la soda solvay producida
localmente sería competitiva con los precios internos del producto importado (105 dólares por
tonelada) pero no con los precios internacionales (entre 33 y 34 dólares por tonelada precio
CIF), por lo que difícilmente se podría exportar aunque esa alternativa no estaba en las
perspectivas a corto plazo.13
Si la CEPAL desaconsejaba la instalación de una planta productora de álcalis en nuestro
país, ello no significaba que el proyecto de CIDASA fuera inviable (máxime teniendo en
cuenta que su producción se dirigiría al mercado interno), sino que se priorizaba la radicación
en otros países que reunieran ventajas comparativas en el marco de un proceso creciente y
deseado de integración del comercio latinoamericano.
Pero desde la óptica nacional, el crecimiento del sector industrial, las dificultades para
obtener divisas necesarias para la importación de insumos y un marco teórico que marcaba las
necesidades de profundizar el proceso sustitutivo atendiendo principalmente a las ramas
proveedoras de insumos y bienes de capital, ponían en un segundo plano las consideraciones de
la integración latinoamericana y priorizaba las necesidades locales. El proyecto debía avanzar
de todos modos. Los datos objetivos eran evidentes y mostraban la necesidad de producir
localmente un insumo tan importante para varias ramas del sector industrial. Argentina no tenía
producción local de soda solvay y por lo tanto dependía totalmente de la importación, la cual
había crecido desde 1953 (aunque con algunas fluctuaciones) y se preveía un crecimiento aún
mayor para los próximos diez años.14

2.3 Intelectuales y protagonistas

A mediados de los años sesenta se profundizaron los debates acerca de cuál sería la
mejor estrategia de desarrollo en nuestro país. El avance del proceso sustitutivo había mostrado
límites concretos y, en la concepción de la época, era el momento adecuado para avanzar hacia
una nueva etapa que profundizara esa estrategia. Más allá de sus diferencias, algunos
intelectuales preocupados por esos temas insistían en destacar ciertos problemas estructurales
de la industria local que debían ser solucionados: en particular se señalaba que a medida que
crecía, el sector manufacturero necesitaba bienes de capital e insumos más complejos y
diversificados; la producción a escala se veía dificultada con un mercado interno reducido y,
peor aún si no se consideraba la posibilidad de exportar; la alta protección no había logrado una
eficiencia industrial como la de los países desarrollados.15
Los analistas coincidían en la necesidad de impulsar “un proceso de especialización en
un esquema abierto que permitiera por vía de la exportación industrial generar un plus de
recursos externos indispensables para mantener la expansión de las importaciones y el
crecimiento industrial.”16 Entre ellos, Aldo Ferrer proponía la creación de grandes plantas que
permitiesen operar con economías de escala para abastecer al mercado local y a su vez tuviesen
capacidad exportadora, teniendo en cuenta los recursos nacionales y una importante presencia
del Estado.
Estos intelectuales no debatían en el desierto; en efecto, la política económica recogía
estas ideas y una serie de decretos estimulaba (a través de franquicias impositivas, créditos a
13
CEPAL (1966), p. 9
14
Las importaciones de soda solvay sumaron U$S 5.454.600 en 1959 (año de máxima importación) y U$S
3.498.000 en 1964.
15
Un análisis detallado sobre los debates de la época véase Rougier (2004).
16
Rougier (2004) Pág. 65.
largo plazo, avales y garantías del BIRA, entre otros) la inversión nacional, en regiones
alejadas a la Capital y orientada hacia la producción de bienes o ramas estratégicos
(petroquímica, siderurgia, etc.). Estos proyectos comenzaron a tener ejecución a fines de los
años sesenta aunque no siempre serían acompañados por el sector privado.17
Por otro lado, los debates también se llevaban a cabo entre los empresarios, algunos
bregaban por la profundización de la sustitución de importaciones de los productos químicos
pero muchos de ellos sólo se quedaban en declamaciones. La profundización del proceso
sustitutivo en un marco de una política económica errática sin una orientación del todo clara
generaba perspectivas poco definidas entre los empresarios en cuanto al comportamiento del
mercado interno; la inestabilidad de la rama química generaba serios inconvenientes ya que era
un insumo muy importante del sector industrial y sus productos de muy difícil colocación en el
mercado internacional por carecer de precios competitivos, por lo tanto ante la caída de
demanda en el mercado local difícilmente las exportaciones constituyeran una alternativa como
ocurría en otras ramas o actividades.
Los empresarios dedicados a la producción de bienes químicos industriales planteaban
diferentes problemáticas y perspectivas de acuerdo al producto químico que elaboraban, pero
todos reconocían en la soda solvay un producto fundamental de la industria aun cuando
ninguno avanzaba en la posibilidad de incursionar en la producción nacional ya que era
considerada antieconómica y en peligro de ser desplazada por la aparición de bienes
sustitutivos. Arturo Edbrooke, presidente de Duperial (productor de ácido sulfúrico y tartárico y
anhídrido ftálico), señalaba que “el factor más importante para instalar una industria de soda
solvay es contar con sal y piedra caliza muy accesibles, si se dan esas condiciones es posible
elaborarla a bajo costo. No se sabe si esas condiciones están dadas en la Argentina (…) todo
tiene que ser muy fácil y muy barato; de lo contrario, obviamente, los consumidores no tendrán
interés en un producto nacional si es más caro que el importado.”18
Difícilmente este empresario desconociera los estudios y proyectos que aquí se han
detallado, como así las posibilidades reales de producción que aunque no fuese competitivo a
nivel internacional su precio en el mercado interno sería menor que el del producto importado.
“Muy fácil y muy barato” resume sus verdaderas inquietudes que podrían ser traducidas en
inversiones seguras y con poco riesgo, o la declaración era parte de las presiones que se hacían
sentir sobre el Estado para obtener mayores beneficios.
Sin embargo, al parecer, pudo más la declamación de los intelectuales y las necesidades
impuestas por el desarrollo económico que la desidia que manifestaba el paso cansino de los
empresarios. Las reticencias de la iniciativa privada, la “presión intelectual” que actuaba como
sustento teórico y las necesidades impuestas por el desarrollo económico llevaron a que el
Estado, hacia fines de los años sesenta, avanzara de manera más decidida hacia la producción
de soda solvay en el ámbito nacional.

3. Del dicho al hecho…

17
Las características generales de este proceso fueron destacadas por Schvarzer (1996), pp. 272 y ss.
18
Competencia (1969) p. 22.
3.1 El proyecto en marcha: el surgimiento de ALPAT

En 1969 se creó el “Fondo de Contribución para el Desarrollo del Carbonato de


Sodio”.19 Los recursos que se destinaron a este Fondo provinieron de lo recaudado en concepto
de contribución especial sobre las recaudaciones de las importaciones de carbonato de sodio
neutro puro e impuro y fueron administrados por el BIRA.
El gobierno consideró necesario llamar a licitación para promover la instalación de una
sola planta y otorgarle “al mejor proyecto los incentivos promocionales y la participación
financiada”.20 Se intentó buscar la localización óptima y por las dimensiones del mercado
interno el empleo de modernas tecnologías en una planta con escala no inferior a la utilizada en
los países más avanzados en la materia.
El apoyo financiero por parte del Estado se justificaba en la fuerte inversión de capitales
necesaria para llevar adelante un proyecto como el planteado y, en consecuencia, la clara
desventaja que tendrían los capitales nacionales frente a los extranjeros para incursionar en el
sector. Al mismo tiempo como el Estado realizaría un aporte significativo también preveía
capitalizar la empresa con el fin de mantener una adecuada relación entre capital y deuda,
limitándose a la suscripción de acciones preferidas sin derecho a voto (que se rescatarían en un
“tiempo prudencial”), con lo cual el Estado no tendría intervención en su administración.
En febrero de 1970 el gobierno nacional aprobó el pliego para la realización de un
primer llamado a concurso internacional de proyectos para la instalación de una planta de soda
solvay, cuya capacidad de producción no debía ser inferior a las 200.000 toneladas anuales.
Entre las condiciones a tener en cuenta para la selección del proyecto se destacaban: inversión
total e inversión por tonelada de capacidad instalada; inversiones necesarias en infraestructura
(privada o estatal); costo de los insumos principales; estructura financiera y costo de
financiamiento; costo de ingeniería y tecnología. Por otro lado, se establecía que la empresa
adjudicataria no debía tener ningún impedimento contractual para realizar exportaciones ya que
se preveía un excedente de producción debido a la demanda acotada (aunque creciente) del
mercado interno.
A mediados de ese año, se realizó la apertura del concurso público internacional al que
se presentaron tres propuestas: Álcalis de la Patagonia SA (en adelante ALPAT), constituida
unos meses antes (con base en San Antonio Oeste, Río Negro), Álcalis Argentina (que proponía
Mar Chiquita, Córdoba), y Malargüe Álcalis (en Malargüe, Mendoza). Las tres firmas basaron
sus propuestas para la producción de carbonato de sodio en el proceso Solvay. Recién en enero
de 1972 (un año y medio después) el decreto 461 rechazó todas las propuestas por no reunir los
requisitos mínimos exigidos y declaró desierto el concurso.
En una segunda licitación realizada en 1972, se presentaron Ferrostaal (una empresa
alemana), ALPAT (de capitales locales con participación de CIDASA) y Tata Chemicals (de la
India). La mejor oferta provino de ALPAT, pero el Estado exigió para su adjudicación que la
firma ganadora incorporara la participación de las otras dos firmas presentadas.
Finalmente, ¿se verían cristalizados los resultados de los debates de la década previa y
de tantos estudios y proyectos? Las ideas de Ferrer al parecer se habían puesto en marcha.
ALPAT y el Estado nacional celebraron un contrato que tendría una vigencia de trece
años y un presupuesto total de inversión de U$S 36,8 millones (U$S 35 millones en inversiones
fijas y U$S 1,8 millones en capital de trabajo). El acuerdo también estableció la localización de

19
PEN, Ley 18.518, 31 de diciembre de 1969.
20
PEN, Decreto 8.566, 31 de diciembre de 1969.
la planta en San Antonio Oeste, provincia de Río Negro, en terrenos cedidos por el gobierno
provincial; una capacidad mínima de producción de 200.000 toneladas por año; tecnología de
avanzada en el método Solvay; y, garantía de calidad a nivel internacional de los bienes
terminados en la planta.21 A los treinta meses de la celebración del contrato (a mediados de
1975) la planta debía estar funcionando en, al menos, un 80%.22
ALPAT debía utilizar materias primas nacionales y proveerse de energía eléctrica, como
así también debía realizar las instalaciones necesarias para las operaciones de carga y traslado
hasta el puerto de San Antonio Oeste y para la evacuación de efluentes industriales cuidando
las condiciones ecológicas de la región. El contrato también establecía que la empresa
destinaría su producción al mercado nacional y el remanente a la exportación. Por su parte el
Estado se comprometía a tomar medidas para que el carbonato de sodio importado no
compitiese con el nacional, si éste último abastecía el mercado local, cumplía con normas de
calidad internacional y tenía precios “razonables”.
La inversión inicial estimada en maquinarias y equipos era de U$S 19,5 millones, de los
cuales el 30% debía ser destinado a la compra de bienes nacionales y el 70% podrían ser
destinados a bienes de capital nuevos importados.23 Por otro lado, se establecían una serie de
beneficios impositivos para la firma: exención impositiva, exención del impuesto a las
ganancias y del impuesto de sellos, entre otros. Este conjunto de medidas suponía el impulso al
sector y la garantía de la implementación del proyecto en el corto plazo.24
En definitiva, el capital de ALPAT quedó conformado por Tata Chemicals Ltda. (U$S 3
millones), Ferrostaal AG (U$S 1,5 millones) y CIDASA (U$S 5 millones); ésta última empresa
debía mantener el 60%, por lo menos, del paquete accionario por ser considerada una sociedad
local.25 Además de ser partícipe en el capital, Ferrostaal era la contratista para la construcción y
el financiamiento de la importación de bienes y servicios por los U$S 13,1 millones que
avalaba el BND.
El contrato preveía que si ALPAT incumplía los tiempos estipulados para la puesta en
marcha del proyecto caducarían los derechos que le habían sido otorgados: la adjudicación, los
beneficios y franquicias, los avales y créditos no utilizados, y los accionistas perdían el derecho
a integrar las acciones que pasaba a favor del Estado.
Por su parte, el Estado se comprometió a participar en la elaboración del contrato con
CIDASA para la explotación de la salina El Gualicho, ubicada a 50 km. de la planta. 26 La
empresa debía realizar las inversiones necesarias en el cargadero marítimo Bahía Bustamante,
antes de la puesta en marcha de la planta y se comprometía a abastecer a ALPAT en forma

21
Ministerio de Industria y Minería, Contrato ALPAT, 1973.
22
El Estado estipuló que la firma, emitiría acciones preferidas, que tomaría el Banco Nacional de Desarrollo
(BND), con un 8% de interés anual, las que deberían ser rescatadas en un plazo no mayor de diez años (a partir de
la puesta en marcha) por la Sociedad que explotara la planta. Por medio del decreto 604 de 1973 el BND confirió
avales por U$S 13,1 millones y créditos por U$S 8,1 millones. El Banco Nacional de Desarrollo creado en 1970
tenía por objeto “obtener y canalizar los recursos necesarios para llevar a cabo los proyectos y programas que
interesen al desarrollo nacional, particularmente el regional, ajustando su acción a la directiva, planes y programas
del Gobierno Nacional, en materia económica, en especial financiera e industrial. Con ese fin debe, en particular,
promover, participar y financiar (…) la instalación y desarrollo de las industrias de base.” PEN, Decreto 8.566, 31
de diciembre de 1969. Véase Rougier (2004).
23
De acuerdo al Decreto 5.339 de 1963.
24
La ley 11.682 que declaraba de interés nacional la producción de carbonato de sodio
25
las acciones quedaron caucionadas en el BND como garantía de ello
26
Las salinas El Gualicho, situadas a 72 m. bajo el nivel del mar, son las más grandes del país (430 km2) y las
segundas en Sudamérica.
permanente y regular de la materia prima de origen nacional necesaria para la fabricación de
soda solvay, a precios compatibles con los costos.27
En agosto de 1973 la provincia de Río Negro adjudicó a ALPAT 130 has. en Punta
Delgado, San Antonio Oeste, en ese mismo mes comenzaron las tareas para construir la planta
y un camino de enlace entre la población de San Antonio Oeste y ese sitio; estos trabajos
fueron contratados por cuenta de Ferrostaal en su carácter de contratista turn key de la planta de
soda solvay pero debieron ser suspendidos debido a la falla operada en los mecanismos de
financiación y en noviembre se canceló el contrato de ejecución.
Al asumir el gobierno constitucional, se paralizaron las obras y se comenzó la revisión
y renegociación del contrato. A fines de 1973 el Poder Ejecutivo propuso la modificación del
contrato firmado acorde a “las pautas políticas y económicas del actual Gobierno”. El
presidente y el vicepresidente de ALPAT, Vicente Branca y Osvaldo Dagnino, se entrevistaron
con el Dr. Carlos Deheza (presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara
de Diputados) quien les entregó un cuestionario que planteaba, entre otras cosas, la posibilidad
de una mayor participación de capital nacional y estatal en la empresa. 28 Los directivos de
ALPAT aceptaron la propuesta oficial y la comunicaron a las firmas asociadas. Tata Chemicals
renunció a su participación y su aporte de capital fue sustituido por el gobierno de la provincia
de Río Negro.29 Se intentaba de esta forma adecuar el proyecto ya aprobado a los
requerimientos de la ley 20.557 de 1973 que establecía que una sociedad local, para recibir
calificación de empresa de capital nacional no debía tener más del 20% de capital extranjero;
en el anterior contrato el capital extranjero era del 33% y con la reestructuración el 90% del
capital accionario de ALPAT quedó en manos nacionales.
A partir de entonces, el proyecto pareció tomar mayor impulso. A principios de 1974,
técnicos estatales y directivos de ALPAT realizaron tareas de fiscalización de la ingeniería del
proyecto, la construcción de equipos y asistencia técnica en Alemania, Francia y los Estados
Unidos.30 La decisión del Estado de concretar el proyecto alentó las expectativas de los
directivos de la empresa ya que “ha encontrado, en la comprensión y buena disposición de sus
inversores privados y en la decidida y correcta actuación de los funcionarios (...) la vía de su
completa realización.”31 Pero la inestabilidad política y económica de la Argentina
profundizada luego de la muerte de Perón en julio de 1974 complicaría su prosecución. Con la
caída de José Gelbard al frente del Ministerio de Economía el proyecto pareció entrar en un
compás de espera.

27
El contrato fue aprobado por decreto 604/73 del Poder Ejecutivo que declaró de interés nacional las
adquisiciones, obras e inversiones en la planta de carbonato de calcio Álcalis de la Patagonia
28
“Está dispuesta ALPAT a reemplazar los inversores extranjeros?...se está dispuesto a considerar el reemplazo
de los inversores extranjeros. En la fecha ALPAT SA se dirigirá a las dos empresas (...) para allanar el camino
hacia el logro de este objetivo (...) Está dispuesta ALPAT a la participación de las empresas estatales y/o
provinciales en la Sociedad? (...) puede expresarse su mejor disposición a que participen en la misma capitales
estatales y/o provinciales. Estimo de particular importancia que se contemple para tal posibilidad la participación
de Dirección General de Fabricaciones Militares por considerarla sumamente idónea en cuanto al valimiento
tecnológico (...) y porque fundamentalmente, este organismo ha sido pionero en la consecución de esta industria
desde sus primeros intentos de concreción, cuando todavía era director de la misma el General Savio.” ALPAT,
LAD 1, acta nº 10, 30 de octubre de 1973.
29
ALPAT, LAD 1, acta nº 10, 30 de octubre de 1973.
30
ALPAT, MyB, 1974. Las empresas contratadas por ALPAT para estas tareas eran las primeras a nivel mundial:
Ferrostaal, Lummus, Gutte Hofnung Hutte en Alemania; Ferry Capitain en Francia; y Pittsburg Plate Glass y The
Interffinancial Co en Estados Unidos.
31
ALPAT, MyB, 1974.
Ese año, las importaciones de soda solvay no llegaron a cubrir la demanda de la
industria del vidrio por lo que las necesidades de producir ese insumo localmente se
visualizaban con mayor nitidez. Además se produjo un fuerte incremento de los precios de la
soda solvay como consecuencia de los profundos cambios que se abrieron en la economía
mundial a partir de la “crisis del petróleo”, que provocó, dada la incidencia de ese insumo, un
incremento notable de los costos de producción del sector industrial. En este contexto, el BND
concedió créditos documentarios a los productores de vidrio y otros consumidores para la
adquisición de materia prima con aval del Ministerio de Economía.32
No sólo el Estado sino también los empresarios observaban el impacto que había
generado este incremento de costos. Estos últimos afirmaban que “el problema global de
abastecimiento que padece nuestra economía se vio agigantado durante 1974 por la falta de
soda solvay (…) la historia de los proyectos fallidos de instalación de una planta en el país es,
tal vez, una de las más ricas de la mitología del subdesarrollo”; y resaltaban que “la presencia
de grandes proyectos oficiales inhibe la potencialidad inversora del sector privado. Pero, nunca
se terminan de concretar.”33
Recordemos que unos años antes un empresario del sector no creía conveniente invertir
en la producción de soda solvay por considerarla antieconómica; luego los empresarios de
ALPAT estaban a favor de la participación estatal en el proyecto; ahora, otros criticaban al
Estado por sus indefiniciones y la demora del proyecto, pero al mismo tiempo lo cuestionaban
en su rol empresarial (significativamente durante el gobierno peronista) y como inhibidor de la
acción privada (afirmado por aquellos que nunca habían tomado la iniciativa).
En enero de 1975 el Ministerio de Economía, ahora bajo la dirección de Alfredo Gómez
Morales, ratificó la decisión de radicar la planta de soda solvay en San Antonio Oeste y de
continuar con el contrato de ALPAT, previa modificación de ciertas cláusulas; era necesario
“introducir al proyecto de convenio modificatorio algunas correcciones dirigidas a defender
mejor las cuantiosas inversiones que ha de realizar el Estado a través de aportes de capital e
importantes préstamos y avales.”34
La modificación del contrato suponía a su vez la revisión del convenio entre ALPAT y
Ferrostaal, pero el nuevo acuerdo si bien fue redactado y aprobado, nunca fue firmado por el
ministro de economía; por lo tanto ALPAT no pudo cumplir con las cláusulas financieras cuyas
obligaciones estaban a cargo del BND ya que éste no recibía las instrucciones (que habían
quedado estipuladas en el nuevo contrato no firmado) del Poder Ejecutivo. De acuerdo a la
empresa, el equipo económico no trató el tema y “en consecuencia quedó trunca una resolución
que nunca llegó a concretarse.”35 A estas indefiniciones no era ajena la situación política por la
que atravesaba la Argentina en ese tiempo. El propio ministro Gómez Morales tenía escaso
poder y no era atendido a su vez por la Presidente de la Nación, Isabel Perón, como parte de un
vacío político que precipitó finalmente su renuncia.36 “La situación anómala planteada creó
toda clase de dificultades para los trabajos de construcción de la planta.” Los empresarios de
ALPAT veían en el Estado nacional al principal obstáculo para la concreción de su dilatado
proyecto; en realidad los conflictos al interior del propio gobierno atravesaban a la empresa
retardando su ejecución.37

32
Rougier (2007).
33
Competencia 1975, pp. 65-66
34
ALPAT; MyB, 1975.
35
ALPAT; MyB, 1975.
36
Véase al respecto Rougier y Fiszbein (2006).
Los empresarios de la empresa denunciaban que “llama poderosamente la atención
entonces, que en dos largos años que van desde la aprobación de la adjudicación por el Poder
Ejecutivo Nacional a favor de ALPAT, debido a la culpa inexcusable de las autoridades
públicas, se vea demorada la actividad de una industria básica (…) con un precio de plaza en
continuo aumento, que se ha decuplicado desde la época que se abriera la licitación (…) no se
alcanza a comprender cuál es el beneficio que reporta a la República una dilación burocrática
que ya ha alcanzado límites inaceptables”38, y solicitaban al Ministerio que acelerase la
resolución definitiva acerca de la estructura de la empresa. Frente a la continuidad de las
indefiniciones Ferrostaal intentó rescindir el contrato por incumplimiento de las tareas a
realizar pero ALPAT consiguió que no se retirara del proyecto. La situación política y
económica en ese momento era explosiva. Las medidas económicas conocidas como
“rodrigazo” impulsadas por el nuevo ministro, Celestino Rodrigo, en junio de 1975 provocaron
numerosas reacciones sociales y una profunda incertidumbre económica.
Preocupados por los atrasos, los empresarios de ALPAT sostenían que “frente a cada
cambio de Ministro de Economía hemos aceptado las diferentes políticas que se pretendieron
aplicar” y subrayaban que las indefiniciones del gobierno solo beneficiaban “a los intereses
ligados a la importación de soda solvay y acrecientan nuestra dependencia con el exterior.” 39
En diciembre de ese mismo año, Antonio Cafiero, nuevo ministro de Economía
reafirmó la decisión de continuar con el proyecto previa modificación del contrato, con el
objetivo de que el Estado fuese el accionista mayoritario ya que “tratándose de la producción
monopólica de un insumo básico, es imperativo establecer el poder decisorio del Estado
Nacional en dicha empresa.”40 Estas ideas entroncaban con el resposicionamiento en el
gobierno de los sindicatos y de los peronistas “históricos” que pugnaban por un retorno a la
“ortodoxia”. Con ese objetivo, en enero de 1976, el Estado pasó a tener el 51% del capital
accionario y procedió a la designación de dos Directores (Cnel. RE Francisco Aldinio y Cnel.
RE Santiago Castagno).
En el ínterin las obras se habían paralizado nuevamente, y en función de las variaciones
sufridas en los precios, tanto internos como externos, se hacía necesario redefinir el nivel de
inversiones para la continuidad del proyecto.
Paralelamente ALPAT recibía el primer embarque de maquinaria y equipos y solicitaba
al Estado que acelerara los tiempos, fundamentalmente aquellos relacionados con el aporte del
capital. Pero el Estado nacional no realizó los aportes de fondos comprometidos y las obras
quedaron paralizadas. Los constantes reclamos de la empresa ante el Poder Ejecutivo generaron
que en marzo de 1976 la Secretaría de Estado de Desarrollo Industrial elaborara un nuevo
contrato, cuyas negociaciones se vieron interrumpidas abruptamente por un nuevo golpe
militar. Como es obvio, la concreción del proyecto no pudo deslindarse del complejo proceso
político-económico de los primeros setenta.
En suma, el proyecto ALPAT había comenzado en los mejores años de la industria
argentina pero rápidamente la evolución política pareció devorarse al proceso económico. La
llegada del peronismo al poder, el gran abanico ideológico que lo conformaba y la muerte de
Perón, generaron disputas al interior del peronismo y del gobierno que no pudieron deslindarse
37
Sin embargo, la empresa continuó con las tareas en el exterior y CIDASA copartícipe y proveedora de materias
primas (caliza y sal) rescindió el contrato cediéndole a ALPAT la explotación y provisión de esos minerales, en
una especia de integración vertical hacia atrás “forzada”.
38
ALPAT; MyB, 1975.
39
ALPAT; MyB, 1975.
40
Decreto 3.658, 1º de diciembre de 1975.
de la dinámica de la empresa. Los sucesivos cambios de conducción económica y de
orientación respecto al proyecto lograron que ALPAT quedara entrampada en estos avatares
políticos, que demoraron y entorpecieron su ejecución.

3.2 Empresarios y dictadura

En marzo de 1976 ocurre el último y más feroz golpe de estado de la Argentina. El


nuevo ministro de economía, José Martínez de Hoz, impuso cambios en la política económica
que generaron modificaciones estructurales y afectaron específicamente al sector industrial. Sin
embargo, “no expresó una posición clara frente a la industria en una primer etapa, tanto por sus
propias indefiniciones como por el carácter de la alianza político-social en la que se sustentaba.
Ese contexto explica que dejara seguir los proyectos fabriles promocionados en el período
anterior, firmando los decretos y resoluciones pendientes en el resto de ese año.”41
ALPAT era un caso pendiente. El gobierno constitucional había desatendido este
proyecto en sus últimos meses de gestión y ante el arribo del nuevo gobierno de facto, los
empresarios declaraban que “durante el ejercicio 1975-1976 el país asistió a una de las más
importantes convulsiones socioeconómicas y políticas de su historia contemporánea (que)
llevaron a la Nación al borde de un colapso político-institucional que pudo ser evitado por la
intervención militar del 24 de marzo.” 42 Pero, para los empresarios, la dictadura militar no
cumplía sólo con la decorosa misión de salvar a la Nación sino también a la empresa ya que “el
Gobierno Nacional que asumió el poder a partir del 24 de marzo ppdo. comenzó a realizar
actos positivos para facilitar la marcha del proceso” teniendo en cuenta que “el proyecto
ALPAT sufrió durante este período (el gobierno peronista) las consecuencias de la situación
imperante en el país (que) impidieron un tratamiento eficaz de nuestro contrato a nivel
oficial.”43
Los directivos de la empresa reclamaban al nuevo gobierno un tratamiento urgente; éste
comenzó a destrabar el proyecto a través de una serie de disposiciones. 44 A cambio el gobierno
solicitó a ALPAT una nueva propuesta para modificar el contrato con el Estado “adaptada a la
filosofía del actual gobierno, que preconiza la realización de las inversiones industriales con
mayoría de capital privado”; en este sentido, los empresarios afirmaban entusiastas que “en
poco tiempo más se podrá firmar un nuevo contrato modificatorio y ampliatorio (al de 1973) el
que permitirá la terminación de las obras de instalación de la planta.”45
Paralelamente el BND dispuso por primera vez realizar un estudio acotado sobre el
proyecto ALPAT debido a que “el tratamiento dispensado ha respondido a decisiones adoptadas
a nivel Directorio en las que han gravitado objetivos políticos y actuaciones producidas a
niveles superiores de Gobierno.”46 En el estudio (que duró quince meses) curiosamente se
dejaba constancia de que el BND nunca había evaluado el proyecto, su factibilidad y solidez;
también se destacaba que una vez puesto en marcha CIDASA había cometido serias
41
Schvarzer (1996), p.294
42
ALPAT; MyB, 1976.
43
ALPAT; MyB, 1976.
44
Las primeras medidas tomadas por el gobierno fueron: aprobación de planos de ingeniería para poder ingresar
bienes de capital provenientes de Francia y Alemania (aunque luego quedarían almacenados en un galpón en San
Antonio Oeste hasta la puesta en marcha de la planta), realizó un primer aporte de capital de U$S 121.500 por el
que se suscribieron 12.150 acciones Clase B y prorrogó los pagarés avalados al Dresdner Bank de Alemania
Federal hasta fines de ese año. ALPAT; MyB, 1976.
45
ALPAT; MyB, 1976.
46
BND, Informe reservado, 1978.
irregularidades en la forma en que había realizado los aportes de capital. 47 Por otro lado, los
técnicos del BND denunciaban que no había logrado tener acceso a toda la documentación
necesaria para realizar los estudios pero con los análisis acotados que habían podido realizar
emitían una opinión desfavorable sobre el otorgamiento de créditos y avales a ALPAT.
Aclaraban, con un tono inusualmente duro en ese organismo, que “de ser ciertas las
irregularidades presumidas (…) podrían haberse cometido hechos contemplados en el Código
Penal (…) El engaño, de haberse producido, no solo afecta al Banco sino al Estado Nacional en
su carácter de contratante con ALPAT SA.”48
Adicionalmente, el BND concluía que el proyecto sufría una serie de “carencias e
indefiniciones” que lo llevaron a “emitir el 2/11/77 opinión desfavorable para la concesión de
créditos y avales a ALPAT SA. Pero el Directorio al considerar, entre otros aspectos, la
irrevocable decisión del Poder Ejecutivo Nacional de instalar la planta productora de carbonato
de sodio y la magnitud y naturaleza de los compromisos ya asumidos por la Institución resolvió
el 3/11/77 hacer saber a la titular la disposición del Banco para otorgar avales hasta U$S
11.846.000 y créditos por $ 3.117.340.000.”49
Este informe realizado por las nuevas autoridades del BND sobre el caso ALPAT era
parte del diagnóstico negativo que si bien obedecía a cuestiones políticas e ideológicas también
mostraban las deficiencias de funcionamiento de esa institución y mostraba las tensiones entre
el Directorio del BND (el nuevo Presidente Dr. Carlos Conrado Helbling) y el cuerpo técnico
que se deslindaba de las cuestiones políticas.50
Si “durante su primer año de gestión, el equipo económico se limitó a administrar la
gestión de algunos grandes proyectos de inversión industrial bajo el régimen de promoción
puesto en vigor por el gobierno peronista” 51 ello no impedía que lentamente fuera ocurriendo
un retiro del Estado del paquete accionario de la sociedad, proceso que daba un lugar más
destacado al capital privado, no sólo nacional sino también extranjero. En efecto, a fines de
1976 el decreto 3.179 aprobó el nuevo contrato entre el Estado y ALPAT. Esta vez los costos
del proyecto se estimaron en U$S 91.5 millones, y el capital social de ALPAT se fijó en U$S
30,5, de los cuales U$S 12,2 millones (el 40% del capital social) con aportes del Estado; U$S
1,5 millones a cargo de Ferrostaal; y U$S 9,3 millones como aporte de CIDASA, quien
también debería garantizar U$S 7,5 de aportes de capital extranjero. La participación estatal
había disminuido del 51% (1973) a 40% (aunque los aportes se elevaban de U$S 4 millones a
U$S 12 millones provenientes de Fondo de Contribución de Carbonato de Sodio) y se
aseguraba una mayor participación del capital extranjero. Así, tempranamente se reflejaba en

47
BND, Informe reservado, 1978. “El Estado habría pactado y el Banco otorgado aval por U$S 13.100.000 y
crédito por U$S 8.100.00 asumiendo la existencia de un aporte real de capital por U$S 5.000.000 por parte del
grupo fundador, en su lugar solo habría existido una financiación del proveedor que se cancelaría a través de los
pagos que la sociedad emisora de las acciones debía efectuar a CIDASA por suministro de piedra caliza.
Desestimada la integración de U$S 5.000.000 el capital realizado de ALPAT SA a la fecha a la formalización de
las operaciones otorgadas por el Banco por U$S 21.200.000 era solo de $ 168.000.”
48
BND; Informe reservado, 1978.
49
BND, Informe reservado, 1978.
50
Contrariamente a la decisión tomada el Presidente del BND sostenía que “un banco de desarrollo industrial al
servicio del Estado es por encima de todo, un instrumento promotor, catalizador, multiplicador de proyectos, de
inversiones y de iniciativas destinado a crear más y más industrias eficientes en la Argentina y competitivas en el
mundo de propiedad de argentinos, y administradas por argentinos. Un instrumento, en fin, al servicio de una
Argentina fuertemente industrial.” “Palabras pronunciadas por el Dr. Carlos Conrado Helbling al asumir el cargo
de Presidente del Banco”, 3 de mayo de 1976, BND; en Rougier (2004) p. 314.
51
Schvarzer (1986), p. 188.
ALPAT el estímulo para estas inversiones al no tener un tratamiento discriminatorio con
respecto al capital nacional como se reglamentará luego, con la ley 21.608 de promoción
industrial.52
Con ese capital social aún restaban U$S 61 millones para financiar el proyecto; de ellos
U$S 23 pondría el BND a través de créditos para gastos locales, por su parte ALPAT se
comprometía a obtener U$S 35 millones de financiamiento externo para la compra de equipos
(que incluían los U$S 13,1 millones que el BND le había otorgado en avales sobre documentos
del Dresdner Bank de Alemania; U$S 5 millones que remplazan el aporte de CIDASA en
ALPAT efectuado por una carta de pago de Ferrostaal; U$S 16,9 millones para nuevos equipos
importados) y U$S 3 millones de financiamiento externo para gastos locales. Por un lado, el
Estado disminuía su participación en el capital social de la firma y promovía una mayor
participación extranjera; por el otro, el proyecto no podía prescindir de su participación en el
financiamiento total. Estas ambigüedades generaban en los empresarios la expectativa de
obtener un financiamiento mayor por parte del Estado.
Por otro lado, se concedían una serie de beneficios tributarios sumamente ventajosos 53 y
se otorgaba una protección arancelaria para esta industria durante ocho años desde la puesta en
marcha de la planta.
Las obras deberían estar terminadas como mínimo al 80% de su capacidad efectiva a los
veintiséis meses de la fecha de emisión de los créditos y avales por parte del BND, y la
empresa se comprometía a informar a la Secretaría “cualquier circunstancia constitutiva de
caso fortuito o fuerza mayor que acarree como consecuencia un atraso o demora en la
posibilidad de cumplir en las fechas estipuladas las obligaciones”. Además, si la Secretaría
estimaba que “el proyecto tuviera características de haber sido abandonado o no marchara al
ritmo necesario (…) ALPAT quedará sujeta a las siguientes medidas: a) caducidad de pleno
derecho de este contrato; b) pérdida de la garantía de adjudicación; c) pérdida de los beneficios
y franquicias acordadas (…) como así la caducidad de los avales y créditos no utilizados; d)
ingreso de todos los importes con que hubiera resultado beneficiada por aplicación de las
franquicias acordadas, incrementados desde el momento en que se debieron haberse ingresado
con el interés que resulte de aplicar la tasa vigente en el Banco de la Nación Argentina para los
descuentos en general, a la fecha de realizarse el ingreso”.54
Al parecer, los mecanismos de control estaban previstos en caso de que el capital
privado incumpliera el contrato; sin embargo no estaba claro quién decidiría y por qué en caso
de que el capital privado se alejara del proyecto. En principio, el BND a través de sus técnicos
elevaban los informes, luego los directivos decidían no en base a esos informes sino en función
de las directivas de la Secretaría de Industria, la que a su vez respondía a los lineamientos del
Ministerio de Economía, cuya política no era claramente unívoca respecto al sector industrial
en su conjunto.
A pesar de esas ambigüedades, podríamos afirmar que el Estado se retiraba, aseguraba
la participación del capital extranjero y apostaba a una mayor participación del capital privado,
52
Véase Schvarzer (1986).
53
Desgravación del impuesto a las ganancias por diez años a partir de la puesta en marcha de la planta (los
primeros 6 años el 100%, luego 90%, 75%, 60% y 45%); desgravación del impuesto al capital de las empresas
desde la aprobación del proyecto (3 años el 100%) y por el término de siete años desde la puesta en marcha de la
planta (3 años el 100%, luego 90%, 75%, 60%, 45%); diferimiento del impuesto al valor agregado por facturación
durante diez años desde la puesta en marcha de la planta (idem impuesto a las ganancias); exención total durante
diez años del impuesto de sellos; y exención total de los pagos de los derechos de importación para los bienes
destinados a la ejecución del proyecto.
54
Ministerio de Economía, Contrato de promoción industrial Ley n° 20.560.
otorgando créditos y avales como forma de incentivar esos capitales hacia la concreción de un
proyecto productivo; pero también, generaba una nueva fuente de negocios alternativa para el
sector privado. En efecto, a partir del contrato, la importación de carbonato de sodio estaba
sujeta a un cupo anual de 180.000 toneladas, de las cuales 100.000 se adjudicaban a ALPAT a
cambio de que la firma suscribiese acciones Clase C por U$S 2,5 millones por cada cupo de
100.000 toneladas. De esta forma la empresa se capitalizaba gracias a que se le garantizaba la
comercialización en el mercado interno de más del 50% de la soda solvay importada.
Luego, intentando poner un freno a las demandas empresarias y garantizar los límites
para la participación estatal, se realizó un convenio complementario del contrato en donde se
estipulaba que ALPAT no podía requerir del Estado Nacional un aporte de mayor al capital
existente en el Fondo de Contribución para el Carbonato de Sodio, aún cuando el Estado
resolviera una ampliación del capital social de la firma.55
Paralelamente, ALPAT reconocía que aún no había comenzado con las obras de
infraestructura, aunque había avanzado en los estudios, y exponía que los consumidores de
soda solvay (representantes de la industria del vidrio, de la química y de la del jabón) habían
decidido formar parte de la sociedad. 56 Al mismo tiempo planteaba la necesidad de ampliar el
capital social teniendo en cuenta que “en el año y medio transcurrido la inflación mundial ha
sido del orden del 10% anual y la nacional excedió el 150%.”
Luego de reiteradas denuncias por parte de la empresa que afirmaba que el BND no
cumplía con los compromisos asumidos, esta, a mediados de 1978 envió un memorando al jefe
del Departamento de Inversiones del BND en donde realizaba un cálculo detallado de la
importación anual de soda solvay y el valor CyF por tonelada demostrando así en cuánto se
había incrementado el Fondo de Contribución del Carbonato de Sodio, que para 1978 ese
incremento se estimaba en alrededor de US$ 3 millones. 57 Si ALPAT no conseguía capitales
frescos porque el Estado no le permitía incrementar el capital social, se los reclamaba a través
de una herramienta de financiamiento que el mismo Estado le había dado pero en base a
estimaciones propias.
La demora en el otorgamiento de créditos y avales por parte del BND no impedía que
ALPAT continuara con la fabricación de equipos en el exterior mediante créditos externos y
sostenían que “con las tareas realizadas se está en condiciones de encarar definitivamente la
construcción y puesta en marcha de la planta.”58
Hasta fines de 1978 la empresa había realizado estudios, importado algunas
maquinarias que descansaban y comenzaban a envejecer en un galpón, conformado una deuda
con el BND entre créditos y avales por U$S 20,24 millones (con un pasivo total de U$S 28
millones) pero aún no había comenzado la construcción de las obras. De los veintiséis meses
calculados para la puesta en marcha de la planta desde la firma del último contrato (diciembre
de 1976) ya habían pasado veinte meses.59
Ese retraso no impedía al presidente de ALPAT, Ing. Vicente Branca, reprochar la
desidia del BND y proponía presionar a las autoridades nacionales para que de manera urgente
se terminen “las negociaciones (…) a los efectos de la modificación de la estructura del capital

55
Ministerio de Economía, Secretaría de Estado de Desarrollo Industrial, Convenio Complementario del Contrato
celebrado entre ALPAT SA y el Estado Nacional, 27 de julio de 1977.
56
ALPAT; MyB, 1977.
57
Memorando, A: Cont. José M. Mata, De: Sr. Cristian Gautier; Asunto; “Cálculo incremento del Fondo de
Contribución del Carbonato de Sodio para el año 1978” 27 de septiembre de 1978.
58
ALPAT; MyB, 1978.
59
ALPAT, MyB, 1978.
social; que el BND dicte la resolución que permita hacer efectivos los créditos y avales
acordados y comprometidos (…); que el Estado Nacional efectúe los aportes que le
corresponden en el capital social de ALPAT.”60
Si el Estado tenía una actitud cansina respecto a los requerimientos de la empresa no es
menos cierto que los empresarios tenían una actitud sumamente dinámica y emprendedora para
reclamar beneficios ante el Estado. La falta de respuesta estatal respondía en parte a que
ALPAT era un proyecto heredado, en parte a que los empresarios de la firma evidentemente no
habían cumplido con los plazos previstos, pero también en parte a los desacuerdos al interior
del mismo gobierno.
Las tensiones comenzaban a cristalizarse no solo entre Estado y empresarios sino al
interior del mismo Estado que se trasladaban al interior de la empresa. A partir de este
momento las principales desavenencias en la Asambleas de ALPAT se produjeron entre el
representante del BND (Brigadier Rubén Bonoris) y el representante de la Secretaría de
Industria (Dr. Luis García Conde).61 Además en ese mismo año 1978 una serie de cambios de
funcionarios en el gobierno reflejaban las tensiones en su interior. En estas circunstancias, el
BND se veía obligado a legitimar su accionar frente a la opinión pública.
Las tensiones y las consecuentes indefiniciones coadyuvaban a las demoras del
proyecto que derivaban en un incremento de los costos para su concreción; en diciembre de
1978 el Directorio de ALPAT planteaba que debido a que “las demoras ocurridas hasta el
presente siguen colocando a la empresa en una grave coyuntura económico-financiera (…), y
(…) no se han dado los pasos decisivos por parte de los organismos públicos con ingerencia en
el contrato, necesarios para dar efectivo inicio a la construcción propiamente dicha del proyecto
por lo que las necesidades de evolución y funcionamiento de la empresa, exigen un incremento
de capital social, a efectos de lograr nuevas suscripciones e integraciones de capital accionario,
en la medida que ello sea necesario para seguir atendiendo las erogaciones que demanda el
desenvolvimiento de la empresa.”62
60
Acta de Directorio, n° 133, 22 de noviembre de 1978. También denunciaba que como el PEN no había
ratificado el acuerdo entre ALPAT y Ferrostaal luego de la renovación del convenio en 1976, esa falencia había
impedido tanto al BND como al grupo privado cumplir con las obligaciones de capital impuestas a cada uno por
dicho contrato.
61
El Brigadier Rubén Bonoris exponía que “a raíz de algunos comentarios recogidos a través de diversos
conductos, había surgido en él la convicción de que la empresa debía adoptar una posición definida frente a
algunos juicios que se han escuchado, incluso provenientes de organismos del Estado, en el sentido de que para la
fabricación de la soda solvay no existe proyecto, con el agravante de que se pretendería condicionar la resolución
final para materializar los propósitos de la sociedad, a la presentación del llamado proyecto definitivo. Estos
juicios, que no pueden separarse de ciertos comentarios y declaraciones que registran algunos órganos
periodísticos, en los que (…) se pone en duda la conveniencia de fabricar en el país carbonato de sodio (…),
significan, a su juicio, los obstáculos que se erigirán al objetivo de la sociedad una vez que se superen los actuales
(…) la empresa no debe caer en la trampa de presentar un nuevo proyecto o de demostrar nuevamente la
factibilidad del emprendimiento iniciado. El proyecto existe (…) La factibilidad y la rentabilidad del proyecto está
suficientemente demostrada. Si no fuera así, ¿qué es lo que aprobó el Estado Nacional por Decreto N° 3.179/76?
(…) ¿a qué corresponden los 25 tomos de ingeniería básica ya elaborados, las 18.000 horas de ingeniería de
detalle ya insumidas y el estudio económico-financiero presentado al BANADE en febrero de 1977 y no
cuestionado por éste? Por estas razones, mociona el Sr. Director Bonoris, para que el Directorio asuma y sostenga
categóricamente ante terceros que el presentado el julio de 1976 es el proyecto de esta empresa, el cual fue
aprobado oficialmente y cuyos lineamientos rigen, con las lógicas modificaciones que suscita su implementación,
la marcha de ALPAT; y que, en consecuencia no se acepte exigencia respecto de actualizar el mismo como
condición previa a la solución final de los problemas de la sociedad.” Acta de Directorio, n° 133, 22 de noviembre
de 1978.
62
ALPAT; Asamblea General Ordinaria, 18 de diciembre de 1978.
El Estado retrocedía y al parecer los empresarios habían decidido llevar el proyecto
adelante. Al año siguiente, CIDASA y el Grupo Fundador ofrecieron “aumentar su
participación porcentual en el capital de la sociedad con aportes genuinos sin utilización de
beneficios impositivos”, lo cual significaba “una disminución correlativa del aporte del capital
inicialmente comprometido al Estado Nacional, además de limitar la obligación estatal de
concurrir proporcionalmente en la integración de futuros aumentos del capital social.”63
Ante esta propuesta el Estado y ALPAT renovaron nuevamente el contrato. La
participación estatal quedó reducida al 30%, el aporte de capital pasó de U$S 12,35 millones a
U$S 9,15 millones siempre y cuando no excedieran las disponibilidades existentes en el Fondo
de Carbonato de Sodio; los U$S 3,05 millones de diferencia serían aportados por CIDASA y
Grupo Fundador mediante aportes propios o de terceros (por ejemplo el aporte de CIDASA
estaba constituido por la cantera de caliza de Bahía Bustamante).64
Paralelamente el Directorio resolvió solicitar la autorización de emitir debentures en
moneda extranjera convertibles en acciones por el monto que requería la financiación externa
que ALPAT obtuviese de proveedores, bancos y entidades financieras para el desarrollo del
proyecto.65 Pero este asunto nunca fue tratado en las sucesivas asambleas aunque figurara en el
orden del día, porque los representantes del BND mocionaban para que el tema se discutiese
“en la próxima asamblea”.
En 1979 la empresa estimó que el costo total de inversión para poner en funcionamiento
la planta era de aproximadamente U$S 236 millones, tres años después que la renovación del
contrato con la dictadura militar que fijaba los costos del proyecto en U$S 95 millones. De esa
cantidad requerida sólo se había invertido alrededor del 35%, la mayoría a través de créditos
con garantía estatal u otorgados directamente por el Estado.

Cuadro 1: Montos invertidos y a invertir (en U$S)

Inversión San Antonio Oeste Piedras Blancas El Gualicho TOTAL


Realizada 32.520.881 3.524.724 7.807 36.053.412
A realizar 169.350.128 27.183.083 3.632.632 200.165.843
TOTAL 201.871.009 30.707.807 3.640.439 236.219.235
Fuente: ALPAT, Aumento de capital social, 29 de agosto de 1979

Por otro lado se calculaba que el monto máximo de inversión estaría a cargo del capital
nacional dejando una participación menor al extranjero.

Cuadro 2: Inversiones a realizar (en U$S)

Inversiones Nacional Externa TOTAL

Al 30/6/78 106.099.987 33.121.520 139.221.507

Al 30/6/79 161.663.720 38.502.123 200.165.843

63
PEN; Decreto 297. 29 de enero de 1979.
64
Ministerio de Economía; Decreto 297/79 modificatorio del Contrato Estado Nacional – ALPAT. Entre otras
modificaciones se destacaba la imposición de sanciones monetarias por las demoras en la ejecución del proyecto.
65
Nota del Presidente de Álcalis de la Patagonia dirigida a los Sres. Accionistas. 4 de abril de 1979.
Fuente: ALPAT, Aumento de capital social, 29 de agosto de 1979

A partir de los nuevos cálculos, la inversión a realizar entre 1978 y 1979 se había
incrementado en un 43%, básicamente por los aumentos en las inversiones locales (52%)
aunque las externas también habían subido (16%).
En este contexto el BND debía financiar el 70% de los gastos locales correspondientes a
la realización del proyecto y avalar el 80% de las compras de equipo de origen externo, además
de refinanciar la deuda a largo plazo ya vencida o a vencer durante el período de construcción y
puesta en marcha. En consecuencia los requerimientos financieros sumaban U$S 200.166.000
más U$S 30 millones correspondientes a pasivos preexistentes por deudas bancarias y otras.
El total de estos requerimientos serían refinanciados con capital propio mientras que el
BND aportaría créditos y avales por U$S 165.739.000 que representaban el 72% del total
proyectado.
ALPAT pretendía elevar el capital social de la firma con mayores aportes estatales. Los
empresarios propusieron una nueva emisión de acciones para incrementar el capital en U$S
1,75 millones, de los cuales U$S 700 mil serían acciones Clase B que debía suscribir el Estado
Nacional y el resto acciones Clase A. Con esa emisión el capital social se elevaría a U$S 40,5
millones.
Pero el Ministerio de Economía se negó a realizar estos aportes y por consiguiente el
nuevo incremento de capital social no se realizó; el Ejecutivo fundamentó esta decisión en el
hecho de que en 1978 los accionistas Clase A se habían comprometido a aportar U$S 6
millones pero sólo habían suscripto U$S 3,6 millones, el plazo para aportar los U$S 2,4
millones restantes ya había vencido y ahora pretendían que ese monto fuese aportado en parte
por los accionistas clase A y en parte por el Estado.66
De todas formas el Estado continuaba realizando los aportes comprometidos en el
contrato; de hecho en enero de 1980 el BND aportó U$S 7,3 millones elevando la participación
estatal a un total de U$S 8 millones sobre un total comprometido (acorde a la última
renegociación de 1979) de U$S 9,15.67 Pero esos aportes no parecían suficientes para los
empresarios que pedían más para financiar las inversiones necesarias para efectivizar el
proyecto. El Estado resistía los embates de los accionistas privados y las tensiones se
visualizaban cada vez con mayor intensidad.
Hacia los años ochenta el pasivo total de ALPAT ascendía U$S 58,6 millones, de modo
que duplicaba, en dólares, el valor del año anterior. Sin embargo en cuanto a la concreción del
proyecto los empresarios habían continuado los estudios, incorporando equipos que (como los
anteriores) estaban almacenados en un galpón; los informes decían que se avanzaba en la
organización de una estructura moderna para la empresa, aunque no se habían realizado
siquiera los cimientos de la planta.
El Estado había colaborado ostensiblemente para incrementar la deuda de la empresa
pero difícilmente accionó los mecanismos de control necesarios para que esos capitales
inexorablemente resultaran en una inversión productiva. Como afirmó un alto funcionario de la
dictadura, “en San Antonio, a la soda Solvay la llaman ahora Landriscina ¿Sabe por qué?
Porque es puro cuento”.68

66
ALPAT; Asamblea General Ordinaria, n° 31, 29 de agosto de 1979; Asamblea Especial Unánime de accionistas
Clase B, Acta n° 32, 29 de agosto de 1979; y Asamblea General Ordinaria n° 33, 29 de agosto de 1979.
67
ALPAT; Asamblea General Ordinaria, n° 36.
68
Gral. Albano Harguindeguy, ministro del Inteior, a Vicente Naim Pérez, interventor de la CGE de Río Negro,
citado en “Soda Solvay: la que está sola y espera”, Somos, 19 de agosto de 1977. Landriscina era un cuentista
3.3 Se puede mentir mucho tiempo pero no todo el tiempo

Los años ochenta estuvieron caracterizados por fuertes desórdenes macroeconómicos en


un contexto general recesivo, como consecuencia de la crisis de la deuda. El gobierno
democrático intentó llevar adelante algunos planes de estabilización pero no tuvieron éxito y
desembocaron en una situación hiperinflacionaria hacia fines de esa década.
En 1981 un decreto del PEN actualizaba el costo del proyecto en U$S 300 millones y se
proponía y se proponía privatizar el capital accionario en poder del Estado, una medida que
también se llevaba a cabo con los paquetes accionarios de firmas privadas controladas
directamente por diversos organismos públicos (como SIAM, La Cantábrica, etc.). 69 Ese
proceso es difícil de seguir, pero de hecho, ALPAT cambió su composición social aunque
continuaron participando los antiguos empresarios.
En 1983 se produjo un nuevo incremento del capital social de la firma y entró Bergo
Ansalt (que en 1992 pasa a denominarse Bergo Ansalt Liechenstein) constituyéndose en la
principal accionista con el 50% de las acciones. Aparentemente se trata de una “empresa
fantasma” relacionada con Pittsburg Glass Company (PPG Industrias Argentinas SA), a su vez
luego vinculada a Distribuidora Química SA, cuyo director por estos años era Gustavo Voguet
(empresario de ALPAT desde los inicios) que también participa en Afinar Alianza Financiera de
Inversiones.70 Ambas empresas radicaban sus domicilios en la misma dirección. Las nuevas
incorporaciones tenían fuertes vinculaciones con Dagnino, que continuó con la presidencia de
la firma.
Desde el punto de vista financiero la situación de la empresa resultaba insostenible. En
la etapa previa ALPAT se había endeudado notablemente y la mayor parte de esos
compromisos, como vimos, estaba avalada por el BND. Cuando el mercado internacional dejó
de ser generoso con sus capitales y aparecieron los vencimientos impagos, éstos comenzaron a
recaer sobre el Estado, que pagó las deudas de la empresa entre1982 y 1988 a los acreedores
internacionales.
Frente a las fuertes erogaciones que había tenido el Estado, en 1988 el gobierno radical
intentó establecer un tope a los beneficios otorgados a las empresas que por ser accionistas de
ALPAT habían logrado exenciones y diferimientos impositivos. Como se mencionó, este
mecanismo constituía una forma de capitalizar la empresa, una fuente de financiamiento
otorgada por el Estado y que, en parte, sus capitales debían ser devueltos una vez que ALPAT
estuviera en funcionamiento a partir del décimo año; pero para esa fecha ni siquiera había
comenzado con la construcción de la planta. ALPAT y el Estado celebraron un nuevo contrato
por el que se estableció el límite de esas concesiones en U$S 178 millones.
Obviamente el quite de estos privilegios generó malestar en los empresarios
acostumbrados a obtener prebendas del Estado. En efecto, en ese mismo año ALPAT inició una
demanda por incumplimiento de las obligaciones contraídas en el contrato; luego las partes
llegaron a un acuerdo aprobado por la Secretaría de Industria. En ese acuerdo el Estado avalaba
un nuevo crédito de U$S 90 millones que la empresa tomaba en el Dresdner Bank y el Banco

cómico reconocido.
69
PEN, Decreto 697/1981. El decreto fue publicado por el Boletín Oficial los primeros días de abril de 1981, pero
seguramente era uno de los últimos firmados por Martínez de Hoz, que dejó el ministerio el 31 de marzo.
70
Alejandro Ghigliani uno de los principales referentes de Bergo Anstalt integraba además el directorio de
Periopontis (Galme), la pesquera que posee Piero Traballoni; Ghigliani en los años ochenta ejerció un fuerte lobby
ante el gobierno nacional para obtener diferimientos impositivos para Alpat.
de Río Negro cumplía la función de cofiador. Los empresarios, entre otras cosas, se habían
endeudado durante diez años con garantía del Estado, no había pagado sus deudas, no había
cumplido con los plazos establecidos para la concreción del proyecto, pero no aceptaban que el
Estado faltara sus compromisos contractuales.
En los años noventa, no sólo observamos una continuidad de los accionistas y directores
de la empresa originarios sino que sus vinculaciones a lo largo de treinta años fueron
extendiéndose conformando una red con múltiples conexiones económicas, políticas, sociales
nacionales e internacionales que le otorgaron una mayor flexibilidad aún a su tradicional
comportamiento. A los viejos accionistas (Osvaldo Dagnino, Cristian Gautier, Raúl Marsden,
Armando y Modesto Sagasti y Gustavo Voguet) se sumaron otros como por ejemplo Arnaldo
Martinenghi, José Rodríguez Subieta y Edgardo Segura, que pasaron a integrar la sociedad a
través de Alianza Petrolera Argentina SA.71 La composición social de la empresa se reflejó
crudamente los años del menemismo.72

71
Según Rajneri, Marcel Degraye sería otro de los accionistas de ALPAT. Degraye “aparece en el capítulo
correspondiente de mi libro ´Manzanas Amargas´, como el prestatario de 100 mil dólares a Horacio Massaccesi,
entonces diputado nacional, para pagar una parte del importe correspondiente a la adquisición de LU5 Radio
Neuquén. Massaccesi es evidentemente una de las pocas personas que conocen o han tratado a Degraye. Muchos
de los secretarios de Industria y Comercio o de Hacienda, algunos de los cuales tuvieron decisiones importantes
en el caso Alpat, consideraban a Degraye como el principal accionista, pero admitían no haberlo visto jamás.
Supuestamente Degraye vive en Miami (...) ¿Cuál es el verdadero rol de Degraye? Es posible que sea accionista
de Alpat, y de hecho figura en algunas de las asambleas como accionista, pero me inclino más bien a creer que
Degraye sea una pantalla ideada por Dagnino para crear la sensación de que hay un fuerte accionista en el exterior,
lo cual cubre el aspecto oscuro de la participación del capital privado y le da a todo conflicto con la empresa, un
matiz de problema internacional. RAJNERI, Julio. “La increíble historia de Alpat (Parte I)”
www.rionegro.com.ar/arch200003/r31g10.html, 31 de marzo de 2000.
72
Un caso emblemático fue la participación de Arnaldo Martinenghi, que se sumó a ALPAT como director de
Alianza Petrolera Argentina, una de las accionistas de la firma. Como dueño de Hierromat y Astilleros Alianza,
Martinenghi había tenido fuertes vinculaciones con la dictadura militar y estaba relacionado con Galme Pesquera
por ser amigo de Jorge Antonio, el viejo empresario peronista. También financió la campaña presidencial de
Menem y su propiedad de Punta del Este era conocida como “la Casa Blanca de Carlos”. En 1995 Martinenghi,
quien ayudo a Lino Oviedo en su exilio en la Argentina, expresó: “buenos amigos míos son Andrés Antonietti,
Julio Mera Figueroa y Jorge Antonio”, también Raúl Granillo Ocampo, Hugo Anzorreguy, Carlos Corach,
Eduardo Bauzá, Domingo Cavallo, y Alvaro y María Julia Alsogaray estaban vinculados estrechamente al
empresario. Martinenghi fue procesado por encubrimiento, por falsear un supuesto pago de honorarios a Maria
Julia Alsogaray en la causa por enriquecimiento ilícito CARAM, Pedro. “El `costado rionegrino´ del informe
Carrió”, http://www.rionegro.com.ar/arch200108/r27s07.html, 27 de agosto de 2001. CALVO, Pablo. “Historia
del hombre que aloja al general paraguayo. http://www.clarin.com/diario/1999/04/04/t-00402d.htm, 4 de abril de
1999. Otro de los accionistas de ALPAT era Juan de Dios Rodríguez que había ingresado a la firma con la empresa
Cristalerías de Cuyo S.A. (importadora de soda solvay) de acuerdo con la ley que permitía un diferimiento de
impuestos a cambio de comprar acciones de Alpat. El gobernador del Río Negro ……. Verani había sido gerente
de Cristalerías En 1986 presentó concurso preventivo y, finalmente, en setiembre de 1995 le fueron cerradas todas
sus cuentas bancarias por emisión de cheques sin fondos. No obstante, las acciones en Alpat parecen haber
permanecido en poder de Juan de Dios. Esa relación le bastó a Rodríguez para convertirse en uno de los lobbystas
de ALPAT conjuntamente con Remo Costanzo, Horacio Massaccesi, Miguel Pichetto, vinculado con el ex titular
de la UIA, y amigo de Dagnino, Claudio Sebastiani. Pichetto a su vez había recibido fondos de ALPAT para la
campaña para senador nacional. Así “Rodríguez se ha convertido en el mayor interlocutor de Alcalis de la
Patagonia para todos los sectores del gobierno, tanto provincial como nacional” Con la participación de Verani
“el gobierno provincial se convirtió en el más activo y pertinaz abogado de Alpat para conseguir nuevos
diferimientos.” Uno de los asesores del equipo de Machinea, “aliviado porque el abrasivo tema había pasado a
otra área, dijo en confianza a este diario: ´Menos mal que me lo saqué de encima. El lobby estaba pesado. Hasta
me llamaba un tal Rodríguez... en una semana me llamó como cinco veces...´ ¿Rodríguez el ministro? ´No... un
empresario... Juan de Dios Rodríguez´.” RIO NEGRO ON LINE, “Alpat, un interés muy particular.”10 de
En 1992, luego de casi veinte años de comenzado el proyecto, ALPAT había realizado
apenas el 42% de las obras.73 Según el balance de ALPAT, en 1996 el capital de la firma
ascendía a U$S 53 millones, suma que no es la realmente aportada. Como se afirmó, “Sólo
538.042 son genuinos, los demás son artilugios contables.”74 La empresa tenía un pasivo total
de U$S 354,6 millones, el endeudamiento con el sistema bancario era de U$S 270 millones a
largo plazo y de U$S 57 millones a corto plazo (a un año). 75 Luego de veintitrés años de
comenzado el proyecto, el caso ALPAT se tornaba escandaloso.
En la Cámara de Diputados se presentó un informe que proponía crear una Comisión
Especial Investigadora de las actividades de la empresa ALCALIS DE LA PATAGONIA
S.A.Y.C. (ALPAT), con el objetivo de, entre otras cosas, “analizar su desempeño desde el
momento de su creación y fundamentalmente los mecanismos por medio de los cuales obtuvo
créditos, fondos especiales y avales del Estado Nacional.” A pesar de que esta presentación
haya servido fundamentalmente como una declaración de principios planteaba “cómo describir
una obra privada que lleva treinta años de construcción, sin aportes de capital que no sea
producto del endeudamiento avalado por el Estado, con más de 500 millones de dólares de
costo que pagaremos entre todos los argentinos, y que aún está muy lejos de producir algún
bien, más allá de los beneficios espurios que ya se han repartido sus propietarios, promotores y
seguramente más de un funcionario nacional y provincial. Podríamos decir “Alpat –pués de
ella se trata- es el monumento a la estupidez”, por todos los argentinos que toleramos tanto
tiempo, por desconocimiento, o por concepción ideológica, políticas activas fundadas en
“necesidades estratégicas”, y en toda la parafernalia dogmática que se ha utilizado en los
últimos treinta años para encubrir una nueva estafa al Estado. Podríamos sostener también que
“Alpat es el monumento a la viveza criolla”, pués sólo en nuestro país puede llevarse
adelante durante treinta años con absoluta impunidad un proyecto de estas características,
usufructuado por un grupo de vivillos y corruptos, que indefectiblemente será pagado por el
conjunto de los argentinos.” Y destacaban que “en la actualidad, le adeuda a dicho Banco
(Dressdner Bank,) una suma superior a los ciento sesenta millones de dólares (U$S.
160.000.000), con avales renovados por parte del Estado, y la deuda con el BANADE residual
por el crédito otorgado en 1975 supera los cien millones. Como podrá advertirse se trataba de
un emprendimiento privado donde el riesgo empresario y las inversiones quedaban
exclusivamente en manos del Estado Nacional.”76

setiembre de 2001
73
En 1995 Bergo Ansalt le prestó al gobierno rionegrino U$S 5 millones para el pago de salarios adeudados por el
gobernador Massaccesi. Cumplido el plazo de su devolución la empresa demandó al gobierno provincial el cual,
como compensación, debió hacerse cargo de las obras viales y ferroviarias hasta ALPAT. “Así, la empresa estatal
Viarse hizo los 7 kilómetros de camino a la planta y ahora negocia la carpeta asfáltica, que estima en un costo de
450.000 pesos. Para trazar, enripiar y alambrar ya se gastó la friolera de 2.800.000 pesos (…) Alpat sólo aportó el
20% de ese monto.” Esta operación le permitió a ALPAT prácticamente trasladar al gobierno provincial los costos
de las obras que estaban proyectadas a cargo de la firma desde hacía treinta años, al mismo tiempo demostraba las
vinculaciones entre ambas firmas Bergo Ansalt y ALPAT.
74
RAJNERI, Julio. “La increíble historia de Alpat (Parte I)”
http://www.rionegro.com.ar/arch200003/r31g10.html, 31 de marzo de 2000.
75
Proyecto de resolución, Cámara de Diputados, 1995. En ese mismo informe se sostenía que “Esa deuda hoy
debe rondar los 450 millones de dólares, la planta aún no está operativa, los trabajos de ejecución se encuentran
parcialmente paralizados y suspendida la casi totalidad del personal.”
76
Proyecto de resolución, Cámara de Diputados, 1995. Los diputados que presentaron este informe fueron:
Franco Caviglia, Alfredo Castañón y Guillermo Francos.
Los argumentos tenían una clara lógica liberal y servían tanto para denostar a los
empresarios prebendarios como las políticas de promoción estatal llevadas a cabo en años
anteriores, sin discriminar que algunas de ellas habían sido exitosas. El mal estaba en el
intervencionismo estatal per se.
El informe también ponía en tela de juicio la viabilidad económica del proyecto; en
efecto, se calculaba que debido a la deuda que tenía la empresa, ésta debía pagar sólo por
intereses alrededor de U$S 50 millones y si la planta comenzara a producir las 200.000
toneladas de carbonato de sodio previstas su precio en el mercado rondaría los U$S 35
millones; es decir, las ventas no alcanzarían para cubrir los intereses de las deudas contraídas.
Paralelamente, se estimaba que “el flujo de recursos que por las causas mencionadas aportó,
avaló o dejó de percibir el Estado asciende a una suma que supera los quinientos millones de
dólares”.77
Evidentemente la única forma para que la empresa pudiera sobrellevar legalmente estas
irregularidades era a través de argucias contables, entre otras computar a los bienes intangibles
de manera tal que representara nada menos que el 48% del activo.78
Para fines de 1996, con el proyecto ejecutado en un 85%, se estimaba que la firma
necesitaba otros U$S 70 millones para terminar la planta, y U$S 10 millones para capital de
trabajo, en esos requerimientos no se incluían los necesarios para evitar los problemas de
contaminación que comenzaban a esgrimirse con más fuerza.

3.4 Nuevo siglo, viejas tendencias

En nuevo siglo comenzó pero ALPAT aún no había puesto en funcionamiento la planta;
en el año 2000 la obra alcanzó una ejecución de 95% pero, luego, durante casi dos años el
proyecto estuvo paralizado hasta que pareció cobrar un nuevo impulso. La
aduana permitió la entrada de maquinaria importada necesaria para la concreción de la obra y
el gobierno provincial autorizó el abastecimiento del servicio de agua para la planta aunque
ésta debía finalizar las obras vinculadas al tratamiento de efluentes cuyo costo se estimaba
entre $ 3 y 4 millones. A pesar de la crisis económica los accionistas de ALPAT podían
continuar diversificando sus negocios, Bergo Anstalt se sumaba al proyecto “blanquiceleste” de
Marín.79
77
Ídem.
78
La exclusión de los “Bienes Intangibles” provoca una significativa caída del patrimonio neto, que de los 53
millones positivos pasa a ser negativo en más de 145 millones de dólares. LOJO, Javier. “La increíble historia de
ALPAT” (Parte II). http://www.rionegro.com.ar/arch200004/r01g09.html, 1 de abril de 2000.
79
En el año 2001 Fernando Marín creó Blanquiceleste S.A. y por medio de esta empresa accedió al
gerenciamiento del Club Racing. Luego Marín afirmaba en una entrevista periodística que sus socios eran el
“grupo suizo Bergo Anstalt, con sede en el paraíso fiscal de Liechtenstein, y el grupo ´de origen saudi-inglés´
Elmtree Investment. Al frente de esta última compañía está Mohammed Hussein al Amoudi, un jeque etíope cuya
fortuna se calcula en u$s 1.500 millones. Otro accionista era el vicepresidente de la compañía, Fernando de
Tomasso, ex JP Morgan y gestor del aporte de Elmtree para el proyecto. En el caso de Bergo Anstalt, “apostaron a
este proyecto dado que tengo una amistad de larga data con sus directivos. ¿Acaso Pirelli no es dueña de un club
en Italia?” Con lo que comparaba una “empresa fantasma” con una empresa productiva de larga trayectoria
internacional. A su vez, Marín estuvo vinculado a Franco y Mauricio Macri, en los años noventa fue director de
SOCMA y cuando Pago Fácil decidió en el año 2004 ingresar al negocio de la venta de entradas de futbol el
primer club con el que realizó un acuerdo fue con Racing. MEAÑOS, F. y ENSINCK, G. “Secretos Gerenciados”
Buenos Aires Año II, N° 145. Perfil. 13 de marzo de 2006. Por su parte Mohammed Hussein al Amoudi, entre
otras, controla Preem Petroleum AB (la más importante petrolera sueca); “tiene en Argentina varias compañías
En el 2004 mientras se anunciaba que la planta funcionaría en 90 días se presentaban
serias dudas sobre la viabilidad del proyecto, entre otras, el mantenimiento de la producción en
el largo plazo, el precio final del producto (que se estipulaba en U$S 200 la tonelada cuando el
importado era de U$S 150), los problemas ecológicos, e incluso los niveles de rentabilidad
teniendo en cuenta las deudas de la firma. A estos cuestionamientos Dagnino expresaba que
“los números cierran” y afirmaba que no pensaba en las ganancias “Si nosotros estuviéramos
detrás de la ganancia para poder hacer esto, quizá hubiéramos abandonado hace rato (...)
Estamos porque estamos convencidos de que hay que hacerlo y porque estamos convencidos de
que cuando podamos hacer la ampliación vamos a tener mejores ganancias, mejores costos y
mejores diferencias.” Ante el interrogante de cómo se pagarían las fuertes deudas que ALPAT
había contraído con el Estado, Dagnino, pesidente de la empresa, afirmaba que “´La inversión
de Alpat la han hecho los inversionistas, no el Estado Nacional. La deuda con el Estado, que
ronda los 80 y pico millones dólares más otros ocho millones de diferimientos, ya está
arreglada. Los tenemos que devolver y ya está hecho el acuerdo con el ministerio de Economía.
´ Pero luego, ante la insistencia, Dagnino remata: (…) ´Al Estado le estamos de volviendo´. Y
después se contradice: ´Hemos devuelto todo... Ya no tenemos avales, no tenemos préstamos
´.”80
A estas dudas se sumaban las quejas de las empresas consumidoras que tendrían que
pagar un producto más caro, con lo que suponían que ALPAT obtendría subvención estatal para
reducir el precio; más aún, esas empresas habían pagado durante años U$S 18 por tonelada
importada que iba al Fondo de Contribución para el Carbonato de Sodio para financiar a
ALPAT.
A principios del año 2004 ALPAT solicitaba fondos al Estado con el objetivo de ampliar
su capacidad productiva a 400.000 toneladas, aunque todavía no había comenzado a producir.
Oscar Tangelson, viceministro de Economía aseguraba que “hace unos meses nos vinieron a
ver representantes de la empresa y de la provincia para que la Nación respalde la parte final de
las obras y nosotros le pedimos que nos trajeran exactamente todos los estudios de factibilidad
y ecuaciones económicas (…) Esta es una obra que se viene arrastrando desde hace muchos
años y que ha tenido enormes problemas. Por eso, queremos estar muy seguros de lo que se
puede hacer o no, pero en principio no es nada fácil que se puedan destinar recursos de la
administración nacional hacia esa emprendimiento” y solicitó a la firma un informe sobre la
factibilidad del proyecto, incluyendo su capacidad exportadora. Por otro lado, también
destacaba que “tenía informes que mostraban un cuadro de situación complicado acerca de la
situación financiera” de la firma.81
Mientras tanto las obras no se detenían y, al parecer, sólo restaba la ampliación de un
gasoducto para proveer a la planta en condiciones óptimas.
A mediados de ese año el gobierno nacional, presidido por Nestor Kirchner comenzaba
a evaluar la posibilidad de impulsar nuevamente el proyecto para lograr su consecución. Los

fantasma que operan en el país a través de la Bergo Anstalat, con fuertes intereses económicos en el Sur. Se trata
de Alcalis de la Patagonia SA, Alianza Petrolera Argentina, Distribuidora Química SA, e Industrias Alimenticias
Argentinas SA, esta última ubicada en el parque industrial de Pilar. Todas ellas están en situación irregular con la
Justicia argentina.” Raúl Marsden era el representante argentino tanto de Elmtree como de Bergo Anstalt. VEIGA,
Gustavo, “El verdadero dueño de Racing”. Página 12, 16 de mayo de 2005.
80
CARAM, Pedro. “Las dudas sobre el anunciado funcionamiento de Alpat”.
http://www.rionegro.com.ar/arch200405/17/r17s03.php. 17 de mayo de 2004.
81
RIO NEGRO ON LINE. “Alpat volvió a pedir fondos al Estado nacional”.
http://rionegro.com.ar/arch200402/24/r24j01.php 24 de febrero de 2004
anuncios no generaron demasiadas esperanzas pero si preocupación en los sectores vinculados
a las cuestiones ecológicas. Ante el apoyo del gobierno provincial para acelerar la puesta en
producción, las organizaciones ecologistas de Río Negro impulsaron una campaña nacional
para rechazar el funcionamiento de ALPAT.
Al año siguiente, el gobernador de Río Negro, Miguel Saiz, entregó al Presidente de
ALPAT, Osvaldo Dagnino, la resolución medioambiental que establecía los condicionamientos
para la puesta en marcha del emprendimiento de soda solvay; Dagnino, manifestaba que
“vamos a cumplir con las leyes de manera tal que siempre podamos recibir el título de líderes
en cuestiones ecológicas. Hemos gastado mucho, aceptado varias cuestiones, y los especialistas
en ecología de esta provincia nos han enseñado a través de estos años. Queremos ser líderes en
la cuestión del desarrollo sustentable.”82
En marzo del 2005 se anunciaba oficialmente la puesta en marcha de ALPAT y dos
meses más tarde el presidente Kirchner firmó el decreto 475 por medio del cual en treinta días
la planta debía estar funcionando, con una producción de 250.000 toneladas por año (cuyo
precio en el mercado rondaría los U$S 50 millones) de carbonato de sodio liviano y denso y la
posibilidad de ampliarla a 500.000, se establecía que en principio debía ocupar a 234 personas.
Con respecto a las deudas, ALPAT “se obliga a reintegrar al Estado Nacional, al momento del
dictado del presente decreto, siete promissory notes (simil pagarés) emitidos a favor del
Dresdner Bank garantizados mediante el aval del Estado Nacional por un monto total de u$s
161,5 millones”; en relación a la deuda con el Estado la firma cancelaría la totalidad de la
deuda con el Estado Nacional (aproximadamente U$S 45 millones).83 Evidentemente la deuda
de ALPAT se había licuado.
Para junio ALPAT había producido 12.000 toneladas de soda solvay. “Comparando con
otras plantas del mundo hemos logrado en menos tiempo producir mejor calidad de soda
liviana y soda densa. Ahora hay buenas perspectivas, Argentina ha importado mucha más soda
el año pasado que años anteriores, ha llegado a casi 300.000 toneladas, es decir ya no nos
alcanza la producción”, por que se prevé una producción anual de 250.000 toneladas.
Saiz dijo que “estamos cerrando varias etapas. Una etapa que fue larga, con toda la
incertidumbre y con todas las afirmaciones que se hicieron. Hoy Alpat está en período de
prueba pero cumpliendo el objetivo para el cual se hizo. Cuando este proyecto se puso en
marcha, la legislación sobre el medio ambiente era prácticamente inexistente y hubo que
adecuarla. Esto se pudo hacer cumpliendo fundamentalmente todos los pasos de las distintas
leyes que se han ido dictando, porque hubo una firme decisión del Estado, y además porque
hubo un entendimiento y una aceptación por parte de la empresa que puso todo el esfuerzo y
toda la predisposición para cumplir con todo lo que exigía la legislación dictada en treinta
años”84

82
Secretaría de Comunicación, Gobierno de la Provincia de Río Negro. 30 de marzo de 2005.
83
La decisión fue tomada durante una reunión de la que participaron el gobernador Miguel Saiz, los secretarios de
Legal y Técnica, Carlos Zannini, de Hacienda, Carlos Mosse, de Industria, Miguel Peirano, el senador Miguel
Pichetto, y el intendente de San Antonio Oeste, Adrián Casadei. Con respecto a la deuda Lavagna explicó que el
gobierno “había emitido siete pagarés por un monto de 161.537.740 dólares, que estaban en manos de una entidad
bancaria y que ahora, al ser devueltos al Estado, el pasivo desaparece para el fisco.” 14 de mayo de 2005
84
RIO NEGRO ON LINE “Alpat ya fabricó 12.000 toneladas de soda solvay” 9 de junio de 2005. El ahora
vicepresidente Dagnino opinaba que este es un leading-case o caso testigo, ya que “no es fácil de encontrar otra
industria que antes de producir haya elaborado una cuestión ecológica tan cuidadosa como ha sido ésta, guiada por
las leyes de Río Negro”. “Kirchner destrabó la instalación de ALPAT luego de 30 años” Noticias.net 14 de mayo
2005.
Nueve meses después de la firma del decreto, ALPAT realizó su primer exportación de
40.000 toneladas a Brasil, Dagnino expresaba, “Tengo un gran orgullo, es argentina, es la
primera soda, es de San Antonio y sale... (se quiebra, mientras señala la bandera argentina en el
buque). Estamos sumamente contentos por varios motivos: porque hacemos el producto en Río
Negro, porque estamos exportando a Brasil y porque se va en un barco argentino” 85 Estas
exportaciones si bien eran coyunturales aliviaban la situación de la empresa ya que, al parecer
le costaba colocar su producto en el mercado local, fundamentalmente en Buenos Aires.
Luego de treinta y tres años desde la firma del primer contrato, ALPAT comenzó a
producir y logró ingresar su producto en el mercado latinoamericano. Sin embargo, aquellos
empresarios que durante tantos años acompañaron a una empresa improductiva cuando esta
comenzó a producir al parecer se alejaron.
En el 2005 la prensa consultaba a De Tomaso acerca de las continuidades de las
inversiones en Racing “¿Sigue el grupo suizo Bergo Anstalt y el árabe Elmtree Investiment…?
El grupo suizo no es suizo, en realidad está representado por un abogado suizo. Ellos se quieren
ir de Argentina, pero quieren seguir en Racing. Acá tienen inversiones y una planta de soda
solvay que quieren vender. El dueño de la planta se murió y quedaron sus hijos y la primera
mujer. Los tres son norteamericanos y quieren llevarse la platita a Estados Unidos.”86
Un año más tarde de la puesta en marcha de la planta, South Mineral adquirió el
64,11% del paquete accionario. Este holding está conformado por South Minerals, Almería
Austral, Hispano Americana de Petróleos SA, Tecnological SA, Oil Petróleos SA, Oil M&S
Brasil SA, Combustibles del Rosario SA, Oil Construcciones y Oil M&S SA. A esta última,
que se hizo acreedora a 43 yacimientos petrolíferos y gasíferos en Brasil, está relacionado el
empresario Cristóbal López. 87
Entre los objetivos la nueva accionista planteaba “satisfacer en el mediano y largo plazo
la totalidad de demanda argentina y latinoamericana de carbonato de sodio. Migraremos a una
política comercial más dinámica, agresiva y eficiente, donde los clientes sean considerados
socios estratégicos.”88
85
RIO NEGRO ON LINE. “Alpat exporta sus primeras 4.000 toneladas”.
http://www.rionegro.com.ar/arch200511/12/e12n01.php, 12 de noviembre de 2005. La empresa importadora era la
Companhía Nacional do Alcalis, que había sido fundada en 1943 por el gobierno brasileño y en 1992 (Alcalis de
Brasil) fue privatizada por el gobierno de Fernando Collor de Melo, bajo fuertes sospechas de corrupción. Ahora
debía importar ya que su capacidad productiva no alcanzaba para satisfacer la demanda de ese mercado.
86
Fernando De Tomaso remplazó a Marín en la dirección de Blanquiceleste. CLARIN.COM. “De Tomaso:
´Habrá estrategia y más inversiones´”. http://www.clarin.com/diario/2006/05/17/deportes/d-05301.htm. 17 de
mayo de 2006.
87
Cristóbal López es un empresario vinculado a firmas de transporte (grupo Indalo en Neuquén, Transporte
Comodoro Rivadavia SA se le atribuye el 51% de las acciones del canal de cable y participación en el diario "El
Patagónico"; se le adjudica una empresa de tecnología (Tecnological) y una relacionada con el turismo (Altos del
Glaciar). Se lo vincula con firmas de transporte, medios de comunicación, constructoras y empresas petroleras, de
tecnología, de recolección y reciclaje de basura. El juego de azar es lo que ha dado resonancia a su nombre a partir
de querer incursionar en este rubro en la ciudad de Buenos Aires (principalmente con los tragamonedas). A
principios de los años noventa creó la empresa Casino Club que se extendió por gran parte del país (Misiones, La
Pampa, en Mendoza, La Rioja, Chubut, Tierra del Fuego y Santa Cruz). En Santa Cruz es muy conocida la versión
de que el empresario aportó una fuerte suma a la campaña presidencial de K (se habla de tres millones de pesos).
Esos mismos informantes recuerdan que López fue quien le prestó su avión privado para la campaña
presidencial.” PISANI, Italo http://www.rionegro.com.ar/diario/2006/06/09/20066r09b18.php “La planta de soda
solvay tiene nuevos dueños. Los tentáculos del Señor López”. 9 de Junio de 2006
88
Ídem.
4. Consideraciones finales

La soda solvay se convirtió en un insumo clave del sector industrial, a medida que crecía
y se convertía en el motor de la economía las necesidades de producir ese insumo se tornaron
cada vez más evidentes.
En los años cuarenta los avances fueron tímidos, el Estado parecía tener interés pero no la
convicción de producir localmente soda solvay. Con muchas indefiniciones y en medio de
tensiones dejaba en manos de organismos con poca autonomía en la toma de decisiones la
realización de frustrados estudios. Por su parte, los empresarios ni siquiera se planteaban la
posibilidad de producir soda solvay; quizás por los altos costos de la inversión inicial y las
características del mercado interno de escala relativamente reducida que no estimularon al
sector privado a asumir los riesgos para un proyecto de esa naturaleza.
Luego de veinte años de estudios y frente a los fuertes estrangulamientos externos que
sumergían a la economía se tomó la decisión política de producir soda solvay, aún en contra
de los diagnósticos, de los importadores y de un contexto inestable que otorgaba
incertidumbre al respecto; los empresarios hicieron oídos sordos ante el llamamiento del
Estado a participar en su propósito; si bien ahora reconocían la importancia de la soda
solvay en nuestro país ninguno estaba dispuesto a llevar adelante esa iniciativa.
La orientación económica de los años sesenta afianzó el proceso sustitutivo; los
debates intelectuales, los lineamientos del CONADE, la creación del BND y los planes de
promoción impulsaban esa estrategia. El Estado había elaborado herramientas que le
permitían sumar los capitales privados a su iniciativa.
Álcalis de la Patagonia fue una de las nuevas empresas que se proyectaron por estos
años en ramas industriales que hasta ese entonces habían quedado rezagadas y en las cuales
se ponía el acento por ser generadoras de insumos básicos. Pero en los primeros años
setenta, los intentos de construcción de esa planta se vieron frustrados; el cambio de
gobierno de facto imprimió un compás de espera al lanzamiento de fabricación de
carbonato de sodio, si bien finalmente se firmó el contrato, se otorgaron los créditos, se
cedieron los terrenos y pareció ponerse en marcha el proyecto.
La asunción del gobierno peronista modificó la conformación de la empresa. En
consonancia con los lineamientos nacionalistas de su política económica, este presionó
hacia una mayor participación del capital nacional, luego pareció darle un nuevo impulso
que le permitiría una rápida puesta en funcionamiento. Hasta acá los directivos de la
empresa aceptaban las concesiones y las directivas del Estado, con bastante “quietud”
lograban que el impulso al proyecto lo diera el Estado.
Sin embargo, con la muerte de Perón, la inestabilidad política profundizada por las
diferentes corrientes en el poder que pugnaban por imponer sus distintas concepciones
acerca de la política económica provocó indefiniciones respecto a ALPAT e impidió el
financiamiento por parte del Estado y por ende cualquier avance en su definición. Luego la
crisis económica provocada por el “rodrigazo” pareció echar por tierra todos los intentos
por lograr la fabricación local de carbonato de sodio. Sin el auxilio estatal, los empresarios
quedaron a la espera de nuevas definiciones al interior del gobierno.
Una vez que se reposicionó en el gobierno la ortodoxia peronista, el proyecto tuvo
nuevas definiciones; ésta vez el Estado nacional tendría una participación mayoritaria en el
proyecto pero los alcances de la crisis económica y la posición endeble del gobierno
constitucional no permitieron realizar los aportes de capital necesarios para que, de una vez,
la planta productora de soda solvay se pusiera en funcionamiento. En principio, los
empresarios no se negaron a que el Estado tuviera una participación mayoritaria y dirigiera
“su” empresa, al contrario ello le aseguraría un mayor financiamiento por los múltiples
canales previstos. El problema suscitó con la crisis política y económica que los relegaba a
un segundo plano.
Así, luego de siete años de iniciarse el proyecto para la consecución de un objetivo
considerado prioritario, éste quedó enredado en los avatares políticos que le traspasaron sus
propias incertidumbres generando una frustración que continuaría en las décadas
posteriores.
La política económica durante la dictadura militar modificó las condiciones en las que
operaba la industria hasta el momento y provocó una desindustrialización, pero esta fue
“selectiva” y subsistió el apoyo a algunos grandes proyectos en la etapa anterior. Si bien,
podemos observar un retiro del Estado como inversor en ALPAT también destacamos el
financiamiento que este le otorga a pesar de que, a diferencia de otros proyectos, en rigor
no había comenzado su instalación. En este sentido, resulta indudable que los empresarios
presionaban al gobierno para seguir obteniendo financiamiento aunque es más difícil de
inferir con qué lo presionaban. Debemos asumir que las vinculaciones de los miembros de
ALPAT con algunos funcionarios fueron las que permitieron la continuidad del proyecto.
Durante los años de Alfonsín, a pesar de las fuertes restricciones presupuestarias, la
“década perdida” no pareció serlo para los empresarios que lograron que el Estado, que
tenía un endeudamiento externo insalvable, se hiciera cargo de su deuda privada.
En los años noventa, en el marco de un retiro general del Estado y de impulso a las
iniciativas privadas se cuestiona el escaso avance del proyecto ALPAT y la enorme deuda
que mantiene con el sector público. Parecía mejor alternativa desechar, finalmente, el
proyecto. No obstante, las vinculaciones de los directivos de la empresa constituían una
herramienta suficiente para lograr que el Estado continuara sosteniendo e incrementando
esa carga.
Luego de la crisis del 2001, el cuestionamiento al modelo neoliberal hasta entonces
predominante dio paso a mayores definiciones respecto a la industria y su rol en la
economía; al parecer la “burguesía nacional” jugaría un nuevo rol en el crecimiento
económico. El problema era que los empresarios de ALPAT no sólo eran los mismos sino
que ahora se incorporaban nuevos miembros al elenco estable que tenía fuertes
vinculaciones con el gobierno kirchnerista. El gobierno se encontró con la instalación ya
muy avanzada y tomó la decisión política de destrabar el proyecto; con enormes costos para
el Estado, finalmente ALPAT comenzó a producir aunque no sin estar clara la viabilidad de
un proyecto basado en equipos que llegaron al país hace décadas y que ahora enfrenta,
además, duros cuestionamientos de los ambientalistas.
En un contexto de crecimiento industrial pero de fuerte inestabilidad el Estado decidió
la instalación de una planta para producir soda solvay. De allí en más, la herencia de este
proyecto para los sucesivos gobiernos constituía una pesada carga que no siempre estaban
dispuestos a afrontar; sin embargo lo hicieron y en el proceso no buscaron ponerle coto a los
empresarios que aprovecharon la incertidumbre reinante para que el Estado financiara durante
treinta y tres años una fábrica fantasía
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