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IGLESIA PRESBITERIANA DEL URUGUAY

La doctrina de Dios, Su Ser y Sus atributos

¿Quién es Dios?
Esta es una pregunta que nos hacen los incrédulos, pero es también una pregunta
que nos hacemos a nosotros mismos, seamos creyentes de poco tiempo o de mucho
tiempo.
Podemos contestar de manera sencilla diciendo “Dios es Dios” y no es necesario
decir nada más.
Hasta cierto punto de la teología la respuesta está correcta, Dios es Dios y no hay
otro (“¡Vean ahora que yo soy único! No hay otro Dios fuera de mí.” Deut. 32:39).
Pero hay mucho más que podemos aprender de Dios para el beneficio de nuestra
vida cristiana, para nuestra adoración a Dios, para nuestro servicio a Él y para
nuestra proclamación de Su palabra.
El conocimiento de Dios es estimulado en las Escrituras:
“Así dice el SEÑOR: «Que no se gloríe el sabio de su sabiduría, ni el poderoso de su
poder, ni el rico de su riqueza. Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe de
conocerme y de comprender que yo soy el SEÑOR, que actúo en la tierra con
amor, con derecho y justicia, pues es lo que a mí me agrada — afirma el SEÑOR —
.” (Jer. 9:23-24)
“Conozcamos, pues, esforcémonos por conocer al SEÑOR.” (Os. 6:3)
Aunque nosotros solo conoceremos de Dios aquello que Él nos ha revelado en Su
palabra:
“Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, más las cosas reveladas
nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos
todas las palabras de esta ley.” (Deut. 29:29)
No es posible para el género humano conocer a Dios con un conocimiento que sea
absolutamente total (abarcador), es decir, que sondee las profundidades infinitas
del ser divino. Pero, aunque podamos conocer a Dios sólo en parte, este
conocimiento es sin embargo real y verdadero.
El propósito de este estudio de la persona de Dios es mucho más que obtener
informaciones a respecto de Su persona y carácter, sino que se trata de una
búsqueda de conocer nuestro Hacedor y encontrar en las verdades que revelan a Él
consuelo para el alma, esperanza para el corazón, deleite para la mente y energía
para el cuerpo.

1
El resultado de esta jornada debe conducirnos a creer en lo Él dice de Sí mismo,
enseñar y proclamar lo que Él ordena, promover el sano crecimiento de la iglesia y
librarla de errores.

Bibliografía sugerida:
Teología Sistemática de Louis Berkof
Teología Sistemática de Wayne Gruden
O Ser de Deus e Seus Atributos, Heber Campos
As Grandes Doutrinas da Graça vol. 1, Leandro Lima
Los atributos de Dios, A. W. Pink
Hacia el conocimiento de Dios, J. I. Packer
Los atributos de Dios, vol. 1, A. W. Tozer
Los atributos de Dios, vol. 2, A. W. Tozer
El único Dios verdadero, Paul David Washer
Todos Somos Teólogos, R. C. Sproul

Tópicos que vamos a estudiar:

La singularidad de Dios
Inmanencia y Transcendencia
La Existencia de Dios
El conocimiento de Dios
Los nombres de Dios
Atributos incomunicables
Atributos comunicables
La Trinidad
Los decretos de Dios
La providencia de Dios
La predestinación

2
Capítulo I
1. El Ser de Dios
Las doctrinas de la revelación y de la inspiración de las Escrituras, generalmente
consideradas bajo el título “Prolegómenos (introducción) a la Teología”, que se
deben estudiar antes de este tema, nos preparan para el estudio de la doctrina de
Dios, que es la teología propiamente dicha.
No podríamos conocer a Dios si Él no se revelara en las obras de la naturaleza, en
el transcurso de la historia, en la constitución de la naturaleza humana, y
especialmente, en lo que dice en relación con su Palabra. Las primeras son una
revelación no verbal, sin ninguna connotación redentora. La última, esta sí, es
verbal y tiene, en gran medida, una connotación eminentemente redentora. Es esta
revelación verbal que nos proporciona todo el material para el estudio propuesto en
nuestras clases. El Ser Divino debe ser objeto de nuestro estudio mediante la
investigación que hacemos de su revelación. No podemos tener ninguna noción
de la Divinidad a no ser por su propia revelación.
Por lo tanto, el objeto de estudio no es propiamente Dios, sino Dios a través de su
revelación.
La teología cristiana no es un montón de pensamientos de los teólogos acerca de
Dios, sino más bien es una teología formulada con base en la revelación
divina, que trata de un Dios que tuvo a bien darse a conocer a los hombres. Por lo
tanto, la tarea del estudiante de teología es conocer aquello que Dios dijo de sí
mismo en su revelación especial, mediante la investigación de las Santas
Escrituras y de la revelación de la creación, también conocida como revelación
general. No obstante, en el estudio de la teología, no se debe eliminar la opinión de
los teólogos a lo largo de la historia, pues la historia es la manera en que Dios
muestra como condujo el pensamiento de los cristianos a través de los siglos. No
podemos ignorar lo que ellos pensaron, con el fin de no incurrir en los mismos
errores que algunos de ellos cometieron.
Sin embargo, la fuerza de la teología no está en el pensamiento de los hombres,
sino en el resultado del análisis – cada vez más refinado – que ellos y nosotros
hacemos de lo que Dios reveló de sí mismo.
Las nociones que tengamos del Ser Divino y de Sus obras serán el fundamento para
todas las demás doctrinas de la fe cristiana. Todo lo que estudiemos en teología
estará asociado a nuestra concepción de Dios. Lo que creemos sobre Dios
determinará nuestros patrones de moralidad, porque la Palabra de Dios es el
patrón de la moralidad. Todo lo que podamos saber sobre Dios determinará todas
las otras relaciones en variados campos de la teología.

A. LA SINGULARIDAD DE DIOS
La teología llama a este aspecto de Dios, Unitas Singularitatis. Esta unidad tiene
relación con la singularidad de Dios; es decir, Él es único, sin igual.
3
“Escucha, oh Israel, el SEÑOR es nuestro Dios, el SEÑOR uno es.” (Deut. 6:4 LBA)
Dios es uno, no hay ningún otro fuera de Él. Todos los demás seres tienen existencia
por causa de Él, y en Él.
Hay muchos pasajes de las Escrituras que muestran este aspecto singular de Dios.
Él es único – (Dt. 6:4; 32:39; 1 Reyes 8:60); por lo tanto, sólo a Él le debemos
adoración – (1 Reyes 8:61; Is. 37:16; 43:10-11; 44:6, 8; Mac. 12:29-32; 1 Cor.
8:4, 6; Gal. 3:20; Ef. 4:6; 1 Tim. 2:5).
Si hubiera más de un Dios, de hecho, no habría Dios. El politeísmo niega lo Absoluto,
niega la Última Causa, niega la independencia, la inmutabilidad y la eternidad de
Dios. La unidad de Dios singulariza la religión revelada. Ninguna otra religión afirma
categóricamente la unidad de Dios.
B. LA INMANENCIA Y LA TRASCENDENCIA DE DIOS
El Dios de las Escrituras es El Dios del teísmo 1, Aquel que es al mismo tiempo
inmanente (que se relaciona con la creación) y trascendente (que está por sobre
toda la creación).
Éstas dos ideas teístas deben estar en equilibrio en la mente de todo aquel que
estudia las Sagradas Escrituras. Si hay un énfasis exagerado en una de las dos ideas,
la creencia teísta se perjudica. Si, por un lado, se enfatiza exageradamente la
inmanencia, se pierde la noción de un Dios personal, porque existe el peligro
de caer casi en una identificación de Dios con su creación, como sucede con los que
tienen tendencia panteísta2.
Si, por otro lado, hubiera un énfasis excesivo en la trascendencia, se incurre en el
error de perder la noción de un Dios activo en la historia, como es el caso de
aquellos que tienen tendencias deístas.
La idea que tengamos de la inmanencia y de la trascendencia de Dios, afectará otros
muchos aspectos de nuestra creencia, aún en nuestra vida práctica.
La inmanencia y la trascendencia, dice Millard Erickson,
“…no se deberían considerar como atributos de Dios. Por el contrario, estos dos
conceptos atraviesan varios atributos de la grandeza y de la bondad de Dios. Algunos
de los atributos, para ser exacto, expresan inherentemente más su trascendencia,
y otros que expresan más su inmanencia; pero, en general, la trascendencia y la
inmanencia se deberían considerar indicadores de como Dios, con todos sus
atributos, se relaciona con este mundo.”
(Ej. Santidad, amor…)
1. INMANENCIA

1
Es la creencia en la existencia de un Dios personal, Creador, Preservador y el que gobierna todas
las cosas.
2
Este término viene de los vocablos griegos, "Pan" que significa "todo", y de "Theos" que significa
"Dios". Esta enseña que el universo y Dios son uno, todo es Dios.
4
La inmanencia de Dios tiene que ver con su relación con el mundo creado,
especialmente con el ser humano y su historia. Dios está profundamente involucrado
con la historia humana. Él actúa de modo simple, directa e indirectamente, e incluso
interviene de manera especial en la vida de los seres humanos que creó,
especialmente con los cuales tiene una relación de pacto, a quienes Jesucristo vino
a redimir.
Hay algunos versículos de las Escrituras que muestran la preocupación de Dios hacia
el universo creado; y esto es inmanencia:
“¿Podrá alguno esconderse en escondites de modo que yo no lo vea? -- declara El
SEÑOR. ¿No lleno yo los cielos y la tierra? - declara el SEÑOR.” (Jer 23:24)
Aunque este versículo enfatice una cierta noción de la grandeza de Dios, de su
inmensidad, en verdad él habla de la preocupación de Dios por los seres humanos.
Es decir, Dios está involucrado con ellos de tal manera que ninguno escapa de su
vista.
“Y el SEÑOR dijo: Ciertamente he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto,
y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de
sus sufrimientos. Y he descendido para librarlos de la mano de los egipcios, y para
sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana
leche y miel…”
Dios muestra aquí su relación afectiva con las personas que eran parte del pueblo
de Israel, en sus necesidades, mostrándose interesado por ellas, a pesar de su
inmensa grandeza.
“Si Él determinara hacerlo así, si hiciera volver a sí mismo su espíritu y su aliento,
toda carne a una perecería, y el hombre volvería al polvo.” (Job 34:14-15)
Si Dios se volviera sólo hacia sí mismo, sin preocuparse por los seres humanos,
todos perecerían, porque todos dependen de la acción inmanente de Dios. En
general, podemos decir que, sin Dios, los hombres y la naturaleza son semejantes
a nada. Todos son dependientes de Dios.
“Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Tú les das, ellos
recogen; abres tu mano, se sacian de bienes. Escondes tu rostro, se turban; les
quitas el aliento, expiran, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y
renuevas la faz de la tierra.” (Sal. 104:27-30)
La ausencia de Dios de este mundo sería la muerte de todos los seres vivientes. La
vida y la renovación de la misma dependen enteramente de la relación de Dios con
el mundo.
Todas las obras de Dios, en la creación, en la providencia y en la redención,
muestran como Dios está directamente relacionado con nosotros. Dios actúa de
acuerdo con los patrones regulares de la naturaleza, activo tanto en los organismos
como en las organizaciones.

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La importancia de la Doctrina de la Inmanencia
Esta doctrina es esencial para el cristianismo, pues si Dios no fuera inmanente, no
podría relacionarse con nosotros, ni el Verbo podría encarnarse para realizar nuestra
redención. Es necesario que creamos en un Dios separado de los hombres, santo,
distinto de los pecadores, pero también, en un Dios que se revela y se involucra con
el universo que Él mismo creó.
Si negamos la inmanencia de Dios, negamos la doctrina de la providencia divina,
negamos la doctrina de la personalidad divina, negamos la doctrina del amor de
Dios. Por lo tanto, como cristianos teístas que somos, tenemos que afirmar la
doctrina de la inmanencia de Dios; sin, con esto, caer en los múltiples errores del
panteísmo.
Además de las ideas dichas anteriormente, hay algunas cosas que necesitamos
deducir de la correcta doctrina de la inmanencia de Dios:
De parte de Dios
 Dios no necesita necesariamente trabajar de manera inmediata (es decir, sin
el uso de medios) para cumplir sus propósitos. La creación y todos los seres
racionales están al servicio de Dios. Por ejemplo: Dios puede usar los
elementos de la naturaleza o la propia medicina para curar a alguien, o puede
usar las causas secundarias o causas naturales para llevar a cabo sus fines.
 Dios, en virtud de su relación con la creación, puede usar personas u
organizaciones no cristianas para cumplir sus planes. Fue así como lo hizo con
Asiria y con Babilonia para tratar con Israel.
De nuestra parte
 Deberíamos tener una apreciación por todo lo que Dios creó y tiene
preservado, pues la creación pertenece a Dios y está activo en ella. Por esta
razón, debemos usarla para nuestras necesidades legítimas, sin explotarla
indebidamente. Necesitamos tratar respetuosamente a la creación de Dios y
a los que son hechos a su imagen y semejanza.
 Debemos aprender algo sobre Dios en su creación. Ella nos da una buena idea
de quien es Dios. Observemos como la naturaleza funciona, y meditemos en
las perfecciones de Dios.

2. TRASCENDENCIA
La palabra “trascendencia” proviene del latín trascendentia (trans = sobre, a través
+ scandere = escalar, elevar) que significa más allá de los limites naturales,
levantarse sobre, sobrepasar o exceder. Se usa en la teología para afirmar que,
aunque Dios esté presente en el mundo (Inmanencia), Dios no es parte del mundo,
ni tampoco el mundo es divino (Panteísmo). Dios existe aparte y más allá de la
creación.
Como Creador, Dios está sobre Su creación y es totalmente distinto de cada
ser creado. La distinción entre Dios y el resto de Su creación no es meramente
6
cuantitativa (lo mismo, pero más grande), sino cualitativa (Dios es un ser
completamente diferente). A pesar de su esplendor, todos los demás seres en la
tierra y en los cielos son meras criaturas. Sólo Dios es Dios, separado, trascendente,
e inaccesible. El más espléndido ángel que se encuentra en la presencia de Dios no
sería más que el más pequeño gusano que se arrastra sobre la tierra frente la
grandeza de Dios. ¡Dios es incomparable!
La doctrina de la trascendencia de Dios está presente en todas las religiones teístas.
Esta idea se destaca en el judaísmo, en el islamismo y, de una manera especial, en
todas las manifestaciones del cristianismo. Es la doctrina que dice que Dios está
sentado en las alturas, en su trono, siendo un Dios separado de su creación e
independiente de ella.

“Porque el SEÑOR, el Altísimo, es digno de ser temido; Rey grande


es sobre toda la tierra.” (Sal. 47:2 LBA)

Dios, al estar separado y ser independiente de nosotros, está por sobre toda su
creación. Las Escrituras se refieren a Dios como el “Altísimo”, como Aquel que está
sobre todas las cosas, “elevado”, indicando Su superioridad sobre todas las cosas
que vemos y de las cuales sabemos. Dios no está limitado a las mismas cosas que
los seres humanos, es decir, el tiempo y el espacio, por esto, no se puede medir por
ellos.
Calvino consideraba que para el hombre es imposible investigar las profundidades
del Ser de Dios. "Su esencia", dice, "es incomprensible de tal manera que su
divinidad escapa completamente a los sentidos humanos". Los reformadores no
negaban que el hombre puede saber algo de la naturaleza de Dios por medio de la
creación, pero afirmaban que el hombre puede adquirir el verdadero conocimiento
de Dios únicamente por la revelación especial, bajo la iluminadora influencia del
Espíritu Santo.
Las Escrituras tienen algunas informaciones preciosas respecto a la trascendencia
de Dios. Su trascendencia se puede observar en la grandeza de sus pensamientos,
de su poder y de sus conocimientos.

“Is. 55:8-9 – Porque mis pensamientos no son vuestros


pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como
son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos
que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos.”

Estos versículos nos dicen que el Señor está por sobre nuestro conocimiento y por
sobre nuestra capacidad de comprenderlo, pues Él está por sobre nuestras
relaciones y de toda nuestra capacidad. Por esta razón, Zofar dijo a Job:

7
“¿Descubrirás tú los secretos de Dios? ¿Llegarás tú a la perfección del
Todopoderoso?” (Job 11:7).
Dios es un ser absolutamente distinto a su creación y a todas las demás personas.
Dios es infinitamente superior, en todo, y a todas las cosas que podemos percibir o
imaginar.
A. A. Hodge dice que si:

“Dios no fuera extramundano, si no fuera una persona trascendente


y separada, revelándose a sí mismo objetivamente, ordenando todo
desde arriba y trabajando con sus criaturas desde afuera, resultaría
que no podría mantener con nosotros las relaciones
gubernamentales, así como también las sociales.”
La trascendencia es una necesidad absoluta de Dios. Negar su trascendencia es
quitarle su esencia, confundiéndolo con su creación y haciéndolo semejante
a nosotros.
Quien niega la trascendencia en Dios, lo humaniza. Él, por necesidad, tiene que ser
de afuera, extramundano, a fin de que pueda relacionarse con los seres de este
mundo creado.

“¿Con quién me compararán? ¿Quién es igual a mí?», pregunta el


Santo.” (Is. 40:25)
J. Gresham Machen nos presenta una buena descripción de la transcendencia:

“En la visión cristiana de Dios como se establece en la Biblia, hay


muchos elementos. Pero un atributo de Dios es absolutamente
fundamental en la Biblia; un atributo es absolutamente necesario para
hacer inteligible todo el resto. Ese atributo es la tremenda
trascendencia de Dios. Desde el principio hasta el final, la Biblia se
preocupa por exponer el espantoso abismo que separa a la criatura
del Creador. Es cierto, de hecho, que, según la Biblia, Dios es
inmanente en el mundo. Ni un gorrión cae al suelo sin Él. Pero Él es
inmanente en el mundo no porque esté identificado con el mundo,
sino porque es El libre Creador y mantenedor de él. Entre la criatura
y El Creador se fija un gran abismo.”
La transcendencia de Dios nos habla de Su inmensidad y de que nuestras mentes
finitas no pueden comprender completamente las profundidades de Su ser. Sin
embargo, debido a que fuimos hechos a Su imagen (Génesis 1:26-27), podemos
conocerlo verdaderamente, aunque no completamente. Por ejemplo, podemos saber
significativa y verdaderamente que nuestro Padre es bueno; sin embargo, toda la
eternidad “será poco” para nosotros en comprender la profundidad y la amplitud de
su bondad (Salmo 145:3)

Un peligro que se debe evitar

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Debemos tener cuidado de que, aun creyendo en la doctrina de la trascendencia de
Dios, podamos caer en la enseñanza errónea de los deístas 3 que, enfatizando
exageradamente esta doctrina, creyeron en un Dios distante y sin ninguna relación
con el mundo creado, negando la doctrina de la providencia divina o la doctrina de
la revelación general.

La necesidad de la Trascendencia
Esta característica de Dios es absolutamente necesaria. Dios es un Espíritu infinito
que posee existencia necesaria. Es parte de su esencia. El Creador debe estar por
sobre toda su creación. Aún más: antes de la creación, Él ya existía. Esto tiene que
ver con su trascendencia. Por lo tanto, si Dios no es trascendente, Él es un ser
dependiente y tiene necesidades, igual que sus criaturas. El estudio de la
trascendencia de Dios es absolutamente necesario, para que comprendamos
algunos de sus atributos que estudiaremos posteriormente. La trascendencia de Dios
nos ayuda a ver claramente su superioridad sobre el universo, y la dependencia que
tiene todo el universo en relación a Él.

Los resultados de la Trascendencia


La creencia en la trascendencia de Dios produce ciertas influencias en nuestra
actitud religiosa-comportamental. Hay algunas cosas que reconocemos:
 Existe algo muy por encima de nosotros. El hombre no es el más alto
bien del universo, ni la medida más alta de verdad o de valor. La
creencia en la trascendencia es un golpe al orgullo del
humanismo.
 Este Dios que está por encima de nosotros no puede ser percibido, a
menos que Él se deje hallar o que se revele. Los conceptos humanos no
pueden expresar lo que Él es, a menos que los conceptos emitidos por
los hombres tengan base en la propia revelación que Dios hace de sí
mismo. Dios va más allá de nuestro entendimiento, pero lo que
podemos saber sobre Él se adapta a nuestra capacidad de
conocimiento; que refleja de algún modo que Él nos hizo, en algún
sentido, parecidos a Él. Por esto podemos saber algo sobre Dios.
 El abismo que existe entre nosotros y Dios no es meramente moral o
espiritual, sino de esencia. Aún después de nuestra redención,
continuaremos siendo hombres, y no seremos iguales a Él. Seremos
siempre hombres, mientras Él será siempre Dios. La salvación que Dios
nos da nos restaura a la condición original en que fuimos creados, pero
nunca nos iguala a Él.
 La idea de la trascendencia de Dios debe llevarnos a una enorme
reverencia para con Él. Esta reverencia debe ser manifestada incluso

3
Deísmo es la teoría que acepta la existencia de un Dios personal, infinito y santo, que creó al mundo,
pero que Él, en forma deliberada, abandonó su creación para que se gobernara por leyes naturales.
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en nuestra adoración, porque cuando lo adoramos, no lo hacemos solo
como hijos del Padre Celestial, sino, ¡cómo criaturas delante del Dios
altísimo y todopoderoso!

INMANENCIA Y TRASCENDENCIA CODO A CODO


Las Escrituras contienen algunos pasajes donde estos dos importantes aspectos de
la Divinidad están juntos.
El texto de Isaías 6:1-5 habla de Dios como Aquel que está en “un trono alto y
sublime”, indicando que Dios está en una posición elevada sobre su creación, como
el Soberano altísimo e inefable. Al mismo tiempo, el texto dice que “¡Toda la tierra
está llena de su gloria!”, mostrando el carácter inmanente de este Dios que se hace
presente de manera gloriosa en la plenitud de su creación.
El texto del Salmo 113:5-7 presenta a Dios como el que habita las alturas, el
Trascendente, tiene preocupación por lo que sucede en el mundo de los hombres.
Observe el pasaje: “¿Quién como Jehová nuestro Dios, que se sienta en las alturas,
que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra? Él levanta del polvo al pobre, y al
menesteroso alza del muladar”. Perciba que la palabra “alturas” (v.5) excede lo que
conocemos como “cielo” (v.6). Estos son creados, y las “alturas” no. El término
“alturas” no es designativo de lugar, pues Dios habita la eternidad, sino que es
significativo de lo que está más allá de lo creado, pues Dios ya estaba allí antes que
hubiera cielo y tierra. Su trono existe desde siempre. No obstante, a pesar de ser
elevado por sobre toda la creación, y separado de ella, se preocupa con lo que ocurre
aquí y está involucrado en todos los acontecimientos de la historia, socorriendo de
un modo especial a los que son parte de “su pueblo”, que en este texto se les llama
“pobres” y “menesterosos”.
El pasaje de Isaías 57:15 es aún más claro en la demostración de las dos verdades
en conjunto. La primera verdad, la de la trascendencia, se revela al comienzo del
versículo: “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad, y cuyo
nombre es el Santo: "Yo habito en la altura y la santidad...” Esta parte evidencia la
grandeza, la altura y la sublimidad de Dios que está fuera de la esfera espacial y
temporal, las dos categorías propias de las cosas creadas. En la segunda parte del
versículo, podemos ver el carácter inmanente de Dios relacionándose con el mundo
creado, especialmente con los seres humanos carentes de su asistencia: “... y con
el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los humildes, y
para vivificar el corazón de los quebrantados”.
Jesucristo deja claro que hay un gran abismo entre lo que pertenece a la esfera de
las cosas creadas y el de las cosas no creadas, entre las cosas temporales y las
eternas, pues dijo: “Vosotros sois de abajo, yo soy de arriba; vosotros sois de este
mundo, yo no soy de este mundo” (Jn. 8.23). Sin embargo, a pesar de haber una
gran distancia entre estas dos esferas, Dios, en el Verbo Divino, cruzó el abismo que
había entre la esfera de la eternidad y la del tiempo, haciéndose uno de nosotros e
involucrándose con nuestro mundo. Teniendo compasión de nosotros, se unió para

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siempre con esta esfera temporal y finita, a fin de que pudiéramos ser redimidos y
el cielo y a la tierra fueran unidos.
Este es el Dios que vamos a estudiar en nuestras clases: El Ser que es trascendente
e inmanente (su existencia, sus nombres, su carácter tripersonal, sus atributos) y
sus obras (sus decretos: creación, predestinación y providencia).

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Capítulo II
A. La existencia de Dios

“Rom. 11:33-36. ¡Qué profundas son las riquezas de la sabiduría y


del conocimiento de Dios! ¡Qué indescifrables Sus juicios e
impenetrables Sus caminos!

«¿Quién ha conocido la mente del Señor, o quién ha sido Su


consejero?»

«¿Quién le ha dado primero a Dios, para que luego Dios le pague?»

Porque todas las cosas proceden de Él, y existen por Él y para Él. ¡A
Él sea la gloria por siempre! Amén.”

¿Dios realmente existe? ¿Es posible probar Su existencia por medio de la razón? ¿Es
la existencia de Dios un tema que debe ser aceptado solamente por la fe?
Las respuestas a estas preguntas serán divididas en dos partes: Primera, todo ser
humano tiene un sentido innato de la existencia de Dios (Cognitio Insita). Segunda,
creemos en la evidencia de la existencia que se halla en la Biblia y en la naturaleza
los cuales adquirimos (Cognitio Acquista).

1. La existencia de Dios es algo presente en todo ser humano por su


naturaleza
Generalmente se hace una distinción entre el conocimiento innato y el adquirido de
Dios. Esta no es una distinción estrictamente lógica, porque en última instancia todo
conocimiento humano es adquirido.
Aunque no sea aceptado por la mente posmoderna, esta verdad fue aceptada y
enseñada por filósofos antiguos y modernos. Por ejemplo, Platón (427-347 a.C.) a
menudo enseñaba que el bien más elevado del alma es la semejanza con Dios,
cuando se llega a este conocimiento todo se transforma en uno. También en los
escritos de Plutarco de Queronea (46-120 a.D.), se encuentra que una vez que la
religión está ausente de la vida de los hombres, no sólo no superan a los animales,
sino que en muchos aspectos son mucho más dignos de compasión, porque, sujetos
a tantos tipos de males, llevan una vida tumultuosa e inquieta.
Y el filósofo moderno René Descartes (1596-1650) también tenía este mismo
entendimiento que la idea de Dios es innata. Para Descastes no era que estaba
presente en la mente humana desde el principio, sino que estaba en el hombre el
potencial o la tendencia de conocerlo a la medida que la mente alcanza madurez.
Descartes es conocido por la máxima cogito ergo sum que en español es “pienso
luego existo”.
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Desde este mismo punto de vista, John Locke (1632-1704) padre del empirismo, se
fue a otro extremo, atacó la doctrina de la idea innata, Locke tenía como máxima la
tabula rasa que significa página en blanco. Para él todo recién nacido es una página
en blanco, pues en su entendimiento todo conocimiento viene posteriori a la
experiencia. Otros filósofos vendrán más tarde en la historia yendo mucho más lejos
al punto de negar la existencia de Dios.
Pero la idea de Dios es universal en la raza humana. Nadie nace ateo. La idea de
Dios se encuentra desde las tribus menos civilizadas y aisladas hasta los más
modernos grandes centros del mundo.
Sin embargo, esto no quiere decir que no haya individuos que nieguen
completamente la existencia de Dios según se nos ha revelado en la Escritura: un
Ser Personal existente por sí, consciente de infinitas perfecciones, que hace todas
las cosas de acuerdo con un plan predeterminado.
Podemos decir que la propia inquietud de los hombres en buscar entender a Dios y
la necesidad de creer en algo por sus propios medios reafirma la enseñanza bíblica
de que todo hombre fue creado para adorar.
Juan Calvino afirma que, aunque la dureza obstinada de los malvados evoca
ávidamente para repudiar a Dios, deseando que este sentido fuera extinguido, lo
que se nota es que cobra fuerza y se hace vigoroso en sus mentes.
Así Calvino en la Institución de la Religión Cristiana libro 1, cap. 3, desarrolla la
enseñanza bíblica del conocimiento innato de Dios, es decir, que el hombre al ser
creado a la imagen y semejanza de Dios (Gen. 1:27-28), viene al mundo con la idea
de un Ser superior, aunque no sepa formular correctamente conceptos sobre Él. Hay
ciertas cosas sobre la Divinidad implantadas en el alma humana que son comunes
a todas las razas, por más distantes y aisladas que estén unas de las otras.
Cuando Dios creó al hombre, éste quedó con la imagen de Dios estampada en él.
Incluso la caída en el Edén no destruyó completamente las cosas que Dios colocó en
el corazón de los seres humanos, pues sus leyes morales básicas están implantadas
dentro de ellos, y serán juzgados por ellas, según la enseñanza de las Sagradas
Escrituras (Rom. 2:11-16).
La perspectiva de la existencia de Dios puede ser notada por el relato de la creación
del hombre (Gen. 2:7-8). Estos dos versículos nos dicen algo muy importante con
respecto de la experiencia humana con Dios. El primer lugar el hombre, Adán, tuvo
una conciencia absolutamente clara de la existencia de Dios, porque éste se le reveló
proposicionalmente, es decir, con palabras al conversar con él en el lugar donde fue
creado y colocado. Desde el comienzo de su existencia, Adán tenía una conciencia
de Dios. Ésta era inevitable en Adán, por causa de la constitución de su naturaleza.
Él no podía huir de la presencia de Dios ni evitar relacionarse con Él en el Edén pues
tenía una fuerte noción de la presencia divina.
Aún después de la caída del hombre, la idea de la conciencia de Dios no desapareció
del ser humano. Con la Caída se quebró la relación espiritual. El hombre quedó

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separado de Dios, muerto espiritualmente, pero permaneció en él la conciencia
divina.
Calvino usa dos expresiones aclaratorias con respecto a la idea de Dios, que aún los
paganos tienen. Éste atribuye estas ideas innatas a dos cosas naturales en el
hombre, cosas que la Caída no destruyó porque Dios las implantó de forma indeleble
en el corazón humano: semen religionis y sensus divinitatis.
a. Semen Religionis <<semilla religiosa>>
La semilla de la religión fue implantada en el corazón del hombre cuando Dios lo
creó. Ningún hombre es ateo por naturaleza. Ningún hombre llega al mundo sin esta
semilla de la religión. Calvino dijo que “como la experiencia demuestra, Dios plantó
una semilla de la religión en todos los hombres”.
Todos tienen una religión natural como resultado de la idea innata de Dios. Pero
esta religión no es suficiente para las necesidades del hombre en el estado de pecado
en que se encuentra. En este tipo de religión el hombre tiene miedo, porque sólo
conoce la justicia de Dios y no tiene noción alguna de su misericordia. De ahí la idea
de ofrecer sacrificios, en todas las religiones de pueblos primitivos, para aplacar la
ira de los dioses. La religión natural inspira miedo, no esperanza ni confianza.
La religión natural muestra que hay un Dios con atributos como poder, divinidad,
justicia, como se enseña en Romanos 1:18... Estos son atributos que Dios manifiesta
en la naturaleza (Su eterno poder y divinidad), pero su misericordia, amor, gracia,
etc., son expresiones de Su voluntad, y Él las manifiesta cuando quiere. Aunque
estos atributos sean parte de la esencia de Dios, su manifestación depende del
ejercicio de Su voluntad. Esto no es parte de las ideas innatas de Dios, que la religión
natural trae.
b. Sensus Divinitatis <<sentido de que hay Dios>>
La semilla de la religión existe porque el ser humano nace con el sentido de que
existe un Ser Divino detrás de todo lo que ve y siente. La idea de Dios está
implantada en el alma humana, aunque por causa de la perversión del corazón
humano, no haya una relación de armonía con el Dios verdadero.
Calvino dijo que esta “conciencia de divinidad” fue implantada por Dios en todos los
hombres “para evitar que alguien se refugie en una supuesta ignorancia”. Él
continúa diciendo: “Los hombres de sano juicio siempre estarán seguros de que el
sentido de divinidad, que no puede ser borrado jamás, está grabado en la mente de
los hombres.” Al concluir su idea sobre el sensus divinitatis, Calvino dice:
“Por lo tanto, visto que desde el comienzo del mundo no ha habido ninguna región,
ninguna ciudad, en resumen, ninguna familia que pudiera vivir sin religión, en esto
descansa la tácita confesión de que el sensus divinitatis está inscrito en los
corazones de todos los hombres.”
El texto de Hechos 17:15…, en el episodio del Areópago de Atenas, muestra que
todos los hombres, sin tener la luz de la revelación especial, tienen el sentido de
que hay un Ser mayor que ellos, al cual adoran, aunque esta semilla de la religión
14
y el sentido de divinidad sean perjudicados debido a los efectos del pecado. Por
causa de la corrupción del corazón, ellos perdieron las informaciones necesarias
respecto a Dios, pero aún tienen la conciencia de divinidad y la expresan en los
cultos que rinden, aún sin conocerlo debidamente.
El texto de Rom. 1:18-22 muestra el semen religionis y el sensus divinitatis de
manera inequívoca. En él, Pablo afirma claramente que el hombre “suprime la
verdad de Dios y la cambia por la injusticia” (v.18). Los hombres caídos son culpados
por suprimir la verdad. ¿Qué quiso decir Pablo con esto? Él afirma que la verdad
suprimida es el conocimiento de Dios que les fue manifiesto (v.19). Dios se les
reveló, pero ellos no quisieron la verdad de Dios, prefiriendo su injusticia (o su
mentira). Es este conocimiento de Dios que el hombre suprime. Dicho conocimiento,
que es la conciencia de su existencia, el hombre busca negar. Todo hombre tiene
esta conciencia de Dios, muy a pesar de que luche desesperadamente por negarla.
El v. 18 dice en la RV60 que la perversión de los hombres “detienen la verdad”. La
palabra griega usada para “detener” (κατέχω - katecho) más bien debe ser
traducida como suprimir. La idea es que el hombre posee alguna cosa, pero algo lo
lleva a luchar contra lo que es natural en él – el conocimiento de Dios. La
depravación humana conduce al hombre a la supresión de lo que es propio en él: la
conciencia de la existencia de Dios, que lo lleva a ser un ser religioso.
Por más que el hombre luche, este conocimiento de Dios no puede ser borrado. Esta
noción de la existencia de Dios es intrínseca en él. Sin embargo, el hombre es
condenado porque intenta negar lo que no puede ser negado: la existencia de Dios.
La corrupción de su corazón lo lleva a invertir el orden de las cosas, pero no borra
de él la conciencia de divinidad y la semilla de la religión. El hombre no puede
escapar de la conciencia de Dios. Él sólo suprime el conocimiento verdadero de Dios,
pero no huye de la conciencia de Dios.
Todos los hombres viven en un ambiente que revela la existencia de Dios, y no
pueden escapar de esta presencia que les impacta el ser. Pueden hasta suprimir el
conocimiento verdadero de Dios y pueden batallar contra la idea del Dios verdadero,
pero no pueden huir de la conciencia de su existencia.
Por lo tanto, con el estudio del semen religionis y del sensus divinitatis, no es difícil
entender porque hay ciertas ideas innatas con respecto a la Divinidad. Éstas son
naturales en un ser creado. Por definición, un ser creado no puede funcionar como
si no lo fuera. Por lo tanto, la existencia de Dios, aunque no podamos probarla
empíricamente, debe ser presupuesta y asumida.
Esta idea innata de la existencia de Dios es el resultado de la constitución de la
naturaleza humana, de lo que Dios plantó en ella.

“Él ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la


eternidad en sus corazones, sin embargo, el hombre no descubre
la obra que Dios ha hecho desde el principio y hasta el fin.” (Ecc.
3:11)

15
Esta idea es innata como lo son también las ideas de espacio y tiempo en la mente
humana. La intensidad de esta idea varía de acuerdo con las razas y civilizaciones,
pero son ideas universales.
Los atributos invisibles de Dios, que no pueden ser percibidos por los sentidos
humanos, son vistos claramente por la mente humana en la revelación de la
naturaleza.
En realidad, la negación de Dios no es una novedad de los tiempos posmodernos, la
idolatría, el politeísmo y el ateísmo es ampliamente visto en las escrituras.
“"No os volváis a los ídolos, ni hagáis para vosotros dioses de fundición; yo soy el
SEÑOR vuestro Dios.” (Lev. 19:4), “Taré, padre de Abraham y de Nacor, y servían
a otros dioses.” (Jos 24:2), “El necio ha dicho en su corazón: No hay Dios.”
(Sal. 14:1/53:1 LBA)
“Porque del deseo de su corazón se jacta el impío, y el codicioso maldice y desprecia
al SEÑOR. El impío, en la altivez de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento
es: No hay Dios.” (Sal. 10:3-4 LBA)
En fin, las escrituras afirman que el pecado hará que las personas nieguen su
conocimiento de Dios; habla de los que «con su maldad obstruyen la verdad» (Rom.
1:18) y dice que al hacer esto «nadie tiene excusa» por su negación de Dios (Rom.
1:20). Una serie de verbos activos indica que esta es una supresión a propósito de
la verdad (Rom. 1:23,25,28,32).
Por otro lado, en la vida del creyente esta consciencia interna por la gracia de Dios
y por el nuevo nacimiento se hace más fuerte y más distinta. Empezamos a conocer
a Dios como nuestro Padre amoroso celestial (Rom. 8:15), El Espíritu Santo da
testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (Rom. 8:16), y llegamos a
conocer a Jesucristo que vive en nuestros corazones (Ef. 3:17; Fil. 3:8, 10; Col.
1:27; Jn. 14:23). La intensidad de esta consciencia en el creyente es tal que, aunque
no hayamos visto a nuestro Señor Jesucristo, en verdad le amamos (1 Pe. 1:8).

16
«Pruebas» tradicionales de la existencia de Dios
Las «pruebas» tradicionales de la existencia de Dios que han forjado filósofos
cristianos (y algunos no cristianos) en varios puntos de la historia son esfuerzos por
analizar la evidencia, especialmente la evidencia de la naturaleza, de maneras
extremadamente cuidadosas y lógicamente precisas, a fin de persuadir a los
seres humanos que no es racional rechazar la idea de la existencia de Dios.
Si es cierto que el pecado hace que las personas piensen irracionalmente, estas
pruebas son esfuerzos de hacer que las personas piensen racionalmente o
correctamente en cuanto a la evidencia de la existencia de Dios, a pesar de las
tendencias irracionales causadas por el pecado.
La mayoría de las pruebas tradicionales para la existencia de Dios se pueden
clasificar en cuatro tipos principales de argumentos:
1. El argumento cosmológico considera el hecho de que todo lo conocido en el
universo tiene una causa. Hay una ley de la física llamada causalidad que dice que
no hay efecto sin causas. Toda causa tiene un efecto, así como se dice que una
obra de arte no surge de la nada, ella necesita un gran artista. Siendo el mundo tan
grandioso como es, necesariamente necesita tener una causa grandiosa también.
Por consiguiente, razona, el universo mismo también debe tener una causa, y la
causa de un universo tan grande sólo puede ser Dios.
2. El argumento teleológico - Hay propósito en todo lo que existe. Este es en
realidad una subcategoría del argumento cosmológico. Enfoca la evidencia de
armonía, orden y diseño en el universo, y argumenta que su diseño da evidencia de
un propósito inteligente (la palabra griega telas quiere decir «fin», «meta» o
«propósito»).
El mundo no es caótico, al contrario, en todos los lugares es posible ver orden,
propósito, organización y armonía. El mundo revela un sentido de inteligencia que
no puede ser ignorado. Hay muchos ejemplos de esto: En el ciclo de las aguas, la
lluvia hace que el agua caiga sobre la tierra, el agua corre hacia el río, el río corre
hacia el mar, el sol hace evaporar el agua del mar que sube hasta las nubes, de las
nubes caen otra vez en la tierra, y así el ciclo reinicia (Ec 1:7). Esta noción de
organización e inteligencia puede ser vista incluso en las cosas más insignificantes,
como en la vida de los insectos, o en las cosas más sofisticadas como en la
constitución del cuerpo humano. Toda la simetría, toda lógica, toda la armonía
presupone una inteligencia mayor que haya planeado todo.
Puesto que el universo parece estar diseñado con propósito, debe haber un Dios
inteligente y con propósitos que lo creó para que funcione de esa manera.
3. El argumento ontológico - Según este argumento, una de las cosas que nos
lleva a pensar que Dios debe existir es el hecho de que todos tienen esta noción en
sí mismos. En general, la idea que la gente hace de Dios es la de un ser superior e
infinito. La cuestión es: ¿cómo nociones de un ser infinito pueden surgir en
mentes de seres finitos? El filósofo y matemático francés Descartes (1595-1650)

17
no podía entender que el hombre fuera capaz de crear esas ideas, para él
necesariamente necesitaba haber venido de fuera, o sea, de Dios mismo.
Es un hecho innegable que la creencia en la existencia de un ser superior es
generalizada y, por más que se busque maquillar en muchos lugares, no se anula la
evidencia de que apunta a algo más allá de nosotros mismos. Según este
argumento, todos imaginan que existe una divinidad, luego esta divinidad debe
existir. Para muchos teólogos y filósofos el argumento es convincente, aunque debe
quedar claro que no prueba objetivamente la existencia de Dios. Pero no se puede
negar que da una respuesta bastante convincente a una situación verificable: la idea
de lo divino que es común en todas las personas.
4. El argumento moral - Hay una idea de moral implícita en todos. Hay en todos
los hombres una noción de cierto e incorrecto, del bien y del mal. Todos anhelan por
justicia y se irritan con la injusticia, pero debe haber un Dios que es fuente del
concepto del bien y del mal y que algún día hará justicia a toda persona.
Esta noción depende mucho del aprendizaje que la persona recibe durante la vida,
pero no totalmente, pues hay un grado en que ese sentido es innato en todos los
hombres. Incluso los peores criminales tienen una noción de justicia. La cuestión
es: ¿de dónde viene tal noción? La explicación es que la noción es implantada
por Dios mismo. El teólogo Hodge argumenta que "como la imagen del sol reflejada
de un espejo o de la lisa superficie de un lago nos revela que el sol existe y lo que
es, así el alma humana, tan clara e infaliblemente, revela que Dios existe y lo que
Él es ". Somos criaturas morales. La moral no podría originarse en nosotros mismos,
por eso, debe existir un Dios que la implantó en nosotros. La evolución no puede
explicar la existencia de esa moral. Este argumento va más allá de los anteriores,
pues no sólo dice que Dios existe, que es infinito, que es sabio, pero que es un ser
moral. Incluso Kant, que intentó rechazar los argumentos, aceptaba este
argumento, pues entendía que el camino propio de la religión era el camino de la
moral. Para Kant, el hombre es un ser moral y, por lo tanto, debe reflejar la vida de
un Dios moral.
No creemos que estos argumentos sean pruebas definitivas de que Dios existe.
Como creyentes sabemos que, en última instancia, la fe en la revelación especial
(Biblia) es necesaria para que se crea que Dios existe. En cualquier forma, estos
argumentos son útiles para ayudar a entender que no es irracional creer en la
existencia de Dios. El valor de estas pruebas, entonces, reside principalmente en
superar algunas de las objeciones intelectuales de los que no creen. No pueden
llevar a los que no creen a una fe que salva, porque eso surge al creer el testimonio
de la Biblia. Pero sí pueden ayudar a superar objeciones de parte de los que no
creen, y, para los creyentes, pueden proveer evidencia intelectual adicional para
algo de lo que ya están persuadidos debido a su propio sentido interno de Dios y
por el testimonio de la Biblia.
Por lo tanto, no prueban que Dios existe, pero prueban que la fe en Dios es
razonable, o sea, que la fe es racional.

18
LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS
“NO HAY QUIEN ENTIENDA, NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS; TODOS SE HAN
DESVIADO, A UNA SE HICIERON INÚTILES; NO HAY QUIEN HAGA LO BUENO, NO
HAY NI SIQUIERA UNO.” (Rom 3:11-12)
A. LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS EN EL ATEÍSMO
Aunque no falten evidencias de la existencia de Dios, el intento de negar Su
existencia es algo “muy común” especialmente en una sociedad que es permeada
por los efectos del Iluminismo4, que buscó primero minar la idea de que lo
sobrenatural se involucra con el mundo de los hombres. Este intento resulta de la
corrupción, de la alienación, de la ignorancia, de la rebelión y de la perspectiva
distorsionada que el hombre tiene de Dios y del mundo, como resultado de su
incapacidad de razonar conforme a los dictámenes de Su creación.
Con esta perspectiva distorsionada de Dios y del mundo, la cosmovisión asimilada
de los tiempos del Iluminismo, que facilitó, en muchos seres humano, el intento de
negar la existencia de Dios, especialmente al Dios de los cristianos.
No obstante, la negación de la existencia de Dios no es algo que se originó en la
sociedad contemporánea, sino es una preocupación muy antigua.
a) El nacimiento del Ateísmo
El ateísmo no vino del ser humano tal como Dios lo hizo en el Edén, sino del corazón
pecaminoso que el hombre llegó a tener con la caída. Eclesiastés 8:11 dice que “...el
corazón de los hijos de los hombres está en ellos entregado enteramente a hacer el
mal”, Isaías 32:6 “Pues el necio habla necedades, y su corazón se inclina hacia el
mal, para practicar la impiedad y hablar falsedad contra el SEÑOR…”. Es como si el
veneno de la serpiente hubiera sido injertado en el corazón de los hombres,
capacitándolos, así, para todo tipo de maldad. El corazón, en singular, parece indicar
que toda la humanidad tiene un solo corazón, como si actuara bajo los impulsos de
un solo corazón regente. La lepra del ateísmo ha infectado a todo el conjunto de la
naturaleza humana.
Aún existiendo el semen religionis o el sensus divinitatis en el corazón humano, hay
también una disposición interior por causa del pecado, que lleva a los hombres a
ignorar a Dios o a negar su existencia o a crear su propio dios que en definitiva es
la negación del verdadero Dios. El ateísmo existe debido a la perversión del corazón
humano.
No existe ateo de nacimiento, sino que los hombres se vuelven ateos por un proceso
de raciocinio lógicamente pernicioso. Su deseo (que no es natural en ellos, sino es
producto de su pecado) es escapar de Dios y vivir independientemente de Él. La

4
El iluminismo o ilustración fue un movimiento filosófico del siglo XVIII, caracterizado por la creencia en el poder de la razón
humana y por innovaciones en la doctrina política, religiosa y educativa. Como resultado, la era de la Ilustración trajo consigo
una sospecha de los reclamos de autoridad de la Biblia, la iglesia, los credos y cualquier dogma o doctrina religiosa.

19
gran lucha del alma del ateo es contra la propia semilla de divinidad que en él fue
implantada.

b) La Universalidad del Ateísmo


La universalidad del ateísmo está relacionada a la condición que él pecado trajo
sobre todo hombre, la universalidad del pecado (Rom. 3:23, 5:12, 2 Cor. 4:3-4).
Ningún hombre, sea judío o gentil, tiene por sí mismo algún interés en Dios. El
ateísmo está presente de manera seminal y fundamental en todos los seres
humanos. La inclinación de la naturaleza pecaminosa de todos los seres humanos
los lleva a pensar que Dios no existe (en la inexistencia de Dios), y a ignorarlo. El
cáncer del ateísmo infectó todos los miembros de la raza humana. Es como un
veneno que causa la infección generalizada en todos aquellos que aún no han sido
alcanzados por la gracia reveladora de Dios. Solamente la bondad de Dios es la que
puede liberar a los seres humanos de esta enfermedad maldita. Todos los seres
humanos, en alguna medida, fueron mordidos por la serpiente del ateísmo.
“Nadie busca a Dios como regla, como fin, como su alegría, que es una deuda que
la criatura naturalmente tiene para con Dios. Nadie desea tener comunión con Dios,
sino que la alegría del ateo está en algo inferior a Dios; él prefiere cualquier cosa
antes que, al propio Dios, y glorifica a todo lo que no sea Él... Ama su propia
inmundicia antes que a la santidad de Dios; sus acciones están teñidas con su
egocentrismo, y están vacías de aquel respeto que se le debe a Dios”5
c) La inevitabilidad de Ateísmo
Ningún ser humano escapa a alguna forma de ateísmo, aunque sea un tipo
encubierto. Cuando menciono ateísmo, no me refiero aquí al ateísmo clásico de los
siglos XVIII y XIX, producto del racionalismo iluminista, sino de la indisposición
espiritual que hay en todo hombre, por causa de la Caída, intentando negar todo
lo que tiene que ver con Dios. Tenemos que recordar que esta inevitabilidad no se
debe a la naturaleza constitucional del hombre (pues esta lo lleva a la idea de que
Dios existe), sino a su naturaleza pecaminosa. El pensamiento de la inexistencia de
Dios es una inclinación pecaminosamente voluntaria.
Generalmente, el ateísmo es secreto y casi nunca se confiesa.
d) Tipos de Ateísmo:
El ateísmo tiene varias formas de manifestación. Vamos a mirar dos categorías:
ateos teóricos y ateos practicantes.
i. Ateos Teóricos
Los ateos teóricos son aquellos que niegan la existencia de Dios, pero tienen un
nivel intelectual más elevado. Estos han sido producto de la influencia de la
cosmovisión iluminista desde el siglo XVIII. El racionalismo alemán produjo
muchos hombres y mujeres contrarios a la idea de la existencia de Dios. Ellos

5
Stephen Charnock, The Existence and the Attributes of God, 2 vols. (Grand Rapids: Baker, 1990) vol. 1, 91.
20
usan argumentos racionales para justificar su negación de Dios. A estos ateos se
les llama también “ateos dogmáticos”, pues niegan la existencia de un Ser Divino.
Ellos afirman categóricamente que Dios no existe.
El teólogo Louis Berkhof comenta:
El ateísmo teórico generalmente se funda en alguna teoría científica o filosófica.
Generalmente son de un tipo intelectual más elevado, e intentan por medio de
argumentación racional justificar la afirmación de que no hay Dios. Hay un número
muy grande que teóricamente rechaza toda clase de dios y, sin embargo, hay otro
número mucho mayor que no quiere nada con El Dios de la Biblia.”
Cuando los ateos teóricos afirman que “no hay Dios”, están mostrando el deseo
pecaminoso de la autonomía humana. Intentan demostrar que no necesitan a nadie.
No aceptan la intervención de nadie soberano sobre ellos. La monarquía divina les
es absolutamente detestable. Prefieren la democracia donde Dios queda fuera de
sus decisiones. En algunos círculos, la democracia ha sido para los ateos un
elemento que favorece el ateísmo. Al final de cuentas, ellos prefieren escoger su
propio destino sin tener a alguien que esté al control del universo y de la historia.
ii. Ateos Prácticos
Éste es el tipo más común de ateísmo, ya que, es producto del estado corrompido
del ser humano. El ateísmo práctico siempre fue una tónica en el mundo. De hecho,
la única vez en el Nuevo Testamento en que la palabra griega ateus (que
literalmente significa “sin Dios”) aparece, tiene que ver con el ateísmo práctico.
Pablo se está dirigiendo a los gentiles que no habían sido participantes en varios de
los aspectos soteriológicos que los judíos participaban. Entonces les dice:
“En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a
los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios (atheos) en el mundo”. Ef. 2:12
Esta expresión griega atheos (“sin Dios”), puede referirse a todos los individuos que
andan en incredulidad, pero lo que Pablo está diciendo es más que esto: los
creyentes de Éfeso, en su pasado de incredulidad, vivieron como ateos prácticos.
Los ateos prácticos no niegan necesariamente la existencia de Dios con sus
palabras, sino viven como si Dios no existiera. Así vivían los gentiles a quienes
Pablo escribió, antes de que fueran traídos a Cristo Jesús. La palabra atheos indicaba
el modus vivendi de las personas. Aunque no negaran abiertamente la existencia de
Dios, se comportaban de modo que ignoraban al verdadero Dios. No tenían ningún
sentido de reverencia hacia Él, ni le rendían culto. Éste era el más profundo estado
de miseria en que vivían los paganos: sino afirmaban la inexistencia de Dios,
simplemente no daban la más mínima importancia a su existencia. Vivían sin Dios
en este mundo. Dios no era parte de sus vidas.
De manera muy sabia el salmista muestra cual era el comportamiento de los ateos
prácticos ya en su tiempo:
“El impío, en la altivez de su rostro, no busca a Dios. Todo su pensamiento es: No
hay Dios.” (Sal. 10:4)

21
Este versículo no está diciendo necesariamente que los malos no admiten la
existencia de un Dios, sino que Dios no está en el pensamiento de ellos. Viven
enajenados como si no hubiera Dios. Aquellos que no tienen a Dios en sus
pensamientos obviamente no lo reconocen. Simplemente lo ignoran. Y donde Dios
no es honrado, no es reconocido.
El ateísmo práctico se evidencia en el hecho de que el ser humano se olvida de Dios,
como si Él no existiera.
“Profesan conocer a Dios, pero con sus hechos lo niegan, siendo abominables y
desobedientes e inútiles para cualquier obra buena.” (Tito 1:16)
Las malas obras de los hombres son resultado de su negación práctica de Dios. La
profesión que muchos hacen de Dios no se relaciona con su práctica. Esto es ateísmo
práctico: niegan a Dios con sus obras.
El ateo práctico vive como si fuera el dueño del mundo, sin ninguna connotación
espiritual, ausente de Dios, por esto, sin esperanza. Muchos hombres intentan vivir
sin Dios en este mundo, como si nunca le fueran a rendir cuentas a nadie.
e) Las consecuencias del Ateísmo Teórico
Cuando los hombres niegan la existencia de Dios, su comportamiento tiene algunas
consecuencias inevitables:
1. Los ateos quedan sin patrones éticos confiables
Friedrich Nietzsche fue un filósofo que criticó violentamente la moral cristiana. Él
atribuyó las raíces de la decadencia de la sociedad de su tiempo a la “moralidad
esclava” generada por el cristianismo.6 En la mentalidad de Nietzsche, “no hay
ningún Dios que proteja al débil y dé seguridad a la justicia, pero el hombre aún
afirma que Él existe, haciendo que la debilidad parezca ser algo bendecido. Pero
visto que Dios realmente no existe, ¿por qué deberían la debilidad y la mansedumbre
ser aplaudidas?”7 Ésta es otra manera en que Nietzsche dice lo que afirmó
Dostoyevski: “Si no hay ningún Dios, ¡todo es permitido!”8 La conclusión de los
seguidores de esta filosofía es la siguiente: “Si Dios existe, todo es su voluntad y de
su voluntad yo no puedo escapar. Si Él no existe, todo es mi voluntad y estoy
obligado a mostrar sólo mi voluntad.”9

6
R.C. Sproul, If There’s a God, Why are there Atheists? (Wheaton, III: Tyndale House Publishers, 1988),
7
Ibid., 132.
8
Ibid.
9
Paul Roubiczek, Existentialism for and Against (Cambridge: Cambridge University Press, 1964), 32.
22
2. Los ateos crean la ética de la independencia moral
Esta es una consecuencia lógica del primer punto. La creencia en la inexistencia de
Dios causa en el hombre el libertinaje moral. Nada es pecado porque no existen
paradigmas fuera del propio hombre que exijan de él un patrón de comportamiento.
Cuando no hay patrones objetivos o valores establecidos, los hombres crean los
suyos propios. Para los ateos es una locura dar oídos sino sólo a sus propias reglas.
El sueño de los ateos es librarse de Dios. La autonomía moral es el resultado de su
ateísmo. Ellos piensan que, si Dios existe, ellos no pueden ser ley para sí mismos.
Sólo la idea de la existencia de Dios ya estorba el sueño de la autonomía o de la
independencia moral.
3. Los ateos se rinden culto a sí mismos
Como no es posible constitucionalmente que los seres humanos se queden sin el
fenómeno del “sensus divinitatis”, pues esto está impregnado en su alma, al no
aceptar a alguien superior fuera de ellos, los ateos actúan como sus propios dioses,
pues forman sus propias reglas y siguen sus propios dictámenes. Se postran delante
de su propia autoridad.
4. Los ateos caen en gran impiedad
Cuando el hombre insensato dice en su corazón “No hay Dios”, y que por lo tanto
no hay una ley divina, y que él debe crear sus propias leyes, él cae en impiedad.
Esto es lo que encontramos en el Salmo 14:1: “…Se han corrompido, han cometido
hechos abominables…”. Este es el resultado cuando el hombre ignora un Ser que es
superior a él, cuando busca independencia moral y cuando termina rindiéndo culto
a sí mismo. Su vida es llena de corrupción y comete hechos abominables.
El salmista avanza hablando de las consecuencias en su vida:
“Todos se han desviado, a una se han corrompido; no hay quien haga el bien, no
hay ni siquiera uno.” (Sal. 14:3)
Ellos pierden los escrúpulos y salen en búsqueda de la lujuria, ya que no tienen que
rendirle cuentas a nadie.
· El ateo no busca a Dios como regla de vida, como su norma, como fin, como
alegría, como una deuda que la criatura naturalmente tiene con su Creador.
· El ateo no desea ninguna comunión con Dios.
· El ateo deposita su alegría en un objeto inferior; él prefiere cualquier otra cosa que
no sea Dios y glorifica cualquier otra cosa menos a Dios.
· El ateo no tiene deseo alguno de conocer a Dios; él ama su propia impureza en
lugar de amar la santidad de Dios.
Todos los pecados están fundamentados en una especie de ateísmo secreto. El
ateísmo es el espíritu de todo pecado. Todos los diluvios de impiedad en el mundo
nacen en la cuna del ateísmo secreto.

23
La gran variedad de pecados en contra de la primera y la segunda tabla de la ley,
las negligencias hacia Dios y las violencias contra los hombres, se derivan, en última
instancia, de la frase dicha secretamente en el corazón: “No hay Dios” (Salmo 14:1).
Es por ello que el versículo continúa, diciendo: “Se han corrompido, hacen obras
abominables”.

f) Las consecuencias del Ateísmo Práctico


1. Todos los pecados están fundamentados en este ateísmo
Podemos decir que en ultima análisis todos los pecados nacen del ateísmo secreto
de las personas. El ateo práctico es un ateo secreto. Él nunca habla de su ateísmo.
Su ateísmo está muy escondido. Sin embargo, cada pecado practicado por él en
contra de la primera y la segunda tabla de la ley tiene relación con su olvido de Dios
y el desprecio que siente hacia Él, en última instancia. Si el ateo práctico tuviera
temor de Dios, no practicaría el mal, Prov. 16:6b: “con el temor del SEÑOR el
hombre se aparta del mal”. Si él no niega a Dios con los labios, en su corazón
alimenta el desprecio hacia Dios, pues no se cansa de imaginar cosas vanas y de
maquinar el mal. Por algún tiempo se le puede ver como a un creyente, mientras
consigue esconder las intenciones de su corazón.
De hecho, la única manera en que el ateo práctico esconde su ateísmo, si no quiere
ser reconocido como tal, es vivir de manera hipócrita. No obstante, no puede
esconder su ateísmo por mucho tiempo.
2. Sus actos niegan sus palabras
El testimonio de sus obras niega sus palabras. Ellos pueden hasta confesar que
conocen a Dios, pero se contradicen por sus actos. Lo que Pablo dijo de los impuros
se puede decir también de todos los ateos prácticos: “Profesan conocer a Dios, pero
con los hechos lo niegan, siendo abominables y rebeldes, reprobados en cuanto a
toda buena obra” (Tit. 1:16). Los impíos pueden incluso hacer profesión de su fe,
pero tropiezan en lo que ellos mismos condenan. En este caso, aunque con la boca
ellos dicen una cosa, sus obras hablan otra cosa, hablan de lo que está dentro de su
corazón, pues Pablo dice: “Todas las cosas son puras para los puros, más para los
corrompidos e incrédulos nada les es puro; pues hasta su mente y su conciencia
están corrompidas” (Tit.1:15). A estas personas se les puede llamar, ateos
prácticos.
Al final de cuentas, los ateos prácticos muestran su ateísmo secreto porque todas
las cosas que están en el corazón del impío se ponen en evidencia a través de las
obras, aunque la boca confiese lo contrario.

g) Advertencia contra el ateísmo que está en nosotros


Cuidémonos para que el ateísmo no se manifieste en nuestras actitudes interiores.
Si hay alguna raíz de ateísmo en nuestros corazones, dudando de Dios, de Su
existencia y de Su providencia, reprendámosla con la Palabra de Dios que está en
24
nosotros. Oremos a Dios para que Él nos saque del corazón, todo sentimiento de
ateísmo práctico.
¡Consideremos cuán triste es tener manifestaciones de ateísmo en el corazón! ¡Cuán
ingratos somos cuando esto sucede!
Cuidémonos para que no se propicio en nuestro corazón cualquier surgimiento de
dudas sobre Dios. Leamos su Palabra, tengamos el deseo de conocerlo mejor, y
comprobemos Su bondadosa providencia en nuestra vida. No le demos lugar al
diablo en nuestros pensamientos y evitemos las ideas impías.
La existencia de Dios no se niega sólo en el ateísmo, sea este teórico o práctico,
sino también en cualquier otro movimiento que no se someta a la afirmación de las
escrituras acerca de Su existencia.

25
EL PROBLEMA DEL MAL (teodicea10)

“Yo soy el SEÑOR, y no hay ningún otro; fuera de mí no hay Dios. Yo


te ceñiré, aunque no me has conocido, para que se sepa que desde el
nacimiento del sol hasta donde se pone, no hay ninguno fuera de mí.
Yo soy el SEÑOR, y no hay otro; el que forma la luz y crea las tinieblas,
el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el SEÑOR, el que
hace todo esto.” (Isa. 45:5-7)

Filósofos como John Stuart Mill han argumentado que la existencia del mal
demuestra que Dios no es omnipotente o no es bueno y amoroso - el razonamiento
es que, si el mal existe a parte del poder soberano de Dios, entonces por lógica Dios
no puede ser considerado omnipotente. Por otro lado, si Dios tiene el poder de
prevenir el mal, pero no lo hace, entonces esto se reflejaría en Su carácter, indicando
que Él no es ni bueno ni amoroso.
Así argumentan los ateos para negar la existencia de Dios:
1. Si Dios existe, él es omnibenevolente.
2. Si Dios existe, él es omnipotente.
3. Un Dios omnibenevolente no permitiría que existiera el mal.
4. Un Dios omnipotente tendría el poder de prevenir la existencia del mal.
5. Por lo tanto, si Dios existe, el mal no existe.
6. El mal existe.
7. Por lo tanto, Dios no existe.
Para contestar estos argumentos han existido diferentes formas de argumentos
teológicos, teodicea.
El tema teológico "teodicea” proviene de theos= Dios y dikē= justicia; un término
usado para intentar explicar los caminos de Dios al hombre. Una teodicea exitosa
resuelve el problema del mal para un sistema teológico y demuestra que Dios es
todopoderoso, todo amoroso a pesar de la existencia del mal.
Aunque no tenemos todas las repuestas para la existencia del mal nuestro punto de
partida y fundamento son las escrituras, por medio de ella podemos encontrar una
respuesta satisfactoria y consoladora acerca de la existencia del mal y de sus
propósitos. Podemos llegar a la conclusión que Dios es amoroso y todo poderoso,
aunque el mal existe momentáneamente el mundo.

10
TEODICEA—[Del gr. Theos, Dios + dike, justicia] Conjunto de doctrinas que tiene por objetivo estudiar los atributos
morales de Dios, y justificar su bondad y rectitud ante lo malo del mundo.
26
Una teodicea bíblica

El teólogo Ronald Nash escribió que "el más serio desafío al teísmo fue, es y seguirá
siendo el problema del mal". Thomas B. Warren teólogo y filosofo afirma que "parece
no haber acusación más frecuente y fuerte al teísmo de tradición judeocristiana"
que la complicación derivada de la existencia del mal. Y David Elton Trueblood otro
teólogo sostiene con osadía que el obstáculo representado por la existencia del mal
y del sufrimiento en el mundo es una "evidencia en favor del ateísmo".
Los propios autores bíblicos no huyen del tema de la relación entre Dios y el mal. El
profeta Habacuc se quejó: “Muy limpios son tus ojos para mirar el mal, y no puedes
contemplar la opresión. ¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente,
y callas cuando el impío traga al que es más justo que él?” (Hab. 1:13), y Gedeón
preguntó: “Entonces Gedeón le respondió: Ah señor mío, si el SEÑOR está con
nosotros, ¿por qué nos ha ocurrido todo esto? ¿Y dónde están todas sus maravillas
que nuestros padres nos han contado, diciendo: "¿No nos hizo el SEÑOR subir de
Egipto?" Pero ahora el SEÑOR nos ha abandonado, y nos ha entregado en mano de
los madianitas.” (Jue. 6:13)
Si, de acuerdo con la Biblia, Dios, que es omnipotente y bueno, ha decretado desde
toda la eternidad todo lo que viene a suceder, y si Él, soberana y providencialmente,
controla todas las cosas, ¿por qué Él no pudiera haber decretado la existencia del
mal? ¿Cómo puede el mal existir en el mundo? ¿Cómo justificar las acciones de Dios
en la causa del mal, del sufrimiento y del dolor?
En realidad, como Gordon Clark teólogo calvinista afirmó, "mientras que varias otras
doctrinas se desintegran en este punto, el sistema conocido como calvinismo y
expresado por la Confesión de Fe de Westminster ofrece una respuesta satisfactoria
y completamente lógica”. La respuesta, como veremos, reposa en el punto de
partida epistemológico del cristianismo: la Palabra de Dios.
A través de los siglos ha habido numerosos intentos de tratar con este asunto. Mary
Baker Eddy, la fundadora de la Iglesia de Cristo Científico, simplemente negaba que
el mal existiera; es decir, el mal es ilusorio. Más recientemente, Edgar S. Brightman
y Rabi Harold Kushner optaron por un dios finito. Su dios está limitado en poder o
inteligencia; así, no puede ser acusado por el mal existente en el mundo. El
zoroastrismo y el maniqueísmo (religiones del dualismo), a su vez, apuntan
explícitamente a un principio dualista en el universo. El bien y el mal existen tanto
coeterna, como independientemente, en la forma de divinidades finitas. Ninguna de
esas divinidades destruyó a la otra hasta ahora. Esto explicaría la mezcla de bien y
mal en nuestro mundo. El filósofo alemán Gottfried Leibniz argumentó de forma
racionalista que Dios era moralmente obligado a crear "lo mejor de los mundos
posibles". Él decía que pese a haber mal en el mundo, Dios debe haber concluido
que éste era el mejor de todos los mundos posibles.
Estas teorías, por supuesto, están lejos de ser una teodicea Bíblica.

27
La Biblia deja muy claro que el mal no es ilusorio. El pecado es real; provocó la caída
del hombre y la maldición de Dios sobre todo el cosmos. También Dios no debe
ser visto como menos que una divinidad omnipotente y omnisciente. Él es
el creador ex nihilo del universo. Más aún, el hecho de que Dios sea el Creador y
Sustentador de todas las cosas va en contra de cualquier forma de dualismo. Dios
no sufre ninguna competencia o no tiene ningún adversario a Su altura.
Las elecciones de Dios no son determinadas por nada o nadie fuera de él. Juan
Calvino claramente entendió este principio cuando él escribió: "Porque la voluntad
de Dios es de tal modo la regla máxima de rectitud que lo que Él desea, por el simple
hecho de que Él lo desea debe ser considerado correcto. Cuando, por lo tanto,
alguien quiere saber la razón de la voluntad de Dios, está buscando una cosa mayor
y más elevada que la voluntad de Dios, algo que no puede ser encontrado".
La Biblia es muy clara al declarar que el hombre es responsable de su pecado. En la
oración de arrepentimiento de David, en el Salmo 51, él pone la culpa no en Dios,
ni en su madre, ni en Adán, aunque todos fueran eslabones en la cárcel que llevaba
a sus acciones pecaminosas. Al contrario, con sinceridad David pone la culpa en el
pecador: él mismo.
Agustín, obispo de Hipona, también reflexionó sobre la naturaleza del mal. En
su libro Ciudad de Dios, al igual que en sus otros escritos, sostuvo que desde que
Dios creó todas las cosas buenas” (Gén. 1:31), el mal no puede tener una existencia
propia. Para Agustín el mal es la ausencia del bien, como la oscuridad es la ausencia
de la luz. El mal, por lo tanto, no es la presencia positiva de algo. De ese modo, dijo
Agustín, el mal no puede ser la causa eficiente del pecado; se trata, sí, de una causa
deficiente en la criatura. El mal, siendo la ausencia del bien, o la presencia de un
bien menor, es el resultado de que la criatura se aleje de los mandamientos de Dios
hacia algo menos bueno: la voluntad de la criatura. Aquí está la esencia del mal: es
la criatura, no Dios, el autor del pecado. Pero esto tampoco nos ofrece una solución.
La pregunta que surge es ¿por qué un buen Dios no abole el pecado y garantiza al
hombre siempre escoger el bien más elevado?
El arminianismo también falla en su proposición. Los teólogos arminianos atribuyen
el origen del mal al libre albedrío del hombre, en lugar del decreto divino,
estableciendo otro tipo de dualismo. En su libertad, Adán escogió pecar, aparte de
la voluntad soberana de Dios. Adán tenía una "libertad de indiferencia" con relación
a la voluntad de Dios. Dios "sólo permitió" que el hombre pecara. Esta visión, sin
embargo, no resuelve el problema. La idea de que Dios permite el mal, sin
decretarlo, parece absolverlo de la acusación de ser el autor del pecado, pero debe
tenerse cuidado tanto en relación a la lógica del argumento, como en relación al
contenido de las Escrituras. Veamos que Dios permitió a Satanás afligir a Job, pero,
una vez que Satán no pudo haber actuado sin su aprobación, la idea de permiso
difícilmente exonera a Dios. Si Dios hubiera evitado, no sólo la prueba de Job, sino
todos los demás pecados y tentaciones a que la humanidad está sujetada, pero, al
contrario, Él los previó y decidió dejarlos ocurrir - ¿sería Él menos reprensible [en
esta perspectiva] de lo que si efectivamente los decretara?

28
Los conceptos de mero permiso y del libre albedrío no pueden coexistir con el
atributo de la omnipotencia. Ni el punto de vista arminiano sobre el libre albedrío es
compatible con la omnisciencia de Dios, ya que la omnisciencia resulta en un futuro
fijo. Si Dios predice todas las cosas, entonces necesariamente ellas ocurrirán; de
otro modo, no podrían ser "previstas". Por ejemplo, Dios previó e incluso preordinó
la crucifixión de Su Hijo por las manos de los pecadores. Los hombres que llevaron
a cabo el acto son responsables de sus pecados (Hechos 2:22-23, 4:27-
28). ¿Podrían haber actuado de manera diferente? ¿Podría Judas Iscariote no haber
traicionado a Jesucristo? Preguntar estas cuestiones es contestarlas con un
expresivo NO.
La teología cristiana reformada no niega que Adán (como todos los hombres después
de él) haya tenido "libertad" como "agente moral libre". Los hombres no son rocas
ni máquinas. Todos los hombres piensan y escogen (en este sentido del término); de
otro modo, no podrían actuar. Los hombres eligen lo que quieren pensar y hacer; en
realidad, no pueden hacer más que elegir. Lo que la teología cristiana hace es negar
que el hombre tenga la "libertad de indiferencia". Su capacidad de elegir está
siempre gobernada por factores, como su intelecto, sus hábitos y así
sucesivamente. Todas sus elecciones son determinadas por los decretos eternos de
Dios.
Esto no es sólo cierto en relación con el hombre post-caída, como también en
relación a Adán anterior al Génesis 3. La mayor diferencia es que el hombre post-
Caída, a pesar de permanecer un agente moral, perdió lo que Adán poseía
originalmente: la capacidad de escoger lo que Dios requiere. El hombre caído, en su
estado de total depravación, siempre escoge lo que desea, pero su mente
pecaminosa y en rebelión contra Dios determina que él siempre elija el mal (Rm
3:9-18, 8:7-8, Ef 4:17-19). La capacidad de elegir el bien sólo se restaura a través
de la regeneración. Así, el hombre nunca se encuentra indiferente en su voluntad
de hacer algo. Dios determinó todas las cosas que ocurrir. La soberanía de Dios no
mina, sino que, en cambio, establece la responsabilidad del hombre.
La Confesión de Westminster (3:1, 5:2, 4), afirma con razón que:
" Dios, desde toda la eternidad, por el sapientísimo y santísimo consejo de su propia
voluntad, ordenó libre e inmutablemente todo lo que acontece; pero de tal manera
que Él no es el autor del pecado, ni violenta la voluntad de las criaturas, ni quita la
libertad o contingencia de las causas secundarias, sino que más bien las establece.
Aunque todas las cosas acontecen inmutable e infaliblemente con relación a la
presciencia y decreto de Dios, quien es la causa primera; sin embargo, por la misma
providencia, Él las ha ordenado para que sucedan de acuerdo con la naturaleza de
las causas secundarias ya sea necesaria, libre o contingentemente.
El poder todopoderoso, la inescrutable sabiduría y la infinita bondad de Dios, se
manifiestan de tal manera en su providencia que se extiende hasta la primera caída
y a todos los otros pecados de ángeles y de los seres humanos; y eso no por un
mero permiso, sino también limitándolos de manera sapientísima y poderosísima,
ordenándolos y gobernándolos de varias maneras en una dispensación multiforme
29
para sus propios fines santos; pero de tal modo que lo pecaminoso sólo procede de
la criatura, y no de Dios, quien es santísimo y justísimo, y no es ni puede ser el
autor o aprobador del pecado.

Dios, afirma la Confesión, es la causa soberana primera de todas las cosas, muchas
de las cuales ocurren a través de las acciones libres de los hombres. El fin decretado
por Dios nunca debe ser separado de los medios que Él también decretó como
causas secundarias. Dios "no dispone las cosas ni controla la historia aparte de las
causas secundarias ... Dios no decreta [el fin] sin los medios. Él decreta que el fin
debe realizarse a través de los medios".
Esta es la explicación, de acuerdo con la Confesión, para que Dios no sea
considerado "el autor o aprobador del pecado." Dios es la causa soberana primera
del pecado, pero no es su autor. Sólo las criaturas pueden cometer y de hecho
cometen pecado. Este punto de vista, impartido por la Confesión de Westminster,
es el concepto calvinista de determinismo.
La palabra determinismo generalmente lleva una connotación negativa, pero no
debería ser así. El determinismo expresa una visión bíblica y elevada de Dios,
además de ofrecer la única teodicea plausible. Dios determina o decreta cada
acontecimiento de la historia y cada acción de sus criaturas, incluso el hombre.
De este modo lo que Dios decreta es cierto, simplemente porque Dios decreta; Dios
no comete errores. Dios, afirma las Escrituras, no se justifica ante nadie: " Porque
Él no da cuenta de ninguna de sus razones.” (Job 33:13). Él es El legislador: “Porque
Jehová es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey; él
mismo nos salvará.” (Isa. 33:22); el hombre está bajo la ley. Dios no tiene que
explicarse con nadie; Él es ex lex ("encima de la ley"), mientras que el hombre
es sub lego ("Bajo la ley"). Los diez mandamientos son una obligación para el
hombre, no para Dios. La única precondición para la responsabilidad es que haya un
legislador - en este caso, Dios. De este modo, el hombre es necesariamente
responsable de su pecado, porque Dios lo tiene como responsable; lo que Dios hace,
es justo por definición, y Dios se encuentra completamente libre de la acusación de
ser el autor del pecado.
El determinismo expresado en la confesión de fe de Westminster no es el mismo
que el fatalismo o conductismo (conductismo). En el fatalismo, dios, o los dioses, o
el destino, determinan no algunos, si no todos los resultados, aparentemente sin
relación con los medios. En el conductismo, las acciones del hombre se determinan
no por Dios, sino por la química en el cerebro y los músculos.
¿Alguien podrá objetar: "Asesinar no es pecado y contra la voluntad de
Dios? Entonces, ¿cómo puede Dios querer esto? "La respuesta se encuentra en
Deuteronomio 29:29: "Las cosas secretas pertenecen al Señor nuestro Dios, pero
las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos para siempre, para que
podamos hacer todas las palabras de esta ley." Aquí, Moisés distingue entre la
voluntad decretada de Dios ("cosas encubiertas") y su voluntad normativa ("las
cosas reveladas"). La voluntad decretada (los decretos de Dios) determina lo que
30
va a suceder; la voluntad normativa (los mandamientos de Dios) es la ley que los
hombres están obligados a obedecer. La voluntad decretad está, en su mayor parte,
escondida en la mente de Dios; no le corresponde al hombre conocerla, a no ser que
Dios la revele. La voluntad normativa, por su parte, se encuentra enteramente
revelada en las Escrituras. Se trata de la voluntad de Dios para el hombre, según la
cual debe vivir. Así pues, corresponde a nosotros y a nuestros hijos conocerla y
obedecerla. En realidad, la palabra voluntad es ambigua, siendo preferible hablar de
mandamientos y decretos de Dios. El hombre es considerado responsable de su
desobediencia a los mandamientos de Dios, y no a los decretos de Dios. El hombre
no puede desobedecer los decretos de Dios, ya que Dios es soberano. En el ejemplo
ya citado arriba, Dios decretó, desde toda la eternidad, la crucifixión de Cristo, y,
aun así, cuando fue llevada a cabo por las manos de pecadores, ella fue contraria a
la ley moral, es decir, a los mandamientos de Dios.
Así, sentados sobre la "fundación de roca" que es la Palabra de Dios, nuestro punto
de partida axiomático (Mat 7:24-25), tenemos una respuesta al problema del
mal. Dios, que es totalmente santo y perfecto, soberanamente decreta que el mal
ocurra para sus propios buenos propósitos (Isa. 45:7). Sólo porque Él decretó, Su
acción es correcta. Como observó el teólogo italiano Jerome Zanchi:
"La voluntad de Dios es de tal modo la causa de todas las cosas, como ella misma
no tiene causa, ya que no hay nada que pueda ser la causa de lo que causa todas
las cosas. Así, encontramos todo el asunto resuelto, en última instancia, en la simple
satisfacción soberana de Dios. Él no tiene ningún otro motivo por lo que hace, más
allá de la "ipsa voluntas”, su mera voluntad, voluntad esa que está lejos de ser
injusta, una vez que es la propia justicia".
¿Por qué existe el mal y el pecado?
El pecado y el mal existen, por lo tanto, por buenas razones: Dios los decretó como
parte de su plan eterno y ellos ocurren no sólo para Su propia gloria, sino para el
bien de su pueblo. Con esta premisa bíblica en la mente, es fácil responder a anti-
teístas, como David Hume, que argumentan que la presencia del mal en el mundo
milita contra la existencia del Dios cristiano. Hume, por ejemplo, argumenta de la
siguiente manera: 1. Un Dios bueno evitaría la aparición de todos los males. 2. Un
Dios omnisciente y omnipotente puede evitar todo mal. 3. El mal existe en el
mundo 4. Así que, Dios no es bueno, o no es omnisciente o no es omnipotente
Uno de los problemas con el argumento de Hume es su punto de partida. Su primera
premisa es falsa. Asumiendo, para el bien del argumento, que Hume pueda definir
coherentemente "bien", "mal" y "bueno", no se sigue que un dios bueno evitará todo
el mal de ocurrir. Hume asume que un buen dios es bueno para todas sus criaturas,
pero las Escrituras explícitamente niegan esta premisa. Todas las cosas operan
juntas para el bien, no de todas las criaturas, sino sólo de aquellos que fueron
llamados según su propósito. (Rom. 8:28)
Encontrar solución al problema del mal es una cuestión de adoptar el punto de
partida correcto. Con la Biblia como nuestro punto de partida axiomático, la
existencia del mal no es, en modo alguno, un problema significativo. En realidad, la
31
existencia del mal es un asunto mucho más problemático en la visión del no
creyente. Sin un patrón coherente de bien y mal, correcto o incorrecto, ¿cómo puede
alguien definir el mal? El problema del mal no puede ser coherentemente resuelto
en terrenos no cristianos. Sólo en terrenos cristianos y con fundamentos cristianos,
es decir, las Escrituras, se puede explicar el propósito del mal en el mundo.
Por último, una teodicea bíblica mantiene, como se indica en la Confesión de
Westminster que todo lo que Dios decreta y providencialmente lo hace es "para
alabar Su gloriosa gracia ... para Su propia gloria".
Robert Reymond observa correctamente que "la visión de todas las Escrituras es
que el propósito de Dios, al crear el mundo, era que Él fuera glorificado:
“todos los llamados de mi nombre; para gloria mía los he creado, los formé y los
hice. Este pueblo he creado para mí; mis alabanzas publicarán.” (Isa. 43:7, 21)
“para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el
Amado, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las
riquezas de su gracia, que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e
inteligencia, dándonos a conocer el misterio de su voluntad, según su beneplácito,
el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas las cosas en Cristo, en la
dispensación del cumplimiento de los tiempos, así las que están en los cielos, como
las que están en la tierra. En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido
predestinados conforme al propósito del que hace todas las cosas según el designio
de su voluntad, a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que
primeramente esperábamos en Cristo. En él también vosotros, habiendo oído la
palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él,
fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra
herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria.”
(Ef. 1:6-14)
A través de la glorificación de Su Hijo, como el primogénito entre los hermanos
(Rom. 8:29) y el Señor de Su iglesia (Fil. 2:11, Col. 1:18). La raison d´être [razón
de ser] de la creación es, por lo tanto, para servir a los propósitos redentores de
Dios.
De este modo, es lógicamente consistente que la caída de la humanidad haya
ocurrido, en última instancia, para que Dios sea glorificado a través de la
glorificación de Su Hijo. Es decir, Su predeterminación de la caída, como su acción
providencial en el sentido de hacerla realidad, fueron necesarios. Dios los planificó
para Su propia gloria. En Rom. 5:12-19, el apóstol Pablo toca en este punto. Allí
leemos que Adán y Cristo son las cabezas capitales de dos especies de pacto. Es
necesario postular que si Adán hubiera pasado con éxito en su prueba en el Jardín
(es decir, el pacto de las obras), él habría sido confirmado por Dios en su rectitud
positiva. Él habría pasado el estado posse pecare (posibilidad de pecar) al estado
de non posse pecare (no posibilidad de pecar).
Este mundo alternativo es lógicamente imposible. Sólo el mundo actual, en que
ocurrió la caída del hombre, es lógicamente posible y resulta en la gloria única de
Dios. Si Adán hubiera obedecido, no habría ningún papel para Jesucristo como " el
32
primogénito entre muchos hermanos " y el Señor de Su iglesia. Y El Padre no
recibiría la gloria por su obra a través del Hijo.
Podemos entender entonces que la existencia del mal aunque no sea resultado de
una acción de Dios, era parte de Sus decretos y no lo sorprendió sino que manifestó
las excelencias de Su gloria, en Su gracia, misericordia, bondad y amor para con los
escogidos. Toda otra forma de teodicea corrompe el carácter de Dios, aunque pueda
parecer librarlo de toda culpa por la existencia del mal.
¿El mal tiene solución o un final?
Sí, ciertamente. Jesucristo es la provisión de Dios para vencer todo el mal. Cuando
ahora y en el día futuro reservado para este propósito.
“Pero en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos
amó.” (Rom 8:37)
“Y uno de los ancianos me dijo: No llores. He aquí que el León de la tribu de Judá,
la raíz de David ha vencido…” (Ap. 5:5)

33
Seguir de la pagina 35…

B. LA NEGACIÓN DE LA EXISTENCIA DE DIOS EN EL ATEÍSMO


El intento de negar la existencia de Dios es algo muy común especialmente en una
sociedad que es permeada por los efectos del Iluminismo, que buscó primero minar
la idea de que lo sobrenatural se involucra con el mundo de los hombres. Este intento
resulta de la corrupción, de la alienación, de la ignorancia, de la rebelión y de la
perspectiva distorsionada que el hombre tiene de Dios y del mundo, como resultado
de su incapacidad de razonar conforme a los dictámenes de su creación.
34
Con esta perspectiva distorsionada de Dios y del mundo, veo la cosmovisión
asimilada de los tiempos del Iluminismo, que facilitó, en muchos seres humano, el
intento de negar la existencia de Dios, especialmente al Dios de los cristianos.

Solo Dios puede vencer nuestro pecado y capacitarnos para que estemos
persuadidos de su existencia
Finalmente, se debe recordar que en este mundo pecador Dios debe capacitarnos
para persuadirnos o de lo contrario no creeríamos en él. Leemos que «El dios de
este mundo ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del
glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Co 4:4). Es más, Pablo
dice que «ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera
mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la
predicación, a los que creen» (1 Co 1:21). En este mundo pecador, la sabiduría
humana es inadecuada para llegar a conocer a Dios; por eso la predicación
predicación de Pablo fue «con demostración del poder del Espíritu, para que la fe de
ustedes no dependiera de la sabiduría humana sino del poder de Dios (1 Co 2:4-5).
Dependemos de que Dios nos quite la ceguera y la irracionalidad causada por el
pecado y nos capacite para evaluar correctamente la evidencia, creer lo que dice la
Biblia y alcanzar la fe en Cristo que salva.

http://www.iglesiareformada.com/Como_Homem_Conhece_Deus_Gordon_Clark.pdf

35
Los estudiantes de Religiones Comparadas y los misioneros con frecuencia dan
testimonio de la realidad de que la idea de Dios es prácticamente universal en la
raza humana. Se encuentra hasta en las naciones y tribus menos civilizadas del
mundo. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya individuos que nieguen
completamente la existencia de Dios según se nos ha revelado en la Escritura: un
Ser Personal existente por sí, consciente de infinitas perfecciones, que hace todas
las cosas de acuerdo con un plan predeterminado.

Por lo tanto, lo que los hace superiores es sólo el culto a Dios, a través del cual
aspiran a la inmortalidad.

La existencia de Dios es la gran afirmación presupuesta por la Biblia. La Biblia no


intenta probar la existencia de Dios, simplemente asume esta existencia como
un hecho. El teólogo reformado Louis Berkhof afirma: "Para nosotros, la existencia
de Dios es el gran presupuesto de la teología”. De hecho, ningún teólogo podría
negar la existencia de Dios, porque eso le haría perder automáticamente su
profesión. Pero a lo largo de la historia, filósofos y teólogos han debatido si la mente
humana puede estar segura de la existencia divina.

Con eso es necesario admitir que la fe es absolutamente necesaria para aceptar la


existencia de Dios. Pero el punto a discutir es: ¿En qué se basa esta fe? Además,
¿qué podría excluirse de este principio? ¿Cuándo la fe no es necesaria? ¿Tenemos
suficientes pruebas de todas nuestras creencias, ya sean religiosas, científicas o
morales? El hecho es que creemos.

Creer no es más que ejercer la fe.


En este sentido, los defensores de la ciencia son quizás los más "creyentes". Creen
en teorías, defienden estas teorías fanáticasmente, y construir otras teorías sobre
36
ella. de esas teorías. El hecho es que el ser humano decide lo que crees y lo que no
crees. A puedes ver todas las pruebas frente a ti de ti y aún así negar la realidad de
tu algún hecho, siempre y cuando no quieras creer con ese traje. Esto se puede ver
fácilmente en tiempos de elecciones para cargos políticos, o en los tribunales.
Por otro lado, cuando alguien quiere creer, nada le hace cambiar de opinión, incluso
si la evidencia es escasa. Una cosa tiene que estar clara, incluso si hubiera evidencia
explícita de la existencia de Dios, la gente seguiría negando su existencia. El punto
de este capítulo no es la existencia de la fe en Dios, sino la racionalidad de esta fe.
Creer irracionalmente no es una fe sana. La diferenciación que se pretende hacer
aquí es que todo el mundo está guiado por algún tipo de fe, pero la fe auténtica es
una fe que tiene fundamentos sólidos. Pero eso no significa que la razón será el
árbitro de la fe, como se pretendía en la Ilustración. El único árbitro de la fe es la
revelación. La revelación es una base muy sólida para construir la fe.

Traducción realizada con el traductor www.DeepL.com/Translator

En la humanidad existe una idea generalizada con respecto a la existencia de la


Divinidad, un Ser superior, del cual ninguno de los seres humanos puede escapar
debido a como el Creador los hizo. En teología, a estas ideas se les llaman “ideas
innatas”, porque todos los seres humanos nacen con ellas.
La semilla de esa doctrina ya se encuentra en la doctrina de las ideas de Platón, en
tanto que en la obra de Cicerón De Natura Deorum, ocurre la misma doctrina en
forma más desarrollada. En la filosofía moderna, el primero que la enseñó fue
Descartes, quien consideró que la idea de Dios es innata. No estimó que fuera
necesario considerarla natural en el sentido de que estuviera presente en la mente
humana desde el principio, sino únicamente en el sentido de que el hombre tiene
tendencia a formarse la idea cuando la mente alcanza la madurez. Finalmente, la
doctrina adoptó la forma de que hay ciertas ideas, de las cuales la más prominente
es la idea de Dios, que son innatas y que por lo tanto, desde que el hombre nace ya
las tiene presentes en su conciencia. Desde este mismo punto de vista, Locke con
mucha razón atacó la doctrina de las ideas innatas, en su empirismo filosófico,
aunque se fue al otro extremo. La teología Reformada también rechazó en ese modo
particular la mencionada doctrina. Y en tanto que algunos de sus representantes
retuvieron el nombre "ideas innatas" le dieron otro significado, mientras que otros
prefirieron hablar de ella, llamándola cognitio Dei Insita (conocimiento injertado, de
Dios).
Por una parte, este cognitio Dei Insita no consiste en ningunas ideas, o nociones
formadas ya, presentes en el hombre al momento de nacer; y por otra, es más que
37
una mera capacidad que habilite al hombre para conocer a Dios. Denota un
conocimiento que necesariamente resulta de la constitución de la mente humana y
que es innato sólo en el sentido en que se adquiere espontáneamente bajo la
influencia del semen religionis colocado en el hombre mediante su creación a la
imagen de Dios, y que desde luego no se adquiere por el laborioso proceso del
razonamiento y la argumentación. Es un conocimiento que el hombre, dada su
constitución espiritual, adquiere necesariamente, y como tal se distingue de todo
conocimiento condicionado por la voluntad del hombre. El conocimiento adquirido,
por otra parte, se obtiene mediante el estudio de la revelación de Dios.

Calvino, basándose en Romanos 1, enseñó que todas las personas tienen algún
sentido de la divinidad, la cual se hace evidente a través de la creación, de la historia
y de la conciencia. Incluso la gente más degradada conserva algún germen de
verdadera religión (semen religionis). Sin embargo existe una enorme sima entre
esta “religión natural” y la “revelación especial” de Dios en Cristo, que es la única
suficiente para alcanzar la salvación. De ahí se deduce que otras religiones pudieran
tener algunos elementos verdaderos, pero que no hay salvación fuera de Cristo.

Bertuzzi, F. (1989). Preparados para servir (p. 224). Barcelona, Spain: Tear Fund y
Scripture Union.

A. Conocimiento por las Escrituras

También es cierto que no tenemos un conocimiento profundo y completo de Dios.


Todo nuestro conocimiento, incluso con respecto a las cosas creadas, es en parte.
Esto es aún más cierto en el caso de Dios. Sólo lo conocemos en la medida en que
Él se revela, es decir, que ha vuelto Su ser hacia fuera por nosotros. Sólo Dios posee
el conocimiento ideal de Sí mismo y de todo el mundo, ya que lo impregna todo con
su omnisciencia.

38
EL IMPACTO DEL ESTUDIO DEL CARÁCTER DE DIOS EN NUESTRA VIDA
Cuando estudiemos El Ser de Dios y sus atributos, estaremos estudiando sobre el
carácter de Dios. Mientras estudiemos los atributos de Dios, veremos algunas cosas
que suceden en nosotros, por el impacto que nos trae el conocimiento del Ser
Divino.
1. La única manera de conocer a Dios hoy en día, es a través del estudio de su
carácter conforme se revela en las Escrituras
Actualmente nadie puede tener otro tipo de conocimiento. Es verdad que hay
muchos que proclaman un conocimiento que viene directamente de Dios, a través
de las “últimas revelaciones provenientes del cielo” y que la “doctrina de la
suficiencia de las Escrituras es demoníaca”1. Pero esto no es lo que las propias
Escrituras dicen. Éstas afirman que “en estos postreros días (Dios) nos ha hablado
por el Hijo” (He. 1:1-2). Y el propio Hijo dice que “El que me ama, mi palabra
guardará” o “el que no me ama, no guarda mis palabras” (Jn. 14:23-24). Por lo
tanto, la mejor manera de conocer el carácter de Dios es conocer lo que de Él está
revelado en las Escrituras, que nos muestran la mente de Dios.
Debemos creer en la suficiencia de las Escrituras y en la revelación de la naturaleza
para mostrarnos todo lo que se puede conocer del carácter de Dios. Lo que se desvía
de esto, ciertamente proviene de fuente maligna:

39
Bibliografía

Campos, Heber Carlos de. O Ser de Deus. São Paulo: Cultura Cristã, 2012.
Lima, Leandro Antonio. As Grandes Doutrinas da Graça, Vol. 1. São Paulo: Agathos,
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40
Atributos de Deus
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http://www.ntslibrary.com/PDF%20Books/Outline%20Systematic%20Theology.pdf

http://ntslibrary.com/Online-Library-Research-Tools.htm#Research Tools

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Unidade 8 – Panorama histórico das provas da existência de Deus e a questão do ateísmo
Unidade 9 – A cognoscibilidade de Deus
• O conhecimento de Deus e o conhecimento de nós mesmos, o conhecimento de Deus na mente
humana e o conhecimento de Deus na obra da criação e no seu governo
Unidade 10 – O ser e os nomes de Deus: a natureza de Deus: a doutrina de Deus na Teologia Sistemática
e a imanência e a transcendência de Deus
• O ser de Deus como revelado em seus atributos e os nomes de Deus no AT e no NT
Unidade 11 – Os atributos de Deus 1
• Sua existência autônoma e sua imutabilidade
Unidade 12 – Os atributos de Deus 2
• Sua infinidade e sua unidade
Unidade 13 – Os atributos de Deus 3
• Seus atributos intelectuais e morais
Unidade 14 – Os atributos de Deus 4
• Seus atributos de soberania
Unidade 15 – A doutrina da Trindade I:
• História da doutrina da Trindade
Unidade 16 – A doutrina da Trindade II:
• Deus como Trindade Santa
• As pessoas da Trindade vistas separadamente
Unidade 17 – A doutrina da Trindade III
• A relação trinitária como a melhor comunida de, a ação trinitária na libertação do ser humano e a
eclesiologia tem como fundamento a Trindade
Unidade 18 – Os decretos de Deus 1
• A doutrina dos decretos e nomes bíblicos para os decretos divinos
Unidade 19 – Os decretos de Deus 2
• A natureza dos decretos, características do decreto divino e objeções à doutrina dos decretos
Unidade 20 – Predestinação 1
• A doutrina da predestinação na história e termos bíblicos para a predestinação
Unidade 21 – Predestinação 2
• Autor e objetos da predestinação, as partes da predestinação e Supra e Infralapsarianismo

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Teontologia — Estuda a doutrina bíblico-reformada acerca de Deus e suas obras. Aborda temas como a
existência, conhecimento, nomes, ser, atributos, decretos e obras de Deus, incluindo a criação e
providência.

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