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escolar
MARIANA OTERO
Domingo 15 de julio de 2018 - 00:30
Hace varios años que la escuela primaria Jerónimo del Barco de Parque Siquiman, a
18 kilómetros de Villa Carlos Paz, comenzó a derribar las tradicionales estructuras del
sistema educativo, con una pedagogía innovadora que permite potenciar al máximo la
inteligencia de sus alumnos.
Es un colegio estatal que tiene casi 350 estudiantes, que egresan con conocimientos y
habilidades poco frecuentes. Los chicos están inmersos en una comunidad de
aprendizaje que incluye a padres y a maestros, que se capacitan a la vez y todo el
tiempo. La planificación es diferente, y los niños aprenden a través de la interacción
con sus maestros, de manera colaborativa y mediante la indagación y la transferencia
de conocimientos.
Los resultados son evidentes, al punto que en el Valle de Punilla, los exalumnos del
“Jerónimo” ostentan la fama de buenos estudiantes. El seguimiento de sus trayectorias
lo corrobora: los egresados transitan con éxito el secundario e ingresan sin dificultades
a la universidad.
¿Qué hace esta escuela? ¿Cómo lo hace? Se trabaja con la idea de innovación
pedagógica probada científicamente en Israel y adaptada a la realidad local por la
investigadora cordobesa Cristina Zanotti. A través de la interacción pedagógica guiada
(IPG), el maestro se convierte en un formador de personas capaces de resolver
problemas y en un facilitador del proceso de aprendizaje. En otras palabras, guía a los
alumnos para que “aprendan a aprender”.
Años después, con esta experiencia de campo, Zanotti realizó su investigación para la
tesis de Maestría en Investigación Educativa de la Universidad Católica. Aún con el
trabajo finalizado, continuó colaborando de manera voluntaria con la institución.
“La idea era trabajar en una pedagogía preventiva: prevenir el fracaso en la escuela
secundaria y trabajar con una interacción pedagógica mediada por la base teórica de
Feuerstein. Como mediadora, yo adaptaba esto a nuestras características. Al empezar
el trabajo de campo, observamos que no existía una buena lectura comprensiva, que es
la que abre las puertas del conocimiento. La otra carencia era el trabajo colaborativo
dentro del aula”, explica Zanotti.
“El diagnóstico fue duro. Nosotros pensábamos que nuestros alumnos tenían
desarrollada la comprensión lectora, pero la investigación demostró que no era así.
Mirando esa realidad vimos que había un montón de cosas para mejorar. Y las
maestras se comprometieron con esto”, cuenta Mariana Brandalise, la directora.
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Entre otras cosas, elaboraron instrumentos de evaluación para observar los procesos
para llegar al aprendizaje. Esto incluye una autoevaluación docente. “Miramos no sólo
lo que hacen los chicos, sino lo que hacemos nosotros. Es novedoso”, apunta
Brandalise.
Desarrollar capacidades
María Paz Sánchez Sanabria, maestra de Lengua y Ciencias Sociales explica: “Fuimos
aprendiendo la interacción con los chicos, cambiando nuestra práctica docente. Vimos
que cada interacción permite desarrollar capacidades, operaciones mentales diferentes
que vamos obteniendo con las actividades. Eso genera un vínculo con los chicos
impresionante. Las clases son muy habladas, vamos dirigiendo con la interacción
adónde queremos llegar”.
La mediación ocurre con las maestras como guías, con preguntas específicas que
tienen una intención. “Les preguntamos: ¿por qué vamos a hacer esto? o ¿qué vamos a
hacer hoy?, con el objetivo de que aprendan determinado tema. Cuando cerramos la
clase preguntamos, ¿qué hemos aprendido? ¿Para qué nos sirve? Volvemos a afianzar.
La aplicación práctica es para que trabajen desde lo cotidiano. Los chicos se
transforman en mediadores porque empiezan a interactuar de esta manera, los padres
también van aplicando lo que los maestros dicen en el aula”, subraya Zanotti.
Aprender a aprender
La premisa es que todos los chicos pueden aprender, y los niños lo saben desde el
primer día. “Todo apunta a la reflexión. Desde construir un títere, ¿cómo lo hiciste,
con qué materiales, cómo hiciste el diseño? Esas preguntas hacen que vuelva sobre su
propio proceso, que tome conciencia de lo que va haciendo cuando toma decisiones”,
sostiene Brandalise.
En los pizarrones está pintada una escalera, con estrategias de trabajo. Los niños,
siempre sentados en grupo, saben cuáles son las metas y comienzan a preguntarse si
pueden empezar por arriba de la escalera o por abajo, indagan si habrá cambios. Las
maestras y los alumnos, juntos, se plantean los caminos. Conversan, descubren y
aprenden.
“Siempre trabajamos en que hay diversos caminos para llegar a una solución. Partimos
de la idea de que el error es un aprendizaje. Con la mediación se amplía mucho el
campo de la matemática porque no es sólo resolver un ejercicio. Trabajamos con
material concreto, siguiendo la metodología Montessori y no damos por sentado que
hay cosas que tienen que saber sí o sí. Nos encontramos con chicos muy diversos y eso
es riquísimo. Se ayudan mutuamente. Da resultado”, opina Carmen Gómez, maestra
de Matemáticas.
Los frutos están a la vista. En los dos últimos años, ningún alumno de la Jerónimo del
Barco obtuvo índices por debajo del nivel básico en las pruebas de evaluación
Aprender.
“En nuestra zona, hay cuatro o cinco escuelas de nivel secundario. Se hizo un trabajo
académico con los egresados y se comprobó que tienen trayectorias escolares exitosas.
Hoy pueden resolver los exámenes de ingreso a la universidad. Son indicadores que
hace que miremos que es bueno lo que estamos haciendo”, sostiene, orgullosa,
Brandalise.
https://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/la-escuela-que-le-puso-un-freno-al-fracaso-escolar