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BIOÉTICA
DE LOS DERECHOS
HUMANOS
INVESTIGACIONES BIOMÉDICAS
Y DIGNIDAD HUMANA
Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . XIII
CAPÍTULO PRIMERO
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN
(El principio y el fin de la bioética)
CAPÍTULO SEGUNDO
VERDAD Y DISCURSOS DE LA BIOÉTICA
Y LOS DERECHOS HUMANOS
(Sobre las diferencias entre lo que pensamos, decimos y hacemos)
V
VI CONTENIDO
CAPÍTULO TERCERO
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD
(Sistema de las contradicciones morales o miseria de la bioética)
CAPÍTULO CUARTO
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL
(El tiempo y la razón de valores e intereses y de sus medios y fines)
XIII
XIV PRÓLOGO
1 Jonsen, Albert, The Birth of Bioethics, Nueva York, Oxford University Press,
1998; Rohtman, David J., Strangers at the Bedside, Nueva York, Basic Books, 1991;
Annas, George, Grodin Michael (eds.), The Nazi Doctors and the Nuremberg Code. Hu-
man Rights in Human Experimentation, Nueva York, Oxford University Press, 1992;
1
2 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
gumento para realizar los estudios en esa forma había sido que en esos
países el no-tratamiento era el estándar local.6 Antes de esas investiga-
ciones, el AIDS Clinical Trials Group 076 había sido el primer ensayo
randomizado que en 1994 probara la reducción de la infección vertical
por VIH administrando zidovudina (AZT) a embarazadas y neonatos.
Fue así que ese protocolo se convirtió en estándar de tratamiento para
embarazadas VIH positivas en Estados Unidos. Pese a ello, en los die-
ciocho estudios denunciados con 17,000 mujeres participantes, había
quince en los que no se aseguraba tratamiento con antirretrovirales aun-
que en los dos realizados en Estados Unidos había acceso irrestricto y en
un estudio realizado por la Universidad de Harvard en Tailandia se pro-
ponía un régimen corto frente al 076.
Todo esto pese a que la Declaración de Helsinki de la Asociación Mé-
dica Mundial exigía que: “(II.3) En cualquier investigación médica, cada
paciente —incluyendo aquellos de un grupo control, si lo hay— debe
contar con los mejores métodos diagnósticos y terapéuticos disponibles”,
y a que en la pauta 8 de las Pautas Éticas Internacionales para la Inves-
tigación y Experimentación Biomédica en Seres Humanos del Consejo
de Organizaciones Internacionales de las Ciencias Médicas (CIOMS,
1993) se establecía entonces:
estudio, era efectiva para reducir la transmisión vertical del virus del Si-
da en ese país. Porque si la demostración de la efectividad de una dosis
más baja seguía haciendo inaccesible a la zidovudina en ese país aún a
menor costo, entonces, los únicos beneficiarios de los estudios iban a ser
las poblaciones de países desarrollados industrialmente que pagarían mu-
cho menos por sus tratamientos al que en cualquier caso tenían acceso y
ello supondría una clara explotación.7 Marcia Angell sostuvo entonces la
necesidad de defender un estándar ético internacional único respetando
la Declaración de Helsinki8 y señaló que al comparar dos tratamientos no
debe haber razones que hagan pensar que uno es mejor que otro y que es-
ta exigencia ética se aplica igualmente al uso de placebos, y que el inte-
rés de la ciencia y la sociedad nunca debe preceder al bienestar del sujeto
como ya había sido necesario establecer en Estados Unidos con el ante-
cedente de estudio de Tuskegee (USA, 1932-1972) sobre población ne-
gra sifilítica y no tratada.
El señalamiento de Angell al experimento no ético de la sífilis cobraba
especial significación en su comparación con VIH-Sida por la proximidad
“paradigmática” de ambas enfermedades para las investigaciones biomédi-
cas. En 1932 se había puesto en marcha en los Estados Unidos el Estudio
Tuskegee, un experimento en el que aproximadamente 600 hombres ne-
gros fueron estudiados durante cuarenta años para conocer la evolución de
la sífilis sin tratamiento: 400 de ellos estaban infectados y los otros 200
fueron utilizados como grupo control. El estudio continuó aún después de
haberse descubierto la penicilina y de que la misma fuera puesta en uso a
partir de 1947 y de que la enfermedad fuera por tanto tratable eficazmente.
A los pacientes se les decía que tenían “sangre mala” (bad blood) pero no
que tenían sífilis, firmaban para el Servicio de Salud Pública de los Esta-
dos Unidos por tratamiento médico sin costo, y se les prometía comida y
entierro gratis a cambio de su participación. Si bien el lugar del estudio, el
condado (negro) de Macon —Alabama— tenía los índices más altos de sí-
filis en Estados Unidos, la elección de los negros siempre fue asociada con
la idea socialmente extendida de que los mismos eran moralmente inferio-
res y que padecían la sífilis por esa misma razón.
9 Tuskegee Syphilis Study Ad Hoc Advisory Panel, Final Report, Washington D.C.,
U.S. Government Printing Office, 1973.
10 Kuhn, Thomas, La estructura de las revoluciones científicas, trad. de Agustín
Contin, México, Fondo de Cultura Económica, 1971, pp. 11 y 12 (del original en inglés
The Structure of Scientific Revolutions, Chicago, University of Chicago Press, 1962 1a.
ed., 1970 2a. ed.).
11 Fleck, Ludwik, Entstehung und Entwicklung einer wissenschaftlichen Tatsache.
Einfuhrung in die Lehre vom Denkstil und Denkkollektiv, trad. al inglés de Thaddeus
J.Trenn y Robert K.Merton (eds.), 1935; Genesis and Development of a Scientific Fact.,
The University of Chicago Press, 1979 (Versión española del original alemán por Luis
Meana en: Ludwik, Fleck, La génesis y el desarrollo de un hecho científico. Introducción
a la teoría del estilo de pensamiento y del colectivo de pensamiento, Madrid, Alianza
Editorial, 1986).
12 Ludwik, Fleck, La génesis y el desarrollo de un hecho científico, Ibidem, pp.
45-66. La idea de la alteración en la sangre de los enfermos de sífilis fue una idea hereda-
da de la teoría galénica de la mezcla de humores —alteratio sanguinis— luego de que se
abandonara la explicación humoral para la mayoría de las enfermedades.
6 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
15 Levine, Robert, “The need to revise the Declaration of Helsinki”, The New
England Journal of Medicine, vol. 341, 12 de agosto de 1999, pp. 531-534.
16 La inversión pragmática del significado original del término “sustentable” es una
muestra de la operación de apropiación de los significados de los discursos de oposición.
Inicialmente referido a un desarrollo industrial y económico que fuera compatible con la
sustentabilidad de la biosfera y el vivir humano y especialmente dirigido en oposición
(aunque no exclusivamente) a las políticas de los países altamente industrializados y en
primer lugar a los Estados Unidos; fue convertido al significado de “lo que cada uno pue-
de sustentar según sus recursos” para cristalizar las diferencias entre países ricos (alta-
mente industrializados) y países pobres (poco desarrollados industrialmente). Si bien el
primer significado abarca también a las políticas de países pobres contrarias a un desarro-
llo sustentable en el tiempo desde el punto de vista de una ecología humana, el uso que le
da Levine en las discusiones sobre doble estándar en investigación es el de “lo que cada
uno pueda sustentar (pagar) según sus recursos”. La disputa por el significado del térmi-
no ‘sustentable’ continuaría: el gobierno argentino sostuvo desde 2003, en su puja frente
a los organismos internacionales de crédito, que una política económica es sustentable
cuando no produce más pobreza y desocupación.
17 Rothman, K. J., Michels, K. B., “For and Against: Declaration of Helsinki should
be strengthened: For”, British Medical Journal, vol. 321, 12 de agosto de 2000, pp.
8 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
24 Véase Albert Jonsen, The Birth of Bioethics, cit., nota 1, pp. 90-122.
25 U. S. Congress, National Commission for the Protection of Human Subjects of
Biomedical and Behavioural Research, The Belmont Report: Ethical Principles and Gui-
delines for the Protection of Human Subjects of Research, Washington, Government
Printing Office, 1979.
12 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
26 Flaherty, Mary Pat et al., “The Body Hunters: Overwhelming the Watchdogs”,
The Washington Post, 18 de deciembre de 2000.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 13
27 Nelson, Deborah, “Drug’s Approval Reveals Cracks in the System”, The Washing-
ton Post, 18 de deciembre de 2000.
14 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
30 Este acuerdo entre VaxGen y el gobierno tailandés fue tratado en The II Global
Forum for Bioethics in Research, Bangkok, Tailandia, octubre 2000.
31 Pomfret, John, Nelson, Deborah, “In Rural China, a Genetic Mother Lode. Har-
vard-Led Study Mined DNA Riches; Some Donors Say Promises Were Broken”, The
Washington Post, 20 de deciembre de 2000.
16 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
32 Joe Stephens, “As Drug Testing Spreads, Profits and Lives Hangs in Balance”,
The Washington Post, 17 de diciembre de 2000.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 17
33 U. S. Food and Drug Administration-Talk Paper, “FDA Issues Public Health Advi-
sory on Liver Toxicity Associated with the Antibiotic Trovan”, 9 de junio de 1999. Los
“talk papers” van siendo actualizados con la nueva información disponible.
18 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
34 De Young, Karen, Nelson, Deborah, “Latin America is Ripe for Trials, and Fraud.
Frantic Pace Could Overwhelm Controls”, The Washington Post, 21 de deciembre de 2000.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 19
35 Pierre Theroux et al., “Design of a trial evaluating myocardial cell protection with
cariporide, an inhibitor of the transmembrane sodium-hydrogen exchanger: the Guard
During Ischemia Against Necrosis (GUARDIAN) trial”, Current Control Trials in Car-
diovascular Medicine, núm. 1, 2000, pp. 59-67.
20 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
cóticos se les solicitaba con el fin de que los mismos se sintieran partíci-
pes de la propuesta, asintieran a la misma y no se sintieran violentados
por su realización; aunque la autorización iría dada por algún familiar. El
comité de ética respondió entonces que en un paciente psicótico no de-
clarado insano en juicio, la autoridad de los familiares para consentir en
su nombre la participación en protocolos de investigación era de dudoso
valor jurídico y muy cuestionable éticamente. Los investigadores dijeron,
asimismo, que los pacientes incluidos en el estudio serían internados du-
rante un lapso importante del estudio lo cual les aseguraría un buen con-
trol anticonceptivo y estrictos cuidados médicos aunque no recibieran
medicación antipsicótica. Ante el carácter poco convincente de los argu-
mentos el comité de ética solicitó entonces la modificación del consenti-
miento que debería dirigirse a los familiares y señalar con claridad los
riesgos y beneficios esperados incluyendo la embriotoxicidad, exigió la
internación de los pacientes durante las siete semanas del estudio, y una
notificación judicial de cada caso como única alternativa para la realiza-
ción del estudio.
En 2001, los Laboratorios Discovery de Pennsylvania presentaron a la
FDA en Estados Unidos un protocolo de investigación a realizar en Perú,
Bolivia, Ecuador y México, para estudiar Surfaxin, un fármaco surfac-
tante para el tratamiento del síndrome de distrés respiratorio (SDR)
—enfermedad neonatal con alta mortalidad en bebés prematuros cuyos
pulmones no han madurado lo suficiente— contra un grupo que recibiera
placebo (preparado sin acción específica) o no tratamiento. El SDR era la
mayor causa de muerte neonatal de prematuros en los países pobres
aunque en los países desarrollados industrialmente esa mortalidad había
bajado en forma muy importante a partir del funcionamiento de las uni-
dades de terapia intensiva neonatal y del uso —precisamente— de la te-
rapia farmacológica con surfactante. El estudio se dividía en tres ramas
de 325 niños cada una: una rama recibía una droga conocida y aceptada,
otro grupo la droga en estudio, y un tercer grupo recibía sólo placebo o
no tratamiento. El propósito del laboratorio era estudiar asimismo la dro-
ga en América del Norte y Europa pero no usando allí el grupo placebo.
El presidente de la empresa “justificó” la propuesta diciendo que ese di-
seño de estudio permitiría ahorrar dieciocho meses de trabajo y que en
algunos hospitales pobres de América Latina los niños con esa enferme-
dad no tenían acceso al tratamiento de manera tal que con el uso de pla-
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 21
Lancet, que “la publicación de los nuevos datos de los estudios de toxici-
dad de celecoxib y rofecoxib cuestiona el supuesto beneficio de los
AINE inhibidores selectivos de la COX-2 y sugiere la necesidad de hacer
estudios independientes y bien diseñados a largo plazo que evalúen la
efectividad de estos fármacos. Por otro lado, los intereses comerciales
obvios que conducen a manipular los resultados científicos y desatender
la salud de los pacientes, mina la confianza en el rigor y la calidad cientí-
fica de los datos publicados. Las graves transgresiones éticas en el dise-
ño, el análisis y la publicación de estos resultados obligan a replantear
las medidas de vigilancia en el seguimiento y la difusión de los resulta-
dos de la investigación clínica”.39
La compañía farmacéutica Merck Sharp and Dohme de España (MSD),
considerando dicha información difamatoria, interpuso por ello una de-
manda de rectificación contra la Fundación Instituto Catalán de Farmaco-
logía como editora y contra Laporte como director del Boletín. El 16 de
enero de 2004 un juez de Madrid atendía en vista oral los argumentos en
litigio y diez días después dictaba sentencia desestimando la demanda de
Merck. Sin embargo, el 30 de septiembre de 2004, Merck Sharp & Doh-
me (MSD) anunciaba el retiro voluntario mundial de su medicamento
Vioxx (rofecoxib), indicado para el tratamiento de la artritis y el dolor
agudo. La decisión de la compañía, decía estar basada en nueva informa-
ción de un estudio clínico de tres años, prospectivo, randomizado, con-
trolado con placebo llamado APPROVe (Adenomatous Polyp Prevention
on VIOXX). Dicho estudio había sido multicéntrico, randomizado, doble
ciego, controlado con placebo, diseñado para determinar el efecto de un
tratamiento de 156 semanas (tres años) con rofecoxib en la recurrencia
de pólipos neoplásicos en el intestino grueso en pacientes con una histo-
ria de adenoma colorrectal. El mismo había incluído a 2,600 pacientes
comparando 25 mg de rofecoxib con placebo.
La inclusión de pacientes había comenzado en el año 2000 y en el cur-
so del estudio se observó un incremento relativo del riesgo de eventos
cardiovasculares como infarto y accidente cerebrovascular en pacientes
que recibían rofecoxib (después de dieciocho meses) cuando se lo com-
paraba con placebo. Lanzado en Estados Unidos en 1999 y comercializa-
do en más de 80 países, las ventas mundiales de Vioxx en el año 2003
41 Singer, Peter, Benatar, Solomon, “Beyond Helsinki: a vision for global health et-
hics”, British Medical Journal, vol. 322, 31 de marzo de 2001, pp. 747 y 748.
42 Bloom, B.R., “The highest attainable standard: Ethical issues in AIDS vaccines”,
Science 1998, vol. 279, p. 186.
43 Benatar, Solomon, Singer, Peter, “A new look at international research ethics”.
British Medical Journal 2000, vol. 321, pp. 824-826 .
44 Hofman, K., “The Global Forum for Bioethics in Research: Report of a meeting,
November 1999”, Journal of Medicine, Law and Ethics 2000, vol. 28, pp.174 y 175.
28 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
rio todo indicaba que eran ellos quienes podían estar encubriendo una
realidad inaceptable. Y es por eso que la conclusión resultaba alarmante:
mucho de lo dicho en la bioética internacional no era más que retórica
encubridora de un orden (inmoral) existente y por tanto de una nueva so-
fística paternalista.54
57 USA, Federal Register: 10 de junio de 2004, vol. 69, number 112, proposed rules,
pp. 32467-32475: “to replace the requirement that such studies be conducted in accor-
dance with ethical principles stated in the Declaration of Helsinki with a requirement that
the studies be conducted in accordance with good clinical practice (GCP)”.
58 Association of British Pharmaceutical Industry, “Guidelines for good clinical Re-
search Practice”, 1988.
59 European Commission, “Good Clinical Practice in the Conduct of Clinical Trials
on Medicinal Products for Human Use”, 1991.
60 ICH-Harmonized Tripartite Guideline o Pauta tripartita armonizada de la confe-
rencia internacional para la armonización para la buena práctica clínica, 1997.
36 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
61 Stiglitz, Joseph, “El bilateralismo de Bush, en la picota”, The New York Times y
Clarín, 18 de julio de 2004.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 37
62 Lipcovich, Pedro, “Peor el remedio”, Diario Página 12, Buenos Aires, 1o. de oc-
tubre de 2006. Véase también Pavlovsky, Federico, “Fiestas para psiquiatras”, Diario
Página 12, Psicología, 24 de agosto de 2006.
63 Beauchamp, Tom y McCullough, Laurence, Ética médica: la responsabilidad mo-
ral de los médicos, Barcelona, Labor, 1989.
38 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
64 Véase Callahan, Daniel, “The Goals of Medicine: Setting New Priorities”, The
Hastings Center Report, noviembre-diciembre de 1996, Suplemento Especial.
65 Udo Schuklenk, R. Ashcroft, “International Research Ethics”, Bioethics 2000,
vol.14, pp. 158-172.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 39
como fin último en el mismo Dios que les diera la vida (el alfa y el ome-
ga). Por otro lado —y sin tener que acudir de modo seudoagustiniano al
principio o Causa creadora de nuestra metáfora—, si bien el buen médico
es aquel que persigue como finalidad el bienestar de sus pacientes, tam-
bién en el principio de todo buen médico ha debido operar como causa
primaria el paradigma de una medicina centrada en el bienestar de los pa-
cientes antes siquiera de haberlo realizado. Por esto es que para los que
trabajamos en bioética tanto desde una perspectiva secular como desde
una perspectiva religiosa, nuestro campo de conocimiento y acción tiene
un principio en el tiempo con la ruptura abismal por los médicos nazis
del paradigma de la buena medicina y también tiene una razón funda-
mental de ese principio que es común a ambas perspectivas en la vincu-
lación entre ética de la vida y derechos humanos. Pero además, la bioéti-
ca también ha tenido y sigue teniendo para muchos de los que obramos
en este campo, una finalidad o causa última en esa vinculación entre ética
y derechos humanos. Por eso es que aquí tratamos de la unidad sintética
del origen de la bioética, de su devenir en el tiempo, y de las actuales
amenazas para sus fines últimos.
Y aunque todo cambia en el tiempo —en un sentido inmanente al me-
nos— y la bioética habrá de cambiar; como de hecho la ética médica tra-
dicional cambió con la bioética, hay un supuesto básico que nos permite
decir que, a pesar de todo, la ética hipocrática inicial y la bioética actual
pueden compartir un elemento fundamental que hace que ambas sean éti-
cas de la medicina. Ese elemento común es la pretensión de universali-
dad de ambos discursos, o su condición de universalizables. Sin embar-
go, no le atribuimos el carácter de ética médica a las intenciones que
guiaban la conducta de los médicos nazis. La “moral” médica había cam-
biado en la Alemania de entonces estableciendo “principios” cuya causa
eficiente fue el régimen nazi y cuya causa material fue la legislación del
mismo. Sin embargo, no los reconocemos como éticamente legítimos así
como tampoco reconocemos a los crímenes contra la humanidad perpe-
trados en América Latina por las dictaduras militares. Y una razón básica
para ello es que esas causas no se integraban legítimamente desde un
punto de vista ético —esto es universal— al paradigma y los fines de la
medicina. Por eso es que resulta tan importante distinguir el principio y
el fin de las cosas, sus diversas causas, y la armonía posible de las mis-
mas. Porque —al modo en que decía Wolff— el fin o la causa final es
aquello por lo cual actúa la causa eficiente. La solución final del proble-
42 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
ma judío puede ser vista así no tanto como el resultado del nazismo sino
como la razón misma de su origen o como una de las grandes finalidades
que pusieron en marcha al régimen. Y por eso es que debemos preguntar-
nos hoy si los cambios que se observan en la bioética, especialmente en
la ética de la investigación, son cambios que aceptamos o rechazamos en su
legitimidad ética. Porque podemos decir que las cosas no cambian sola-
mente porque hay causas que cambian la realidad —como quieren los
pragmatistas— sino que las cosas cambian cuando también hay causas
que cambian nuestras ideas y convicciones.
Por eso es que otra de las cuestiones aquí abordadas se refiere a la re-
lación que guarda la bioética con el liberalismo y la globalización en la
unidad de su principio y su fin. Si entre principio y fin de la bioética ope-
ran causas, podríamos pensar que la emergencia de un campo de estudio
normativo como la bioética, y su devenir quizás, se encuentre ligado a
los factores fácticos de los sistemas políticos en los que ese estudio ha
emergido. Pero si esto puede ser así, y de hecho creemos que en parte lo
es, también hay que aceptar que en parte de su “pretensión” el discurso
de la bioética se presenta como “neutro” por la universalidad que recla-
ma más allá del pluralismo moral. De modo que si esta neutralidad es só-
lo aparente, porque en realidad oculta posiciones que no se explicitan,
entonces los discursos bioéticos nos mostrarán una “falsa conciencia” de
la realidad o lo que es lo mismo una “ideología” determinada (en este ca-
so liberal-globalizadora). El problema fundamental, sin embargo, es po-
der superar una posición seudocrítica generalizadora y vacía para señalar
dónde es que se verifican las operaciones de encubrimiento de esa
ideología. Sólo así será posible una confrontación eficaz de discursos en
orden a esperar algún cambio en la realidad. Porque no se trata simple-
mente de “argumentar”, ya que los procesos de argumentación pueden
ser aparentes y falsos. De hecho, la apelación a la “argumentación” dan-
do por sentado que la estructura y condiciones de toda argumentación
son legítimas no es otra cosa que una variante ideológica de la pretensión
de imposición de los discursos. Así es posible leer frases como ésta:
Estas prácticas (la investigación safari) alimentan las consignas de una vo-
ciferante minoría de “defensores” del tercermundismo, que evaden argu-
mentar y se lanzan en estridentes “defensas”, sin reparar que su actitud los
condena y, asimismo, condena a sus defendidos, al estado del cual quieren
sustraerlos. Y así, tenemos en Latinoamérica (y probablemente en Asia y
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 43
No hace falta recordar aquí que los usos del argumento presentan pro-
blemas lógicos sobre el proceso racional de la argumentación que pueden
señalarnos la irrelevancia de los criterios e ideales analíticos.68 De lo que
se trata es de ver cómo la apelación a lo irrelevante puede representar en sí
misma una lógica aparente. Porque señalar lo ideológico es precisar las de-
terminaciones falsas del discurso, es decir, aquellos aspectos que hacen
que un discurso aparentemente cerrado, terminado (llevado a su fin), se
abra en virtud de la verdad. De allí que lo ideológico pueda estar presente
en todos y cada uno de nosotros en la medida en que tengamos una falsa
conciencia de la realidad que los otros nos puedan descubrir. Por lo que si
aspiramos a practicar una bioética verdadera no nos queda otra alternativa
que someter a crítica el manto de apariencias que pueda encubrir a nuestra
moralidad. Y esa crítica comienza siempre con un punto de ruptura con el
seudo-orden establecido. En ello, derechos humanos y bioética encuentran
un punto común de enlace. Tres ejemplos pueden ilustrarlo.
El 1o. de diciembre de 1955 Rosa Parks se rehusó a cumplir con la or-
den de la compañía de autobuses de Montgomery (Alabama, USA) que
exigía a los negros dar su asiento a los blancos y por eso fue arrestada.
Rosa había nacido en 1913 en Tuskegee, ciudad en la que veinte años
más tarde comenzaría la vergonzosa investigación sobre la sífilis en una
población que, como ella, era negra. Tuskegee sería conocida, también,
por la escuadra de aviación de pilotos negros que paradójicamente com-
batirían durante la Segunda Guerra Mundial contra el nazismo padecien-
do ellos mismos la discriminación racial en su ejército. El incidente de
Rosa Parks llevó a la formación de una asociación liderada por el joven
pastor Martin Luther King, Jr. que convocó a un boicot a partir del 5 de
diciembre. Aquel día se reunieron miles de personas y King sostuvo:
“Hay un momento en que la gente está cansada. Estamos aquí esta tarde
para decir a aquellos que nos han maltratado durante tanto tiempo, que
67 Lolas Stepke, Fernando, “Investigación que involucra sujetos humanos: dimensio-
nes técnicas y éticas”, Santiago de Chile, Acta Bioética 2004, año X, núm. 1, p. 15.
68 Toulmin, Stephen, The uses of argument, Nueva York, Cambridge University
Press, 1958.
44 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
de esa Junta, sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perse-
guido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testi-
monio en momentos difíciles.
A las dos de la tarde del día siguiente, Walsh fue emboscado en las ca-
lles de Buenos Aires por un grupo de tareas de la represión que dejó su
cuerpo acribillado en una escalera del casino de oficiales de la Escuela
de Mecánica de la Armada. Esa carta se convertiría, como él lo preanun-
ciaba hacia el final de la misma, en un testimonio histórico. Con ella dio
un ejemplo del significado de la dignidad humana y también del heroís-
mo moral que, aunque no deba exigirse como obligación de conducta, re-
presenta la imagen materializada de una extrema coherencia ética.
En 1993 la hematóloga Nancy Olivieri firmó contrato con la firma Apo-
tex para conducir el estudio LA-01 dirigido a investigar la seguridad y efi-
cacia de una nueva forma oral de un quelante del hierro (L1) en pacientes
con talasemia. La acumulación corporal de hierro por las frecuentes trans-
fusiones requeridas para el tratamiento de la anemia mediterránea o ane-
mia de Cooley (talasemia), venía siendo tratada con deferoxamina admi-
nistrada por infusión subcutánea lo cual resultaba molesto y dificultoso de
seguimiento para los pacientes. La alternativa de una vía de administración
oral de un quelante parecía prometedora y así la doctora Olivieri había co-
menzado investigaciones preliminares en 1989 sobre deferiprona (L1) con
fondos del Consejo de Investigación Médica (MRC) del Canadá. En 1995,
Olivieri firmó un nuevo contrato con Apotex para desarrollar el estudio
LA-02 sobre L1 con una cláusula de confidencialidad que exigía que toda
información relativa a la investigación debía permanecer confidencial has-
ta tres años después de terminado el estudio a menos que se otorgara con-
sentimiento expreso para hacer otra cosa. En abril de 1995 la doctora Oli-
vieri comenzó a preocuparse porque algunos pacientes incorporados al
estudio LA-03 mostraban concentraciones hepáticas alarmantes de hierro.
En julio de ese año solicitó permiso para realizar un protocolo separado
sobre pacientes en quienes L1 parecía funcionar de manera subóptima, lo
cual requería modificar las formas de consentimiento.
Apotex requirió examinar los datos obtenidos antes de cambiar el con-
sentimiento y que el comité de ética del Hospital de Niños (HSC) fuera
notificado. En septiembre Olivieri informó a Apotex de su obligación de
informar al comité de ética de los resultados subóptimos pero en octubre
Apotex rechazó el informar al comité de esos hallazgos. En febrero de
46 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
1996, luego de revisar con Olivieri los datos de largo plazo, Apotex no
acordó en la existencia de pérdida de efectividad e insistió en no notificar
al comité de ética de esa información. En marzo, Olivieri remitió sus in-
formes al comité de ética diciendo que era necesario hacer un balance de
riesgos y beneficios asociados a L1 y en abril el comité le pide a Olivieri
que enmendara la información y consentimiento para reflejar los hallaz-
gos e informar a otros médicos que estuvieran indicando L1 a sus pacien-
tes así como al Departamento de Salud y Bienestar del Canadá. Olivieri
remité al comité de ética del Hospital de Niños y a Apotex los consenti-
mientos modificados de los estudios LA-01 y LA-03 y cuando intentó in-
formar a los pacientes de sus hallazgos Apotex cerró ambos estudios y en
mayo le informó a Olivieri que su contrato había finalizado y que no se-
ría renovado y le recordó asimismo que toda la información de los estu-
dios debía permanecer secreta y confidencial bajo amenaza de iniciarle
acciones legales. Olivieri presentó sus resultados en un Congreso médico
pero luego encontró nuevos riesgos de toxicidad hepática y fibrosis ace-
lerada en la revisión de las biopsias del estudio LA-03 por lo cual infor-
mó a los pacientes y a todo el equipo de investigación. Apotex insistió
mientras tanto en la seguridad y eficacia de L1. Olivieri pide apoyo sin
éxito a la Universidad de Toronto y en noviembre de 1997 publicó un
abstract en Blood señalando que L1 se había discontinuado en todos sus
pacientes debido a riesgos de seguridad. Olivieri es presionada laboral-
mente en el Hospital de Niños pero en agosto de 1998 publica sus resul-
tados de toxicidad hepática con L1 en el New England Journal of Medi-
cine. En enero de 1999 Olivieri sufre su despido y reemplazo como jefa
del Programa de Investigaciones en Hemoglobinopatías del Hospital de
Niños y es intimada por el Hospital a no discutir públicamente el asunto
aunque luego es restituída en su cargo y se le promete ayuda financiera
en caso de litigio con Apotex. A partir de entonces el caso sigue con una
serie de hechos: la Agencia Europea del Medicamento aprueba en 2000
el uso de L1 en casos limitados (la Corte Europea de Justicia rechazaría
en 2003 el pedido de Olivieri de prohibir la venta de L1 en todos los ca-
sos); la Asociación Canadiense de Docentes Universitarios encuentra que
Olivieri no actuó en forma impropia y que la Universidad de Toronto no
había hecho lo suficiente para proteger la libertad académica; y el Cole-
gio de Médicos y Cirujanos de Ontario rechaza los cargos contra Olivieri
por el Hospital de Niños y concluye que ella actuó en tiempo apropiado
y en modo resuelto para proteger los mejores intereses de sus pacientes.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 47
74 Véase Taylor, Charles, op.cit., nota 66, p. 29: “Nuestra ‘dignidad’, en el sentido
particular con que utilizo aquí el término, se refiere al sentido que de nosotros mismos te-
nemos como personas merecedoras de respeto (actitudinal). El problema de en qué con-
siste la dignidad propia no es más eludible que los problemas de por qué hemos de respe-
tar los derechos ajenos o qué es lo que hace que una vida sea plena.”
CAPÍTULO SEGUNDO
VERDAD Y DISCURSOS DE LA BIOÉTICA
Y LOS DERECHOS HUMANOS
Sobre las diferencias entre lo que pensamos, decimos y hacemos
51
52 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Aunque el vocablo “bioética” se usó por primera vez en 1970 para de-
signar un nuevo campo dedicado a la sobrevivencia humana y la mejora
en la calidad de vida, y aunque el modelo central de la misma se configu-
ró en Estados Unidos desde finales de los años sesenta, los historiadores
de la bioética sitúan su punto de partida en el juicio por los experimentos
médicos nazis que en su sentencia de 1947 condenó a la horca a siete de
los inculpados y dio lugar al Código de Nuremberg.75 Ese mismo año la
Organización Mundial de la Salud definía a la salud como “el completo
estado de bienestar físico, mental y social y no meramente la ausencia de
enfermedad” y al año siguiente la Asociación Médica Mundial aprobaba
la Declaración de Ginebra en el intento históricamente más relevante de
actualización del tradicional Juramento Hipocrático. De manera tal que
incluyendo a esos antecedentes, hoy se acepta que la bioética emerge
desde una triple raíz:
75 Annas, George, Grodin, Michael (eds.), The Nazi Doctors... cit., nota 1; Overy, Ri-
chard, Interrogatorios: el Tercer Reich en el banquillo, Barcelona, Tusquets, 2003; Gol-
densohn, León, Las entrevistas de Nuremberg, México, Aguilar, 2005.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 53
Es así que la bioética y los derechos humanos son vistos, por un lado,
como campos tan cercanos que parecieran confundirse tal como señalaría
el caso de los experimentos nazis donde el Código de Nuremberg es un
claro reconocimiento de los derechos humanos que habían sido violados y
a la vez el punto de partida histórico de la bioética. Así, el consentimiento
informado enunciado en el primer párrafo pasa a ser una regla bioética cu-
ya violación implicará en uno u otro grado la violación de un derecho hu-
mano básico. Debe observarse, sin embargo, el papel que aquí juega el
contexto de emergencia de la regla del consentimiento informado en la in-
vestigación biomédica para poder comprender su significado normativo.
Muchos años después, como veremos, se abrirá una fuerte discusión sobre
el alcance del consentimiento informado en la legitimación moral de los
proyectos de investigación biomédica. Y es que del mismo modo que na-
die podría interpretar que un supuesto consentimiento de los prisioneros
judíos a los proyectos de investigación de los médicos nazis le daría a és-
tos ningún grado de legitimación moral, tampoco se encontraría legitima-
ción alguna para las investigaciones propuestas cincuenta años más tarde
sobre poblaciones vulnerables, pobres y desposeídas; bajo el enmascara-
miento ideológico del doble estándar. Los médicos nazis no fueron conde-
nados a la horca simplemente por no haber respetado la regla del consenti-
miento informado o por haber invadido la privacidad o inhibido la libertad
de sus prisioneros judíos; sino por crímenes de guerra y crímenes contra la
humanidad que mostraban un total y simultáneo desprecio a los valores y
necesidades humanas fundamentales a la vida, la identidad, la integridad,
la salud y el bienestar de los sujetos con los que investigaban. En palabras
54 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
De ese modo, la bioética pasó a ser o tan distinta de los derechos huma-
nos como para dejar a éstos el rango estricto de normas jurídicas o el al-
cance común de las normas sociales;79 o tan parecida a ellos como para
considerarlos sinónimos: al mismo nivel que los principios éticos o como
aplicaciones derivadas de los mismos.80 En esos dos caminos predomi-
nantes para el entendimiento de las relaciones entre bioética y derechos
humanos operaron durante cinco décadas un conjunto de elementos de
las tradiciones jurídica y política, filosófica y cultural de sociedades tan
distintas como la de los Estados Unidos y las de la Europa continental,
que dominaron con sus concepciones de la bioética la proyección inter-
nacional de la misma. Es necesario preguntarse cómo entender esa rela-
ción en general y en América Latina en particular81 porque no hay neu-
rechos humanos, que han sido materia de abundante trabajo a escala mundial, sobre todo
en el marco de la UNESCO y de la profesión médica. Considérese también, en el plano
regional europeo, el Convenio para la protección de los derechos humanos y la dignidad
del ser humano, de Oviedo (4 de abril de1997). En éste se prevé, por cierto, una ampliada
legitimación para requerir dictámenes consultivos de la Corte Europea de Derechos Hu-
manos. 24. Son plausibles, en mi concepto, las iniciativas de avanzar en el examen y la
emisión de una declaración y, en su hora, de un tratado que examine y oriente en Améri-
ca —o por lo menos en Latinoamérica— la atención de esta materia, sembrada de inte-
rrogantes y claroscuros. La presencia de un instrumento regional, asociado a los interna-
cionales generales y especiales, tiene sentido en la medida en que puede cargar el acento
sobre problemas que revisten particularidades en los países del área, habida cuenta de con-
diciones de pobreza, falta de información, insuficiencia tecnológica, existencia de grupos
vulnerables, cobertura de los servicios de salud, etcétera.”
82 93rd Inter-Parliamentary Conference, Madrid, 27 de marzo a 1o. de abril de 1995.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 57
83 Wellman, Carl, “Rights. Systematic Analysis”, en Warren Reich (ed.), 2a. ed.,
Encyclopaedia of Bioethics, Nueva York, Simon&Shuster Macmillan, vol. 4, 1995, pp.
2305-2310.
58 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
89
De Vitoria, Francisco, Relectiones de Indis (1539), México, Porrúa, 1974.
90
Fray Bartolomé de Las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias
(1552), Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 61
91 Véase una distinción entre derechos humanos y derechos de los pueblos en Bueno,
Gustavo, “Los derechos humanos”, El sentido de la Vida. Seis lecturas de filosofía mo-
ral, Oviedo, Pentalfa, 1996, pp. 374 y 375.
62 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
“segunda” generación a los que cabría agregar hoy los derechos de “ter-
cera” generación referidos al medio ambiente y la sustentabilidad global
para el futuro de la especie. Aunque la terminología que refiere a
“generaciones” de derechos humanos tiende a abandonarse, podemos
considerar la siguiente agrupación de los derechos:
95 Alexy, Robert, El concepto y la validez del derecho, Barcelona, Gedisa, 1994, pp.
13 y 14.
96 Ibidem, p. 21: “La cuestión consiste en saber cuál concepto de derecho es correcto
o adecuado. Quien desee responder esta pregunta tiene que relacionar tres elementos: el
de la legalidad conforme al ordenamiento, el de la eficacia social y el de la corrección
material. Quien no conceda ninguna importancia a la legalidad conforme al ordenamiento
y a la eficacia social y tan sólo apunte a la corrección material obtiene un concepto de
derecho puramente iusnatural o iusracional. Llega a un concepto de derecho puramente
positivista quien excluya totalmente la corrección material y apunte sólo a la legalidad
conforme al ordenamiento y/o a la eficacia social. Entre estos dos extremos son concebi-
bles muchas formas intermedias”.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 65
101 Véase Alexy, Robert, Teoría del discurso y derechos humanos, cit., nota 98, pp.
93 y 94: “Los derechos humanos sólo pueden desenvolver su pleno vigor cuando se les
garantiza a través de normas de derecho positivo, esto es, transformados en derecho posi-
tivo. Este es el caso, por ejemplo, de su incorporación como derecho obligatorio en el ca-
tálogo de derechos fundamentales de una constitución. Puede por ende distinguirse en la
fundamentación de los derechos humanos, entre un problema de forma y uno de conteni-
do. En el problema de contenido se aborda la cuestión de cuáles derechos humanos son
necesarios. En el problema de forma se afronta la necesidad de transformación de este
contenido en derecho positivo”.
102 Véase Aulis Aarnio, Lo racional como razonable, Madrid, Centro de Estudios Cons-
titucionales, 1991, p. 107: “La relación entre los hechos jurídicos y las consecuencias jurí-
dicas no es la misma que la relación (causal) en la naturaleza entre hechos y consecuencias.
El factor conectante «debe» distingue a esta relación jurídica de la de causa y efecto. En
este sentido, hay una clara línea de demarcación entre el «ser» y el «deber ser»”.
68 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
103 Véase Alexy, Robert, Teoría del discurso y derechos humanos, cit., nota 98, “La
idea básica de la Teoría del Discurso es la de poder discutir racionalmente sobre problemas
prácticos, con una pretensión de rectitud. Bajo problemas prácticos entiendo problemas que
conciernen a lo que es debido y prohibido, y lo que es permitido, bueno y malo… Un dis-
curso práctico es racional cuando en él se llenan las condiciones de argumentación práctica
racional. Al satisfacerse esas condiciones el resultado del discurso es correcto. La teoría del
discurso es por eso una teoría procesal de corrección práctica. Las condiciones de la racio-
nalidad del proceso discursivo se pueden reunir en un sistema de reglas del discurso. La ra-
zón práctica puede definirse como la capacidad de alcanzar juicios conforme a ese sistema
de reglas.” pp. 47 y 48; “En las discusiones actuales, pasadas y probablemente también, en
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 69
las futuras sobre los derechos humanos es dable diferenciar —como muy en general en la
filosofía política— cuatro posiciones básicas que pueden denominarse ‘aristotélica’, ‘hobe-
siana’, ‘kantiana’, y ‘nietzscheana’, refiriéndolas a arquetipos históricos. Intentaré defender
una concepción kantiana.”, pp. 61-63.
104 Las exigencias morales de Antígona reclaman por un derecho que está por encima
del derecho de los hombres, pero si bien la idea de derecho natural supone un derecho
“superior”, no todo derecho superior a las convenciones humanas ha de ser “natural”. En
el caso de Antígona puede considerarse que se trata del reclamo por un derecho “divino”.
105 Schwelb, Egon, “Derechos humanos”, cit., nota 87, p. 597.
70 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
no procede, cierto, del ser de una secuencia operatoria, pero sí de la confluencia (diamé-
rica) de dos o más secuencias operatorias. Las normas no proceden de series automáticas
aisladas, erigidas en ideales, ni las series automáticas ejecutan normas ideales, llovidas
del cielo. Sólo cuando una anamnesis recurrente se desarrolla como enfrentándose a otros
cursos posibles (realizados por otros individuos o grupos) se dibuja como norma, más o
menos formalizada, en ejercicio... (p. 18)”
113 Véase entre otros: Finley, Moses I., Esclavitud antigua e ideología moderna, Bar-
celona, Crítica, 1982; Anderson, Perry, Transiciones de la antigüedad al feudalismo, Ma-
drid, Siglo XXI, 1979; Kamen, Henry, El Siglo de Hierro. Cambio social en Europa
1550-1660, Madrid, Alianza Editorial, 1977; Bennassar, Bartolomé, Inquisición españo-
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 73
la: poder político y control social, Barcelona, Crítica, 1982; Hobsbawm, Eric J., Las re-
voluciones burguesas, Barcelona, Guadarrama, 2 vols., 1980; Annas, George J. y Grodin,
Michael A. (eds), The Nazi Doctors and the Nuremberg Code, cit., nota 1.
74 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
perios cada vez más amplios. En este sentido, se ha dicho que al conju-
garse en un momento de la historia la Declaración Universal de Derechos
Humanos y el fin de los estados-nación, ya todo sería Imperio.114
Ahora bien: todo tratado de ética filosófica comienza introduciendo la
distinción entre moral y ética, entre las costumbres sobre lo bueno y lo
malo, y la reflexión filosófica sobre la moralidad social. Resultará impor-
tante entonces el comprender la evolución histórica de la moralidad a la
hora de intentar dar cuenta de la historia de la ética y sus transformaciones.
En este sentido, los conceptos de dictaduras e imperialismos no sólo son
relevantes para comprender la historia de los derechos humanos sino a la
vez para comprender la historia de la moralidad.115 Si Bernard Gert cree
que la moralidad es un sistema público de conducta conocida, comprendi-
da y racional para todos aquellos a quienes se aplica, que difiere de otros
sistemas públicos por su aplicación a todas las personas racionales, es cla-
ro entonces que se requiere una teoría de la sociedad para dar cuenta de
esas exigencias y que dictaduras e imperialismos no cumplen con esos
postulados.116 Ya Platón señalaba en el Protágoras que esta concepción de
la moralidad como sistema público que se aplica a toda persona racional
conduce a la refutación de la falacia sofística expresada por los supuestos
expertos de una moral imperial. Y sin embargo, ninguna forma social co-
114 Hardt, Michael y Negri, Antonio, Imperio, Buenos Aires, Paidós, 2002. La idea de
“Imperio” como fin (o llegada a su término) de los imperialismos en la actual globaliza-
ción es atractiva pero discutible. Puede pensarse que la etapa histórica que se ha abierto
trata de un nuevo imperialismo caracterizado porque ya no es “una” nación-estado la que
coloniza territorios o países sino un “conjunto” de países o regiones (de América del
Norte, Europa y Asia) que pudieran llamarse el Norte o los “países o regiones ricas” co-
lonizando al Sur o a los “países o regiones pobres” (de Africa, Asia y América Latina).
El papel de la OTAN, el Grupo de los 8, los organismos financieros internacionales, y el
alcance efectivo de la ONU en la regulación o no de las políticas internacionales, pueden
ser algunas señales que apoyen esta hipótesis.
115 Alexy, Robert, Teoría del discurso y derechos humanos, cit., nota 98, p.109 “Un
tirano, fatigado de discursos o que estime los argumentos improductivos, puede emplear
la fuerza desnuda. Pero a largo plazo esto no es ventajoso para él. Así surge un dilema
teorético-discursivo del tirano: de un lado, es mejor el terror encubierto por argumentos
que la pura violencia; de otro lado, la argumentación conduce fácilmente a develar la in-
justicia. Este dilema emerge ya en las reglas del discurso. El hecho de que en la argu-
mentación esté presente la autonomía lo refuerza. La tiranía corre no sólo el riesgo de la
argumentación, sino también carga con una necesaria mentira: la autonomía negada en
la praxis tiene que fingirse en la propaganda.”
116 Gert, Bernard, Morality: A New Justification of the Moral Rules, Nueva York,
Oxford University Press, 1988.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 75
valente y exigente del valor engendra luego el deber de proveer las vías
tutelares para la realización o reparación compulsivas de los derechos hu-
manos… Aunque parezca posiblemente un mal juego de palabras, los
“mismos” derechos humanos que se predican como universales, eternos,
supratemporales, etc., pueden adquirir, y adquieren, “diversos” y “distin-
tos” modos de plasmación en cada situación histórica, en cada época, en
cada lugar, en cada Estado, para cada sociedad, para cada cultura… La li-
bertad y los derechos del hombre son situacionales, están en situación, se
viven en situación, se valoran en situación. Y la situación —cada situa-
ción— se da en el tiempo y en el espacio, en una convivencia que depende
de su entorno y que transcurre entre hombres concretos, instalados en esa
situación —la “suya”—.119
En ese sentido, la justicia nunca podrá ser vista desde una taxonomía
moral que la clasifique por su “diferencia” (de la autonomía, de la bene-
ficencia, de la no maleficencia) sino —en todo caso— por su “género” o
su carácter sustantivo desde donde todas las diferencias se hacen posibles
(el justo respeto de la vida y la identidad, la integridad y la libertad, la
salud y el bienestar).120 Y es por ello que es necesario preguntarse por el
papel que juega la bioética como discurso de fundamentación ante esa
realidad de los derechos humanos a la que ha estado vinculada desde el
inicio.
119 Bidart Campos, German, Teoría general de los derechos..., cit., nota 118, pp. 31-36.
120 Véase Taylor, Charles, Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna,
cit., nota 66, p. 18: “Quizás el más intenso y apremiante conjunto de mandatos que reco-
nocemos como moral sea el respeto a la vida, la integridad y el bienestar, incluso la pros-
peridad, de los demás”.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 79
121 Beauchamp, Tom L., Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., nota 79.
122 William David Ross, The Right and the Good, 1930 (edición en español: Lo co-
rrecto y lo bueno, 2a. ed., Salamanca, Ediciones Sígueme, 1994).
80 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
129 USA Advisory Committee on Human Radiation Experiments, The Human Radia-
tion Experiments Final Report, Nueva York, Oxford University Press, 1996.
130 Para esta secuencia histórica de la bioética en Estados Unidos véase especialmente
Jonsen, Albert, The Birth of Bioethics, cit., nota 1, cap. 5, pp. 125-165.
82 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
132 La posición de Macklin puede seguirse a lo largo de varios de sus trabajos, véase
entre otros: Macklin, Ruth, Mortal Choices: Bioethics in Today’s World, Nueva York,
Pantheon Books, 1987 (traducción española Dilemas, Buenos Aires, Atlántida, 1992);
otras de sus obras son: “Rights in Bioethics”, en Warren Reich (ed.), Encyclopaedia of
Bioethics, cit., nota 83, pp. 2310-2316; “Dignity is a useless concept. It means no more
than respect for persons or their autonomy”, British Medical Journal, vol. 327, 20 de di-
ciembre de 2003, pp. 1419 y 1420. De Levine destaca: Levine, Robert, Ethics and Regu-
lation of Clinical Research, 2nd.ed., New Haven, Yale University Press, 1988.
133 Milmoe McCarrick, Pat, “A Right to Health Care” (una reseña bibliográfica), cit.,
nota 77.
84 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
134 Véase Bidart Campos, German, Teoría general de los derechos humanos, cit., nota
118, pp. 13 y 14: “Más dificultades surgieron, y subsisten, cuando la obligación del suje-
to pasivo no es de omisión, o no es solamente de omisión, sino que consiste positivamen-
te en dar o hacer algo a favor del titular del derecho. No en todo derecho personal apare-
ce la ambivalencia y la oponibilidad frente a los particulares, cuando la prestación es de
dar o de hacer, no obstante lo cual una generalización amplia permite, fundadamente,
aseverar que en la actualidad, los derechos del hombre son bifrontes o ambivalentes por-
que, al menos en cuanto a la obligación del sujeto pasivo de respetarlos y no lesionarlos,
esa misma obligación grava a dos sujetos pasivos a la vez: al Estado, tal como lo fue pri-
mitivamente, y a todos los demás hombres (individualmente o en grupo)...Cosa distinta
es ya, en la diferenciación entre derechos y garantías, considerar que estas últimas, en
cuanto seguridades o medidas de protección, se dan solamente frente al Estado”.
135 Morgan Capron, Alexander, “Estados Unidos”, en Fuenzalida-Puelma, Hernán y
Scholle Connor, Susan (eds.), El derecho a la salud en las Américas. Estudio constitucio-
nal comparado, cit., nota 85, p. 249. Interesa señalar que Capron tendría a su cargo en
2002 —varios años después de esta cita— a la Oficina de Ética de la Organización Mun-
dial de la Salud con sede en Ginebra. La OMS, como organismo de las Naciones Unidas,
no ha podido dejar de respetar la consideración de la salud como un derecho humano bá-
sico (véase el informe 2004 del relator de Salud de la ONU). Resultaba paradójico, cuan-
do menos, que un organismo que sostenía como política esencial que la salud es un dere-
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 85
En los últimos años ha podido verse en la Cumbre de la Tierra (Conferencia de las Na-
ciones Unidas sobre Medio Ambiente y Desarrollo, Río de Janeiro, 3 al 14 de junio de
1992 ) y en el rechazo inicial (marzo 2001) por la administración Bush a la implementa-
ción del tratado sobre calentamiento global de Kioto que había sido firmado por el ante-
rior vicepresidente Al Gore aunque nunca ratificado por el Senado.
138 Ya hemos de señalar la extensa discusión filosófica que condujo a la exclusión de
las emociones de todo contenido cognoscitivo incluido el filosófico. En la distinción de-
recho moral/derecho legal está planteada de hecho la tesis de la separación entre moral y
derecho. Para una visión actualizada de este debate véase Rodolfo Vázquez (comp.), De-
recho y moral, cit., nota 84.
139 President’s Comission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biome-
dical and Behavioral Research, Securing Access to Health Care: The Ethical Implica-
tions of Differences in the Availability of Health Services , Washington, U. S. Govern-
ment Printing Office, 1983, vol. I, pp. 1-33.
140 Véase el criterio sobre atención de la salud de la Corte Interamericana de Dere-
chos Humanos en el Caso Ximenes Lopes vs Brasil. Fondos, reparaciones y costas, sen-
tencia del 4 de julio de 2006: “…89. En relación con personas que se encuentran reci-
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 87
biendo atención médica, y dado que la salud es un bien público cuya protección está a
cargo de los Estados, éstos tienen la obligación de prevenir que terceros interfieran inde-
bidamente en el goce de los derechos a la vida y a la integridad personal, particularmente
vulnerables cuando una persona se encuentra bajo tratamiento de salud. La Corte consi-
dera que los Estados tienen el deber de regular y fiscalizar toda la asistencia de salud
prestada a las personas bajo su jurisdicción, como deber especial de protección a la vida
y a la integridad personal, independientemente de si la entidad que presta tales servicios
es de carácter público o privado. 90. La falta del deber de regular y fiscalizar genera res-
ponsabilidad internacional en razón de que los Estados son responsables tanto por los ac-
tos de las entidades públicas como privadas que prestan atención de salud, ya que bajo la
Convención Americana los supuestos de responsabilidad internacional comprenden los
actos de las entidades privadas que estén actuando con capacidad estatal, así como actos
de terceros, cuando el Estado falta a su deber de regularlos y fiscalizarlos. La obligación
de los Estados de regular no se agota, por lo tanto, en los hospitales que prestan servicios
públicos, sino que abarca toda y cualquier institución de salud”.
141 Véase Z. Bankowski; J. H. Bryant; J. Gallagher (eds.), Ethics, Equity and Health
for All, CIOMS, Geneva, 1997.
88 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
144 En el año 2000 pudo saberse —“off the record”— que la Food and Drug Admi-
nistration presionaba a la Organización Mundial de la Salud para no aceptar algunas de
las modificaciones a la Declaración de Helsinki que serían consagradas en Edimburgo. Las
presiones eran similares a las realizadas por el gobierno de los Estados Unidos en el caso
de la Corte Penal Internacional y que muchos años antes lo habían sido con la UNESCO:
dejar de pagar la cuota a esos organismos internacionales. La política del unilateralismo
en Estados Unidos se acentuó a partir de entonces con la administración Bush.
145 Baker, Robert, “A Theory of International Bioethics…” , cit., nota 78, pp. 201-231
y 233-274.
146 Annas, Georges J., Grodin, Michael A., The Nazi Doctors and the Nuremberg Co-
de, cit., nota 1.
147 Beauchamp, Tom, Philosophical Ethics, 2a. ed., Nueva York, McGraw-Hill, 1991,
pp. 32 y 33 (1a. ed., 1982).
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 91
148 Toulmin, Stephen “The Tyranny of Principles”, Hastings Center Report, vol. 11
1981, pp. 31-39; Clouser, Danner y Gert, Bernard, “A Critique of Principlism”, The
Journal of Medicine and Philosophy, vol. 15, 1990, pp. 219-236; Lane, S. D., Rubins-
tein, R. A., “Judging the Other. Responding to Traditional Female Genital Surgeries”,
Hastings Center Report, vol. 26, 1996, pp. 31-40; Carl, Elliot, “On Being Unprincipled”,
Theoretical Medicine and Bioethics, vol. 19, num. 2, 1998, pp. 153-159; Callahan, Da-
niel, “Principlism and communitarianism”, Journal of Medical Ethics, vol. 29, num. 5,
2003, pp. 287-291; Harris, John, “In praise of unprincipled ethics”, Journal of Medical
Ethics vol. 29, num. 5, 2003, pp. 303-306.
149 Beauchamp, Tom, L., y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, apartado “Individualismo liberal: una teoría ética basada en derechos”, pp. 65-73.
92 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
152 Alexy, Robert, Teoría del discurso y derechos humanos, cit., nota 98, p. 63.
153 Entre los críticos comunitaristas del liberalismo destacan: Sandel, Michael, Libe-
ralism and the limits of justice, Cambridge, Cambridge University Press, 1982; 2a. ed.,
1988 (trad.española: El liberalismo y los límites de la justicia, Barcelona, Gedisa, 2000)
y Walzer, Michael, Spheres of justice, Nueva York, Basic Books, 1983 (trad.española:
Las esferas de la justicia, México, Fondo de Cultura Económica, 1993). Véase también
una consideración de las objeciones comunitaristas a los derechos humanos, en particular
su universalismo, en Ruiz Miguel, Alfonso, “Derechos Humanos y Comunitarismo: apro-
ximación a un debate”, Doxa 12, 1992, pp. 95-114.
154 Véase Alexy, Robert, El concepto y la validez del derecho, cit., nota 95, pp. 112:
“Dos operaciones son las que conducen del derecho general a la autonomía a un catálogo
concreto y especial de derechos humanos y fundamentales. La primera se utiliza al seña-
lar que un determinado derecho concreto no representa otra cosa que un caso especial del
derecho a la autonomía, y en cuanto a tal está conceptualmente contenido en él. De esa
manera el entero catálogo de derechos concretos de libertad puede fundamentarse. La se-
gunda operación consiste en que, como se expondrá, determinados derechos son medios
necesarios para poder actuar autónomamente. Por ese camino pueden fundamentarse de-
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 95
rios para poder actuar en modo autónomo y fijar un plan de vida propio,
esa defensa aunque necesaria no es suficiente. Porque se trata de una res-
puesta de subordinación de los derechos sociales a los civiles pero no de
equivalencia. Nuestra posición es más radical en dos aspectos: i) los dere-
chos humanos son una realidad históricamente dada por el acuerdo de pos-
guerra entre estados liberales y estados socialistas: las democracias libera-
les nunca habían logrado, por si solas, alcanzar el carácter de universal
para los derechos del hombre y del ciudadano; y ii). la relación de subordi-
nación de los derechos sociales a los derechos civiles es un argumento li-
beral pero el argumento socialista era el opuesto: los derechos civiles de-
bían subordinarse a los derechos sociales. Lo único que cabe deducir y
sostener, para respetar en modo imparcial el espíritu y la letra del corpus
original de los derechos humanos, es la equivalencia entre derechos civiles
y políticos (de tradición liberal) con los derechos económicos, sociales y
culturales (de tradición socialista). Al no hacerlo, por convicción previa o
por entender que la democracia liberal es el modelo que ha terminado im-
poniéndose en el mundo luego de la caída del campo socialista, no sólo
negaríamos el verdadero contenido de los derechos humanos sino que los
estaríamos desequilibrando hacia una versión pragmática vaciada de uni-
versalismo y hacia una distribución desigual de los derechos humanos.
Trataremos este punto en otros apartados y en particular al hablar de de-
mocracia.
Pero por otro lado hacemos del rechazo de todo imperialismo, como de
toda dictadura, una razón constitutiva de los derechos humanos, y por
eso no creemos que el universalismo moral de los derechos humanos
pueda ser entendido como un imperialismo político o de ningún otro ti-
po, en el sentido en que a veces lo entiende el comunitarismo. El univer-
salismo de los derechos humanos puede ser entendido en modo trascen-
dental y oponerse así a todo imperialismo. Con todo lo polisémico que
pueda resultar el término, entendemos trascendental en modo cercano al
uso kantiano del término, como aquello que nos permite el conocimiento
de la experiencia trascendiendo toda particularidad pero sin postularse más
allá de la experiencia como suele hacerse con el término “trascendente”.
Creemos, por tanto, que los derechos humanos no están más allá de la ex-
rechos a la protección por el Estado y derechos sociales fundamentales, como, por ejem-
plo, el derecho a un mínimo existencial. Ambas operaciones llevan a derechos que prote-
gen y posibilitan el ejercicio de la autonomía tanto privada como pública.”
96 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
155 Sen, Amartya, en su libro Identidad y violencia. La ilusión del destino, Buenos Ai-
res, Katz Editores, 2007, hace continuas referencias a estas distinciones entre indivi-
duo/comunidad en la que el comunitarismo hace claros aportes y entre comunidad/otra
cultura en la que su posición resulta más criticable: “Muchos pensadores comunitaristas
tienden a afirmar que una identidad comunitaria dominante es sólo una cuestión de auto-
rrealización y no de elección. No obstante, resulta difícil creer que una persona en reali-
dad no tiene opción para decidir qué importancia relativa puede asignarles a los diversos
grupos a los que pertenece y que debe ‘descubrir’ su identidades como si se tratara de un
fenómeno puramente natural…”, pp. 27 y 28; “La dificultad de la tesis del choque de ci-
vilizaciones comienza mucho antes de llegar a la cuestión de un choque inevitable; co-
mienza con la suposición de la relevancia única de una clasificación singular. De hecho,
la pregunta ‘¿chocan las civilizaciones?’ se basa en la suposición de que la humanidad
puede clasificarse, principalmente, en civilizaciones distintas y discretas, y que las rela-
ciones entre los diferentes seres humanos de alguna manera pueden verse, sin que por
ello se las comprenda menos, en términos de relaciones entre las diferentes civilizacio-
nes. El defecto básico de la tesis es muy anterior a la pregunta acerca de si las civiliza-
ciones deben chocar” (p. 35); “…aunque ciertas actitudes y creencias culturales básicas
ejerzan influencia sobre la naturaleza de nuestro razonamiento, no pueden, invariable-
mente, determinarla por completo” (p. 63); “El apoyo a las ideas de libertad y de debate
público, y lo que puede llamarse derechos humanos básicos, ha sido expresado tan fre-
cuentemente en Asia, la India, China, el Japón y en diversos otros países del este, el sud-
este, el sur y el oeste de ese continente, como en Europa” (p. 134).
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 97
156 La falta de una consideración de la idea de identidad para la teoría moral es uno de
los aspectos más débiles del principialismo aunque esta noción es considerada imprescin-
dible en muchos otros autores y abordajes. Véase, Appiah, Kwame Anthony, La ética de
la identidad, Buenos Aires, Katz Editores, 2007; Amartya Sen, Identidad y violencia. La
ilusión del destino, Idem; Taylor, Charles, Fuentes del yo. La construcción de la identi-
dad moderna, cit., nota 66. Especialmente relevante resulta Ricoeur, Paul, Sí mismo co-
mo otro, Madrid, Siglo XXI, 1996. Interesa asimismo el abordaje existencialista en Mar-
tin Heidegger, El ser y el tiempo, México, Fondo de Cultura Económica, 1951 y Sartre,
Jean-Paul, El ser y la nada, 4a. ed., Buenos Aires, Losada, 1976.
98 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
157 European Court of Human Rights, Case of Pretty vs. The United Kingdom, Appli-
cation num. 2346/02, Judgment, Estrasbourg, 29 de abril de 2002.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 99
159 Dworkin, Ronald, Taking Rights Seriously, Cambridge MA, Harvard University
Press, 1977.
160 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, p. 67.
161 Kant, I., Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Buenos Aires, Espa-
sa-Calpe, 1946, p. 82 y 83.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 101
162 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, p. 33 y 34.
163 Ibidem, p. 29.
164 Ibidem, p. 71 y 72.
102 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
165 Ibidem, p. 29 y 30: “Siguiendo a W. D. Ross, distinguimos entre normas prima fa-
cie y normas reales. Obligación prima facie implica que la obligación debe cumplirse,
salvo si entra en conflicto con una obligación de igual o mayor magnitud. Una obligación
prima facie compromete, a no ser que sea anulada o supeditada por obligaciones morales
diferentes. Los actos con frecuencia tienen una serie de propiedades y consecuencias mo-
ralmente relevantes. Por ejemplo, mentir puede favorecer el bienestar de una persona, y
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 103
matar a un paciente cuando éste lo demanda puede suponer acabar con su dolor y sufri-
miento, así como respetar su autonomía. Estos actos son al mismo tiempo prima facie in-
correctos y prima facie correctos, ya que en las circunstancias expuestas dos o más nor-
mas entran en conflicto. El agente debe decidir qué es lo que debe hacer buscando una
obligación que supedite a la obligación prima facie; es decir, el agente debe establecer lo
que Ross llama ‘el equilibrio supremo’ del bien sobre el mal. La obligación real del
agente ante una situación concreta viene determinada por la ponderación entre las distin-
tas obligaciones prima facie que han entrado en conflicto (como la beneficencia, la fide-
lidad y la justicia)”.
166 Véase una crítica del “principialismo especificado”, en Smith Iltis, Ana (issue ed.),
“Specification, Specified Principlism and Casuistry”, The Journal of Medicine and Philo-
sophy, vol. 25, num. 3, june 2000, pp. 271-361.
167 Sobre la actualidad de la ética material de los valores véase Rodríguez, Leonardo,
Deber y valor, Madrid, Tecnos, 1992; Maliandi, Ricardo, “Notas para una rehabilitación
de la ética material de los valores”, Escritos de Filosofía, Buenos Aires, num. 21-22,
1992, pp. 67-93. Para su consideración en el terreno particular de los derechos humanos
un buen ejemplo es Germán Bidart Campos, Teoría general de los derechos humanos,
cit., nota 118.
168 Gracia, Diego, Fundamentos de Bioética, cit., nota 131, pp. 472-480.
169 Beauchamp, Tom, Philosophical Ethics, cit., nota 147, pp. 104 y 105.
104 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
170 Un autor como Nicholas Rescher, con un pensamiento más heterodoxo respecto de
la filosofía analítica o pragmática angloamericana, en Razón y valores en la Era científi-
co-tecnológica, Barcelona, Paidós, 1999, aunque defiende el carácter filosófico de una
teoría de los valores no trata a los principales referentes europeos de la ética material de
los valores.
171 Platón, Protágoras, 318 e, 319 a-d. Véase Bueno, Gustavo, “Análisis del Protágo-
ras de Platón”, en Platón, Protágoras, ed. bilingüe, Oviedo, Pentalfa, 1980, pp. 17-84.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 105
172 Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofía, México, Fondo de Cul-
tura Económica, 1955, t. II, pp. 8-28.
106 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
173 Véase Taylor, Charles, Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna,
cit., nota 66, pp. 17 y 18: “Gran parte de la filosofía moral contemporánea, en particular,
pero no únicamente, en el mundo angloparlante, se ha centrado tan restrictivamente en la
moral, que los planteamientos de algunas de las conexiones clave que quiero trazar aquí
resultan incomprensibles. Esta filosofía moral ha tendido a centrarse en lo que es correcto
hacer en vez de en lo que es bueno ser, en definir el contenido de la obligación en vez de
la naturaleza de la vida buena; y no deja un margen conceptual para la noción del bien
como objeto de nuestro amor o fidelidad... Esa filosofía ha atibuido una visión exigua y
truncada a la moral en un sentido estrecho y también a todo el abanico de las cuestiones
incluidas en el intento de vivir la mejor de las vidas posibles. Además de nuestras nocio-
nes y reacciones a temas como la justicia y el respeto a la vida ajena, el bienestar y la
dignidad, quiero examinar nuestro sentido de lo que subyace en nuestra propia dignidad
o las cuestiones que giran en torno a lo que hace que nuestras vidas sean significativas y
satisfactorias... Lo que éstas tienen en común con las cuestiones morales y lo que las ha-
ce merecedoras del vago término de «espirituales», es el hecho de que en todas ellas se
implica lo que en otro lugar he llamado una «fuerte valoración»…”.
174 Para la explicitación del ataque al concepto de dignidad véase Macklin, Ruth,
“Dignity is a useless concept..., cit., nota 132.
175 Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofía, cit., nota 172, p. 22.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 107
176 Véase Alexy, Robert, Teoría de los derechos fundamentales, Madrid, Centro de
Estudios Constitucionales, 1993: “Es fácil reconocer que los principios y los valores es-
tán estrechamente vinculados entre sí en un doble sentido: por una parte, de la misma
manera que puede hablarse de una colisión de principios y de una ponderación de princi-
pios, puede también hablarse de una colisión de valores y de una ponderación de valores;
por otra, el cumplimiento gradual de los principios tiene su equivalente en la realización
gradual de los valores. Por ello, enunciados del Tribunal Constitucional Federal sobre va-
lores pueden ser reformulados en enunciados sobre principios, y enunciados sobre princi-
pios o máximas en enunciados sobre valores sin pérdida de su contenido”, pp. 138 y 139;
“La diferencia entre principios y valores se reduce así a un punto. Lo que en el modelo
de los valores es prima facie lo mejor es, en el modelo de los principios, prima facie de-
bido; y lo que en el modelo de los valores es lo definitivamente mejor es, en el modelo de
los principios, definitivamente debido. Así pues, los principios y los valores se diferen-
cian sólo en virtud de su carácter deontológico y axiológico respectivamente. En el dere-
cho, lo que se trata es de qué es lo debido. Esto habla a favor del modelo de los princi-
pios... El modelo de los principios y el modelo de los valores han demostrado ser
esencialmente iguales por lo que respecta a su estructura, con la diferencia que uno debe
ser ubicado en el ámbito deontológico (el ámbito del deber ser) y el otro en el ámbito de
lo axiológico (el ámbito de lo bueno)”, p. 147.
177 Vigo, Roberto Luis, Los principios jurídicos, Buenos Aires, Depalma, 2000, p. 91.
108 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
178 La Convención Europea de Bioética firmada en Oviedo en 1997 tuvo como uno de
sus principales referentes al legislador español Marcelo Palacios. Si bien el carácter insti-
tucional de la Convención desdibuja las referencias individuales, hay que tener esto en
cuenta para observar cómo en España se gestaron otras concepciones de la bioética con
independencia del fundamentalismo de los principios éticos representado por Diego Gra-
cia. Aunque puedan mencionarse varias de ellas, la visión de Gustavo Bueno que puede
observarse en El sentido de la Vida. Seis lecturas de filosofía moral, cit., nota 91; es otro
ejemplo de ello.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 109
179 En la revisión 2002 de las Pautas CIOMS-OMS sobre investigación en países po-
bres, bajo la coordinación de Robert Levine (USA), se dice: “Toda investigación en seres
humanos debiera realizarse de acuerdo con tres principios éticos básicos: respeto por las
personas, beneficencia y justicia. En forma general, se concuerda en que estos principios
—que en teoría tienen igual fuerza moral— guían a la preparación responsable de proto-
colos de investigación”.
180 Bueno, Gustavo, “Los derechos humanos”, El sentido de la Vida, cit., nota 91, pp.
337-375.
110 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
182 El positivismo lógico, siguiendo a Mach, sostuvo que el objeto de las teorías cien-
tíficas es la regularidad fenoménica caracterizada en términos teóricos que, según Poin-
caré, puedan ser matemáticos en sus definiciones. Y también afirmó que todo discurso
cognitivamente significativo debía ser empíricamente verificable, en un lenguaje fisica-
lista en el que se hablara de cosas materiales con propiedades observables. Con esto, el
positivismo privilegió aquello de lo cual podemos hablar porque podemos verificarlo y
excluyó a la ética de esta posibilidad. Pero la teoría de la justificación moral, que el prin-
cipialismo tomó de Frankena, intentó analogar los juicios morales a los juicios empíricos
aunque señalando la imposibilidad lógica de pasar del “es” al “debe” (falacia naturalista).
Wittgenstein, considerado por algunos como un positivista que afirmaba que sólo pode-
mos hablar o decir de los hechos, sostuvo sin embargo que lo que se expresa por sí mis-
mo en el lenguaje no puede ser expresado mediante el lenguaje, de manera que “lo que se
puede mostrar, no se puede decir”. Por esto, un autor relevante para la bioética como
Toulmin interpreta que al delimitar el campo de “lo decible”, Wittgenstein abrió paso a
una especial atención a “lo indecible”, que sólo puede mostrarse, y que en muchos casos
es “lo ético”. Véase Suppe, Frederick, La estructura de las teorías científicas, Madrid,
Editora Nacional, 1979, pp. 21-31 (para el fundamento histórico del positivismo lógico y
“la concepción heredada”); Wittgenstein, Ludwig, Tractatus logico-philosophicus, Ma-
drid, Tecnos, 2003; Janik, Allan, Toulmin, Stephen, La Viena de Wittgenstein, Madrid,
Taurus, 1998.
183 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, p. 36.
112 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
184 Nussbaum, Martha, Justicia Poética, cit., nota 118 y también Kalinowski, Geor-
ges, El problema de la verdad en la moral y en el derecho, cit., nota 118.
185 Véase el concepto de “atestación” y su relación con el concepto de “conciencia”
en Ricoeur, Paul, Sí mismo como otro, cit., nota 156, pp. xxxiv-xxxvii y 379-397. La no-
ción de ‘atestación’ define el tipo de certeza al que puede aspirar la hermenéutica oponién-
dose por un lado a la certeza del Cogito pero diferenciándose asimismo de la ‘creencia dó-
xica’ porque su gramática se inscribe en el ‘creo-en’ y no en el ‘creo que’. Aunque débil en
tanto aspiración al fundamento último y amenazada permanentemente por la ‘sospecha’
—de la que es su contrario específico— la atestación se emparenta con el testimonio ya
que no hay ‘verdadero testigo’ sin que haya ‘falso testigo’, y no hay otro recurso que el
testimonio más creíble frente al falso testimonio, así como no hay otro recurso contra la
sospecha que una atestación más fiable que invoca la confianza: confianza en poder de-
cir, en poder hacer, en poder reconocerse como personaje de narración y poder responder
diciendo ‘heme aquí’ donde “la atestación será la de lo que se llama comúnmente con-
ciencia moral”.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 113
186 Véase una consideración de estas características de los derechos humanos, entre
otros, en Laporta, Francisco, “Sobre el concepto de derechos humanos”, Doxa 4, 1987,
pp. 23-46; y en Beltrán Gaos, Mónica, “Tolerancia y derechos humanos”, Política y Cul-
tura, núm. 21, 2004, pp. 179-189.
114 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
187 Habermas, Jürgen, Teoría de la Acción Comunicativa I, cit., nota 181, pp. 362 y 363.
188 Ibidem, p. 367.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 115
189 Nino, Carlos, Ética y Derechos Humanos, cit., nota 80, pp. 46 y 47.
190 Clouser, Danner, Gert, Bernard “Morality vs Principlism”, en Raanan Gillon y
Ann Lloyd (eds.), Principles of Health Care Ethics, Chichester, John Wiley and Sons,
1994, p. 251.
116 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
tinta del “mandato que la conciencia exige”.191 Pensar juntas a las éticas
de la responsabilidad y de la convicción en una metaética de las convic-
ciones responsables nos permite imaginar una bioética de los derechos
humanos porque para identificar racionalmente principios éticos que
responsablemente respetemos deben existir exigencias de la conciencia
moral basadas en convicciones.192 Y es que en América Latina, como
en otras regiones pobres del mundo, han pasado cosas graves para la re-
lación entre bioética y derechos humanos que pueden ilustrar esos su-
puestos. Un ejemplo de esa gravedad fue el que la Comisión Nacional
de Bioética en Argentina haya llegado a tener entre sus miembros a
quien había sido ministro de Justicia durante la dictadura militar de
1976. Una dictadura en la que se cometieron miles de asesinatos y actos
de tortura, se desarrolló una red nacional de centros clandestinos de de-
tención, se rechazaron miles de pedidos de hábeas corpus y se expro-
piaron centenares de niños nacidos en cautiverio sin que nunca ese mi-
nistro descubriera o denunciara a los responsables de una sola de tantas
atrocidades que fueran consideradas crímenes de lesa humanidad. Vein-
te años después se le incorporó como miembro de una comisión nacio-
nal de bioética y esto nos llevó a impugnar su pertenencia por falta de
integridad moral lo que derivó en su renuncia. Pero la comunidad bioé-
tica nacional y quienes internacionalmente supieron de lo sucedido
reaccionaron en modo diverso. Muchos se indignaron, pero otros bioe-
ticistas guardaron silencio o dieron excusas formales, esquivas, de co-
rrección protocolar y hasta opuestas a su cuestionamiento. Fue posible
ver entonces la diferencia que había entre una bioética aparente y las
convicciones más profundas sobre el sentido y la prioridad absoluta de
los derechos humanos en la bioética.193
191 Véase un esquema de los niveles del razonamiento moral y del lugar de la con-
ciencia para el juicio sobre una acción específica en Glenn Graber y David Thomasma,
Theory and Practice in Medical Ethics, Nueva York, The Continuum Publishing Go,
1989, pp. 7-19.
192 La distinción inicial entre éticas de la convicción y éticas de la responsabilidad co-
rresponde a Max Weber supuestamente a partir del artículo “El sentido de «la libertad de
valoración» en las ciencias sociológicas y económicas” de 1917, incluído en Max Weber,
Sobre la teoría de las ciencias sociales, Barcelona, Península, 1971.
193 Acerca de la sesión donde ocurriera la impugnación véase “Desgrabación textual
de la 8a. Reunión Ordinaria de la Comisión Nacional de Ética Biomédica”, Argentina,
Ministerio de Salud de la Nación, 5 de octubre de 2000. Sobre las repercusiones del tema
véase: “Comisión Nacional de Bioética. La designación de un ministro de Videla originó
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 117
una crisis”, Diario El Día, La Plata, 8 de diciembre de 2000; “Alberto Rodríguez Varela,
académico y ex defensor del dictador. El ético ex ministro de Jorge Videla. Un médico lo
descubrió en la Comisión de Ética Biomédica y pidió que lo expulsen. Pero terminó él
con su mandato revocado”, Diario Página 12, Buenos Aires, 18 de diciembre de 2000”;
“Doscientos científicos critican la Comisión Nacional de Ética Biomédica”, Diario Pági-
na 12, Buenos Aires, 28 de febrero de 2001; “Solidaridad con el doctor Tealdi”, Revista
Noticias, núm. 109, Montevideo, Sindicato Médico del Uruguay, marzo 2001.
194 Hegel, G. W. F., Lecciones sobre la historia de la filosofía, cit., nota 172, p. 13.
195 Wadman, Meredith, “Business booms for guides to biology’s moral maze”, Natu-
re, 1997, núm. 389, pp. 658 y 659; véase también en ese número el editorial, “Trust and
the bioethics industry”, p. 647.
118 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
en tiempo y lugar determinados. Y es por todo eso que resulta tan necesa-
rio, también, el contextualizar a la bioética.
En ese sentido, Albert Jonsen ha defendido la hipótesis de que hay un
ethos norteamericano que ha dado forma al modo en que los estadouni-
denses piensan acerca de la moralidad y que este ethos ha transformado
la respuesta a los desarrollos de la medicina de Estados Unidos en una
disciplina y un discurso llamados bioética.196 Ethos, para Jonsen, es el
modo característico en el que una población interpreta su historia, su
mundo social y su entorno físico en orden a formular opiniones y convic-
ciones acerca de qué es lo bueno y lo correcto. No se trata de la conducta
de una población en el sentido que pueda describirla un antropólogo sino
del panorama de ideas e ideales por los cuales una población se juzga a sí
misma cuando trata de justificar o repudiar su conducta. El ethos no es
tampoco la colección de reglas, principios y valores que se invocan sino
la matriz en la que esas reglas principios y valores se constituyen. Para
Foucault, lo que los griegos llamaban un ethos era algo así como la ac-
titud o modo de relación respecto a la actualidad, una manera de pensar y
de sentir, de actuar y de conducirse que a la vez marca una pertenencia
y una tarea (por ejemplo la actitud de la modernidad).197 Pero a la vez, un
ethos filosófico consistiría en una crítica de lo que decimos, pensamos y
hacemos, a través de una ontología histórica de nosotros mismos. El et-
hos norteamericano se caracterizaría para Jonsen por el moralismo, el
progresismo y el individualismo.
El “moralismo” entendido aquí como distinto de la moralidad supone
la tendencia a transformar todos los aspectos de la vida diaria en cuestio-
nes morales en una especie de “adicción a la moralización” que termina
adjudicando sentido moral a distintos aspectos de la vida en una forma
caprichosa visible tanto en el puritanismo y el catolicismo como en di-
versas sectas y grupos. El “progresismo moral" implica el espíritu que
aspira a un futuro siempre mejor que el presente y que transforma en
“misión moral” toda búsqueda de un destino, aún cuando ese camino im-
plique brutalidad y destrucción ya que toda intención y conducta habrá
de ser juzgada a la luz de aquel ideal moral. El sentido de una misión
providencial en los puritanos, y sobre todo del progreso científico y tec-
196 Jonsen, Albert R., The Birth of Bioethics, cit., nota 1, pp. 389-401.
197 Foucault, Michel, “¿Qué es la Ilustración?”, Sobre la Ilustración, Madrid, Tecnos,
2003.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 119
198 Callahan, Daniel (dir.), “The Goals of Medicine", 1996, cit., nota 64.
120 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
199 Sobre la falta de autocrítica de la bioética en Estados Unidos véase Fox, Renee,
“The entry of United States bioethics into the 1990’s: a sociological analysis”, en DuBo-
se, Edwin et al. (eds.), A Matter of Principles? Ferment in United States Bioethics, Va-
lley Forge, Pennsylvania, Trinity Press International, 1994, p. 56.
200 Veatch, Robert, sostiene que buena parte del incremento de costos en la medicina
actual se debe al enfoque tradicional hipocrático sobre el cuidado médico en: “Healthca-
re Rationing through Global Budgeting: The Ethical Choices”, The Journal of Clinical
Ethics, 1994, vol. 5, num. 4, pp. 291-296. Sobre el ethos americano véase Jonsen, Albert,
The Birth of Bioethics, cit., nota 1, pp. 389-401.
201 Price, David et al., “How the World Trade Organization is shaping domestic poli-
cies in health care”, The Lancet, vol. 354, 27 de noviembre de 1999, pp. 1889-1892.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 121
En las regiones pobres del mundo como América Latina, en cambio, esas
amenazas de la globalización, el mercado y el desarrollo científico, se vol-
vieron más amenazantes aún con el cambio de la moral tradicional hacia
una bioética liberal de los principios éticos. Esto sucedió cuando la tradi-
cional obligación de cuidado médico se vio socavada por las posturas neo-
liberales en los sistemas de salud mientras una pauperización creciente ha-
cía que el hambre volviera a ser la máxima prioridad sanitaria en estos
países. El mejor alumno de las doctrinas privatizadoras del Banco Mundial
y el Fondo Monetario Internacional que fue la Argentina durante la década
de los noventa, llegó a tener sus salas de internación pediátrica repletas de
chicos desnutridos en 2001. Por eso no era sorprendente en modo alguno
que el presidente brasileño Lula sostuviera después y en el mismo día de
su elección para un primer mandato: “El mercado debe saber que los brasi-
leños tienen que comer tres veces por día”.
La caída del Muro de Berlín en 1989 y la reunificación de las dos Alema-
nias en 1990 fueron dos de los símbolos mayores del reordenamiento políti-
co del mundo hacia la nueva globalización. La desaparición de la Unión So-
viética y de los estados socialistas supuso una globalización política, militar
y económica del liberalismo. La integración política de las antiguas repúbli-
cas soviéticas a la Comunidad Europea y la integración militar al Tratado
del Atlántico Norte dibujaron el mapa internacional de los nuevos acuerdos.
La temprana reformulación económica que acompañó a estos reordenamien-
tos fue postulada por John Williamson en 1990 en lo que se ha dado en lla-
mar el Consenso de Washington donde Washington significaba el complejo
político-económico-intelectual integrado por organismos internacionales co-
mo el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, y por el Congre-
so, la Reserva Federal, los altos cargos de la Administración y los grupos de
expertos de Estados Unidos.202 El Consenso implicaba, entre diez instru-
mentos, los acuerdos en privatizaciones, liberalización comercial y financie-
ra, desregulaciones, garantías de los derechos de propiedad, y apertura a in-
versiones extranjeras directas. Durante la década de los noventa este modelo
se aplicaría sobre todo y aún con distintos matices en la Región de América
Latina. Su principal y definitivo problema era que en él quedaba práctica-
mente excluído el tema de la equidad siendo América Latina el continente
más desigual del planeta donde el ingreso per cápita del 20% más rico re-
202 Williamson, John, “Lo que Washington quiere decir cuando se refiere a reformas
de las políticas económicas", en M.Guitián, J.Muns (eds.), La cultura de la estabilidad y
el consenso de Washington, Barcelona, 1999, pp. 67-79.
122 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
sultaba ser 18.7 veces mayor que el ingreso per cápita del 20% más pobre
cuando la media mundial era de 7.1. Williamson explicaba la exclusión di-
recta de los problemas de equidad diciendo que su pretensión era elaborar
una lista positiva más que una lista normativa y que deliberadamente había
excluido de la lista cuanto fuera básicamente redistributivo porque pensa-
ba que el Washington de los ochenta era una ciudad muy desdeñosa con
las preocupaciones sobre la igualdad. Sin embargo, los argumentos de Wi-
lliamson mostraban una ambigüedad en el uso del término “Washington”
toda vez que varias de las instituciones mencionadas en el Consenso no se
mostraban enteramente de acuerdo con algunos de los diez puntos centra-
les señalados como comunes. Esto mostró que Williamson había pretendi-
do formular un paradigma de política económica a partir del “posible
acuerdo” entre los poderes fácticos que podían dictarlo desde un modo de
argumentación pragmático en extremo importante de ser comprendido pa-
ra poder establecer los supuestos de interpretación moral que a la realidad
de la vida y la salud podían aplicarse.
Y sin embargo, en medio de esa situación había bioeticistas que promo-
vían el fundamentalismo de una bioética de los principios éticos que se
pretendía innovadora frente a la supuesta actitud nostálgica de quienes re-
clamaban un cuidado médico respetuoso de la salud como un derecho hu-
mano básico. Pero cuando los contenidos y procedimientos propuestos por
esa bioética de innovación para países ricos quisieron ofrecerse como res-
puestas a los problemas que amenazaban la obligación de cuidado médico
en los países pobres, se observó entonces a una seudobioética que en las
apariencias de sus falsas respuestas resultaba encubridora de una verdadera
conciencia moral. Un ejemplo de ello pudo observarse en la bioética de
principios y su aplicación a la enseñanza de la ética médica según una pro-
puesta internacional de una Carta de los Médicos pensada como una suerte
de Juramento Médico Global. Viendo que el compromiso de la medicina
con el paciente estaba siendo desafiado por fuerzas externas de cambio den-
tro de nuestras sociedades, tres importantes organizaciones trabajaron para
elaborar un documento aparecido simultáneamente en The Lancet y Annals
of Internal Medicine con tres principios éticos y diez reglas que se preten-
día pudieran ser aplicables a diferentes culturas y sistemas políticos.203 Pe-
204 Tealdi, Juan Carlos, “Physicians Charter and the New Professionalism”, The Lan-
cet, vol. 359, num. 79322, 8 junio de 2002, p. 2042.
205 Véase Chadwick, Ruth y Schüklenk, Udo, “Bioethical Colonialism?”, cit., nota 48.
124 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
mo normas de nivel medio entre los derechos humanos y los valores reli-
giosos para fundamentar la moral en salud.208 Al año siguiente los Princi-
pios de Ética Biomédica de Beauchamp y Childress sistematizarían la
propuesta llevando a cuatro el número de principios, dándoles un carácter
“fundamental” y postulándolos como obligaciones éticas prima facie.209
De este modo, los principios éticos a diferencia de los derechos humanos
no serían considerados absolutos e inviolables en cualquier circunstancia,
con lo cual la condición conjugadora de la moral contenida en la dinámica
histórica de la idea de justicia quedó disuelta por esa operación de encubri-
miento que supuso la conversión de la justicia en principio ético prima fa-
cie.210 Operación que expresaba tanto la razón de ser del fundamentalismo
ético y el imperialismo moral como el enorme éxito de la propuesta para
atemperar las críticas a la injusticia del orden establecido por el liberalis-
mo avanzado. Pero que significaba, a su vez, que el principialismo en ética
no tenía coherencia interna, ni poder explicativo o justificativo, ni viabili-
dad en sus pretensiones teóricas porque no podía dar un solo ejemplo de
subordinación de la idea de justicia a algún principio ético, ya que de ha-
ber querido hacerlo habría caído inmediatamente en contradicción ya que
es precisamente la idea de justicia aquella que da coherencia armónica, po-
der interpretativo y legitimación procedimental a los principios éticos. Sin
embargo, para los fundamentalistas a partir de entonces el papel de los de-
rechos humanos (el lugar de la idea de justicia) quedó subordinado a los
principios éticos. La Enciclopaedia of Bioethics, que no tiene ninguna en-
trada para “Derechos Humanos”, en su 1a. ed. incluía una visión inclusiva
208 El costo racional de esta elección es haber prescindido del principio del tercero
excluido (tertium non datur) por el cual dos proposiciones que se oponen contradictoria-
mente no pueden ser ambas falsas ni, por consiguiente, ambas verdaderas. Derechos hu-
manos y valores religiosos, si se oponían contradictoriamente, no podían resultar ambos
falsos ni ambos verdaderos. Los derechos humanos son por definición incluyentes de los
valores religiosos. Los valores religiosos, en cambio, no necesariamente lo son de los pri-
meros. La disociación por el principialismo de principios éticos, derechos humanos y va-
lores (reducidos a valores religiosos) es verificable en esta operación.
209 Beauchamp, Tom, Childress, James, Principles of Biomedical Ethics, Nueva York,
Oxford University Press, 1979. La concepción de la bioética fundada en principios se ex-
tenderá a Los Fundamentos de la Bioética de Engelhardt en 1986, los Fundamentos de
Bioética de Gracia Guillén en 1989 en España y los Principios de Ética en Atención de la
Salud de Gillon en 1993 en el Reino Unido, entre otros textos.
210 Véase un análisis crítico de la ética de los principios “prima facie” en Dancy, Jo-
nathan,“Una ética de los deberes prima facie”, en Peter Singer (ed.), Compendio de Éti-
ca, Madrid, Alianza Editorial, 1995, pp. 309-321.
126 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
de los mismos por Albert Jonsen bajo el título “Derecho a los servicios de
atención de la salud”. En la 2a. ed. ese trabajo de Jonsen no apareció y en
la entrada “Derechos”, en cambio, Macklin postuló el carácter derivado de
los principios éticos que tienen los derechos humanos.211 En esa línea ar-
gumentativa del principialismo la definición de salud de la OMS resultó
inaceptable y para la Comisión Presidencial de Bioética en 1983 ya la sa-
lud no sería un derecho humano básico. Y paradójicamente, cincuenta y
cinco años después de haber constituído los Tribunales de Nuremberg, los
Estados Unidos se negarían a reconocer la incumbencia para sus soldados
del Tribunal Penal Internacional destinado a juzgar los crímenes contra la
humanidad.
Frente a las críticas sufridas, Beauchamp y Childress introdujeron im-
portantes cambios en la 4a. ed. de su libro (1994). Los derechos humanos
que eran reducidos inicialmente a reglas derivadas de los principios, apare-
cieron entonces como moral común que es fuente de los principios éticos
dejando al rawlsiano “equilibrio reflexivo” la tarea de ponderación última
de esos principios y manteniendo el carácter deductivo de la estrategia
aunque retocada. Pese a estos esfuerzos por reformular la bioética de los
principios, la relación esencial entre bioética y derechos humanos no que-
dó salvada y según Robert Baker el fundamentalismo moral entró definiti-
vamente en bancarrota siendo una prueba de ello las conclusiones del
Informe de 1996 de la Comisión sobre Experimentos con Radiación Hu-
mana en las que no hubo una sola condena merced a la introducción de la
distinción entre acciones morales y agentes morales.212 Se juzgó allí a los
militares de Estados Unidos que durante la época de la Guerra Fría con la
Unión Soviética y bajo hipótesis de conflicto nuclear habían expuesto a
experimentos radioactivos a población civil de hombres y mujeres, niños,
adultos y ancianos. La conclusión fue que las acciones habían sido inmo-
rales pero los agentes habían actuado en un marco de “ignorancia cultural-
mente inducida” y por ello eran —supuestamente— exculpables. La intro-
ducción del concepto de “ignorancia culturalmente inducida” permitió la
arbitrariedad de exculpar a otros de la misma nación. Pero también permi-
tiría hipotéticamente —y contrario sensu— exculpar las acciones de
211 Jonsen, Albert, “Health Care: Right to Health Care Services”, en W. Reich (ed),
Encyclopaedia of Bioethics, Nueva York, Simon&Shuster Macmillan, 1978, pp.
623-629; Macklin, Ruth, “Rights in Bioethics”, cit., nota 132.
212 Baket, Robert, “A Theory of International Bioethics...” (1998), cit., nota 78.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 127
213 Véase Macklin, Ruth, Against Relativism, Nueva York, Oxford University Press,
1999; otra de sus obras es “Circumcision Revisited (Letter)”, Hastings Center Report 1997,
vol. 27, num. 2, pp. 4 y 5; Rubinstein, Robert, Lane, Sandra, Ibidem, p. 5.
214 Gracia, Diego, Profesión Médica, investigación y justicia sanitaria, Bogotá, El
Buho, 1998, pp. 58-76. Gracia ha insistido con ese paternalismo imperial en bioética en
su artículo “La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos. Algunas cla-
ves para su lectura”, en Gros Espiell, H. y Gómez Sánchez, Y. (coords.), La Declaración
Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, Granada, Comares, 2006,
p. 15: “Cabe plantearse la pregunta de si tiene algún sentido hablar de una declaración
universal de bioética. Y pienso que puede responderse afirmativamente. No se trata, por
supuesto, de imponer a nadie nada, ni de extender a todos lo que nosotros consideramos
correcto o incorrecto. Se trata de dar unas normas, sobre todo procedimentales, de for-
mación moral; se trata de elaborar unos materiales que puedan ser útiles a todos, espe-
cialmente a quienes viven en el tercer mundo; se trata de ayudar a la formación moral de
los individuos y las sociedades.” (el énfasis es nuestro).
128 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
215 Macklin, Ruth, Mortal Choices: Bioethics in Today’s World, Nueva York, Pant-
heon Books, 1987 (trad. esp. Dilemas, Buenos Aires, Atlántida, 1992); Levine, Robert,
Ethics and Regulation of Clinical Research, cit., nota 132, Gracia, Diego, Fundamentos
de Bioética, cit., nota 131.
216 Véase Macklin, Ruth, Rights in Bioethics, Idem; de Gracia, Diego, Fundamentos de
Bioética, Idem, y de Levine, Robert, Ethics and Regulation of Clinical Research, Idem. En
la Asamblea 2003 de la Asociación Médica Mundial celebrada en Helsinki en la que se de-
batió la pretensión de modificación del párrafo 30 de la Declaración, Macklin sostuvo una
postura contraria al “doble estándar”. Sin embargo, su método analítico de argumentos y
contra-argumentos encerraba una falacia y es que consideraba toda pretensión argumentati-
va como “moral” sin distinguir entre pretensiones estratégicas autointeresadas —como mu-
chas de las esgrimidas por la industria farmacéutica— y pretensiones morales universales.
A esta objeción que le formulé entonces respondió que para ella debían tenerse en cuenta
“todos los intereses”. La visión de Levine pasa por ser menos sutil.
217 Véase de Macklin, Ruth, Against Relativism, cit., nota 213. Por su parte, Diego
Gracia ha dicho —Brasilia, VI Congreso Mundial de Bioética, 2002— que querer hablar
de una “bioética latinoamericana” es “peligroso” y podría conducirnos al camino equivo-
cado que tuvieron los soviéticos que quisieron inventar una “matemáticas soviética” o al
de quienes en América Latina hablaron de una “teología de la liberación”.
218 Gracia tuvo a su cargo la maestría del Programa Regional de Bioética para Améri-
ca Latina y el Caribe de OPS; Macklin ha intervenido en diversos programas internacio-
nales y uno de ellos ha sido el Programa del Centro Fogarty de los Institutos Nacionales
de Salud; Levine ha coordinado la revisión 2002 de las Pautas CIOMS-OMS e interviene
asimismo en diversos proyectos internacionales.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 129
221 Nino, Carlos, Ética y Derechos Humanos, cit., nota 80, p. 46.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 131
rio nacional y por la enorme gravedad de los cargos, tuvo el impacto de una conmoción
en el campo de la bioética argentina y regional.
226 Rorty, Richard, ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo,
Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 1997, pp. 94 y 95 (original alemán, Hoff-
nung Statt Erkentniss: Eine Einführung in die Pragmatische Philosophie, Viena, Passa-
gen Verlag, 1994).
134 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
232 En este trabajo el término “retórica” que se menciona varias veces alude a dos
grandes usos: i) el nuestro para señalar la “bioética retórica” del fundamentalismo de los
principios éticos y su disociación de los derechos humanos, y en modo opuesto, ii) el del
principialismo y el pragmatismo para señalar “la retórica internacionalista de los dere-
chos humanos”. Ambos coincidimos, sin embargo, en tomar el significado original de re-
tórica dado por Heinrich Gomperz como el de un lenguaje, discurso, o palabras sin un
contenido objetivo, tal como el que utilizaron muchos sofistas antiguos. En nuestro caso
hemos recurrido al concepto de “ideología” y sus requisitos de respaldo empírico —tiem-
po, lugar, agente y resultados— para tratar de fundamentar nuestra argumentación sobre
ese proceso de vaciamiento de significado. El concepto filosófico de retórica tiene sin
embargo una gran variedad de significados según distintos autores y no puede ser reduci-
do, en cualquier caso, al uso despectivo que tiene muchas veces en el lenguaje ordinario.
233 Rubinstein, Robert, Lane, Sandra, “Circumcision Revisited. Reply”, Hastings
Center Report 1997, cit., nota 213.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 139
234 Véase “Las nociones de bienestar, capacidad, estilo de vida y estándar de vida”, en
Martha Nussbaum y Amartya Sen (comps.), La calidad de vida, Madrid, Fondo de Cultu-
ra Económica, 1996. El desarrollo humano sustentable enlaza a través de esas nociones
con el concepto de desarrollo sustentable entendido como desarrollo económico, desarro-
llo social y protección del medio ambiente.
140 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
242 Véase las siguientes obras de Rescher, Nicholas: The Primacy of Practice, Oxford,
Basil Blackwell, 1973 (trad. española, La primacía de la práctica, Madrid, Tecnos,
1980); Scepticism, Oxford, Basil Blackwell, 1980; Rationality. A Philosophical Inquiry
into the Nature and the rationale of Reason, Nueva York, Oxford University Press, 1988
(trad. española, La racionalidad. Una indagación filosófica sobre la naturaleza y la justi-
ficación de la razón, Madrid, Tecnos, 1993. Veáse especialmente “Racionalidad cognos-
citiva y riesgo: una crítica al escepticismo”, pp. 64-89).
243 Véase Rescher, Nicholas, Pluralism, cit., nota 230, p. 80: En el racionalismo con-
textualista sólo es aceptada una de las posiciones discordantes y su aceptación tiene una
base racional aunque esta base pueda diferir en perspectiva de grupo en grupo, era en era
y escuela en escuela.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 143
244 Chisholm, Roderick M., Teoría del Conocimiento, Madrid, Tecnos, 1982, pp.
144-146 (original inglés, Theory of Knowledge, Nueva Jersey, Prentice Hall, 1977).
245 Rescher, Nicholas, Pluralism, cit., nota 230, pp. 64-66.
144 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
cher hay dos razones por las que la discusión actual sobre el pluralismo
cognitivo debiera enfocarse a las creencias más que a los métodos: 1) si
el pluralismo metodológico implica al pluralismo de creencias entonces las
implicancias del último se seguirán de las del primero; y 2) si los debates
actuales en torno al pluralismo cognitivo presuponen una noción de racio-
nalidad en la que el método inductivo estándar de la ciencia tiene una po-
sición predominante para el conocimiento e investigación del mundo, en-
tonces la cuestión del pluralismo metodológico no tiene mucho sentido.
Pero ¿de dónde surgen entonces las diversas posiciones que dan lugar al
pluralismo? Rescher dice: son los distintos antecedentes de experiencia los
que pueden conducir a la gente al desacuerdo ya que la conformidad o
desviación con un patrón preestablecido de normalidad es toda la diferen-
cia que hay en cómo se interpreta una información determinada. Su ejem-
plo sobre la salud es claro en este sentido: cuando alguien se queja de sen-
tirse mal, las conclusiones sobre ese dato serán diferentes si quienes
rodean a la persona son todos hipocondríacos o son todas personas saluda-
bles. El contexto —como en la ética clínica y casuística— es esencial. La
formación racional de opinión descansa sobre procesos fundamentalmente
inductivos que abarcan la búsqueda para la construcción de la estructura
menos compleja de creencias capaz de contestar nuestras preguntas aco-
modando los datos disponibles. Estos “datos disponibles” son cruciales ya
que siendo claramente un factor contextualmente variable y dado que sólo
podemos aprender acerca de la naturaleza interactuando con ella todo de-
penderá de dónde y cómo topemos con la misma en nuestra interacción.
Pero siendo la experiencia algo que difiere entre edades, culturas, y hasta
en cierto modo de persona a persona; aún cuando un método particular sea
aceptado —por ejemplo: el método inductivo de la indagación racional—
la situación experiencial de quienes lo practican puede y debe engendrar
un pluralismo de resultados sustancialmente diferentes. Obviamente, esta
visión de Rescher se opone a las bases epistemológicas de la visión deduc-
tiva de la bioética de los principios y a una de sus versiones como es la si-
guiente: “Por ende, nosotras no concordamos con la propuesta de que hay
problemas (éticos) que corresponden a determinados países en función del
grado de desarrollo que éstos tengan”.246 Ya hemos visto cómo del funda-
246 Luna, Florencia y Salles, Arleen, “Develando la Bioética. Sus diferentes proble-
mas y el papel de la filosofía”, Perspectivas Bioéticas en las Américas, año 1, núm. 1,
1996, p. 19.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 145
251 La introducción con gran impacto del concepto “el fin de las ideologías” corres-
ponde a Daniel Bell en The End of ideology: On the exhaustion of political ideas in the
fifties, Glencoe, t. III, The Free Press, 1960 (trad. española El fin de las ideologies, Ma-
drid, tecnos, 1964).
252 Fernández Ordóñez, M. A., “La convergència en les idees sobre politica econòmi-
ca de l’enfrontament al consens”, en Guitián, M. y Muns Albuixech, J., La cultura de la
estabilidad y el consenso de Washington, cit., nota 202, p. 145.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 149
253 Rorty, Richard, ¿Esperanza o conocimiento? cit., nota 226, pp. 95 y 96.
254 Para la noción de “Ideología” pueden verse entre otros Chatelet, François, Historia
de las Ideologías, Madrid, Zero, 1978, 2 vols.; Lenk, Kurt, El concepto de ideología,
Buenos Aires, Amorrortu, 1974; Rossi-Landi, Ferruccio, Ideología, Barcelona, Labor,
1980; Blackburn, Robin (ed.), Ideología y Ciencias Sociales, Barcelona, Grijalbo, 1977;
Geiger, Theodor, Ideología y Verdad, Buenos Aires, Amorrortu, 1972.
150 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
258 Chadwick, Ruth y Schüklenk, Udo, “Bioethical Colonialism?”, cit., nota 48.
259 Expresión de Robert Temple de la Food and Drug Administration —United States
of America— vertida en la Asamblea de la Asociación Médica Mundial en Helsinki,
10-13 de septiembre de 2003.
260 Levine, Robert, “The need to revise the Declaration of Helsinki”, cit., nota 15.
261 Esta fue la posición sostenida por Ruth Macklin y Fernando Lolas en la Asamblea
2003 de la AMM en Helsinki. Macklin sostuvo que todos los interesados deben estar sen-
tados a la mesa del diálogo moral adjudicando en este hecho —como Rorty— carácter
indiferenciado a argumentos de intereses e ideales. Lolas dijo además que “interesado”
proviene etimológicamente de “inter-esse” que refiere a la relación entre seres.
154 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
263 Para el concepto de alienación véase Joachim, Israel, Teoría de la alienación, Bar-
celona, Península, 1977; Schaff, Adam, La alienación como fenómeno social, Barcelona,
Crítica, 1979. Véase asimismo el uso del concepto de “extraños morales” que hace Engel-
hardt en Los fundamentos de la bioética, cit., nota 131, en particular en las pp. 106 y 107.
264 Ruyer, Raymond, La filosofía del valor, México, Fondo de Cultura Económica,
1969, pp. 54 y 55.
158 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
1980; Dussel, Enrique, Filosofía de la Liberación, 5a. ed., Bogotá, Nueva América, 1996;
Ellacuría, Ignacio, El compromiso político de la filosofía en América Latina, Bogotá, El
Buho, 1994; Henríquez Ureña, Pedro, Historia de la Cultura en la América Hispánica,
México, FCE, 1947; Romero, Francisco, Sobre la filosofía en América, Buenos Aires, Rai-
gal, 1952; Salas Astraín, Ricardo (coord.), Pensamiento crítico latinoamericano, Santiago
de Chile, Ediciones Universidad Católica Silva Henríquez, 2005, 3 vols.; Salazar Bondy,
Augusto, Existe una filosofía de nuestra América?, México, Siglo XXI, 1968; Manuel
Ugarte, La patria grande [1922], Buenos Aires, Coyoacán, 1961; Zea, Leopoldo, El pensa-
miento latinoamericano [1965], Edición ampliada en México, Pormaca, 1976; Zea, Leo-
poldo, La filosofía latinoamericana como filosofía sin más, México, Siglo XXI, 1969.
160 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
267 Véase Corte Interamericana de Derechos Humanos, Case of the Saramaka People
vs. Suriname, juicio de 27 de noviembre de 2007. En la denuncia que hace la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos ante la CIDH, alega que el pueblo de Saramaka es
una comunidad tribal y que el derecho internacional de los derechos humanos impone al
Estado la obligación de respetar los derechos de los pueblos tribales incluído el derecho a
la propiedad colectiva de sus tierras. Pero el Estado de Suriname disiente y discute ese
alegato. La Corte observa que el pueblo de Saramaka no es originario de la región que
habita sino que fue llevado allí durante la época colonial. Es uno de los seis grupos Ma-
roon de esclavos africanos llevados a la fuerza a Suriname durante el siglo XVII. Están
organizados en doce clanes matrilineales con una población de 25000 a 34000 indivi-
duos. Sin embargo, comparte con los pueblos indígenas el tener tradiciones culturales,
económicas y sociales diferentes de las de otros sectores de la comunidad nacional, iden-
tificándose a sí mismos con sus territorios ancestrales y regulándose al menos parcial-
mente con sus propias normas, costumbres y tradiciones. La tierra es más que una fuente
de subsistencia porque es también la fuente de continuidad de la vida y la identidad cul-
tural. Por esos y otros elementos la Corte considera que el pueblo de Saramaka es una co-
munidad tribal y que por ello y según su jurisprudencia requiere medidas especiales den-
tro del derecho internacional de los derechos humanos para proteger y garantizar su
supervivencia física y cultural.
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 161
sentido tendría el hablar del respeto del sistema moral de un grupo huma-
no como el de los esquimales, por ejemplo, en un mundo de calentamien-
to global de la atmósfera, de la depredación de focas y ballenas, de cielos
surcados una y otra vez por aviones y naves espaciales, y de mares salpi-
cados de petróleo? ¿Qué parte del sistema moral de ese grupo estaríamos
respetando? Por otro lado, ¿qué sentido tendría el respeto del sistema
moral de los vascos por el estado-nación español si no fuera desde un su-
puesto de respeto común a un mínimo de universalidad moral en la
disputa política sobre el estado que excluyera la matanza de población
civil? O ¿qué sentido tendría la moralidad del estado-nación mexicano si
no fuera con un mínimo respeto de la identidad chiapaneca? Una de las
grandes debilidades, no ya de la ética filosófica que presume ampararse en
la cada día más débil distinción entre teoría y práctica (o aplicación), sino
de la bioética en tanto ética “aplicada” o ética “práctica”, es dejar de lado
todas estas consideraciones al hablar de los fundamentos de la bioética.
Cuando Daniel Callahan visitó Argentina en 1998 repitió aquella frase
del Eclesiastés que cita en la segunda edición de la Encyclopedia of
Bioethics: “nada hay nuevo bajo el sol”. En sus palabras había una suerte
de conclusión sobre su corto viaje a una parte de América Latina y su
contacto con nuestra práctica de la bioética. Una conclusión para nada
ofensiva toda vez que él ha expresado también con esa frase su creencia
en que si bien desde una determinada perspectiva la bioética es un campo
moderno en razón de los avances científicos y tecnológicos que han cam-
biado nuestra comprensión sobre la naturaleza, el cuerpo y la vida huma-
na; por otro lado la clase de cuestiones planteadas por esos avances están
entre las más antiguas que los seres humanos se han hecho a sí mismos
desde siempre.
No cuesta acordar con esta doble visión para pensar las cuestiones
bioéticas en América Latina. Sin embargo, en ese mismo acuerdo está la
raíz de importantes diferencias. Puede pensarse por un lado en cuanta
analogía guardan muchos de los debates que hoy tenemos en bioética en
nuestros países, con las cuestiones discutidas en política, derecho y teo-
logía en el siglo XVI en torno a los indígenas de estas tierras, a su seño-
río, sus culturas y religiones, y al derecho del Imperio sobre todas ellas;
discutidas por ejemplo por Francisco de Vitoria en Relecciones del Esta-
do, de los Indios, y del Derecho de la Guerra. Y al recordar esto pode-
mos decir —pensando en el debate sobre las relaciones entre bioética y
derechos humanos— “nada hay nuevo bajo el sol”. Pero esta clase de
162 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
268 Véase una profunda reflexión sobre el significado para la época moderna de la re-
lación entre vita activa y vita contemplativa en Arendt, Hannah, La condición humana,
Buenos Aires, Paidós, 2003 (título original The Human Condition, Chicago, The Chicago
University Press, 1958).
MEMORIA Y GENEALOGÍA DE LA INDIGNACIÓN 163
269 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Loayza Tamayo. Medidas pro-
visionales, 30 de mayo 1996; Resolución del Presidente, 12 de junio de 1996; Resolución
de la Corte, 2 de julio 1996; Resolución de la Corte, 13 de septiembre 1996; Sentencia,
17 de septiembre 1997; Resolución de la Corte, 11 de noviembre 1997; Reparaciones, 27
de noviembre de 1998; Resolución del Presidente, 13 de diciembre 2000; Resolución de
la Corte, 3 de febrero de 2001; Resolución de la Corte, 28 de agosto 2001.
164 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
169
170 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
273 Macklin, Ruth, “Dignity is a useless concept. It means no more than respect for
persons or their autonomy”, cit., nota 132.
274 Sostener que un término —en este caso el de dignidad— puede ser eliminado “sin
pérdida de contenido”, es asegurar que ese término tiene un uso retórico. Ya hemos dis-
tinguido el significado y los usos del concepto “retórica” en este trabajo.
275 Macklin codirigió en Argentina junto a Florencia Luna uno de los programas del
Centro Fogarty de los Institutos Nacionales de Salud, cuya iniciativa puede entenderse
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 171
como dirigida a asegurar a los estudios patrocinados por Estados Unidos en países no de-
sarrollados el funcionamiento sin conflictos de un sistema internacional de revisiones
“éticas” de las investigaciones biomédicas. Véase además, en torno a una seudobioética,
“Trust and the bioethics industry” (Editorial), cit., nota 195.
276 En la 11a. Reunión del Comité Internacional de UNESCO convocada el 23 y 24
de agosto de 2004 para discutir la propuesta de una “Declaración Universal de Bioética”,
el representante del Nuffield Council of Ethics reprodujo la pregunta introducida por
Macklin: ¿Cómo se define “dignidad humana” para evitar su vaguedad en los diversos
contextos de aplicación? La respuesta del juez Kirby que presidía la sesión no ofreció fi-
suras al decir que el concepto formaba parte de la historia entera de las Naciones Unidas
y sus documentos y que asimismo la jurisprudencia internacional era sobreabundante al
respecto.
277 Hume, David, Investigación sobre la moral, Buenos Aires, Losada, 2004, p.139.
172 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
por una suma de 48,000 millones de euros (luego elevada a 55,000 millo-
nes cuando el grupo suizo Novartis quiso terciar en las negociaciones).
El nuevo grupo farmacéutico europeo Sanofi-Aventis pasó a tener
una cifra de negocios que lo ubicó en tercer lugar del mercado mundial
siguiendo al laboratorio Pfizer (USA) y a Glaxo-Smith-Kline (UK).
Estas cifras superaban ampliamente el presupuesto nacional anual que
pudieran alcanzar decenas de países del mundo. Entonces puede verse
que el sentido económico-político del concepto de “utilidad” ha de ser
cuidadosamente tenido en cuenta por quienes pretenden argumentar en
un sentido ético-filosófico dentro del campo de la bioética. Pero el ante-
cedente mayor de esa conversión de la investigación biomédica y biotec-
nológica en cuestión de interés nacional y política exterior para un país
rico en desarrollo industrial,278 hay que ir a buscarlo a la derrota del plan
de reforma del sistema nacional de salud de los Estados Unidos bajo la
presidencia Clinton. Esa derrota fue debida en modo central a los inte-
reses de la industria farmaceútica y biotecnológica que debían servir de
fuente principal de financiación de la reforma del sistema de salud me-
diante una fuerte disminución en el precio de los medicamentos.279 Se
trató de una derrota del pensamiento demócrata tradicionalmente ligado
a la defensa de los derechos civiles y de una sociedad más redistributiva,
por parte del pensamiento ligado a valores conservadores y a los intere-
ses empresarios que tradicionalmente representa el partido republicano.
La pretensión de bajar el precio de los medicamentos en el mercado de
Estados Unidos fue derrotada. Y como es frecuente observar en ese
país, la derrota fue seguida de reconocimiento político interno y acepta-
ción de la misma.
La industria farmacéutica invertiría luego en la campaña de George
Bush a la presidencia, buscando frenar la regulación del precio de los
278 Decimos para un país rico —y cabría agregar imperial— porque otros países tam-
bién pudieron definir como de interés nacional el desarrollo de la industria farmaceútica
y biotecnológica sin alcanzar las consecuencias que para la ética de la investigación in-
ternacional en países pobres habría de tener la situación en Estados Unidos. De hecho, y
en un extremo político y económico opuesto, un país socialista como Cuba se fijó esa
prioridad nacional.
279 Véase Navarro, Vicente, Why The U.S. Does Not Have A National Health Pro-
gram, Baywood, 1992; The Politics of Health Policy: The U.S. Reforms, 1980-1994;
Blackwell Publishers, 1994. También: Charatan, Fred “Las compañías farmacéuticas
ayudaron a pagar la inauguración del mandato presidencial de Bush”, British Medical
Journal, 2001, núm. 322, p. 192.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 173
280 President’s Commission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biome-
dical and Behavioral Research, Deciding to forgo life-sustaining treatment, Washington
DC, US Government Printing Office, 1983, p. 24 (la traducción al español es nuestra).
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 175
281 Macklin, Ruth “Dignity is a useless concept. It means no more than respect for per-
sons or their autonomy”, cit., nota 132, p. 1420: “Although the aetiology may remain a
mystery, the diagnosis is clear. Dignity is a useless concept in medical ethics and can be
176 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
aparentemente contundente. Sin embargo, para que una bioética sea verda-
dera es necesario realizar una crítica de los enunciados falsos y por eso es
que aquí trataremos de demostrar la falsedad de todos esos dichos.
Se atribuye a Jean Rostand el afirmar que lo grave no es decir tonte-
rías sino decirlas en nombre de principios; pero no sería adecuado res-
ponder a los dichos que hemos descrito como si se tratara de una tontería
—aunque grave— ya que aunque esos dichos ofrezcan tantos flancos dé-
biles a la crítica que la inconsistencia de sus enunciados resulte en cierto
modo autoevidente, se trata sin embargo de una posición extremadamen-
te representativa del fundamentalismo de los principios éticos asociado al
pragmatismo liberal y de las consecuencias que se derivan de ellos. Decir
que la dignidad es un concepto inútil para la ética médica no es ni puede
ser una tontería. Y dado el predicamento que al modo de Protágoras y los
sofistas tienen hoy algunos bioeticistas que acceden a espacios de gran
difusión e impacto en la formación de opinión, desde donde siempre es
posible causar al menos una masa considerable de confusión, hay que so-
meter a crítica toda pretensión de considerar al concepto de dignidad
“inútil” o prescindible. Para decirlo en términos de historia de la filosofía
y utilizar emociones racionales, se trata de enfrentar a la destrucción o
contradicción de los filósofos (Algazel) de esta nueva sofística oponién-
doles la correspondiente destrucción de la destrucción (Averroes) en tér-
minos de significación conceptual. Debemos considerar sobre todo que
el ataque al concepto de dignidad, siendo un ataque a los fundamentos
éticos de los derechos humanos, resulta ser a la vez un ataque a los con-
tenidos de toda ética profesional o interdisciplinaria que considere a los
derechos humanos indisociablemente unidos a la misma (sea ésta la ética
eliminated without any loss of content.” (la traducción al español es nuestra). Taylor, Char-
les dice en Fuentes del yo. La construcción de la identidad moderna, cit., nota 66, p. 22:
“Si se quiere discernir más sutilmente qué es lo que tienen los seres humanos que los hace
valedores de respeto, hay que recordar lo que es sentir la llamada del sufrimiento humano,
o lo que resulta repugnante acerca de la injusticia, o la reverencia que se siente ante la vida
humana. Ningún argumento puede mover a alguien desde una postura neutral ante el mun-
do, se haya adoptado ésta por exigencias de la ‘ciencia’ o sea consecuencia de una patolo-
gía, hasta la razón de la ontología moral… Al principio me referí al ‘trasfondo’ que respal-
da nuestras intuiciones morales y espirituales. Ahora podría parafrasear lo dicho afirmando
que mi objetivo es examinar la ontología moral que articula dichas intuiciones. ¿Qué ima-
gen de nuestra naturaleza y actitud espiritual da sentido a nuestras respuestas? ‘Dar senti-
do’ significa aquí la articulación que hace que dichas respuestas sean apropiadas: identifi-
car qué es lo que hace que un objeto sea digno de respeto…”.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 177
pregunte por ello. Mucho más razonable resultaría —sin embargo— que
alguien se preguntara por la dignidad humana y sus violaciones en caso
que la ética médica estuviera despoblada de apelaciones y reclamos por
las mismas o que los bioeticistas nada dijeran de ello salvo generalidades
vacías de referencias particulares a esas violaciones como pudo verse en
América Latina durante la década de los noventa respecto a los estragos
del neoliberalismo para la ética de la vida y el vivir en la Región. Pero
las preguntas que se han hecho a ese poblamiento de apelaciones y recla-
mos a la dignidad en la ética médica han sido preguntas sobre la coheren-
cia y utilidad de las mismas para un análisis ético creyendo ver —y que-
riendo hacernos ver— que tales apelaciones son vagas reexposiciones de
otras nociones más precisas o que son meros eslóganes que no agregan
nada a la comprensión del tópico. No obstante, y si bien hay muchas pre-
guntas para hacerse respecto de un análisis ético, nada nos dice que la
coherencia y la utilidad hayan de ser los principales criterios de los inte-
rrogantes que debamos hacernos. Es por esta razón que quienes preten-
dan esgrimirlos como ejes de un análisis ético-filosófico (verdadero) es-
tarán obligados a justificar adecuadamente frente a otras alternativas la
mayor adecuación de los mismos para la interrogación en términos de
coherencia argumentativa. De ese modo, el salto hacia el deber de inte-
rrogarnos —en nuestro caso sobre la coherencia y utilidad— encontraría
una justificación racional. Bertrand Russell, al analizar el pragmatismo
de William James, decía:282
282 Russell, Bertrand, Historia de la filosofía occidental, libro III, cap. XXIX; Wi-
lliam, James, Obras Completas, Madrid, Aguilar, t. I, pp. 689-696.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 179
283 En modo menor, el acceder a editorializar una revista líder en medicina es un uso
de poder que abre un interrogante sobre la vía de acceso en tanto se presume que en un
editorial del British Medical Journal se han de decir cosas de “verdadera” importancia
para los médicos.
284 San Agustín, Confesiones, XI, p. 17.
180 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
propias metas (las de los ricos o poderosos) sin beneficios adecuados para
compensar a los individuos o los grupos que son dependientes o menos
poderosos”.285 Hay que entender que aquí se quiere decir —según subra-
yamos en cursivas—, que la condición de explotación tiene una variable
condicional que es la existencia o no de beneficios adecuados de compen-
sación. Se trata de una fina sutileza de enmascaramiento mediante la intro-
ducción de un enunciado supuestamente corrector, pero innecesario.
La definición de explotación tiene mayor consistencia si prescindimos
de ese condicional. Las razones sobran para ello. Puede decirse en primer
lugar que hablar de una explotación que pueda ser compensada es una
contradicción en los términos ya que explotar a alguien consiste precisa-
mente en tomar de él aquello que no debería haber sido tomado, por lo
cual la única “compensación” posible de la explotación es la no explota-
ción. Si decimos que hacer trabajar a los niños es una explotación, con
ello queremos decir simplemente que el trabajo infantil debe prohibirse
porque no hay nada que pueda compensarlo. Se nos podrá decir todavía
que debemos distinguir entre “explotación dañina” y “explotación mu-
tuamente ventajosa” entendiendo por esta última aquellas en las que el
explotado gana en la transacción al igual que lo hace el explotador sien-
do mutua la ventaja de la transacción pero no la explotación. Y si deci-
mos que una transacción mutuamente ventajosa y consentida no puede
ser injusta se nos dirá que esto no es una cuestión de lenguaje sino una
cuestión sustantiva (de justicia) y que no hay razón para pensar que nues-
tra posición sea la correcta.286 Pero este esfuerzo analítico no logra modi-
ficar el significado asociado a la injusticia que tiene el término tanto en
lengua inglesa al decir “exploitation is an unjust or improper use of anot-
her person for one’s own profit or advantage” o en lengua española al
decir “explotar es aplicar en provecho propio, por lo general de un modo
abusivo, las cualidades o sentimientos de una persona, o un suceso o cir-
cunstancia cualquiera”.287 Y para quienes aceptan como correcta la posi-
288 Véase Jonson, M. Glen y Symonides, Janusz, The Universal Declaration of Hu-
man Rights: A History of its Creation and Implementation 1948-1998, UNESCO, 1998.
184 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
289 Bueno, Gustavo, “Los Derechos Humanos”, El sentido de la vida..., cit., nota 91,
pp. 367-373.
290 Rescher, Nicholas, La lucha de los sistemas. Un ensayo sobre los fundamentos e
implicaciones de la diversidad filosófica, México, Universidad Nacional Autónoma de
México, 1995, p. 70.
291 Jonsen, Albert, The Birth of Bioethics, cit., nota 1, pp. 99-106; Jonsen, Albert y
Toulmin, Stephen, The Abuse of Casuistry, cit., nota 124, pp. 1-20.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 185
292 En 1950, en medio de una discusión sobre arte, Picasso le dice a su amigo y secre-
tario Jaime Sabartés: “Si uno se pusiera a copiar Las Meninas, de toda buena fe, ponga-
mos por caso, al llegar a cierto punto y si el que copiase fuese yo, me diría: ¿Qué tal sería
poner a ésa un poquitín más a la derecha o a la izquierda? Y probaría a hacerlo a mi ma-
nera, olvidando a Velásquez. La prueba me llevaría de seguro a modificar la luz o a cam-
biarla, con motivo de haber cambiado de lugar a un personaje. Así, poquito a poco, iría
pintando unas Meninas que parecerían detestables al copista de oficio; no serían las que
él creería haber visto en la tela de Velásquez, pero serían mis Meninas…”. Citado en Ra-
fart i Planas, Claustre, Las Meninas de Picasso, Barcelona, Meteora, 2001, p. 28. Véase
también Foucault, Michel, Las palabras y las cosas, 10a. ed., cap. I, Las Meninas, Méxi-
co, Siglo XXI, 1978, pp. 13-25.
186 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
293 Véase el capítulo “La libertad y la condición de ser agente” en Sen, Amartya, Bie-
nestar, justicia y mercado, cit., nota 270, pp. 85-108.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 187
297 Puede hablarse de determinaciones sociales dejando de lado las determinaciones in-
troducidas en el campo de la manipulación del material genético. Estas tienen secuencias
de causalidad “cerradas” sobre la dinámica propia de las leyes de la genética aunque la ma-
nipulación como conducta de los científicos obedezca a determinaciones ético-sociales. So-
bre la exclusión social y la pobreza extrema en tanto determinantes que afectan a la cons-
trucción de un proyecto de vida véase el ya mencionado caso Haitianos…de la CIDH.
298 Puente Ojea, Gonzalo, Ideología e Historia: el fenómeno estoico en la sociedad
antigua, Madrid, Siglo XXI de España, 1979.
299 Véase un excelente abordaje sobre la aspiración filosófica a una autosuficiencia
racional con independencia de la ‘suerte’ (luck) en Nussbaum, Martha, The fragility od
goodness. Luck and ethics in Greek tragedy and philosophy, Nueva York, Cambridge
University Press, 1986.
300 Rostovtzeff, M., Historia social y económica del mundo helenístico, Madrid,
Espasa-Calpe, 1967, t. II, pp. 1257-1262.
301 Para la relación entre libertad y bienestar véase el capítulo “El bienestar y la liber-
tad” en Sen, Amartya, Bienestar, justicia y mercado, cit., nota 270, pp. 61-84.
190 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
multánea concepción del sujeto autómata. El sujeto “libre de” las deter-
minaciones fenoménicas que lo condicionan habrá alcanzado el reino de
la libertad (autonomía) amenazada. Pero frente a ello, el concepto de dig-
nidad humana reserva un espacio inalienable a todo destino externo cuya
potencialidad de sentido teleológico puede ponerse en acto toda vez que
la indignación lo promueva. De este modo, resulta un término contrario
a la concepción liberal-pragmática de aceptación del mundo “real y tal
cual es”, cuya fuente más alejada hay que ir a buscarla a los esbozos es-
toicos de una doctrina de la aceptación para la vida y el vivir en tiempos
difíciles de esclavitud o servidumbre, de proletarización o exclusión, pe-
ro siempre de explotación y miseria.
La conflictividad moral nacional de la década de los setenta en Estados
Unidos se expresó en vías divergentes por la ética particular religiosa de
los defensores de la santidad de la vida en las investigaciones sobre em-
briones procedentes de abortos y por la ética universal secular de los de-
fensores de los derechos civiles en las investigaciones biomédicas ejempli-
ficadas por el estudio Tuskegee. Y se “saldó” en modo intermedio con la
proclama de los “principios éticos básicos” del Informe Belmont luego
transformados en “principios éticos prima facie” por Beauchamp y Chil-
dress. Del mismo modo, la conflictividad moral internacional de finales de
los años noventa se expresó en la vía convergente de los reclamos de pro-
tección de la dignidad humana por la ética particular religiosa de los de-
fensores de la santidad de la vida en las tecnologías reproductivas y la
clonación humana, y por la ética universal secular de los defensores de
los derechos humanos en las investigaciones biomédicas internacionales.
Y se pretende saldar con la hipostatización del principio de autonomía o
de “respeto por las personas”.302 Por eso es que la concepción liberal-prag-
mática del concepto filosófico es, en su base, una negación de la acepta-
ción verdadera de las diferencias y por tanto de las creencias y juicios au-
tónomos. La concepción moral universalista de los derechos humanos
postula en cambio una noción del concepto que —como en el caso de la
dignidad humana— permite un acuerdo básico en el significado formal del
mismo. Lo cual no implica desconocer la pluralidad de creencias y tradi-
ciones sino que posibilita una diversidad material de exigencias morales
según los contextos de acción y establece una vía unificada para la signi-
302 Véase Holm, Soren, “Not just autonomy –the principles of American biomedical
ethics”, Journal of Medical Ethics, vol. 21, 1995, pp. 332-338.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 191
303 Los organismos de derechos humanos en Argentina —como sucede en otros países
según sus particularidades—, incluyen militantes provenientes tanto del peronismo o el
radicalismo como del socialismo, la democracia cristiana y otros partidos políticos, mien-
tras que a la vez reúnen a ateos y creyentes sean estos católicos, protestantes, judíos, islá-
micos o de otros cultos.
304 Verbitsky, Horacio, El Vuelo, cit., nota 222, pp. 39 y 40.
192 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Resulta claro en primer lugar que respeto por las personas no es sinó-
nimo de respeto de la autonomía, y que la obligación de protección de
los sujetos con su autonomía reducida no se puede fundar en el respeto
306 U.S. Congress, The Belmont Report, cit., nota 25, pp. 4-6.
307 Ibidem, p. 4: “Respect for persons incorporates at least two ethical convictions:
first, that individuals should be treated as autonomous agents, and second, that persons
with diminished autonomy are entitled to protection. The principle of respect for per-
sons thus divides into two separates moral requirements: the requirement to acknowled-
ges autonomy and the requirement to protect those with diminished autonomy.” (la tra-
ducción al español es nuestra).
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 197
bién el permiso de terceras partes para proteger a los sujetos de daño ac-
tuando en su mejor interés. Y la voluntariedad, finalmente, requiere con-
diciones libres de coerción e influencia indebida según el Informe. La
influencia indebida ocurre a través de una recompensa excesiva o inapro-
piada para obtener el acuerdo y también puede ocurrir cuando incentivos
ordinariamente aceptables se aplican a sujetos especialmente vulnerables.
De allí que al existir un continuo en los factores de influencia para pre-
siones injustificables, “...es imposible establecer precisamente donde ter-
mina la persuasión justificable y comienza la influencia indebida”.309 Es
esa zona gris, precisamente, la que requiere una respuesta conceptual
adecuada para que la moral pueda seguirse sosteniendo como empresa
racional, respuesta que no puede brindar el principio de respeto por las
personas y mucho menos aún su reducción a simple respeto de la autono-
mía. Y es que hay que decir que el criterio utilizado por el Informe Bel-
mont para definir lo que sea el respeto por las personas ha estado basado
en una determinada idea de persona, idea desde luego más evolucionista
y contextualista que la idea individualista que se presenta en el reduccio-
nismo autonomista.
El Informe Belmont, sin embargo, nada dice al referirse al principio
de respeto por las personas o a su aplicación en modo de consentimiento
informado, que dicho principio requiera la protección de la confidenciali-
dad o la necesidad de evitar la discriminación. Tampoco lo dicen Beau-
champ y Childress que convirtieron en principio de respeto de la autono-
mía lo que era principio de respeto por las personas. La regla de
confidencialidad, por ejemplo, la sostienen en argumentos basados en las
consecuencias, o en los derechos derivados de la autonomía y la intimi-
dad, o basados en la fidelidad.310 No sabemos de qué fuente pueda tomar
alguien esos supuestos requerimientos del principio pero puede que esto
resulte de un juicio completamente infundado antes que de una vaguedad
del tipo que se acusa al concepto de dignidad humana; lo cual resulta
contradictorio considerando que se nos pide que reemplacemos a la dig-
nidad por el respeto por las personas (o su autonomía) en tanto éste sería
más “útil y coherente” que aquélla. De lo que sí habla el Informe al tratar
309 Ibidem, p. 14: “A continuum of such influential factors exists, however, and it is
impossible to state precisely when justifiable persuasion ends and undue influence be-
gins.” (la traducción al español es nuestra).
310 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, pp. 405-408.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 199
queremos decir es que el ser (la identidad personal) y el deber ser (los fi-
nes personales que la libertad como acto conecta con el ser), mantienen
entre sí una relación dialéctica en la cual no puede imaginarse uno de los
términos sin imaginar simultáneamente al otro.
Ningún sentido tiene ser libre si no es para constituirme como sujeto in-
determinado ante los demás, esto es como sujeto auto-determinado frente a
mí mismo. Ningún sentido tiene, asimismo, decir que soy persona si no
puedo actuar libremente para auto-determinarme en tanto individuo sig-
nificado como proyecto de vida. Por eso es que la dialéctica de la moral
como proceso, y por ende la dialéctica de la libertad, suponen la cone-
xión de la idea de libertad con la de la integridad en tanto seguridad —o
resignación— de poder seguir siendo el mismo ante los otros (Montes-
quieu, los estoicos).313 Pero también la conexión de la libertad con la
identidad que la memoria sostiene del ser que es sí mismo en su afirma-
ción y que desde la verdad puede trazar los fines justos que den vida a la
dinámica de su posible renovación. La persona será libre, entonces, en
tanto pueda no sólo “elegir” o consentir o no a una propuesta, sino que se-
rá libre en tanto desde los elementos previos que configuran su memoria, y
a la luz de las verdades a las que se enfrenta en su vivir, pueda trazar un
proyecto de vida responsable de los actos que su libertad determinó. Por
eso es —además— que la concepción del doble estándar es inmoral. Por-
que con ella se pretende cristalizar las determinaciones de sujetos que no
fueron libres —y por tanto no pueden ser responsables— a la hora de
configurar su identidad de pobres, indigentes o excluídos. La gente mue-
re de hambre (y de sed y enfermedades evitables), no por una indecisión
del libre arbitrio (liberum arbitrium indifferentiae) del tipo de la del asno
de Buridán en la que el animal que tuviese ante sí y a una misma distan-
cia a dos haces de heno exactamente iguales, no podría manifestar prefe-
rencia por uno u otro y moriría de hambre.
La gente muere de hambre porque ambos haces de comida están va-
cíos o porque la distancia a la que se encuentran se convierte finalmente
en distancia infinita e insalvable dada una cadena establecida de determi-
naciones. Juan de Buridán no habló de un asno, en rigor, sino de un perro
313 Véase Sartre, Jean-Paul, Crítica de la razón dialéctica, Buenos Aires, Losada,
1963, 2 vols., en particular el Libro II A, “Del grupo. La equivalencia de la libertad como
necesidad y de la necesidad como libertad. Límites y alcances de toda dialéctica realis-
ta”, pp. 9-244.
202 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
317 Uno de los mayores estudios, si no el mayor sobre la sociedad esclavista en Brasil,
es el de Freyre, Gilberto, Casa-grande & senzala, 1933, edición crítica de Giucci, G. et al.,
Buenos Aires, Sudamericana, 2002.
204 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
318 President’s Comission for the Study of Ethical Problems in Medicine and Biome-
dical and Behavioral Research, Deciding to Forego Life-Sustaining Treatment. A Report
on the Ethical, Medical, and Legal Issues in Treatment Decisions , Washington, U. S.
Government Printing Office, 1983, pp. 24-26.
319 Ibidem, pp. 26 y 27.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 205
322 En la Bioética de los Derechos Humanos que proponemos insistimos una y otra
vez en la necesaria interrelación entre valores, deberes (normas, principios, reglas) y vir-
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 207
tudes para poder sostener una teoría ética coherente. En el voto concurrente del Juez
Cançado Trindade para el Caso Haitianos y Dominicanos de Origen Haitiano en la Re-
pública Dominicana de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, éste dice: “La
normativa de protección atinente a los derechos humanos sigue siendo insuficiente, ante
la falta de acuerdo en cuanto a las bases de una verdadera cooperación internacional refe-
rente a la protección de todos los desarraigados. No hay normas jurídicas eficaces sin los
valores correspondientes, a ellas subyacentes. En relación con el problema en cuestión,
algunas normas de protección ya existen, pero faltan el reconocimiento de los valores, y
la voluntad de aplicarlas; no es mera casualidad, por ejemplo, que la Convención Inter-
nacional sobre la Protección de los Derechos de Todos los Trabajadores Migratorios y de
Sus Familiares, una década después de aprobada, aún no haya entrado en vigor.” Se ob-
serva claramente la petición de interrelación entre normas, valores y virtudes —voluntad
de aplicación—. (las itálicas son nuestras).
323 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Caso Ximenes Lopes vs. Brasil. Fon-
dos, reparaciones y costas., sentencia del 4 de julio de 2006.
208 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
324 Sobre el concepto de sufrimiento en relación a la medicina véase Cassell, Eric J.,
The Nature of Suffering and the Goals of Medicine, Nueva York, Oxford University
Press, 1991.
210 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
325 Medical Research Council of Canada, Natural Sciences and Engineering Research
Council of Canada, Social Sciences and Humanities Research Council of Canada.
Tri-Council Policy Statement. Ethical Conduct for Research Involving Humans, Ottawa,
Public Works and Governments Services, 1998.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 211
Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; pri-
vada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares
desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino me-
diato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques
de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no
eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensi-
bilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mu-
jer, la infinita vergüenza por la violación en público; seres no sólo poseí-
dos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso
mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada espe-
ranza.328
326 Nino, Carlos, Juicio al mal absoluto, Buenos Aires, Emecé, 1997. Véase también
Bernstein, Richard J., El mal radical. Una indagación filosófica, Buenos Aires, Edicio-
nes Lilmod, 2004.
327 Informe Nunca Más, cit., nota 225, p. 184.
328 Ibidem, p. 10.
212 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
329 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, p. 117.
330 Ibidem, p. 114.
331 Borges, Jorge Luis, “El Aleph”, Prosa Completa, vol. 2, Barcelona, Bruguera, 1980,
p. 119.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 213
mundo real ha sido siempre, sin embargo, una disputa entre el bien y el
mal. La esclavitud, la servidumbre, la explotación y la miseria, el aban-
dono y la indigencia, la tortura y el crimen, son reiteradas expresiones en
la historia de una visión egoísta y opaca de la vida. Pero postular una
bioética que no se convierta en pragmatismo no significa perder de vista
el mundo real. Significa tan sólo, lo cual es muy diferente, discutir el lu-
gar verdadero de la moral en el mundo real.
340 Bueno, Gustavo, “Individuo y Persona”, El sentido de la Vida..., cit., nota 91, pp.
115-236.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 217
rrecto, pero deducir de ello que no hay respeto alguno de las personas en
juego ante alguien que ha muerto implica al menos una de dos incorrec-
ciones: se puede entender por “respeto de las personas” la definición da-
da en el Informe Belmont y atribuirle un sentido de presunta “indiscuti-
bilidad universal”, pero esto no resiste ni el análisis de la misma
Comisión que lo redactó que señala varios aspectos de tanta complejidad
que requieren de gran moderación en su interpretación. O bien, al decir que
con los cadáveres humanos no está en juego el “respeto por las perso-
nas”, se asocia persona a persona autónoma o a “persona humana indivi-
dual”. En este caso se procede con una idea de lo que la persona sea que
se da por cierta e indiscutible (en vertiente jurídica por ejemplo) sin
aportar una sola línea que fundamente esa creencia.
Es cierto que un cadáver humano no es una persona porque no habla-
mos de estar ante “el cadáver de una persona” (como si a partir de allí la
persona sufriera un proceso de putrefacción o desapareciera incinerada)
sino ante el cadáver de un individuo humano —como se dice en la defi-
nición de muerte de la Comisión Presidencial de los Estados Unidos de
Norte América—. Pero también es cierto que seguimos hablando de de-
terminada persona más allá de lo que pueda suceder con el cadáver del
que fue como individuo. El cuerpo humano se corrompe al ser cadáver y
el individuo humano se corrompe en el cadáver. Pero la persona —aun-
que en sentido jurídico haya dejado de existir con la muerte del indivi-
duo— no se corrompe con el cadáver más de lo que se ha corrompido en
vida. La visión individualista del cadáver humano hace que con la muerte
del individuo corporal todo se corrompa y finalice. Pero la cultura occi-
dental tiene un legado moral que proviene de la visión judía de la integri-
dad de las partes del cadáver humano y también de la tradición cristiana,
legado que no puede arrojarse en la simpleza de una moral empobrecida.
San Agustín, al hablar del cadáver decía:341 “Es el cuerpo algo más que
un simple adorno, o un instrumento: forma parte de la naturaleza misma
del hombre. De aquí que los entierros de los antiguos justos se cuidaran
como un deber de piedad; se les celebraban funerales y se les proporcio-
naba sepultura”. Pero además, y en sentido jurídico por ejemplo, la Ley
de trasplantes de órganos y material anatómico humano en Argentina,342
haciéndose eco de esta complejidad sostiene: “El Establecimiento en cu-
341 San Agustín, La Ciudad de Dios, I, p. 13.
342 Argentina, Ley núm. 24.193, sancionada el 24 de marzo de 1993 y promulgada el
19 de abril de 1993; reglamentada por Decreto 512/95, sancionado el 10 de abril de 1995.
218 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
343 Nota de Charles Ornstein y Richard Marosi, en Los Angeles Times, reproducida en
Clarín, Buenos Aires, 10 de marzo de 2004, con el título, “Escándalo en la Universidad
de California en Los Angeles, vendieron cadáveres por más de 700.000 dólares en seis
años”.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 219
Qué trato demos a la vida hu mana antes del nacimiento (o a los seres
humanos después de su muerte) afecta a nuestra autocomprensión como
especie. Y nuestras representaciones de nosotros como personas mora-
les están estrechamente entretejidas con esta autocomprensión ética de
la especie.
Se ha dicho bien que aunque los muertos no tienen intereses que pro-
teger, la preocupación por la autopsia, los trasplantes, la investigación y
la educación médicas en relación a los fallecidos; así como sucede con
los pacientes que nunca volverán a ser competentes, plantea dos cuestio-
nes teóricas de interés: la identidad personal y la continuidad del ser a lo
largo del tiempo.345 Sin embargo, se ha respondido mal a esas cuestiones
al hacerlo desde un respeto o no de los deseos previos de los fallecidos o
de deseos autónomos previamente expresados. Las preocupaciones por el
cadáver humano forman parte de toda cultura y las respuestas que las di-
versas sociedades han dado al trato de los muertos, ha servido para mar-
car, junto a otros signos, la diferencia entre diversos grupos humanos
desde la prehistoria.346 El trato del cadáver humano ha sido por siglos un
ritual comunitario cargado de valores antes que una mera cuestión de de-
seos individuales, pero el cadáver humano —así como la vida y la muer-
te personal— se ha desacralizado en las sociedades seculares. Aunque
esto suponga cuestiones morales sobre las que pueda reflexionar una an-
344 Habermas, Jürgen, El futuro de la naturaleza humana ¿hacia una eugenesia libe-
ral?, Barcelona, Paidós, 2002, p. 91.
345 Beauchamp, Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., no-
ta 79, p. 124.
346 Thomas, Louis-Vincent, Antropología de la muerte, México, Fondo de Cultura
Económica, 1983.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 221
347 Habermas, Jürgen, El futuro de la naturaleza humana, cit., nota 344, p. 91.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 223
de los muertos bastaría por sí solo para darnos una imagen de las diferen-
cias que nos separan de aquellas culturas (aunque el trato de los muertos
marcara enormes diferencias sociales). Y al exhibir a un faraón hoy, en
nuestros museos, bajo las coordenadas normativas de un mundo seculari-
zado donde no se entierra a los gobernantes con todo su séquito y utensi-
lios para la vida en el más allá (algo que ya fue razonablemente prohibi-
do en Roma porque los bienes de la humanidad no sobraban), lo que
hacemos con esa exhibición es desacralizar a ese cadáver. Pero el proble-
ma no reside en que nosotros tengamos que comportarnos como los anti-
guos egipcios sino que el problema reside en que nosotros no deberíamos
comportarnos con un cadáver, que fue significado en el más profundo
sentido sacro, sin el debido respeto a la memoria de aquellas personas
que le dieron ese sentido. Y tanto más cuando este respeto no exige de
nosotros carga alguna.
Esto se discute hoy, en igual sentido, respecto al hallazgo de cemente-
rios indígenas en distintos países del mundo y al destino de los restos
mortales de los miembros de comunidades aborígenes. Los propietarios
de los campos en que estos cementerios son encontrados son llamados al
respeto de esos lugares sacros. Por otro lado han sido varios los reclamos
de restitución de restos como los del cacique Cafulcurá y otros indivi-
duos de pueblos originarios exhibidos en museos de Argentina, a partir
de la ley que estableció el debido derecho a su reclamo:350 “...deberán ser
puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de perte-
nencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen
parte de museos y/o colecciones públicas o privadas.” Pero señalando la
diferencia con el mero reclamo, la Ley continúa diciendo: “Los restos...
que no fueren reclamados por sus comunidades podrán seguir a disposi-
ción de las instituciones que los albergan, debiendo ser tratados con el
respeto y la consideración que se brinda a todos los cadáveres huma-
nos”. En ese marco, en octubre de 2003 la Municipalidad de Necochea
en Argentina devolvió dos momias de aborígenes guanches —de una an-
tigüedad mayor a 2000 años—, depositadas desde 1898, al Cabildo de
Tenerife en las Islas Canarias. Del mismo modo se restituyeron desde di-
versos museos los restos de los caciques Inacayal (mapuche), Paghitruz
Gnor (ranquel), y Cafulcurá (araucano) a sus comunidades. En junio de
sea, puede decirse que las ideas que acerca de la muerte y el cadáver hu-
mano puedan ir construyéndose en el seno del debate bioético marcarán
el alcance para la vida y el vivir de una moral amenazada de conversión
en pura estrategia. En ese sentido, una bioética de los derechos humanos
ha de ser tanto o más respetuosa ante la muerte y el cadáver humano que
cualquier visión sacra. Y esto porque el alcance de su universalidad excede
al de las creencias compartidas en una u otra religión para extenderse a to-
dos los seres humanos por su sola condición de tales.
Sin embargo, en el camino profano de la secularización no todo fue
progreso moral por superación dialéctica capaz de contener en su síntesis
a los contrarios en pugna. Para algunos pensadores, las creencias religio-
sas debían (y deben) ser expulsadas totalmente de la arquitectura de la
racionalidad moral ya que esas creencias trataban (y tratan) de pura me-
tafísica o irracionalidad. Y así se fue acentuando en algunas líneas de
pensamiento la pretensión de expulsión radical de todo residuo de fe o
creencia religiosa lo que llevó a un nuevo fundamentalismo dogmático
tal como el que los seguidores de la concepción liberal pragmática postu-
lan hoy. Es razonable defender “una moral sin dogmas” al modo de Inge-
nieros353 (“Los dogmas dividen a los hombres; el ideal moral los une”), y
hasta una “ética sin religión” (sin dogmas religiosos) al modo de Gui-
sán.354 Pero es un puro reduccionismo que lleva a la propia irracionalidad
el pretender alcanzar en el mundo actual una moral excluyente de las
creencias religiosas y sus aportes para la construcción histórico-social de
una ética de la vida y el vivir comunitario. Bernard Gert dice,355
353 Ingenieros, José, Hacia una moral sin dogmas. Lecciones sobre Emerson y el eti-
cismo, Buenos Aires, L. J. Rosso y Cía., 1917.
354 Guisán, Esperanza, Ética sin religión, Madrid, Alianza, 1993.
355 Gert, Bernard, “Rationality, Human Nature and Lists”, Ethics, The University of
Chicago Press, vol. 100, núm. 2, 1990, pp. 279-300.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 229
356 Ingenieros, José, Hacia una moral sin dogmas..., cit., nota 353, p. 203.
230 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
NBAC) de Estados Unidos que, dadas las noticias de ese día acerca del
desarrollo de técnicas para clonar una oveja, y debido a las serias cues-
tiones éticas emergentes tales como el uso posible de esta tecnología para
clonar embriones humanos, la Comisión hiciera un estudio de las
cuestiones éticas y legales sobre el tema y le informara de ello en el
plazo de noventa días. En realidad, la oveja Dolly había nacido el 5 de
julio de 1996 a las cinco de la tarde, el artículo sobre su historia por Ian
Wilmut había sido aceptado para publicación por la revista Nature el 10
de enero de 1997, y aunque estaba previsto que la noticia apareciera en el
ejemplar del jueves 27 de febrero la prensa lo supo antes y The Guardian
rompió la prohibición el sábado 20 frente a lo que ya se visualizaba co-
mo uno de los mayores impactos que el avance de las ciencias biológicas
tendría sobre la moral contemporánea.357
Después de hacer consultas a eticistas, teólogos, científicos, médicos y
ciudadanos en general, y de considerar la situación respecto a la clona-
ción en otros países (aunque —se dijo— no resultara esencial seguir a
éstos dadas las “diferentes tradiciones políticas y culturales” de los Esta-
dos Unidos), la Comisión Nacional de Bioética produjo su Informe sobre
la clonación de seres humanos.358 Se consideraban allí los riesgos de la
técnica para causar daños a los nacidos mediante su uso, el debilitamien-
to de valores sociales importantes que pudiera llevar a una forma de eu-
genesia, el papel de la libertad individual a la procreación, y las tradicio-
nes religiosas y sus concepciones acerca de la dignidad humana. Sus
conclusiones fueron que era moralmente inaceptable en el sector público
tanto como en el sector privado todo intento de crear un niño mediante el
uso de la clonación por transferencia nuclear de células somáticas. Por
ello se recomendó continuar con la moratoria sobre el uso de fondos fe-
derales en este sentido, y convocar al sector privado a cumplir volunta-
riamente con esta moratoria dado que la clonación era irresponsable, in-
moral y un acto no profesional. También se recomendaba el desarrollo de
legislación federal para prohibir todo intento de clonación aunque con
una cláusula de revisión en un periodo de 3 a 5 años en orden a decidir el
continuar o no con la prohibición. Se afirmaba asimismo que el gobierno
357 Kolata, Gina, Hello Dolly. El nacimiento del primer clon, Buenos Aires, Planeta,
1998.
358 U.S. National Bioethics Advisory Commission, Cloning Human Beings, Rockvi-
lle, Maryland, June 1997, 2 vols.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 231
359 U.S. The President’s Council on Bioethics, Human Cloning and Human Dignity:
An Ethical Inquiry, Washington, July 2002.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 233
360 Blackburn, Elizabeth, “Bioethics and the Political Distortion of Biomedical Scien-
ce”, New England Journal of Medicine, 350, 1o. de abril de 2004, p. 14.
361 Durfee, Sherman (reviewer), “The right-wing extremists”, Nueva York, Publishers
Weekly, 2003.
362 Kass, Leon, Life, Liberty and the Defense of Dignity: The Challenge for Bioethics,
San Francisco, Encounter Books, 2002.
363 Véase una minuciosa descripción y crítica de la historia reciente de las relaciones
entre la industria farmacéutica y el poder político en los Estados Unidos, especialmente
234 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
364 Lewis, Neil A. y Schmitt, Eric, “Lawyers Decided Bans on Torture Didn’t Bind
Bush”, Washington, The New York Times, 8 de junio de 2004.
236 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
371 Hare, Richard, The Language of Morals, 1952. Véase también sus Essays on
Bioethics, Nueva York, Oxford University Press, 1993.
372 Bueno, Gustavo, “Los derechos humanos”, El sentido de la Vida, cit., nota 91, pp.
370 y 371.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 239
373 Véase el libro de Macklin, Ruth, Double Standards in Medical Research in Deve-
loping Countries, cit., nota 50.
240 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Es claro que el sentido que el Informe está dando al respeto por las per-
sonas se aproxima al que recoge el Informe Belmont acerca de una com-
plejidad axiológica que excede al mero respeto de la autonomía. De ese
modo el Informe sostiene haber identificado cinco categorías de cuestiones
relacionadas con la clonación: problemas de identidad e individualidad, in-
quietudes sobre la clonación como manufactura, la probabilidad de una
nueva eugenesia, las relaciones familiares problematizadas, y los efectos
sobre la sociedad. Pero todo esto ha de tener poco sentido para quien re-
duzca el principio de respeto por las personas al respeto de la autonomía
haciéndolos sinónimos. De hecho, cuando se sostiene “Uno puede identi-
ficar fácilmente actos procreativos entre dos seres humanos que son abu-
378 Macklin, Ruth, “Dignity is a useless concept…”, cit., nota 132, p. 1420, “One can
readily identify procreative acts between two human beings that are abusive or degra-
ding. But it is a mystery how modes of in vitro fertilisation can have or lack dignity” (la
traducción al español es nuestra).
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 243
Si los seres humanos fueran dignos de total respeto sólo por tales cualidades
(autoconciencia, inteligencia o racionalidad), y no en virtud de la clase de ser
que ellos son, dado que tales cualidades llegan en diversos grados, ninguna
379 USA, The President’s Council on Bioethics, Human Cloning and Human Dignity,
cit., nota 359, p. 140: “…what is owed the embryo is not the same protections, attach-
ments, and rights as a human person; nor is it no respect at all.” (la traducción al español
es nuestra).
380 Ibidem, p. 176: “And because some of their actions may infringe on the rights, se-
curity, or dignity of individuals, or on the principles and interests of society as a whole,
scientific freedom of action cannot be absolute.” (la traducción al español es nuestra).
244 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
razón podría darse de por qué los derechos básicos no son poseídos por los
seres humanos en grados variables. La proposición de que todos los seres
humanos son creados iguales podría relegarse al lugar de una superstición.
Por ejemplo, si el desarrollo de la auto-conciencia confiriera derechos, en-
tonces dado que unas personas son más auto-conscientes que otras (esto es,
han desarrollado esa capacidad en mayor extensión que otros), alguna
gente podría ser mayor en dignidad que otros y los derechos de los supe-
riores podrían triunfar sobre los de los inferiores y los intereses de los su-
periores podrían avanzar al costo de los inferiores.381
381 Ibidem, p. 262: “So, if human beings were worthy of full moral respect only be-
cause of such qualities (self-conciusness, intelligence, or rationality), and not in virtue of
the kind of being they are, then, since such qualities come in varying degrees, no account
could be given of why basic rights are not possessed by human beings in varying degrees.
The proposition that all human beings are created equal would be relegated to the status of
superstition. For example, if developed self-conciousness bestowed rights, then, since some
people are more self-conscious than other (that is, have developed that capacity to a greater
extent than others), some people would be greater in dignity than others, and the rights of
the superiors would trump those of the inferiors where the interests of the superiors could
be advanced at the costs of the inferiors” (la traducción al español es nuestra).
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 245
...(que había tenido) una niña que pesaba aproximadamente 2,700 kgs.,
que era muy nerviosa y que se sobresaltaba al menor ruido o movimiento
y que sus orejas eran iguales a las del padre, Alfredo Moyano, que se la
dejaron hasta las once de la noche, después de haberle hecho limpiar la en-
fermería. A esa hora llegó un hombre joven vestido de guardapolvo blan-
co. El oficial de turno, el mismo que había estado presente en el parto, le
entregó al joven la niña envuelta en un abrigo o gamulán diciéndole a la
Sra. de Moyano que la llevaría a la Casa Cuna. La Sra. de Moyano tuvo
que llenar unos formularios con sus datos personales y los del padre de la
niña, además de las enfermedades que había tenido en la infancia y el
nombre de la niña.382
382 Declaración de Adriana Chamorro de Corro en causa núm. 7791, secretaría núm.
1, Tribunal Federal de Morón (Argentina) , resolución del juez Juan M. Ramos Padilla
denegando la excarcelación del médico Jorge Héctor Vidal y convirtiendo la detención
en prisión preventiva, 6 de enero de 1998.
246 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
tención denominado “Pozo de Banfield” del que había sido sustraída, re-
tenida y ocultada durante diez años debido a la intervención del médico
Jorge Vidal.
Durante la dictadura 1976-1983, en la Escuela de Mecánica de la
Armada (ESMA) las embarazadas eran atendidas por el médico del Hos-
pital Naval Jorge Magnacco. Las mujeres, tiradas en el suelo en colcho-
netas, esperaban el nacimiento de sus hijos en lo que se llamaba “la Sar-
dá” (aludiendo a la mayor maternidad de la ciudad de Buenos Aires).
Cuando se producía el nacimiento, la madre era “invitada” a escribir a
los familiares a los que supuestamente se llevaría el niño.383 Pero las de-
tenidas sabían por entonces que existía una lista de matrimonios de mari-
nos que no podían tener hijos y que se mostraban dispuestos a adoptar a
los hijos de los que estaban “desaparecidos”. Se trataba de una suerte de
eugenesia. Los militares de la dictadura sostenían que muchas familias
argentinas no habían sabido inculcar a sus hijos los valores nacionales.384
De esa concepción resulta comprensible que, así como los nazis busca-
ban la raza superior, el neofascismo argentino buscara la cultura pura e
incontaminada, acaso como legado corrupto de la educación heredada en
términos de “civilización o barbarie”. Los grupos rebeldes y revoluciona-
rios eran vistos como grupos cultos aunque desviados y de allí que su
descendencia fuera vista como envidiable aunque a reformar en sus
383 El nuevo testimonio de Ana María Martí, el 13 de noviembre de 2007, en la causa
ESMA del Tribunal Oral Federal núm. 5 de la Capital Federal, así lo señaló: Héctor Fe-
bres (que moriría envenenado con cianuro en su celda el 10 de diciembre de 2007 —día
de los derechos humanos— mientras era juzgado por sus crímenes) era el prefecto-repre-
sor que les hacía escribir notas a las embarazadas dirigidas al familiar que ellas eligieran
para que cuidara al recién nacido. Este llegó a decirles, cínicamente, que escribieran el
nombre y la dirección claramente para que él no se equivocara y se lo diera a otra fami-
lia. Cuando las detenidas le vieron con un moisés con ajuar de lujo se dieron cuenta que
los bebés eran entregados a familias de represores y así lo comprobaron en los casos
Alfonsín de Cabandie, Patricia Roisinblit, Cecilia Viñas y María Hilda Pérez de Donda
entre muchos otros.
384 Puedo dar testimonio de esta concepción de los militares de la dictadura argentina
por haberla escuchado personalmente y en modo temprano (noviembre de 1976). Un ma-
yor del ejército trataba de explicarme entonces el intento de secuestro de quien era mi es-
posa, junto a una decena de jóvenes, diciendo que las familias argentinas no siempre ha-
bían cumplido con una buena educación y seguimiento de sus hijos. De allí se desprendía
la justificación de haber asesinado a un profesor de Física de esos jóvenes, de haber tor-
turado a éstos por haberle recordado a un año de su muerte y, hoy puede entenderse, de
secuestrar a los hijos de los “subversivos” para criarlos en el seno de una familia que pu-
diera darles “buena” educación moral.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 247
386 Macklin, Ruth, “Dignity is a useless concept…”, cit., nota 132, p. 1420.
387 Nuffield Council of Bioethics, Report: Genetics & Human Behaviour, Londres,
septiembre de 2002.
388 Citado por Macklin, Ruth, “Dignity is a useless concept…”, cit., nota 132., p.
1420: “….an essential ingredient in the conception of human dignity, in the presumption
that one is a person whose actions, thoughts and concerns are worthy of intrinsic respect,
because they have been chosen, organized and guided in a way which makes sense from
a distinctively individual point of view.” (la traducción al español es nuestra).
250 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Espero que lo que se me hizo no le suceda nunca a otro ser humano. Esta
es la razón por la cual he contado mi dolorosa historia. Aquellos que ha-
cen investigación deben estar obligados a obedecer una legislación inter-
nacional. Los científicos deberían continuar investigando. Pero siempre
que un ser humano sea usado en los experimentos, los científicos deben
hacer un compromiso moral de no violar nunca los derechos humanos y la
dignidad humana de las personas. Los científicos deben respetar los de-
seos de los sujetos... La dignidad de todos los seres humanos debe ser res-
petada, preservada, y protegida a toda costa; la vida sin dignidad es mera
existencia. Yo experimenté esa pérdida de dignidad cada día como conejo
de indias en el laboratorio del Dr. Mengele. Cuarenta y cinco años des-
pués, todavía siento profundo dolor e ira por el modo en que fui tratada
por los médicos. Esos mismos médicos habían tomado un juramento de
ayudar y salvar la vida humana.
390 Mozes-Kor, Eva, “The Mengele Twins and Human Experimentation: A Personal
Account”, en George Annas y Michael Grodin (eds.), The Nazi Doctors and the Nurem-
berg Code, Nueva York, Oxford University Press, 1992, pp. 53-59 (la traducción al espa-
ñol es nuestra). Véase asimismo la página web: www.candlesholocaustmuseum.org, dedi-
cada a los gemelos que sobrevivieron a los experimentos de Mengele. CANDLES es el
acrónimo de Children of Auschwitz Nazi Deadly Lab Experiments Survivors. De los
3000 gemelos que pasaron por Auschwitz sobrevivieron alrededor de doscientos.
252 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Artículo 1o. Los objetivos de la presente Declaración son: velar por el res-
peto de la dignidad humana y la protección de los derechos humanos y las
391 Caplan, Arthur, “The Doctors” Trial and Analogies to the Holocaust in Contempo-
rary Bioethical Debates”, en George Annas y Michael Grodin (eds.), Ibidem, pp. 258-275.
392 Véase Arendt, Hannah, La condición humana, cit., nota 268; Nino, Carlos, Juicio
al mal absoluto, cit., nota 326; y Bernestein, Richard, El mal radical, cit., nota 326.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 253
393 Lurie, Peter y Wolfe, Sydney, carta a David Lepay de la FDA con motivo del in-
tento de reemplazar la Declaración de Helsinki por las ICH-GCP. Public Citizen, Health
Research Group, “Letter to the FDA’s Office for Science and Health Coordination urging
them not to abandon the Declaration of Helsinki in ensuring protection of human subjects
in certain foreign clinical studies (HRG Publication number 1705)”, september 1, 2004.
394 Para señalar la falta de unidad ideológica entre lo bajo y lo alto, entre los ‘senci-
llos’ y los intelectuales, Gramsci dice: “Por otra parte, la organicidad del pensamiento y
la solidez cultural no se podían conseguir más que si entre los intelectuales y los sencillos
había la misma unidad que debe existir entre la teoría y la práctica, o sea, si los intelec-
tuales eran orgánicamente los intelectuales de aquellas masas, lo que quiere decir: esa or-
ganicidad sólo podría conseguirse si los intelectuales hubieran elaborado y hecho cohe-
rente los principios y los problemas que planteaban aquellas masas con su actividad
práctica, constituyendo así, entre unos y otras, un bloque cultural y social”, Gramsci,
Antonio, Antología, 3a. ed., México, Siglo XXI Editores, 1977, pp. 369 y 370.
254 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
397 Tealdi, Juan Carlos, “El caso Laura/Laura”, I Curso Internacional de Bioética,
Escuela Latinoamericana de Bioética, Fundación Mainetti, M. B. Gonnet, 17 septiem-
bre-24 noviembre, 1990. Con la participación de Hans-Martin Sass (The Kennedy Institu-
te of Ethics, USA), George Kanoti (The Cleveland Clinic Foundation, USA), Charles Cul-
ver (Dartmouth Medical School, USA), Sandro Spinsanti (Fondazione Fatebenefratelli,
Italia), Emilio Quevedo (Escuela Colombiana de Medicina, Colombia).
398 El Equipo Argentino de Antropología Forense, organización científica, no guber-
namental, creada en 1984 con la finalidad de investigar los casos de las personas desapa-
recidas durante la dictadura militar (1976-1983), y organizada en su origen por el antro-
pólogo norteamericano Clyde Snow, ha trabajado en colaboración con la Comisión
260 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
400 Glendon, Mary Ann, “El crisol olvidado: influencia latinoamericana en la idea de
los derechos humanos universales”, Criterio, mayo, 2004, pp. 244-339.
264 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
San Francisco para dar forma a la Carta de las Naciones Unidas (aproba-
da el 24 de octubre de 1945), veinte de los mismos eran latinoamericanos
y configuraban el mayor bloque regional. Su papel fue determinante para
alcanzar una concepción internacional de los derechos humanos en mo-
mentos en que Roosevelt, Churchill y Stalin negociaban el mundo de
posguerra. Chile, Uruguay y Panamá ocuparon tres de los dieciocho car-
gos de la Comisión de Derechos Humanos de la recién nacida Organiza-
ción de las Naciones Unidas e hicieron las primeras propuestas sobre có-
digos de derechos humanos a ser tratados.
El borrador de la Declaración Universal de Derechos Humanos sobre
el que trabajó el canadiense John Humphrey tomó muchas de las ideas
centrales de las propuestas panameña y chilena.401 Cuando Humphrey
terminó su borrador y lo giró a una Comisión de ocho miembros, el chi-
leno Hernán Santa Cruz jugó un papel fundamental para el reconoci-
miento de los derechos económicos y sociales, mucho más aún que la re-
presentación soviética pese a lo que se ha dicho tradicionalmente. El
concepto de dignidad, en el que se conjugaba la tradición socialista del
hombre universal —a la que adscribía Santa Cruz—, la tradición liberal
de defensa de las libertades individuales, y los supuestos doctrinarios del
cristianismo presentes en la encíclica Rerum Novarum de León XIII, co-
bró entonces una fuerza especial como síntesis de esas concepciones. El
30 de abril de 1948 se proclamó la Declaración Americana de los Dere-
chos y Deberes del Hombre o Declaración de Bogotá —primera declara-
ción de derechos humanos en el sentido estricto del término como com-
promiso de naciones— y cuando hubo que discutir el borrador de la
Declaración Universal y dado el peso que tenían los representantes lati-
noamericanos se comparó el mismo con la Declaración de Bogotá. El 9
de diciembre de 1948, Charles Malik como portavoz de la Comisión de
Derechos Humanos de las Naciones Unidas reconoció el papel jugado
por los países latinoamericanos en el logro de la Declaración de Dere-
chos Humanos que se propondría al día siguiente a la Asamblea General,
en tanto síntesis armónica entre las posiciones individualistas como la de
los Estados Unidos y las colectivistas como la de la Unión Soviética.
401 Para una historia de la Declaración de Derechos Humanos véase Johnson, Glen y
Symonides, Janusz, The Universal Declaration of Human Rights. A history of its creation
and implementation 1948-1998, cit., nota 288.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 265
Existen claros vínculos entre los conceptos de los derechos humanos y los
tradicionales principios de la ética en la atención de la salud. Las obliga-
ciones éticas de los profesionales de la salud se articulan en tres niveles...
(documentos de Naciones Unidas, Declaraciones de organismos profesio-
nales internacionales, y Códigos nacionales de ética médica).
Así como cada hombre en particular está delimitado por las dimensiones
de su cuerpo, y su existencia es exactamente correlativa al tamaño de la
superficie de su cuerpo, así, pienso yo, el género humano en su conjunto
está contenido en un solo cuerpo, gracias a la “presciencia” que Dios tiene
sobre todas las cosas. Esto es lo que las Escrituras quieren decir con las
palabras: “Dios creó al hombre a Su propia imagen, a imagen de Dios lo
creó. La imagen no se encuentra únicamente en una parte de la naturaleza,
lo mismo que la belleza no reside en una cualidad particular de un solo
ser, sino en toda la raza humana en general. Que esto es así, es claro por el
hecho de que el espíritu reside en todos por igual, y todos por igual son
capaces de ejercitar su pensamiento, su poder de decisión y sus otras fa-
cultades partícipes de la naturaleza divina poseídas por aquél que fue he-
cho a imagen de Dios. No hay diferencia alguna entre el hombre que apa-
reció al principio de la creación del mundo y el hombre que nacerá al final
de los siglos; todos llevan por igual la imagen divina.
403 De Nysá, Gregorio, “Asia Menor”, La creación del hombre, tomado de la traduc-
ción al francés de Laplace, J., París, Editions du Cerf, 1943, pp. 159-161.
270 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
404 Plauto (Titus Maccius Plautus), “Qui a ego indignus sum, tu dignus sies”, Rudens,
II, 522; “Non tu abis quo dignus es? Aut te piari iube, homo insanissime”, Menaechmi, III,
516; “Ita videre, et non videre dignus qui liber sies”, Pseudolus, II, 611.
405 Laín Entralgo, Pedro, La medicina hipocrática, Madrid, Alianza, 1982, pp. 51 y 52.
JUSTICIA Y ARQUEOLOGÍA DE LA DIGNIDAD 271
mitada pero el hombre con libre elección y dignidad puede llegar a serlo
todo.406 Es así que considerando que hemos nacido con esta condición y
que podemos elegir ser lo que queramos, debemos ser muy cuidadosos
con esta condición para que nunca pueda decirse que habiendo nacido en
una posición privilegiada hemos fallado en realizarla y hemos llegado a
ser animales o bestias. Sobre todo debemos hacer que esta libertad de
elección que Dios nos ha dado no se convierta en algo dañino porque ha
de entenderse que se nos ha dado para nuestra ventaja. En la simbología
renacentista de la jerarquía angélica que Pico asume, debemos tratar de
ser serafines, querubines o tronos, y no dominantes, poderes, ángeles o
arcángeles. Pero en cualquier caso, hay una nota en toda su visión que
merece destacarse como característica de lo que la dignidad sea —y que la
diferencia del respeto de la autonomía— y ésta es la “autoestima” o “auto-
respeto” acompañada de la responsabilidad en la libertad de elección.
Durante la Ilustración, la creencia en el sentido común como vía de
acceso a la verdad hará que se universalice más ampliamente el sentido
de la dignidad al dejar de lado la autoridad heterónoma de las creencias
religiosas para reemplazarla por la autoridad de la razón autónoma. Sin
embargo, el siglo XVIII o Siglo de las Luces o de la Ilustración, que a
veces se precisa para la filosofía entre 1685 y 1785 (desde Newton y
Locke hasta Kant), habrá de mostrar diferencias sustanciales en el conte-
nido filosófico de las lenguas nacionales que desplazan al latín académi-
co. Por eso es que en filosofía no será lo mismo hablar de Enlightenment
que de Lumières o Aufklärung así como tampoco habrán de ser lo mismo
las perspectivas que sobre la dignidad puedan tener Hume, Rousseau o
Kant. La lucha contra la intolerancia es distinta en Francia que en Ingla-
terra así como la vocación antirreligiosa también lo es entre Francia y
Alemania.407 Y el perfil del filósofo (francés, inglés o alemán) terminará
igualmente diferenciado al final del período. La pasión por la política y
la acción, por las letras y la estética, con menos erudición pero más inte-
gridad, que se advierte en la filosofía de las luces francesa y que más
adelante se reafirmará con el romanticismo, tendrá un gran impacto co-
mo modelo del filosofar para los nuevos países de América Latina. La
406 Savater, Fernando, El valor de elegir, Barcelona, Ariel, 2003, pp. 17-29, retoma
esta visión de Pico della Mirándola sobre la indeterminación del ser humano.
407 Belaval, Yvon, “El Siglo de las Luces”, Historia de la Filosofía, 3a. ed., vol. 6,
Madrid, Siglo XXI, 1978, pp. 195-203.
272 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
411 Rousseau, Jean Jacques, Discours sur l’origine et les fondements de l’inegalité
parmi les hommes, 1755.
412 Véase sobre todo Kant, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Bue-
nos Aires, Espasa-Calpe, 1946.
274 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
vida y la salud habría de llamarse bioética. Pero ¿cuál había sido y cuál
sería la historia de ese Estado que a la luz de la Revolución Francesa
pensaba Hegel y cuál su relación con los derechos humanos?
ban la realización de la idea de justicia desde una noción del Estado co-
mo conjunto social geográficamente limitado y unido en la obediencia a
una única autoridad. Esa idea de justicia se oponía a la noción pragmáti-
ca de un Estado fundado en el interés y el poder del más fuerte que pos-
tulaban algunos sofistas. La organización política medieval, sin embargo,
dividió la autoridad en cuestiones religiosas y seculares dando al Papa y
al Emperador sus respectivas autoridades supremas, y esa división se
acentuó aún más con los principados y señoríos feudales. El surgimiento
en Europa del Estado moderno en forma de estado-nación se llevó a cabo
con el aumento progresivo del poder secular sobre el religioso. Y así el
uso de la palabra Estado en su sentido actual se estableció en el siglo
XVI con Maquiavelo y su idea radical de la política como lucha por el
poder.420 Para éste, más que atender a la legalidad de la autoridad se tra-
taba, si bien racionalmente, de procurar la mayor acumulación de poder
en el Estado. En ese mismo siglo, América, conquistada y convertida en
territorio colonial, inspiraba los antecedentes del derecho internacional
de los derechos humanos en Francisco de Vitoria.421
Durante los siglos XVII y XVIII la teoría predominante del Estado fue
la del contrato social tanto en el modo de respeto a la norma jurídica en
Bodino,422 de renuncia a la agresión en Hobbes,423 de protección de la
propiedad (y la salud) en Locke,424 o de la renuncia al egoísmo en Rous-
seau.425 Simultáneamente, Spinoza sostuvo la idea del Estado como pro-
tector de la vida y la integridad y el reaseguro de una comunidad de
hombres libres.426 Desde finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX
se observó una reacción contra aquel concepto normativo del Estado. La
Ilustración no aceptó la tesis de la obediencia al Estado como idea domi-
nante y la Revolución francesa pasó a ser el paradigma de los enfoques
funcionalistas que vieron al Estado desde un análisis global y conside-
rando características distintivas tales como el poder de policía organiza-
do (la soberanía), el espacio territorial demarcado (la territorialidad), o el
sistema institucionalizado de administración de justicia (la legitimidad).
do moderno de los derechos humanos que tuvo una primera etapa consti-
tutiva y de fortalecimiento que se extendió desde 1945 hasta la caída del
muro de Berlín en 1989. Sin embargo, el equilibrio mundial multilateral
en lo político, militar y económico, pactado en Yalta, cambió con el de-
rrumbe del campo socialista para dejar paso a la hegemonía de los Esta-
dos Unidos. Desde entonces y en modo creciente pudo observarse un
sostenido ataque al consenso de naciones que se había dirigido a refor-
mular el estado moderno con base en la moral mínima de los derechos
humanos.430 En el aspecto económico, la globalización de los mercados,
uno de cuyos ejemplos lo ilustra la industria farmacéutica y biotecnológi-
ca, tal como hemos dicho al comienzo de esta obra, fue denunciada en
1997 por prácticas no éticas llevadas a cabo en países pobres por varios
organismos de Estados Unidos al investigar la transmisión vertical de
HIV-Sida y postular un doble estándar moral entre países ricos y países
pobres. En el terreno político, Estados Unidos profundizó un unilateralis-
mo destructivo del multilateralismo fundacional de las Naciones Unidas,
lo que se expresó de modo más destacado en el rechazo al reconocimien-
to del Tribunal Penal Internacional. En el terreno militar, y después del
ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, la política bélica de los
Estados Unidos regresó a la doctrina de la seguridad nacional despre-
ciando el respeto a las reglas de la guerra convenidas por el Estado mo-
derno, según pudo observarse en la ocupación de Irak y en la práctica de-
liberada y sistemática de la tortura a prisioneros de guerra. Pero como
hemos dicho que decía Kant, el progreso moral puede ser interrumpido
pero jamás roto en la historia, y el futuro del Estado -frente a todas las
miserias actuales- sólo puede residir en profundizar su compromiso y
respeto con la moral universal del mínimo común que suponen los dere-
chos humanos y su respeto por la dignidad humana.431
Buenos Aires, Paidós, 2002. En noviembre de 2007, el centro judío Simon Wiesenthal
lanzó la campaña “Operación: última oportunidad” para obtener pistas de los criminales
de guerra nazi refugiados en Argentina, Brasil, Chile y Uruguay.
430 Véase Singer, Peter, El presidente del Bien y del Mal. Las contradicciones éticas
de George W. Bush, Barcelona, Tusquets, 2004.
431 Distintos autores vienen reflejando, aún con sus diversas visiones, esta necesidad
de reformular el Estado moderno hacia un progreso moral frente a las amenazas de la
nueva globalización. Véanse entre otros: Held, David, La democracia y el orden global:
del estado moderno al gobierno cosmopolita, Barcelona, Paidós, 1997; Singer, Peter, Un
solo mundo. La ética de la globalización, cit., nota 78; Pogge, Thomas, La pobreza en el
mundo y los derechos humanos, cit., nota 78.
286 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
434 La manipulación del lenguaje moral —en este caso del concepto de doble están-
dar— tiene tanta relevancia para los intereses de una política imperial que en una reseña
informativa de la Casa Blanca (www.whitehouse.gov/infocus/patriotact, consultada el 5
de noviembre de 2006), podía leerse respecto a la ley de reautorización y mejoramiento de
la USA Patriot Act: “The patriot act eliminates double standards by allowing agents to
pursue terrorists with the dame tools they use against other criminals. Before the patriot
act, it was easier to track a drug dealer’s phone contacts, and it was easier to obtain a tax
cheat’s credit card receipts than to trace the financial support of an al-Qaida fundraiser.
The patriot act corrected these double standards and America is safer as a result”.
435 Para un punto de vista angloamericano no fundamentalista sobre la noción de jus-
ticia en el marxismo opuesto al que sostiene la concepción pragmático-liberal de los prin-
cipios éticos, véase Buchanan, Allen E., Marx and Justice. The Radical Critique of Libe-
ralism, Totowa, New Jersey, Rowman & Allanheld, 1982.
436 Macklin, Ruth, Double Standards..., cit., nota 50., pp. 101 y 102: “I offer a tentati-
ve, general definition of ‘exploitation’ before applying it to the specific context of re-
search involving human beings: “Exploitation occurs when wealthy or powerful indivi-
288 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Porque basta con una definición de este tipo para ofrecer la síntesis de
una teoría general de la justicia global que por otro lado se dice no poder
desarrollar. No hace falta nada más. Del mismo modo que para definir la
esencia de la idea de justicia en Marx basta decir “A cada cual según su
necesidad, de cada uno según su capacidad” o en términos técnicos más
estrictos y desde una definición de explotación opuesta a la liberal: “La
plusvalía es en general valor por encima del equivalente”.437 Porque sien-
do el equivalente la identidad del valor consigo mismo, como lo es el
tiempo de trabajo que el trrabajador necesita para satisfacer sus necesida-
des, todo el tiempo de trabajo restante será excedente (plusvalía) del que
se apropiará otra persona. Para Marx esto es la explotación del capitalis-
mo cuyo gran papel histórico ha sido crear ese trabajo excedente, super-
fluo desde el punto de vista del valor de uso. Y es interesante ver, como
ejemplo para ilustrar esa afirmación, la cita sobre la reacción de un plan-
tador de la India Occidental en 1857 ante los Quashees (los negros libres
de Jamaica) por contentarse con producir lo estrictamente necesario para
el consumo. De manera tal que una definición de explotación como la in-
troducida por la bioética pragmática-liberal resulta ser en realidad la sín-
tesis de toda una ideología que en su apariencia moral encubre los funda-
mentos materiales de las investigaciones biomédicas y los escandalosos
excedentes reportados muchas veces por las mismas. A partir de allí es
posible introducir los conceptos “sharing benefits” (compartir benefi-
cios), “building capacity” (construir capacidad), “stakeholders” (agentes
interesados), y tantos otros de una nueva “lingüística” de expansión do-
minante. La idea de un imperio “compensador” es tan antigua como la
idea misma de imperio. Todos los procesos imperiales de expansión glo-
bal se acompañaron de discursos orgánicos destinados a mostrar las bon-
dades del intercambio desigual. Así sucedió con los teólogos de la Corte
española durante la conquista y colonización americana como hoy suce-
de con los nuevos moralistas imperiales que resultan ser el grupo reduci-
do aunque eficaz de bioeticistas internacionales partidarios de un funda-
mentalismo de los principios éticos. Estos dicen:
...la injusticia, por ser en sí misma un disvalor moral, es, a la vez, un mal
objetivo para la persona y se convierte también en moralmente mala. Por
eso es que para comprender que la injusticia es algo negativo, moralmente
malo, no necesitamos preguntarnos si es o no es un mal para la persona.
Cuando comprendemos la esencia de la injusticia, aprehendemos esto in-
mediatamente.440
440 Von Hildebrand, Dietrich, Ética, Madrid, Ediciones Encuentro, 1983, p. 63.
441 Platón, Gorgias, 527/e.
CAPÍTULO CUARTO
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL
El tiempo y la razón de valores e intereses y de sus medios y fines
291
292 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
442 Un modo de entender la distinción entre derecho moral y derecho legal es en refe-
rencia a los derechos humanos para decir, como hemos sostenido en este libro, que éstos
son en primer lugar exigencias éticas o valores con fundamento en la dignidad humana y
la justicia que pueden ser llamados ‘derechos morales’ antes de su reconocimiento positi-
vo como ‘derechos legales’ para cerrar en modo necesario y suficiente la condición de
‘derecho humano’. Y en esta perspectiva cabe entender a la salud como derecho humano.
Para el principialismo, en cambio, la distinción entre derecho moral y derecho legal refie-
re a que los primeros son reclamos justificados por principios y reglas morales mientras
que los últimos son reclamos justificados por principios y reglas legales. Esta distinción
se une a la noción de que los derechos (morales y legales) como las obligaciones son pri-
ma facie y a la tesis de la correlatividad entre derechos y obligaciones que supone que un
derecho vincula a alguien más con la obligación de actuar de cierto modo y una obliga-
ción en modo similar vincula a un derecho, sin considerar si son derechos u obligaciones
las que deben ocupar un lugar principal. Estos supuestos sumados a la distinción entre
obligaciones perfectas (justicia) e imperfectas (generosidad), socavan los fundamentos de
los derechos humanos —y en particular de la salud como tal— aunque se diga “…acepta-
mos tanto la tesis de la correlación como los objetivos morales y sociales establecidos
por las interpretaciones tradicionales de los derechos humanos básicos.” (Beauchamp,
Tom L. y Childress, James F., Principios de ética biomédica, cit., nota 79, p.72).
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 293
443 “Acerca del Anteproyecto de una Declaración Universal de Bioética por UNESCO.
Conclusiones del coloquio de expertos argentinos reunidos el 7 de octubre de 2004”, con la
participación de Juan Carlos Tealdi, (BIO&SUR-Asociación de Bioética y Derechos Hu-
manos), Carlos Eroles (Secretaría de Derechos Humanos), Victoria Martínez (Secretaría de
Derechos Humanos), Juliana Burton (Comisión Argentina para la UNESCO), Martín Ro-
mero (Ministerio de Relaciones Exteriores), Salvador Bergel (Cátedra UNESCO de Bioéti-
ca, Universidad de Buenos Aires), Diana Maffia (Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires,
María Luisa Pfeiffer (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas, Educativas y Técni-
294 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
cas), Armando Andruet (Tribunal Superior de Justicia de Córdoba), Reina Sarkissian (Se-
nado de la Nación), Laura Yussen ( Defensoría del Pueblo de la Nación), Susana Vidal
(Ministerio de Salud de Córdoba), Carlos Gherardi (Hospital de Clínicas de la Universidad
de Buenos Aires), Julio Bello (Universidad Maimónides), María Eugenia Carbone (Secre-
taría de Derechos Humanos), Beatriz Pardo (Universidad Nacional de Lomas de Zamora),
José Alberto Mainetti (Instituto de Humanidades Médicas y Bioética de la Fundación Mai-
netti).
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 295
445 Tuve ocasión de participar activamente como experto designado por el Gobierno
Argentino en las siguientes reuniones realizadas en la sede de UNESCO en París: Prime-
ra Reunión Intergubernamental de Expertos del 4 al 6 de abril de 2005; Segunda Reunión
Intergubernamental de Expertos, con la presencia de representantes de 90 Estados con
derecho a voto del 20 al 24 de junio de 2005; Conferencia General de UNESCO, aproba-
ción de la Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos del 19 de octubre
de 2005.
446 Aunque en modo comprensible Kirby no le atribuyó procedencia alguna, el recla-
mo de una introducción de carácter solemne como marco en concordancia con la grave-
dad de las cuestiones bioéticas en el mundo actual, y el de una noción amplia del bios de
la bioética, por diferencia con la noción reduccionista del desarrollo bio-tecno-científico,
habían sido realizados enfáticamente en mi ponencia (por el sentido moral de una Decla-
ración Universal) y en la de Volnei Garrafa (por un bios amplio) en el Seminario Regio-
nal realizado en Buenos Aires los días 4 y 5 de noviembre de 2004 con la presencia de
Michelle Jean, Presidenta del Comité Internacional de Bioética de UNESCO a cargo de la
redacción del anteproyecto. En mi caso sostuve que así como quienes redactaron la De-
claración Universal de Derechos Humanos en 1948 lo habían hecho como respuesta ex-
presa a los hechos abominables de la Segunda Guerra Mundial, la Declaración Universal
de Bioética que estábamos discutiendo debía postularse como respuesta a las graves in-
moralidades ante la vida y el vivir en el mundo actual.
300 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
Hay tres razones importantes por las que la Declaración Universal so-
bre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO ha marcado un signifi-
cativo progreso para la historia de la bioética. Y esto resulta de especial
relevancia para América Latina y otras regiones de países pobres, aún
considerando las críticas realizadas por algunos autores, críticas que en
algunos casos ponen en evidencia precisamente el alcance de ese progre-
so.447 La primera razón es la autoridad de la que emana la Declaración en
tanto se trata de un organismo de las Naciones Unidas. La segunda razón
es el universalismo de su contenido que asocia indisolublemente el con-
447 Véase Gracia, Diego, “La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Huma-
nos. Algunas claves para su lectura”, en Gros Espiell, H. y Gómez Sánchez, Y. (coords.),
La Declaración Universal sobre Bioética y Derechos Humanos de la UNESCO, Granada,
Comares, 2006, pp. 9-27. Gracia retoma —para defenderla— la crítica de Macklin al con-
cepto de dignidad, que ya hemos analizado. Y crítica a tal modo la Declaración y la su-
puesta ambigüedad de la relación propuesta por el título entre bioética y derechos huma-
nos, que finaliza diciendo: “Esta crítica puede parecer excesivamente severa. No tiene esa
intención.” Pero la crítica de Gracia a la Declaración no hace más que reafirmar su concep-
ción fundamentalista que ya hemos analizado extensamente.
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 313
mos una realidad para ellos que no aceptamos para nuestros ciudadanos.
El problema del particularismo moral, en modo análogo al del escepticis-
mo gnoseológico, consiste en que si quiere dar cuenta de las diferencias
entre contextos se tiene que apelar a alguna concepción general de la mo-
ral que tendrá aspectos universales. Por otro lado, la supuesta contradic-
ción que se ha querido ver en el artículo 12 de la Declaración que pide
respeto por la diversidad cultural y el pluralismo dentro del respeto de
los derechos humanos, como si las exigencias de éstos pudieran imponer-
se arbitrariamente sobre los valores culturales, no tiene coherencia algu-
na si uno atiende a la Convención sobre la Protección y Promoción de la
Diversidad de las Expresiones Culturales, que fue aprobada por todos
los estados de la UNESCO —excepto Estados Unidos e Israel— en la
misma Conferencia General de 2005. En realidad, la mayor negación
efectiva del pluralismo moral es la concepción unilateral de las relacio-
nes internacionales.
El universalismo de una bioética cuyos principios especifiquen los
contenidos mínimos de la moral básica común de los derechos humanos
es compatible con el respeto de la diversidad cultural y el pluralismo. El
universalismo moral supone un sistema de principios éticos que se impo-
ne a todas las personas, asignando a todos los mismos beneficios y las
mismas cargas, y de un modo tal que no se perjudique ni se privilegie en
modo arbitrario a ninguna persona o grupo determinado.451 En ese senti-
do, los derechos humanos no pueden ser vistos seriamente en su univer-
salismo bajo la pretensión de privar a las personas de valores humanos
sino, por el contrario, como la pretensión de demarcar un espacio inalie-
nable común a todos los seres humanos del cual nadie puede ser privado.
Esta condición común inalienable es la que nos muestra con una identi-
dad común e impide que seamos extraños morales unos con otros. Por
ello el límite de la diversidad cultural, que no es su negación, es la uni-
versalidad de los derechos humanos. Del mismo modo que el límite del
pluralismo es la singularidad de cada ser humano que queda protegida
por el artículo 3o. de la Declaración cuando dice “3.2. Los intereses y el
bienestar de la persona deberían tener prioridad con respecto al interés
exclusivo de la ciencia o la sociedad”. Diversidad y universalidad, plura-
lismo y singularidad, aún cuando presenten ocasionalmente tensiones en-
451 Pogge, Thomas, La pobreza en el mundo y los derechos humanos, cit., nota 78, pp.
124-126.
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 317
tre ambos, deben ser conjugados racionalmente y con respeto mutuo. Pe-
ro el respeto de los múltiples puntos de vista que supone el pluralismo
tiene su límite cuando se procuran imponer fines particulares como su-
premos principios. Estas imposiciones las pueden ejercer quienes tienen
poder pero el extremo vicioso de las mismas es lo que diferencia al cos-
mopolitismo moral del imperialismo o las dictaduras. Por eso no es el
mero consenso el que legitima al pluralismo moral, ya que el consenso se
asocia muchas veces a la cuota de poder que se tiene en los debates. Pero
si bien estas disputas teóricas tienen gran importancia, mucho más aún la
tienen en relación a la práctica. El antiuniversalismo moral radical no se
observa tanto en las disputas sobre tipos de teoría ética como en la prácti-
ca de las relaciones humanas cotidianas.
nistro Blair del Reino Unido —acompañado por John Sulston, Mike
Dexter y Michael Morgan— anunciaron conjuntamente que se había al-
canzado el borrador inicial de la secuencia del genoma humano. Tres años
más tarde, el 14 de abril de 2003, el Consorcio Internacional para la se-
cuenciación del genoma humano, anunció que se había completado la
secuenciación de los 3.200 millones de nucleótidos que componen el ge-
noma humano, trazando así el mapa de los miles de genes que lo consti-
tuyen (aproximadamente 30.000), e identificando a unos 1.400 genes
causantes de distintas enfermedades. En este último anuncio, realizado
cincuenta años después de la publicación por Watson y Crick de la es-
tructura en doble hélice del DNA, también se mostraba que el 99.9% de
los seres humanos comparten esa secuencia de modo que podía hablarse
de un mapa estructural de la especie humana. Sin embargo, el pequeño
porcentaje del 0.1% variable entre los individuos de la especie, al ser vis-
to en los millones de combinaciones posibles que por variaciones de un
solo nucleótido (SNPs) dan lugar a la individualidad genómica de cada
ser humano, mostraba importantes consecuencias teóricas y prácticas. El
conocimiento de estas variaciones es lo que llevó a postular a la medici-
na genómica como un campo particular de especialización tanto en el
diagnóstico y pronóstico —la medicina predictiva que adelantara Jean
Dausset desde sus estudios del polimorfismo humano—, como en una te-
rapéutica que pueda ajustarse a las necesidades de cada individuo al mo-
do en que propone la farmacogenómica. Las implicancias que para el po-
sible beneficio en la salud de las personas pudiera derivarse de esa
medicina no se ocultan a nadie tal y como anticiparan Francis Collins y
Víctor McKusick acerca del desarrollo de una medicina preventiva y un
tratamiento personalizado derivados de la integración de la medicina tra-
dicional con los avances de la genética.453 Pero tampoco se ocultó a na-
die en la carrera tecnológica por la secuenciación del genoma humano, el
conflicto entre los intereses comerciales privados y la defensa de la infor-
mación genética como bien público o dicho en sentido simbólico para la
UNESCO, del genoma humano como patrimonio de la humanidad. Así
lo relató John Sulston, que encabezó el equipo británico para dicha se-
cuenciación, en El hilo común de la humanidad, relato personal de esa
carrera:
453 Collins, Francis, McKusick, Víctor, “Implications of the Human Genome Project
for medical science”, JAMA 2001, 285, pp. 533y 534.
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 321
los sujetos dadores de las muestras pero la esperanza residía en que even-
tualmente la investigación pudiera resultar beneficiosa para otros. Los
resguardos éticos del protocolo descansaban totalmente en el consenti-
miento presentado y no se otorgaban garantías de confidencialidad abso-
luta. El rechazo del comité de ética fue unánime por entender que se tra-
taba de una finalidad enteramente comercial y reñida con los supuestos
básicos de respeto de los derechos humanos y de no tratamiento de las
personas como medios.455
El mayor problema que siempre han tenido los que han violado la más
antigua de las obligaciones morales que es la del no matar, es el qué ha-
cer con el cuerpo de las víctimas. Por eso es que la figura del “hábeas
corpus”, tan antigua al menos como la Carta Magna de 1215, tutela las
garantías fundamentales a la vida y la libertad y es uno de los mayores
ejemplos de un universal concreto. Ese solo ejemplo sirve para ilustrar
las inconsistencias de las éticas que se pretenden totalmente exentas de
universalismo y de las bioéticas que se postulan disociadas de los dere-
chos humanos. Sin embargo, no hay bioética posible —en tanto conjunto
de normas particulares— que pueda prescindir de un conjunto básico de
valores, principios y deberes universales en los que pueda apoyarse; del
mismo modo que no es posible que haya alguien que diga practicar la
bioética o se declare un político defensor de la democracia y niegue, ha-
ya negado, o postule negar el universal concreto del “hábeas corpus”.
Esta negación ha caracterizado siempre a las dictaduras y a los imperia-
lismos, al terrorismo de Estado y a las doctrinas de la seguridad nacional
de los países imperiales. Y es que si la noción de mercancía supone un
universalismo abstracto, pero positivo en tanto postula una relación entre
individuos aunque poniendo aparte sus señas de identidad; la negación
radical del cuerpo humano en tanto sustrato material del universalismo
moral define al mal absoluto. Es la definición del “desaparecido” dada
por el dictador Videla en su apoteosis de la privación de toda característi-
ca de la condición humana. Los dos extremos de la práctica, noción medu-
lar de toda ética y de la cual estamos obligados a dar respuesta, son enton-
ces la forma mercancía en tanto expresión de un universalismo abstracto y
el cuerpo humano como posibilidad de una universalidad concreta. Las re-
laciones entre ambos extremos nunca han sido armónicas y tanto menos lo
son en el mundo actual. A mayor distancia entre ambas mayor el grado
de injusticia en tanto escala de medida de toda universalidad.
Una de esas relaciones conflictivas puede verse, como hemos dicho,
en la medicina genómica. Y es por eso que para procurar estar a la altura
de estos tiempos, esa medicina debiera reflexionar acerca de dos grandes
enseñanzas que deja la historia del conocimiento médico. En primer lu-
gar y al hablar del mapa de la especie humana, deberíamos considerar la
concepción de cuerpo humano del modelo morfológico que trazara Vesa-
lio en De Humanis Corporis Fabrica (1543) y que conjugado con la clí-
nica de Sydenham (1676) culminó en la mentalidad anatomoclínica pos-
tulada por Bichat (1801), consagrada por Laënnec (1819), llevada a su
324 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
457 Laín Entralgo, Pedro. Antropología Médica, Barcelona, Salvat, 1984, p. 116.
326 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
459 Sulston, John, Ferry, Georgina, El hilo común de la humanidad, cit., nota 454, p. 252.
460 Ibidem, pp. 117 (*), y 102-103 (**).
328 BIOÉTICA DE LOS DERECHOS HUMANOS
467 United States Military Commissions Act of 2006, Pub. L. num. 109-366, 120 Stat.
2600 (17 de octubre de 2006), enacting Chapter 47a. of title 10 of the United States Code.
468 El senador Arlen Specter propuso una enmienda cuando se trataba el proyecto de
ley, para preservar el habeas corpus. La propuesta de Specter fue rechazada por 51 votos
contra 48. Edward Kennedy había propuesto declarar ilegales técnicas específicas de in-
terrogatorio tales como el “submarino”. El vicepresidente de Bush, Dick Cheney, había
afirmado que él no creía que la inmersión en agua fuera una forma de tortura sino una he-
rramienta muy importante para usar en interrogatorios incluyendo el de Khalid Sheikh
Mohammed, considerado el principal arquitecto de los ataques del 11 de septiembre.
469 U. S. Supreme Court, Hamdi vs Rumsfeld, 542 U. S. 507 (2004). Se otorga el pedi-
do de habeas corpus a Yaser Esam Hamdi, ciudadano de Estados Unidos, capturado en
Afganistán en 2001 y detenido indefinidamente como “combatiente enemigo ilegal”.
HISTORIA Y DIALÉCTICA DEL UNIVERSALISMO MORAL 337