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Análisis del contexto de intervención profesional

Autor: Javier Loyo


Barcelona, 2010

1 ANALISIS DEL CONTEXTO


1.1 Diferencia entre contexto y entorno
1.2 Clasificación del contexto profesional en que son atendidas con las familias.
1.3 Diferencias entre contextos definidos y por definir
1.4 Rol del profesional en el contexto terapéutico
1.5 Realidades de primer orden y realidades de segundo orden
1.6 El sistema terapéutico: sistema profesional y sistema familiar:
2 ANÁLISIS DE LA DERIVACIÓN
2.1 Derivación y derivantes
2.2 El trabajo en Red: recursos y dificultades
2.3 Derivación y demanda en el trabajo en red
3 ANÁLISIS DE LA DEMANDA
3.1 Consideraciones a tener en cuenta en el análisis de la demanda.
3.2 Análisis de los elementos de la demanda
4 BIBLIOGRAFÍA

Avíso legal
Esta obra está licenciada bajo una Licencia Atribución-No Comercial-Compartir Obras Derivadas Igual 3.0 España de Creative Commons. Se permite la
reproducción, distribución y comunicación siempre que se cite al autor y la entidad (Escola Itinere, Cooperativa EDUVIC, Barcelona), y que no se haga un uso
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Análisis del contexto de intervención profesional
Jordi MunerJavier Loyo

1 ANALISIS DEL CONTEXTO

Los profesionales desarrollan su trabajo en una amplia, diversa y compleja gama de realidades sociales, donde los conocimientos adquiridos y
las experiencias personales, afectos y emociones, entran en juego en los procesos sociales, educativos, psicológicos, terapéuticos, etc., que
realizan con las personas y familias, en sus respectivos servicios.
Debido a la complejidad de nuestra realidad cambiante se requiere una formación a partir de una práctica reflexiva, donde el conocimiento
nunca es definitivo y completo, sino que está constantemente enriquecido y modificado por la práctica y la reflexión. De esta manera, para
garantizar una práctica profesional adecuada se requiere una formación que integre los conocimientos teóricos (el saber), la teoría de la práctica
y la práctica en si misma (el saber hacer) y, el autoconocimiento de las propias experiencias y habilidades personales (el saber ser y estar) que
pueden incidir en el trabajo con las personas y familias.
En el ámbito social es inviable un modelo de trabajo técnico-racional donde los procedimientos técnicos se apliquen sin tener en cuenta las
realidades propias de cada contexto (M. Pakman, 1999). Al contrario, el trabajo con la personas, con la familias, con grupos sociales,... requiere
ser abordada desde una perspectiva pluridimensional, donde se contemplan las diferentes realidades sociales, los diversos contextos
organizativos que están actuando, los distintos enfoques teóricos, etc. Por esta razón, los profesionales requieren de unas estructuras
conceptuales, prácticas y experienciales que orienten y guíen su intervención desde una posición crítica y reflexiva.

1.1 Diferencia entre contexto y entorno

En el trabajo con las familias es importante tener en cuenta las diferencias entre contexto y entorno.

• El significado de contexto proviene de la palabra latina texere que significa paño y/o entramado, trama, tejido. Así, el contexto, es el
conjunto de circunstancias que rodean una situación y sin las cuales no se puede comprender correctamente su funcionamiento,
dinámica relacional, etc.

• El entorno es todo aquello que rodea a una persona/familia/grupo humano, por el solo hecho de estar en un lugar, pero sin considerar el
grado de significado que sus elementos pueden tener para las personas o grupos.
A partir de estas definiciones, podemos decir que El entorno es simplemente lo que envuelve (sin significado), no nos proporcina ninguna
información de la relación que las personas mantienen entre si, consigo mismas o con el mismo entorno (realidad de primer orden). El contexto
nos indica como debemos entender esa relación, por tanto, atribuye valor, sentido y significado a la relación de las personas consigo misma, con
los demás y su entorno.. Por ello la palabra contexto se usa para referirse a un entorno con un significado comunicacional. El contexto incorpora
lo simbólico en cuanto da significados a los elementos que están en el entorno (realidad de segundo orden).
El enfoque sistémico presta atención a la conexión entre los individuos y el contexto, tanto el inmediato o cercano (familiar, educativo,
amistades) como el más amplio y genérico (social, político, religioso, cultural, etc.). Considera las interacciones recíprocas que se dan en un
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constante feedback de comunicación entre las personas y los contextos. Desde esta metodología se favorece una visión integradora de las
situaciones familiares. Esta visión ecológica permite observar como las personas/familias/grupos co-evolucionan con el ambiente. No se habla
de adaptación sino de interacción.
Se suele confundir el concepto de contexto con el de setting o encuadre. El encuadre es un elemento del contexto y son aquellas indicaciones
que establece el terapeuta para preservar la relación terapéutica durante el proceso de terapia familiar (duración y frecuencia de las sesiones,
coterapia, uso del espejo unidireccional, grabación de las sesiones, etc.). El contexto es el resultado de definir la relación profesional – familia en
un entorno (residencial, ambulatorio y medio abierto, principalmente) y ámbito determinados (en nuestro caso socioeducativo). El contexto,
entendido así, incide y determina la relación profesional – familia.
Mara Selvini (1970) aporta varias ideas para definir y entender el contexto:
1. “Toda comunicación toma su significado en el contexto en que tiene lugar”. En el sistema terapéutico, formado por la familia y el
terapeuta, los significados comunicacionales adquieren su valor entorno a las dificultades familiares que se abordan y elaboran con la
finalidad de superarlas.
2. “Toda comunicación define el contexto en el que tiene lugar”. La metodología sistémica define un tiopo de comunicación que permite la
construcción del sistema terapéutico.
3. El contexto se construye en una situación precisa a partir de una definición explícita e implícita de: un propósito o finalidad; una
distribución de roles con determinadas expectativas de comportamiento; y, unas reglas de relación desde los roles que desarrollan los
miembros que conforman el contexto.
4. Señala que le “deslizamiento de contexto” se da cuando un miembro del contexto descentra el tema que se quiere abordar, llevando la
conversación hacia un propósito distinto, generando así confusión en los significados y perturbación en la atención.
5. La confusión de los contextos genera confusión de los significados, por lo cual es importante definir con la familia lo que comporta el
contexto terapéutico y cómo se puede trabajar en éste contexto la demanda que tienen.
6. Define como metacontexto al hecho de hablar sobre el contexto en que nos encontramos.

1.2 Clasificación del contexto profesional en que son atendidas con las familias.

Carlos Lamas (1997), en el libros de M. Coletti y J.L. Linares (La intervención sistémica en los servicios sociales ante la familia
multiproblemática), define los elementos característicos de los contextos donde se da el encuentro entre los profesionales y las familias,
apuntando que en éstos se puede dar una relación generadora de cambios en la realidad familiar. Así, plantea los contextos profesionales de
cambio como espacios relacionales que se establecen entre la familia y el profesional, con el objetivo de promover cambios en la persona y/o

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familia, a través de un dialogo dirigido a generar nuevos significados, conocimientos, comprensiones, etc., que faciliten la construcción de
nuevas dinámicas de relación en el entorno de la familia y/o la persona (Lamas 1997). En definitiva, son situaciones relacionales complejas que
encuadran, dan sentido y limitan la intervención profesional.
El cambio es una experiencia significativa de la persona y/o familia que es verbalizado como una nueva manera de ver, comprender, entender,...
las situaciones, relaciones, dificultades,... que empuja a la persona/familia a tomar una posición relacional nueva, diferente. El cambio implica un
antes y un después en la experiencia del sujeto/familia: Yo antes pensaba... ahora creo que; me sentía incapaz... hoy sé que puedo hacerlo.
El contexto profesional de cambio no depende del profesional ni de la persona/familia, ya que se trata de un contexto relacional que se crea en
el encuentro entre la persona/familia y el profesional, donde se dan pactos, acuerdos, negociaciones.
En estos espacios relacionales lo importante es descubrir y aprovechar los recursos que ofrecen los diferentes contextos. Para conseguirlo
hemos de poder superar los prejuicios y estereotipos que pueden generar el funcionamiento de cada contexto; evitar los deslizamientos de
contexto; fomentar una relación transparente que genere confianza i establezca los límites de la relación; y, tener presente que la acción
terapéutica que promueve el cambio está en la relación profesional - persona/familia.
Hay que destacar que los agentes de cambio no solo están en los contextos institucionales/profesionales, sino que principalmente están en el
entorno natural y cotidiano de las personas y las familias. Estos agentes de cambio son personas significativas (una madre, un padres, un
hermano/a, un tío, una amiga, un vecino, etc.) que facilitan la superación de les dificultades que una persona/familia puede encontrar en el
transito de su ciclo vital.
Los contextos profesionales de cambio pueden dividirse en seis categorías: asistencial; de consulta; terapéutico; evaluativo; de control y,
informativo.
˜ Contextos Asistenciales: es aquel donde las familias reciben por parte del profesional unos recursos materiales y/o de apoyo para
atender sus necesidades y problemas.
˜ Contextos de Consulta: se da un encuentro entre un/a experto/a (profesional) con personas/familias que buscan consejo para afrontar
una dificultad, tomar una decisión, esclarecer confusiones.
˜ Contextos Terapéuticos: esta muy bien valorado por los profesionales y la sociedad, ya que se trata de procesos donde el profesional
acompaña a las persones/familias en la superación de sus dificultades relacionales, emocionales, psicosociales, etc., a partir de la
relación y el diálogo, con las técnicas y metodologías que ofrecen los diversos modelos epistemológicos en terapia.
˜ Contextos de Evaluación: Se trata de un proceso donde se examina a la persona/familia desde unos parámetros de “normalidad”, para
concluir si son o no son capaces de asumir un proyecto personal/familiar.

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˜ Contextos de Control: se valora la responsabilidad o no de un hecho reprobable a nivel social y/o legal, donde la persona/familia ha sido
denunciada y, por tanto, la intervención no es requerida por la persona/familia, sino que es impuesta por los profesionales de éste
contexto.
˜ Contextos In-formativos: es similar al de la enseñanza, se realizan intervenciones/reuniones grupales con personas/familias que están
atravesando una crisis (adolescentes con conductas violentas, padres con dificultades comunes, parejas, etc.), donde un experto
acompaña y motiva el intercambio de experiencias alternativas de solución,... en definitiva, se trata de sumar sinergias para construir
caminos que permitan superar los problemas.

Lamas (1997) también hace referencia la importancia que tienen los metacontextos, ya que son espacios institucionales que definen e influyen
en la práctica del profesional, ya que señalan los objetivos y procedimientos para el desarrollo del trabajo. En un metacontexto asistencial, por
ejemplo el rol del profesional esta definido por la la asistencia a las necesidades que presentan las personas y familias.

METACONTEXTO

Instituciones, entidades, organizaciones

CONTEXTO PROFESIONAL DE CAMBIO

Relación significativa entre el


profesional y la persona/familia

1.3 Diferencias entre contextos definidos y por definir

En el entorno social encontramos servicios/contextos que con sólo mencionarlos la gran mayoría de personas tienen integrados los significados
que los definen. Ejemplo de este conocimiento compartido son los centros escolares, los centros médicos... donde las personas saben lo que
pueden esperan del profesor y del médico y, éstos, lo que pueden esperar y han de realizar con los clientes. Ésta situación hace referencia a los
contextos definidos, que son conocidos por todos y que no necesitan ser explicados al usuario cuando acude al servicio.
En el caso de los contextos profesionales de cambio sucede lo contrario, la gran mayoría de personas no tiene integrados los significados que
definen esos contextos, lo cual puede generar confusión, expectativas falsas, decepción, etc., en las personas/familias y, en algunos/as

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profesionales derivantes . Por esta razón una de las primeras intervenciones, tanto con la familia que viene a realizar una demanda como con el
profesional que propone una derivación, es definir con claridad lo que comporta cada uno de los contextos.
Como contexto es un espacio relacional, entre la familia y el terapeuta, para abordar las dificultades relacionales que están afectando el
desarrollo emocional de uno o más miembros de la familia, donde los procesos de comunicación están dirigidos a generar nuevos significados
que posibiliten la superación de los problemas y la instauración de una dinámica familiar saludable.
En el caso del contexto terapéutico, no se trata de un espacio de tratamiento individual, aunque a veces el terapeuta considere oportuno trabajar
puntualmente con un miembro o una parte de la familia, ya que esta intervención esta construida teniendo en cuenta a toda la familia. Como por
ejemplo, problemas de pareja que afectan a las funciones parentales y que se han de abordar sin la presencia de los hijos.
A veces las familias esperan que el terapeuta emita juicios de valor, desenmascare al culpable, recrimine al paciente identificado, atienda
necesidades sociales, se posiciones en procesos judiciales, etc. Es cuando se necesita redefinir el contexto terapéutico y volver a clarificar su
objetivo y función. Y si surgen necesidades sociales, económicas, jurídicas,... invitar a la familia a acudir a los servicios que respondan a estas
demandas.
Definido el contexto, también es importante encuadrar las condiciones técnicas en que se realizará. El encuadre o setting se refiere a las
indicaciones respecto a: la periodicidad de las sesiones; la duración de las sesiones; los horarios que se ofrece a la familia para ser atendida; los
miembros de la familia que han de asistir; las explicaciones de la utilidad, para el proceso de la familia, de las grabaciones de video; el uso del
espejo unidireccional; la posibilidad de un proceso en coterapia i/o supervisado en directo por un equipo terapéutico o en espacios de
supervisión; la posibilidad de conocer al equipo terapéutico,... Algunas ocasiones es necesario recordar el encuadre a las familias: acuerdos de
asistencia, puntualidad, participación,... que se pactaron. Con las familia multiproblemáticas, que son las que con más frecuencia se olvidan de
las reglas pactadas, hay que poder acordar estrategias que faciliten la vinculación de la familia al espacio terapéutico. Por ejemplo, acordar una
llamada el día antes de la sesión para recordar la hora del encuentro.

1.4 Rol del profesional en el contexto terapéutico

Riviere (1985) entiende que un grupo es "un conjunto restringido de personas que, ligadas por constantes espacios temporales, el cual,
articulado en su mutua representación interna, se propone en forma implícita y explícita una tarea que conforma su finalidad, interactuando a
través de complejos mecanismos de asunción y adjudicación de roles". Es un concepto que se puede aplicar al sistema terapéutico, ya que se
trata de un grupo formado por el/la terapeuta y la familia, que mantienen una interacción (regulada) en el espacio terapéutico, con la finalidad de
atender una demanda (finalidad), donde terapeuta y los miembros de la familia ejercen unos roles. Cabe distinguir que si bien el sistema
terapéutico asume funciones (como la funciones parentales en un sistema familiar con hijos), los profesionales asumen roles (terapeuta, padre,
madre, hijo,…)

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A partir de esta definición de grupo, sistema terapéutico en nuestro caso, podemos abordar los roles que se dan en la terapia familiar. El
concepto de rol hace referencia al papel que desempeñan los integrantes del sistema terapéutico dentro del mismo, pero que depende de la
interacción dinámica del sistema/grupo y no de las características de cada individuo. Hay que tener en cuenta que generalmente el rol es una
actitud-función que adquiere cierta consistencia y significado y, también, que puede ser detectado por los demás miembros del sistema
terapéutico.
El rol, en cuanto es detectable, manifiesta ciertos aspectos sociales bien diferenciados. Las características del rol nos permiten valorar qué rol
guarda relación con las resistencias al cambio y que rol las promueve. Así, el rol es un constructo posible aquí y ahora (no una abstracción) que
posibilita la construcción de un proyecto concreto, en nuestro caso de un sistema terapéutico.
Para que un rol exista en un grupo debe haber:

- un depositante, es la persona que asigna el rol;

- un depositario, es la persona en la que recae la conducta asignada por el depositante; y

- lo depositado, la conducta que se asigna a una persona del grupo.


A partir de estas consideraciones, en el sistema terapéutico nos interesa tener en cuenta dos tipos de roles:
El rol asignado: Es un rol necesitado por el grupo que puede ser o no asumido por el sujeto. La familia llega al espacio terapéutico esperando
que el terapeuta asuma un rol determinado, que generalmente construye una relación vertical (instructor, directivo, salvador, guía, etc.), donde la
familia es el problema y el terapeuta el propietario de la solución. Es importante trabajar con la familia el rol que vamos a desempeñar, que
puede ser el de acompañante en un proceso terapéutico donde la familia abordará sus dificultades y recurrirá a sus recursos y capacidades para
superarla. Por motivos del terapéuticos, en un momento determinado, el terapeuta pude desarrollar un rol específico para facilitar el progreso del
tratamiento (más directivo, provocador, etc.).
El rol asumido: Es un rol que se le adjudica a un sujeto y que es necesitado por el grupo, y cuya asunción puede llevar a provocar
estereotipias. En la familia puede ser el paciente identificado. En el sistema terapéutico puede ser el que la familia adjudica al terapeuta o, éste a
uno o más miembros de la familia. En la terapia familiar se ha de prestar atención a los roles que etiquetan e impiden el crecimiento de los
miembros y de la familia, y que también, que pueden realizar una función homeostática en el sistema terapéutico.
Una de las tareas más importantes que tiene que cumplir el terapeuta al comienzo de su trabajo es conocer cuál es el rol funcional que la familia
pretende atribuirle (los que esperan que haga), y cuál es el espacio que se espera que él ocupe. Es importante que el terapeuta descodifique
estas expectativas, o al menos tome conciencia de ellas.
Otro aspecto a tener en cuenta es que, generalmente, el/la terapeuta desarrolla su actividad dentro de una organización/entidad, en la cual se
espera que asuma un determinado rol a partir de las particularidades y características de la entidad. Hay elementos del Rol profesional que

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están definidos y explicitados por la organización que el/la terapeuta ha de desarrollar y conseguir en el trabajo con las familias y, también,
dentro del funcionamiento interno del servicio. Pero, también se dan unas expectativas implícitas, que se dan por supuestas por parte de la
organización o que son parte de su curriculum oculto, donde el rol a desarrollar por el/la terapeuta no está definido, pero que igualmente se
espera que lo realice. Tener en cuenta estos dos elementos del rol profesional, explícito e implícito, en la organización, permite construir con la
familia un sistema terapéutico ajustado al contexto organizativo, donde el rol profesional y el tipo de relación de ayuda que se ofrece quedan
bien definidos.

1.5 Realidades de primer orden y realidades de segundo orden

Nardone (1997) hace una distinción entre dos niveles de percepción de la realidad, que las personas generalmente no lo distinguen. “Debemos
diferenciar entre la imagen de la realidad que percibimos a través de nuestros sentidos y el significado que atribuimos a estas percepciones. Por
ejemplo una persona neurológicamente sana puede ver, oler y tocar una ramo de flores”... (realidad de primer orden), realidad en la que no nos
paramos a pensar... “Casi constantemente atribuimos un sentido, significado y a veces una valor a los objetos de nuestra percepción” (realidad
de segundo orden), nivel en el que surgen los problemas. La diferencia crucial esta en cómo cada persona da un significado a la realidad, por
ejemplo, explica, una botella con una cantidad de vino X, realidad de primer orden, para unos estará medio vacía (perciben la realidad desde
una posición pesimista) y para otro medio llena (posición optimista), realidad de segundo orden. La realidad de primer orden es la misma para
todos, pero la realidades de segundo orden son diferentes y es inútil intentar definir quién tiene la razón, puesto que se basan en el valor,
sentido y significado que las personas damos a las cosas.
“Las ciencias médicas poseen una definición razonablemente fiable de los acontecimientos y procesos de las realidades del primer orden. En el
reino de la psicoterapia, por el contrario, nos encontramos en un universo de suposiciones, convicciones y creencias que forman parte de
nuestra realidad de segundo orden y, por tanto, son construcciones de nuestra mente. Los procesos a través de los cuales construimos nuestras
realidades personales, sociales, científicas e ideológicas que llegamos después de considerar objetivamente reales, constituyen el ámbito de la
moderna disciplina epistemológica llamada constructivismo radical.”
En terapia familiar hay que tener en cuenta cómo percibe cada uno de los miembros de la familia los “hechos” que implican un problema. La
postura desafiante del hijo adolescente (realidad de primer orden) es sentida de manera distinta por los miembros de la familia; así, el padre
puede sentirse amenazado en su autoridad; la madre lo comprende como parte del crecimiento del hijo; los hermanos como una situación
graciosa... (realidad de segundo orden). El significado que la familia da a sus roles, funciones, interacciones,... puede generar un proceso de
crecimiento en la familia o, por el contrario, situaciones de malestar que lleven a establecerse relaciones disfuncionales. Intervenir sobre los
significados permite ampliar la comprensión de los miembros que componen la familia y anular significados que son dañinos para la dinámica
familiar.

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1.6 El sistema terapéutico: sistema profesional y sistema familiar:

El sistema profesional al entrar en interacción con el sistema familiar se da un proceso de co-construcción que conforma el sistema terapéutico,
del cual vamos a tratar algunos elementos que explican este sistema.
Para comenzar, lo que da sentido a la creación del sistema terapéutico es la demanda o petición de ayuda que hace la familia, ya que las
dificultades del sistema familiar generan dolor e impiden el crecimiento de sus miembros. Por tanto el sistema terapéutico se construye a partir
de una demanda.
La demanda se genera a partir de una crisis/problema en la familia. La familia se moviliza para resolver el problema (aumenta su flexibilidad para
integrar cambios) y, también, se organiza a partir del problema. Cuando la familia sufre y no es capaz de resolver el problema con sus recursos,
se genera la demanda como una petición de ayuda para aliviar el malestar emocional.
Es cuando por iniciativa propia o derivada por un profesional, llega a nuestro servicio. Familia y terapeuta entran en relación y co-construyen el
sistema terapéutico, con una finalidad compartida que está más o menos explicitada (amortiguar el dolor, reducir el conflicto y tensión familiar y
adquirir nuevos maneras de superar las dificultades). Familia y terapeuta co-participan para un propósito definido en un plazo determinado.
Generalmente, la familia acepta al terapeuta como líder/guía del sistema, pero el terapeuta tiene que ganarse esta posición.
Interactuar con una familia es más una actitud que una técnica, ya que la familia ha de sentir y saber que el terapeuta comprende su dolor y
dificultades y que está dispuesto a trabajar con y para los miembros de la familia. Esta propuesta relacional, que se da desde la honestidad y
proximidad, permite a la familia sentirse segura y, así, atreverse a ensayar alternativas de solución que permitan transformar el sistema familiar.
La implicación y participación de la familia es lo que mantiene unido al sistema terapéutico.
El terapeuta ha de construir una interacción con la familia que permita la constitución del sistema terapéutico. Para ello:

- El terapeuta, durante la formación del sistema terapéutico, tendrá que exponer aspectos de su personalidad que faciliten construir un
espacio relacional compartido con los miembros de la familia, siempre desde la libertad de poder oponerse los miembros de la familia.
Como ser humano tiene recursos y experiencias emocionales que le permiten conectar con la humanidad de la familia.

- En la misma medida que él se adapta a la familia, ha de conseguir que ésta se acomode a él.

- El proceso de interacción en un sistema terapéutico es mucho más que dar un apoyo a una familia. Ya que también implica, en ciertos
casos, cuestionar maneras disfuncionales de interacción, con lo cual la familia siente que el terapeuta puede ayudarlos a superar los
problemas.

- El instrumento más poderoso para promover un proceso de cambio en la familia es el uso que el terapeuta hace de sí mismo. Por ello
es importante que debe conocer sus capacidades, recursos y límites; saber el alcance de sus recursos comunicacionales y relacionales.

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Hay que evitar copiar el estilo de un terapeuta conocido, ya que no será él mismo. Al contrario, utilizando sus propios recursos puede
formar con la familia un sistema terapéutico único, singular y generador de transformaciones en la familia y en él mismo.

- La interacción en el sistema terapéutico no es un proceso basado sólo en la razón. Una gran parte de la interacción se da de manera
natural, tal como terapeuta y familia se relacionan en otros contextos.
Cuando esta construido el sistema terapéutico, el pasado y el futuro pierden importancia, ganando terreno el “aquí y ahora”, en cuanto al
presente se trae la historia de las relaciones pasadas y, desde una nueva comprensión de ésta historia, se construyen posibilidades futuras.

2 ANÁLISIS DE LA DERIVACIÓN

2.1 Derivación y derivantes

Entendemos por derivante al profesional o servicio que envía la familia a terapia familiar con el objetivo que la familia pueda abordar, elaborar y
superar les dificultades relacionales que están generando un síntoma, problema. Generalmente se da cuando un terapeuta que trabaja a nivel
individual valora la necesidad de una intervención familiar para conseguir mejores resultados en la intervención o, también, cuando otro
terapeuta familiar, debido a implicaciones relacionales con la familia, la deriva a otro. Estas derivaciones no implican problema, ya que el
derivante queda en un segundo plano, se olvidan, y no afecta el trabajo terapéutico familiar.
Lo que vamos a analizar son aquellos derivantes (profesionales, familiares y/o amistades) que están presentes y que hay que tener en cuenta
para evitar que su presencia sea homeostática (afecte las posibilidades de generar cambio en el sistema familiar), ya que la relación que
mantienen con la familia puede contaminar el proceso terapéutico.
Lo que tienen en común estos derivantes es la sobreimplicación en la familia y, también, que la motivación para el cambio está más fuerte en
ellos que en la misma familiar. A continuación analizamos varis tipos de derivantes:

- Cuando el enviante es un hermano de la fatria: Mara Selvini (1987), realizó un estudio sobre el fracaso frecuente en terapia familiar
cuando era un hermano quien empujaba a la familia a un espacio terapéutico familiar y no el padre o la madre. Se trata de un hermano que
goza de prestigio entre sus hermanos/as, y no necesariamente es el mayor. Con sus padres tiene una relación de intimidad y confidencias de
años. Suele tener éxito profesional y, es frecuente, que su profesión está relacionada con lo social (psicólogo, trabajador social,...). Ante los
problemas de la familia se implica afectivamente y se siente capacitado para resolverlos. Por último, manifiesta un gran interés por realizar
terapia familiar. Ante esta situación, los padres no se ponen en contra, pero no muestran la motivación de su hijo. Desde una posición pasiva
expresan su disposición ha hacer lo que sea necesario. Los hermanos/as aceptan un proceso terapéutico, pero sin el interés que muestra su
hermano.

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Según Mara Selvini, en estas circunstancias lo primero es hipotetizar sobre porqué el hermano prestigioso pide terapia familiar en este
preciso momento. Desde su experiencia propone dos posibles hipótesis;
Primera: El hermano privilegiado no quiere renunciar a su posición, pero las exigencias de las nuevas relaciones, proyectos, amistades...
fuera de la familia le hacen sentirse atrapado y con la necesidad de liberarse de los problemas familiares que los atan. Mara Selvini propone
que la intervención sea no atender a la demanda de terapia familiar del hermano prestigioso y, más bien, realizar una devolución donde se
presente al hermano prestigioso como el “verdadero paciente”, ya que necesita los beneficios que le aporta indirectamente el paciente
identificado y aún no está preparado para perderlos (es lo que sostiene su privilegio).
Segunda: El hermano prestigioso tiene celos del hermano patológico. Aunque sea el prestigioso siente que su prestigio entra en competencia
con el poder del síntoma del hermano enfermo, ya que los padres se centran mucho en él. La motivación del hermano prestigioso es utilizar
la terapia familiar para liberar a sus padres del dolor que causa el hermano enfermo, con el objetivo de volver a ser el elegido, el centro. El
peligro está en considerar al hermano prestigioso como un aliado para el progreso de la terapia, como si estuviere en un nivel superior al de
la familia, cuando en realidad es uno más en el sistema. Si el terapeuta cede a realizar el tratamiento solicitado por el prestigioso acepta el
juego disfuncional y es partícipe de las interacciones que sostienen el síntoma del paciente identificado.

- Cuando la demanda no está en la familia: es importante tener en cuenta cuando la demanda no viene de la familia, sino que se da por una
derivación de un tercero, ya que el papel de éste puede estar jugando una función homeostática en la dinámica familiar.
A. Campanini y F. Luppi (1988) señalan algunos tipos de derivantes a tener en cuenta en el trabajo con las familias:
El derivante “meta”: es el derivante que está en una posición jerárquica superior respecto del terapeuta, razón por la cual se siente el poder
de imponer objetivos, métodos, líneas de intervención al terapeuta. Esta interferencia afecta al sistema terapéutico, por lo cual, antes de
cualquier intervención es necesario determinar con la familia la posición del terapeuta y del remitente.
El derivante partícipe: se trata del derivante que trabaja con un miembro de la familia a nivel individual y propone la necesidad de una
terapia familiar que complemente su intervención. Dos intervenciones psicoterapéuticas pueden ser útiles en la medida que se complementen
y no se entre en competencia. Para ello es importante una coordinación y comunicación fluida entre derivante y terapeuta; definir los ámbitos
de intervención y el tipo de tratamiento a realizar cada uno.
El derivante “antagonista”: es cuando el derivante utiliza a la familia para pasar información/indicaciones al terapeuta, con el objetivo de
guiar el proceso terapéutico. En estos casos es importante redefinir los ámbitos de cada profesional y establecer canales de comunicación
directos entre derivante y terapeuta. Caso contario la familia puede usarse como un campo de batalla donde los profesionales defienden sus
posturas y no miran por el bien familiar.

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El derivante “desinteresado”: es aquel que deriva a la familia a otro servicio porque considera que el problema que tienen no lo puede
resolver. En este caso se da un nivel de implicación bajo por parte del derivante, por lo cual evita cualquier tipo de colaboración, ya que la
considera innecesaria.
El derivante “involucrado”: es aquel derivante que se ha dejado absorber por la situación familiar, tanto que parece un miembro más de
ella. Muestra gran interés porque la familia resuelva sus problemas, pero que desde su intervención no consigue nada. La relación familia –
derivante se ha vuelto homeostática. En estos casos hay que tener en cuenta la información que posee el derivante de la familia, valorar el
trabajo que ha realizado y garantizar el acompañamiento de la familia.
El derivante “culpabilizador”: es aquel que atribuye a la persona/familia que deriva la culpa del problema que tienen. Suele darse en los
entornos escolares, donde la derivación a terapia familiar se hace con el convencimiento que los problemas que presenta el alumno se deben
a la situación familiar. En esta situación hay que analizar la complejidad de las relaciones e incluir al derivante en el proceso, para evitar que
la persona afectada sea el centro de disputas entre el sistema derivante y el sistema familia.
Cuando la posición del remitente es disfuncional se generan derivaciones disfuncionales, donde la agresividad, la culpabilización, sobre-
implicación o el desinterés del derivante pueden entorpecer el espacio terapéutico familiar y el progreso relacional de la familia.

Ante estas derivaciones, Mara Selvini (1980) propone plantearse: ¿Cuál es la posición actual de la persona remitente en el sistema familiar?
¿está implicado hasta el punto de tener una función importante en el sistema familiar?. Si es así, hay que incluirla/o en el espacio terapéutico,
con la finalidad de valorar su función y, también, de anular el poder que este “miembro ausente” juega en los procesos familiares.
Un elemento a tener en cuenta es el comportamiento que muestran las familias sospechosas:
La familia sonriente: desde una posición educada son expertos en absorber al que se les aproxima. No manifiestan ansiedad ante los síntomas
graves del paciente identificado. Muestran disposición a la comunicación, pero su información es genérica y no aporta nada significativo. Son
familias que se han acomodado a la dinámica del paciente identificado, por lo cual el problema del paciente es más importante para el
profesional derivante que para la familia.
La familia furiosa: se muestra enfadada, irritada, llegando a manifestar hostilidad y rechazo ante el terapeuta. Desde esta posición anula toda
posibilidad de intervención.
La familia protestona: se caracteriza por una queja constante de lo poco que mejora el paciente identificado, llegando a expresar que esta
peor. Su objetivo es finalizar la terapia para volver con el profesional remitente y expresarle que su propuesta ha fracasado. Estas familias
muestran resistencias para llegar a acuerdos referentes al día, la hora, la duración, etc. de la terapia. Suelen faltar a las sesiones terapéuticas.
Ante este juego disfuncional, durante la derivación, el equipo de Milán propone tener en cuenta la información de la relación entre el derivante y
la familia, en caso de ser homeostática será importante abordarlo. Una estrategia es invitar al remitente a una sesión de consulta junto con la

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familia, donde se recoge información de la relación que sostiene con cada miembro de la familia y los motivos por los cuales les a derivado a
terapia. A partir de esta información se puede construir una intervención terapéutica que rompa esta dinámica disfuncional.

2.2 El trabajo en Red: recursos y dificultades

Para realizar este apartado partiremos de aportaciones de Javier Ortega Allué sobre la intervención en redes.
El paradigma de red, como modelo teórico, ha enriquecido la observación del profesional, en nuestro caso del terapeuta, en cuanto ha
expandido las posibilidades de análisis e intervención en tres niveles:

- descriptiva, en cuanto permite observar procesos que hasta el momento no habían sido tenidos en consideración.

- explicativa, al permitir la emergencia de nuevas hipótesis sobre las variables que influyen en el mantenimiento de ciertas situaciones.

- terapéutica, puesto que este paradigma orienta nuevas intervenciones tanto preventivas como trasformativas.
Este modelo nos permite observar como la persona/familia/profesional no se apoyan sólo sobre sus propios recursos, sino que tanto el sistema
familia como el sistema profesional están estrechamente interactuando con otros sistemas más amplios y requiere de sus recursos.
Las persones desarrollan vínculos fuera del contexto familiar. Estos vínculos forman la red social personal, que constituyen una estructura
intermedia entre el sistema familiar y otros sistemas sociales más amplios. Se trata de “relaciones significativas que el individuo percibe y que
contribuyen de un modo especial a su propio reconocimiento y al mantenimiento de la imagen de sí mismo” (Sluzki, 1996). Estas relaciones
significativas están conformadas por la familia, las amistades, los compañeros de estudio y/o trabajo, y las relaciones comunitarias.
En el trabajo en Red el profesional realiza su intervención en múltiples dimensiones, ya que su labor con el individuo/familia con dificultades
requiere tener en cuenta el entorno social y el contexto interaccional significativo para encontrar el sentido que manifiestan los problemas.
Erickson (1984) realizó una tipología de trabajo con problemas de salud mental, en el cual define tres niveles de redes técnicas con tres
subclases, a tener en cuenta en el trabajo con personas/familias:

- Red Personal Extensa: esta compuesta por la familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo y profesionales que el paciente puede
nombrar.

- Red Personal Disponible: esta formada por todas las personas que interactúan con el paciente.

- Red Personal Efectiva: son las personas que están implicadas con el paciente en el momento de afrontar una dificultad.

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Las subclases serían:


Red de Acción Temprana: se trata de personas que mantienen relaciones con el paciente antes de que se genere el problema. Participan
activamente en la definición del problema y suelen aportar sugerencias menguar le dolor que genera el problema, dando apoyo moral,
informativo o instrumental.
Red de Acción en Crisis: Son los profesionales implicados en la entrada de la persona/familia en el circuito de la atención especializada. Está
compuesta por los trabajadores sociales, maestros, jueces, policía, etc.
Red de Tratamiento: Son las personas/profesionales implicadas directamente en el tratamiento del paciente y son un recurso para los
profesionales, ya que es en este ámbito donde se deben conformar los llamados contextos de colaboración.

El trabajo en red se plantea para conseguir tres objetivos:


1. Construir la Red de aquellas personas/familias que están en un estado de deprivación social, es decir, sus vínculos sociales son
inexistentes o escasos (migración, enfermedad crónica, salida de prisión...) Se trata de volver a ligar a la persona/familia a una red social
donde pueden desarrollar vínculos significativos.
2. Potenciar la Red, a partir de conocer y reorganizar la red que la persona/familia ya tiene, se trata de incrementar el apoyo social de las
redes sociales cuando la persona/familia se encuentra en una situación de crisis, con el objetivo de evitar procesos de exclusión.
3. Hacer de la Red un espacio de prevención, donde la propia red social tenga la capacidad de detectar a tiempo los problemas y, también,
de poner en juego medidas de contención en la propia red, para evitar la intervención de profesionales especializados.
La intervención en red permite ampliar la mirada del profesional en cuanto puede observar como la persona/familia interactúa con la sociedad y
cómo esta realidad puede estar influyendo en el mantenimiento de los problemas. Con ello puede acompañar a la persona/familia para que su
posición en la Red sea saludable, funcional y con vínculos sanos.
Rodríguez Abellán (Navarro Góngora, Beyebach, 1995) elaboran una propuesta para el trabajo en red, donde establecen unos objetivos a tener
en cuenta:

- Resolver un problema individual/familiar grave cuando las alternativas del sistema terapéutico (familia/terapeuta) son insuficientes o han
fracasado.

- Facilitar los procesos de comunicación y coordinación entre redes familiares, sociales y asistenciales.

- Evitar situaciones de confrontación de instituciones asistenciales que trabajan sobre una misma situación.

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- Acelerar los procesos de resolución de crisis agudas en sistemas con alta incidencia social o institucional.

- Plantear nuevas alternativas asistenciales en situaciones de cronicidad en el tratamiento.

- Prevenir etapas de alto riesgo en sistemas familiares con problemas crónicos.

- Optimizar los recursos terapéuticos y asistenciales de determinados contextos (clínico, asistencial, educativo...)

- Evitar disfunciones relacionales en el seno de las instituciones.

- Aplicar programas de salud mental en instituciones asistenciales de alto riesgo profesional.


Estos objetivos implican la realización de cuatro funciones: control, desarrollo de relaciones, coordinación y prevención.
En el análisis de la derivación es importante valorar cómo los diferentes contextos profesionales pueden realizar un trabajo en red coordinado i
coherente para dar respuesta a las dificultades de las personas/familias.
Con frecuencia los profesionales trabajan en contextos donde se requiere la cooperación, en cuanto trabajan con la misma familia desde
perspectivas diferentes. En estos casos se requiere una coordinación que permita conseguir los objetivos que se plantean para apoyar a la
familia.
Carlos Lamas (1997) define los contextos de cooperación como el trabajo en red que realizan profesionales y servicios para conseguir un
objetivo común en beneficio de la persona/familia. El trabajo en red se caracteriza por los intercambios de información, la planificación, la
coordinación, etc., para realizar una intervención coherente y lo más integral posible con la persona/familia. Aunque Lamas usa indistintamente
cooperación y coordinación nosotros no podemos hacer lo mismo porque en el ámbito social nos coordinamos muy a menudo, colaboramos, a
veces entre servicios, y sólo cooperamos los miembros de un equipo inter o unidisciplinar en el abordaje compartido de un mismo fenómeno.
Así, la coordinación es poner en orden la acción de personas, equipos o servicios que intervienen en un caso, con la finalidad de armonizar la
intervención de todos, evitar desajustes y que cada ámbito pueda conseguir los objetivos que se proponen; la colaboración se trata de un trabajo
conjunto entre personas, equipos o servicios para realizar una acción común para conseguir los objetivos propios y colectivos que se han
propuesto; y, la cooperación es una acción colectiva donde todos realizan un trabajo para conseguir un mismo objetivo,
En los contextos de colaboración, la relación interprofesional es simétrica. El éxito o fracaso de las intervenciones es compartido, porque la
responsabilidad es de la red. Aunque el objetivo de la red es común, no hay que pensar por ello que la colaboración de todos los profesionales
está garantizada.

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Según Sluzki (1996), una visión sistémica de la familia y de la red social significativa requiere tener en cuenta que son sistemas fluidos, en
constante evolución y con fronteras que se mueven y no siempre son claras. Es el profesional, como observador, quien decide arbitrariamente la
red de la persona/familia con la que va a trabajar.

2.3 Derivación y demanda en el trabajo en red

En aquella situación donde la familia no es la que realiza la demanda de terapia familiar, sino un profesional, se requiere un trabajo en red.
Generalmente se trata de familias multiproblemáticas, donde están interviniendo dos o más servicios a la vez. Un ejemplo son los servicios
sociales que hacen un seguimiento de la familia y, desde una posición vertical, derivan a la familia a otros servicios, para que desde su
especialidad aborden los problemas que presentan. Así, se entra a participar en contextos de colaboración entre diferentes profesionales y
disciplinas.
Al terapeuta familiar se le hace la demanda de atender a la familia en el espacio terapéutico y, también, de participar en las reuniones de
coordinación y colaboración con otros servicios y profesionales y/o realizar informes sobre la evolución del proceso terapéutico.
Cuando el servicio que realiza la función de control social hace la demanda y define el problema de la familia, ésta se encuentra en una
situación de desventaja social en cuanto es definida como problema por parte de una institución pública. Por esta razón, antes de intervenir con
la familia, es importante:

- Comunicarse con el derivante y los servicios que están interviniendo.

- Analizar la relación que ha establecido la familia con esos servicios.

- Analizar las definiciones que los servicios hacen de las dificultades de la familia.
Con esta información se pueden hacer hipótesis iniciales sobre el funcionamiento familiar y la funcionalidad del contexto que la deriva. A partir
de aquí podemos valorar en qué medida la familia va a colaborar en el espacio terapéutico, su disponibilidad para asumir los objetivos que le
propone el servicio derivante, etc., o por el contario, siente que su problema es la institución que señala problemas que no comparten y, por
tanto, buscan la manera de quitárselos de encima. Realizada esta valoración hay que decidir si se dan las condiciones necesarias para realizar
un proceso terapéutico familiar.
Si la familia acepta la derivación, hay que valorar la conveniencia de invitar al derivante a las primeras sesiones para trabajar los elementos
disociados de la demanda: el síntoma, el sufrimiento y la demanda. Así, podemos trabajar la implicación de la familia en la demanda, generar un
clima de confianza y transparencia con la familia, y definir el contexto de intervención con la familia y el contexto de colaboración con el
derivante.
El objetivo, durante la valoración de la demanda y derivación, comporta realizar un análisis en tres niveles:

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1. La dinámica relacional dentro de la familia.


2. La relación de la familia con los servicios que la atienden.
3. La posibilidad de construir un contexto de intervención coordinado y coherente, donde cada profesional realice la función que se acuerda.
En el trabajo en red, con frecuencia, las familias reproducen isomorficamente disfuncionales relacionales con los servicios. Es un riesgo a tener
en cuenta en cuanto los servicios pueden quedar absorbidos por la dinámica disfuncional de la familia, sin que sea posible definir una
intervención.
Es importante que el derivante, antes de realizar la derivación, realice una intervención con la familia para trabajar la demanda. En esta
intervención puede explicar a la familia: los motivos por los cuales le propone realizar una terapia familiar; informar las características del servicio
terapéutico; señalar que la derivación es una propuesta de su quehacer responsable, para facilitar a la familia un recurso que le puede ayudar a
abordar y superar sus problemas; definir conjuntamente con la familia los objetivos a conseguir en proceso terapéutico; destacar los recursos y
capacidades que tiene la familia para afrontar con éxito un proceso terapéutico; etc. Desde esta perspectiva la familia puede vivir la derivación a
terapia como una oportunidad real para solucionar sus problemas, ya que en la elaboración de la demanda conecta con sus recursos y
dificultades, y puede validar la derivación.

3 ANÁLISIS DE LA DEMANDA

En el transcurso de las diferentes etapas del ciclo vital de la familia (nacimientos, matrimonio, separaciones, envejecimiento...) se dan
situaciones de crisis i/o cambio que afectan el orden establecido en la organización familiar, ya sea por cambios en la estructura interna de la
familia o por cambios externos en la realidad social en que vive. Un ejemplo es el nacimiento de un hijo que exige a la pareja el desarrollo de
funciones parentales, una acomodación a la nueva realidad familiar,... donde los nuevos padre y madre han de negociar sus tareas, el tipo de
educación que le darán a su hijo, el rol que jugaran las respectivas familias extensas... situaciones que pueden generar tensiones que de
manera natural se pueden solucionar, pero que de no ser así pueden dar paso a unas formas relacionales disfuncionales que generan dolor y
conflicto.
En definitiva, en el proceso evolutivo de la familia se dan acontecimientos que requieren una adaptación de los diferentes miembros que la
conforman. Esta adaptación implica transformar el juego relacional, generar nuevas reglas de convivencia y de relación en la familia. De no
darse esta adaptación, superación de dificultades, la familia entra en un juego disfuncional que genera dolor, confusión, tensión... y es cuando
se plantea solicitar ayuda externa y surge la demanda.

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3.1 Consideraciones a tener en cuenta en el análisis de la demanda.

Al analizar la demanda tenemos que tener en cuenta: los motivos por los cuales la familia solicita apoyo externo; la valoración de la motivación
para el cambio; la diferencia entre la demanda explícita y la demanda implícita; la valoración de las soluciones previas a la demanda; y, las
trampas de la demanda.

- El motivo por el cual la familia solicita apoyo externo, según Mara Selvini (1985), se debe a que el juego relacional familiar ha puesto a
uno o mas miembros de la familia (jugadores) en un posición intolerable. Señala que el trabajo del terapeuta es el de “redefinir rápidamente el
juego en acción , para poder intervenir y detenerlo”. De no conseguirlo, el terapeuta pasa a formar oarte del juego disfuncional y a participar
en la perpetuación de la disfunción relacional de la familia, generándose así, un sistema terapéutico disfuncional formado entre la familia y el
terapeuta.

- En la valoración de la motivación para el cambio, que la familia manifiesta para transformar las relaciones disfuncionales, hemos de
valorar la relación entre las fuerzas homeostáticas o morfoestáticas (buscan apaciguar la crisis sin que nada cambie en la estabilidad del
sistema relacional disfuncional) y las fuerzas morfogénicas (al servicio del cambio, de unas relaciones funcionales). En la demanda de la
familia se dan ambas fuerzas, por lo cual se da una cierta ambivalencia.
La valoración de la motivación para el cambio evita que el profesional se haga cargo de dificultades relacionales que la familia no está
suficientemente motivada para abordar y superar, lo cual hace infructuoso el esfuerzo del profesional y, además, puede generar en la familia
la sensación que sus problemas no tienen solución.
Para construir una intervención terapéutica, con familias donde predominan las fuerzas homeostáticas, se requiere trabajar la demanda.
Implica dedicar un tiempo y espacio para ampliar la comprensión de la familia respecto a las dificultades que viven, con el objetivo de
reconvertir la demanda en una relación de ayuda donde todos reconozcan el malestar que les ocasiona, las dificultades que tienen para
superarlo y sientan que el cambio es una responsabilidad compartida.
Es importante realizar una hipótesis sistémica inicial de la demanda, ya que permite comprender qué necesidades emocionales están detrás
de las fuerzas al servicio del cambio y al servicio de la homeostática en el juego relacional de la familia y, así, poder construir una
intervención terapéutica que favorezca la transformación de la dinámica familiar.

- En referencia a la demanda explícita e implícita, partimos de la distinción que Mauricio Coletti (1995) hace entre petición y demanda: La
petición es lo hablado, lo posible de expresar, aquello que se pude explicar. La demanda es algo que el mismo paciente desconoce.
Desde esta perspectiva la demanda explicita es aquella que la familia puede definir y presentar al profesional sin sentirse en riesgo y, la
demanda implícita es aquella que la familia puede desconocer o que no se atreve a verbalizar al profesional por falta de confianza.
Este es un elemento a tener en cuenta en el análisis de la demanda, ya que en ocasiones no concuerda la demanda explicita con la implícita
que lleva a la familia buscar ayuda. La demanda explícita en la familia tiene una función de emisario para entrar en contacto con el
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profesional, observar el espacio de intervención y, si las condiciones son favorables poder formular también la demanda implícita. Por ello es
importante estar abierto a esta posibilidad y dejar espacio y tiempo donde la familia pueda expresar aquello que le preocupa, hasta que se
construya un sistema terapéutico de confianza, facilitador para abordar los aspectos que la familia considera delicados.

- La valoración de las soluciones previas la explicaremos a partir de las aportaciones de A. Fiorenza y G. Nardone (1995). Señalan que “el
modelo tradicional de clasificación de las psicopatologías, que además de ser poco fiables, expone [a la persona] a los riesgos conectados al
etiquetamiento patológico. Definir a un persona como trastornada comporta que su familia y entorno la tratará como tal, lo cual hará que el
paciente se identifique con esta etiqueta y asuma los comportamientos de un trastornado”. Nardone (1994) propone una “ruptura con los
rígidos esquemas tradicionales”, donde “sustituye los esquemas rígidos de clasificación de los trastornos por otro elástico capaz de
autocorregirse en su interacción con los problemas que afronta. De un saber basado en el por qué a un saber basado en el cómo y, en
consecuencia, de una búsqueda de las causas a una búsqueda de las soluciones”.
Explican un modelo de intervención que parte de las soluciones intentadas (que mantienen el problema) a las soluciones que funcionan
(superación del problema). Definen que “los problemas persisten gracias a la interacción que se establece entre la solución intentada y la
persistencia del problema”, por tanto, la intervención va dirigida a romper el círculo viciosa que esta interacción disfuncional sostiene.
Plantean una intervención estratégica “capaz de romper de la manera más efectiva y en el tiempo más rápido posible, el círculo vicioso que
mantiene el problema”. Esta estrategia ha de parecer banal y pequeña, para evitar la resistencia al cambio que presentan los sistemas [la
familia], pero con “la propiedad de activar un reacción en cadena que trastorne todo el equilibrio del sistema”.
Valorar en la demanda las soluciones intentadas por la familia permite construir una intervención terapéutica que evita ofrecer a las familias
más de lo mismo, ya que lo importante es “cómo funciona el problema, cómo se autoalimenta cómo se reverbera en el presente”. Así, más
que buscar un etiqueta patológica se puede definir la funcionalidad del problema en el momento que la familia hace la demanda y, por tanto,
establecer una intervención guiada a la superación del problema.

- Las trampas de la demanda las abordaremos a partir de los estudios realizados por J.A. Abeijón (1987) con población toxicómana. Analiza
“los juegos de poder” que se dan en la demanda de tratamiento, como una respuesta a estímulos externos y como señales de un sistema
familiar que pretende perpetuar su disfuncionalidad. Así, aborda los juegos de poder como trampas en la creación del sistema terapéutico,
pero al mismo tiempo como señales que indican la dirección adecuada para la construcción del sistema terapéutico.
Los juegos de poder son posiciones/mensajes relacionales que se dan durante la demanda y que se han de trabajar en ese momento, para
evitar que se instauren reglas homeostáticas que afecten el trabajo en el sistema terapéutico. J.A. Abeijón, señala algunas maneras en que
las familias con toxicomanía hacen la demanda:
La urgencia: son familia que proponen soluciones rápidas para problemas que se han dado durante años y que requieren un proceso
pausado. Con la misma urgencia que el toxicómano busca una dosis, la familia y el paciente identificado hacen una demanda al terapeuta
exigiendo una respuesta inmediata (medicación, ingreso, desintoxicación, etc.). Esta actitud señala una regla usual en estos sistemas
familiares, que impiden un proceso para evaluar las dinámica familiares que están generando el síntoma. Ante esta situación el profesional

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se encuentra con dos dificultades, por un lado, responder a la urgencia impide contextualizar una evaluación y, por otro, si se rechaza del
todo la urgencia es posible que la familia no vuelva.
La dramatización: es utilizada por las familias para activar a los terapeutas con el objetivo de recibir respuestas inmediatas a sus demandas.
Según Abeijón, “la dramatización genera un efecto multiplicador en el diagnóstico de gravedad y el terapeuta puede sentirse obligado a
construir soluciones agrandadas que presupongan la gravedad de la familia reforzando los sentimientos de incapacidad e impotencia con que
muchas familias se presentan a tratamiento”. Opuesta a la dramatización están las familias que presentan una respuesta carente de
emociones, donde su discurso y posición relacional carece de energía. De esta manera controlan los intentos de cambio que propone el
profesional.
La delegación: son aquellas familias que delegan al profesional la responsabilidad, el esfuerzo y el protagonismo que se requiere en un
proceso generador de cambio. Aceptar esta propuesta relacional coloca al terapeuta como generador de soluciones que la familia se limita a
rechazar pasivamente. Pero, abordar y comprender los argumentos de esta delegación pasiva permite iniciar un camino terapéutico, ya que
la familia ha de generar una respuesta y sentido a esta posición.
El pseudoacuerdo: son aquellas familias que aceptan y expresan “un acuerdo” de trabajar sobre una dificultad determinada, pero que en
realidad no hay una acuerdo entre los miembros de la familia; al contrario, cada uno tiene unos objetivos secretos que pretenden alcanzar.
Esta posición genera confusión.

3.2 Análisis de los elementos de la demanda

En este apartado partiremos de la propuesta de R. Neuburger (1984) para analizar la demanda a partir de tres elementos: el síntoma como
testigo del conflicto; el sufrimiento que ocasiona el síntoma; y, la solicitud de ayuda a un profesional.
Para pasar de la demanda inicial a la construcción de un sistema terapéutico es necesario trabajar la disociación de la demanda, con el objetivo
de conseguir que la familia adquiera un sentimiento de que todos tienen algo que ver con la situación e historia familiar. Con este proceso se
trabaja la autorización de la familia para elaborar una demanda.
Neuburguer, propone un método para el estudio sistémico de los elementos de la solicitud a través de preguntas circulares, ya que éstas
permiten la elaboración de hipótesis sobre la distribución de roles y el funcionamiento familiar:

- Para explorar el síntoma: “actualmente en la familia ¿quién plantea más problemas?”. Hay que evitar la pregunta sobre cual es el
problema, ya que la familia puede elaborar una causa externa sobre la cual no se tiene influencia.

- Para explorar el sufrimiento: “quién piensa usted, sufre más de la situación?”

- Para explorar la solicitud: “¿quién se muestra más preocupado por la solicitud?”.

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Como antes mencionamos, la demanda explicita no siempre corresponde con los problemas de fondo de la familia, pero hacen la función de
poner en contacto a la familia con los servicios de ayuda y, también, son informaciones que de manera implícita señalan el tipo de relación que
la familia quiere tener con el servicio/profesional.
Cunado los tres elementos de la demanda se dan disociados en la familia se requiere la terapia familiar; cuando se da en un miembro de la
familia propondremos una psicoterapia individual; y, si la disociación se da con un tercero externo a la familia, se requerirá un trabajo en red en
contextos de colaboración.
Neuburger, en la fase de evaluación de la demanda, señala que al menos hay dos lógicas cuando se presentan los síntomas: una, a nivel
sistémico, cuando las disfunciones relacionales de la familia originan el malestar que genera “el enfermo síntoma” ; y, otra, a nivel individual,
cuando “el síntoma del enfermo” pertenece al mundo interno del sujeto. La valoración que realicemos de estas dos lógicas ayudará a definir si
se requiere una intervención familiar o una individual.

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