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Universidad Austral de Chile

Arte y literatura en el contexto de las vanguardias


(PLAC084-10)
Esc. Pedagogía en lenguaje y comunicación

Hauser, Arnold. 1993. “Bajo el signo del cine”. En Historia social de la Nombre:
literatura y el arte. Zaragoza: Labor S.A.; cap. X Tomo III. pp. 265-
Carlos Gómez Agüero
304.
El texto comienza con una sentencia a modo de contextualización por parte de Arnold
Hauser, afirmando que el siglo XX recién comienza en su segunda década, es decir tras la
primera guerra mundial. A través de este contexto establece que existen tres principales
corrientes en el arte, las cuales son precedidas por corrientes previas: El cubismo (precedido
por Cézanne y los neoclásicos), el expresionismo (precedido por Van Gogh y Strindberg) y
el surrealismo (precedido por Lautréamont y Rimbaud). Según él el cambio en las corrientes
artísticas se corresponde a uno en las influencias políticas y económicas, por lo que se basa
en la afirmación de Werner Sombart, sobre que el capitalismo muere con la guerra.

Según lo anterior muestra la forma en que la crisis que el capitalismo sufrió no se percibía
entre los propios burgueses que se sustentaban en él, sino que recién en el 1929 con el crac
notaron esto y comenzó un estado de alarma. La crisis que generó dicha alarma llevó
rápidamente a considerar el activismo y la crítica social como una vía de escape y de
orientación. Y esto lo considera Hauser de la siguiente manera, “(…) solo una solución
radical puede servir de algo: en otras palabras, que los partidos moderados se han acabado”
(p.266). La burguesía se reconoce entonces en estado agonizante, y esta visión la apoyan el
bolchevismo y los fascismos. Las intelectualidades de ambos bandos entonces confluyen en
la exigencia de autoritarismo, orden, nueva escolástica, nueva iglesia y nuevo bizantinismo.
Para ello se apoyan en una interpretación aberrante de las ideas plasmadas el siglo pasado
por Nietzsche y Bergson, adjudicándoles un llamado al absoluto, con la finalidad de librarse
del individualismo. Para no caer en el rechazo los dos bandos se desentienden de un
autoritarismo ideológico y se aferran al concepto de dirigentes, quienes obedecerán en su
poder político una representación de las masas, la cual en su seno oculta la devoción a un
poder superior (las ideologías bolchevique o fascista).

Según lo anterior, tanto las ideologías extremistas de izquierda como las de derecha, se
deben abocar hacia un enemigo, y para ello se genera la escisión: Oriente/Occidente.
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Enfocadas en un enemigo común: La ilustración social y democrática que establece la visión


científica del mundo.

Debido a todo el contexto anteriormente, nace un movimiento reaccionario, el cual


encuentra su lugar ideal de acción en el arte. El desencadenante para que ello suceda es el
impresionismo con lo que se conoce como “la anexión de la realidad por el arte”, la cual
alienta a la creación del postimpresionismo, movimiento que es el primero en atacar a la
ilusión de la realidad y se enfoca en expresar una visión personal de ella. Para ello abandona
el principio estético de lo placentero y lo atractivo, y se encamina hacia lo “feo”, utilizando
para lograr ello: la inteligencia por sobre las emociones, lo cual para Hauser “Implica una
angustiosa huida de todo lo agradable y placentero, de todo lo puramente decorativo y
gracioso” (p. 270). Y esto es solo posible negándose a lo preestablecido, entre esas cosas
por ejemplo está el lenguaje, lo cual los lleva a buscar un lenguaje propio, tal como lo había
hecho antes Rimbaud.

Respecto a lo anterior, el gran antecedente en dicha ruptura es el dadaísmo, y más tarde el


surrealismo, ambos se adhieren a una lucha por lograr una expresión directa, es decir, que
se libre de todo aquello que tuviera una conciencia que le involucre a lo preconcebido. Lo
que lleva a Hauser a afirmar que el arte del siglo XX está enfocado en la renovación del
lenguaje, y para ello el dadaísmo es piedra angular, ya que, es este movimiento el que
propugna el principio de espontaneidad.

En esta búsqueda por construir un nuevo lenguaje de expresión, Jean Paulhan ve dos tipos
de escritores. Por un lado, distingue a los que llama los terroristas, a quienes atribuye la
búsqueda por destruir la lengua, y aquí agrupa a los románticos, simbolistas y surrealistas,
cuya búsqueda se centra en la inspiración pura y virginal, en este sentido son la
contracultura. Además, Paulhan los vincula al pensamiento de Bergson. Por el otro lado
están los retóricos, quienes ven a la literatura como comunicación. En este grupo están: T.S.
Elliot, Rilke, Valery Gide, etc. Y en ellos Paulhan ve a los que están en la búsqueda correcta,
ya que cree que el terror lleva al silencio y eso al suicidio intelectual. También ve en los
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surrealistas a sujetos que se engañan a sí mismos, ya que su búsqueda por no racionalizar


con normas en el fondo esconde una mentalidad rígida.

Hauser les reconoce una importancia a los dadaístas y surrealistas, o los terroristas la de
llamar la atención sobre la literatura y su nulo vínculo con la “vida real”. Instalando en ese
llamado de atención un nihilismo sobre la situación del ser, donde toda acción humana es
absolutamente fútil. Mientras que, en el otro extremo, es decir en el de los retóricos ve un
arte místico salido del interior de la naturaleza humana, similar al de los simbolistas. A partir
de esta idea establece al año 1922, como uno fundamental, debido a la aparición del Ulises
de James Joyce, en representación de Los terroristas y de The Waste Land, de T.S. Elliot, en
representación de los retóricos. Representando la primera obra una experiencia procedente
de la existencia pura y la segunda una experiencia de la cultura. Aunque curiosamente
ambas confluyen en aspectos variados, lo cual hace pensar en que las dos corrientes no son
direcciones contrapuestas, sino más bien una sola conciencia, pero escindida.

Hauser ve en la figura de Pablo Picasso la perfecta combinación de ambas corrientes, al


estar constantemente variando entre ambas, lo que le lleva a nombrarlo: el artista más
representativo de la época presente. Él conoce a la perfección las reglas con las que se
enfrenta, y desde ahí establece una protesta hacia el culto a la originalidad, mediante la
deformación de la “realidad”, con el fin de demostrar que naturaleza y arte son categorías
distintas. Hauser se refiere a su arte de la siguiente forma “Sus obras son notas y
comentarios sobre la realidad; no pretenden ser consideradas como pintura de un mundo
y una totalidad, como síntesis y epítome de la existencia” (p.275)

Según lo expuesto hasta aquí, se establece que el tema central del arte estará en la
unificación de las más grandes contradicciones. A modo de ejemplo el surrealismo busca la
salvación del arte, entendido más o menos como una armonía, y para ello se enfoca en el
uso del caos, es decir, busca salvar al arte destruyéndolo. Y otra gran contradicción se dan
en esta búsqueda, su intención de salvar el arte se basa en que lo ven como el vehículo para
el inconsciente. Para llegar a ese nivel se abocan a la teoría del psicoanálisis, que contiene
la libre asociación, reproduciendo sus ideas sin censura racional. La contradicción se
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encuentra al comprender que buscan racionalizar lo irracional al reproducir metódicamente


lo espontáneo. Debido a esto Hauser los acusa de ser más pedantes que aquellos que
trabajan sin ocultar su metodismo racional. Recalcando incluso a Freud, que sostenía “lo
que me interesa de su arte no es lo inconsciente, sino lo consciente” (p.276).

La gran búsqueda surrealista está presente en dos autores previos al movimiento, Franz
Kafka y James Joyce, quienes reconocen una segunda realidad a la que solo se pueden hacer
aserciones negativas para probar que existe, pero donde ninguna de las dos realidades se
sobrepone a la otra. Mediante la simultaneidad de esas realidades se busca expresar el
absurdo de la vida, la deshumanización del arte, donde todo está obligado a significar y el
deseo de verdad y coherencia.

Lo expuesto anteriormente recibe el nombre de despsicologización de la novela, cuyo


camino fue iniciado por Marcel Proust, quien otorga significado a la conciencia por el
médium espiritual desentendiéndose de la psicología que se expresaba en las novelas de
Dostoievski, Tolstoi, Balzac, Flaubert, Stendhal, etc., quienes se perfilaban desde la
perspectiva de ser interior v/s mundo exterior. Joyce continuó este camino, centrándose en
la simultaneidad de la conciencia, donde se incrusta el pasado en el presente y el presente
en el pasado, la amorfia del interior y exterior, en pocas palabras, está centrado en no
distinguir los medios en que el sujeto se desenvuelve. Según eso Hauser postula que esta
simultaneidad y despsicologización del arte, pertenece a un préstamo tomado del cine.

Hauser establece al cine como la máxima expresión de este nuevo ideal de arte, en el cual
se puede representar una combinación entre el espacio y el tiempo. En las demás artes
ambas categorías conviven, pero en sus respectivas categorías, en cambio en el cine son
fluctuantes e intercambiables, lo cual le genera una libertad. El tiempo pierde su
continuidad y se instala en una dirección irreversible. Y en esto el cine se diferencia del
teatro, puesto que, la representación teatral se sitúa en la “realidad”, no permite ni
interrupciones, ni saltos temporales, ni repeticiones, de acuerdo con la lógica estética que
rige al dramaturgo. La espacialización del tiempo se da cuando hay simultaneidad de tramas
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paralelas, algo que se produce en el cine mediante el carácter bilateral del desarrollo y la
simultaneidad de las acciones que se oponen.

De acuerdo con lo anterior Hauser explica que la experiencia actual del tiempo consiste
sobre todo en la conciencia del momento en que nos encontramos, es decir, la consciencia
del presente. Un sentimiento de lo espaciotemporal, es decir, saber que en todo momento
y en todo lugar, alguien está viviendo la simultaneidad de sus actos. Según Hauser “Es la
simultanea cercanía y lejanía de las cosas – su mutua cercanía en el tiempo y su mutuo
alejamiento en el espacio – lo que constituye el elemento espacio-temporal, la
bidimensionalidad del tiempo, que es el medio real del cine y la categoría básica de su
imagen del mundo” (p.285), en otras palabras, esta consciencia otorga, al arte
contemporáneo la forma de describir la vida.

Pese a la categoría de máxima expresión del arte contemporáneo que Hauser otorga al cine,
identifica una profunda crisis en este, la cual se explica en el hecho de que no hay una
claridad por parte de sus realizadores, ya que, estos permanecen en el caos que se le ha
impuesto al arte, cuando en realidad este tipo de arte requiere de un profundo orden. Para
implementar ese orden debe haber un trabajo cooperativo, y aquel trabajo cooperativo
estaría atacando directamente al principio de espontaneidad. Además, establece un
segundo factor en aquella crisis: el espectador. Este problema lo explica en el hecho de que
al cine asiste una masa heterogénea, la cual no está preparada del mismo modo en un
sentido intelectual para apreciar a cabalidad los detalles que entrega la obra, provocando
una división de ideas en la apreciación de esta que terminan afectando a la percepción del
autor respecto a su obra, que da como resultado la generación de un arte que busca
aceptación de la masa, otorgándoles historias que los comprometan y produzcan con ello
una fácil aceptación, generalmente mostrándoles visiones de cosas que anhelan, es decir
un arte por dinero. Hauser se refiere a ello de esta forma, “El punto de vista cotidiano de la
película está en perfecto acuerdo con la improvisación y la falta de pretensiones que tiene
ir al cine.” (p. 293). Esto a llevado al cine a convertirse en un “arte popular”, al ser fácil de
entender, generando la simpatía del público, que prefiere arte simple y de disfrute. Además,
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se asume ello por el hecho de ser un “arte joven”, que mantiene una comprensión en su
forma y fondo, pero se debe prever que esto es algo que se irá perdiendo con el paso del
tiempo.

Desde el punto de vista de la forma, el cine es una fotografía en movimiento, lo cual se les
atribuye a dos factores: el primer plano, atribuido a D.W. Griffith, y el montaje minimalista
que se le atribuye al cine ruso. Esto otorgó al cine un estilo expresionista, al mostrar
elementos heterogéneos de la realidad, sustituyendo muchas veces ideas por cosas, lo cual
entrega un carácter ideológico. Hauser atribuye esto principalmente al cine ruso, “(…) han
adoptado las formas básicas del cine ruso, confirmando con ello que tan pronto como el
contenido es trasladado a la forma, la forma puede ser tomada y usada como un recurso
puramente técnico, sin el fondo ideológico del que ha surgido.” (p. 299). En este sentido
cabe destacar que el cine es el medio predilecto para usar como propaganda, por la facilidad
de acceso y de propagación de ideas, lo que le convierte en una especie de arte
revolucionario.

Otra característica fundamental del cine es que es un arte netamente mecánico, ya que es
inseparable de ello, tanto para hacerlo como para verlo, y encuentra su fuerza en el
movimiento y la velocidad. Es un arte mecánico orientado hacia la repetición, es decir es un
arte democrático, y su repetición será considerada como lograda entre más conexión tenga
el hombre y el mundo. Lo cual lleva a pensarlo como una forma de ver la realidad que se
vive. De esta forma se rebela contra el principio de estética, convirtiéndose en un medio
para erradicar aquel principio burgués al arte. “(…) el arte cristiano primitivo tuvo, en
realidad, un arranque completamente nuevo, mientras que el arte actual parte de un estilo
que estaba históricamente ya altamente desarrollado, aunque se encuentre muy alejado
temporalmente de nosotros” (p. 303). Esta propuesta establece Hauser como definitiva
para alentar a salvar el arte mediante las masas y no al revés. Educar en el arte para que no
se reduzca a una minoría.
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