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No te resignes, sino cree

José Jesús Carrera Mendoza

Nuestro tiempo parece estar manchado directamente por la violencia, manifestada de diversas
maneras: física, psicológica, emocional, verbal, sexual, espiritual, cultural, económica, etc. En
nuestro país se denota especialmente a través de la inseguridad y el crimen organizado. Es el pan
de cada día encontrarse con personas que buscan desesperadamente a un ser querido que está
desaparecido o aún más impactante con personas que lloran por la trágica partida del mismo.
Nosotros los cristianos no vivimos en un mundo color rosa, estamos inmersos en este valle de
lágrimas, padecemos también en carne propia los estragos de la violencia: consecuencia del
pecado.

Cuando nos toca enfrentar la partida de una persona en situaciones especialmente trágicas es
común escuchar que se «desea pronta resignación» ¿es ésta una actitud propiamente cristiana? La
resignación evoca, por su sentido etimológico el deseo de regresar al significado de antes,
devolver un sentido a algo; por su uso común, darse por vencido ante una situación, dejar de
luchar de manera muy pasiva. Lo que este deseo evoca, tanto en su raíz como en su denotación
tradicional, no tiene de ninguna manera una base cristiana, no comulga con el mensaje de Cristo.

El cristiano no se resigna ante la muerte: «Espero la resurrección de los muertos y la vida del
mundo futuro». La acepta como un suceso siempre trágico, pero la celebra en cuanto que el
mismo Jesús murió verdaderamente y con su muerte nos lo libro del dominio del pecado y de la
muerte, resucitando nos abrió las puertas del cielo. Así, Aquél que resucito a Jesús, lo hará
también con nosotros. La tiniebla de la muerte no puede luchar contra la Luz de la vida, la
esperanza en la resurrección. Desconcertados por el hecho, «aunque la tienda de nuestra morada
corporal se desmorone» (2Co 5,1), nuestra fe no vacila y nuestra esperanza no se apaga porque
sabemos «en quien hemos puesto nuestra confianza y estamos convencidos de que Él es
poderoso» (Cfr. 2Tim 1,12). «El creyente, contra toda evidencia, muere confiado: «En tus manos
encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46). En el corazón de la muerte la iglesia proclama su esperanza en
la resurrección, la fe en el Dios que salva» (Ritual de exequias).

«La muerte de nuestro hermano nos entristece y nos recuerda, una vez más, hasta qué punto es
frágil y breve la vida del hombre. Pero, en este momento triste, la fe nos debe confortar porque
nos asegura que Cristo vive eternamente y que el amor que Él nos tiene es más fuerte que la
misma muerte. Que nuestra esperanza no vacile. Que el Padre de la misericordia y el Dios de todo
consuelo nos conforte en esta tribulación» (Ritual e exequias).

En memoria de Carlos Rafael Fuentes Gonzales: hijo, hermano, esposo y amigo.

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