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DESTRUIR EL PATRIARCADO, NO RECICLARLO

Apuntes y reflexiones en torno a la guerra contra mujeres a partir de denuncias hacia


vatos

Este texto es un llamado al alto total a las agresiones hacia nosotras, bajo la justificación
de un deber ser feminista.

El pasado 31 de marzo nuestra compañera Paloma Contreras Lomas, artista y parte del
colectivo Biquini Wax EPS, fue violentada mediante formas de hostigamiento y acoso.
Sus cuentas de redes sociales y whatsapp fueron intervenidas y, tras acceder a sus
conversaciones, se extrajo, manipuló y publicó una parte de su contenido en Instagram.
Una hora después, una cuenta de Twitter, anónima y sin seguidores, publicó una imagen
que exponía y señalaba a Paloma como solapadora de Jazael Olguín Zapata, quien desde
hace un año y medio tiene un señalamiento de violación. Este mensaje fue
inmediatamente retwitteado por la cuenta @Metooartesmx sin seguir el código de ética
que se ha establecido por el propio movimiento, como publicar únicamente testimonios
directos de lxs afectadxs desde cuentas verificadas procurando el respeto y la
responsabilidad.

No es la primera vez que se irrumpe de esta manera la intimidad de una de nosotras,


vulnerando nuestra seguridad o exponiéndonos a descalificaciones y ataques. Desde que
Jazael fue señalado, se nos ha violentado, difamado y anulado en varias ocasiones. Hace
poco más de un mes, una compañera que forma parte del proyecto Gata Fiera, fue
expuesta en redes mediante una fotografía manipulada y publicada en Facebook, en la
que se hacía un llamado a desvirtuar su proyecto a partir del boicot, apelando a su
cercanía con Jazael.

Las personas que escribimos esta carta compartimos espacios laborales y/o amistosos
con Jazael. Reconocemos que él, como agresor señalado, debe asumir la responsabilidad
de las acusaciones que se le han hecho y cualquier otra acción de abuso que haya
cometido. Defendemos la decisión de denunciar, con la rabia y la fuerza que esto
supone. Suscribimos y apoyamos la necesidad de visibilizar las violencias machistas y
participamos del llamado y acción para ponerles un alto total y dejar de normalizarlas.
Participamos en la construcción de este horizonte desde nuestros diferentes espacios,
prácticas y perspectivas.
Mantener a Jazael en nuestras vidas o espacios ha sido el principal motivo de los
ataques antes mencionados, pero también se nos reclama el silencio. No queremos aquí
justificar sino compartir algunas de nuestras acciones y perspectivas.

Algunas de nosotras hemos vivido otros procesos de acusaciones y hemos también


tomado parte activa en la expulsión de otros agresores y, aunque no nos arrepentimos
de ello ni lo descartamos como opción, esta vez optamos por intentar otro camino:
afrontarlo profundamente. Esto ha significado interpelar a los hombres con los que
compartimos espacios para que asuman la responsabilidad individual y colectiva de
trabajar estas violencias en el día a día; volcarse en un proceso de desintoxicación y
transformación integral que contribuya a la erradicación estructural de las violencias
patriarcales, evitando que se individualice el problema y apuntando a las
co-responsabilidades comunitarias. También ha implicado cuestionar nuestras acciones,
entre nosotras y con otras compañeras.
No se si editar para no repetir el hemos dos veces seguiditas
si ¡¡¡ deja pienso que no me gusta el tambien, tomando sólo

Sabemos que cada situación es diferente, no tratamos de universalizar lo que estamos


compartiendo hoy. Precisamente, queremos desmarcarnos de la imposición de un
feminismo "único" que imposibilita reconocer posturas heterogéneas dentro del
movimiento y que incluso persigue o castiga a las mujeres que no se adecúan al dogma.
Hemos aprendido que ante estas situaciones de violencia, hay muchas maneras de
responder, no hay una sola y no creemos que haya una mejor ni más fácil. Por ahora,
nosotras coincidimos en seguir una lógica no carcelaria, ni punitiva, ni estatal, e intentar
hacerla efectiva al interior de nuestras colectividades, combatirla como parte de nuestro
enemigo interno.

Queremos dejar en claro que estamos asumiendo el trabajo colectivo que implica cuidar
y transformar nuestros espacios para dejar de reproducir las violencias machistas. No
aceptamos que nos subestimen, que la guerra sea batida en nuestros cuerpos, ni que el
enfrentamiento se dé entre nosotras, evitando el surco donde está enraizado el
problema: el patriarcado necesita destruirse, no reciclarse, ni sobrevivir con nuestras
herramientas.

Nuestro distanciamiento a pronunciarnos en redes sociales se ha interpretado por


algunas personas como silencio y solapamiento, como forma de protección.
Comprendemos que no hay un solo tipo de silencio, no siempre se sabe qué y quiénes
subyacen a éste y cuál es su decisión de habitar en él. Nos preguntamos, por qué se ha
priorizado la lectura que asume que por no pronunciarnos por esos medios, estamos
encubriendo al macho. Sentimos que esa perspectiva nos condena a ser percibidas como
quienes orbitan siempre alrededor y en función de un hombre e invisibiliza nuestra
autonomía y libertad de acción.

No pronunciarnos en plataformas de redes sociales ha sido el resultado de un proceso


complejo marcado, a veces, por la falta de herramientas, pero también por el
autocuidado y la negativa a responder ante la exigente inmediatez cibernética.
Permanecemos abiertas a complejizar y problematizar ese “silencio” pero no aceptamos,
bajo ninguna bandera, convertirnos nosotras en un blanco de ataque por tal motivo.

El señalamiento hacia Jazael nos hizo darnos cuenta de que nuestras herramientas eran
insuficientes, que no están dadas y están por construirse. No sólo para lidiar con un
caso, sino en general con todas las formas de violencia masculina que ocurren al interior
de nuestros espacios y de los espacios desde los cuales convivimos y trabajamos
(colectivos, relaciones, fiestas, escuela, trabajo, etc.). Optamos por comunicar nuestro
proceso cara a cara, lejos de la sociedad del espectáculo y apostando por la posible
construcción de tejidos más cercanos.

No hemos querido enunciar certezas que no poseemos. Bajo la lógica binaria de


construir bandos con identidades inamovibles, nos señalan como mujeres "solapadoras"
y "encubridoras" y, al hacerlo, invisibilizan, reducen y anulan nuestro proceso y a
nosotras mismas. Consideramos que atacar a mujeres que deciden no alejarse o expulsar
de manera inmediata a un agresor, es también una manera patriarcal de proceder. Al
insistir en posicionar en el centro de toda cuestión a los hombres, esta reacción cancela
nuestra agencia y reproduce roles de género naturalizados que valorizan uno de los
componentes de la relación por encima del otro (en el sentido de solapar o encubrir:
como si trabajáramos para ellos). Pensamos que todas las formas de invisibilización de
mujeres responden a la violencia patriarcal, de igual manera la visibilización a partir del
juicio y el encasillamiento.

En este sentido, nos ha reconfortado que algunas compañeras se hayan acercado para
hacernos preguntas, cuestionarnos y desde la confianza, crecer con nosotras. No huimos
del conflicto, al contrario, lo vemos como una certera posibilidad de aprendizaje y es
dentro de él que seguimos al día de hoy. Siempre estaremos abiertas al diálogo directo,
respetando la decisión de quienes deseen alejarse de los espacios que habitamos por
convicción personal, sin acciones de violencia e invisibilización hacia nosotras. Esta
decisión no es fácil, sin embargo, seguimos pensando cómo construir espacios que
alberguen y cobijen a nuestras cercanas sin tener que dar a elegir.
Hemos experimentado distintos tipos de violencia y mantener una relación con la parte
agresora ha supuesto para nosotras definir las condiciones bajo las cuales esto puede
suceder, a veces batallando con el sentimiento de que, al hacerlo, pudiéramos estar
traicionando nuestras convicciones de criticar y luchar contra el patriarcado.
"Quedarnos" no ha implicado negar la responsabilidad que se tiene que asumir,
nosotras asumimos la responsabilidad que nos toca, es decir, luchar cotidianamente por
un espacio que procure el cuidado entre nosotras y un trabajo en conjunto. Creemos en
las particularidades y en la diversidad de estrategias, herramientas y caminos feministas
para hacer frente a estos procesos.

Los colectivos y comunidades no somos el agresor, pero sí creemos que somos


responsables de enfrentarlo como un problema estructural que nos atraviesa a todxs.
Apoyamos y creemos en la denuncia como herramienta de visibilización pública de las
violencias y de quienes las ejercen. No hay marcha atrás, para nosotras ha supuesto un
compromiso con el trabajo que se deriva de las denuncias, es decir, un trabajo colectivo
autocrítico de por vida.

Lo que no creemos es en el uso de estrategias de persecución como el espionaje, la


vigilancia y la extracción de datos privados es una infiltración de las lógicas y estrategias
del Estado y del capitalismo. También nos molesta y nos causa escozor que el proceso y
el dolor de cualquier mujer sea instrumentalizado en beneficio de una agenda personal o
política. No queremos construir desde un feminismo que no cuestione los ataques a
mujeres. Sabemos que es una trampa del patriarcado. Le apostamos a un feminismo que
priorice la sororidad, el entramado denso, complejo y a la vez frágil entre nosotras y que
propicie el cuidado de una misma y el de todas ​en vez de la fragmentación y
desarticulación.

Este texto no es un contradiscurso de la denuncia pública sino un llamado a la


suspensión total de las agresiones hacia nuestra comunidad de mujeres y hacia otras
mujeres que estén pasando por procesos similares.

Este texto fue escrito a muchas manos entre compañeras que transitamos,
participamos y construimos en Cráter Invertido.

#destruirelpatriarcadonoreciclarlo

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