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A manera de ejemplos, del primer caso se puede considerar el transporte de petróleo (crudo o
refinado) o gas, en tuberías, donde la reducción de fricción incrementa de manera efectiva y
notable el flujo del fluido con la misma potencia de bombeo. En el segundo caso, se puede
considerar el ahorro en consumo de combustible al reducir la fricción -contra el medio en que
se desplazan- de autos, submarinos, barcos o aeronaves. En todos los casos, la reducción en el
consumo de combustibles implica importantes ahorros. Además, se logra una muy deseable
reducción de emisión de contaminantes al ambiente.
Cada método tiene sus propias ventajas y limitaciones. Sin embargo, esta últimas, en algunos
casos, restringen su aplicación o empleo óptimo. Por ejemplo, las superficies avanzadas y los
MEMS aun están en etapa de investigación y desarrollo, por lo que aun no se encuentran en el
mercado. En cuanto a la adición de polímeros y surfactantes, si bien han mostrado su eficacia
en la industria petrolera, en experimentos de laboratorio la reducción de fricción alcanzada
supera por mucho la misma, en aplicaciones reales, y con concentraciones mucho más bajas.
Además, aun esta vigente el problema que causa la degradación de los polímeros y
surfactantes, que implica inyectarlos repetidamente en varias etapas, a fin de mantener las
condiciones deseadas. También, es conocido el problema de la reducción de transferencia de
calor en los flujos en los que se han introducido los elementos mencionados, para las
aplicaciones de calentamiento o enfriamiento. De manera similar a la inyección de polímeros y
surfactantes, las microburbujas en la capa límite de líquidos producen reducción de fricción de
arrastre muy alta en experimentos de laboratorio a gran escala. Sin embargo, la reducción de
fricción decrece a medida que se aumenta la velocidad relativa entre el líquido el cuerpo que
se desplaza, y se siguen requiriendo grandes cantidades de inyección de gas.