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Walter Wink
Hoy, como nunca antes, el debate en torno a los temas sexuales divide a nuestras
iglesias. Al igual que lo hizo el tema de la esclavitud hace ciento cincuenta años, la
cuestión de la homosexualidad amenaza con fracturar a todas las denominaciones.
Naturalmente,nos volvemos a la Biblia en busca de una guía, y nos hallamos
hundidos en las arenas movedizas de la interpretación. ¿Puede la Biblia decirnos
algo en nuestra confusión sobre esta materia?
Condenaciones inequívocas
Eliminados estos tres textos, nos quedan tres referencias, todas las cuales,
inequívocamente, condenan la conducta homosexual. El libro de Levítico 18:22
declara el principio: (Tú, varón, “ no te acostarás con un varón como si fuera una
mujer: es una abominación” . El segundo texto (Levítico 20:13) añade el castigo:
“ Si un hombre se acuesta con otro hombre como si fuera una mujer, los dos
cometen una cosa abominable; por eso serán castigados con la muerte y su sangre
caerá sobre ellos””
Un acto tal se consideraba como una “ abominación” por varias razones.
La comprensión pre-científica hebrea era que el semen masculino contenía la
totalidad de la vida naciente. Sin el conocimiento de los óvulos y de la ovulación, se
suponía que la mujer suministraba solamente el lugar de incubación.
De ahí que derramar semen por cualquier propósito no-procreativo -en coitus
interruptus (Génesis 38:1-11) en actos homosexuales masculinos, o de
masturbación masculina- se consideraba equivalente al aborto o al asesinato.
Consecuentemente, los actos homosexuales femeninos no se consideraban tan
seriamente y no se los menciona en absoluto en todo el Antiguo Testamento (pero
véase Romanos 1:26). Se puede apreciar en qué medida valoraría la procreación
una tribu que luchaba por poblar un país, cuyos habitantes los sobrepasaban
numéricamente; pero tales valores se vuelven cuestionables en un mundo que
afronta una superpoblación que escapa a todo control.
Además, cuando un hombre actuaba sexualmente como si hubiera sido una mujer,
la dignidad masculina estaba comprometida. Era una degradación, no solamente
con respecto de sí mismo, sino con relación a todos los demás varones. El sistema
patriarcal de la cultura hebrea se revela en la misma formulación del mandato, ya
que no se formuló una censura similar para prohibir actos homosexuales entre
mujeres.
Y la aversión sentida hacia la homosexualidad no era porque se la juzgara
precisamente antinatural, sino también porque se la consideraba anti-judía,
representando una invasión más, todavía, de la civilización pagana en la vida judía.
Un efecto de eso es la muy universal aversión que los heterosexuales tienden a
sentir por actos y orientaciones extraños a ellos (ser zurdo ha provocado algo de la
misma respuesta en muchas culturas).
Sin embargo, cualquiera sea la razón de ser de su formulación, los textos no dejan
lugar a que se los manipule. Se ejecutará a aquellas personas que cometan actos
homosexuales. Éste es el claro mandato de la Escritura.
El significado no da lugar a equívocos: cualquiera, sea varón o mujer, que desee
basar sus creencias sobre el testimonio del Antiguo Testamento, debe ser
completamente coherente y pedir la pena de muerte para todo aquel que ejerza
actos homosexuales. (Eso puede parecer extremo, pero, en realidad, hay algunos
cristianos, hoy en día, propugnando precisamente esto). Aunque no sea posible que
un tribunal ejecute nuevamente a los homosexuales, un sorprendente número de
gays son asesinados por heterosexuales cada año, en este país.
Los textos del Antiguo Testamento tienen que sopesarse con los del Nuevo.
En consecuencia, la inequívoca condena de la conducta homosexual en Romanos
1:26-27, debe ser el centro de toda discusión
.“ Por esta razón, Dios los entregó a pasiones vergonzosas. Sus mujeres cambiaron
las relaciones sexuales naturales por otras contrarias a la naturaleza y, del mismo
modo, también los hombres, dejando las relaciones sexuales naturales con la mujer,
ardieron en deseos los unos por los otros. Los hombres cometieron actos
vergonzosos con hombres y recibieron, en sus propias personas, el castigo
merecido por su extravío” .
Sin duda, Pablo era ajeno a la distinción entre orientación sexual, a través de la cual
evidentemente se tiene muy poca elección, y conducta sexual, a través de la cual sí
se la tiene. Parece dar por sentado que aquellos a quienes condena, son
heterosexuales y están actuando contrariamente a la naturaleza, “ dejando” ,
“ abandonando” o “ cambiando” su orientación sexual verdadera por aquella que
se fija en los primeros años de vida, o tal vez hasta genéticamente, en algunos
casos. Para tales personas, tener relaciones heterosexuales sería actuar en forma
contraria a la naturaleza, “ dejando” , “ abandonando” o “ cambiando” su
orientación sexual natural.
De igual modo, las relaciones que Pablo describe están cargadas de lujuria; no son
relaciones de genuino amor entre personas del mismo sexo. No son relaciones entre
adultos del mismo sexo, que las consienten y que recíprocamente se comprometen,
con fidelidad y con tanta integridad como cualquier pareja heterosexual. Por otra
parte, algunas personas suponen que las enfermedades venéreas y el SIDA, son
castigos de Dios por la conducta homosexual; sabemos que es un riesgo
involucrado en la promiscuidad de toda índole, homosexual y heterosexual. En
realidad, la gran mayoría de las personas con SIDA alrededor del mundo, son
heterosexuales. Difícilmente podemos poner al SIDA bajo el rótulo de “ castigo
divino” , ya que las lesbianas no-promiscuas casi no corren ningún riesgo.
Sin embargo, con toda claridad, la Biblia adopta una opinión negativa sobre la
actividad homosexual en aquellas pocas instancias en que se la menciona. Pero
esta conclusión no resuelve el problema de cómo debemos interpretar la Escritura
hoy. Puesto que hay otras actitudes, prácticas y restricciones sexuales que son
normativas en la Escritura, pero a las cuales ya no las aceptamos como normativas.
1. La ley del Antiguo Testamento prohibe estrictamente las relaciones sexuales
durante los siete días del período menstrual (Levítico 18:19; 15:19-24); y cualquiera
que la violase debía ser “ extirpado· o “ cortado de su pueblo” (kareth, Levítico
18:29 un término que se refiere a ejecución ya sea apedreando, quemando,
estrangulando, azotando o por expulsión; Levítico 15:24, omite este castigo). Hoy
en día, muchas personas, de vez en cuando, tienen relaciones sexuales durante la
menstruación y no piensan nada sobre ello. ¿Debieran “ ser excluidos” ? La Biblia
dice que sí.
2. El castigo a causa del adulterio era la muerte, apedreando tanto al hombre como
a la mujer (Deuteronomio 22:22), pero aquí el adulterio se determina por el estado
marital de la mujer. En el Antiguo Testamento, un hombre casado que tiene
relaciones sexuales con una mujer soltera, no es adúltero -un caso claro de una
doble regla- Â
Un hombre podía no cometer adulterio contra su propia mujer; solamente podía
cometer adulterio contra otro hombre, por el uso sexual de la mujer del otro. Y una
joven esposa que se comprobaba que no era virgen debe ser apedreada hasta la
muerte (Deuteronomio 22:13-21), pero nunca se menciona, siquiera, la virginidad
del varón en el casamiento.
Es una de las curiosidades del debate actual sobre sexualidad, que el adulterio, el
cual crea muchos más estragos sociales, se considera menos “ pecaminoso” que
la actividad homosexual. Tal vez sea así porque hay muchos más adúlteros en
nuestras iglesias. Todavía, ninguno -por lo que yo sé- pide para ellos que sean
apedreados, a pesar del claro mandato de la Escritura. Y ordenamos a adúlteros
8. El semen y el flujo menstrual hacían impuro a todo aquel que lo tocara (Levítico
15: 16-20). Las relaciones sexuales hacían impuro hasta la puesta del sol; la
menstruación hacía impura a la mujer por siete días. Hoy, la mayoría de las
personas considera al semen y al flujo menstrual como completamente naturales y
sólo algunas veces como “ molesto” , pero no impuro.
9. En el Antiguo Testamento, las reglas sociales con respecto del adulterio, incesto,
violación y prostitución están, en gran parte, determinadas en consideración a los
derechos de propiedad de los varones sobre las mujeres.
La prostitución se consideraba completamente natural y necesaria como
salvaguarda de la virginidad de la soltera y los derechos de propiedad de los
maridos (Génesis 38: 12-19, Josué 2: 1-7). No se culpaba de pecado a un hombre
por visitar a una prostituta, a pesar de que ella misma era considerada como
pecadora. Pablo recurre al razonamiento cuando ataca a la prostitución (1ª Corintios
6:12-20); no puede englobarla en la categoría de adulterio (vers. 9).
Hoy nos estamos desplazando, con una gran turbulencia social y a un alto -pero
inevitable- costo, hacia un conjunto de arreglos sociales más equitativos, no-
patriarcales, en los cuales las mujeres ya no son consideradas como la esclava del
hombre.
También estamos tratando de ir más allá del doble criterio. Amor, fidelidad y respeto
mutuo reemplazan a los derechos de propiedad. Hemos hecho, hasta ahora, muy
pocos progresos para cambiar el doble criterio con respecto de la prostitución. Al
dejar atrás las relaciones de género patriarcal, ¿qué vamos a hacer con el sistema
patriarcal de la Biblia?
10. Se presumía que los judíos practicaban la endogamia -es decir, el casamiento
dentro de las doce-tribus de Israel. Hasta hace poco, una regla similar predominó
en Sudamérica, en leyes contra las uniones interraciales (mestizaje). Durante la vida
de muchos de nosotros, hemos sido testigos de la lucha pacífica para invalidar leyes
estatales contra los matrimonios entre miembros de razas distintas,y el cambio
gradual en las actitudes hacia las relaciones interraciales. Las costumbres
sexualesÂÂ pueden transformarse muy radicalmente aun durante el propio ciclo de
vida.
11. La ley de Moisés permitía el divorcio (Deuteronomio 24: 1-4); Jesús lo prohibe
categóricamente (Marcos 10: 1-12; Mateo 19:9 atenúa su severidad). Sin embargo,
muchos cristianos, en clara violación de un mandato de Jesús, se han divorciado.
¿Por qué, entonces, algunos de estas muchas personas se consideran aptos para
el bautismo, la membresía de la iglesia, la comunión y la ordenación, pero no los
homosexuales? ¿Qué hace que los unos tengan un pecado en tanto mayor,
especialmente al considerar el hecho de que Jesús nunca haya mencionado
siquiera la homosexualidad, pero que, explícitamente, condenara el divorcio? Con
todo, ordenamos a divorciados. ¿Por qué no a los homosexuales?
El problema de la autoridad.
stos casos son pertinentes con respecto de nuestra actitud hacia la autoridad de las
Escrituras. Con toda claridad, consideramos que ciertas cosas del Antiguo
Testamento ya no son valederas. Otras cosas, aún las consideramos como
valederas, incluyendo la legislación en el Antiguo Testamento que no se menciona
en absoluto en el Nuevo.
¿Cuál es nuestro principio de selección aquí?
Por ejemplo, los lectores modernos están de acuerdo con la Biblia al rechazar:el
incesto, la violación, el adulterio, las relaciones sexuales con animales.Pero
disentimos con la Biblia en muchas otras prácticas sexuales.
¿Por qué, entonces, apelamos a someter a prueba los textos de las Escrituras
solamente en el caso de la homosexualidad, cuando nos sentimos perfectamente
libres para discrepar con las Escrituras en la mayoría de otros temas
sexuales?Obviamente, muchas de nuestras preferencias en estos asuntos son
arbitrarias.
La poligamia mormona estaba prohibida en este país, a pesar de la protección
constitucional a la libertad de cultos, porque violaba los sentimientos de la cultura
cristiana dominante. Sin embargo, no existe una prohibición bíblica explícita contra
la poligamia.
Me parece que el quid de la cuestión es, simplemente, que la Biblia no tiene ética
sexual.
No hay ética sexual bíblica. En cambio, presenta un surtido de costumbres sexuales,
algunas de las cuales cambiaron a través del milenio de historia bíblica. Las
costumbres son prácticas irreflexivas aceptadas por una comunidad dada. Muchas
de las prácticas que la Biblia prohíbe, nosotros las permitimos, y a la inversa,
muchas de las prácticas,que la Biblia permite, nosotros las prohibimos. La Biblia
conoce solamente una ética del amor, la cual constantemente se aplica sobre
cualquier costumbre social que domine en cualquier país, o cultura, o período
dados.
Más bien, nuestra tarea moral es aplicar la ética del amor de Jesús a todas las
costumbres sexuales que estén generalizadas en una cultura dada. Podríamos
dirigirnos a jóvenes adolescentes no con leyes y mandatos cuya violación es un
pecado, sino mejor con las tristes experiencias de tantos de nuestros propios hijos,
que encuentran agobiantes las relaciones sexuales demasiado tempranamente
iniciadas, y que reaccionan con un celibato voluntario y aun con la negativa a un
noviazgo.
Podemos dar razones sólidas y órdenes incumplibles. Podemos desafiar tanto a los
gays como a los heterosexuales a cuestionar sus conductas, a la luz del amor y de
los requisitos de fidelidad, honestidad, responsabilidad y genuina preocupación por
los mejores intereses de otros y de la sociedad como un todo. La moralidad
cristiana, después de todo, no es un cinturón de castidad para reprimir instintos,
sino un modo de expresar la integridad de nuestra relación con Dios.
Es un intento de descubrir una forma de vida que sea consistente con la imagen de
quien Dios nos creó para que fuéramos. Para aquellos de orientación homosexual,
ser instrumentos morales que rechacen las costumbres sexuales que violen su
propia integridad y la de otros, y tratar de descubrir qué significaría vivir según la
ética del amor de Jesús.
Morton Kelsey va tan lejos como para sostener que la orientación homosexual no
tiene nada que ver, como tal, con la moralidad, de igual manera que el ser zurdo.
Es, simplemente, el modo como se configura la sexualidad de algunas personas. La
moralidad entra en el punto de cómo se ejecuta esa predisposición. Si la viéramos
como un don de Dios para aquellos para quienes es normal, podríamos llegar más
allá de la acritud y brutalidad que tan frecuentemente ha caracterizado la conducta
poco cristiana de los cristianos, hacia los gays.
Por aproximación desde el punto de vista del amor más bien que por el de la ley, la
cuestión se transforma inmediatamente. Ahora, la pregunta no es “ ¿Qué está
permitido?” , sino más bien “ ¿Qué significa amar a mi prójimo homosexual?” .
Abordando el tema desde el punto de vista de la fe, antes que de las obras, la
pregunta deja de ser “ ¿Qué constituye una violación de la ley divina en el reino
sexual?” y, en su lugar, se torna en “ ¿Qué constituye integridad ante el Dios
revelado en el amante cósmico, Jesucristo?” .
Aproximados desde el punto de vista del Espíritu antes que el de la letra, la pregunta
deja de ser “ ¿Qué mandan las Escrituras?” y se torna en “ ¿Cuál es la palabra
que el Espíritu habla ahora a las iglesias, a la luz de las Escrituras, la tradición, la
teología, la psicología, la genética, la antropologíaÂÂÂ y la biología?”
En una declaración poco recordada de Jesús, dijo: “ ¿Por qué no juzgan ustedes
mismos lo que es justo?” (Lucas 12:57). Tan soberana libertad sobrecoge de terror
los corazones de muchos cristianos; ellos hubieran preferido estar bajo la ley y que
se les dijera aquello que está bien.
Con todo, Pablo mismo se hace eco del modo de pensar de Jesús, inmediatamente
anterior a una de sus posibles referencias a la homosexualidad: “ ¿Ignoran que
vamos a juzgar a los mismos ángeles? Con mayor razón entonces, los asuntos de
esta vida” (1ª Corintios 6:3). La última cosa que Pablo hubiera querido es que las
personas respondieran a este consejo ético como una nueva ley grabada en tablas
de piedra.
Él está tratando de “ juzgar por sí mismo lo que está bien” . Si ahora tenemos
nuevas evidencias en relación al fenómeno de la homosexualidad, ¿no estamos
obligados a volver a evaluar todo el problema a la luz de todos los datos asequibles,
y decidir, ante Dios, por nosotros mismos?¿No es esta la libertad fundamental de
obediencia en la cual el evangelio nos pone?
Por supuesto, se puede objetar que este análisis nos ha atraído tan encima de los
textos, que se nos ha perdido la visión general de la Biblia.
Lo que sucedió es que las iglesias fueron finalmente llevadas a penetrar más allá
del carácter legal de la Escritura, a un contenido más profundo, expresado por Israel
a partir de la experiencia del Éxodo y los profetas, y llevada a sublime encarnación
en la identificación de Jesús con prostitutas, recaudadores de impuestos, los
enfermos y tullidos y los marginados y pobres. Es que Dios está al lado de los que
no tienen poder. Dios libera a los oprimidos. Dios sufre con los que sufren y gime
por la reconciliación de todas las cosas. A la luz de esa suprema misericordia,
cualquiera sea nuestra posición sobre los gays, el imperativo del evangelio a amar,
cuidar e identificarse con sus sufrimientos es inequívocamente claro.
Del mismo modo, las mujeres nos están insistiendo en que admitamos el sexismo y
el sistema patriarcal que permean la Escritura y que ha alejado a tantas mujeres de
la iglesia. Sin embargo, la salida no es negar el sexismo en la Escritura, sino
desarrollar una teoría interpretativa que juzgue aun a la Escritura misma, a la luz de
la revelación de Jesús. Lo que Jesús nos da, es una crítica a la dominación en todas
sus formas, una crítica que puede volverse sobre la misma Biblia.
Por lo tanto, la Biblia contiene los principios de su propia corrección. Somos
liberados de la bibliolatría, la adoración por la Biblia. Ella está restituida a su justo
lugar como testimonio de la Palabra de Dios. Y esa palabra es una Persona, no un
libro.Con el tamiz interpretativo suministrado por una crítica de dominación,
podemos separar el sexismo, el sistema patriarcal, la violencia y la homofobia, que
constituyen una buena parte de la Biblia, liberándola así para que nos revele por
nuevos caminos la orden de Dios para forzar la liberación de la dominación, en
nuestro tiempo.
Un pedido de tolerancia
Lo que más me apena en todo este áspero debate en las iglesias, es qué poco
cristiano ha sido las más de las veces. Es característico de nuestro tiempo que los
problemas más difíciles de valorar y que han generado el mayor grado de
animosidad, son temas sobre los cuales la Biblia puede interpretarse como
sosteniendo ambos lados. Me refiero al aborto y a la homosexualidad.
Necesitamos retroceder unos pocos pasos y ser honestos con nosotros mismos.
Estoy profundamente convencido de la exactitud de lo que he estado compartiendo
con ustedes. Pero debo reconocer que no es un caso cerrado. Pueden encontrar
debilidad en él, tal como yo puedo encontrarla en el de otros.
La verdad es que no nos es dada una guía inequívoca en una u otra área: aborto u
homosexualidad. Mejor que acogotándonos unos y otros, debiéramos admitir
humildemente nuestras limitaciones. ¿Cómo sé que estoy interpretando
correctamente la palabra de Dios para nosotros hoy? ¿Cómo lo saben ustedes?
¿No sería más sabio que los cristianos bajáramos los decibeles un 95% y
serenamente presentáramos nuestros casos, sabiendo completamente bien que
podríamos estar equivocados?
Sé de una pareja, ambos bien conocidos autores cristianos, por propio derecho, que
han hablado -ambos- sobre la cuestión de la homosexualidad. Ella sostiene a los
gays apasionadamente; él se opone a su conducta con tenacidad. Hasta donde
puedo decirlo, esta pareja todavía disfruta de su mutua compañía, come a una
misma mesa y -por cuanto sé- duermen en la misma cama.
(*) Cuando no se indica otra fuente, la traducción de los textos bíblicos ha sido
tomada de “ El Pueblo de Dios – La Biblia” (1980)