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Según algunos sociólogos y antropólogos, el uso cada vez más frecuente de malas
palabras puede considerarse parte de la evolución natural del lenguaje. Sin embargo,
otras voces opinan distinto. Prueba de ello es que decir groserías y vulgaridades aún se
toma como indebido en muchos lugares públicos, en periódicos, en programas deportivos
o de noticias y frente a los niños. Las políticas de la mayoría de las instituciones
educativas y muchas empresas lo prohíben… Si se considera impropio, quiere decir que
todavía queda un sentido de propiedad. Aún así y en un acto por demás arriesgado
pretendo en estas líneas ser abogada del diablo, es decir, defensora optimista de mis
hijos... de los suyos... de los de todos ... de ustedes jóvenes despreocupados ,
irreverentes y mas que nada particulares.
“Jóvenes que construyen a dentelladas una identidad, un ámbito desde el cual referirse y
comunicarse. Un centro (de muchos posibles) desde el cual armarse, que justifique y
calme esta ansia de Ser. Angustia ontológica del fin de los tiempos, angustia del tiempo
de saberse joven. El Joven como presa. El joven como pieza. El joven como prisa. Todos
quieren opinar sobre la juventud. Todos quieren trabajar con la juventud: El Estado para
Instruirlo. La política para hacerlo rebaño. La economía para devorarlo. Sueño de mamá,
esperanza de papá, orgullo de las tías: Nuestro trofeo. Mas, esta juventud que revienta en
lo que le es propio: La rebeldía, la escisión, el cisma. Ser joven, debe recordarse, no es lo
mismo ahora que antes. Ser joven siempre ha sido otra cosa distinta, algo que no se
alcanza a abarcar con un solo corazón”1.
Ahora bien, sin querer dejar mi rol defensor no puedo dejar de enfatizar que en el caso de
los jóvenes, sin importar estrato social o nivel de educación, lo lamentable no es
únicamente que sean incapaces de hilar tres palabras sin emplear groserías, sino que
utilicen éstas sin matiz, sin objetivo, sin contexto alguno; es decir, sin ton ni son, lo que
constituye, sin duda, un síntoma alarmante de la pobreza de vocabulario, pero también
una frivolización de este tipo de lenguaje.
La conducta agresiva toma una variedad de formas. Puede suponer el ataque físico a otra
persona, la destrucción o robo de su propiedad, el abuso verbal o infringir lesiones . En
cada caso, la conducta será un estimulo, nocivo adversivo ya que la víctima protestará y
emitirá respuestas de evitación o escape o se dedicara a una contra agresión. En suma y
descrito por el mismo Freud : “Formas de conducta que se adoptan con la intención de
perjudicar directa o indirectamente a un individuo”. En esta medida, como relacionar tal
intención con la acepción del termino vulgo que denota : comúnmente admitido, popular o
del común?... Rompen acaso nuestros muchachos sus relaciones interpersonales por
actos verbales comúnmente admitidos?...
El principal argumento para defender la proliferación del vocabulario soez en los jovenes
es la libertad de expresión, de la que muchos intentan hacer un principio absoluto. No
está de más analizarlo para dar a esta libertad fundamental su justo lugar.
La libertad de expresión tal como fue formulada en la declaración de los derechos del
hombre y del ciudadano surgió como una necesidad política. Originalmente significó, que
los ciudadanos tenían derecho a oponerse a las políticas del gobierno, a expresar sus
denuncias y a ser escuchados, con el objeto de asegurar un gobierno justo, responsable y
democrático.
Quienes justifican así su pobre vocabulario piensan que están en su derecho de usar
malas palabras, aunque ofendan a quienes los rodean. Ciertamente todos somos libres
para elegir nuestro lenguaje, pero los demás tienen derecho a no verse obligados a oírlo.
Con frecuencia, citar libertad de expresión no es más que un pretexto para ser laxos en el
modo de hablar; podríamos pensar en un contrapeso de esa libertad de expresión, por
ejemplo, el derecho a permanecer en silencio.
1
ALVAREZ ZAPATA, Didier. Diario de campo. Taller de jóvenes Lectores. Biblioteca
Pública La Floresta. Medellín, 1997-1998. 50 h.
Finalmente, en mi búsqueda de explicaciones para este fenómeno encontré que debido
al abundante número de "malas palabras" que se profieren a través de los medios de su
país, John O'Connor, un escritor estadounidense, se dio a la tarea de exponer algunas de
las razones, que bien se pueden adaptar a nuestro entorno, por las cuales gran parte de
la población recurre cada vez más al lenguaje florido:
"Por madurez e infantilismo. Los niños pequeños se divierten mucho con los chistes y
expresiones obscenas, y los adolescentes se sienten importantes cuando, desafiando las
reglas, hablan de sexo y temas tabúes, en principio reservados para gente mayor... Sin
embargo, cuántos adultos no superamos esta etapa y seguimos buscando el morbo que
implica ese lenguaje.
"El lenguaje libera. Muchos jóvenes o adultos quizá experimentamos cierta liberación
emocional cuando pronunciamos en público aquella palabra prohibida. A partir de que nos
sentimos 'libres' para usarla, empieza a sonarnos bien para ciertas ocasiones, después la
aplicamos más seguido dejando a un lado otros vocablos que usaríamos en su lugar;
recurrimos a ella cada vez con más frecuencia, hasta que se convierte en hábito...
"Por flojera. La pereza mental y verbal nos incita a recurrir a ellas (las groserías y
obscenidades), siempre tan a la mano. Así nos ahorramos buscar en la mente la palabra
adecuada, muchas veces un sustantivo o adjetivo de lo más común...
"Como factor igualitario. En la lucha por la igualdad de los sexos, desde hace unas
décadas (las mujeres) decidieron no sólo que son capaces de hacer todo lo que hacen los
hombres, sino su derecho a ello, incluyendo la forma de expresarse. ¿Por qué este
lenguaje ha de ser un privilegio sólo de hombres? También hay quienes lo consideran un
elemento sexy. Hablar con ciertas palabras y de ciertos temas puede ser una forma de
flirtear o, más aún, de excitar a los oyentes2.
2
(Citado por Patricia Montelongo, en "¿Por qué no hablar así?", www.itsmoenlinea.com.mx/articulos/26408.html)".
3
La profesión de fonoaudiología es parte de un sistema macro, encargado del suministro de servicios humanos en que
se incluyen los que procuran mejorar las oportunidades de participación de las personas en la sociedad . este aporte se
concentra específicamente en la comunicación humana y sus desordenes ( desarrollo del lenguaje, desordenes del
habla , del lenguaje y la voz, aspectos auditivos, procesos lecto-escritos, entre otros).
4
Emilio Lorenzo Emilio Lorenzo Criado nació en Puerto Segura (Salamanca) y estudio la carrera de Filosofía y Letras
en Madrid, donde se doctoró en 1942. Empezó su carrera docente como catedrático de instituto en el Lope de Vega, fue
ayudante de cátedra con Dámaso Alonso, profesor de lingüística en la Universidad de Pennsylvania, profesor del
Instituto de España en Londres y desde 1953 catedrático de lingüística germánica en la Universidad Complutense de
Madrid. En 1981 escribió Utrum lingua an loquentes?, su discurso de ingreso en la Academia para ocupar el sillón “h”,
sobre las dolencias y carencias del español, que fue respondido por Rafael Lapesa con otro sobre los neologismos y el
futuro de la lengua. Alba, Asunción: “Emilio Lorenzo (1918-2002)”, EPOS XVIII (2002), pp. 9-13.
Unidad en la diversidad, 10 de julio de 2002.
(frecuencia de uso, necesidad denominativa, moda, situación social, prestigio, viabilidad o
posibilidad de implantación).
Diacrónicamente, un uso incorrecto puede adquirir el carácter de correcto en función de
nuevos criterios de aceptabilidad gramatical, que son siempre cambiantes. Los cambios
históricos en la estructura de la lengua y en las actitudes sociales hacia los usos
lingüísticos pueden oscurecer el origen incorrecto de una determinada palabra o
construcción, y llegar a ser tenidos por correctos, dada la opacidad de la incorrección. De
este modo, la pérdida de la conciencia, por parte de los más puristas, del carácter de
incorrección que aqueja a un giro sintáctico o una palabra, es un factor que contribuye a
que se tomen por correctos usos que, desde el purismo estricto, se considerarían como
incorrectos.
Es difícil determinar si una innovación que se ha alejado originariamente de la norma es
un cambio en vías de consolidación
Ante esto, cabe preguntarse si es lícito frenar usos lingüísticos con posibilidades de
consolidación e implantación en la lengua.
Emilio Lorenzo considera, como he señalado , que la corrección es un «valor caprichoso».
Esta afirmación exige una matización. La norma que dicta el uso correcto de una lengua
no es caprichosa, sino, como hemos apuntado, convencional.
Caprichoso y convencional son conceptos diferentes, casi opuestos. Lo caprichoso es lo
elegido arbitrariamente y sin arreglo a un criterio. Lo convencional es lo fijado según unos
principios, y aceptado por consenso por dos o más personas. La norma es convencional,
puesto que su fijación siempre está determinada por la prevalencia de algún tipo de
criterio, sea la etimología, la frecuencia de uso, la preferencia social (que otros llaman
moda o esnobismo, si este criterio se toma despectivamente) o cualquier otro principio, y
no por el puro capricho del hablante. Los criterios pueden ser discutibles y no siempre
aceptados por todos los hablantes, gramáticos o escritores. El empleo de uno u otro
criterio puede dar origen a la variación geográfica, social o profesional de la norma, así
como a su alternancia y vacilación.