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Al hombre no le basta con formar parte de la realidad: necesita además saber que está en un mundo y

se pregunta inmediatamente cómo será ese mundo en el que no sólo habita sino del que también forma parte.
Para empezar, la idea de «mundo» tiene varios niveles, desde el más próximo y aparentemente trivial hasta el
más abrumador y cósmico. En el peldaño más bajo está lo que cada uno solemos llamar coloquialmente «mi
mundo» o incluso «mi mundillo», es decir el ámbito de la familia, el grupo de amigos, el lugar de trabajo y
los de diversión, los rincones que nos son más usuales o más queridos, el hogar. Un escalón después está mi
ambiente social y cultural, los que son «como yo» aunque yo apenas les conozca o no les conozca en
absoluto. Sigo subiendo y paso por mi país, la comunidad nacional a la que pertenezco, el área internacional
en la que mi comunidad se integra, la humanidad incluso cuya condición simbólica comparto, el mundo de lo
humano. Luego salgo ya del mundo afectivo, sociológico, específicamente humanista y paso a la escala
planetaria: mi «mundo» es esta Tierra en la que nacemos y morimos, el planeta azul de mares y selvas en el
que convivimos con tantos otros seres vivientes o inanimados, . Y más allá también es nuestro mundo el
sistema solar, ya parcialmente visitado por exploradores o instrumentos humanos, y la Vía Láctea a la que
nuestro sol está adscrito. Después el mundo sigue desbordándose hacia lo gigantesco, lo remoto y lo
desconocido, se carga de nuevas estrellas, galaxias, nebulosas, agujeros negros, materia y antimateria... hasta
que deja ya de ser «mundo» y se convierte en universo. El lugar en el que están todos los lugares, el ámbito
que abarca cuanto existe, sobre la inmensa mayoría de lo cual por cierto nada sabemos.

¿No es vertiginosa esta sucesión de «mundos» cada uno de los cuales está dentro de otro más amplio
¡De mi «mundillo» al universo de todos y de todo! Y lo más notable de esta sucesión de mundos, dicho sea
de paso, es que los más estrechos y reducidos son sin embargo los que vitalmente más me importan. Me
preocupa mucho más el escape de gas en mi vivienda o el terremoto en mi país que las colosales
conflagraciones de los astros cuyo resplandor tardará siglos en llegar hasta los observatorios de la Tierra... ¡si
es que llega alguna vez! Pero a pesar de esta perspectiva irremediablemente provinciana, no dejo de ser
consciente también de que formo parte del Universo con mayúscula. Y no menos irremediablemente me
pregunto cosas sobre él: ¿de qué está hecho?, ¿es finito o infinito?, ¿cómo empezó?, ¿acabará alguna vez?,
¿estaba previsto que nosotros, los humanos y por tanto yo mismo, apareciésemos un día en tan fabuloso
decorado? Etc.,

F. Savater, Las preguntas de la vida.

 ¿Por qué los humanos necesitamos un «mundo» en el que vivir y no sólo la realidad?

 ¿Hay diferencia entre «conducta» animal y «comportamiento» humano, entre habitar en


un «medio ambiente» y tener un «mundo»?

 ¿Cuáles son los diferentes tipos de «mundo» en los que habitamos? ¿Cómo se asciende de
uno a otro?

 ¿Qué tipo de preguntas son las que se hace el autor al final del texto?

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