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M.José Fernandez-Guerrero
Universidad Pontificia de Salamanca
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Que todos hemos sentido vergüenza alguna vez es algo indiscutible. O al menos
algo a lo que llamamos vergüenza. No hace falta acudir al diccionario para identificarlo,
ya que experimentamos una serie de sentimientos o, más bien, emociones que
reconocemos como tal cosa: cuando sentimos vergüenza deseamos que se abra la
tierra y nos trague, queremos desaparecer, que no nos miren, enrojecemos, sentimos
mucho calor, temblamos y se nos pone un nudo en el estómago. Es, quizá, una de las
emociones cotidianas más desagradables e incómodas, algo que nos inunda como
seres globales, que nos desprestigia de cara a los demás y de nosotros mismos. Porque
en realidad, la vergüenza solo aparece ante la mirada de otro, ante alguien que nos
puede juzgar o ante quien deseamos aparecer como válidos y excepcionales.
En este sentido del escrutinio ajeno, Boris Cyrulnik, el autor de “Los patitos
feos” y el que ha puesto de moda el concepto de resiliencia, publicó en 2011 “Morirse
de vergüenza. El miedo a la mirada del otro”, donde expresa la idea de que el destino
de la vergüenza depende, sobre todo, de la reacción del otro; de hecho la vergüenza es
más llevadera cuando el entorno trata de comprender y no de juzgar o, en palabras de
Morrison (1997) “el antídoto de la vergüenza es la aceptación”.
1
Seminario clínico perteneciente al Curso de Teoría y Técnica Aplicadas a la Clínica Psicológica (Cáceres,
4 de abril de 2014).
A lo largo de toda la exposición vamos a seguir una pauta más o menos
constante: vamos a estar refiriéndonos continuamente a una visión interaccional, a las
relaciones con otros significativos, ya que, en nuestra opinión, el afecto de vergüenza,
aunque sentido en el self, es algo esencialmente relacional. De esta manera vamos a
poder contemplar que respecto a la vergüenza “no todo es timidez”.
Entre las múltiples definiciones de vergüenza vamos a rescatar tres sobre las
que vamos a girar a lo largo de todo este tiempo:
2
Ira
Disgusto
DE CONDENA
Desprecio
Indignación
VERGÜENZA
DE
Pudor
EMOCIONES AUTOCONCIENCIA
MORALES
Culpa
RELATIVAS AL
SUFRIMIENTO Compasión
AJENO
Gratitud
DE ADMIRACIÓN Admiración
Devoción
3
comportamiento indecoroso que atenta contra las normas de la moral o de la buena
educación. Esta sucesión se refleja en la figura 2.
VERGÜENZA
NORMAL
PSICOPATÍA
TRASTORNO
EVITATIVO
4
El Diccionario de la Real Academia de la Lengua (22ª edición) define la
vergüenza como 1. f. Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro,
ocasionada por alguna falta cometida, o por
alguna acción deshonrosa y humillante, propia o vergüenza. (Del lat. verecundĭa).
ajena. 2. f. Pundonor, estimación de la propia
1. f. Turbación del ánimo, que suele
honra. encender el color del rostro, ocasionada
por alguna falta cometida, o por alguna
Siguiendo a Mario Rossi (1998), en la acción deshonrosa y humillante, propia
palabra vergüenza se acogen varios campos o ajena.
2. f. Pundonor, estimación de la propia
semánticos que suponen distintos sectores de la honra. Hombre de vergüenza.
experiencia: 3. f. Encogimiento o cortedad para
ejecutar algo.
1. Vergüenza como turbación o 4. f. Deshonra, deshonor.
5. f. Pena o castigo que consistía en
restricción: Este significado remite exponer al reo a la afrenta y confusión
a un trauma, a algo que hay que públicas con alguna señal que denotaba
ocultar. Alude a la acepción 1ª del su delito. Sacar a la vergüenza.
6. f. ant. Listón o larguero delantero de
diccionario. las puertas.
2. Vergüenza como temor, embarazo, 7. f. germ. Toca de la mujer.
8. f. pl. Partes externas de los órganos
pudor, modestia, reserva, timidez:
humanos de la generación.
En este aspecto ya se capta un ~ ajena.
significado más relacional. En 1. f. La que uno siente por lo que hacen
o dicen otros.
realidad, la vergüenza-pudor
desempeña una importante función evolutiva protegiendo la
individualidad del sujeto. Aquí destacamos la función positiva, valorativa
y necesaria del sentimiento del que tratamos, ejerciendo como emoción
fundante de la subjetividad.
3. Vergüenza como ofensa, deshonor, ignominia, mancha, infamia: Aquí se
muestra la otra cara relacional de la vergüenza, el aspecto acusatorio,
paranoide, que remite a la acepción 4ª del diccionario.
4. Vergüenza como rubor: En este significado nos movemos por el área
somática y corporal de la vergüenza, o, si preferimos, psicosomática. La
piel, la cara se convierte en signo externo y objetivo de la emoción
vergonzosa; de forma automática (quizá por la acción del sistema
simpático) la piel se enrojece, el calor nos hace sudar y la emoción
puede ser detectada por los demás. “Turbación del ánimo, que suele
encender el color del rostro…”
5. Vergüenza como sinónimo de los órganos genitales, expresado en plural
(“las vergüenzas”): Es otra expresión del carácter corporal de la
vergüenza que atañe a una parte del cuerpo muy íntima y que hay que
esconder, como señala la acepción 8ª del diccionario.
5
Esto puede resumirse en tres acepciones fenomenológicamente diferentes del
sentimiento de vergüenza, tal como nos indica Hdez. Espinosa (1999, 2013):
Los tres conceptos tienen en común que el sentimiento se refiere al estado del
self como ser total y no, como en la culpa, con el estado del objeto. Más adelante
ahondaremos en los elementos diferenciales entre la vergüenza y la culpa.
TÉRMINOS AFINES
6
supone el apuro que nos provoca el desvelamiento de nuestra conducta improcedente
o inmoral. Así, sentiremos vergüenza cada vez que creamos que los demás están
censurando nuestras acciones o nuestro carácter. En resumen, el pudor hace alusión a
la desnudez del cuerpo, mientras que la vergüenza a la desnudez del alma.
Como hemos apuntado, solo el ser humano experimenta eso que hemos
llamado pudor: los animales son unos “desvergonzados”. El pudor aparece relacionado
con la sexualidad en casi todas las lenguas, de hecho se relaciona el estar desnudo al
pudor. Antropológicamente hablando se observa que en casi todas las tribus primitivas
(primitivas en relación con nuestra cultura occidental que consideramos avanzadísima)
se cubren los órganos sexuales, necesitan privacidad para el acto sexual… De esta
forma preservamos de la mirada pública nuestros genitales, las actividades
reproductoras, excretoras y, en menor medida, alimenticias (Guimón, 2004, 2005). Sin
embargo yo me pregunto y os pregunto: ¿y las exposiciones televisadas de los más
profundos sentimientos humanos, tipo reality-show (“La isla de
los famosos”, “Sálvame”)? ¿Y las matanzas encarnizadas que
vemos todos los días sin recato? ¿Y las muertes filmadas donde
se expone el descontrol de las funciones corporales del
moribundo? ¿Y el regodeo, más allá de la necesidad
informativa, en los cadáveres del accidente de Santiago? ¿Y la
presencia en los medios de personas relacionadas con los crímenes más dramáticos 2?
No enseñamos “nuestras partes” ni hacemos el amor en público, pero ¿no estamos
desafiando el pudor más básico? ¿o es la vergüenza? En este sentido podríamos hablar
también de desvergüenza e impudor: desvergüenza no es solo mostrar al otro lo
privado e íntimo, hacer visible lo que culturalmente debe hacerse en la intimidad
(como ya hemos dicho los genitales, las actividades primarias como el acto sexual,
orinar, defecar, higiene…), sino que también lo es mostrar sin pudor la intimidad
emocional, los “trapos sucios” expuestos al público de la forma más descarnada, la
“telebasura” y el “amarillismo” que inunda nuestras pantallas. Como afirma Guimón
(2004) “la exposición impúdica de la intimidad no sexual en los “reality shows” puede
también ser considerada como pornografía dura” (p. 39).
7
una tendencia a ocultarse y al aislamiento y, en un momento más avanzado, a pedir
disculpas y a reparar. Por otro lado, el sentimiento de humillación supone una
sensación de impotencia, un sentimiento de degradación injusta o devaluación en un
contexto social dado, en el cual el sujeto sabe que no va a poder responder a tal
degradación. Tanto la vergüenza como la humillación son emociones sociales que
implican sentirse inferiores a los demás como personas totales, pero mientras que en
la vergüenza el actor de la acción está convencido de que se merece el castigo por
haber violado una norma, las víctimas de humillación saben que no se merecen
someterse al escarnio público, siendo invadidos por el sentimiento de injusticia
percibida; además la persona humillada siempre está situada en una relación
asimétrica con el humillador, que ocupa una posición superior en cuanto a rango
social, poder, fuerza física o autoridad.
En resumen, Leidner, Shaikh & Ginges (2012) señalan que “la humillación en un
contexto intergrupal se vive como un estado emocional con las siguientes
características afectivas: intensa rabia dirigida a otros, bajo sentimiento de culpa e
intensos sentimientos de indefensión” (p. 4. La traducción es nuestra).
8
VERGÜENZA Y CULPA
Estado
Self
displacentero:
debilitado
verguenza
Disminución
Comportamiento
del poder del
agresivo
self
Culpa
La diferencia esencial entre los conceptos que aquí tratamos se puede resumir
en la siguiente frase de Rodríguez Sutil (2013): “uno se siente culpable de lo que hace y
se avergüenza de lo que es” (p. 365); o en la de Eagle (1988): “nos sentimos culpables
por haber obrado mal y nos sentimos avergonzados por la esencia misma de nuestro
9
ser”. Esto es, la culpa es un afecto derivado de las acciones que uno hace y el foco de
esa culpa se centra en el hecho en sí, sin embargo la vergüenza es algo invasivo que
inunda todo el self: uno quiere desaparecer “entero”. De hecho cuando nos
avergonzamos actuamos mágicamente ese deseo tapándonos los ojos, como si el
hecho de no ver hiciera que los demás no nos vieran (recordemos el juego de los niños
que se tapan la cara y dicen “no estoy”).
Como nos indica Tous (1996), Piers y Singer, en 1953, establecen diferencias
metapsicológicas entre ambas: la vergüenza deriva de un conflicto entre el Yo y el Ideal
del Yo, surge cuando una meta presentada por el ideal del Yo no se alcanza; por tanto,
la vergüenza deriva del fracaso, de la sustitución de una autoimagen por otra peor
(inadecuada, más débil o inferior). La culpa, por otra parte, es un conflicto entre el Yo y
el Super-Yo: aparece cuando es transgredido un límite puesto por el super-yo y, por
ello, acompaña a una transgresión de una norma.
Para H. B. Lewis, una de las grandes estudiosas de la vergüenza, el papel del self
en ambas emociones es distinto: en la vergüenza el self es el centro de la experiencia,
es un sentimiento que invade toda la personalidad, que se torna pasiva e indefensa.
Habla, por tanto, de un fallo total respecto de una norma o un modelo de conducta.
Sin embargo la culpa apunta a lo que se ha hecho o no se ha hecho, es resultado de un
fallo específico; en este sentido el self es responsable y, por tanto, activo (Lewis, 1971;
Rossi, 1998). Así, según Tangney et al. (2011), la vergüenza es una emoción disruptiva y
dolorosa debido a que el self, no solo una conducta específica, es objeto de juicio.
Cuando una persona se siente avergonzada se siente pequeña, sin valor y sin poder.
Aunque no haya un auditorio realmente presente, basta con imaginarse a uno débil,
pequeño y defectuoso delante de los demás.
La culpa tiene que ver con una agresión dirigida a un objeto, siempre hay un
tercero que puede sentirse perjudicado y eso es lo que nos hace sentirnos culpables,
despertando el miedo a ser castigado. Sin embargo, la vergüenza deriva del
conocimiento de un defecto del self que impide conseguir la meta propuesta por el
ideal del Yo. Así, el miedo que acompaña a la vergüenza es la de ser rechazado y no
querido por ese defecto.
Desde un punto de vista temporal, la culpa puede tener un curso largo que
puede ir tiñendo la personalidad del sujeto; la vergüenza funciona más por accesos, a
modo de brotes, eliminándose o transformándose en otros sentimientos como la rabia
o la paralización (Rossi, 1998).
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condena, reprende y desaprueba, que le hace responsable de sus actos diciéndole “es
culpa tuya”.
Otra base para distinguir entre ambas enfatiza el carácter público vs privado de
tales emociones. Así, la vergüenza es una emoción más pública que surge por la
exposición al escrutinio, por lo general desaprobador, de otras personas. La culpa es
una emoción más privada, derivada de remordimientos de conciencia internos. Cuanto
más expuesta esté la persona, cuanto más se sienta examinada y juzgada, más se
acercará a sentir vergüenza más que culpa.
VERGÜENZA CULPA
Se refiere al Sí. Uno se avergüenza de lo que Se refiere a acciones que implican a un 3º.
es. Uno se siente culpable de lo que hace.
Fallo, no estar a la altura Transgresión
Ideal del Yo Super-Yo
Experiencia circunscrita, focalizada en
Enmarca el Sí en su totalidad. Afecto global
acciones (u omisiones) específicas
Accesos. Se propaga al cuerpo o desaparece,
es eliminada o transformada en otros Curso largo
sentimientos, como la rabia
Self global Hecho concreto
Condición de sumisión, pasividad, ausencia
El Sí mantiene posición de actividad
de poder
Temor: Ser rechazado Temor: ser castigado
En el mundo íntimo de un avergonzado hay En el mundo íntimo de un culpable hay un
un detractor que le dice “eres despreciable”. tribunal que le condena: “es culpa tuya”.
El culpable se castiga, repara o expía
El avergonzado se esconde, niega o se escapa (confiesa, pide disculpas o se esfuerza para
deshacer el mal)
Figura 4: Vergüenza vs. culpa
11
ejemplo, la vergüenza correlaciona positivamente con conductas agresivas, sobre todo
en aquellas personas con un nivel alto de narcisismo. En un intento de escapar a los
sentimientos dolorosos de vergüenza, el sujeto avergonzado puede invertir los
papeles, externalizando la rabia y la ira sobre un chivo expiatorio conveniente. De esta
forma, quien ha sido (o se ha sentido) avergonzado intenta recuperar para su vida
algún nivel de control y superioridad.
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de deseos no reconocidos, de forma que el sujeto sabe y acepta lo que realmente
quiere y cómo pretende conseguirlo.
Las culturas de culpa, como la occidental, debido a sus raíces cristianas, hacen
sentirse culpable a quien realiza un acto moralmente reprobable, hasta el punto que,
en numerosas ocasiones, el hacer público el delito, o el acto moralmente reprobable
(confesión), es la única salida para quien se siente terriblemente culpable de lo que ha
hecho; esto es algo realmente impensable en una sociedad con una cultura de la
vergüenza.
PERSPECTIVA EVOLUTIVA
13
En este momento la vergüenza ha sido interiorizada, por lo que a partir de
ahora este sentimiento se puede suscitar tanto desde dentro (“ante mis propios ojos”)
como desde fuera (“ante la mirada del otro”). Así, la vergüenza representa el espacio
que hay entre los ideales de sí mismo (la imagen de sí a la que uno aspira) y el
sentimiento de sí en realidad (la imagen de uno mismo como es). Cuanto más grande
sea la distancia entre estas dos imágenes, mayor será la intensidad de la vergüenza
sentida. Obviamente nuestros ideales se ven influidos por las relaciones con nuestro
medio cultural, familiar y de relaciones; una vez interiorizados juegan un papel
importante en nuestras emociones y en la idea que tenemos de nosotros mismos, esto
es, en nuestro yo-real. Así, cuanto mayor es la diferencia entre el self real y el ideal,
mayor es la vulnerabilidad a la herida narcisista y, con ello, mayor la facilidad para que
surjan sentimientos de vergüenza.
Vergüenza
14
su propia mente y sus propios deseos. La vergüenza y la duda empiezan a desarrollarse
por dos razones:
Por una resistencia por parte de los padres a que el niño adquiera su
necesaria autonomía.
Porque el niño exija una autonomía que, por su propia seguridad, los
padres deban negarle o coartarle.
De una manera gradual los padres deben permitir que el niño vaya manejando
libremente sus propios asuntos, adquiriendo poco a poco un grado de independencia
adecuado y la conciencia moral sobre lo que está bien o mal. Si es sobreprotegido,
sobreexigido o cuestionado, crecerá dudando de sus capacidades y cuestionándose
todo lo que hace. Pero por lógica deben surgir las batallas por el poder y establecerse
ciertas (o muchas) limitaciones, lo que puede causar alguna vergüenza sana y
evolutivamente necesaria.
15
CONCEPCIÓN PSICODINÁMICA DE LA VERGÜENZA. EL NARCISISMO
La vergüenza ha sido un concepto escasamente tratado en el psicoanálisis
heredero de la teoría estructural y del conflicto edípico3. Ya comentamos que, al
parecer, Freud estaba obsesionado con la culpa, reduciendo el afecto de vergüenza a
la consecuencia de tendencias exhibicionistas o voyeuristas (escoptofílicas). Joana
María Tous (1996) nos indica las dos maneras en las que Freud consideró la vergüenza
(figura 7): hasta el año 1933, año de la publicación de las Nuevas conferencias de
introducción al psicoanálisis, la contempla como una fuerza represora de la sexualidad
infantil, esto es, como una manera de tratar con las pulsiones. Siguiendo esta
tendencia se acogen autores como Abraham, Fenichel y Jacobson.
FREUD
Erikson
Nuevas conferencias de
introducción (1933) H. Kohut
H. Lynd
A. Morrison
Vergüenza ligada al complejo
de castración
Perspectiva relacional:
L. Wurmser
H.B.Lewis
R. Velasco
3
Cuando empecé la preparación de este manuscrito, el primer paso fue buscar el término en
los diccionarios psicoanalíticos al uso. Solo aparece en uno de ellos (Mijolla, A. et al. Diccionario de
Psicoanálisis (2 vols). Ed. Akal), estando ausente en los clásicos Laplanche y Pontalis, en el Roudinesco o
en el Valls. Asimismo, muchas de las fuentes bibliográficas claves no están traducidas al castellano
(Lewis, Lynd, Piers & Singer, Seidler o Wurmser), con las honrosas excepciones del libro de Morrison, el
de Cyrulnik y un significativo aumento de artículos de revista en los últimos años.
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del self, el que inició esa corriente, seguido por figuras como Helen Lynd (1958), Helen
Block Lewis (1971), Leon Wurmser (1981) y Andrew Morrison.
Deseo de Deseo de
Deseo de
ser ser
ser único
especial exclusivo
17
autor que el narcisismo consta de dos polos siempre presentes en la experiencia
psíquica humana: un polo expansivo, dominado por tendencias exhibicionistas,
grandiosas y de autosuficiencia, y un polo contraído, en el que hay un sentimiento de
pequeñez, de ser inferior y de dependencia de un otro fuerte y poderoso. Estos dos
polos se hallan simultáneamente en todas las personas, predominando uno sobre otro
en distintos momentos, siempre en tensión dialéctica. Dado ese balanceo entre ambos
polos, la vergüenza siempre tiende a aparecer ante los fracasos de dominar un polo
sobre el otro: en ciertos momentos domina la altivez, el exhibicionismo y la
grandiosidad (polo expansivo), en otros dominan la escena la pequeñez, los
sentimientos de insignificancia y la idealización del otro omnipotente (polo contraído).
Así, la vergüenza se presenta ante el fracaso de conseguir la autonomía o la
fusionalidad (Morrison, 1998, 2008; Rodríguez Sutil, 2008)
POLO
EXPANSIVO
POLO
CONTRAÍDO
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aparece por la capacidad mentalizadora ya adquirida. En resumen, podemos sentirnos
sin valor o inferiores a los demás al pensar que nos verán así (Teoría de la alteridad de
Seidler [2000]). Esta puede ser una de las razones por las que personas con
determinados trastornos mentales muestran un sentimiento de vergüenza atrofiado o
disminuido, apareciendo como más desinhibidos o “desvergonzados”: personas con
demencia, esquizofrenia, autismo y, por supuesto, niños muy pequeños.
Teniendo todo esto en cuenta, como señala M.A. Paz (2005), la vergüenza es
algo que le sucede a uno consigo mismo, es una emoción que solo se dirige hacia la
propia persona y cuyo responsable es uno mismo. Aunque hemos comentado que la
experiencia de la vergüenza se produce ante la mirada de otro, ese otro también
pueden ser representaciones psíquicas en las que intervienen figuras significativas
investidas de libido narcisista. En este sentido Hedman, Ström, Stünkel & Mörtberg
(2013) distinguen entre vergüenza externa e interna. La externa se refiere al afecto
que se basa en cómo uno es percibido por los demás, con la idea de que será
rechazado o criticado. La vergüenza interna puede definirse como aquella basada en
cómo el individuo se percibe a sí mismo. Esta diferenciación descriptiva,
aparentemente tan nítida, no resulta tan clara cuando pensamos en cómo nuestras
ideas y percepciones vienen determinadas en parte por las internalizaciones que
hacemos de los otros significativos. O, en palabras de Rosa Velasco, “el afecto de
vergüenza se experimenta en soledad a la vez que tenemos en cuenta un vínculo
relacional, tanto este sea interiorizado como externo. Nuestra imagen se cuestiona:
¿quién soy yo ante mí mismo? Y ¿quién soy yo ante los demás?” (2002, p. 288).
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acudir a determinados lugares que puedan reavivar ese dolor) como
psíquicamente (evitando mostrar sus pensamientos y sentimientos).
Cuando existe una elevada vulnerabilidad narcisista hay más
probabilidad de que se produzca esta tendencia a la retirada.
Ataque autodirigido: Consiste en un recurso a la autocrítica, una vuelta
contra sí mismo implacable para intentar conjurar la vergüenza derivada
de la crítica de los demás. Infligirse a sí mismo lo que se teme que el
otro nos haga evita que la vergüenza se convierta en ofensa y en herida
narcisista, poniéndola bajo control propio.
Evitación-desconocimiento. El sujeto intenta obviar y no tener en
cuenta todo lo que disminuye la propia imagen, busca la perfección para
mantenerse por encima de cualquier crítica. Además puede haber un
recurso al empleo de sustancias euforizantes como antídoto contra la
vergüenza ya que, como el Super-Yo, la vergüenza es soluble en alcohol
(Rossi, 1998, p. 7).
Ataque heterodirigido. Como variedad del ataque autodirigido que
comentamos antes, ante situaciones que susciten tal emoción el sujeto
puede actuar activamente e infligir a otros las heridas narcisistas que
teme sufrir él mismo. Así, mediante la proyección, puede atribuir a otros
fracasos propios, o puede transformar la vergüenza en rabia, destino de
un gran interés en el estudio de trastornos narcisistas y algunos
psicóticos, como el trastorno delirante. Para Kohut (1971), la herida
narcisista provocadora de vergüenza está ligada no solo a sentimientos
de infravaloración y baja autoestima, sino también a la transformación
de tales experiencias en una rabia implacable con la que algunas
personas reaccionan a la fuente de la herida.
DEFENSAS
CONTRA LA
VERGÜENZA
Evitación/ Ataque
Retirada desconocimiento heterodirigido
Ataque
autodirigido
20
LA VERGÜENZA EN EL TRATAMIENTO PSICOANALÍTICO
Ahora bien ¿cómo podemos sospechar que tal afecto está presente en el
paciente que tenemos delante? Actitudes de timidez excesiva, falta de contacto ocular,
silencios excesivos, un constante rubor facial, negación a tocar determinados temas,
discurso poco fluido, respuesta airada ante el abordaje de cuestiones sensibles… De
hecho, cuando el afecto predominante es la vergüenza, el paciente es reacio a acudir a
tratamiento.
En sesión, como nos señala M.A. Paz (2005) el paciente se pregunta y nos
pregunta acerca de sus errores y fracasos, por su incompetencia intelectual, afectiva o
emocional… pero no involucra a otros en sus quejas (recordemos que la vergüenza es
un sentimiento hacia la propia incompletud). Suele mostrarse deprimido o, al menos,
con tono vital bajo, llenando su discurso de autodescripciones negativas y
demandando continuamente comprensión y apoyo incondicional. Sin embargo suele
21
mostrar escaso nivel de insight, no es capaz de mirarse dentro para detectar dónde
radica ese sentimiento y las estrategias disfuncionales que pone en marcha. Puede
reconocer que otras personas le quieren e, incluso, él mismo puede manifestar tales
sentimientos, pero ello no le resulta suficiente para llenar su vacío y los sentimientos
de profunda desgracia y desesperanza.
PSICOPATOLOGÍA DE LA VERGÜENZA
Como hemos ido viendo a lo largo de toda la exposición, la vergüenza es el
afecto nuclear de los trastornos narcisistas. Hablamos de trastornos narcisistas desde
el punto de vista dinámico, esto es, de aquellas alteraciones que tienen como base un
defecto en la estructuración narcisista del self. Aunque incluimos el trastorno
narcisista de la personalidad del DSM, también hemos de mencionar aquellas
alteraciones cuya raíz se extiende a problemas vinculares en la infancia temprana que
no han permitido al niño elaborar un sentido de sí integrado y valioso. Así, cada vez
que nos encontramos con un paciente que nos exige ser el único, el exclusivo y el
centro de nuestra atención, nos estamos enfrentando a un desarrollo patológico del
sentimiento de vergüenza.
Desde otro punto de vista hay determinadas condiciones patológicas en las que
se observa desinhibición conductual con pérdida del pudor. Por ejemplo en algunas
demencias (sobre todo cuando hay deterioro de la corteza prefrontal): el paciente se
pasea desnudo o hace sus necesidades en público, muestra conductas sexuales
desinhibidas, habla sin tapujos de todo lo que se le ocurre, utiliza palabras
malsonantes… Lo mismo puede suceder en episodios maníacos del trastorno bipolar o
bajo los efectos de sustancias estimulantes o algunas depresoras (como el alcohol. Ya
22
hemos comentado que la vergüenza es soluble en alcohol) debido a la inhibición de las
áreas moduladoras de la conducta.
CONCLUSIÓN
Hasta aquí nuestra exposición sobre el afecto de vergüenza. Esperamos haber
aclarado cómo estamos ante un sentimiento que invade toda nuestra vida y que puede
tener consecuencias perturbadoras: desde la depreciación de las propias capacidades y
el odio hacia uno mismo y lo que uno representa, hasta la guerra, violación y tortura
en contextos sociales. Tengamos en mente que es un sentimiento que va mucho más
allá de la timidez, que el “me da vergüenza” supone algo que puede teñir toda nuestra
experiencia como seres humanos, de la cual la timidez solo es un aspecto, en realidad,
mínimo, solo uno entre muchos posibles.
23
La conclusión de todo lo dicho la ponemos en palabras de Lansky que, en un
amplio párrafo, resume claramente todas las áreas que hemos abordado:
24
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