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“Tiene que ser un objetivo primario del sistema educativo capacitar y animar
a todos los jóvenes para que usen la lengua con la mayor eficacia
al hablar, escribir, escuchar y leer. Puede argumentarse que tal maestría
puede conseguirse sin un conocimiento explícito de la estructura de la
lengua, pero no hay ventaja cierta en tal ignorancia...” (Bronckart, 1985)
1.- Presentación
Soy Jaime Magos Guerrero, mexicano, trabajo en la Facultad de Lenguas y Letras de la
Universidad Autónoma de Querétaro, México, enseñando Italiano como lengua extranjera,
colaborando en la formación de licenciados en lenguas modernas y realizando investigación
en ambos campos. Tengo una licenciatura en enseñanza de la Biología y otra en enseñanza
del Italiano; dos maestrías, una en pedagogía y otra en didáctica y promoción de la lengua y
cultura italianas a extranjeros; además, un doctorado en Pedagogía.
En mi lugar de trabajo imparto cursos de Italiano como lengua comunicativa desde hace
casi veinte años, pero no hablaré de este tema en el presente documento, más bien me
referiré a que, desde hace más de diez años, imparto las materias “Filosofía educativa” (en
II semestre) y “Administración educativa” (en V semestre) dentro del programa de la
Licenciatura en Lenguas Modernas (http://www.uaq.mx/academico/). Mis alumnos y
alumnas (más de un 50% son mujeres) se preparan para desempeñarse profesionalmente en
diferentes campos de las lenguas (docencia –principalmente-, traducción, interpretación,
mass media) y estudian inglés o español –aunque también he tenido estudiantes de francés e
italiano-. Sus edades fluctúan entre los 20 y 25 años, pero también asisten personas
mayores de 30 y, ocasionalmente, de más de 40 años.
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Casi siempre son estudiantes con un alto sentido de la responsabilidad, muy entusiasmados
en estudiar esta carrera y muy dúctiles a las indicaciones de sus maestros. Al inicio no
entienden muy bien la presencia en su plan de estudios de dos materias como las que
menciono arriba, sin embargo abordan su estudio sin mayores dificultades. El hecho de que
sean estudiantes en plena juventud y universitarios no los priva de presentar algunos
problemas al momento de ejercer sus funciones lingüístico-comunicativas también
mencionadas arriba: no es raro que “se pierdan” al escuchar una conferencia, una
exposición o una clase frontal; suelen tener problemas de precisión conceptual y léxica al
momento de participar oralmente en las clases; leen los materiales escritos que se les
sugieren, pero su nivel de comprensión a veces no es altísimo; cuando realizan reportes
escritos cometen errores que van desde lo técnico (ortografía, puntuación...) hasta
semánticos y pragmáticos. Mi experiencia docente me dice que estos problemas no son
privativos de mis estudiantes universitarios, sino que en muchas otras instituciones de
educación superior se repite esta situación.
Mi experiencia docente me dice que no es posible, más que con fines de estudio teórico,
separar los procesos lingüístico-comunicativos y precisar hasta dónde los estudiantes están
ejecutando la escucha, el habla, la lectura o la escritura: en la práctica estos procesos se
entrelazan, se complementan, se enriquecen, se reorientan, se eliminan recíprocamente.
3
Tradicionalmente, cuando el maestro “preparaba su clase”, lo que hacía era leer sobre el
tema que “debía exponer”. Cuando se consideraba un buen conocedor o un experto en ese
tema, entonces también pensaba que estaba “listo para dar su clase”. En la actualidad
sabemos que no es así: no basta con ser un buen conocedor o un experto en un tema
determinado para ser docente; es necesario conocer y “dominar” procesos de enseñanza
(como comenzar tal proceso, cómo desarrollarlo y cómo evaluarlo) y prever los procesos de
aprendizaje de nuestros alumnos. Una forma de hacerlo es promoviendo el desarrollo de las
competencias lingüístico-comunicativas de los alumnos (escucha, habla, lectura, escritura)
como una estrategia y un recurso invaluables que les permitirán reconstruir sus
conocimientos, desarrollar algunas habilidades y asumir algunas actitudes (insistiré sobre
este pequeño listado a lo largo de todo el presente documento).
De esta manera considero que una forma de promover el desarrollo de las competencias
lingüístico-comunicativas al momento de realizar nuestro trabajo docente es considerar el
paso didáctico por el siguiente esquema:
Algunas líneas arriba mencioné un “análisis textual” de los documentos que presentaremos
a los alumnos para que éstos reciban los datos y dije que no tocaría más este argumento en
el presente documento. Existe, además, otro tema que es muy importante aclarar y precisar:
la competencia textual. Esta competencia no es otra cosa que la posibilidad que tengan
(aprenda, desarrollen, optimicen) los estudiantes para estructurar textos y para comprender
los textos estructurados por otras personas. El desarrollo de esta competencia se encuentra a
la base de cualquier actividad de comprensión auditiva o de lectura y de producción oral o
escrita.
Quisiera compartir con los lectores del presente documento algunas experiencias que he
podido vivir, entonces, con mis estudiantes universitarios tratando de fomentar en ellos los
procesos de la lectura y de la escritura partiendo del desarrollo de la competencia textual.
5
También es importante hacer reflexionar al alumno sobre las diferencias que existen entre
el lenguaje oral y el lenguaje escrito: el uso de los signos de puntuación cuando se escribe y
el tono de la voz cuando se habla; la temporalidad de lo hablado y la atemporalidad de lo
escrito; la presencia del interlocutor cuando se habla y la posible ausencia del lector cuando
se escribe, etc. El hacer conscientes algunas de las diferencias como las enunciadas hace
que se cree una mayor conciencia al momento de pedirles que escriban o, en este caso,
pedirles que lean.
estoy leyendo y qué otras cosas escribió después?”. Estas preguntas tienen, entre otros
objetivos, el de colocar a nuestro alumno en una situación de paridad entre el emisor (el
autor que está leyendo) y el receptor (el alumno que lee).
Si le solicitamos a nuestro alumno que escriba, también es importante crear ese contexto
situacional y entonces la primera pregunta cambia ligeramente de tono: “Lo que estoy
escribiendo... ¿a quién lo estoy dirigiendo, en qué momento de mi carrera lo estoy
escribiendo, cómo lo digo, qué efecto quiero lograr en mis lectores?”. El contexto verbal se
establecerá al momento de responder a la pregunta: “¿Qué otras cosas escribí antes de esto,
qué otras cosas escribiré después?”.
En este sentido es muy diferente leer un artículo publicado en una revista de divulgación
científica popular a leer el mismo tema publicado en una revista especializada; es muy
diferente escribir el resumen de un artículo que escribir la tesis.
Los textos tienen cuatro características que nuestros alumnos deben conocer y manejar
(Lavinio 1990):
A. Unidad: esto es que deben desarrollar un único tema de fondo o argumento, bien
definido y que además esté organizado en las siguientes partes:
a) Inicio (si es un texto de tipo narrativo) o presentación (si es argumentativo)
b) Desarrollo (organizando las ideas principales, secundarias y
complementarias)
c) Final (si el texto es narrativo) o conclusión (si es argumentativo).
B. Completud: es decir, que el tema de fondo o argumento sea tratando de manera
completa, de manera que corresponda a la intención del emisor o al deseo o
necesidad del receptor.
C. Cohesión: todas las partes del texto deben expresar conceptos que encuentren
acuerdos lógicos entre ellos. Lo contrario a un “texto coherente” es, lógicamente un
“texto incoherente”.
D. Coherencia: todas las expresiones contenidas en el texto (palabras, grupos de
palabras, enunciados, párrafos, etc.) deben responder a las reglas morfológicas y
sintácticas de la lengua en la que se encuentre escrito.
Podemos “analizar”1 con nuestros alumnos los textos que leen a través de preguntas como:
¿cuál es el tema del documento que estamos leyendo?, ¿con cuáles ideas el autor presenta el
tema?, ¿qué ideas o conceptos principales se tratan en el texto?, ¿con cuáles ideas
(secundarias) el autor sostiene sus argumentos o sus ideas principales?, ¿de qué manera
concluye o finaliza su texto?, ¿el autor, lo dice todo sobre el tema que está tratando?,
¿existe alguna idea que consideres fuera de lugar?
Preguntas como las anteriores pueden ser activadas también al momento de realizar la fase
de lectura “formal” que se describe más abajo.
1
Las comillas obedecen al hecho de que este análisis que estoy proponiendo se refiere sólo a “descubrir” la
estructura del texto que nuestros alumnos están leyendo; en realidad estamos muy lejos de realizar con ellos
un “análisis textual” que nos llevara a una “crítica literaria” (aun cuando el texto sea científico). Para lograr
esto último deberíamos trabajar de manera mucho más amplia y profunda estos argumentos.
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Otra cosa que nuestros alumnos deben saber acerca de un texto es la función que éste tiene.
La “función”, desde luego, es el objetivo con el cual el autor lo escribió. Existen muchas
tipologías que nos enseñan cuántos tipos de textos hay. Una de ellas es la siguiente (Magos
2001), aclarando que los textos estéticos o poéticos han sido dejado fuera porque considero
que todos los siguientes tipos pueden, de manera implícita, ser textos también muy bellos2:
A. Textos descriptivos: presentan los hechos de la realidad desde el punto de vista
sincrónico. Describen personas, cosas, eventos, datos, hechos, estados de ánimo,
etc. Algunos ejemplos son las guías, los catálogos, los boletines, etc.
B. Textos narrativos: presentan el desarrollo de los hechos y datos de la realidad
desde el punto de vista sincrónico, a través del tiempo. Algunos ejemplos son los
cuentos, novelas, historias de varios tipos, etc.
C. Textos regulativos: dan instrucciones, órdenes e incitan a hacer alguna cosa.
Establecen leyes y reglas. Algunos ejemplos son las recetas, los reglamentos, las
convocatorias, etc.
D. Textos expositivos: presentan ideas y/o argumentos y contienen una explicación
sobre ellos, además de mostrar su organización. Algunos ejemplos son los textos
escolares, los artículos de divulgación científica, las enciclopedias, etc.
E. Textos argumentativos: pretenden demostrar algo a través de la presentación de un
problema y de su análisis. Contienen hipótesis y una tesis que pone en juego una
serie de justificaciones y/o validaciones. Existen también las antítesis que prevén e
incitan a otras discusiones. Al final se llega a una conclusión. Algunos ejemplos son
los tratados científicos, algunos textos académicos y artículos de fondo, las tesis.
F. Textos representativos: reproducen fielmente la realidad de los eventos
lingüísticos, eventos comunicativos o sucesos que ocurren al mismo tiempo que se
toma nota. Algunos ejemplos son las actas, los dictados, los apuntes, etc.
Es importante señalar que los textos también pueden ser clasificados siguiendo otros
parámetros como lo son la vinculación que establecen con el evento que reportan, por
ejemplo: los textos altamente vinculados con la realidad como los científicos y los
jurídicos; los textos poco vinculados con la realidad como los poéticos y, en medio de tales
categorías, los textos medianamente vinculados con la realidad como los informativos.
Aclarar cuál es la función del texto que estamos leyendo en clase nos ayuda a tomar una
posición como receptores del mensaje y comprender mejor las ideas contenidas en el
documento. Cuando escribimos también debemos clarificarnos a nosotros mismos con cuál
objetivo (función) estamos realizando nuestro texto; esto nos ayudará a organizar mejor
nuestro pensamiento.
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También quiero aclarar que, en la práctica, es muy difícil encontrar textos de tipo “puro”; casi siempre los
textos que solicitamos a nuestros alumnos que lean o escriban son “textos combinados”.
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A. Fase de preparación del texto: ésta es una fase que muchos de nuestros alumnos
suelen saltarse. Consiste, lógicamente, en organizar previamente nuestras ideas y
concretamente consta de dos pasos:
a) Ubicación del contexto: qué quiero escribir, quién va a leer mi texto, qué le
quiero decir, cómo se lo quiero decir, qué le dije ya antes y qué le voy a
decir después, etc.
b) Preparación del esquema del texto: con cuáles ideas voy a iniciar o
presentar mi texto; qué ideas principales, secundarias y complementarias va
a contener; con cuáles ideas voy a concluir.
B. Fase de realización del texto: es, prácticamente, el momento de escribir el texto
sea de manera manual o electrónica. En este momento entran en acción numerosos
procesos cognitivos ligados a la psicología de la escritura de los cuales se hablará
más tarde.
C. Fase de control del texto: ésta también es una fase que nuestros alumnos suelen
omitir. Se trata de, antes de proceder a imprimir o finalizar el texto, revisarlo.
Pareciera ser la cosa más simple, sin embargo hay muchos alumnos que entregan
sus textos tal y como los han escrito de primera intención sin revisarlos para
corregir los eventuales errores técnicos, morfológicos, sintácticos, semánticos, etc.
Yo acostumbro solicitar a mis estudiantes que revisen su texto al menos tres veces
con intervalos de dos o tres días, que los dejen “añejar”. Muchas veces, al momento
de terminar de hacer un escrito, estamos tan dentro de nuestro trabajo que no vemos
los errores que contiene; estos se hacen patentes al paso de los días. Desde luego, el
dejar “añejar” un texto significa terminarlo con mucha anticipación y no un día
antes –¡o algunas horas antes!- de la fecha de entrega.
D. Fase de evaluación del texto: la evaluación del texto se realiza cuando el alumno
recibe su texto ya revisado por el maestro. Es ahora cuando el estudiante sabrá si fue
capaz o no de lograr los objetivos mencionados al momento de ubicar el contexto
(fase de preparación). Huelga decir que es muy importante que el maestro revise de
manera concienzuda el trabajo escrito que el alumno está entregando; esta revisión
no se limita a corregir elementos técnicos como la ortografía y la puntuación, ni
sintácticos como “la redacción”: hay muchos otros rasgos o aspectos que también
pueden se objeto de corrección (y, desde luego, de enseñanza y entrenamiento). Es
recomendable devolver el trabajo al estudiante haciéndole notar, de manera directa
y personal, cuáles fueron sus aciertos y sus desaciertos. También es importante
establecer el superar los desaciertos como el reto del siguiente trabajo.
Como se dijo antes, a la base del ejercicio de las cuatro habilidades lingüístico-
comunicativas (oír, hablar, leer, escribir) se encuentra la competencia textual. Ésta es como
una estructura general en la cual colocar las características de la lectura y la escritura (en el
caso que nos ocupa). Al momento de leer los apartados siguientes, seguramente será fácil
relacionar cuanto dicho hasta el momento con respecto a la competencia textual y sus
relaciones con el momento de la comprensión de lectura y la producción escrita.
Estos procesos pueden ser vistos y analizados a la luz de otros campos teóricos como la
Lógica y la Psicología del aprendizaje; de cualquier modo es difícil precisar en qué
momento los estudiantes re-estructurarán el conocimiento, desarrollarán habilidades y
asumirán actitudes. Cada alumno tiene su particular estilo de aprendizaje (visual, auditivo,
9
La lectura es, sin duda, una de las fuentes mejores para que los estudiantes recaben datos
que después podrán serles útiles al momento de reconstruir los conocimientos; también
constituye un ejercicio mental que de alguna manera los lleva a desarrollar algunas de sus
funciones mentales superiores (la concentración, la atención, la formulación de hipótesis, la
memoria de trabajo, la capacidad de juicio lógico y concreto, etc.) y, finalmente, todo esto
se verá reflejado en una actitud que lo lleve a considerar a la lectura como un excelente
instrumento utilizable en su carrera académica.
No obstante, muchas veces los estudiantes se niegan a leer. Esto puede ser debido a muchas
causas, entre ellas Zannoner (2000:12ss) sugiere las siguientes: el tener que enfrentar un
léxico difícil que, en términos del docente, “ellos deberían de saber”; una sintaxis compleja
que, muchas veces, da cuenta de las pocas habilidades de escritura del autor seleccionado
(¡es increíble cuántos libros y revistas mal escritos podemos encontrar en el mercado!);
temas muy lejanos, desde el punto de vista conceptual, a la realidad y a los intereses de los
alumnos; falta de conciencia de lo importante que es leer precisamente ese texto sugerido.
Zannoner continúa diciendo que muchas veces los estudiantes asocian la lectura a un
castigo (“tienes que leer...”), a una tarea escolar priva de significado (leer por rutina, como
parte de su estancia en la escuela), a un hecho meramente privado y sin consecuencias
sociales (“nadie se percatará si he leído o no...”) y, finalmente, a una alternativa negativa
(“debes leer en vez de ver la televisión”!). Por increíble que parezca, en las aulas
universitarias estas situaciones también están presentes.
Filippini y Segreto (1999) proponen que, un método para orientar a los estudiantes en el
desarrollo de esta competencia, debe considerar las siguientes fases:
En los siguientes párrafos trataré de explicar y comunicar en qué consiste, desde mi óptica
y experiencia, cada una de éstas. Aclaro desde ahora que la fase que las autoras
mencionadas llaman “Fase de reflexión”, yo la sugiero como parte de la “Fase de
evaluación” del proceso citado arriba; de esta manera puede reflexionarse no solamente
sobre el proceso de lectura realizado, sino también sobre el proceso de escritura que se haya
activado.
pide que resuelva es de buena calidad desde el punto de vista gráfico (no
debe ser “amontonado” de tal manera que el estudiante lo rechace a primera
vista) y conceptual (preguntas que lo hagan pensar y cuyas respuestas no
sean obvias en el texto), entonces el éxito puede estar asegurado.
d) Lectura intensiva: esta es la última sub-fase que, sin embargo, puede
convertirse en la primera sub-fase de un próximo proceso. Para realizar esta
sub-fase también deben elaborarse algunas preguntas, ya sea previamente o
durante el desarrollo de las sub-fases anteriores. El objetivo es ahora llevar
al estudiante a la lectura entre líneas del documento que habrá ya leído.
Lógicamente las respuestas a las preguntas de esta sub-fase no se
encontrarán de manera explícita en el texto sino, como ya se dijo, entre
líneas o bien en la cultura general del estudiante, en sus antecedentes, en su
Enciclopedia, en su back-ground, en otras lecturas que ya haya realizado
durante el curso o carrera o en otras materias cursadas. No tenemos que
maravillarnos si esta sub-fase, al principio, se realiza con poco éxito o con
mucho esfuerzo: muchas veces los estudiantes universitarios no logran
establecer “puentes” conceptuales entre los temas estudiados en sus
diferentes materias de la carrera y los atomizan.
C. Fase de post-lectura: esta fase se convierte, en realidad, en un momento de
producción ya sea oral o escrita. No basta con que el estudiante haya resuelto el
cuestionario o la ficha de trabajo de la cual se habla arriba. Ahora es necesario que
el “maneje” los datos que recibió para que pueda verdaderamente reconstruir el
conocimiento. Como ya se dijo antes, ese proceso de reconstrucción pertenece a su
“intimidad cerebral y cordial” y por lo mismo escapa a nuestro control. Sólo cuando
el estudiante produzca, oralmente o por escrito, podremos darnos cuenta de la
manera como reconstruyo el conocimiento y, eventualmente, podremos intervenir
sobre éste. Una parte importante de la Fase de post-lectura es que el maestro
reflexione, por cuenta suya, acerca de las características del proceso de lectura que
sus estudiantes acaban de realizar. A este propósito puede ser útil aplicar los
siguientes criterios (Magos 2003):
TOTAL
La sub-competencia pragmática es la que nos permite reflexionar sobre el por qué leemos,
cómo lo hacemos y cuánto hemos entendido el contenido del documento que estamos
trabajando. Ésta y cada una de las sub-competencias anteriores contienen rasgos que
pueden ser activados ya sea en la Fase de pre-lectura, lectura y pos-lectura. No es necesario
que el docente que está dirigiendo la actividad tome en consideración, en una sola vez,
todos los rasgos contenidos en las tablas anteriores; puede centrar su atención sólo en
alguno o algunos de ellos a partir de las necesidades de sus alumnos. Si cada uno de estos
rasgos es “evaluable”, entonces también es “enseñable”, es decir, también puede ser objeto
de actividades y reflexiones didácticas en el salón de clases.
Leer un artículo en clase siguiendo el esquema citado arriba puede absorber mucho más
tiempo que el que invertimos cuando sólo indicamos a nuestros alumnos que lean por su
cuenta; esto no debe espantarnos. Los beneficios de seguir una técnica de lectura con los
estudiantes universitarios se ven reflejados en poquísimo tiempo: ellos son capaces de
aprender el “método” en sólo algunas sesiones de trabajo (tal vez tres o cuatro documentos
que tengan que leer) y el tiempo, aparentemente perdido, se recupera con facilidad.
Recordemos que muchas veces estos “temores” nacen de nuestra inseguridad al momento
de trabajar de otra manera en nuestra aula y esto es de lo más normal (cfr. Abajo).
Mis estudiantes universitarios, la mayor parte de las veces, están acostumbrados a escribir
bajo solicitud expresa del maestro y casi siempre se limitan a registrar hechos y no a
expresarlos, sin embargo –como digo al inicio de este documento-, siempre están
dispuestos a escuchar y apoyar las propuestas de sus maestros; esto quiere decir que basta
sugerirles e indicarles “la técnica” para que ellos la ejecuten. Quisiera compartir con los
lectores de este documento el proceso que he seguido durante algunos años para promover
15
actividades de escritura creativa entre mis estudiantes universitarios al mismo tiempo que
trato de desarrollar en ellos la competencia textual.
Las actividades de producción escrita son tantas como formas de documento escrito ha
producido el hombre. Una posible clasificación podría ser la siguiente (Magos 2000):
A. Si se parte de un documento escrito: fichas, comentarios, resúmenes,
“acordeones”, síntesis, inventarios, informes, cuadros sinópticos, análisis literarios,
esquemas, cuestionarios, etc.
B. Si se parte de un texto oral: transcripciones, actas, apuntes, informes, etc.
C. Si se parte de la propia creatividad, necesidades y aptitudes4: descripciones,
críticas, ensayos, memorias, conferencias, ponencias, cartas, telegramas, avisos,
cuentos, novelas, composiciones, canciones, poesías, discursos, testamentos,
minutas, etc.
3
El cursivo es mío.
4
Que, en general, pueden ser textos “mixtos”.
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La experiencia que deseo compartir con los lectores de este documento es el proceso que he
seguido para promover la escritura de “mini-ensayos” entre mis estudiantes universitarios
del curso de “Filosofía educativa” (cfr. con el título “Presentación”, más arriba). He
seleccionado este escenario básicamente por dos motivos: en primer lugar esta materia se
presta para la discusión, para la creación de textos escritos (y orales) y, en seguida, porque
mis alumnos de esta materia están cursando apenas el II semestre de la carrera y presentan
mayores problemas que mis alumnos del V semestre que cursan “Administración
educativa” (y que, en consecuencia –por la naturaleza de la materia- escriben “proyectos” y
ya no “mini-ensayos”) y han logrado resolver ya algunos problemas.
Un ensayo es un texto escrito con función argumentativa, esto es que contiene una idea
principal (tesis) que se desea demostrar. Existen muchas otras definiciones de ensayo, pero
ésta es la que resulta más clara para los estudiantes. También es importante saber que
existen muchos tipos de ensayo (histórico, científico, literario, popular, anecdótico, etc.,)5
Utilizo el término “mini-ensayo” por diferentes motivos: causa menos angustia a los
alumnos, son verdaderamente documentos de breve longitud (máximo tres páginas escritas
por un solo lado, párrafo de 1.5 líneas, Times New Roman de 12 puntos) y, además, solicito
que se escriban en grupos de tres personas. Esto último significa darles oportunidad de
discutir entre ellos y de enriquecer no sólo las ideas, sino el mismo proceso de escritura.
Otra indicación que les doy insistentemente es que no dejen hasta al último momento la
escritura de su mini-ensayo (normalmente lo solicito con al menos un mes de anticipación),
sino que lo terminen una semana antes, al menos, para tener la oportunidad de revisarlo al
menos un par de veces y enriquecerlo o modificarlo (utilizo la frase “déjenlo añejar”).
Recordando las fases por las que atraviesa la escritura de un texto (cfr. arriba), “acompaño”
a mis alumnos a realizar las siguientes acciones:
A. Fase de preparación:
a) Lecturas controladas en el aula (siguiendo la ruta metodológica de la cual se
habla arriba).
b) Reflexión metalingüística sobre el proceso de lectura apenas llevado a cabo
(después de haber revisado la ficha de lectura y socializado los resultados
obtenidos) partiendo de preguntas tales como:
i. ¿Qué aprendí sobre el tema leído?
ii. ¿Cómo logré aprenderlo?
iii. ¿Qué aprendieron los demás sobre el tema leído que yo no?
iv. ¿Por qué ellos sí lo aprendieron y yo no?
5
Algunos sitios de internet en donde documentarse al respecto son los siguientes:
http://www.geocities.com/manualtrabajos/marco2
http://www.cientec.or.cr/concurso2/concepto.html
http://www.conocimientosweb.net/dcmt/ficha7375.html
17
Esta sub-competencia es la que reviste mayor importancia para nosotros: los estudiantes
deben precisar con exactitud su idea principal –tesis- e incluir de manera inteligente las
ideas secundarias y las ideas complementarias. Las “antítesis” –ideas con las que se puede
“atacar” su idea principal- también pueden ser objeto de reflexión y análisis. El ejercicio de
19
la sub-competencia ideativa puede dejarnos ver, con más o menos claridad, el manejo que
el estudiante está realizando de los conceptos que nos interesa que “aprenda”.
Esto es lo que muchos docentes entienden por “saber redactar”, pero como puede verse con
facilidad, comprende una serie definida de rasgos. El uso de las conjunciones, que muchas
veces señalan un cambio de párrafo, pueden también indicarnos las relaciones de causa y
efecto entre los datos que el estudiante está reportando, de modo, de inclusión o exclusión,
etc. Para mi es claro que estoy pidiendo a los colegas que decidieran activar in loco la
experiencia que reporto en este documento que sean buenos conocedores de los aspectos
teóricos del lenguaje. Desde mi punto de vista el conocimiento de los datos necesarios para
poder controlar lingüísticamente los reportes escritos de nuestros alumnos podría ser parte
de nuestra competencia didáctica.
TOTAL
Casi todos los rasgos que forman parte de esta sub-competencia pueden ser objeto de
reflexión, análisis y en su caso cambio o enriquecimiento, una vez que el mini-ensayo ha
sido terminado por nuestros alumnos, como parte de la Fase de control. Cuando alguno de
estos rasgos no ha sido debidamente ejecutado el error salta a la vista después de un tiempo
determinado: es por eso que acostumbro solicitar a mis alumnos universitarios que “dejen
añejar” sus mini-ensayos antes de entregarlos formalmente para su revisión y análisis.
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Cada uno de los rasgos contenidos en esta ficha de control de las actividades de producción
escrita, al igual que en su momento se citó la ficha de control de la comprensión de lectura
en silencio, son objeto de revisión y “calificación”, pero como también se dijo, son
“enseñables”. Lo ideal es que todo maestro, sin importar el nivel escolar en el que se
desarrolla o la materia que enseñe, fuera capaz de realizar todas las reflexiones citadas
hasta el momento, como parte de su competencia didáctica.
“Acompañar” a nuestros alumnos en sus procesos de escritura también nos puede absorber
mucho tiempo. Sin embargo, y como en su momento se dijo para las actividades de
comprensión de la lectura, es tiempo no perdido, sino bien invertido: los estudiantes suelen
realizar cada vez mejores reportes escritos encontrando, además, gusto en hacerlo. Ese es
un objetivo muy importante que podemos fijarnos en nuestro salón de clases.
Antes que nada, los modernos enfoques didácticos que orientan el trabajo de cualquier
maestro en el aula, colocan la figura del docente como la de un “facilitador” que organiza y
promueve acciones al interior del aula con el fin de acercar el sujeto (nuestros estudiantes)
al objeto (no los temas del programa, sino el conocimiento, las habilidades y actitudes). Si
nuestro trabajo es que el primero se acerque a los segundos de manera paulatina, que
pruebe, que ensaye, que se equivoque, que corrija, que vuelva a intentarlo, que concluya,
etc., entonces debemos darnos cuenta que uno de los instrumentos más importantes que
podemos activar en este proceso es el lenguaje. Es a través y a partir del ejercicio del
lenguaje (escucha, habla, lectura y escritura) que nos podremos percatar, si bien de manera
aproximada, de los procesos que están ocurriendo en el alumno. Cuando les solicitamos que
escuchen o que lean (y los “acompañamos” en ese proceso) y cuando les pedimos que
hablen o que escriban, ellos darán cuenta de los conocimientos que hayan o estén re-
construyendo, de las habilidades que estén desarrollando y de las actitudes que estén
asumiendo. Esto no es poco. Como digo arriba, no se pretende que cada docente sea
también un especialista en los aspectos teóricos del lenguaje, pero si es importante que sea
capaz de corregir algo más que “la redacción y la ortografía” al momento que solicita
trabajos escritos a sus alumnos, por ejemplo. Así como los maestros de lenguas extranjeras
pretendemos llevar a nuestros alumnos a que escuchen francés, lean inglés, hablen italiano
o escriban alemán, también podríamos fijar como un importante objetivo que nuestros
alumnos sepan escuchar Historia, hablar Administración, leer Física y escribir
Matemáticas.
Por otra parte, no es raro que los estudiantes se sientan sorprendidos, incómodos y hasta
molestos porque su maestro de “Filosofía educativa” es quien les hace estas sugerencias
metodológicas, promueve estas actividades de comprensión de lectura y revisa sus trabajos
escritos con las bases enunciadas arriba. “Esto es quehacer ‘del maestro de Español’ y no
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de todos los demás”, suelen decir los alumnos. Sus reacciones van desde la actitud de
desconfianza u hostilidad -momento paranoide- (José Bleger 1979, en Magos 1996),
distracción –momento fóbico-, agresión o ridiculización del trabajo o las personas –
momento contrafóbico-, intención de controlar de manera absoluta la situación –momento
obsesivo-, confusión total ante la tarea –momento confusional- hasta el “resignarse” a
seguir las indicaciones propuestas por el docente e intentar aprender siguiendo otros
caminos –momento depresivo-. Si los docentes sabemos cómo interpretar las conductas de
los alumnos ante la tarea propuesta, entonces sabremos cómo reaccionar ante ellas y no las
tomaremos como una situación personal de los alumnos contra nosotros: los procesos
grupales tienen sus propias dinámicas y características.
Quisiera concluir esta aportación agradeciendo en todo lo que vale la invitación que me
hizo el M. en F. José Martín Hurtado Gálvez, Jefe del Departamento de Desarrollo
Académico de la Escuela Normal Superior de Querétaro para escribir el presente
documento y compartir esta experiencia con otros docentes quienes, como yo, creemos que
enseñar nuestra materia es un pretexto para educar a nuestros alumnos y prepararlos como
seres humanos para que enfrenten un mundo en constantes y acelerados cambios. Ante los
embates de una ciencia cada día más atrevida y una tecnología que está ignorando todas las
barreras, se impone un ser humano con clara conciencia de serlo y con todas sus
habilidades desarrolladas y prontas para vivir en un mundo que gira cada vez más
velozmente.
BIBLIOGRAFIA
Benincá, Paola. (1975) L’educazione lingüística. Atti della giornata di studio
della GISCEL. Cooperativa Libraria Editrice degli Studenti dell’Universitá di
Padova.
22
Publicado en:
Fomento a la lecto-escritura. Antología.
José Martín Hurtado Gálves (México), José Alfredo León Méndez (Cuba), Patrick
Demougin (Francia) Coordinadores. Escuela Normal Superior de Querétaro, México.
Instituto Superior Pedagógico “Cap. Silverio Blanco Núñez, Cuba. Academie de
Montpellier Institut Universitaire de Formation des Maîtres, Francia. 2004.