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Estudiante: Manuel Paruta.

Grupo 24

La universidad pública. Un factor


determinante en la paz y una institución
contra la guerra:

Contribuir a repensar e investigar los procesos de paz, ese es el papel de las


universidades dentro de este escenario, ya que es en la academia donde se propicia
el debate, el diálogo y la construcción crítica. Además, está en la capacidad de
entregarle al grueso de la sociedad los temas del posconflicto y de la paz de una
manera sencilla, en medio de su complejidad, para que la gente entienda de qué se
trata y de esta manera poder contribuir al debate.
Las universidades tienen una capacidad crítica muy grande y es importante hacer
crítica de la realidad del país, investigarla, para obtener leyes, procedimientos e
instituciones que cubran esas necesidades del pueblo. La razón, la ciencia y el
conocimiento de las diversas disciplinas, ayudan a construir paz.
Trabajar por el respeto a los derechos humanos, en especial por los derechos
económicos, culturales y sociales, para superar las desigualdades, que en el fondo
están debajo de toda guerra civil. Es fundamental influir en la política y en las
instituciones para que éstas se proyecten y sirvan a la gente.
La Universidad Pública a lo largo de la historia, ha representado y representara una
institución determinante en el desarrollo del pensamiento de los jóvenes de un país,
más que una institución educativa, también ha tenido el rol importante de forjar
ideales y pensamientos con la noción de lograr una paz verdadera en el país, una
paz que se ha intentado lograr por décadas, aquella que por la cual se ha luchado
tanto y se han sacrificado miles de vida.
Colombia ha realizado desde 1980 once procesos para la búsqueda de la paz. Los
Diálogos de La Habana seguidos del plebiscito han influido en la percepción general
de la sociedad, de que se estaría en la más cercana posibilidad de concretar y luego
desarrollar un acuerdo conducente a la paz.
El cambio fundamental que debe desempeñar la educación superior en la era
posconflicto recae en el pilar del respeto, defensa y promoción de los derechos
humanos. Esto, que pareciera una obviedad, precisa de profundas
transformaciones de la sociedad y por supuesto del ideario de la universidad. Un
modelo propuesto es el de la educación inclusiva, fundamentado en el respeto a la
diversidad y en la participación ciudadana. Se hace necesario hacer la aclaración
que bajo educación inclusiva no se entiende el concepto de la integración de
personas con discapacidad, ni en el contexto de generar los cupos para “los
excluidos”, sino precisamente en abrir los espacios para la participación de todos
los pensamientos y manifestaciones sociales en la educación superior. Este
escenario requiere de cambios actitudinales de los diferentes actores universitarios
como los estudiantes, profesores, investigadores y personal administrativo. Los
cambios abordan el respeto, reconocimiento del otro, la generación de una cultura
de la negociación y la capacidad de resolución de conflictos. La capacidad de
negociación requiere del desarrollo de competencias para entender al otro,
flexibilizar sus propias perspectivas y admitir que no existen verdades absolutas.
Este tipo de educación privilegia la interculturalidad, la corresponsabilidad social, la
tolerancia y el fomento para la paz como promotores y defensores de los derechos
humanos, rechazando con vehemencia la violencia como mecanismo para la
resolución de conflictos.

Por supuesto son necesarios profesores incluyentes que no solo desarrollen y


reflexionen alrededor del currículo para que gire en torno a los derechos humanos,
sino que sean ejemplo como educadores para la paz. Probablemente todos los ejes
disciplinares de la formación superior tendrán valor en cuanto estén enmarcados en
el desarrollo de los derechos del ciudadano y de la comunidad.

Como es evidente la educación inclusiva no es la mera admisión en las instituciones


de educación superior de las personas desmovilizadas o un simple acto de
reparación de las víctimas. Se requiere de un cambio sustancial del proceso
enseñanza aprendizaje conducente a la formación de actores de paz para la
transformación social, con el propósito de contribuir de manera explícita a que la
sociedad se vaya adhiriendo, identificando y actuando acorde a los principios
directores de los derechos humanos.
Las universidades no fueron ajenas al conflicto armado en Colombia. En
medio de versiones libres algunos integrantes del Clan de los Rojas, un grupo
paramilitar que operó en el departamento de Magdalena, reconocieron haber
ordenado los asesinatos de docentes de la Universidad del Magdalena.
En otros departamentos la situación no fue diferente. El país recuerda con dolor
cómo el 17 de septiembre fue asesinado en Barranquilla el profesor de la
Universidad del Norte Alfredo Correa de Andreis, un crimen por el que está
condenado el exdirector del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS)
Jorge Noguera. La Universidad del Atlántico, ubicada en la misma ciudad, está en
medio de un proceso de reparación colectiva por el asesinato y el desplazamiento
de más de 70 personas de la institución entre profesores, estudiantes y sindicalistas.
Para las universidades, los años aciagos por cuenta del conflicto parecen cosa del
pasado. Ahora, las aulas de clases están llenas de debates en torno a cómo los
violentos van a reparar colectiva e individualmente a los actores afectados en
las instituciones de educación superior. Además, están analizando lo que
han hecho y el papel que tendrá la academia en la construcción de paz tras la
dejación de armas de la insurgencia.
Para ello, la Red de Universidades y Universitarios por la Paz (Redunipaz) organizó
su octavo Congreso en Popayán, el cual se desarrollará entre el 9 y el 11 de
noviembre de 2016. Roberto Carlos Vidal, presidente de dicha
organización contó qué es Redunipaz, cómo las universidades se volvieron
escenarios de confrontación armada y cuál es la estrategia para que esos espacios
se copen meramente de debates y conversaciones en torno a la realidad del país.

La Universidad Nacional y los diálogos de paz:


La Universidad Nacional (UN) es un microcosmos del país. Así la describe el
profesor Alejo Vargas, director del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo
de Paz. De ahí que, según sus directivas, también sea una institución educativa
interesada en aportar a la construcción de una sociedad mejor. “Sin duda, el mayor
aporte ha sido involucrarse en los problemas nacionales”, afirma el rector de la
universidad, Ignacio Mantilla.
Esto se ha logrado desde diferentes áreas del conocimiento y hacia distintos
sectores de la sociedad. Sin embargo, de todos los problemas que aquejan al país,
el aporte en el análisis y en la búsqueda de soluciones de la violencia y por lo tanto
en la construcción de paz ha sido uno de los fuertes de la institución.

En esta área, el rol más reciente que ha jugado la UN en la paz fue en el proceso
con las Farc. “El papel que jugó la UN en las negociaciones fue muy importante; por
ejemplo, con la coordinación de los foros que se hicieron para compilar las
propuestas que se enviaron a La Habana”, explica Mantilla.

Además, aseguró que una de las ventajas de la universidad es que genera


confianza tanto en el Gobierno Nacional como en las Farc. “Es un interlocutor muy
valioso para las dos partes”. Por ese motivo, desde que el presidente Juan Manuel
Santos anunció el inicio de las conversaciones en Cuba con esa guerrilla, desde la
UN se plantearon cómo podrían participar.

La respuesta fue crear el Centro de Pensamiento y Seguimiento al Diálogo de Paz


dirigido por Alejo Vargas. “Desde la mesa de diálogo nos pidieron que hiciéramos
un foro entorno al primer punto que se estaba discutiendo: el agrario”, asegura
Vargas.

A partir de ese momento, en cada uno de los puntos a discutir se hicieron foros de
los que salían ideas de la ciudadanía para encontrar propuestas y soluciones. De
igual forma, para cada tema seleccionaron expertos que viajaban a Cuba para
exponer sus opiniones y conocimientos sobre estos.
Las instituciones de educación superior comparten plenamente la preocupación por
la responsabilidad que nos atañe en la construcción de la sociedad colombiana y su
particular interés en los diálogos de paz. ¿Cómo podría la universidad colombiana
ser ajena a esto si lo que sucede en su intimidad día a día es la constante reflexión
sobre la sociedad que tenemos y que queremos? La universidad no solo es un actor
de diálogo, sino que por su naturaleza es un espacio de diálogo.
La universidad colombiana tiene entre sus propósitos afirmar y divulgar los
principios fundamentales de la educación superior para contribuir a la convivencia
nacional y al progreso espiritual y material de la nación. Trabaja igualmente por una
conciencia de responsabilidad con el orden institucional democrático a través de su
vinculación al análisis de los problemas nacionales y regionales y al estudio de sus
soluciones. Lo anterior compromete al estamento educativo superior de forma muy
directa con el Congreso Universitario por la Paz.
La Colombia posconflicto debe ser preparada por todos los colombianos, pero a la
universidad y a todo el estamento educativo del país le cabe la responsabilidad de
formar desde ya para una cultura de paz, pluralidad y convivencia. La cultura de paz
es una tarea educativa de largo plazo en la que las universidades pueden dar lo
mejor de sí y lo más valioso, ayudarnos a convivir en armonía, felicidad y
conocimiento.
Fuentes:
https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1296732
https://colombia2020.elespectador.com/pais/las-universidades-tambien-son-
victimas-de-la-violencia-presidente-redunipaz
https://www.eltiempo.com/vida/educacion/la-participacion-de-la-universidad-
nacional-de-colombia-en-el-proceso-de-paz-133386

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