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CONSUMO PROBLEMÁTICO DE NUEVAS

TECNOLOGIAS
Unidad temática III: Intersubjetividad en tiempos
virtuales
Profesora Lic. Melina Menichelli

Estudiar las subjetividades contemporáneas. Nuevas


configuraciones en las relaciones sociales.

“Este libro trata del espacio, del lenguaje y de la muerte… trata de la mirada”
Michel Foucault, El nacimiento de la clínica (1963)

A lo largo de lo propuesto por el curso, buscamos analizar la interrelación de


las tres variables principales que intervienen en esta compleja problemática.
En esta unidad buscaremos conceptualizar el conflicto pensado desde el
sujeto, otorgando el lugar a reflexionar sobre las cuestiones del ser. Fuimos
yendo de alguna manera de lo macro a lo micro.
Es importante que recordemos que al tratarse de procesos sociales que aún
está en pleno desarrollo, y precisamente por eso es un terreno movedizo,
introduciremos líneas posibles de pensamiento, abiertas a la reflexión y al
cuestionamiento, basadas en la creencia de que algo que se está discutiendo
mucho y de manera intensa, es porque todavía no parece haber sido abarcado
por el pensamiento en toda su magnitud.
Si bien, son muy recientes la aparición de problemas conductuales con la
tecnología, lo cierto es que cada vez es más frecuente encontrarse con
navegantes que reconocen estar más que enredados en la Red. En el año
2007, en su libro Nuevas adicciones: ¿adicciones nuevas?, el psicólogo español
Fernando Pérez del Rio, escribe: “Hemos comprobado cómo, en numerosos
medios de comunicación, se habla alegremente de “la adicción a Internet”,
cuando lo cierto es que todavía no hay criterios para diagnosticarla ni
consenso en llamarla así. Y es que aproximadamente cada tres años nos
encontramos con una nueva adicción. Encontramos titulares sensacionalistas.
De hecho, la Red tiene más de positivo -representa un lugar en donde tal vez
poder “construir” algo- que de negativo. La insistencia de estos titulares
colabora en este sentido a tener que hablar cada tres años aproximadamente
de la nueva adicción de moda, aunque en el fondo siempre hablemos de lo
mismo”1. (Y en este sentido encontraran un texto de análisis de publicaciones
paradigmáticas)

1
Fernando Pérez del Rio, Nuevas adicciones: ¿adicciones nuevas? Pag- 126. Año 2007.
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Mas de una década después, comienzan a incorporarse tanto en manuales


diagnósticos como en los planes gubernamentales de adicciones, Internet y el
juego como dependencias comportamentales, es decir, que no llevan
aparejado el consumo de una sustancia determinada, sino un hábito asociado
a una práctica. Haciendo foco en este tipo de dependencias comportamentales
o también denominadas adicciones no relacionadas a sustancias
(psicoactivas)2.

De esta manera, se plantean también clasificaciones comportamentales que


responden a nuevos fenómenos que emergen en la interacción de las personas
con las tecnologías y aplicaciones móviles y comienzan a ser nombrados como
problemáticos:
Se trata de denominaciones respecto de conductas propias al uso de
dispositivos electrónicos y las plataformas de contenidos con las que
interactuamos.

Tecnoestrés: es entendido como la


consecuencia directa del uso
excesivo de las TIC. Este termino
fue utilizado por primera vez 1984
por un psiquiatra estadounidense,
Craing Brod. En principio, el
fenómeno hacía referencia al estrés
por la falta de habilidad en el
manejo de nuevas tecnologías, mas
adelante cuando se fue
extendiendo, en el año 1997, la
palabra fue definida como “la
repercusión negativa de la
tecnología en cualquier aspecto del
ser humano”.

Nomofobia: es el miedo irracional


a estar sin teléfono móvil. El término proviene del anglicismo “nomophobia”
(no mobile phone phobia). Este temor lleva a revisar con continuidad si
llevamos el teléfono con nosotros. Cuando nos quedamos sin batería suele
invadir una sensación de ansiedad frente a la imposibilidad de comunicación.
La “sensación” de que, si no puedo recibir llamadas ni mensajes, pienso que
alguien ha intentado comunicarse y no ha podido, la percepción de que
desconectado no puedo mostrar lo que hago en la red y mi conexión con
familiares y amigos se debilita.

Phubbing: su traducción es “ningufoneo”, y es el acto de ignorar a una persona


y al propio entorno por concentrase en la tecnología móvil. Se menospreciar a
quien nos acompaña al prestarle más atención a un aparato electrónico.

2 Sustancia psicoactiva: sustancia que introducida en el organismo produce una


alteración del funcionamiento del sistema nervioso central.

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FOMO (fear of missing out): refiere al miedo a perderse algo en ausencia de


conexión.
Si los dispositivos proponen espacios de contacto, entonces FOMO es la forma
digital del miedo social a la exclusión.
Si bien aún no hay consenso en representarlas como categorías clínicas
psicopatológicas, lo cierto es que empiezan a visualizarse los trastornos
mencionados en las personas.

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Al teléfono móvil se le acusa de todas estas cosas. No se trata de problemas


que “traen” los celulares, sino problemas de estas disposiciones subjetivas al
interior de un entramado técnico, como lo es la tecnología.

¿Cuál alejados podemos estar del móvil? El problema no es tecnológico sino


social. Reducirlo a la forma en que usamos los artefactos es una simplificación.
Hay una fuerza cultural que impulsa a llevar el celular siempre, a acelerar los
tiempos de respuestas hasta la inmediatez, a experimentar lo asincrónico
como malestar. Una trama que entrecruza las plataformas de comunicación
(redes sociales virtuales, mensajería instantánea, correo electrónico), donde
conviven solapados los tiempos productivos y ociosos y simultáneamente
presentes, que el sujeto como gestor de sí tiene que tramitar, activar o dejar
en pausa3.

3
Ariel Gurevich, La vida digital. Año 2018. Pag 116.

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Ambiente tecnológico y construcción subjetiva o


subjetividad digital: ¿nuevos armados psíquicos?

En la obra, La persistencia de la memoria de Dalí, todo es fugaz y el tiempo


relativo (1931)

Cada forma cultural, una vez creada, es corroída a diverso ritmo por las
fuerzas de la vida. Tan pronto una forma se desarrolla plenamente, comienza
a formarse la siguiente; tras una lucha larga o breve esta sucederá, a la
postre, a su predecesora.

Georg Simmel, El conflicto en la cultura moderna (1918).

Desde La sociología, en el año 1992, Kenneth Gergen en su libro, El yo saturado;


en el cual comienza a plantearse el efecto psicológico que tiene la cantidad de
información y estímulos (fundamentalmente provenientes de dispositivos
electrónicos), que incorporamos a nuestra cotidianeidad.

Este autor plantea que se están produciendo fenómenos de saturación social


en la manera como conceptualizamos nuestro yo y las pautas de vida social
que le son anexas, y afirma que “la saturación social provocada por las
tecnologías del siglo XXI, y la inmersión concomitante en múltiples
perspectivas, produjo una nueva conciencia: la postmodernista”.

Hace más de dos décadas y media, este autor decía que los “conceptos están
ligados a circunstancias sociales e históricas, son el producto de fuerzas
ideológicas y políticas, de comunidades que se atrincheran y de las modas
estéticas o literarias. La difusión de la conciencia post moderna acarreó la
supresión de la razón, la autoridad y el compromiso de un individuo, su
definición como persona, la confianza que en él podía depositarse, su sentido
de la autenticidad, su sinceridad, su confianza en los lideres, la profundidad de
sus sentimientos y la fe en el progreso. En su lugar se nos presenta una pizarra
en blanco donde los sujetos pueden inscribir su identidad, borrarla y volver a

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escribirla, en la medida en que se lo permita o los inste a ello una red


incoherente de relaciones personales en permanente expansión y cambio4.

Es interesante como se adelanta, ya que en esa época no existía la red, ni las


plataformas de contenido y, sin embargo, Gergen observó que la cantidad de
información que percibimos diariamente conduce a una “saturación del yo”.
Un yo que recibe tantos estímulos simultáneos que no es capaz de procesarlos
abrumando y generando un estado de desconcierto mental- existencial.

Hoy, las plataformas de contenidos digitales ya son parte de nuestra vida


social, con una presencia ubicua que modifica el marketing, los negocios, la
política, el sentido de nuestra propia identidad y hasta el modo en que estamos
en contacto con seres queridos y colegas.
Estas plataformas de construcción y comunicación de sí, como las llama Ariel
Gurevich en su libro La vida digital, lo llevan a preguntarse sobre las narrativas
del yo, es decir, cómo se construye ese “nosotros mismos”.
Agregaremos que el concepto de yo, desde el psicoanálisis, que, si bien platea
otras funciones y mecanismos, coincide en considerar que el yo, entendido
desde la conciencia, se trata de una construcción no viene dado. Y esta
construcción reviste funciones claves para el intercambio con el entorno.

Es importante recordar que la prematuracion y el desvalimiento con el que


nacemos los humanos, hace que sea imprescindible la presencia de otro para
poder sobrevivir.
Ese otro humano que ejerce una función que se conoce como crianza, es el
primer vehículo mediante el cual la cultura llega al niño. Al nacer nos
sumergimos en el mundo de lo simbólico. A un mundo específicamente
compuesto por características humanas, como la capacidad de representación
o capacidad simbólica, el lenguaje y el pensamiento.

Si continuamos pensándolo desde la biología, es interesante destacar que el


ser humano desarrolla primero la visión antes que la posibilidad de moverse
en consecuencia.
Agregándosele a esta dependencia del recién nacido, una discordancia entre
la coordinación visual y motora, que nos condenan a la fascinación por la
imagen.

El yo, desde el psiquiatra y psicoanalista francés, Jacques Lacan; requiere del


acto psíquico de la identificación para su constitución y este autor dice:
“aquello con lo que el yo se identifique, y la impronta de la imagen, no van a
ser sin la letra”. Esta identificación especular le va a dar al yo una unidad
ilusoria, y esto puede darse a partir del desarrollo anticipado del aparto de la
visión. La temporalidad anticipada imagen-cuerpo.
Lacan parte de una idea básica de que existe una condición de desarraigo
instintivo de la especie, y que por lo tanto la única posibilidad de realización
de la especie es por vía de un recurso a un Otro, que tendría que ver con alguna

4
Kenneth Gergen. El yo saturado. Año 1992 Pág. 287.

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definición del lenguaje o de la relación del humano con el significante o con la


cultura, en un sentido más amplio.

Ariel Gurevich se pregunta si ¿las redes sociales (virtuales, agrego yo) no


podrían pensarse hoy como arquitecturas morales donde leer las dinámicas
sociales actuales? El ethos de nuestro tiempo, un espíritu de época donde la
identidad se hibrida con el consumo, el entretenimiento y artefactos técnicos
que intervienen en nuestras relaciones interpersonales, el acceso a productos
y contenidos mediáticos, y en la producción de formas de subjetivación5.
En redes predominantemente visuales (Facebook, Instagram, YouTube, video
juegos), no es posible abordar el problema de la construcción del sí mismo, sin
entender a la imagen fotográfica. Los modos de ser contemporáneos necesitan
mostrase para ser.
En la primera unidad decíamos que el imperativo del consumo propone un
tener en detrimento de ser. A partir de la incorporación cotidiana de las
aplicaciones de socialización, entretenimiento e intercambio, circula el sentido
de pertenencia social ligado, por un lado, a ser usuario de esos espacios y por
el otro, nos otorga un nuevo ser que versa sobre “si no estás en las redes no
existís”. Pensemos en la fuerza que tiene la denominación misma redes
sociales. Alguien cuenta que una vez le preguntaron si tenia redes sociales. La
persona contesto que sí, y a continuación le pidieron su nombre de usuario
para contactarla por la red. Esta persona explica que no tiene redes sociales
virtuales, lo que no significa que no tenga redes sociales, tiene una familia,
amigos, colegas…
La popularidad, reputación, el agrado y el interés solo pueden expresarse
como manifestación activa, en plataformas donde lo que existe es lo visible.
Lo que no se ve ni se menciona en le espacio digital no tiene existencia
intersubjetiva, al menos online.

5 Ariel Gurevich, La vida digital. Año 2018. Pág. 15

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Metáforas del espectáculo

¿A quién le gusto? Somos donde hacemos click y esta es la base de la


personalización de la experiencia del consumo: si yo sé cómo sos, sé lo que
te puedo dar.

Al hace me gusta el usuario no solo muestra su agrado para el destinatario,


visibiliza esta acción para todos quienes miran. Es un gesto público, también
en su sentido de publicidad.

Los likes no son solo termómetros de deseo, sino también generadores de


potencial tendencia de consumo (Van Dijck, 2013), y en este sentido
efectivamente como lo plantea Paula Sibilia, los usuarios de la red quedan
convertidos en marcas o más bien en viralizadores de contenidos. Alguien
compartiendo su vida colabora con la promoción de marcas y productos a
través de sus redes de relación virtual. Un trabajo que hace gratis y del que las
plataformas se apropian y lo cobran a empresas y anunciantes.

Si el “me gusta” es el lugar privilegiado donde


se inscribe la mirada, el comentario es el lugar
donde se aloja la voz6.

6
Ariel Gurevich. La vida Digital. Año 2018. Pág. 85.

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Cambios de sentidos, por ejemplo, en la forma


que se concibe el amor moderno.

Cambios en las modalidades en la


comunicación relacional.

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El sujeto en tiempos virtuales


“La desintegración de la persistencia de la memoria”, Dalí esta vez pinta al
desierto lleno de agua y el mundo aparece dividido entre lo que está sobre y
bajo la superficie. Lo que antes era una masa solida ahora aparece
fragmentada en bloques alienados (1954)

“Hoy todo son ordenadores y más ordenadores y pronto todo el mundo


tendrá uno,
los niños de tres años tendrán ordenadores y todo el mundo conocerá todo lo
relacionado con los demás mucho antes de que lleguen a conocerse y por eso
nadie querrá conocerse.
Nadie querrá conocer a nadie por nunca jamás. Y todos serán unos solitarios
como lo soy yo hoy”.
Charles Bukowski, “El padecimiento continuo” (recopilación de poemas 1920-
1994)

Desde diferentes corrientes de estudio, se afirma que Internet comenzó a ser


un “lugar” o contexto vital de socialización tan importante como los tres
habituales (la familia, el hogar y la comunidad), y al mismo tiempo transversal
a ellos. Nos interesan los factores que conforman el complejo social y la trama
ideológica que sostiene el peso en el que las tecnologías se insertan. La
interacción, que en las plataformas de comunicación personal incluye la
dimensión del atler, no solo produce discursos de reconocimiento del otro en
sentido semiótico. Son discursos de reconocimiento en sentido hegeliano7,

7
El filósofo alemán Hegel, en 1770-1831, plantea un corte entre lo humano y lo natural,
afirmando que lo que humaniza al hombre es el deseo de reconocimiento. Considera
que la realidad humana se funda en que otro me reconozca, el hombre renuncia a sus
deseos naturales, es decir, a la conservación de la vida, por un único deseo: el ser
reconocido.

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como inscripción visible de la mirada. Es la primera vez que, en las narrativas


del yo, la mirada del otro adquiere una inscripción publica, visible y
comunicable para la red de contactos. Y esto es algo radicalmente nuevo. Son
fenómenos de circulación discursiva donde se enlazan el yo y el otro, narrativas
de un sí mismo construido en la interacción, que se encabalgan a formas de
validación social en un entorno hiperconectado acelerado hasta la inmediatez
(Ariel Gurevich, Pág. 78-79).

Desde biologicismo, desde lo social y el psicoanálisis, podemos afirmar que el


sujeto, entendiéndolo atravesado por el discurso y los símbolos, es un sujeto
falto en ser. Para “construirnos” necesitamos de otro y de la posibilidad de
identificarnos para ser. Diremos que, además, la identificación se produce a
través de la imagen.
Incurriremos en algunos reduccionismos sobre las conceptualizaciones que
expondremos desde el psicoanálisis y su alcance, debido a la complejidad y
extensión del tema.

Desde las ciencias de la comunicación, Ariel Gurevich denomina a estos


dispositivos como plataformas de construcción /comunicación del sí. O bien
dispositivos de comunicación interactivos cuya resultante es la producción de
una imagen discursiva del sujeto (el yo).
Se trata de plataformas de contenidos que construyen sentidos sociales, que
otorgan un ser: ser exitoso, lindo, feliz, la importancia de la persona esta puesta
en su imagen y la mirada del otro.
Consideramos fundamental, a partir de la lectura psicoanalítica, citar las
elaboraciones de Freud, en el Malestar en la Cultura de 1930, donde plantea
que la insatisfacción del hombre por la cultura se debe a que esta controla sus
impulsos eróticos y agresivos, especialmente estos últimos, ya que el hombre
tiene una agresividad innata que puede desintegrar la sociedad. La cultura
controlará esta agresividad internalizándola bajo la forma de superyó y
dirigiéndola contra el yo, el que entonces puede tornarse masoquista o
autodestructivo.

Freud, deja claro en sus escritos, que la felicidad es una utopía, algo que todos
buscamos pero que sólo es dada al hombre de modo episódico. Y que nuestros
variados intentos por eludir el sufrimiento, que nos es inherente por nuestra
condición humana, están de antemano destinados al fracaso.
“La felicidad en la vida se busca sobre todo en el goce de la belleza.
Dondequiera que ella se muestre a nuestros sentidos y a nuestro juicio: la
belleza de formas y gestos humanos, de objetos naturales y paisajes, de
creaciones artísticas y aun científicas. Esta actitud estética hacia la meta vital
ofrece escasa protección contra la posibilidad de sufrir, pero puede resarcir de
muchas cosas”.
Como fuimos desarrollando a lo largo del curso, desde el mercado y la
publicidad se nos convoca a vivir el mandato superyoico (un superyó cultural
que establece rígidos ideales) que versa: "¡debo ser feliz y gozar!", es necesario
detenerse unos instantes e intentar formularse alguna pregunta sobre uno
mismo y forma en la que vivimos.

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"Quiero todo, puedo todo". El mercado ofrece todas las posibilidades, sin
restricciones. Hasta pareciera que la época genera la ilusión de sujetos
absolutamente empoderados. Los avances de la ciencia nos hacen creer que
esto es posible. Paradojas, trampas solapadas en las que las personas caen, en
la búsqueda de algo que las satisfaga, que las llene, buscando la plena felicidad,
a contrapelo del aburrimiento, y la angustia. Porque lo que se busca es la
satisfacción del deseo en el aquí y ahora, no hay mediaciones ni proyecciones
en relación a la satisfacción. No hay un deseo que se ponga en juego, ya que
prima la impulsividad donde no interviene la palabra, sino el acto. Y la
posibilidad de sustraerse de la realidad hacia la fantasía.

Época de nuevos síntomas, de sujetos desregulados, sin el deseo como eje de


sus vidas. Y motor puesto en el consumo, el verdadero objeto del mercado es
entonces el sujeto, y su vacío queda aún sin poder conformar una pregunta, un
sentido con su existencia y su modo de vivir.

“Épocas futuras traerán consigo nuevos progresos, acaso de magnitud


inimaginable, en este ámbito de la cultura, y no harán sino aumentar la
semejanza con un dios. Ahora bien, en interés de esta indagación no debemos
olvidar que el ser humano de nuestros días no se siente feliz en su semejanza
con un dios”.

S. Freud, El malestar de la cultura (1930)

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