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Resumen
El presente texto busca ahondar en la relación que se establece entre la noción de revaloración
y pensamiento creativo. Se parte de la comprensión del mundo circundante, categoría propia
del existencialismo de Martin Heidegger, como ejercicio hermenéutico para la acción
revalorativa, que permite en última instancia proponer intervenciones en contexto.
Palabras claves
1. Introducción
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Este artículo hace parte de las reflexiones que se han llevado a cabo en el grupo de estudio Pensamiento
Creativo de la Colegiatura Colombiana, que a su vez se encuentra vinculado al grupo de Investigación Entre
Otros.
Toda existencia se desarrolla en una relación. Así, lo primero es ser conscientes de la
relación de cada uno con todo y con todos, y ver cómo en esta relación nace y actúa el yo.
Este yo es tanto lo colectivo como lo individual (Krishnamurti, 1996:248)
Desde que en 1927 Martin Heidegger publicara Ser y Tiempo, una de las obras más
trascendentales de la filosofía del siglo XX, la pregunta por el ser ha cobrado una nueva
dimensión en las ciencias del espíritu. La hipótesis de sentido que propone Heidegger en lo
que se refiere a la coexistencia y el coestar con los otros, se fundamenta en una mirada
ontológica del espacio, el ser-ahí y los otros como punto de inflexión para el análisis del
mundo, en tanto que el espacio desde un análisis ontológico constituye al ser-ahí y se
manifiesta como superficie habitable para hacer posible el co-estar con otros Dasein2.
La dimensión pragmática es abordada por Heidegger al referirse a los útiles, en tanto entes
que ocupan un lugar en el mundo y constituyen un a la mano (como el mismo los llama) para
el ser del Dasein3. Aquí las cosas al ocupar un lugar en el mundo, se sitúan en un espacio que
concebimos como mundo circundante. El mundo está-ahí como ente, en la proximidad
inmediata sobre la que median los sentidos, y permite que a través de las distancias y las
relaciones proxémicas con otros entes se establezca la espacialidad del Dasein. Esta
espacialidad, en términos operativos, acontece a través de un des-alejamiento y de un
aproximarse siempre hacia nuevos útiles en situaciones específicas. En esta proximidad es
donde el mundo circundante se encuentra a la mano del Dasein a través de una relación de
co-estar, pues tanto el mundo como el Dasein son en principio entes. Siguiendo a Heidegger:
“El Dasein es espacial en el modo del descubrimiento circunspectivo del espacio, y en tal
2
Para Heidegger el Dasein es el ser-ahí. Con esto se refiere a la dimensión que diferencia al ser humano en
tanto ser que es consciente sobre sí mismo, se reconoce y construye relaciones que se enmarcan en una
temporalidad dentro del mundo de la vida. Esta concepción sobre el Dasein, rompe con el modelo de
pensamiento ontológico que tuvo lugar desde Aristóteles y Platón, pasando por Descartes y Kant, que
concebía al ser como un ente que existía y se manifestaba a través de la esencia. Para Heidegger el Ser es
apertura en la cotidianidad.
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El ser del Dasein, hace referencia al carácter ontológico de la investigación que hace Heidegger en Ser y
Tiempo, es decir, a su propuesta de estudiar el ser-en-el-mundo desde su mismo ser.
forma que en todo momento tiene un comportamiento des-alejante respecto del ente que así
le sale espacialmente al encuentro” (Heidegger, 2003: 129)
Pensar desde esta perspectiva la acción de revalorar el mundo para el desarrollo del
pensamiento creativo, es asumir desde una concepción fenomenológica las situaciones que
tienen lugar en el espacio circundante. Aquí no es posible distanciarnos de un ejercicio
hermenéutico que permita al sujeto una apropiación de la comprensión sobre los fenómenos
para otorgar nuevos significados tanto a las acciones como a los entes que se sitúan en la
inmediatez del ser. El Dasein, afirma Heidegger, está constantemente absorbido por el
mundo. El concepto de estar absorbido por el mundo es fundamental, pues a partir de la
absorción el ser del sujeto se identifica a sí mismo con los útiles que se encuentran a la mano
y permite identificar a los otros. Aquí se trata no solo del ser-ahí en tanto posibilidad de
apertura para el Dasein, sino también de un estar-en-el-mundo, esto es, ser partícipe de
experiencias espaciales a través de los útiles. El sujeto, se encuentra arrojado en el mundo,
está eyectado en una temporalidad que dialoga con el espacio circundante. Como diría Jorge
Eduardo Rivera, traductor al español de Ser y Tiempo, el sujeto para Heidegger, es ex –
céntrico, es decir tiene su centro fuera de sí mismo. Esto rompe con la postura de Descartes,
que al afirmar cogito ergo sum centraba la autoconsciencia de la existencia desde el interior
del ser. En Heidegger la existencia no es posible sin la comprensión del ser como un ente que
ha sido arrojado en un mundo y esto constituye una condición sine qua non se entabla una
relación indisociable entre la espacialidad y el Dasein.
Revalorizar
Valorar
Palabras como reconocer, estimar o aumentar ya dan cuenta de una forma de transformación
de la realidad. Jean Baudrillard por ejemplo, al inicio del texto El otro por sí mismo se refiere
a su obra de la siguiente manera: “Así que no veo otro modo de hablar de ella sino en términos
de simulación, un poco a la manera como Borges reconstituye una civilización perdida a
través de los fragmentos de una biblioteca”. (Baudrillard, 1988:7)
Este inicio puede darnos un punto de partida para la comprensión acerca del concepto de
revaloración, toda vez que si se entiende desde el pensamiento creativo no dista del ejercicio
que hace Borges. Aquí Borges se remite a una búsqueda de vestigios (los fragmentos) que le
permiten luego reconstituir una civilización perdida. La civilización antes de ser constituida
de nuevo, se encontraba oculta como la obra de arte, del mismo modo que las posibilidades
de sentido sobre ella estaban fuera del imaginario de cualquier ser humano. Para Borges no
es solo un trabajo si se quiere arqueológico, sino que también lo que hace es otorgar una
nueva posibilidad de existencia a aquella civilización, y esto es en sí mismo un acto de
revaloración.
Toda creación es un revalorar, pues la mirada situada de manera aguda sobre los fenómenos
del mundo, valga aclarar que los fenómenos acontecen una vez el sujeto entra en relación
con los útiles que tiene a la mano, otorga nuevos sentidos y posibilidades de interacción con
el producto, o para ser más precisos otorga nuevos valores de carácter pragmático y estético
sobre los entes.
Esta creación no solo responde a la capacidad, posibilidad o potencia del ser para intervenir
la realidad, sino que además, como es de esperarse, responde a un contexto cultural que
sostiene unos códigos comunes dentro del imaginario social. La cultura puede ser definida
en términos sencillos como una forma integral de vida creada histórica y socialmente por una
comunidad a partir de su particular manera de resolver - desde lo físico, emocional y mental
- las relaciones que mantiene con la naturaleza, consigo misma, con otras comunidades y
con lo que considera sagrado, con el propósito de dar continuidad y sentido a la totalidad de
su existencia. La cultura no solo establece formas de apropiación de la vida humana en
términos éticos y estéticos, sino que también plantea, siguiendo a Baudrillard, una simulación
en el espacio de la cotidianidad.
En este caso el quién del Dasein al que se refiere Heidegger se ve claramente referenciado
en Baudrillard, toda vez que el sujeto está enmarcado en un cuerpo que percibe a través de
los sentidos la cotidianidad y que como ente es contenedor del ser. Esta cotidianidad, como
se mencionó más arriba constituye para Baudrillard el mundo de la seducción. Se trata de un
sujeto que al estar abierto al devenir de un contexto cultural se encuentra expuesto a una
exterioridad que seduce el cuerpo a través de dispositivos estéticos.
Para Heidegger, el “yo” en tanto determinación esencial del Dasein, debe ser interpretado
entonces desde la existencia misma: “la sustancia del hombre no es el espíritu, como síntesis
de alma y cuerpo, sino la existencia.” (Heidegger, 2003:137). La existencia es pues lo que
sostiene al ser humano en el mundo. El ser del Dasein radica en su temporalidad, que como
ya se ha visto teje una correspondencia irresoluble entre cuerpo, espacio y objetos.
La relación con los otros parte de un compartir la experiencia del mundo circundante, toda
vez que los útiles permiten identificar a otro que ha tomado propiedad sobre ellos y crea una
relación conmigo, tal y como sucede en el ejemplo del artesano o de la balsa amarrada en el
río. El objeto que produce el artesano tiene un destinatario, es un otro quien recibe el objeto
producto de la acción del sí mismo que es el artesano, y la balsa que ha sido amarrada a la
orilla de un rio ha sido sujetada por un otro que coexiste en el mundo, es decir, aquí la balsa
se vuelve objeto de referencia para reconocer la existencia del otro. Cabe recordar en este
punto, que el interés de Heidegger es por el ser en la cotidianidad, un ser que tiene contacto
con otros sujetos que hacen parte del mundo.
“El mundo es también Dasein” afirma Heidegger. El mundo en relación al Dasein se
convierte en un mundo común para la mismidad y para los otros, y en este sentido es posible
la coexistencia, toda vez que estar-en es un co-estar con los otros. El término coexistencia
por parte de Heidegger designa aquel ser con vistas al cual los otros son dejados en libertad
dentro del mundo. “Los otros no quiere decir todos los demás fuera de mí, y en contraste
con el yo; los otros son, más bien, aquellos de quienes uno mismo generalmente no se
distingue, entre los cuales también se está.” (Heidegger, 2003: 138)
El sujeto que está arrojado en el mundo y coexiste con los otros entra en relación no solo con
el estar-ahí de los otros, sino que también está en relación con el Dasein de los otros4, y en
este punto el Dasein del otro es objeto de solicitud. El mundo deja en libertad tanto a lo a la
mano como al Dasein de los otros para una coexistencia, y emerge la noción de apertura. La
apertura en este caso es posibilidad de comprensión, se trata del conocimiento como un modo
de ser originario y existencial.
En el estar con otros y vuelto hacia otros hay, según esto, una relación de ser de Dasein a
Dasein. Pero esta relación - podría decirse – ya es constitutiva de cada Dasein, puesto que este
tiene de sí mismo una comprensión de ser y, de este modo, se relaciona con el Dasein. La relación
de ser para con otros se convierte entonces en la proyección a otro del propio ser para consigo
mismo. El otro es un doblete del sí-mismo. (Heidegger, 2003:144)
La relación inmediata del Dasein consigo mismo está mediada por la relación con el otro,
es decir, una relación de identificarse con los otros más que diferenciarse. La diferencia sin
embargo es origen de la existencia del ser. Jean Paul Sartre particularmente tiene dos
maneras para referirse a la existencia humana, se trata del ser-en-sí y el ser-para-sí. Mientras
en la primera se asiste a la existencia del ser como unidad en la diferencia, la segunda alude
al ser que desde su reconocimiento en los otros construye proyectos para sí mismo como ser
en potencia para desarrollarse en el devenir de la vida. El carácter efímero de esta última
impulsa la virtud humana, pues el ser consciente de su finitud, se moviliza al desarrollo de
la vida desde su ser humano.
4
Como se ha visto, hay una diferencia en la filosofía de Heidegger entre el verbo haber y el verbo ser. Mientras
el primero denota la condición de existencia de lo físico en el mundo, el segundo propone un entramado de
relaciones a través del movimiento del sujeto, que parte del lenguaje para habitar y construirse a sí mismo en
el mundo.
La concepción sobre el concepto de diferencia tiene también en un autor como Gianni
Vattimo una dimensión trascendental para la consciencia del ser-en-sí-mismo:
Pero la uniformidad no es la ley de la vida. La vida existe por la diversidad; insiste en que en
cada grupo, cada individuo, aun siendo uno con el resto de su universalidad, sea único gracias a
algún principio o a algún ordenado detalle de variación (Aurobindo, 1919:209)
4. Revaloración
“El acto de imaginación […] es un acto mágico. Es un acontecimiento destinado a mostrar el objeto
en el que se piensa, la cosa que se desea, de modo que uno pueda tomar posesión de él” (Sartre,
1997, p. 271).
Hasta este punto se ha evidenciado como la consciencia sobre sí mismo logra movilizar
al sujeto para asumir una responsabilidad existencial consigo mismo, lo que permite una
comprensión en una dimensión mucho más amplia del mundo circundante, y esto a su
vez es lo que constituye la apertura a la posibilidad de revalorar desde el sentir del mundo.
Por eso la frase de Bachelard abre a manera de epígrafe esta última sección del escrito.
La poética, al igual que la apertura del ser es también posibilidad para ampliar el sentido.
Ahora bien, al revalorar los fenómenos con los que tenemos contacto directo se determina
un nuevo lenguaje que evidencia la libertad que tiene el sujeto para decidir sobre el sentir
del mundo en relación a los otros. Nuevamente Aurobindo se refiere a la libertad de la
siguiente manera:
El orden es el que proviene del interior, como resultado de una naturaleza que se ha
descubierto a sí misma, que ha hallado su propia ley y la ley de sus relaciones con otras
naturalezas. Por ello, el orden más verdadero es aquel que se funda en el mayor grado de libertad
posible; porque la libertad es al mismo tiempo la condición de una vigorosa variación y la
condición del descubrimiento de sí mismo (Aurobindo, 1919:209)
Ahora bien, el tema de poetizar e interpretar representa un caso particular de esta relación general
entre creador e intérprete. Pues cuando se trata de poesía y de poetizar, el quehacer interpretativo y
la propia creación artística se unen, no pocas veces, en una sola persona (Gadamer, 2006, p. 73)
Esta afirmación que Gadamer sitúa sobre el sujeto da cuenta de que el revalorar es punto de
partida y lugar de llegada en el pensamiento creativo, toda vez que al otorgarle un nuevo
valor a los entes la existencia del sujeto interpreta y recrea una nueva oportunidad para
desocultar una posible verdad, dando fin al proceso hermenéutico que parte de la
comprensión y pasa por la apropiación del conocimiento que adquiere el sujeto del mundo
circundante.
Referencias bibliográficas
Aurobindo, Sri (1919). El ideal de la unidad humana. Bilbao: Lur Gozoa
Bachelard, Gaston. (1975), La poética del espacio. México D.F.: Fondo de Cultura
Económica.