Вы находитесь на странице: 1из 1

LA NACION | LA NACION REVISTA

Por qué en EEUU hay una tendencia de baja de la expectativa de


vida
Tecnología, consumo y vacío 10 de julio de 2016

En los últimos cien años, el avance tecnológico generó sustanciales mejoras en el nivel de
vida medio de la humanidad. Tan grande fue ese cambio que, en muchos sentidos, una persona de
clase media-baja hoy tiene mayor calidad de vida que una de clase alta un siglo atrás. Mejoras en el
acceso al agua potable, la disponibilidad de cloacas, los tratamientos médicos y la conservación de
alimentos, entre otros avances, jugaron un rol fundamental en prolongar nuestra vida.
El resultado fue notable: del año 1913 a la actualidad la expectativa de vida global mejoró
más que en los 2000 años anteriores, pasando de apenas 34 años a los actuales 67. Y ese aumento se
dio de manera sostenida. Nada, ni siquiera las grandes guerras mundiales o epidemias como el sida,
fueron capaces de frenar este proceso.
Nada, hasta un hallazgo reciente publicado por un equipo de investigadores de la universidad
de Princeton, liderados por el Premio Nobel de Economía 2015, Angus Deaton, y la profesora Anne
Case. Ellos descubrieron que en los Estados Unidos, ¡en los últimos 18 años la expectativa de vida
no para de empeorar! Y tan sorprendente como el cambio de tendencia son las características de este
grupo: no se trata de alguna comunidad marginal o sumida en la pobreza. Por el contrario, la caída se
da en toda la población blanca de mediana edad (de 45 a 55 años) de ese país.
Hago aquí una pausa para permitir a los lectores conjeturar la razón. ¿Podrán imaginar la
causa para este inesperado aumento de la mortalidad en gente relativamente joven y de buena
condición social? La respuesta es impactante: en este grupo poblacional las mejoras en la calidad de
vida de los últimos años fueron más que contrarrestadas por un aumento de las muertes por el abuso
de drogas y alcohol, la obesidad y el suicidio. Por primera vez la expectativa de vida decrece, y la
caída se da en los blancos de edad media de EE.UU., quizá el segmento de gente que a priori parece
más favorecida en este mundo. Y no es por cosas que pasan fuera de nuestro control, sino por lo que
nos hacemos a nosotros mismos.
Hace un tiempo, preparando con Gerry Garbulsky una columna radial sobre la muerte,
analizamos datos sobre mortalidad y encontramos algo que nos sorprendió y que, de algún modo,
apunta en la misma dirección que el descubrimiento anterior: en general, los países americanos que
muestran tasas de homicidio más bajas (los más prósperos y seguros) registran las tasas de suicidio
más elevadas, y viceversa. Extrañamente, resulta ser que en aquellos lugares donde la gente está más
segura y en teoría vive mejor, las personas optan con más frecuencia por quitarse la vida.
Es difícil determinar a ciencia cierta la causa de estos fenómenos sociales. Pero quiero
terminar dejando planteadas dos preguntas. Por un lado, de acuerdo con Deaton y Case, entre las
drogas cuyo consumo más aumentó en el período analizado están los calmantes para el dolor, pese a
que nada hace pensar que debamos estar ahora más doloridos que antes. ¿Estaremos, tal vez,
entonces, tratando de calmar con esas drogas un dolor más simbólico que físico?
Por otro, numerosos estudios científicos mostraron ya que, pese a la obsesión contemporánea
por los bienes materiales, superado cierto umbral de necesidades básicas no existe correlación entre
más riqueza y una mayor felicidad. ¿Será que, en una verdadera paradoja del progreso, el persistente
fracaso de obtener la felicidad a través del consumo nos deja librados a nuestro propio vacío
existencial?

Por: Santiago Bilinkis

Вам также может понравиться