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LA APOROFÓBIA

Es una realidad social que necesita un nombre para poder reconocerla y así saber su existencia
para poder analizarlas y tomar posición frente a ellas ya que así si permanece en la bruma del
anonimato actúan con la fuerza de una ideología y es una visión deformada de la realidad que
manipulan los medios y como no se puede denunciar, se hace más efectiva.

Manipulan de tal manera que nos hacen poner en una posición de superioridad con respecto a
los extranjeros considerando que el ser ecuatoriano, el estar en nuestra tierra nos hace
superiores, un falso nacionalismo legitimando el rechazo al venezolano.

Estamos en un país que se dice ser democrático, con brochazos de socialismo disfrazado, que se
pronuncia a favor de la igualdad.

Las redes sociales están infestadas de memes o mensajes en contra de este determinado grupo
de migrantes y resulta difícil discernir si esto es un delito de odio más que denuncias por
fechorías que de alguna u otra forma los nuestros las hacen de igual o peor forma, disfrazándolo
como libertad de expresión. Detrás de esto están los partidos políticos que desean tomar
provecho apostando por un discurso xenófobo y antisocialista como señal de nacionalismo e
incentivo para ganar votos. Y les está dando buen resultado ya que en esta época de crisis echar
la culpa de los problemas sociales a estos grupos resulta provechoso ya que no tienen nada
nuevo que ofrecer.

La xenofobia y el racismo tuvieron que ser reconocidos en algún punto de la historia, por eso
hoy la xenofobia tiene otro lado más perverso aun que es la aporofobia en el migrante
venezolano.

En el Ecuador no se repugna al extranjero adinerado que trae consigo la industria y genera


empleo en el país o las multinacionales que se instalan con su gama de productos, no, a ellos
no. El ecuatoriano rechaza al migrante refugiado que viene de un país en crisis de toda índole,
que no tiene nada que perder y obviamente nada que ofrecer. Las ventanas de los automóviles
en las calles se cierran ante los venezolanos mendigos sin hogar, o al que de alguna manera
quiere salir adelante, carameleros en los buses, a los que, si apenas vemos, viramos la vista hacia
algún paisaje que nos distraiga hasta que este se baje.

El problema no es de tanto xenófobo, sino que rechazamos al migrante pobre, no al extranjero


rico, el problema es de pobreza.

Tal vez algunos no nos cataloguemos como racistas o xenófobos, pero si debemos reconocer
que somos aporófobos en esta nueva cara de rechazo son los medios sin que nos demos cuenta
están trabajando día tras día, acrecentando el miedo al extranjero pobre.

Es de suma urgencia nombrar como se debe a esta patología social para poder diagnosticarla y
descubrir lo que los medios intentan sembrar en la ciudadanía para proponer soluciones.

Esta realidad no es que es nueva, sino que ha sido una herramienta efectiva para fortalecer la
xenofobia desde una perspectiva oculta.

Los medios nos han encarnado la aporofobia de tal forma que nos hemos degradado rechazando
a un grupo marginado por su propia gente, aun tratándose de personas con preparación
académica y para nada ignorantes, personas de carne y hueso que sufren el flagelo.
Debemos ir tomando conciencia de lo que los medios están sembrando en nosotros, y reconocer
que todos tenemos aporofobia, y no solo compadecernos de manera pasiva, de tal manera que
momentáneamente este mal nos golpea pero que olvidamos a la vuelta de la esquina, sino que
esta aflicción nos haga buscar caminos para superar este cáncer fruto de la manipulación a la
que estamos expuestos todos los días.

Un antídoto sería un respeto activo a la dignidad de las personas y porque no usar las mismas
redes sociales o medios a nuestro alcance para informar que la enfermedad de la que
padecemos no es tanto la xenofobia sino más bien la aporofobia, conocer y reconocer es el
primer paso para combatir este mal.

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