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Débora fue una mujer casada (Jueces 4:4), profetisa, y también jueza (Jueces 4:5). Su posición
en aquel entonces tendría cierta equivalencia con la de una mujer casada y profesional en el
día de hoy.
En el Israel antiguo, como su religión estaba directamente relacionada con su política, los
líderes –como los reyes y los sacerdotes– siempre fueron hombres. La única excepción fue la
reina Atalía, hija de Jezabel y Acab, y ella no fue nombrada como reina sino que robó el reino
cuando su esposo, que era el rey, murió ¡y luego ella mató a todos los hijos de su esposo para
que nadie le quitara del reino!
Este fue un tiempo oscuro en la historia de Israel, como también lo fue el tiempo de Débora.
Israel había estado 200 años sin líder después de la caída de Jericó.
Entonces, ¿cuál es el rol que nos fue dado? Complementar a los hombres para que ellos
pueden cumplir la labor que el Señor les ha asignado. Ser ayuda y columnas para ellos.
Teniendo esto en mente, veamos lo que Débora hace en Jueces 4:6-7: “Ella mandó llamar a
Barac, hijo de Abinoam, de Cedes de Neftalí, y le dijo: “Esto ha ordenado el Señor, Dios de
Israel: ‘Ve, marcha al Monte Tabor y lleva contigo a 10,000 hombres de los hijos de Neftalí y de
los hijos de Zabulón. Y yo atraeré hacia ti a Sísara, comandante del ejército de Jabín, con sus
carros y sus muchas tropas hacia el torrente Cisón, y lo entregaré en tus manos”.
Débora fue profetiza, mientras que Barac fue el guerrero. Baruc era conocedor de la guerra, y él
no tenía duda de que el enemigo al que se estaba enfrentando era grande. A menos que él
caminara paso a paso con Dios, le sería imposible ganar y sería un masacre para los judíos. Esta
historia nos recuerda la suficiencia de Dios.
Por ser profetiza, Débora tuvo una mayor intimidad con Dios que Barac, y sabemos que él así
lo reconoció: “Barac le respondió: “Si tú vas conmigo, yo iré; pero si no vas conmigo, no
iré”, Jueces 4:8.
Recordemos que Israel había sido oprimido por los Cananitas durante 20 años, y el
comandante de su ejército, Sisara, tenía 900 carros de hierro. Los Israelitas no tenían nada, sin
embargo esta historia confirma una vez más que Dios es todo lo que necesitamos.
Los tiempos eran tan malos que esta frase era repetida varias veces a través del libro de los
Jueces: “En aquellos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que a sus ojos le parecía
bien”. Ellos no tenían un líder para animarlos, para dirigirlos o para guiarlos; y los carros de
hierro del enemigo eran la última tecnología de aquellos tiempos. Los judíos, que no tenían
una fuerza armada, sabían que sin la intervención de Dios esto era una fuerza invencible. Barac
no quería ir sin la profetiza. Él sabía que la única forma de ganar esta batalla era a la manera de
Dios.
Luego vemos que Barac convocó a Zabulón y a Neftalí en Cedes, y subieron con él diez mil
hombres. Débora también subió con él. “Entonces Débora dijo a Barac: “¡Levántate! Porque
éste es el día en que el Señor ha entregado a Sísara en tus manos. Ya que el Señor ha salido
delante de ti.” Bajó, pues, Barac del Monte Tabor seguido de 10,000 hombres”, Jueces 4:14.
Entonces, ¿quién fue al área de combate?, Barac y diez mil hombres no Débora. Ella estaba
comportándose como su ayuda, ayudándole oír la voz del Señor.
Para poder entender los tiempos tan difíciles que Israel estaba viviendo, escuchemos lo que
Débora dice en Jueces 5:6-7 “En los días de Samgar, hijo de Anat, en los días de Jael, quedaron
desiertos los caminos, y los viajeros andaban por sendas tortuosas. Cesaron los campesinos,
cesaron en Israel,
hasta que yo, Débora, me levanté,
hasta que me levanté, como madre en
Israel”.
Obviamente las calles eran tan peligrosas que la gente tenía miedo de salir de su casa. Y ¿cómo
es que Débora se llama a sí misma? ¿La guerrera? ¿La jefa? “…madre en Israel”. Ella conocía
muy bien su rol. Aunque fue el Señor que la eligió a ella como profetiza, y Él la llamó para
decirle a Barac lo que Él debería hacer, no se nota en ella un espíritu de burla por el temor que
él sintió, tampoco un espíritu de mandar como jefa, o de intimidar, sino de guianza, servicio y
protección, como una buena madre hace con su familia.
Viviendo en sumisión
Viendo la sumisión y el rol de ayuda de Débora para con Barac, pudieras estarte preguntándote
si ella era su esposa y la respuesta es no, ella estaba casada con Lapidot (Jueces 4:4). En ella
tenemos el ejemplo de que el rol de la mujer es también en sumisión a los líderes, no
solamente a sus esposos, aunque el grado de sumisión será diferente según el tipo de relación.
La sumisión a tu esposo no es igual a la sumisión a tu jefe o al vecino, pero nuestra actitud
debe ser de sumisión y de respeto. Ahora bien la sumisión no es solamente para las
mujeres: en la Palabra también encontramos sumisión de esclavo a amo (1 Ped. 2:18) que sería
el equivalente a la sumisión a nuestros jefes; hacia las autoridades (Rom. 13:1), de los creyentes
entre sí (Efe. 5:21) y la más importante, de los creyentes hacia a Dios (Stg. 4:7). Si el deseo de
Dios es que seamos sumisas en nuestro caminar entonces, cuando no lo soy, a quien no estoy
siendo sumisa es a Dios, y entonces estoy caminado en pecado. La sumisión puede resultar
difícil en ocasiones, pero en Jesús tenemos el ejemplo perfecto de sumisión al Padre, y su
muerte en la cruz nos ha capacitado para que podamos seguir su ejemplo.
¿Quieres ser como Débora? Procura tener una actitud y una vida de sumisión a Dios. Sé una
mujer sometida a las autoridades que Dios puso en tu vida.
De hecho, resulta muy interesante que Dios había dicho que la victoria iba ser a través de una
mujer, pero esa mujer no fue Débora. Fue una mujer llamada Jael quien terminó con la vida de
Sísara (Jueces 4:17-21). Pero la realidad es que la batalla no fue ganada por Jael, ni Débora, ni
Barac, sino por Dios, quien orquestó a estos personajes y luego envió una fuerte lluvia para que
los carros del enemigo no pudieran avanzar (Jueces 5:21).
Esa es la historia de Débora: no como nosotras queremos interpretarla sino como la Palabra
nos las está mostrando. Necesitamos ser mujeres que se acerquen a las Escrituras de manera
correcta, no sacando de ella lo que nosotras queremos que diga, sino lo que Él quiere decirnos.
Débora es una mujer líder, ejemplo en valentía, en autoridad, en amor y dominio propio. Una
mujer con visión y poder, se pudiera comparar en la actualidad con las mujeres que no se dan por
vencidas, sino que salen a la guerra para luchar cada día con cada situación que se les presenta y
vencen todo obstáculo para salir adelante ellas, sus hijos, su familia, su trabajo y triunfar en
todas las areas de su vidas. Son mujeres que aman a Dios, se aman a ellas mismas y aman a su
projimo y todo lo que Dios pone a su alrededor, son mujeres que no se pueden dar el lujo de
quedarse dormidas, porque conocen los tiempos, y tienen la sabiduria de Dios para actuar cuando
es necesario.
Débora estaba en un lugar privilegiado, estaba casada, era juez, pero en un momento de su vida,
tuvo que pelear por el pueblo de Israel, no tenia opción, Dios le había mandado a Barac que él lo
hiciera, pero el no quiso ir a la guerra si no iba Débora con él, ella se levanto como Madre del
pueblo de Israel para luchar, no se quedo dormida en sus laureles, ella despertó a la necesidad
que apremiaba y Dios le dio la victoria, porque dice la palabra "Mira que te mando que te
esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en
dondequiera que vayas" (Josue 1:9)
Mujer con Visión y Poder, en este tiempo que vivimos se necesitan muchas mujeres como Débora,
que no tengan temor, usen el poder, el amor y el dominio propio que Jesucristo les ha dado y no
se queden dormidas, mientras el enemigo de nuestras almas quiere robar, matar y destruir las
familias, los hijos, las vidas, y todo lo que Dios les ha dado, “No temáis delante de ellos;
acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por
vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas.” Nehemias 4:14
Barril carrucha