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Revaloración y Pensamiento Creativo.

Posibilidad para el ser en sí


mismo desde la comprensión del mundo circundante en Heidegger.1

Resumen

El presente texto busca ahondar en la relación que se establece entre la noción de revaloración
y pensamiento creativo. Se parte de la comprensión del mundo circundante, categoría propia
del existencialismo de Martin Heidegger, como ejercicio hermenéutico para la acción
revalorativa, que permite en última instancia proponer intervenciones en contexto.

Se aborda en primer término la concepción de Dasein heideggeriana desarrollada en Ser y


Tiempo, pues el ser desde su propio reconocimiento es punto de partida para la comprensión
del entorno inmediato y en consecuencia para abrir la posibilidad de otorgar nuevos sentidos
o valores a los objetos del mundo. Este reconocimiento, como lo evidencia Heidegger se
constituye desde el coestar con los entes del mundo y desde la coexistencia con otros Dasein.
En segunda instancia se plantea la revaloración como una acción intrínseca al pensamiento
creativo al situar la mirada sobre un fenómeno específico, lo que hace del pensamiento
creativo un ejercicio hermenéutico de apropiación.

Palabras claves

Pensamiento creativo, revaloración, comprensión, coexistencia.

1. Introducción

1
Este artículo hace parte de las reflexiones que se han llevado a cabo en el grupo de estudio Pensamiento
Creativo de la Colegiatura Colombiana, que a su vez se encuentra vinculado al grupo de Investigación Entre
Otros.
Toda existencia se desarrolla en una relación. Así, lo primero es ser conscientes de la
relación de cada uno con todo y con todos, y ver cómo en esta relación nace y actúa el yo.
Este yo es tanto lo colectivo como lo individual (Krishnamurti, 1996:248)

¿Revalorar qué? O más bien ¿revalorar cómo?

He aquí las preguntas que constituyen el horizonte de problematización de este escrito. La


creatividad durante finales del siglo XX y la primera década del siglo XXI, ha tomado un
papel preponderante en el desarrollo humano a través de la intervención en contextos
sociales, políticos, intelectuales, académicos, etc. Sin embargo no puede ser pensada como
un ente exterior y aislado que entra en contacto con el sujeto de manera esporádica y
circunstancial para permitir nuevas configuraciones del mundo, más bien exige una mirada
desde lo humano a partir de la comprensión del ser como potencia. Aquí el concepto de
potencia opera en términos de apertura y posibilidad de transformación del mundo
circundante desde la autoconsciencia del ser. Esta perspectiva no es nueva, toda vez que la
tradición alemana que pasa por Schopenhauer, Nietzsche, Dilthey y Heidegger ya pensaba
desde la filosofía la manera en que la temporalidad podía generar en el ser una
autoconsciencia de sí mismo. Sin embargo sería ambicioso presentar aquí un análisis
ontológico del ser desde la creatividad. La problemática que nos ocupa es otra. Se trata de
revisar la manera en que el concepto de revaloración es punto de partida y lugar de llegada
para el pensamiento creativo. Pensar la revaloración es comprender una posibilidad de
reinterpretación del mundo, que permite a través de la mirada sobre un fenómeno otorgar
otro sentido a las vivencias del entorno próximo.

2. El ser-en-sí-mismo y el coestar en el mundo como punto de partida para


la revaloración

Desde que en 1927 Martin Heidegger publicara Ser y Tiempo, una de las obras más
trascendentales de la filosofía del siglo XX, la pregunta por el ser ha cobrado una nueva
dimensión en las ciencias del espíritu. La hipótesis de sentido que propone Heidegger en lo
que se refiere a la coexistencia y el coestar con los otros, se fundamenta en una mirada
ontológica del espacio, el ser-ahí y los otros como punto de inflexión para el análisis del
mundo, en tanto que el espacio desde un análisis ontológico constituye al ser-ahí y se
manifiesta como superficie habitable para hacer posible el co-estar con otros Dasein2.

Adelantándonos al interés que pretende focalizar este escrito, la revaloración es posible en


las cosas que tenemos cerca en la cotidianidad. Los objetos que cargan con una dimensión
simbólica y funcional ofrecen el panorama sintáctico sobre el cual el ser humano deposita
relaciones afectivas que configuran su experiencia del mundo. Pensemos en este caso en la
obra de arte. La obra, como posibilidad plástica de materialización del pensamiento desoculta
un sentido que antes no era presente en el mundo. Este sentido que se muestra desnudo y
abierto a múltiples interpretaciones desde su pluralidad vocal, plantea una relación dialógica
con el sujeto. Siguiendo a Hans-Georg Gadamer, en este caso se asiste a una conversación
con la obra, que como si de un juego de tenis se tratase, destila sentido en cada mirada que
el espectador establece sobre ella. Sin embargo la obra de arte solo alude a la dimensión
simbólica (y que de hecho es la más compleja) de los objetos con los que co-estamos.

La dimensión pragmática es abordada por Heidegger al referirse a los útiles, en tanto entes
que ocupan un lugar en el mundo y constituyen un a la mano (como el mismo los llama) para
el ser del Dasein3. Aquí las cosas al ocupar un lugar en el mundo, se sitúan en un espacio que
concebimos como mundo circundante. El mundo está-ahí como ente, en la proximidad
inmediata sobre la que median los sentidos, y permite que a través de las distancias y las
relaciones proxémicas con otros entes se establezca la espacialidad del Dasein. Esta
espacialidad, en términos operativos, acontece a través de un des-alejamiento y de un
aproximarse siempre hacia nuevos útiles en situaciones específicas. En esta proximidad es
donde el mundo circundante se encuentra a la mano del Dasein a través de una relación de
co-estar, pues tanto el mundo como el Dasein son en principio entes. Siguiendo a Heidegger:
“El Dasein es espacial en el modo del descubrimiento circunspectivo del espacio, y en tal

2
Para Heidegger el Dasein es el ser-ahí. Con esto se refiere a la dimensión que diferencia al ser humano en
tanto ser que es consciente sobre sí mismo, se reconoce y construye relaciones que se enmarcan en una
temporalidad dentro del mundo de la vida. Esta concepción sobre el Dasein, rompe con el modelo de
pensamiento ontológico que tuvo lugar desde Aristóteles y Platón, pasando por Descartes y Kant, que
concebía al ser como un ente que existía y se manifestaba a través de la esencia. Para Heidegger el Ser es
apertura en la cotidianidad.
3
El ser del Dasein, hace referencia al carácter ontológico de la investigación que hace Heidegger en Ser y
Tiempo, es decir, a su propuesta de estudiar el ser-en-el-mundo desde su mismo ser.
forma que en todo momento tiene un comportamiento des-alejante respecto del ente que así
le sale espacialmente al encuentro” (Heidegger, 2003: 129)

El mundo constituye, entonces, una libertad de recepción de signos y de significatividad para


el Dasein, es decir, el mundo es una estructura significativa en sí misma. Si estar en el mundo
es entonces un asunto espacial, y en este sentido el espacio ofrece también una apertura que
vincula al sujeto con el lugar en el que se sitúan los útiles, habría que pensar la revaloración
desde una relación puramente espacial del ser con los entes que encuentra en el
descubrimiento circunspectivo de su entorno. “El espacio no está en el sujeto, ni el mundo
está en el espacio. El espacio está, más bien, en el mundo, en la medida en que el estar-en-
el-mundo, constitutivo del Dasein, ha abierto el espacio.”(Heidegger, 2003:132). Esta
referencia es clara en determinar al ser como origen del mundo. Si este último como se
mencionó más arriba es estructura significativa, es solo porque el ser humano otorga valor a
las cosas y en ese sentido, a través del lenguaje construye su mundo.

Pensar desde esta perspectiva la acción de revalorar el mundo para el desarrollo del
pensamiento creativo, es asumir desde una concepción fenomenológica las situaciones que
tienen lugar en el espacio circundante. Aquí no es posible distanciarnos de un ejercicio
hermenéutico que permita al sujeto una apropiación de la comprensión sobre los fenómenos
para otorgar nuevos significados tanto a las acciones como a los entes que se sitúan en la
inmediatez del ser. El Dasein, afirma Heidegger, está constantemente absorbido por el
mundo. El concepto de estar absorbido por el mundo es fundamental, pues a partir de la
absorción el ser del sujeto se identifica a sí mismo con los útiles que se encuentran a la mano
y permite identificar a los otros. Aquí se trata no solo del ser-ahí en tanto posibilidad de
apertura para el Dasein, sino también de un estar-en-el-mundo, esto es, ser partícipe de
experiencias espaciales a través de los útiles. El sujeto, se encuentra arrojado en el mundo,
está eyectado en una temporalidad que dialoga con el espacio circundante. Como diría Jorge
Eduardo Rivera, traductor al español de Ser y Tiempo, el sujeto para Heidegger, es ex –
céntrico, es decir tiene su centro fuera de sí mismo. Esto rompe con la postura de Descartes,
que al afirmar cogito ergo sum centraba la autoconsciencia de la existencia desde el interior
del ser. En Heidegger la existencia no es posible sin la comprensión del ser como un ente que
ha sido arrojado en un mundo y esto constituye una condición sine qua non se entabla una
relación indisociable entre la espacialidad y el Dasein.

¿Dónde encontrar el punto de partida para la revaloración sino es en la relación entre el


reconocimiento de sí mismo y el afuera propio de la cotidianidad humana? Evidentemente
solo es posible a través de una construcción de la realidad con los otros establecer la ruta de
navegación para intentar dar respuesta a la pregunta por la acción del revalorar. Aquí, antes
de revisar a los otros como categoría de análisis investigativo, tal vez sea pertinente poner de
manifiesto la definición que da el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española
respecto a las nociones de revalorizar y valorar:

Revalorizar

1. Devolver a algo el valor o estimación que había perdido


2. Aumentar el valor de algo.

Valorar

1. Señalar el precio de algo


2. Reconocer, estimar o apreciar el valor o mérito de alguien o algo

Palabras como reconocer, estimar o aumentar ya dan cuenta de una forma de transformación
de la realidad. Jean Baudrillard por ejemplo, al inicio del texto El otro por sí mismo se refiere
a su obra de la siguiente manera: “Así que no veo otro modo de hablar de ella sino en términos
de simulación, un poco a la manera como Borges reconstituye una civilización perdida a
través de los fragmentos de una biblioteca”. (Baudrillard, 1988:7)

Este inicio puede darnos un punto de partida para la comprensión acerca del concepto de
revaloración, toda vez que si se entiende desde el pensamiento creativo no dista del ejercicio
que hace Borges. Aquí Borges se remite a una búsqueda de vestigios (los fragmentos) que le
permiten luego reconstituir una civilización perdida. La civilización antes de ser constituida
de nuevo, se encontraba oculta como la obra de arte, del mismo modo que las posibilidades
de sentido sobre ella estaban fuera del imaginario de cualquier ser humano. Para Borges no
es solo un trabajo si se quiere arqueológico, sino que también lo que hace es otorgar una
nueva posibilidad de existencia a aquella civilización, y esto es en sí mismo un acto de
revaloración.
Toda creación es un revalorar, pues la mirada situada de manera aguda sobre los fenómenos
del mundo, valga aclarar que los fenómenos acontecen una vez el sujeto entra en relación
con los útiles que tiene a la mano, otorga nuevos sentidos y posibilidades de interacción con
el producto, o para ser más precisos otorga nuevos valores de carácter pragmático y estético
sobre los entes.

Esta creación no solo responde a la capacidad, posibilidad o potencia del ser para intervenir
la realidad, sino que además, como es de esperarse, responde a un contexto cultural que
sostiene unos códigos comunes dentro del imaginario social. La cultura puede ser definida
en términos sencillos como una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una
comunidad a partir de su particular manera de resolver - desde lo físico, emocional y mental
- las relaciones que mantiene con la naturaleza, consigo misma, con otras comunidades y
con lo que considera sagrado, con el propósito de dar continuidad y sentido a la totalidad de
su existencia. La cultura no solo establece formas de apropiación de la vida humana en
términos éticos y estéticos, sino que también plantea, siguiendo a Baudrillard, una simulación
en el espacio de la cotidianidad.

La cotidianidad del hábitat terrestre hipostasiada en el espacio es el final de la metafísica, y el


comienzo de la era de la hiperrealidad. Quiero decir: lo que aquí se proyectaba mentalmente, lo
que se vivía en el hábitat terrestre como metáfora ahora es proyectado, sin la menor metáfora, en
el espacio absoluto, el de la simulación. (Baudrillard, 1988:13).

Pensar en términos de simulación el ejercicio de revalorización, no dista de la dimensión que


toma desde el pensamiento creativo, pues al insertar nuevamente el ente revalorado en el
mundo, se sobrepone sobre la realidad una simulación de lo imaginario como concreción
entre lo mental y lo real.

3. La coexistencia y el coestar con los otros

Luego de analizar de manera preliminar la relación entre el Dasein y su categoría de estar-


en-el-mundo, Heidegger se pregunta por quién es el Dasein en la cotidianidad. La pregunta
por el quién, constituye un nuevo ámbito fenoménico. Esta pregunta da pie para profundizar
en dos aspectos fundamentales, se trata del concepto de coestar y del concepto de
coexistencia.
Cuestionarse por el quién, es asumir que ese sujeto no está aislado del mundo, por el
contrario, se sitúa en él y coexiste con los otros. Al estar inmerso en la cotidianidad, el ser
no solo se referencia a partir de su relación con los otros y con lo otro, sino que confluye con
ellos en el fenómeno del mundo. Con respecto a esto, Baudrillard cuestiona en el mundo
contemporáneo la posición del cuerpo:

¿Dónde está el cuerpo de la fábula, el cuerpo de la metamorfosis, el del puro encadenamiento


de las apariencias, de una fluidez intemporal e insexual de las formas, el cuerpo ceremonial que
hace vivir las mitologías, o la Ópera de Pekín y los teatros orientales, o también la danza: cuerpo
no individual, dual y fluido, cuerpo liberado del espejo de sí mismo pero entregado a todas la
seducciones? (Baudrillard, 1988:39)

En este caso el quién del Dasein al que se refiere Heidegger se ve claramente referenciado
en Baudrillard, toda vez que el sujeto está enmarcado en un cuerpo que percibe a través de
los sentidos la cotidianidad y que como ente es contenedor del ser. Esta cotidianidad, como
se mencionó más arriba constituye para Baudrillard el mundo de la seducción. Se trata de un
sujeto que al estar abierto al devenir de un contexto cultural se encuentra expuesto a una
exterioridad que seduce el cuerpo a través de dispositivos estéticos.

Para Heidegger, el “yo” en tanto determinación esencial del Dasein, debe ser interpretado
entonces desde la existencia misma: “la sustancia del hombre no es el espíritu, como síntesis
de alma y cuerpo, sino la existencia.” (Heidegger, 2003:137). La existencia es pues lo que
sostiene al ser humano en el mundo. El ser del Dasein radica en su temporalidad, que como
ya se ha visto teje una correspondencia irresoluble entre cuerpo, espacio y objetos.

La relación con los otros parte de un compartir la experiencia del mundo circundante, toda
vez que los útiles permiten identificar a otro que ha tomado propiedad sobre ellos y crea una
relación conmigo, tal y como sucede en el ejemplo del artesano o de la balsa amarrada en el
río. El objeto que produce el artesano tiene un destinatario, es un otro quien recibe el objeto
producto de la acción del sí mismo que es el artesano, y la balsa que ha sido amarrada a la
orilla de un rio ha sido sujetada por un otro que coexiste en el mundo, es decir, aquí la balsa
se vuelve objeto de referencia para reconocer la existencia del otro. Cabe recordar en este
punto, que el interés de Heidegger es por el ser en la cotidianidad, un ser que tiene contacto
con otros sujetos que hacen parte del mundo.
“El mundo es también Dasein” afirma Heidegger. El mundo en relación al Dasein se
convierte en un mundo común para la mismidad y para los otros, y en este sentido es posible
la coexistencia, toda vez que estar-en es un co-estar con los otros. El término coexistencia
por parte de Heidegger designa aquel ser con vistas al cual los otros son dejados en libertad
dentro del mundo. “Los otros no quiere decir todos los demás fuera de mí, y en contraste
con el yo; los otros son, más bien, aquellos de quienes uno mismo generalmente no se
distingue, entre los cuales también se está.” (Heidegger, 2003: 138)

El sujeto que está arrojado en el mundo y coexiste con los otros entra en relación no solo con
el estar-ahí de los otros, sino que también está en relación con el Dasein de los otros4, y en
este punto el Dasein del otro es objeto de solicitud. El mundo deja en libertad tanto a lo a la
mano como al Dasein de los otros para una coexistencia, y emerge la noción de apertura. La
apertura en este caso es posibilidad de comprensión, se trata del conocimiento como un modo
de ser originario y existencial.

En el estar con otros y vuelto hacia otros hay, según esto, una relación de ser de Dasein a
Dasein. Pero esta relación - podría decirse – ya es constitutiva de cada Dasein, puesto que este
tiene de sí mismo una comprensión de ser y, de este modo, se relaciona con el Dasein. La relación
de ser para con otros se convierte entonces en la proyección a otro del propio ser para consigo
mismo. El otro es un doblete del sí-mismo. (Heidegger, 2003:144)

La relación inmediata del Dasein consigo mismo está mediada por la relación con el otro,
es decir, una relación de identificarse con los otros más que diferenciarse. La diferencia sin
embargo es origen de la existencia del ser. Jean Paul Sartre particularmente tiene dos
maneras para referirse a la existencia humana, se trata del ser-en-sí y el ser-para-sí. Mientras
en la primera se asiste a la existencia del ser como unidad en la diferencia, la segunda alude
al ser que desde su reconocimiento en los otros construye proyectos para sí mismo como ser
en potencia para desarrollarse en el devenir de la vida. El carácter efímero de esta última
impulsa la virtud humana, pues el ser consciente de su finitud, se moviliza al desarrollo de
la vida desde su ser humano.

4
Como se ha visto, hay una diferencia en la filosofía de Heidegger entre el verbo haber y el verbo ser. Mientras
el primero denota la condición de existencia de lo físico en el mundo, el segundo propone un entramado de
relaciones a través del movimiento del sujeto, que parte del lenguaje para habitar y construirse a sí mismo en
el mundo.
La concepción sobre el concepto de diferencia tiene también en un autor como Gianni
Vattimo una dimensión trascendental para la consciencia del ser-en-sí-mismo:

La diferencia como desfundamentación, si bien no tiene principalmente el sentido de un


retorno al existencialismo, tiene también el significado de un descubrimiento de la finitud
constitutiva de la existencia, en cuanto que, ante el pensamiento que escucha su llamada, ella se
anuncia como indisolublemente ligada al ser-para-la-muerte (Vattimo, 2002: 12)

El concepto de diferencia que trabaja la tradición alemana del pensamiento, no dista de


la noción de diversidad que proponen autores propios de Oriente como Sri Aurobindo. En
este punto cabe anotar que muchos de los pensadores más influyentes de Alemania, tuvieron
relación con maestros de India y China, lo que refleja posturas cercanas en ambas posturas
filosóficas. Para Aurobindo la diversidad también es lo que permite la existencia de la vida:

Pero la uniformidad no es la ley de la vida. La vida existe por la diversidad; insiste en que en
cada grupo, cada individuo, aun siendo uno con el resto de su universalidad, sea único gracias a
algún principio o a algún ordenado detalle de variación (Aurobindo, 1919:209)

4. Revaloración

El poeta en la novedad de sus imágenes es siempre origen del lenguaje

Bachelard (1975, p. 11)

“El acto de imaginación […] es un acto mágico. Es un acontecimiento destinado a mostrar el objeto
en el que se piensa, la cosa que se desea, de modo que uno pueda tomar posesión de él” (Sartre,
1997, p. 271).

Hasta este punto se ha evidenciado como la consciencia sobre sí mismo logra movilizar
al sujeto para asumir una responsabilidad existencial consigo mismo, lo que permite una
comprensión en una dimensión mucho más amplia del mundo circundante, y esto a su
vez es lo que constituye la apertura a la posibilidad de revalorar desde el sentir del mundo.
Por eso la frase de Bachelard abre a manera de epígrafe esta última sección del escrito.

La poética, al igual que la apertura del ser es también posibilidad para ampliar el sentido.
Ahora bien, al revalorar los fenómenos con los que tenemos contacto directo se determina
un nuevo lenguaje que evidencia la libertad que tiene el sujeto para decidir sobre el sentir
del mundo en relación a los otros. Nuevamente Aurobindo se refiere a la libertad de la
siguiente manera:

El orden es el que proviene del interior, como resultado de una naturaleza que se ha
descubierto a sí misma, que ha hallado su propia ley y la ley de sus relaciones con otras
naturalezas. Por ello, el orden más verdadero es aquel que se funda en el mayor grado de libertad
posible; porque la libertad es al mismo tiempo la condición de una vigorosa variación y la
condición del descubrimiento de sí mismo (Aurobindo, 1919:209)

La libertad a la que se refiere Aurobindo, vista desde el pensamiento creativo y la


revaloración, no es otra cosa que la imaginación poética. La poiesis entonces, en tanto
mención de una cosa que es en el mundo, interpreta el fenómeno factual de la realidad para
luego traducirlo en lenguaje, creación, texto, imagen, obra de arte, etc. Esto pone sobre la
mesa otra diferencia, particularmente la de creador e intérprete. Al respecto Gadamer afirma:

Ahora bien, el tema de poetizar e interpretar representa un caso particular de esta relación general
entre creador e intérprete. Pues cuando se trata de poesía y de poetizar, el quehacer interpretativo y
la propia creación artística se unen, no pocas veces, en una sola persona (Gadamer, 2006, p. 73)

Esta afirmación que Gadamer sitúa sobre el sujeto da cuenta de que el revalorar es punto de
partida y lugar de llegada en el pensamiento creativo, toda vez que al otorgarle un nuevo
valor a los entes la existencia del sujeto interpreta y recrea una nueva oportunidad para
desocultar una posible verdad, dando fin al proceso hermenéutico que parte de la
comprensión y pasa por la apropiación del conocimiento que adquiere el sujeto del mundo
circundante.

Referencias bibliográficas
Aurobindo, Sri (1919). El ideal de la unidad humana. Bilbao: Lur Gozoa

Bachelard, Gaston. (1975), La poética del espacio. México D.F.: Fondo de Cultura
Económica.

Baudrillard, Jean (1988). El otro por sí mismo. Barcelona: Editorial Anagrama

Gadamer, Hans-Georg. (2006), Estética y hermenéutica. Madrid: Editorial Tecnos.

Heidegger, Martin (2003). Ser y Tiempo. Madrid: Editorial Trotta.

Krishnamurti (1996). Las enseñanzas de Krishnamurti. México: Editorial Grijalbo

Sartre, Jean Paul. (1997), Lo imaginario. Buenos Aires: Editorial Losada.

Vattinmo, Gianni (2002). Las aventuras de la diferencia. Barcelona: Ediciones Península

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