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Se empieza a tratar al Código de Honor como una medida de la moral, que con
base al respeto, establecía relaciones sociales entre las personas. Esto en
término general alrededor del mundo, por lo que existía un código de honor
indígena, otro europeo, uno japonés (Bushido), y así alrededor en el globo.
Estos intereses privados son los que desvían el código de honor (que debería
ser moral y virtuoso) para transformarlo en reglas sociales en las que hay que
encontrar algún beneficio.
Sin embargo, no es correcto que el código de honor forme una jerarquía, sino
lo contrario, las clases sociales, los gremios, etc, cada uno forma su código de
honor, poniendo reglas para su beneficio como grupo, y no pensando en el
individuo.
Sin embargo, cada código nuevo (en cualquier fase de la historia) trae el riesgo
de no ser virtuoso, sino ser moralista.
Todos sabemos las obligaciones a las que estaban sometidas y aceptaban las
mujeres hace unos siglos, reglas que nos parecen estúpidas e injustas puesto
que no hay virtud en ello, es un claro irrespeto a la persona en su libertad
individual (esclavos, mujeres, según la época) proveniente de la moda social,
ahora, el irrespeto a la persona proviene del libertinaje de acciones,
proveniente de la nueva moda social.
La mujer sigue saliendo del código pasado, del moralismo del siglo XIX y XX
donde el hombre dominaba en todo. El cambio en los espacios ha hecho que
la sociedad haya abierto muchas puertas en términos de derechos y deberes
que fueron aprovechados por las mujeres usando su voz de protesta, ahora la
mujer se encuentra en todos los estamentos y labores en la sociedad
occidental; sin embargo, como en cualquier movimiento social, es importante
evitar el radicalismo, y más bien concentrarse en el individuo, en la mujer
como parte vital y no única de la sociedad.
GLORIA MARTHA PÉREZ ANGARITA