Вы находитесь на странице: 1из 14

Asistencia de la mujer con un trastorno hipertensivo

Durante el embarazo pueden producirse varios trastornos hipertensivos. Su


clasificación se ha intentado en distintas ocasiones y la siguiente es la
recomendada:

 Preeclampsia y eclampsia
 Hipertensión crónica (de cualquier etiología anterior al embarazo)
 Hipertensión crónica con preeclampsia o eclampsia sobreañadidas
 Hipertensión transitoria

Algunos autores utilizan el término hipertensión asociada al embarazo (HTE)


para agrupar la preeclampsia - eclampsia y la hipertensión transitoria. Sin
embargo, muchas veces sólo es posible distinguir estas dos entidades a
posteriori, por lo que la hipertensión transitoria se trata como una preeclampsia.

PREECLAMPSIA Y ECLAMPSIA

La preeclampsia es el trastorno hipertensivo más frecuente del embarazo. Se


caracteriza por el desarrollo de hipertensión, proteinuria y edema. Como en las
primeras fases de la enfermedad puede haber sólo hipertensión, esta última es
la base del diagnóstico.

La preeclampsia se define como una elevación de la presión arterial sistólica de


30 mm Hg por encima del valor inicial, un aumento de la presión arterial diastólica
de 15 mm Hg por encima del valor inicial, o ambos. Estos cambios de la presión
arterial deben observarse en al menos dos ocasiones, con al menos 6 horas de
diferencia, para poder establecer el diagnóstico. En ausencia de valores previos,
se aceptan unas cifras de presión arterial de 140/90 mm Hg.

La preeclampsia se clasifica como leve o grave y consiste en una alteración


progresiva que evoluciona hacia su forma más grave, la eclampsia, con
convulsiones generalizadas o coma. El desarrollo de una convulsión se
considera eclampsia. En general, la preeclampsia aparece en las 10 últimas
semanas de la gestación, durante el parto o en las primeras 48 horas del
puerperio. Aunque el nacimiento del feto se considera el único tratamiento
curativo conocido de la preeclampsia, ésta puede controlarse con un diagnóstico
precoz y un tratamiento meticuloso. La preeclampsia es más común en las
adolescentes y en las mujeres mayores de 35 años, sobre todo cuando también
son primigrávidas. Los antecedentes de preeclampsia suponen un aumento del
riesgo, que se extiende asimismo a las mujeres con grandes masas placentarias
debidas a gestaciones múltiples, ETG, incompatibilidad Rh y diabetes mellitus.

FISIOPATOLOGÍA DE LA PREECLAMPSIA

La causa de la preeclampsia y la eclampsia no se conoce, pese a decenios de


investigación. Anteriormente la enfermedad se denominaba «toxemia», porque
se creía debida a una toxina producida por el cuerpo de la mujer embarazada.
Como esta teoría no ha sido demostrada, el término ha dejado de utilizarse.

La preeclampsia afecta a todos los órganos y sistemas principales del cuerpo y


provoca los siguientes cambios fisiopatológicos:

En el embarazo normal, se producen un descenso de la resistencia


vascular periférica y un aumento de la resistencia materna a los efectos
presores de la angiotensina II, por lo que la presión arterial desciende.
En la preeclampsia, la presión arterial comienza a ascender después de
la 20 semana de gestación, probablemente a causa de una pérdida
progresiva de la resistencia a la angiotensina II. Esta respuesta se ha
vinculado al cociente entre las prostaglandinas, la prostaciclina y el
tromboxano. La primera es un vasodilatador potente. Disminuye en la
preeclampsia, a menudo varias semanas antes de la instauración de los
síntomas. De este modo se altera la relación entre las dos
prostaglandinas, de modo que predominan la vasoconstricción potente y
el efecto de agregación plaquetaria del tromboxano. Este efecto se
magnifica en las últimas semanas de la gestación preeclámpsica, cuando
las concentraciones de tromboxano aumentan..
Además, el óxido nítrico, un vasodilatador potente, contribuye a la
resistencia a los vasopresores durante el embarazo. El descenso de la
producción de este compuesto en las mujeres con HTE podría contribuir
al desarrollo de la hipertensión.
La pérdida de la vasodilatación normal de las arteriolas de la pared
uterina y el espasmo materno simultáneo traen consigo un descenso del
riego placentario. El efecto sobre el feto puede consistir en restricción del
crecimiento, disminución de la movilidad fetal e hipoxia crónica o
sufrimiento fetal.
En la preeclampsia, la perfusión renal normal disminuye. Al reducirse la
tasa de filtración glomerular (TFG), las concentraciones séricas de
creatinina, BUN y ácido úrico comienzan a aumentar, mientras que la
diuresis desciende. Se retiene sodio en cantidades crecientes, con el
consiguiente aumento del volumen extracelular, mayor sensibilidad a la
angiotensina II y edema. La distensión de las paredes capilares de las
células endoteliales glomerulares permite el escape hacia la orina de las
grandes moléculas proteicas, con disminución de sus concentraciones
séricas. A su vez, esta caída disminuye la presión coloidosmótica del
plasma y favorece el paso de líquido hacia los espacios extracelulares,
contribuyendo por tanto al desarrollo de edema.
El descenso del volumen intravascular incrementa la viscosidad de la
sangre, con el consiguiente aumento del hematocrito.

EL SÍNDROME HELLP

(Hemólisis, enzimas hepáticas elevadas y bajo recuento de plaquetas) a veces


se asocia a la preeclampsia grave. Las mujeres con este síndrome de fracaso
multiorgánico presentan altos índices de mortalidad y morbilidad, al igual que su
descendencia. La hemólisis de este trastorno se conoce como anemia hemolítica
microangiopática. Se admite que el paso de los eritrocitos a través de los vasos
sanguíneos pequeños lesionados altera su forma o los fragmenta. El incremento
de las enzimas hepáticas se debe a la obstrucción del flujo sanguíneo por
depósitos de fibrina; también pueden aparecer hiperbilirrubinemia e ictericia. La
distensión del hígado provoca dolor epigástrico. La trombocitopenia (descenso
del recuento plaquetario) es un hallazgo frecuente en la preeclampsia. La lesión
vascular se asocia a vasoespasmo y las plaquetas se adhieren a las zonas
dañadas, por lo que el número de las circulantes disminuye (a menos de 100
000/mm3). Los síntomas pueden consistir en náuseas, vómitos o dolor
epigástrico. Conviene que las mujeres con el síndrome HELLP sean atendidas
en un centro terciario. Al principio, hay que evaluar y estabilizar el estado de la
gestante, sobre todo cuando el recuento plaquetario es muy bajo. Con cifras
inferiores a 20 000/mm3, están indicadas las transfusiones de plaquetas.
También se valora el estado del feto mediante una prueba sin estrés y un perfil
biofísico. Una vez diagnosticado el síndrome y cuando el estado de la mujer sea
estable, se procede al parto lo antes posible. La investigación sugiere que si el
síndrome HELLP se diagnostica precozmente, antes de que se produzca la
insuficiencia multiorgánica, el tratamiento con dexametasona intravenosa podría
ser beneficioso.

RIESGOS MATERNOS

Los cambios del sistema nervioso central asociados a la HTE consisten en


hiperreflexia, cefalea y convulsiones. La primera podría deberse al aumento del
sodio intracelular con descenso paralelo del potasio. El vasoespasmo cerebral
produce la cefalea, y el edema cerebral y la vasoconstricción son los
responsables de las convulsiones. Las mujeres con preeclampsia grave o
eclampsia corren mayor riesgo de insuficiencia renal, desprendimiento de
placenta, rotura hepática y embolia pulmonar.

RIESGOS DEL FETO Y EL RECIÉN NACIDO

Los hijos de madres que sufrieron hipertensión durante el embarazo tienden a


ser pequeños para su edad gestacional (PEG). La causa guarda una relación
específica con el vasoespasmo y la hipovolemia maternas, que provocan hipoxia
y malnutrición en el feto. Además, el recién nacido puede ser prematuro, dada la
necesidad de acelerar el parto. La mortalidad perinatal asociada a la
preeclampsia oscila en torno al 10 % y la de la eclampsia al 20 %. Al nacer, el
recién nacido puede presentar una sedación excesiva debida a los
medicamentos administrados a la madre. También puede presentar
hipermagnesemia por el tratamiento de la mujer con grandes dosis de sulfato de
magnesio.

TRATAMIENTO CLÍNICO
Los objetivos del tratamiento médico son el diagnóstico precoz del trastorno; la
prevención de la hemorragia cerebral, las convulsiones, las complicaciones
hematológicas; las enfermedades renal y hepática en la madre; y el nacimiento
de un recién nacido indemne lo más próximo al término posible. Para conseguir
estos objetivos es fundamental la reducción de la hipertensión arterial.

MANIFESTACIONES CLÍNICAS Y DIAGNÓSTICO

PREECLAMPSIA LEVE.

En la mujer con una preeclampsia leve, los síntomas pueden ser escasos o
nulos. La presión arterial es de 140/90 mm Hg o más, o asciende 30 mm Hg y
15 mm Hg por encima de las cifras de presión sistólica y diastólica,
respectivamente. Así pues, una mujer joven que tiene una presión arterial de
90/60 mm Hg en condiciones normales, será hipertensa si presenta valores de
120/76 mm Hg. Por tanto, es muy importante medir la presión arterial en las
primeras fases del embarazo. Puede haber edema generalizado, que se
manifiesta por hinchazón de la cara, las manos o las zonas declives, como los
tobillos. El edema se identifica por una ganancia de peso superior a 1.5 kg o más
al mes durante el segundo trimestre, o más de 0.5 kg a la semana en el tercer
trimestre, y se valora en una escala de 1+ a 4+. El análisis de orina puede revelar
la presencia de albúmina con valores de 1+ a 2+, si bien la proteinuria es a
menudo el último de los signos cardinales de la enfermedad. Preeclampsia
grave.

PREECLAMPSIA GRAVE

Puede tener un comienzo repentino. El edema se generaliza y se manifiesta


claramente en la cara, las manos, la región sacra, los miembros inferiores y la
pared abdominal. También se caracteriza por una ganancia de peso excesiva,
superior a 0.9 kg en un par de días o en una semana. La presión arterial alcanza
160/110 mm Hg o más, y en la tira reactiva la albúmina urinaria mide 3+ a 4+,
mientras que la concentración de proteínas en la orina de 24 horas es

5 g/L. Hay aumento del hematócrito, de la creatinina sérica y del ácido úrico.
Otros síntomas característicos son la cefalea frontal, la visión borrosa, los
escotomas (manchas delante de los ojos), las náuseas y los vómitos, la
irritabilidad y la hiperreflexia, los trastornos cerebrales, la oliguria (diuresis de 24
horas 500 mL), el edema pulmonar con ruidos respiratorios húmedos y disnea,
la cianosis, el edema de la retina (las retinas están húmedas y brillantes), el
estrechamiento arrosariado de las arteriolas retinianas en el examen de fondo
de ojo y, por último, el dolor epigástrico. Este último es a menudo un signo de
convulsión inminente y se cree debido a la ingurgitación de los vasos sanguíneos
del hígado.

ECLAMPSIA.

La eclampsia se caracteriza por una convulsión de tipo gran mal o por coma, y
puede desarrollarse antes del parto, durante el parto o en el período puerperal
precoz. Algunas mujeres sólo tienen una convulsión, mientras que otras sufren
varias. Salvo que sean muy frecuentes, la mujer suele recuperar la conciencia
entre ellas.

TRATAMIENTO PRENATAL

El tratamiento clínico de la HTE depende de la gravedad del proceso.

Asistencia domiciliaria de la preeclampsia leve.

En general, las mujeres con preeclampsia ingresan en el hospital. Sin embargo,


en algunos casos y cuando el trastorno es leve, la asistencia domiciliaria se
considera hoy una opción. La madre y el feto se evalúan dos veces por semana
y se aconseja a la madre que se guarde al menos dos períodos de 2 ó 3 horas
para descansar, en posición recostada. Es muy importante advertir a la gestante
que debe informar al médico de cualquier signo de agravamiento de la
preeclampsia.

Asistencia hospitalaria de la preeclampsia leve. La mujer debe mantener


reposo en cama, acostada preferiblemente sobre su lado izquierdo para reducir
la presión sobre la vena cava y así incrementar el retorno venoso, el volumen
circulatorio y el riego placentario y renal. El aumento del flujo sanguíneo renal
ayuda a reducir las concentraciones plasmáticas de angiotensina II, favorece la
diuresis y reduce la presión arterial. Debe recibir una dieta equilibrada, con un
contenido entre medio y alto de proteínas (80 a 100 g/día, equivalente a 1.5
g/kg/día) para sustituir las que se pierden por la orina. La ingesta de sodio debe
ser moderada, no superior a 6 g/día, evitando los alimentos muy salados; sin
embargo, ya no se recomiendan la restricción de sodio ni los diuréticos en el
tratamiento de la preeclampsia.

Para una buena evolución del feto, hay que valorar su estado con frecuencia
creciente a medida que la preeclampsia progresa. Para ello se emplean las
pruebas complementarias siguientes:

Registro de los movimientos fetales


Pruebas sin estrés
Ecografía cada 3 ó 4 semanas para una determinación seriada del
crecimiento • Perfil biofísico
Determinaciones de creatinina en suero
Amniocentesis para determinar la madurez pulmonar
Velocimetría Doppler a partir de las 30 ó 32 semanas, para descartar el
compromiso fetal. Preeclampsia grave. Cuando se considera que la
permanencia dentro del útero es peligrosa para el feto, el tratamiento de
elección, tanto para éste como para la madre, puede ser el parto, a pesar
de la inmadurez fetal.
Otros tratamientos médicos de la preeclampsia grave son:
 Reposo en cama. El reposo debe ser completo. Es necesario
reducir los estímulos que puedan provocar la convulsión.
 Dieta. Mientras la mujer permanezca alerta y no sufra náuseas ni
tenga signos de convulsiones inminentes, la dieta será rica en
proteínas y con una cantidad moderada de sodio.
 Anticonvulsivos. El tratamiento de elección para las
convulsiones es el sulfato de magnesio (MgSO4). Su acción
depresora del sistema nervioso central (SNC) reduce la
probabilidad de convulsiones
 Aporte de líquidos y electrólitos. El objetivo del aporte de
líquidos consiste en lograr un equilibrio entre la corrección de la
hipovolemia y la prevención de la sobrecarga hídrica. Los líquidos
pueden administrarse por vía oral o intravenosa. Esta última puede
haberse iniciado «para mantener la vía» cuando se considera
necesario un tratamiento farmacológico, incluso aunque la paciente
pueda tomar líquidos por vía oral. El aporte de electrólitos depende
de sus concentraciones séricas, que se miden a diario.
 Sedantes. A veces se administra un sedante como el diazepam o
el fenobarbital, para facilitar el reposo absoluto en cama.
 Antihipertensivos. Los medicamentos antihipertensivos más
utilizados son la hidralacina y el labetalol. En general, estos
agentes se administran cuando la presión diastólica es de 110 mm
Hg o mayor y sólo cuando la edad gestacional del feto es crítica
(25 a 30 semanas). Si la edad gestacional es superior a 30
semanas, se inducirá el parto.

ECLAMPSIA.

La convulsión eclámpsica exige un tratamiento inmediato y eficaz. Para


controlarla se administran emboladas de 4 a 6 g de sulfato de magnesio por vía
intravenosa en 5 minutos. Sólo cuando el sulfato de magnesio no puede controlar
la actividad convulsiva se recurre a sedantes, como el diazepam o el amobarbital.
Para prevenir las convulsiones puede usarse la dilantina. El edema pulmonar se
descarta auscultando los pulmones y se mantiene la vigilancia de los signos de
insuficiencia circulatoria y renal y de hemorragia cerebral. En caso de edema
pulmonar, puede administrarse furosemida, mientras que la insuficiencia
cardíaca se trata con digital. Es necesario establecer un control horario de los
aportes y las pérdidas.

Se mantiene la vigilancia de la aparición de signos de parto y se comprueba


cada 15 minutos el desarrollo de metrorragia y rigidez abdominal, que podrían
anunciar un desprendimiento prematuro de la placenta. Si la paciente está
comatosa, se colocará en decúbito lateral con los barrotes levantados.

Debido a la gravedad del cuadro, a menudo se traslada a la paciente a una


unidad de cuidados intensivos, donde puede iniciarse una monitorización
hemodinámica agresiva de la presión venosa central (PVC) o de la presión de
enclavamiento de la arteria pulmonar con un catéter de Swan-Ganz. Cuando se
logra estabilizar la situación de la mujer y del feto, se considera la posibilidad de
inducir el parto, ya que ésta es la única cura conocida de la HTE. Hay que
explicar cuidadosamente a la mujer y a su pareja el estado de la primera y el de
su hijo no nacido, así como el tratamiento que reciben, y tratar con ellos el plan
terapéutico posterior y el parto.

Tratamiento intraparto

Cuando existen pruebas de madurez fetal y el cuello está dilatado, el parto puede
inducirse con oxitocina IV. En los casos muy graves puede ser necesario recurrir
a la cesárea, incluso con un feto inmaduro.

Deben administrarse oxitocina y sulfato de magnesio intravenosos al mismo


tiempo. Para ello se emplea una bomba de infusión, con etiquetado cuidadoso
de las bolsas y los tubos.

Para la analgesia del parto pueden administrarse meperidina o fentanilo por vía
intravenosa. A menudo se recurre al bloqueo pudendo en el parto vaginal, pero
también puede utilizarse el bloqueo epidural, administrado por un anestesiólogo
experto, familiarizado con la preeclampsia.

Deben considerase la posibilidad de un parto en posición semisentada o de


Sims. Si se utiliza la posición de litotomía, deberá colocarse una cuña bajo la
nalga derecha para desplazar al útero. También se utilizará la cuña si se opta
por la cesárea. Si la respuesta del feto a las contracciones lo indican, se
administrará oxígeno a la mujer durante la dilatación.

En el momento del parto deben estar presentes un pediatra o una enfermera de


neonatología para atender al recién nacido. Esta persona debe conocer todas
las dosis y la duración de la medicación que recibió la gestante durante el parto.

Tratamiento posparto La mujer con HTE suele mejorar rápidamente después del
parto, aunque las convulsiones pueden persistir durante las primeras 48 horas
del puerperio. Cuando la hipertensión es grave, puede mantenerse la
administración de hidralacina o sulfato de magnesio después del parto.

PLANTEAMIENTO ASISTENCIAL EN ENFERMERÍA

Valoración y diagnóstico de enfermería


En cada visita prenatal, se toma y registra la presión arterial. Si se eleva, o si no
se produce el ligero descenso esperado entre las semanas 8 y 28, será necesario
vigilar estrechamente a la gestante. La proteinuria debe comprobarse en cada
visita.

Si es necesaria la hospitalización, la enfermera deberá valorar:

Presión arterial. La presión arterial debe medirse cada 1 a 4 horas, o con


mayor frecuencia si así lo indican la medicación u otros cambios del
estado de la mujer.
Temperatura. La temperatura debe medirse cada 4 horas, o cada 2
horas si está elevada.
Pulso y respiración. La frecuencia de las pulsaciones y las respiraciones
debe registrarse al mismo tiempo que la presión arterial.
Frecuencia cardíaca fetal. La frecuencia cardíaca fetal debe medirse al
mismo tiempo que la presión arterial o mediante la monitorización
continua con un monitor fetal electrónico, si la situación así lo indica.
Diuresis. Hay que medir todas las micciones. Es frecuente que la mujer
sea portadora de una sonda permanente, en cuyo caso la diuresis puede
valorarse cada hora. Debe ser de 700 mL o más en 24 horas, o al menos
de 30 mL/hora.
Proteinuria. Si la mujer tiene una sonda permanente, las proteínas de la
orina se valorarán cada hora o, en caso contrario, en cada micción. Las
lecturas de 3+ o 4+ indican una pérdida de 5 g o más de proteínas en 24
horas.
Densidad urinaria. Cada hora o en cada micción debe medirse la
densidad de la orina. Las lecturas superiores a 1040 se asocian a oliguria
y proteinuria.
Edema. Se inspeccionan y se palpan la cara (sobre todo los párpados y
la zona malar), los dedos, las manos, los brazos (superficie cubital y
muñecas) las piernas (superficie tibial), los tobillos, los pies y la región
sacra para detectar el edema. El grado de depresión se determina
presionando sobre las regiones óseas.
Peso. El peso se mide a diario, a la misma hora y con la misma ropa o
bata y zapatillas. Si la mujer ha de permanecer en reposo absoluto, esta
maniobra puede omitirse.
Edema pulmonar. Se observa la tos de la mujer y se auscultan los
pulmones, buscando ruidos respiratorios húmedos.
Reflejos osteotendinosos profundos. Se valoran los signos de
hiperreflexia de los tendones braquial, de la muñeca, patelar y de Aquiles.
El más fácil de valorar es el reflejo patelar. También debe explorarse el
clono mediante una flexión dorsal enérgica del pie, manteniendo la rodilla
en una posición fija. Normalmente no hay clono; si aparece, se medirá
según el número de sacudidas y se registrará de esa forma.
Desprendimiento de la placenta. Cada hora hay que valorar la
presencia de metrorragia, de rigidez uterina, o de ambas.
Cefalea. Hay que preguntar a la mujer si tiene cefalea y dónde se
localiza.
Trastornos de la visión. Se preguntará a la mujer si tiene visión borrosa
o aprecia cambios de la visión o escotomas. Los resultados del examen
de fondo de ojo diario deben registrarse en la historia clínica. •
Dolor epigástrico. También hay que preguntar si tiene dolor epigástrico,
que es importante diferenciar de una simple pirosis, que tiende a ser
familiar y menos intensa.
Pruebas complementarias. Está indicada la realización diaria de
determinaciones del hematócrito para medir la hemoconcentración;
creatinina y concentración de ácido úrico para conocer la función renal;
estudios de coagulación por si aparece algún indicio de trombocitopenia
y de las enzimas hepáticas y las concentraciones de electrólitos.
Nivel de conciencia. Se observan el grado de alerta, los cambios del
estado de ánimo, y cualquier signo de convulsión o coma inminentes.
Respuesta emocional y grado de conocimiento. Es necesario valorar
cuidadosamente la respuesta emocional de la mujer para diseñar el apoyo
y la instrucción adecuados.

Además, hay que mantener una valoración continua de los efectos de toda la
medicación administrada. Como la utilización de los fármacos prescritos es
un aspecto importante de la asistencia, la enfermera conoce, como es lógico,
los agentes más comunes, así como su objetivo, implicaciones y efectos
tóxicos o adversos asociados.

Entre los posibles diagnósticos de enfermería aplicables a la mujer con


preeclampsia se encuentran:

 Deficiencia de volumen, en relación con la desviación de los líquidos del


espacio intravascular al extravascular debida al vasoespasmo.
 Riesgo de lesiones, relacionado con la posibilidad de convulsiones
secundarias al vasoespasmo o al edema cerebral.

PLANES DE ENFERMERÍA Y SU EJECUCIÓN

ASISTENCIA DE ENFERMERÍA EN ATENCIÓN PRIMARIA

Una mujer con preeclampsia tiene varios temores importantes. Puede temer
perder al feto, puede estar preocupada por su relación personal con sus otros
hijos y por su relación personal y sexual con su pareja, también puede tener
inquietudes económicas y sentirse aburrida y algo resentida, cuando debe
enfrentarse a un largo reposo en cama. Si tiene hijos pequeños, quizá tenga
problemas para cuidarlos. La enfermera debe ayudar a la pareja a identificar y
discutir estos temores y preocupaciones. También puede ofrecer información y
explicaciones sobre aquellos aspectos del tratamiento que causan dificultades.
Además, puede procurar a la mujer y a su familia los recursos sociales
adecuados, tales como grupos de apoyo o servicios de limpieza domiciliaria
cuando esté indicado.

La mujer debe conocer los síntomas importantes y el lugar al que acudir. En


general, la mujer con preeclampsia leve acude a la consulta una o dos veces a
la semana, pero quizá deba hacerlo antes de la fecha programada para la cita
siguiente, si sus síntomas indican que el cuadro está progresando. Debe conocer
su plan dietético, que ha de adaptarse a su cultura, capacidad económica y forma
de vida.

ASISTENCIA DE ENFERMERÍA HOSPITALARIA


El desarrollo de una preeclampsia grave provoca un temor creciente en la mujer
y en su familia. Las preocupaciones más inmediatas suelen referirse al
pronóstico de la madre y del feto. La enfermera puede explicar el tratamiento
médico y sus objetivos ofreciendo una información honesta y optimista. Ha de
mantener informada a la pareja sobre el estado del feto, y tratar las demás
preocupaciones que puedan expresarse. La enfermera proporcionará la máxima
información posible y buscará otras fuentes de conocimiento o ayudará a la
familia según las necesidades. También puede establecer contacto con un
miembro del clero o con el capellán del hospital, si la pareja así lo solicita.

La enfermera mantendrá un ambiente tranquilo y con escasos estímulos para la


mujer. Ésta debe permanecer en una habitación individual, situada en un lugar
tranquilo y donde pueda mantener una vigilancia estrecha. Las visitas se
limitarán a los miembros más íntimos de la familia o a las personas que ofrecen
el apoyo principal. La mujer debe mantenerse la mayor parte del tiempo en
decúbito lateral izquierdo, con los barrotes de la cama levantados como medida
de protección. Se evitarán las llamadas telefónicas que no sean imprescindibles,
ya que el ruido de las llamadas inesperadas puede ser demasiado estridente.
Sin embargo, para evitar la sensación de aislamiento, algunas mujeres prefieren
limitar las llamadas a unas horas determinadas del día. Las luces brillantes y los
ruidos fuertes y bruscos pueden desencadenar convulsiones en la mujer con
preeclampsia grave.

La aparición de las convulsiones asusta a todos los miembros de la familia que


se encuentren presentes en ese momento, aunque la mujer no las recordará tras
perder la conciencia. Por tanto, es esencial explicar más tarde lo ocurrido a los
familiares y a la mujer.

Una convulsión de tipo grand mal tiene una fase tónica caracterizada por una
contracción muscular pronunciada y rigidez, seguida de una fase clónica en la
que alternan las contracciones y las relajaciones de los músculos, lo que hace
que la mujer se agite con violencia. Cuando comienza la fase tónica de la
contracción, hay que girar a la mujer colocándola sobre un lado (si no está ya en
esa posición) para mejorar la circulación de la placenta. Se inclina la cabeza
hacia abajo para facilitar la salida de la saliva. En muchos servicios no se
recomienda ya la introducción de un depresor lingual para proteger la lengua; en
otros se sigue utilizando, cuando es posible colocarlo sin hacer fuerza, ya que
puede evitar lesiones en la boca de la mujer. Los barrotes de la cama deben
bajarse o, como alternativa, se colocará una almohada entre ellos y la mujer.

La fase clónica comienza 15 a 20 segundos después. Cuando las contracciones


ceden, se inician una monitorización y un tratamiento intensivos. Se introduce
una vía respiratoria oral, se aspira la nasofaringe de la mujer y se administra
oxígeno con una sonda nasal. Se establece una monitorización continua de los
latidos cardíacos fetales y se miden los signos vitales de la madre cada 5 minutos
hasta que se estabilicen, y después cada 15 minutos.

Вам также может понравиться