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entrega, que no haya tenido que soportar, en mayor o menor medida, en los
necesariamente las formas agresivas del así llamado bullyng (mofas ásperas y
pertenece.
indudable: no hay nadie, que yo sepa o que yo recuerde, que esté dispuesto a
perniciosa, que conviene por eso mismo evitarla; ni algo adverso a la literatura,
que carece de relevancia y es mejor pasarla por alto, que hace mal. Al
contrario: a quien se consulte sobre el tema dirá sin hesitar que la lectura es
fundamental en la vida, que nada hay tan edificante como ese hábito, que los
libros nos hacen mejores, que la literatura es un tesoro inapreciable, que hay
que leer, que hay que leer, que hay que leer.
No obstante, dicho eso, lo cierto es que, más allá de las loas, el de los
veneración tan y tan proclamada, de parte de tantas personas, por los libros y
con el lugar que en la vida de esas personas ocupan efectivamente los libros y
prestigio abstracto. Apenas ese leer cobra la forma de una costumbre concreta,
no bien se traduce a una práctica concreta sostenida en tiempo y lugar, ese tan
sustancial: diciendo así, que “los chicos” no leen, parecería querer darse a
verdad, por supuesto, es otra, y con bastante evidencia; la verdad es que si “los
chicos”, llegado el caso, no leen, “los grandes”, por cierto, tampoco. Los
chicos llegaran a ser, por ejemplo, sus hijos o sus hijas, cantarán tanto más
llegara a suceder (en el fondo ellos sienten que no, por eso lanzan los
sermones que lanzan) que sus hijos o sus hijas resultaran ser lectores cabales,
retraimiento tan pernicioso como oscuro. Unos cuantos de esos mismos padres
respecto de un vicio.
Por eso presumo que no existirá ningún lector consumado que ignore (y
si lo ignora, más temprano que tarde acabará por aprenderlo) que la vida
a ser los primeros en brindar estas lecciones). La vida no está hecha para leer,
sino más bien para impedirlo (o por lo menos, siendo optimistas, para
dificultarlo). No cabe duda: “leer te conecta”. Pero quien se conecta con una
con las viejas tecnologías (y entre esas viejas tecnologías, con los libros) no
dejaba de pasar un poco lo mismo. El que lee se conecta, sí, ante todo con lo
que está leyendo, y también, en cierto modo, con quien lo escribió, y además,
activarse sin algún grado de desconexión, por lo pronto, del entorno inmediato,
de los otros que están por ahí, en el mismo hogar o en la misma mesa.
resulta preferible a la existencia que tiene en torno, con todo lo que ahí quede
Porque lo que el Quijote viene a decir, como lector, antes que nadie y mejor
que nadie, es que el mundo que encuentra en los libros, el mundo épico y
bien señaló Michel Foucault en Las palabras y las cosas, sino al precio de
cordial para ratos libres, de esparcimiento) o para copiarlo con palabras (como
literatura.
hoy por hoy, en gran medida, ni más ni menos que en esto: encontrar un buen
lugar donde poder leer. Parece menor, parece anecdótico, pero resulta, a mi
de que nuevos lectores se formen, y todo eso resulta vital y determinante. Pero
lo que no habría que desatender, según creo, es que una de las dificultades
que existen hoy por hoy para los lectores consiste en dar con algún lugar en el
que nadie nos hable, donde el teléfono no suene, donde las obligaciones no
recorrerla para elegir libros, cómo navegar en Internet y bajarse libros; y por fin,
su momento, que no pocos lectores posibles, no pocas personas listas para ser
encuentran cuándo (pues leer nunca es prioritario: siempre hay o puede haber
otra cosa más urgente que hacer) o dónde (el infierno son los otros, dijo Sartre;
lectura, hasta podría decirse que su utopía. Pero a partir de esa especie de
epicentro, dicho esto en el mismo sentido en que se dice que tiene epicentro un
sismo, es posible recorrer una gradación progresiva, que pase de ese lector a
los lectores a la fuerza, hasta llegar, por fin (y ese campo es muy extenso) a los
que no leen nada de nada nunca; o incluso, más aún, a los que detestan la
jóvenes (los famosos “chicos” que “no leen”); tanto más cuando aquellos que
con tanta constancia les imparten sus lecciones del deber de la lectura muy a
un placer (el placer de casarse y pasar la vida con nosotros, por ejemplo). Y
de que algo que es un placer para nosotros fuese a serlo igualmente para otro
alguna buena intuición; pero saber, lo que se dice saber, como quien dice a
ciencia cierta, la triste verdad es que no: que no sabemos. El placer es una
cuestión tan de cada uno, son tan diversas las maneras en que surge o se
desvanece, y tan diversas las maneras en que transcurre mientras transcurre,
respecto? ¿Hay algo que se deba hacer? Lo que cabe plantearse, en todo
caso, es que la literatura como tal es tan inmensa, tan variada y tan múltiple,
existen tantos libros y escrituras diferentes, que es difícil suponer que alguien
que algo sea fuertemente personal no implica en absoluto que exista por fuera
que podamos irradiar o adquirir, volverá accesibles ciertos placeres que, sin
los prejuicios sociales que oponen, no sé por qué, el esfuerzo y el placer, así
como oponen, tampoco sé por qué, lo obligatorio y el placer) nos volverá más
El resto es leer.
Hay algo, en cualquier caso, que podemos dar por cierto. Quien vivencia
atracción. Ante algo (por ejemplo, leer) que da tanto placer a alguien,
trata, en qué consiste. No hace falta declarar nada, basta con traslucirlo. En
ese rubro y bajo esa modalidad, sí que hay, a mi criterio, mucho por hacer y
MARTÍN KOHAN