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Aulo Gelio, un escritor romano que recopiló curiosidades antiguas en la época del
emperador romano Marco Aurelio (161-180), en sus Noches Áticas (Noctes
Atticae), habla de un ingenio en forma de paloma que colgado sobre el fuego se
movería por efecto de una corriente cálida que surge de un tubo de escape, los
principios básicos del cohete.
Tuvieron que transcurrir unos cientos de años hasta que se descubrió su potencial
como arma.
Existen referencias del uso de cohetes en China con fines bélicos, que
denominaban "saetas de fuego", alrededor del siglo VI dC., aunque la primera
referencia histórica data de 1232, cuando se usaron contra los mongoles en la
ciudad de Kai-feng-fu.
Los propios mongoles usaron esta tecnología contra los europeos en la batalla de
Legnica (Silesia-Polonia) en 1241 y contra los árabes en la asedio de Bagdad en
1258.
En 1379 se usó por primera vez el término rochetta (cohete) para describir esta
arma que rápidamente se extendió a contiendas por todo el mundo
Los cohetes en la imaginación popular
En 1687 Isaac Newton formula las leyes de la mecánica que permitió una mayor
precisión en los cálculos.
Julio Verne publica en 1865 De la Tierra a la Luna que anticipa con bastante
precisión lo que se lograría un siglo más tarde y que sirvió de inspiración a los
padres de la astronáutica.
1883. Para muchos significa el comienzo de la era espacial. Ese año, el científico
ruso Konstatin Eduardovitch Tsiolkovki (1857-1935) publicó el primer ensayo
donde desarrolla su teoría de la propulsión a chorro y explicaba que un cohete
podía funcionar incluso en el vacío.
Pero la forma del cohete no ha evolucionado mucho desde que lo inventaron los
chinos.
La popularidad de esa idea tiene mucho que ver con la novela, el cine y el cómic.
Méliès llevó al cine lo imaginado por Verne, pero tal vez el más divulgado de los
modelos proceda del primer volumen de Tintín en la Luna de Hergé que se publicó
en 1953 (Objetivo: la Luna - Objectif Lune) y entre la documentación que usó el
autor belga sin duda figuraba la película de Fritz Lang, Una mujer en la
Luna (1929. Se puede reproducir en este enlace), los trabajos de Hermann Julius
Oberth y las impresionantes fotografías de las V2 alemanas en las que había
trabajado Wernher von Braun.
Sin embargo, la realidad de los viajes espaciales dio al traste con esa forma como
habitáculo humano: el módulo lunar, la nave Soyuz o la estación espacial
internacional, por citar ejemplos conocidos, serán todo lo práctico que quieran,
pero les falta la chispa de diseño creativo que convierta esas hazañas espaciales
a una dimensión que penetre en el inconsciente colectivo y que tan bien conocían
los grandes artistas de principios del siglo XX que lograron imaginar los hombres
en el espacio.