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Territorio e identidad: apuntes para una modelo de la complejidad social andina1

Alexander Herrera W.
Departamento de Antropología, Universidad de Los Andes
Territorio e identidad social son aspectos culturales íntimamente vinculados que articulan
la complejidad de situaciones sociales históricas. Comprender su desarrollo a largo plazo
es difícil, sin embargo, pues las prácticas territoriales e identitarias andinas son muy
diferentes a las de occidente, y lo fueron más aún en el pasado indígena. Los
acercamientos preponderantes en arqueología tienden a encajonar culturas
arqueológicas en modelos pre-definidos (de jefaturas o estados, por ejemplo) que
frecuentemente conllevan el supuesto que las antiguas formaciones sociales creadoras de
cultura material elaborada (arquitectura monumental u objetos de cerámica, metal o
piedra ricos en iconografía, por ejemplo) se ordenaban de manera jerárquica,
espacialmente continua y eran consistentes internamente. El acercamiento histórico a
la arqueología del paisaje que presento en forma abreviada en este lugar1, en cambio,
apunta a esclarecer las prácticas que articulaban las relaciones sociales entre y al interior de
grupos sociales de diferente escala. ¿Cómo plasmaron en el paisaje su sus derechos
territoriales las distintas comunidades portadoras de identidades sociales diferentes? Esta
reevaluación de la configuración de las relaciones de poder entre y al interior de
formaciones sociales explora principalmente los vínculos horizontales en la organización
social desde una perspectiva heterárquica (CRUMLEY 1995). Mi objetivo, en otras
palabras, es esclarecer las escalas múltiples y superpuestas a las que las identidades
sociales de comunidades muy diferentes (en términos de número y modo de
reclutamiento de miembros, por ejemplo) emergen y cambian, y como estas
mentalidades (mentantes) se materializan en el paisaje cultural. Para abordar los vínculos
establecidos entre personas en torno a lugares, es decir al estudio antropológico de las
relaciones de propiedad (HANN 1998), es pertinente enfocar las prácticas y la cultura
material que actuaban de vehículos de la memoria social y colectiva (CONNERTON 1989).
Sin embargo, dado que los comportamientos simbólicos tienden a ser específicos a una
cultura un acercamiento histórico a la arqueología del paisaje debe operar a escalas
temporales y espaciales flexibles.
En este trabajo analizaré los mecanismos y prácticas desplegados por comunidades de
diferente escala (estados, grupos étnicos y comunidades ceremoniales y mortuorias) para
hacer suyos los lugares que habitaban. Estas transformaciones del medio ambiente
natural en paisajes culturales cargados de significado implican la instanciación de
derechos, más o menos excluyentes, sobre espacios definidos que bien podríamos llamar
territorio (SACK 1986), o incluso propiedad (HANN 1998), independientemente de si
son contiguos u homogéneos.
El trabajo consta de dos partes. Comienza por recoger el hilo de la historia en algunos
documentos clave de los siglos dieciséis y diecisiete referentes a la Sierra de Ancash y
Huamachuco, en especial en la Región de los Conchucos. Luego, contrasta esta evidencia
con la arqueología de la colonización Inka en la cuenca del río Yanamayo. Este primer
análisis se enfoca en el vínculo entre las identidades socio-políticas y étnicas asociadas
al estado pan-andino por excelencia y los correlatos arqueológicos y lingüísticos
relevantes para identificar a los múltiples actores sociales activos a nivel local y regional
en la época inmediatamente anterior a la conquista europea. En segundo lugar presenta la
evidencia arqueológica - inusualmente bien preservada - que permitió identificar la

1
Este trabajo resume algunas de las conclusiones de la tesis doctoral del autor (HERRERA 2005a).
montaña de Turriqaqa como un espacio sagrado. Discuto las implicancias de la memoria
materializada en la arquitectura mortuoria y ceremonial alrededor de este cerro como la
materilización de complejas relaciones entre comunidades mortuorias y ceremoniales que
compartían creencias en torno a este lugar. Concluyo que el análisis de la distribución
espacial de arquitectura mortuoria y ceremonial, ligado a un análisis crítico de las fuentes
etnohistóricas facilita un abordaje alternativo de la complejidad social a partir del estudio
de la identidad y el territorio. Dada la riqueza de información acerca de significados y
comportamientos simbólicos hallada en las fuentes escritas conviene avanzar hacia lo
desconocido desde lo más conocido, para parafrasear a Marc
Bloch, el célebre pionero de la historiografía estructural francesa. El contraste y la
complementariedad entre las fuentes lingüísticas e históricas y la evidencia
arqueológica de las décadas más cercanas a la conquista, característica de la práctica
arqueológica no sólo en Centro - y Sudamérica (p.ej. MARCUS - FLANNERY 1994;
STAHL 1994), permite afinar los métodos "directos" para la investigación del pasado.
Sin embargo, la búsqueda de actores sociales en el pasado mediante el enfoque en los
vehículos materiales de la memoria, supone partir de una historia colonial sesgada
(SALOMÓN 1999). Al trascender los límites disciplinarios establecidos entre la
arqueología y la historia conviene tener en cuenta que:
«Toda interpretación, y selección entre los diferentes tipos de fuente se basa en
tradiciones [de investigación] y postulados que varían mucho entre las
disciplinas. Las comparaciones entre artefacto y texto no son pues, de fuentes
distintas en primera instancia, sino más bien entre tradiciones de abstracción
diferentes y asociadas con disciplinas diferentes». (ANDRÉN 1998: 95. Traducción
del autor).
Antecedentes de la investigación en Conchucos central
La investigación del pasado en la región de Conchucos se remonta a fines del siglo
diecinueve, cuando Antonio Raimondi (1873) reporta, entre otros, el hallazgo de astas
de venado en recipientes de piedra labrada en los alrededores de la hacienda
Pasacancha. Sin embargo, la investigación regional que realmente pone al descubierto la
importancia de Ancash para el estudio del pasado en los Andes Centrales es la
expedición científica liderada por Julio C. Tello en 1919 (TELLO 1929, 1960). A raíz
del redescubrimiento de Chavín de Huántar, buena parte de las investigaciones
posteriores en la Sierra de Ancash se han centrado en la parte sur de los Conchucos,
especialmente en este sitio arqueológico excepcional y sus alrededores (p.ej. TELLO
1929, 1960; ESPEJO NUÑEZ 1956; LUMBRERAS - AMAT 1969; LUMBRERAS 1969,
1974, 1993; BURGER 1982, 1984, 1992; KEMBELL- RlCK 2004; RlCK 2004; DlESSL
2005; BURGER et al. en este volumen)2.
Una de las pocas expediciones de inicios del siglo veinte que no pasa por alto las
cuencas de los ríos Yanamayo y Rupac, en Conchucos central y norte,
respectivamente, es la expedición geográfica y glaciológica del club de alpinismo
austro-germano liderada por Phillipp Borchers. El geógrafo alemán Hans Kinzl
(1935) anota que esta expedición logró localizar los asentamientos antiguos de
mayor importancia ubicados al pie de los glaciares y altas cimas de la Cordillera Blanca, y

2
Entre las notables excepciones cabe mencionar la visita a Rapayán (Huánuco) de Antúnez de Mayólo (1935), la
prospección de Ibarra (2003) en los alrededores de Huari y el trabajo de Astuhuamán y Espinoza (en este
volumen).
también ubicaron sitios importantes en la Cordillera Negra. Kinzl (1935: 288-290)
concluye, que el emplazamiento de sitios arqueológicos indica un descenso en los
límites superiores de asentamiento y cultivo, y que este no estaría vinculado a cambios
climáticos. Asimismo, especula que la distribución de la población prehispánica
habría sido más o menos uniforme en el valle y destaca la importancia de las
elevaciones morrénicas a la salida de valles glaciares. Pese a las detalladas descripciones,
la falta de un método para el fechado de sitios convierte sus interpretaciones en
inteligentes sugerencias. Del mismo modo las descripciones de sitios y hallazgos
arqueológicos dispersos en la historiografía local (p.ej. MÁRQUEZ ZORRILLA 1965
[1946]; ORTEGA 1956; LIÑÁN ESPINOZA 1984) son sugerentes e importantes, pese a
la falta de metodologías arqueológicas claras.
La investigación sistemática del pasado en Conchucos central se inicia en la última
década del siglo veinte 3 con el estudio a largo plazo de las estrategias socio-económicas
de la cuenca sur del Yanamayo (HERRERA 1998a, 2003) 4. Los resultados de este
trabajo se fundamentan en la prospección regional realizada por el autor en 1996.
Indican que el control microvertical (OBEREM 1976; SALOMÓN 1985) de zonas de
producción en pisos térmicos altitudinales complementarios es la base de diferentes
estrategias socioeconómicas de apropiación del espacio desarrolladas a partir del
Horizonte Temprano. Paulatinamente la franja principal de asentamiento se desplaza
hacia arriba, una tendencia establecida también en otras regiones de los Andes
centrales. Sin embargo, las estrategias de asentamiento no se desarrollan de manera
paralela en toda la cuenca. Así en la zona de Yauya detectamos un precoz
surgimiento de sitios monumentales de altura: Ingaragá y Markajirka, sitios ubicados
en cimas opuestas a ambos lados de la quebrada Maribamba5. Esta divergencia micro-
regional coincide con una cantidad inusualmente alta de escultura lítica atribuible a la
etapa de transición entre el Formativo y el Período Intermedio Temprano (HERRARA 1
998b, 2005b). La estela de Yauya-Chincho es sin duda el ejemplo más conocido, y a la
vez enigmático, por lo que cabe indagar porqué esta lápida grabada de estilo Chavín, la
más grande conocida hasta hoy, pudo haber sido traída desde Chavín de Huántar
(TELLO 1923; ESPEJO NUÑEZ 1964; HERRERA 1998b; BURGER en prensa).

3
El arqueólogo norteamericano Wendell Bennett probablemente visitó la ciudad de Chacas en la década del
cuarenta pero no hace referencia a sus observaciones en su monografía publicada en 1944. Richard Schaedel (1952)
anota que dibujos de Bennett sirvieron de fuente para su descripción y dibujo de arte Utico Chacas. Queda por
determinar si Bennett hizo los dibujos a partir de fotografías, o si acudió a Chacas para ello (véase HERRERA
2005b).
4
Para la microcuenca del río Arma véase también los trabajos posteriores de Carolina Orsini (2003 a, 2003b,
2005 y en este volumen).
5
Otros importantes sitios de altura tempranos, incluyen Cashajirka, el más extenso sitio de esta época, hallado a las
afueras de la ciudad de San Luis, y la ocupación alrededor de la cima rocosa de Gatinjirka, cerca al poblado de
Pampash. Cabe aclarar que la evidencia de ocupación formativa en Gatinjirka se asocia a contextos funerarios
(huaqueados), cosa que no ocurre con la evidencia del Periodo Intermedio Temprano (temprano) en Ingaragá y
Markajirka.
Figura 1. Cobertura del transecto de investigación. La línea doble indica áreas prospectadas recientemente
(1999- 2004). Línea simple: Herrera (1998a, 2003). Línea rasgueada: Daggett (1984, 1987) y Proulx (1968, 1973,
1985). Los espacios entre líneas indican traslape.
El sugerente vínculo entre una anomalía regional en el desarrollo de los patrones de
asentamiento y la distribución regional de arte lítico impulsa así la investigación del
significado especial que sitios específicos hayan tenido en el pasado. La complejidad de
los procesos sociales subyacentes a la situación yauyina resulta difícilmente explicable
desde una perspectiva regional fija, o enfocada en la bases de la economía local. Surge
así la necesidad de estudiar el rol de la interacción interregional a múltiples escalas para
buscar comprender no sólo el desarrollo de la complejidad social sino su estructura al
interior de trayectorias históricas específicas.
El hallazgo de una valva marina (Argopecten purpuratus) trabajada y reutilizada (Fig. 2)
en la superficie del sitio de Gotushjirka sirvió de catalizador para un estudio
interregional.
Los ejemplos de la Sierra de Ancash que presentaré para discutir las escalas a las que
se definen las identidades sociales y la apropiación del paisaje forman parte de un eje
de investigación trasandino. Este cruza el departamento de Ancash siguiendo la ruta
más corta de tránsito tradicional entre el alto Marañón y el mar: desde el valle de
Nepeña en la costa del Pacífico hasta la desembocadura en el río Marañón del río
Yanamayo en la parte central de la región de Conchucos (HERRERA 2005a).
Figura 2. Valva de Argopectenpurpuratus hallada en la superficie de Gotushjirka (sector B,
kancha circular E-V). Nótese los huecos para incrustaciones y el corte (lado superior
derecho) que indica reutilización para obtener una lámina.
La colonización inka en la región de Conchucos
La distintiva identidad material de los caminos inka y de los tampu, centros
administrativos y de producción, permite trazar un mapa bastante detallado de las
entradas y enclaves asociadas a la colonización de tierras foráneas por parte del estado
cuzqueño (Fig. 3). Así, la prospección arqueológica en los valles centrales de la región
de Conchucos ha puesto al descubierto una serie de pequeños enclaves de producción
agrícola, almacenes y centros cívico-ceremoniales a lo largo de un camino secundario
trasversal al camino principal del Chinchaysuyu, que une el puente colgante sobre el
Yanamayo con el puerto balsero de Pogtán sobre el río Marañón (HERRERA 2005b). El
contraste de las noticias sobre la colonización inka extraídas de fuentes documentales
con la evidencia arqueológica permite plantear preguntas más precisas acerca de la
estrategia económica local de un estado pan-regional, del lugar de los colonos en el paisaje
y en cadenas operativas de producción y de complejas relaciones interétnicas.

Figura 3. Núcleo de terrazas inka en el valle bajo del río Yanamayo. Agrupamientos similares
se encuentran dispersos a lo largo del curso medio y bajo del río Yanamayo en
la cálida zona Yunga.
La colonización inka de Conchucos central se articula a lo largo de los caminos que
cruzan la puna oriental y el fondo del valle del Yanamayo, áreas escasamente
ocupadas por la población local durante el Intermedio Tardío. Los centros
administrativos ubicados a lo largo del río Yanamayo, en Yangón, Chiwán y Pogtán, se
caracterizan principalmente por recintos rectangulares asociados a plazas, mientras que el
tampu de Maraycalla presenta además corrales y una kallanka. Las dimensiones de estos
sitios son modestas en comparación con Pumpu (MATOS 1994) o Huanuco Pampa (MORRIS
- THOMPSON 1985), aunque los bloques labrados (almohadillados) que restan del
desmantelado Tambo Real de Huancabamba, sugieren la presencia de un edificio
ceremonial inka en este lugar. Cabe resaltar los 84m3 de depósitos o qullqa hechos en
quincha ubicados en la cueva de Asá a orillas del río Marañón y asociados al complejo
de Pogtán (HERRERA en prensa). La ausencia de fortificaciones en los sitios inka
contrasta con la probable función defensiva de los muros perimétricos concéntricos
alrededor de los asentamientos de altura del Periodo Intermedio Tardío.
La Cédula de Hncomienda de Cristóbal Vaca de Castro a Juan Esteban Silvestre
otorgándole los mitmas quitos, condesujos y cañares en tierra de Guari fechada en 1542 y
estudiada por Miguel León (1994, 2003) indica que el estado inka asentó mitmaqkuna en
la zona correspondiente al Repartimiento de Huari, es decir la parte central y sur de
Conchucos. Esta población incluía miembros de tres grupos étnicos distintos: Quitos y
Cañares provenientes de lo que hoy es el Ecuador, y condesuyos de la Sierra sur del Perú
actual. Como portadores de identidades étnicas distintas también hablaban idiomas
diferentes entre sí (ROSTWOROWSKI 1991), diferentes a su vez de las lenguas quechua y
culle habladas en la zona de estudio en el siglo dieciséis.6 León (2003: 463) asume que: «Lo
más probable es que [los mitmas (sic.)] hayan sido instalados allí por el Estado Inca para
dedicarlos a la actividad minera (...)». La evidencia arqueológica en el valle del
Yanamayo, en cambio, sugiere que la presencia inka en Conchucos central provocó
un considerable esfuerzo constructivo centrado en la construcción de caminos, centros
administrativos, asentamientos y sistemas agrícolas.7
Por otra parte, el pleito judicial entre el Visitador General Joan de Fuentes y oficiales
reales del Repartimiento de Huari en 1572 hace mención de un grupo de especialistas en
la elaboración de tejidos cumbe llamados Pircaycamayos (LEÓN 2003: 462-463). El
documento en mención vincula la presencia de estos especialistas directamente a la
presencia de la planta pircay utilizada para fijar tintes. Más aún, el motivo mismo del
pleito parece ser la escasez de esta materia prima. El sufijo verbalizador (—y) indica que
esta palabra hace referencia a pir'ka una planta del género Bidens de la cual hay cinco
especies principales en la Sierra sur del Perú: Bidens mandonii; B. andícola; B. humilis;
B. cynapilfolia; B. pilosa. Bidens es una planta herbácea común de flores amarillas que
mide hasta 50 cm de altura, y que crece a diferentes alturas entre los 1300 y 4200 m
Entre los nombres comunes usados para Bidens humilis en el valle del Vilcanota están
kiko y misiku (SOUKUP 1970; GADE 1975 y comunicación personal agosto del 2005).
La importancia de los textiles para las sociedades andinas en general y de fina ropa cumbe
o kumbi para el estado inka en particular difícilmente puede ser subestimada (MURRA
1962; véase también: BOYNTER 2004). Las descripciones diferenciadas de tapices kumpi
(cumbi o cumbe) inka en colecciones de museo casi siempre realzan, entre muchos otros
aspectos, su complejidad tecnológica. Fundamentalmente, los urdimbres deben ser lo
suficientemente fuertes para resistir la tensión creada por las tramas de lana fina
densamente tejidas, por lo que comúnmente son de algodón. La lana lleva los colores,
asegura las propiedades térmicas y permite la suavidad exterior del tejido. Los hilos de
algodón, en cambio, garantizan las propiedades mecánicas y la resistencia del tejido. Por
lo tanto, para producir los valiosos tapices kumbi, los Pircaycamayos del Repartimiento de
Huari requerían, además de pir 'ka, de algodón y lana.
En el paisaje del valle bajo del Yanamayo los centros administrativos, asentamientos y
grupos de terrazas inka se hallan "salpicados" en la cálida y seca zona de Yunga interfluvial
(HERRERA 2005b). Sus habitantes construyeron extensos sistemas de irrigación que
recogían aguas de cuencas vecinas. En Warikanga el sistema de andenes irrigables altos,
angostos y largos, cerca al camino principal del Chinchaysuyu y al puente colgante de
Platanal, irrumpe en un enclave más antiguo de terrazas escalonadas de poca altura de
disposición y técnica constructiva distinta. En Yangón los colonos, además de irrigar la

6
Los Quitos probablemente hablaban pan^aleo; los Condesuyos quechua I y los Cañares cañar (ADELAAR -
MUYSKEN 2004). La distribución de topónimos culle se extiende desde la Sierra de Huamachuco hasta el
manantial salino de Yangón en Conchucos central, lo que indica que el corredor «///"-parlante a lo largo de la
margen izquierda del río Marañón (ADELAAR 1989) se extendía al sur de Sanachgán.
7
Si bien hay evidencia indirecta de minería precolombina sobre la margen derecha del bajo Yanamayo, la veintena de
objetos hallados en excavación en Gotushjirka antecede la presencia inka por más de 500 años. La mina abandonada
ladera arriba del pueblo de Tarapampa (San Luís) es considerada precolombina por algunos lugareños, mas no se
hallaron evidencias que sustenten esta creencia.
planicie con terrazas de Huarupampa, probablemente procuraban sal mediante la
evaporación de agua salina en terrazas construidas sobre el manantial. La presencia de
ocupaciones anteriores y de un asentamiento local (al sur y este del manantial) sugieren que
éste era un recurso multiétnico, incluso antes de la conquista inka (HERRERA 2005a).
El análisis microscópico de los restos botánicos en muestras de suelo tomadas de las
amplias terrazas adyacentes al pequeño sector ceremonial, administrativo y residencial
inka en Yangón reveló la presencia de granos de polen de los géneros Alnus, Asteraceae y
Malvacea (G. SLEAN comunicación personal 2002; A. CHEPSTOW-LUSTY comunicación
personal 2004). La preservación del polen es demasiado pobre para justificar un conteo,
pero la evidencia no contradice la hipótesis del cultivo de algodón (Gossypium spp.) y
pir'ka (Bidens spp.). Además el uso de tejidos llanos de algodón en la zona se remonta
muchos siglos, sino milenios atrás.
La inversión de mano de obra en la construcción de terrazas y de los sistemas
hidráulicos que hicieron posible la producción agrícola en pequeños y escarpados
enclaves es considerable, especialmente en vista del reducido tamaño de las zonas
habilitadas y de los bajos niveles de población que se deducen de las pocas docenas de
estructuras habitacionales documentadas en los enclaves inka. Es probable por lo tanto,
que el estado no solo hiciera uso de la mano de obra de los Mitmaqkuna para su
construcción, sino que incluyera también a grupos étnicos locales.8
En cuanto a la fibra lana teñida con pir'ka por especialistas dependientes del estado
cuzqueño su procedencia más inmediata es de la altzpuna oriental que el camino principal
atraviesa. Asociados al tampu de Maraycalla hallamos una serie de aproximadamente 18
corrales rectangulares con capacidad para docenas de animales, y un grupo de corrales
muy similar se halla en el sector pequeño sector inka al extremo sur del extenso sitio de
Ingaragá. Rebaños locales o bultos de lana importados posiblemente complementaban las
necesidades de la producción.
Visto a una escala sistémica global la presencia local del estado inka es consistente con un
modelo macroeconómico que impone la colonización de enclaves en espacios
compartidos y demanda mucha inversión de mano de obra. A escala regional y local, sin
embargo cabe preguntar cómo los Mitmaqkuna legitimaban su presencia, mas allá de la
amenaza de una fuerza militar estatal muy superior (ROSTWOROWSKI 1986;
PATTERSON 1999). ¿Como y dónde se negociaban en la práctica, los derechos de uso
del agua y de los pastos entre los actores sociales locales y grupos de colonos vecinos?
L¿ t apropiación y la negociación simbólica del paisaje
Los Mitmaqkuna inka asentados en el valle bajo del río Yanamayo buscaron vincularse al
paisaje local de manera simbólica, mediante la integración de prominentes afloraciones
rocosas en la arquitectura cívica. Según la Instrucción para descubrir todas las guacas del
Pirúj sus camayos j haciendas de Cristóbal de Albornoz (1967 [1582?]), uno de los mas
importantes manuales del siglo XVI para la extirpación de idolatrías, estos colonos
desplazados (los Mitmaqkuna) habrían hallado similitudes entre la forma y distribución de
aspectos clave del paisaje sagrado de su región de origen y aquellas de su nuevo lugar de
residencia (véase también: HYSLOP 1990: 107). Así, sobre la entrada a la angosta terraza
aluvial que alberga el sector ocupacional inka de Yangón un pequeño templo inka se

8
Los censos parroquiales de la zona de Chacas - San Luis indican una situación similar en los obrajes
coloniales (ORSINI comunicación personal octubre del 2005).
yergue sobre una gran roca cónica, que fuerza un quiebre en el curso del torrentoso
Yanamayo. Una kancha inka de dos recintos alineados se halla al centro del pequeño
asentamiento y en la esquina noroeste del muro que encierra el patio hay una roca
cónica más pequeña. Por su forma y altura ésta pudo ser utilizada como una pequeña
plataforma o ushnu, además de servir como referente material wanka que ligarían la
presencia de los colonos a narrativas míticas. La disposición y forma de la pareja de rocas
es el mejor indicio material que tenemos, hasta ahora, de la identidad de los moradores de
este sector. Sería interesante determinar si existen afloraciones rocosas cónicas similarmente
dispuestas en par en los antiguos territorios de los Quitos, Cañaris o Condesuyos.
Determinar las prácticas ligadas a la negociación de derechos entre los colonizadores y la
población local a partir de sus los correlatos materiales ha resultado bastante más difícil
que decodificar la significativa demanda territorial monumentalizada por los adherentes
del estado inka en Yangón. Existen, sin embargo, paralelos sugerentes entre la deposición
de cinco infantes detectada en la prominente plataforma superior de Gotushjirka, lugar
que domina ampliamente el paisaje del bajo y medio Yanamayo, y la descripción de
Hernández Príncipe de ritos capacocha locales en la provincia de Recuay en 1622 (1923
[1622]). En esta relación clerical Hernández Príncipe indica que algunos entierros de niños,
llamados capacocha, fueron un medio para formar alianzas entre grupos o segmentos
sociales a nivel local, específicamente entre los Llactas (Wari) y Llachuases (Llacuazes)
del Ayllo de Hecos.
«Para confederar amistad entre si, estos llactas y llachuases ofrecieron al Rayo
dos hijos de su familia llamados Runa Curi (y) Anco Ripay, hermosísimos,
acabados sobremanera sin mancha ni arruga, que se sacaron en esta ocasión de sus
simulacros y soterrados, donde siempre los habían consultado». (HERNÁNDEZ
PRÍNCIPE 1923 [1622]: 27)
Así, niños de la zona de Recuay fueron "enviados" a lugares tan distantes como Quito,
Cusco o el lago Titicaca (HERNÁNDEZ PRÍNCIPE 1923 [1622]: 29), donde posiblemente
fueron sacrificados y enterrados según patrones estatales claramente definidos (ej.
McEWAN - VAN DE GUCHTE 1992; BENSON 2001). Pero además, hubo también
niños que fueron enterrados localmente, al parecer momificados y depositados en
estructuras mortuorias formales, posiblemente en respuesta a circunstancias locales. El
extirpador Hernández Príncipe acusa a parientes de los niños sacrificados en capacocha de
haber actuado de intermediarios rituales, comunicando consultas y practicando ofrendas.
De la Relación de Hernández Príncipe se desprende que debemos diferenciar dos tipos de
capacocha: la capacocha estatal inka, de la cual se han hallado impresionantes ejemplos en
varios altos picos andinos, y un tipo de sacrificio capacocha local, específico a situaciones
en las que hallamos muy próximos en el espacio a grupos sociales distintos, acaso étnicos,
y característico quizás de los Andes nor-centrales del Perú. Excavaciones en la cima del
sitio arqueológico de Gotushjirka pusieron al descubierto un contexto mortuorio
suigeneris del cual pensamos que podría ser un ejemplo de este tipo de capacocha local. El
contexto mortuorio de Gotushjirka interpretado tentativamente como capacocha local
comprende cinco individuos neonatos, entre 7 y 9 meses in útero y 6 a 9 meses de edad.
Los cuerpos de éstos bebés fueron depositados muy juntos, uno sobre el otro, en una
angosta intrusión cónica practicada en la cima de la prominente plataforma superior del
sitio. El individuo superior fue hallado articulado y flexionado, mirando hacia el
noreste y con la espalda contra la esquina de un muro mucho más antiguo; los restantes
se hallaron debajo, todos articulados en gran medida por lo que pensamos que los
cuerpos estuvieron articulados, completos y muertos al momento de su deposición.
La estratigrafía de la excavación indica que el hallazgo es posterior al Horizonte Medio.
Sin embargo, el contexto se excavó por debajo de dos capas de suelo arado. La
utilización agrícola actual del sitio se inicia en la década del 50 del siglo veinte, por lo
que la segunda capa de arado es anterior. No se halló objeto alguno asociado, aunque en
otras intrusiones excavadas en la cima de Gotushjirka, cercanas al hallazgo en cuestión y en
similar situación estratigráfica, se hallaron fragmentos de cerámica inka. Si bien el fechado
de este hallazgo no es concluyente9, cabe la posibilidad de que la capacocha de
Gotushjirka sea posterior (o anterior) a la breve preeminencia política inka en la zona
(aprox. 1470-1532 d.n.e.).
Dada la situación multiétnica provocada por la expansión inka, y teniendo en cuenta la
ostensible necesidad de confederar amistad entre la población local y Mitmaqkuna
pensamos que esta deposición pudo haber tenido lugar durante o poco después de éstos 60
años. Cabe discutir, sin embargo, la posibilidad que el contexto pueda corresponder a
una deposición de "fetos agresivos", hipótesis desarrollada por Tristan Platt (2001) a
partir de su profundo conocimiento de la etnografía de la zona Aymara de Bolivia. La
principal similitud sería, precisamente, que los infantes estaban muertos al momento de su
deposición. A diferencia de la deposición de abortos, individual y clandestina, en los
casos etnográficos bolivianos a los que Platt hace referencia, los cinco infantes de
Gotushjirka fueron depositados en una prominente plataforma artificial con una
milenaria trayectoria de ocupación10 la cual, además, se vincula a potentes referentes
marinos que vincularían al sitio a los ciclos cósmicos del agua. Nos referimos a los fósiles
de moluscos marinos que abundan en Gotushjirka y alrededores.
En vista de lo anterior proponemos que el sacrificio capacocha de Gotushjirka responde
a prácticas vinculadas a la apropiación y negociación simbólica del paisaje que
sellarían un pacto entre grupos partícipes de identidades sociales distintas, acaso étnicas,
pero unidos por una concepción compartida del espacio sagrado. Por lo tanto, es
necesario volver la mirada hacia cómo se constituían los espacios sagrados en
Conchucos central antes de la presencia inka.
El registro arqueológico de una montaña sagrada
La concentración regional de arquitectura mortuoria y ceremonial al pie del macizo de
Turriqaqa (4215 m.) ejemplifica la matrícula arqueológica de una importante montaña
sagrada andina. La orientación de más de treinta estructuras circulares monumentales
hacia una montaña en la cual se incrustan más de 180 estructuras mortuorias colectivas
agrupadas en tres necrópolis principales, ha permitido acercarnos a algunas de las
prácticas que articulaban los puntos cardinales de los antiguos paisajes sagrados. En este
breve espacio se describirán y discutirán algunas interrelaciones entre el paisaje, la
arquitectura y las prácticas culturales. Este esbozo de la estructura de un paisaje sagrado
es un primer paso que permitirá profundizar el estudio de la historia de la organización

9
El análisis de radiocarbono sobre muestras de hueso de éstos individuos se hallan en preparación.
10
(1 Las ocupaciones más tempranas registradas hasta la fecha pertenecen al Período Inicial (HERRERA 2005).
No se puede descartar aún una ocupación anterior, pues las excavaciones aún no alcanzan niveles
culturalmente estériles.
social del espacio desde una perspectiva arqueológica y diacrónica de largo alcance en
un futuro cercano.
Turriqaqa es una gran formación rocosa que se yergue al suroeste de la confluencia de los
ríos Marañon y Yanamayo con fases rocosas perpendiculares al norte y este (Fig. 4).
Siete sitios mayores fueron localizados en las inmediaciones. En la cima, sobre la
capital distrital de San Nicolás de Apac, los asentamientos amurallados de altura de
Hatún e Ichic Markajirka comandan las fases rocosas este y norte. Su ocupación
principal data del Intermedio Tardío (c. 1200-1476 d.n.e.). Encajada en fallas rocosas de
la faz este se encuentra la necrópolis de Gallarpana. A lo largo de más de un kilómetro de
fallas rocosas distribuidas en cuatro principales niveles horizontales se agrupan unas 150
tumbas colectivas. Al pie, sobre la planicie inclinada se extiende Warijirka un sitio
arqueológico caracterizado por más de veinte cercados circulares con bases de grandes
piedras labradas de entre 20 y 45 m de diámetro. De manera análoga dos necrópolis más
pequeñas se encajan al pie de la pared norte de Turriqaqa: Pitakilla (11 tumbas) y Hatun
Machay (aprox. 20 tumbas). Los machay de Pitakilla dominan la prominente cresta rocosa
de Gotushjirka (3240 m) donde se registraron 11 kanchas circulares {circular patio groups) y
se realizaron excavaciones de prueba. La evidencia en superficie indica que las
ocupaciones de Warijirka y Gotushjirka son contemporáneas en buena medida,
abarcando desde el Intermedio Temprano hasta el Horizonte Medio tardío. Sin
embargo hay evidencia de ocupación tanto posterior como anterior en los sitios y
necrópolis de la parte baja. El traslado hacia arriba del principal foco de ocupación, hacia
Ichic y Hatun Markajirka, probablemente ocurrió entre los años 1000 y 1300 d.n.e.
Fragmentos de cerámica hallados en las necrópolis indican, sin embargo, que las grietas en
la montaña fueron utilizadas desde el primer milenio a.d.n.e. hasta la época de la
ocupación inka. Por lo tanto, no es especulativo ni exagerado sugerir que las fallas
rocosas de Gallarpana pudieron ser utilizadas para depositar restos humanos en fardos
funerarios a lo largo de dos milenios. La "sacralidad" de Turriqaqa se halla íntimamente
vinculada a una larga historia de uso mortuorio y a los significados simbólicos encajados
en la memoria colectiva de actores sociales específicos.
necrópolis
Todas las tumbas colectivas de Gallarpana están construidas contra la roca, de modo que
ésta provee el "techo" y la "pared" posterior (Fig. 4 y 5). Los bultos conteniendo restos
humanos momificados se hallaban así dentro de la montaña, en un lugar de
temperatura más baja, apto para su conservación. El significado simbólico de esta
proximidad particular entre los ancestros y la montaña, sin embargo, también radicaba
en creencias sobre la manera en que la cercanía facilitaba el contacto y la comunicación
entre los vivos, los muertos y "su" montaña tutelar. Hay dos tipos de machay que se
diferencian por su forma y distribución. La gran mayoría presenta una fachada recta, y éstas
muchas veces presentan restos de pintura en los muros, o en la roca por encima de ellas.
Hay un grupo de cinco tumbas al extremo este del nivel superior que presentan una
fachada curva. No es posible desarrollar en este
espacio las implicancias sociales y temporales de la
estructura interna de la necrópolis de Gallarpana,
pero la evidencia sugiere que el
agrupamiento de tumbas es intencional.
Responde a esfuerzos por materializar, de manera
durable y visible, relaciones entre comunidades mortuorias y ceremoniales.

Figura 4 Faz rocosa este de Turriqaqa, nivel superior (cuarto). Nótese el agrupamiento de estructuras mortuorias
colectivas de tipo machay en la falla horizontal: las tumbas de fachada curva se concentran hacia la parte trasera (norte)
y aquellas de fachada recta en el resto de esta necrópolis vertical.
Figura 5. Grupo de
estructuras mortuorias
colectivas machay de
fachada curva en el nivel
superior de la necrópolis de
Gallarpana.

Las kanchas
Las 86 kanchas ubicadas hasta el momento en la Sierra de Ancash (tabla 1) representan
una clase específica de arquitectura ceremonial andina. Utilizo el término quechua
kancha para designar estos cercados o "corrales" (circulares o cuadrangulares) no
porque proponga que el origen de las kancha inka (ej. ROWE 1946: 229; HYSLOP
1990: 20) se halle en la Sierra de Ancash, sino porque los espacios cercados
conforman una clase característica de arquitectura cívica y ceremonial a lo largo de
toda la prehistoria tardía de los Andes centrales. La vinculación de estos espacios con
tumbas y puntos significativos del paisaje ofrece un novedoso acercamiento para
comprender como las prácticas y mecanismos de integración social se relacionan con
la organización del espacio a múltiples escalas.
El tipo específico de kancha que trataré aquí en mayor detalle, las kanchas circulares,
se encuentra ampliamente distribuido a lo largo de los Andes norteños del Perú, desde
la Sierra de Ancash al sur (TERADA 1979; HERRERA 1998a, 2003, 2005a) hasta
Santiago de Chuco (PÉREZ 1988, 1994) y Huamachuco (TOPIC comunicación
personal 1998) al norte. Los resultados de nuestras excavaciones de prueba en
Gotushjirka sugieren que ésta tradición de arquitectura monumental se inicia en el
Intermedio Temprano, y continúa hasta el Horizonte Medio tardío. Su uso principal,
en síntesis, fue celebrar reuniones orquestadas en las que se consumían alimentos
líquidos, las cuales probablemente eran acompañadas de baile, música y palabras.
Los cercados circulares de Conchucos central se hallan prominentemente emplazados
sobre cimas o en la parte superior de altas laderas. La presencia o ausencia de recintos
internos distingue la transición entre dos tipos principales, el primero más joven que el
segundo. Las kanchas circulares sin recintos presentan un patio central rodeado por
muros de contención (hasta tres) que definen largas rampas o escalinatas. A ambos
lados del acceso estas rampas ascienden hacia una (o más) banquetas que presentan
una sección recta y elevada, a modo de tarima o escenario, opuesta al acceso. Los
patios por lo tanto presentan una vista en planta ligeramente en forma de D (Fig. 6).
El segundo tipo de kancha circular se define por tener recintos distribuidos alrededor de un
patio central cuadrangular. Estas son más similares a las más conocidas kanchas de
planta cuadrangular {square patio groups) halladas en Honcopampa, por ejemplo
(TSCHAUNER 1988, 2003; ISBELL 1989). Las evidencias recuperadas durante la
prospección de los sitios de Quishuar, en las alturas de Yanama, y Keushu, cercano a
las lagunas de Llanganuco, sugieren que una transformación de la estructura básica de
los cercados ceremoniales kancha ocurrió durante el Horizonte Medio, probablemente
entre los años 400 y 800 d.n.e.
La adaptación de los cercados antiguos mediante la reestructuración de los
espacios internos sugiere cambios significativos en las condiciones sociales de
control de espacios ceremoniales11.

Conchucos código no tipo diam fechado Huaylas código no tipo diam. fechado
. tentativo tentativo
sitio sitio

Markajirka SN-1 8 CPG 32 EIP-LIP Keushu Yu-1 6 3(12?) SPG 14.5 EI P-LIP

Okobamba Y-1 5 7 CPG 12 ? Puntacorral Yu-1 0 1 (2?) SPG 59 LIP

Wegronkoch Y-1 6 7 CPG 21 ? Wishqash Yu-23 1 SPG 22 ?


a
Utipukio Y-1 9 7 SPG 20 EIP-MH ? PL-8 1 SPG? 15 EI P-LIP

Kurraljirka Y-4 6 CPG 15 MH ? PL-8 1 CPG? 15 EIP-MH

(early?)

Pogtán SN-26 3 DPG 39 LIP Quichiuqot PL- 1 CPG? MH-LIP


u 22
Yangón SN-5B 2 SPG 18.5 EIP-LIP Wandoyqot Yu-12 1 CPG? 20? MH
u
Pirkajirka SN-20 1 CPG 18.5 EIP-LIP TOTA 9
L
Pingosjirka Y-20 3 CPG & 24 EIP-MH
SPG
Warikanga SN-21 1 CPG 16 MH-LIP

? Ya-16 1 CPG? 28 ?

Pukayaku SLB-3 1 CPG 16 ?

Pakariska Ya-3 1 CPG 15 EIP-


MH?
Wejllagaga Y-6 1 CPG 19 EIP

Amajirka Y-8 1 CPG 25.5 EIP

Kishwar Ya-21 1 CPG 20 MH-LIP

Yangón SN-5 8 CPG & 16 EIP-LIP


SPG
Junkay SN-2 1 CPG 30 LIP?

11
Los trabajos de Carolina Orsini, en el valle del río Arma, en la zona de Chacas, sugieren la existencia de tipos
de kanchas circulares anteriores.
? SN-4 1 CPG ? LIP?

Salitre SN-23 1 CPG ? LIP?

? P-2 1 SPG 16 LIP?

Kurraljirka To-8 1 SPG ? LIP

TOTA 97
L

Tabla 1. Leyenda. Relación de 10412 estructuras de tipo kancha {patio groups)


circulares (circ), cuadrangulares (cuad.) y de planta en D ubicadas en la sierra de
Ancash. Los fechados se basan en reconocimientos de superficie. Excavaciones de
prueba fueron realizadas en tres kanchas circulares en Gotushjirka (SN-6), y en una
kancha circular, una cuadrangular y una con planta en D en el sitio de Yangón (SN-5).
Las descripciones de los sitios se hallan en: HERRERA (1998a y 2005); los resultados
de las excavaciones en HERRERA (2005).
Proponemos que estos espacios, monumentalizados mediante la arquitectura,
sirvieron para la negociación de relaciones recíprocas al interior de grupos
interdependientes de comunidades mortuorias, es decir de grupos de personas
íntimamente ligadas por derechos y obligaciones derivadas de prácticas
mortuorias, que incluían el acceso a tumbas colectivas específicas (véase BLOCH
1971).13 A continuación, en la sección final de este trabajo, discutiré algunas de las
principales escalas de integración de
grupos de comunidades mortuorias.

Figura 6. Dibujo esquemático de planta de una kancha


circular (sin recintos) orientada hacia las tumbas incrustadas
en la montaña detrás. Las rampas escalonadas dispuestas en
pares a varios niveles ascienden hacia banquetas de muros
rectos elevadas a modo de tarima o escenario.

L¿? complejidad social andina


La complejidad social andina se desprende de una multiplicidad de identidades sociales
históricamente superpuestas, negociadas y contestadas permanentemente e irreducibles a
niveles de jerarquía política. Las distintas escalas de integración social a las que se

12
Se ha corregido la doble contabilización de dos kanchas en SN5 en la tabla 7.1 en Herrera 2005.
13
Las comunidades mortuorias y grupos extensos de parentesco, como los ayllu de la Sierra surandina y las
pachaca de los Andes del norte, pueden haber sido idénticos, pero no existe aún el sustento empírico
necesario para hacer de este supuesto una afirmación.
resuelven estas identidades inducen a pensar en la existencia de instituciones
generadoras de identidad, cada cual con modos de organización propios y
característicos. Las menciones de ayllus, pachacas y curaca^gos en documentos coloniales,
por ejemplo, dan indicios acerca de su funcionamiento en tiempos y lugares específicos.
Desde la perspectiva a largo plazo que caracteriza a la arqueología, entonces, la
complejidad social se desprende de la vinculación histórica entre múltiples
organizaciones fundamentales de las sociedades andinas del pasado. Delinear las
trayectorias de estas instituciones y estudiar su vinculación sincrónica es un camino a
seguir en futuras investigaciones, acaso más fructífero que el reduccionismo normativo
tradicional.
En este trabajo he presentado algunas de las escalas a las que se resuelven cinco
identidades sociales colectivas en el registro arqueológico de la Sierra de Ancash. La
estructura del espacio sagrado alrededor de la montaña de Turriqaqa sugiere la
existencia de cuatro escalas de integración social durante el Intermedio Temprano y
el Horizonte Medio en la Sierra de Ancash oriental. A un primer nivel demuestra la
centralidad de comunidades mortuorias como agentes sociales básicos con una
profunda y duradera trayectoria histórica (véase ISBELL 1997; KAUL1CKE 2000; LAU
2002; HASTORF 2003; DELEONARDIS - LAU 2004). Asimismo, sugiere la existencia
coetánea de comunidades locales más amplias definidas por el uso compartido de los
espacios ceremoniales circulares de tipo kancha. La vinculación de ambas clases de
arquitectura en ciclos rituales mortuorios, incluyendo quizás el traslado periódico de
los cuerpos momificados de los ancestros comunes, no es poco probable. La
orientación de las kanchas, la vajilla hallada en ambas y la coincidencia entre el arte
rupestre de Pitakilla y el único diseño figurativo presente en los cuencos del estilo
gotush así lo demuestran (HERRERA 2005a).
A escalas espaciales más amplias, la distribución de grupos de necrópolis y kanchas
apunta hacia la existencia de dos niveles de integración social más amplios. A nivel
micro regional encontramos el agrupamiento de kanchas circulares en los centros
ceremoniales de Warijirka y Gotushjirka, asociado a las necrópolis de Gallarpana, y
Pitakilla/Hatun Machay, respectivamente. Estos grupos de comunidades ceremoniales,
conformados por grupos de comunidades mortuorias, se hallaban vinculadas por
prácticas de culto muy similares en espacios distintos pero en lugares comunes. Así
representarían un tercer nivel de integración. A nivel macro-regional, finalmente, es
notorio el agrupamiento de grupos de kanchas y necrópolis alrededor de la montaña de
Turriqaqa. Pienso que si asumimos la existencia de referentes territoriales e identitarios
en el paisaje sagrado similares a los apu y pacarina del siglo dieciséis, esta montaña
representa un antiguo foco simbólico de integración regional. Cada una de estas escalas,
que podríamos llamar étnica, sub-étnica, ceremonial y mortuoria, probablemente
funcionaba según dinámicas o "reglas" distintas, históricamente vinculadas
(CHAPMAN 2003 y en prensa). La estructura del modelo que se desprende de este
complejo mundo social caracterizado por un patrón de población disperso articulado
por peregrinaciones y prácticas rituales de culto a los ancestros que convergen en
lugares sagrados es esencialmente heterárquica en el sentido de Crumley.
La identidad institucional del estado inka, en cambio, se resuelva a una escala mucho
más amplia. La distribución de arquitectura con formas "estandarizadas" responde
más bien a una formación social jerárquica y centralizada basada en un control
territorial discontinuo y en necesidad de constante legitimación. Las interacciones
entre los grupos de familias vinculados al estado cusqueño (los colonos) y los miembros
de grupos étnicos de arraigo local, sin embargo, ejemplifican la complejidad inherente a la
negociación de las relaciones entre grupos sociales articulados a escalas muy disímiles.
Cada una de estas escalas de integración social se articulaba entorno a referentes
identitarios específicos (chullpas, kanchas, necrópolis, centros ceremoniales y redes de
enclaves vinculadas por centros administrativos y caminos) ligados por sistemas de
parentesco real y ficticio. Estas redes identitarias plasmadas en el paisaje
probablemente jugaron un importante papel en la estabilización de las relaciones
entorno a territorios y a los recursos acuíferos para la irrigación de campos de cultivo.
Estudiar el desarrollo histórico de las complejas relaciones interregionales, por lo
tanto, supone determinar primero las escalas a las cuales se integran los grupos
asentados un área determinada. La ubicación de arquitectura ceremonial y tumbas
colectivas con respecto a rocas, montañas lagos y otros puntos significativos del paisaje
ofrece un camino alternativo para acercarnos a cómo los seres humanos materializan
su memoria colectiva, generan y negocian identidades sociales e inculcan orden social
al paisaje. La identificación de puntos clave en el paisaje sagrado regional representa
un importante primer paso en el estudio de la complejidad social andina.
Agradecimientos
La investigación de campo que sirvió de base para el presente trabajo fue financiada
por múltiples instituciones: Arts and Humanities Research Board, Girton College
Cambridge, Deutscher Akademischer Auslandsdienst, Crowther Beynon Fund, Works
Travelling Scholar Fund y HM Chadwick Fund. La desinteresada ayuda logística de las
parroquias de Moro, Pamparomás, San Luis, Yanama, Tomanga, Yauya y Chacas, la
Municipalidad Distrital de San Nicolás de Apac, así como de Don Antonio Gay
Nishiyama en Moro y Steven Wegner en Huaraz facilitó el trabajo de campo
haciéndolo una experiencia aún más grata. Mi sincera gratitud a los arqueólogos de
campo Mario Advíncula, Daniel Cabrel, Klaus Koschmieder y Wilbert Rodrigo, y a los
asistentes de campo Sandra Aranda, Aldemar Crispín, Oliver Huamán, Claudia
Grimaldo, María Lena, Felipe Lívora, Alessandra Molz, Jana Sagea, Joñas
Stuerzebecher, Ronald Tafur y Greta Valderrama. Innumerables personas se
interesaron y apoyaron nuestro trabajo en la Sierra de Ancash, pero Don Pancho, Don
Eduardo, Don Baylon, Don Lorenzo, Don Silvino, Don Ítalo y Don Cristóbal en
Huagllapuquio merecen una mención especial por su apoyo y hospitalidad. Debo las
gracias también a Mario Advíncula, Kora Fierro, Claudia Hintze, Claudia Grimaldo,
Cora Rivas y Geraldine Slean por su ayuda con las labores de laboratorio y a Alex
Chepstow-Lusty, Steve Boreham, Carmen Thays, Maria-Inés Velarde, así como a
todo el personal del Museo Nacional de Arqueología Antropología e Historia del Perú,
Museo Regional de Ancash y del l.S.T. Yachay Wasi por su ayuda con la preparación e
identificación de muestras. Finalmente, agradezco a Sonia Archila, César Giraldo,
Kevin Lañe y Carolina Orsini por sus comentarios sobre el manuscrito. Las
omisiones, faltas u errores restantes son de mi exclusiva autoría.
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