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Problemas preliminares a la construcción de una situación

Texto publicado en el # 1 de Internationale Situationniste (1-VI-58).

"La construcción de situaciones comienza más allá del hundimiento moderno de la


noción de espectáculo. Es fácil ver hasta qué punto está unido a la alienación del viejo
mundo el principio del espectáculo: la no intervención. Se ve también, a la inversa, que
las búsquedas revolucionarias más válidas en la cultura han intentado romper la
identificación psicológica del espectador con el héroe para arrastrarlo a la actividad... La
situación se hace para ser vivida por sus constructores. El papel del "público", pasivo o
en todo caso de figurante, debe disminuir siempre, mientras que aumentará la parte de
quienes que ya no pueden llamarse actores sino, en un sentido nuevo del término,
"vividores". - Informe sobre la construcción de situaciones

La concepción que tenemos de "situación construida" no se limita al empleo unitario de


los medios artísticos que concurren en un ambiente, por grandes que puedan ser la
amplitud espacio-temporal y la fuerza de dicho ambiente. La situación es al mismo
tiempo una unidad de comportamiento en el tiempo. Está formada por los gestos
comprendidos en el escenario de un momento. Estos gestos son el producto del
escenario y de sí mismos. Producen otros escenarios y otros gestos. ¿Cómo orientar
estas fuerzas? No nos contentaremos con los entornos experimentales producidos
mecánicamente si esperamos sorpresas de estos entornos. La dirección realmente
experimental de la actividad situacionista es el establecimiento, a partir de deseos más o
menos conocidos, de un campo de actividad temporal favorable a esos deseos. Ello sólo
puede traer consigo el esclarecimiento de los deseos primitivos y la aparición confusa
de otros nuevos cuya raíz material será precisamente la nueva realidad constituida por
las construcciones situacionistas.

Hay que afrontar por tanto una especie de psicoanálisis con fines situacionistas,
debiendo encontrar cada uno de los que participan en esta aventura deseos ambientales
precisos para realizarlos, en sentido opuesto a los fines perseguidos por las corrientes
surgidas del freudismo. Cada uno debe buscar lo que le gusta, lo que le atrae (y
contrariamente a algunos intentos de escritura moderna -por ejemplo Leiris-, lo que nos
importa no es la estructura individual de nuestro espíritu ni la explicación de su
formación, sino su aplicación posible en las situaciones construidas). Se puede hacer
recuento con este método de los elementos constitutivos de las situaciones a edificar;
proyectos para el movimiento de estos elementos.

Una investigación semejante sólo tiene sentido para individuos cuyo trabajo se enfoque
prácticamente sobre la construcción de situaciones. Todos ellos son, espontáneamente o
de forma consciente y organizada, presituacionistas, individuos que han experimentado
la necesidad objetiva de esta construcción a través de un mismo estado de carencia en la
cultura y de las mismas expresiones de la sensibilidad experimental inmediatamente
anterior. Están unidos por su especialización y por su pertenencia a una vanguardia
histórica dentro de ella. Por lo tanto es probable que se encuentren en todos ellos
numerosos puntos en común con el deseo situacionista, que se diversificará cada vez
más a partir de su tránsito a una fase de actividad real.

La situación construida es forzosamente colectiva en su preparación y desarrollo. Sin


embargo parece necesario, al menos en las experiencias primitivas, que un individuo
ejerza cierta preeminencia sobre una situación dada actuando como director de escena.
A partir de un proyecto de situación -estudiado por un equipo de investigadores- que
combinaría, por ejemplo, una reunión emocionante de algunas personas durante una
velada, habría que distinguir sin duda un director -o escenógrafo encargado de coordinar
los elementos previos de la construcción del decorado y de planear algunas
intervenciones sobre los acontecimientos (este proceso podría ser compartido por varios
responsables que ignorasen mutuamente sus planes de intervención)-, unos agentes
directos que viven la situación -que hayan participado en la creación del proyecto
colectivo y que hayan trabajado en la composición práctica del ambiente-, y algunos
espectadores pasivos -ajenos al trabajo de construcción- a los que convendrá reducir a la
acción.

Naturalmente la relación entre el director y los "vividores" de la situación no puede


convertirse en una relación entre especializaciones. Se trata sólo de una subordinación
momentánea de todo un equipo de situacionistas al responsable de una experiencia
aislada. Ni estas perspectivas ni su vocabulario provisional deben dar a entender que se
trata de una continuación del teatro. Pirandello y Brecht han mostrado ya la destrucción
del espectáculo teatral y algunas reivindicaciones que van más lejos. Se puede decir que
la construcción de situaciones reemplazará al teatro sólo en el sentido en que la
construcción real de la vida ha ido reemplazando cada vez más a la religión.
Evidentemente el primer campo que vamos a reemplazar y a realizar es la poesía, que se
consumió a sí misma en la vanguardia de nuestro tiempo, que ha desaparecido por
completo.

La realización efectiva del individuo, al igual que la experiencia artística que desvelan
los situacionistas, pasa forzosamente por su dominación colectiva: antes de ello no hay
todavía individuos, sino sombras que frecuentan los objetos que otros les proporcionan
anárquicamente. Encontramos, en situaciones ocasionales, individuos aislados que se
mueven al azar. Sus emociones divergentes se neutralizan y mantienen su sólido entorno
de aburrimiento. Aniquilaremos estas condiciones haciendo aparecer en algunos puntos
la señal incendiaria de un juego superior.

El funcionalismo, que es una expresión necesaria del avance técnico, intenta eliminar en
nuestra época totalmente el juego, y los partidarios del "industrial design" lamentan la
perversión de su actividad por la inclinación del hombre al juego. Esta inclinación,
explotada rastreramente por el comercio industrial, pone inmediatamente en cuestión
resultados útiles exigiendo nuevas presentaciones. Creemos que no hay que alentar la
constante renovación artística de la forma de los frigoríficos, pero el funcionalismo
moralizador no puede hacer nada al respecto. La única salida progresiva es liberar en
otra parte, y de modo más amplio, la tendencia al juego. Las ingenuas indignaciones de
la teoría pura del "industrial design" no han impedido, por ejemplo, que el automóvil
individual sea principalmente un juego imbécil, y sólo accesoriamente un medio de
transporte. Contra todas las formas regresivas de juego que suponen su retorno a
estadios infantiles -ligados siempre a políticas reaccionarias- hay que apoyar las formas
experimentales de un juego revolucionario.

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