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Términos Críticos de Sociología de la Cultura – Carlos Altamirano 1

HIBRIDACIÓN
Las mezclas interculturales son tan antiguas como las diferencias y los contactos entre sociedades. Se acentuaron a medida
que la creciente complejidad social generó formaciones culturales distintas y las hizo interactuar dentro de cada país, y, sobre
todo, desde que los viajes, los intercambios económicos, las tecnologías mediáticas y las migraciones intensificaron en la
modernidad los contactos transnacionales.
Estos procesos han recibido diversos nombres: mestizaje, sincretismo, creolización e hibridación. Sus significados se
recubren parcialmente. pero necesitan ser comprendidos en relación con los distintos procesos históricos y regiones
interculturales en los que predomina uno u otro término. Argumentaremos, asimismo, por qué consideramos la hibridación
como concepto englobante de los demás.
La noción de mestizaje se emplea, especialmente en las lenguas latinas, para designar las mezclas interétnicas. Nombra tanto
la combinación de razas, o sea, la producción de fenotipos debido a fusiones genéticas, como el ensamble de hábitos de vida y
formas de pensamiento. Se aplica, sobre todo en textos antropológicos, históricos y literarios (Bernand, Cornejo Polar,
Gruzinski, Laplantine-Nouss), a la mezcla de españoles y portugueses con indígenas americanos durante la colonia, y a la
formación multiétnica de sociedades nacionales en los siglos XIX y XX. En los últimos años ha disminuido la importancia del
mestizaje biológico, en la medida en que el color de la piel y los rasgos físicos pierden peso en los conflictos sociales. Aunque
estos rasgos persisten en los procedimientos de discriminación y autodescalificación, los discursos científicos y políticos se
ocupan más de la dimensión cultural de los cruces de identidades (v. IDENTIDAD).
Suele hablarse de sincretismo cuando lo que se mezcla son creencias. Históricamente, se usó este término en textos
antropológicos y de filosofía de la religión para referirse a la combinación de iconos, ritos y prácticas; por ejemplo, santos
católicos con deidades africanas o americanas. Las migraciones masivas y la mayor difusión de formas antiguas y modernas
de espiritualidad han favorecido nuevas formas sincréticas fuera de la ortodoxia de los cultos tradicionales. Encontramos
frecuentes articulaciones de vírgenes con ancestros africanos, próceres nacionales y figuras mediáticas, rituales arcaicos
adaptados a condiciones modernas. El sincretismo llamado new age abarca ahora la adhesión simultánea a creencias tomadas
de muchas partes, no sólo de orden religioso, y estilizadas como un fenómeno cultural móvil y menos institucionalizado que
en las iglesias. Las mismas personas pueden recurrir para ciertas enfermedades, para liberarse de la angustia o el estrés, a la
medicina alopática, la herbolaria, rituales católicos, afroamericanos e indígenas. La expresión cultural más elocuente de estos
movimientos se halla en la música new age y en la world music o «músicas del mundo».
Un tipo particular de mezclas interculturales se produjo en países donde hubo tráfico de esclavos. Creolización es la
palabra usada en estudios lingüísticos y antropológicos para denominar estas variaciones y mezclas culturales generadas a
partir de una lengua básica en relación con otros idiomas, tal como sucede con el francés en América y el Caribe (Luisiana,
Haití, Guadalupe, Martinica) y en el Océano índico (las islas Reunión y la isla Mauricio), o con el portugués en África
(Guinea, Cabo Verde), en el Caribe (Curazao) y Asia (India, Sri Lan- ka). Dado que estas mezclas muestran tensiones
paradigmáticas entre oralidad y escritura, sectores cultos y populares, centro y periferia, en un continuum de diversidad, Ulf
Hannerz propuso extender el uso del término creolización a otros «procesos de confluencia cultural» transnacionales, que
presentan «desigualdad de poder, prestigio y recursos materiales» (Hannerz, 1996; 1997).
Como queda dicho, mestizaje es la noción predilecta en estudios sobre razas o etnias, sincretismo cuando se habla de
mezclas religiosas o simbólicas tradicionales y creolización alude a zonas de contacto acotadas. Es interesante notar
preferencias en ciertas lenguas por alguna de estas palabras, así como la ausencia del término mestizo en inglés. En este
último caso, libros especializados adoptan la palabra en español cuando se ocupan de otras sociedades, y emplean, sobre todo
para los Estados Unidos, miscegenation, half-brees, mixed-blood, y recientemente hybridity.
El término hibridación ha ganado espacio en las dos últimas décadas, especialmente en español, inglés y portugués, para
abarcar el conjunto de procesos en que estructuras o prácticas sociales discretas, que existían en forma separada, se
combinan para generar nuevas estructuras, objetos y p rácticas en los que se mezclan los antecedentes. Conviene
advertir que las estructuras llamadas discretas fueron resultado de hibridaciones, por lo cual no pueden ser consideradas
fuentes puras. El resultado adopta a menudo formas paradójicas: «La cualidad de todo proceso de hibridación es convertir lo
diferente en igual, y lo igual en diferente, pero de una manera en que lo igual no es siempre lo mismo, y lo diferente tampoco
es simplemente diferente» (Archetti, 1999: 223).
Estudios de ciencias sociales, literarios y artísticos recurren a esta noción para nombrar la vastísima variedad de
entrecruzamientos de repertorios culturales en las sociedades contemporáneas. Se designan como híbridos procesos
tradicionales que cabrían bajo las etiquetas de mestizo o sincrético, y también fusiones propiamente modernas donde lo
culto se combina con lo tradicional; por ejemplo, artesanías y músicas étnicas entremezcladas con productos simbólicos
contemporáneos. También cuando la literatura incorpora mensajes o recursos estilísticos mediáticos, o se mezclan GÉNEROS
artísticos de diverso origen (jazz con rock, pintura con performance, etcétera) o gastronomías de naciones diferentes.
El éxito de esta noción no puede hacer olvidar las polémicas que la cuestionan. Ante todo, el debate sobre su estatuto
epistemológico. Antonio Cornejo Polar (1997) ha criticado la transferencia del término «híbrido» de la biología a los estudios
culturales y literarios por dos razones: considera que se aplica a mezclas estériles (da el ejemplo de la muía) y encuentra en
varios autores que esta noción se inclina a destacar las facilidades de la integración multicultural sin atender suficientemente a
las contradicciones.
Respecto de la primera objeción, debe decirse que los estudios biológicos han documentado en forma amplia que los
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cruces genéticos, sobre todo de plantas, mejoran su crecimiento, resistencia y valor nutritivo (Olby, 1985). Pero el argumento
decisivo es que, al trasladarse un concepto biológico a las ciencias sociales, como ha ocurrido también con el de reproducción,
se lo reconstruye en relación con otros conceptos, de manera que adquiere un significado y una competencia específicos para
analizar procesos sociales y culturales. Su utilidad y validez epistemológicas no están determinadas por el uso en otras
disciplinas, sino por su capacidad para explicar mejor un aspecto de la vida social. La noción de hibridación ha sido
reconstruida socioculturalmente en lingüística (Bhabha), en los estudios antropológicos y culturales (García Canclini, Hall,
Papastergiadis). Estos trabajos tratan precisamente de liberar a los discursos sobre identidad, etnia y nación de las
determinaciones biologicistas y esencialistas. La resonancia de este término en la bibliografía reciente va asociada con la
necesidad de reconocer la formación multicultural de las identidades.
La otra objeción de Cornejo Polar, dirigida al «tono celebrativo» de muchos autores que se ocupan de la hibridación,
compartida por críticos angloparlantes (Kraniauskas), es útil para no descuidar lo que no se deja hibridar, o no quiere ser
hibridado, en los choques interculturales. Nikos Papastergiadis y Pnina Werbner han señalado la tendencia pendular de
algunos estudios desconstructivistas (v. DESCONSTRUC- CIONISMO) y poscoloniales que pasan demasiado fácilmente de las
defensas identitarias temerosas de las «contaminaciones raciales» a una simple afirmación de la creatividad de los
movimientos hibridadores (Werbner y Modood, 1997: 21). La crítica hoy habitual en la antropología, la sociología y los
ESTUDIOS CULTURALES a las pretensiones de purismo y autenticidad de sociedades imaginariamente autocontenidas no puede
hacemos olvidar que los contactos interculturales, si bien son inevitables en una época de globalización, suelen realizarse en
condiciones asimétricas y desiguales. Muchos migrantes desean fusionarse con la sociedad a la que se trasladaron, pero no
siempre son bien recibidos, y aun en las integraciones más afortunadas buscan mantener enclaves culturales diferenciados, a
veces en conflicto con la cultura hegemónica. Una enorme literatura narrativa y científica atestigua que la hibridación de
latinoamericanos en los Estados Unidos, en Europa o en otros países de América latina va acompañada de movimientos
discriminatorios y de resistencia, de contradicción intercultural (De Grandis, de la Campa, Grimson, Klahn, Ortiz, Segato,
Vila).
También los estudios sobre transnacionalización comunicativa y recepción mediática (v. MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS)
revelan que los circuitos cinematográficos y televisivos, que fomentan la mezcla de lo culto y lo popular, de lenguas y estilos
heterogéneos, cultivan a la vez polarizaciones maniqueas entre lo nacional y lo extranjero, lo anglo y lo latino. Las
oposiciones y los conflictos interculturales proliferan junto con la hibridación (Martín-Barbero, Mato). Y aun la hibridación
más exitosa no constituye sólo procesos positivos; en las integraciones de migrantes a un nuevo país suele haber
enriquecimiento y también pérdida o desarraigo respecto de la sociedad originaria.
El aumento de mezclas interculturales es percibido a veces como una tendencia a la homogeneización, que ahora correría
riesgos de volverse planetaria. Estos temores engendran reacciones fundamentalistas, deseos de atrincherarse en la propia
identidad, de cerrar las fronteras nacionales, étnicas o religiosas. El malestar puede justificarse en los casos en que la
desigualdad de los intercambios acarrea extinción de lenguas, debilitamiento de culturas y accesos inequitativos a los bienes y
mensajes globalizados. Pero los estudios recientes sobre efectos simbólicos de la globalización (Beck, Giddens, Hannerz,
Ribeiro) muestran más bien que ésta amplía la variedad de ofertas culturales, complejiza las opciones y, a menudo, genera
nuevas contradicciones. No hay datos que permitan prever como consecuencia fatal de los procesos globalizadores una
hibridación uniformadora. La intensificación de intercambios y dependencias recíprocas entre los países conduce, en cambio,
a nuevos desafíos: construir procedimientos teórico-metodológicos para estudiar comparativamente los sistemas lingüísticos,
los procedimientos artísticos y comunicacionales que se entremezclan, las mediaciones y los conflictos que se acrecientan.
Desde el punto de vista político, el reto es avanzar en la regulación de los intercambios aumentados por el libre comercio y
limitar la monopolización de las industrias culturales. Quizá este último movimiento es el que presenta más amenazas
homogeneizadoras, debido al control de la producción editorial, musical y cinematográfica por parte de pocas empresas: como
éstas suelen permitir cierta diversidad para lograr más ventas en mercados diferentes, el riesgo mayor no es la
homogeneización absoluta sino la reducción de las ofertas en cada nación a lo que es internacionalmente lucrativo y el ahogo
de las manifestaciones diversas o experimentales (Sarlo, Yúdice).
En suma, los estudios sobre hibridación están contribuyendo a reformular viejos temas de las humanidades y las ciencias
sociales: identidad, diferencias, multiculturalismo, autenticidad cultural y racismo. Se ha vuelto una noción útil para
considerar la intensificación de mezclas interculturales dentro de cada sociedad y en los movimientos de transnacionalización.
Pero más allá de la primera etapa, en que se usó este término para superar esencialismos, reconociendo la heterogeneidad
constructiva de las culturas, ahora se entienden los procesos de hibridación -no lo híbrido como algo dado- de un modo
abierto, tornándose necesario distinguir entre hibridaciones inconscientes y deliberadas (Hannerz [1996J, 1998; Werbner y
Modood, 1997), hegemónicas, resistentes y de negociación (Hall). Asimismo, el concepto adquiere mayor complejidad
cuando se recurre a él para estudiar obras literarias y artísticas híbridas (Bhabha, Kraniauskas) y para profundizar la
comprensión cultural de procesos de globalización mediática e integraciones regionales (García Canclini, Harvey, Yúdice).
En contraste con la temprana sociología de la cultura, en la que predominó la tendencia a interpretar los procesos
culturales en contextos nacionales y en clave de antagonismo (entre clases o etnias), la investigación sobre hibridaciones
presta más atención a las interacciones entre sociedades, a los intercambios dentro de cada país, así como a las continuidades
y transacciones entre lo local y lo global.
Lecturas sugeridas
GARCÍA CANCLINI, Néstor ([1989], 2001), Culturas híbridas. Estrategias para entrar y salir de la modernidad, Buenos Aires, Paidós.

GRUZINSKI, Serge (1999), La pensée métisse, París, Fayard.


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HALL, Stuart (2000), «Une perspective européenne sur í’hybridation: éléments de réflexion», en Hermés Cognitíon, Communication.
Politique, n= 28, París, CNRS Editions, pp. 99-102.

Néstor García Canclini

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