Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
Castración y Edipo como códigos y esquemas narrativos1
Jean LAPLANCHE (París, julio de 2006)
Lo que Freud designa como "complejos" son conjuntos organizados de representaciones de fantasías, de
afectos y de mociones pulsionales. Otros términos utilizados por Freud son también "configuración",
"situación", etc.
Estas situaciones serían situaciones reales, vividas realmente por el niño en relación con su entorno humano.
Pero desde el principio debe tenerse en cuenta que, para Freud, estas situaciones están determinadas
(incluso en algunos detalles), prefiguradas, por la herencia filogenética. Así, la fantasía de castración es
clasificada entre las "fantasías originarias" inscritas en la filogenia. En cuanto al complejo de Edipo, que
puede ser considerado como la situación más vasta que abarca las fantasías originarias, su origen
filogenético es abiertamente declarado en El sepultamiento del complejo de Edipo:
"Es verdad que el complejo de Edipo es vivenciado de manera enteramente individual por la mayoría
de los humanos, pero es también un fenómeno determinado por la herencia, dispuesto por ella, que
tiene que desvanecerse de acuerdo con el programa cuando se inicia la fase evolutiva siguiente,
predeterminada. Aunque el curso el complejo de Edipo se experimenta individualmente por la
mayoría de los hijos de los hombres, sin embargo es un fenómeno determinado por la herencia y
pre‐establecido por ella, que, en virtud de un programa, debe comenzar necesariamente cuando la
fase de desarrollo
[294]
siguiente predeterminada”2.
Sería inútil negarse a ver cómo aquí el Freud clásico se inscribe en la línea de cierta psicología del desarrollo.
Respecto a la filogénesis y al modo de adquisición de los complejos en cuestión, cabe señalar que Freud
nunca negó que sus concepciones entraban en desacuerdo con las teorías predominantes de la adquisición.
Esta, según Freud, no se realiza ni a la manera darwiniana, ni según el modo lamarckiano. Estos dos modos
aportarían (de manera diferente) supuestamente una ventaja de supervivencia para la especie: la mutación y
la selección del más fuerte según Darwin; adaptación al medio para Lamarck. Para Freud, se trata de algo
muy diferente: una especie de inscripción en la memoria de la especie, concebida un tanto como la del
individuo. Una experiencia que ejerce en el espíritu colectivo una impresión muy fuerte, o que se repite
miles de veces (o incluso las dos cosas), se inscribe en la memoria colectiva como una secuencia viva de los
acontecimientos, que va a impregnar más tarde las memorias individuales y a recobrar vida en las
existencias individuales. Esto se aplica, por ejemplo, al famoso " asesinato de padre", uno de los pilares del
Edipo, que no está ausente como deseo en cualquiera de los "hijos de los hombres".
Es notable que esta teoría de la memoria colectiva3, basada en la fuerza y la repetición de la impresión
original, continúe subsistiendo en el arsenal de los presupuestos de muchos psicoanalistas, sin ser nunca
objeto de un cuestionamiento.
1
Edición francesa en: LAPLANCHE (2007) Sexual: la sexualité élargie au sens freudien, Paris : Puf, 2ème ed 2014,
pp 293‐300 // Traducción por Mauricio Fernández Arcila (profesor Departamento de Psicoanálisis, Universidad de
Antioquia – Medellín, Colombia —24 abril 2015).
2
Freud‐24b El sepultamiento del complejo de Edipo, AE=19/182.
3
“Opino que la coincidencia entre el individuo y la masa es en este punto casi perfecta: también en las masas se
conserva la impresión {impronta} del pasado en unas huellas mnémicas inconcientes” [Freud‐34a Moisés y la religión
monoteísta, AE=23/90].
Laplanche (2006) Castración y Edipo
También llama la atención que Freud haya dejado coexistir su admiración por Darwin, con una teoría del
engrama, tan ajena a la de la selección natural.
Consideremos, en primer lugar, por separado, las nociones de castración y del complejo de Edipo. Tal
separación es
[295]
conceptualmente posible: en efecto la "castración" en sí tiene dos aspectos distintos: por una parte, la
percepción y la reacción a las diferencias anatómicas entre los sexos; por otra parte, la atribución de esta
diferencia a un arrancamiento, que sería correlativo de un conflicto.
He insistido mucho en la "diferencia anatómica entre los sexos", para marcar bien los caracteres4. En primer
lugar, se trata de una diferencia anatómica y no de una diferencia fisiológica o biológica. (Así se desvanece la
noción del “fundamento biológico" del "rechazo de la feminidad", por ejemplo). Ella se centra en la
morfología de los órganos y no en su funcionamiento. Por otra parte, esta diferencia no es una diferencia
científica, sino puramente popular y esencialmente visual. He enfatizado en la idea de que con la transición a
la posición erguida en los humanoides, sólo los órganos externos masculinos permanecieron visibles. Pero
esta consideración antropológica de tinte evolucionista no es el punto esencial. Lo que importa, lo que llama
la atención en las representaciones del hombre y de la mujer, es la presencia o ausencia de genitales visibles.
La estatuaria griega es sólo un ejemplo más avanzado de ello.
Freud volvió varias veces sobre esta percepción de la diferencia en el niño. A menudo introdujo matices en
cuanto a las consecuencias más o menos universales atribuidas por el niño a esta "percepción". ¿Qué es,
además, la percepción de una "falta"? Nos topamos aquí con las aporías desarrolladas por Bergson acerca de
la idea de la nada. Es concebible que Freud haya tenido dificultades para separar la idea de la diferencia de
género y la de una amputación de uno de los sexos.
Corresponderá, sin embargo, a dos autores5 que han hecho continuas observaciones analíticas en los niños
pequeños, el aportar nuevas observaciones que permiten
[296]
establecer mejor esta distinción entre la "castración" como una diferencia y la castración como consecuencia
de la ablación de uno de los dos sexos. Sin duda, sus concepciones no son siempre conceptualmente
precisas, a pesar de la minuciosidad de sus observaciones. La conclusión en todo caso es evidente:
convendría considerar antes del período edípico, cuando una conexión estrecha entre Edipo y la castración
se pone en juego, una fase llamada "genital precoz", no relacionada con la persona de los padres, en la que
"la diferencia sexual y nuevas sensaciones genitales entran en juego por sí mismas". A esta etapa pertenece
por derecho, con variaciones de acuerdo a los dos sexos, la toma de conciencia o el tener en cuenta la
diferencia niño/niña, como el mismo Freud la define: presencia o ausencia de falo. A esta etapa estaría
asociada una "reacción de castración precoz", pero durante ella la castración es percibida como un peligro
sin ser atribuido a una persona castradora (edípica). Es, sin duda, sobre este punto de la "reacción
castratoria precoz" que los autores son menos explícitos, pero sus observaciones no dejan ninguna duda
sobre la amenaza frecuentemente enlazada a la percepción de la diferencia. Sin duda esta amenaza es
explicada por los autores en función de su lealtad a las tesis mahlerianas relativas al proceso de "separación‐
individuación" y sus peligros. Así, "la emergencia de la fase genital con la reacción de castración pre‐edípica,
reanima los temores anteriores de la pérdida de objeto" 6.
Bastante interesante también es la descripción divergente en el niño y en la niña, de sus formas de tratar la
castración: negación o simbolización.
4
Véase: Laplanche "El género, el sexo, lo sexual", versión española en: Revista Alter, 2006, No 2.
5
Roiphe y Galenson, La naissance de l'identité sexuelle, 1981, París, PUF, 1987.
6
Op. cit. pág. 159.
Laplanche (2006) Castración y Edipo
Sin embargo, si tenemos en cuenta cómo los autores describen la experiencia de la diferencia, aparecen dos
caminos divergentes, así como en el mismo Freud: o la ausencia se le atribuye de entrada a una posible
amputación, a una "castración" (que significa, desde un punto de vista lógico, que algo se separa de un
conjunto mayor: el pene del cuerpo); o la
[297]
presencia y la ausencia coexisten como dos términos (1 y 0) opuestos, los que Freud enunciará en una
fórmula extraordinariamente abrupta para la niña: "Ella lo vio, sabe que no lo tiene y lo quiere tener”.
Esta oposición del 0 y del 1, es lo que va a guiar una parte de nuestras consideraciones posteriores. Antes no
puedo prescindir de una discusión más profunda acerca del complejo de Edipo, y de la posición que se le ha
dado tanto en el psicoanálisis como en el mito.
Voy a partir de una consideración trivial: aquel a quien es referida la acción, en el "Edipo" ("ego" en el
sentido antropológico), es la persona misma de Edipo; en la versión mítica de Edipo Rey. En la versión
psicoanalítica, es al niño frente a la pareja parental. Edipo es el iniciador del asesinato y del incesto. Desde
punto de vista sexual en particular, esto supone en el niño un deseo sexual incestuoso innato, lo que
concuerda además con la hipótesis filogenética.
He desarrollado en varias ocasiones la idea de una situación antropológica fundamental, que confronta, en
los inicios de la vida a un infans desprovisto de pulsiones sexuales, con un adulto que alberga en él no
solamente su experiencia sexual madura, sino también los restos más o menos integrados (reprimidos ‐
sublimados) de su sexualidad infantil. Hay que añadir que, además, esta situación es de entrada
comunicación; adulto y niño se comunican en el plano de los cuidados y el apego, mientras que de parte del
adulto y solamente de su parte, pueden surgir esporádicamente señales sexuales.
Si se admite, para simplificar, que el adulto en cuestión suele ser el padre o la madre, se ve que en la práctica
se distribuye injustamente la iniciativa del complejo. El iniciador de mensajes portadores de sexualidad es de
hecho el padre (o adulto). El incestuoso, potencialmente, es el adulto. Obviamente, no estoy hablando de
abuso sexual franco, que plantea problemas metapsicológicos complejos, sino del adulto normal o neurótico
común.
[298]
¿Cómo se ha podido dar vuelta a la iniciativa del complejo de Edipo — y del incesto— para pasar del adulto
al niño? Obviamente, a través de la identificación del niño con el agresor: de víctima del incesto, se ha
tornado sujeto.
La mitología griega nos brinda al menos dos ocurrencias sobre esta inversión: el mito de Edipo conlleva,
como preludio, un episodio de pedofilia, en el que incurre el padre de Edipo, pero con otro niño, un tercero.
El segundo episodio, el del Edipo "clásico", aparece entonces como la reversión manifiesta del primer
episodio, de la pasividad a la actividad.
Citemos también el mito de Fedra. La Reina comete deliberadamente incesto con su hijo (‐astro). Luego a
punto de verse denunciada, culpa al yerno (Hipólito) de haberla cortejado. El asesinato de Hipólito en manos
de su propio padre celoso completa la reversión total de la situación.
Así que descifra fácilmente la inversión que hace de la pedofilia inicial un deseo de incesto a cargo del niño.
Hay también que señalar en este contexto la doble posición del complejo de castración. Posición
independiente, por un lado, en la que opera como un código: presencia / ausencia; por otro lado, posición
de intrincación con el complejo de Edipo, en la que entra en el relato de éste como un castigo mayor por el
crimen. Esta doble posición, como código independiente y como fragmento de un "esquema narrativo", se
volverá a encontrar cuando se trate de la situación antropológica fundamental.
Laplanche (2006) Castración y Edipo
La situación antropológica fundamental se especifica por los mensajes enigmáticos emitidos por el adulto, y
que el niño (después de un tiempo de latencia) tendrá que "tratar", "traducir".
Hasta ahora hemos identificado, al menos, dos tipos de mensajes: los relacionados con la excitación sexual
en el contexto de los cuidado prodigados al niño; los relacionados con la asignación de un género al niño,
donde hemos discernido la "identificación por el socius".
[299]
Ambos tipos de mensajes son tratados por el niño gracias a la ayuda proporcionada por el medio ambiente
(humano por excelencia). De este modo atribuimos la mayor importancia a la percepción de la diferencia de
los sexos en la forma de traducir y elaborar la diversidad de los géneros, la cual es propuesta desde un
comienzo por el entorno social inmediato. Traducida en presencia/ausencia del pene, la diferencia de género
se afirmará a continuación en el "complejo de Edipo".
Lejos está de nosotros, sin embargo, el afirmar con Freud que el complejo de Edipo es una "situación"; y
mucho menos una situación a la iniciativa del niño. El complejo de Edipo fue y sigue siendo un mito desde la
versión de Sófocles hasta sus versiones freudianas y post‐freudianas.
Él ayuda al niño a poner en relato — al precio de su propia culpa — los mensajes sexuales a menudo más
crudos que son transmitidos por el padre, por el adulto. De estos mensajes, propone una versión suavizada,
sexualmente hablando, a pesar de que no esté de fortificarlos.
Vencer al padre, casarse con la madre, estos son objetivos que, por fuera de toda sexualidad, tienen un
evidente valor afirmativo: razón por la cual Marie Delcourt hace tiempo tituló su libro sobre el Edipo: "La
leyenda del conquistador".
Estas novelas, estos escenarios variables según los individuos, serían por tanto del orden de los esquemas
narrativos culturalmente transmitidos y no, como lo quisiera la teoría clásica, fantasías filogenéticas,
supuestamente "originarias".
Para terminar, se puede cuestionar la validez del dualismo: código / esquema narrativo. No hay duda de que
el primer término remite a un número limitado de elementos (a 2, en la castración!) susceptibles de
transcribir un mensaje dado. Esto, por supuesto, a expensas de la riqueza y de la fidelidad de la traducción.
"Esquema narrativos" se refiere a una teoría de la narración que someta a ésta a escenarios más
[300]
o menos ricos, populares, flexibles. Sin embargo, no está prohibido hablar de una historia "traducida en
Edipo”, porque los elementos son relativamente fijos, sus relaciones suficientemente predecibles, como para
que de una" novela" a otra el paso sea posible. Los "remakes" de una película son a veces superiores y más
ricos, a veces inferiores, a la versión primera. Nada prohíbe a cada ser humano que ensaye. ¿Traducción?
Nueva versión. La hipótesis "traductiva" sigue siendo para nosotros, hasta nuevo aviso, más confiable, y no
está exenta de fundamento lingüístico (Jakobson).
La idea de una "ayuda para la traducción" al servicio de una "pulsión a traducir", y de origen sociocultural,
se ve corroborada de nuevo por el estudio psicoanalítico de los cuentos. Sus esquemas narrativos son
relativamente fijos, en número limitado; los temas edípicos, castratorios, al igual que los relacionados con la
sexualidad infantil, son fácilmente reconocibles. La necesidad del niño de oír de nuevo y siempre con las
mismas palabras los mismos cuentos apoya la necesidad de reafirmar la fiabilidad de la traducción.