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el c or azón

c r eat i v o

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el c or azón
c r eat i v o

m a r t í n avdolov
m o nt evide o, abril de 2017

i sb n . 978- 9974- 9 1- 552- 7

a r t e d e tapa
da ni sc h arf
danis char f.com

d i señ o y edic ión


lu c ía s tagn aro
c o r r ec c ión de estilo
so l f erre ira

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y el total de las ganancias será
donado al programa Educación
Responsable, que trabaja en
el desarrollo de la inteligencia
emocional, social y de la
creatividad enfocado a niños y
adolescentes.

Si consideran que su contribución


es justa y pueden hacerlo,
encontrarán más información en
martinavdolov.com
Dedicado a todos los
maestros que tuve, tengo
y tendré en la vida.

Mi eterno
agradecimiento.
el c or azón
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Prólogo

U
na tarde de verano recibí un correo electrónico de Martín
Avdolov en el que me preguntaba si quería ilustrar la
portada de su nuevo libro.
A Martín lo conozco desde hace muchos años. Tenemos
varios amigos en común y ambos trabajamos en el mundo de la pu-
blicidad y la comunicación.
Sin leerlo le contesté que sí. El concepto del libro me resultó inte-
resante, así como la idea de distribución gratuita, haciéndolo acce-
sible para todo el mundo.
Cuando finalmente lo leí, me encontré con un libro luminoso y po-
sitivo, y me sentí identificado en muchos pasajes.
Un mediodía nos juntamos para conversar sobre la portada y le con-
té algo que generalmente comparto cuando doy charlas. De niño
dibujaba mucho y, aunque ni siquiera era uno de los mejores de la
clase (mis dibujos eran muy deformes), sabía que quería hacer eso
cuando fuera grande.
Curiosamente, en primero de liceo me fui a examen de Dibujo; y no
solo eso, sino que lo perdí.
Usualmente dibujábamos un ladrillo y un florero con proporciones y
texturas realistas, lo que me resultaba muy poco interesante.
Fue así como la institución educativa me dijo, no una, sino dos veces,
que yo no sabía dibujar. Pero eso no me desmotivó. Fui honesto con
lo que sentía y continué, feliz, por el camino de las artes.
Luego de muchos años de poner corazón y energía, hoy tengo va-
4 rios reconocimientos a nivel nacional e internacional, ilustro en
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publicaciones que me gustan, doy clases, y también expongo pin-


turas, serigrafías y grabados.
¿Qué hubiera sucedido si creía que «no sabía dibujar»?
Martín escuchaba atentamente, y mientras comíamos nuestras tartas
de vegetales, me comentó, bastante sorprendido, que cuando él tam-
bién estaba en primero de liceo se fue a examen de Idioma Español.
Luego de compartir unas buenas carcajadas que resonaron en las
paredes del pequeño restaurante de la Ciudad Vieja de Montevideo,
Martín se quedó pensando en silencio, como si se hubiera perdido
en algún otro lugar del universo.
Cuando le pregunté qué le había pasado, con los ojos bien abiertos y
su entusiasmo habitual, me propuso escribir el prólogo de este libro
tan interesante, del escritor que no sabía escribir con la portada de
un ilustrador que no sabía dibujar.

dani sc harf

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Índice

7 Introducción
9 Un acto de supervivencia
14 Un corazón creativo no envejece
18 ¿Para qué?
20 Amar las diferencias
25 En constante movimiento
28 La maestra Esther y mi madre y los caballos salvajes
32 Las cosas que aprendí con mi padre
35 ¡Estoy aburrido!
38 Soltar si no hay pasión
42 La sabiduría del error y los fracasos
44 Entre la pasión y la búsqueda de la perfección
47 La fiebre
50 Aprender a aprender
53 En medio de un terremoto
56 The dark side of the riesgo
60 ¡Mío!
62 Quedó horrible, pero...
65 El exorcista: educación sin demonios
68 ¿Quién dijo que solo podemos vivir una vida?
70 Siempre hay algo para hacer, incluso cuando pensamos
que no hacemos nada
72 Una puerta que se abre nunca se cierra del todo
74 En el equipo de los buenos
75 ¡Sin excusas, por favor!
77 La belleza está en el camino
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Introducción

A
lo largo de los años, como docente de talleres de creati-
vidad, siempre me encuentro con el mismo desafío. La
mayoría de los alumnos comienza con varias dudas sobre
sus propias capacidades. Algunos, incluso, convencidos
de que no son creativos en absoluto.
Hasta hace un par de años, muchos de ellos terminaban adquiriendo
conocimientos como el proceso creativo, diversas técnicas o herra-
mientas y el uso de lenguajes, pero sin el valor ni la confianza para
poder ponerlos en práctica.
En los últimos años la humanidad atraviesa cambios con un vértigo
asombroso. Lejos de detenerse, la tendencia es que los cambios han
llegado para quedarse.
La irrupción de lo digital hizo que replanteara la forma de enseñar. El
énfasis debía estar puesto en mejorar las capacidades creativas inter-
nas de los estudiantes, para que así pudieran nutrirse constantemen-
te, adquirir nuevos conocimientos y utilizarlos de formas novedosas
en todos los ámbitos de la vida. En los últimos años el foco del taller
estuvo puesto en la persona. Los resultados han sido favorables y el
feedback, mucho más enriquecedor.
Al investigar sobre la creatividad en todas sus manifestaciones, pude
descubrir que este principio se da en todas las actividades de la vida
humana. El aspecto emocional inherente a cualquier disciplina es
elemental para su buen desarrollo.
Este libro no pretende ser un manual; ni siquiera está basado en una
investigación científica. Este libro está narrado desde mi propia expe-
7 riencia. Cómo he superado varios obstáculos, cómo aún no he superado
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otros y, sobre todo, cómo el corazón creativo me ha ayudado a través


de los años a ser mejor persona y, por transitiva, mejor profesional.
Espero que mi experiencia pueda inspirar a los lectores a dar la mejor
versión de sí mismos. Sobre todo para ser más felices.

m artín avdolov
marzo, 2017

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Un acto de supervivencia

L
o que voy a narrar a continuación se basa exclusivamente en
mi experiencia personal. No me considero un genio ni un gurú
de la creatividad. Sin embargo, puedo decir que desde hace
más de veinte años disfruto, trabajo y pago las cuentas gracias
a la actividad creativa. Hace veinte años que no sufro la depresión del
domingo por la tarde ni de los lunes por la mañana.
A través de todo ese tiempo, e incluso desde la niñez, he estado en
contacto con la parte más íntima de mi ser creativo. Sin embargo, no
fue hasta que tuve dieciocho años que fui consciente de ello, y -como
suceden este tipo de cosas-, lo hice a partir de un hecho traumático
que marcaría un antes y un después.
Cuando tenía seis años mi padre era mi ídolo. No había nada que de-
seara más en el mundo que ser como él. Por ese entonces él trabajaba
como gerente en una fábrica textil.
Me encantaba investigar las cosas que llevaba en su maletín. La
calculadora, las muestras de tela y diversos artículos de papelería.
Recuerdo el sonido que los mocasines hacían en el pedregullo; to-
davía tengo marcada la cadencia de sus pasos. Lo veía gigante, no
solo físicamente, sino en cuanto a su temple y sabiduría. Siempre
elegante y casual a la vez. Saludaba a todos en el barrio, en el trabajo
y cuando iba por la calle. Yo lo miraba con absoluta devoción. Años
después, ya en mi preadolescencia, lo vi convertirse en un viejo león
que es apartado de la manada.
Los fines de semana, cuando me quedaba con él y me llevaba por la
tarde o noche a algún espectáculo popular, siempre antes hacíamos
una parada en el bar de la esquina. Aprendí a calcular, de acuerdo a
9 los whiskys que tomaba, cómo iba a terminar la jornada.
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Sabía que si tomaba cuatro medidas, horas más tarde estaría sujetán-
dolo y subiéndolo a un taxi para luego recostarlo en la cama de su casa.
Después yo caminaba por la oscuridad del barrio rumbo a la casa
en la que vivía con mi madre, que por suerte quedaba a unas pocas
cuadras de distancia. No tenía miedo, tampoco vergüenza; lo úni-
co que sentía era una profunda soledad y desamparo. No es que mi
madre no estuviera allí para apoyarme. Pero a los once años pensa-
ba que debía ocuparme de mis propios problemas y salir adelante.
Mi madre estaba terminando su carrera universitaria y trabajaba
todo el día.
Nunca quise culpar a mi padre ni alejarme de él. Lo ayudé todo lo
que pude, a pesar de que las borracheras fueron cada vez más conti-
nuas, sobre todo cuando las fábricas textiles en Uruguay comenzaron
a fundirse y se quedó sin trabajo. A esa altura yo ya era adolescente,
y el miedo a que mi padre muriera se intensificó. Fumaba al menos
dos cajas de cigarrillos por día y había pasado de ser un tomador so-
cial a un alcohólico.
Por esa época vivió unos años en Argentina, pero no funcionó. Su
situación empeoró hasta que su hermano mayor le alquiló un apar-
tamento pequeño y le regaló un automóvil. El plan a mediano pla-
zo era abrir un restaurante. Mi padre ya había sido propietario de
uno a fines de los setenta y era un excelente cocinero. Ese impulso
lo llevó a tratar de dejar la bebida. Probó durante un tiempo con
cerveza sin alcohol.
A los dieciocho años me fui a vivir con él por unos meses, pensando
que todo mejoraría de ahí en más. Lo veía bien, charlábamos y jugá-
10 bamos a las cartas. Teníamos un ovejero alemán adoptado con el que
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compartíamos algunas caminatas. Fueron unas buenas semanas. Mi


padre había conseguido trabajo en un restaurante como ayudante de
cocina mientras, paralelamente, hacía planes con mi tío.
Los días pasaban y comencé a relajarme. Ya no tenía miedo que a mi
padre le pasara nada. Después de muchos años, tuve la sensación de
que todo podría mejorar.
Yo solía pasar los días saludando amigos o dando largos paseos con el
perro cerca de la playa mientras esperaba el inicio de mi primer año
en la Facultad de Economía. Pero todo cambió la noche que llegué
tarde a la casa y vi su cuerpo tirado en el baño. Tenía la frente en-
sangrentada y los ojos cerrados. Lo primero que pensé es que estaba
muerto. Me acerqué y descubrí que respiraba con normalidad, luego
vi una botella de vodka casi vacía en la mesa del comedor. Traté de
levantarlo pero su cuerpo era demasiado pesado. No sabía qué hacer.
Los recuerdos no son muy claros luego de tantos años. Sin embar-
go, siento a la perfección la impotencia y la tristeza que tuve en ese
momento. Fui hasta el comedor, me senté en el sillón y lloré como
un niño. Y algo maravilloso ocurrió. Mi corazón se reveló y des-
pertó creativamente.
Podría haber reaccionado de forma autodestructiva, haber ido tam-
bién por una botella para emborracharme y quedar inconsciente, o
incluso abandonarlo y volver a lo de mi madre.
Es infinito el abanico de opciones que tenía en ese momento y en ese
lugar. Pero simplemente decidí abrir un cuaderno y escribir.
Aún conservo ese cuaderno en una de las tantas cajas de mudanzas
11 que tengo hechas y nunca abrí. Pero no necesito verlo ni leerlo para
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saber que eso que está ahí escrito, sin ser una obra de arte, sin siquie-
ra ser un poema, o un cuento, o una canción, es nada más ni nada
menos que un acto de supervivencia. Curiosamente, mientras escri-
bía el libro me encontré en un sitio de noticias con la experiencia del
fotógrafo Richard Billingham, quien creció en una familia llena de
problemas, marcada por el alcoholismo de su padre, y quien plasmó
todo en una serie de fotografías que ha logrado trascender alrededor
del mundo. Volviendo a mis dieciocho años, en esa fatídica y mila-
grosa noche, pienso que también podría haberme puesto a pensar
una lista de opciones creativas para ayudar a mi padre. Y, por qué no,
trabajar en cómo mejorar mi relación con su enfermedad. La crea-
tividad es un acto de supervivencia que existe en todos los ámbitos
de la condición humana, incluso hasta para los que están alejados de
las prácticas artísticas -quizás ese sea uno de los mayores prejuicios
que debamos derribar para alcanzar todo nuestro potencial creativo-.
Los corazones creativos estamos hechos para crear más allá de las
circunstancias. Es una forma de vida y de interpretar la realidad. Es
una manera de enfrentarse al mundo, a las cosas buenas y malas,
y transformarlas en algo nuevo que atraviesa las propias entrañas
del ser humano, para salir renovado y entregarse al universo. Así
ha sido a lo largo de la historia de la humanidad, no solo en cuanto
a la supervivencia emocional, sino también a la intelectual y mate-
rial. El ser humano ha usado la creatividad a lo largo de los siglos
para solucionar diversos problemas. Basta con leer cualquier libro
de historia para reconocerlo. También se han escrito infinidad de
manuales sobre el proceso creativo, herramientas creativas, ejerci-
cios creativos, experiencias creativas y mucho más. Pero en el fon-
12 do siempre supe que había algo más difícil de describir o analizar.
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Más allá de todo, existe el corazón creativo como el chispazo que lo-
gra poner la maquinaria en marcha. Todos lo tenemos. El de algunos
late con más fuerza, el de otros es apenas imperceptible, pero ese co-
razón está ahí, esperando con toda su energía vital, para ayudarnos a
superar los obstáculos, alcanzar las metas, crear en lugar de destruir,
amar en lugar de odiar, y trascender en lugar de simplemente ser. A
la mañana siguiente de aquella gran borrachera no hablamos con mi
padre sobre lo ocurrido. Así había sido siempre. Un extraño código
de silencio y complicidad que siguió hasta el día de su muerte, unos
pocos años después.
En cuanto a mí, seguí adelante, con aciertos y fracasos. Comencé una
carrera que dejé al tiempo, hice otra en la que me recibí, trabajé en
muchísimos lugares, seguí estudiando, me convertí en creativo pu-
blicitario, guionista, docente universitario, escritor y consultor en el
área de creatividad para empresas privadas y distintas organizaciones.
Así llegué hasta hoy, consciente de que a lo largo del tiempo he logra-
do ponerle atención a algunas cosas que muchas veces pueden pasar
desapercibidas para los demás, pero que sin lugar a dudas tienen la
capacidad de llegar a ayudar a muchos de los lectores a reencontrarse
con su propio corazón creativo, sin tener que atravesar experiencias
tan dolorosas como la mía, y mejorar sus vidas para siempre.

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Un corazón creativo
no envejece

A
l contrario de lo que sucede con el resto de nuestros órga-
nos, un corazón creativo no envejece, se mantiene como
un niño durante toda su existencia.
Juana de Ibarbourou, poetisa uruguaya, decía que «la ni-
ñez es la etapa en que todos los hombres son creadores». La pregunta
indicada en este caso es: ¿qué sucede después? ¿Por qué, cuándo y
cómo muchos pierden esa capacidad creativa?
Cuando realizo talleres de creatividad para adultos, generalmente les
pido que hagan una lista de las características de las personas creativas.
Los conceptos suelen repetirse una y otra vez, y llegamos a la misma
conclusión:
•  Son curiosas. Cuestionan todo.
•  Les cuesta respetar los límites.
•  No tienen miedo del error.
•  Prueban distintas experiencias y formas de solucionar las cosas.
•  Son auténticas; es decir, no intentan ser como otros ni quedar
bien con los demás.
•  Les importa muy poco el qué dirán.
•  Entran fácilmente en un estado de flow (el estado mental de
máxima motivación).
También son distraídas y, a veces, pueden estar pensando en otras
cosas en lugar de poner toda su atención en una sola tarea. No re-
primen sus emociones. Se sienten atraídas por la novedad. Son muy
observadoras. Le dedican tiempo y atención a lo que más les gusta.
Si los analizamos brevemente, podemos ver que estamos nada más
14 ni nada menos que describiendo a un niño.
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Tuve la fortuna de tener una niñez muy feliz. Luego del colegio me
la pasaba jugando en la calle del barrio junto a otros niños, o en las
plantaciones de naranjos que estaban frente a la casa donde viví du-
rante varios años. Disfruté del contacto con la naturaleza, de la se-
guridad de moverme con independencia y descubrir el mundo a mis
propios tiempos.
Michel de Montaigne (1533-1592), escritor y filósofo francés, soste-
nía que «los juegos infantiles no son tales juegos, sino sus más serias
actividades». Minimizar el juego es propio de los adultos, y muchas
veces es el principio del envejecimiento prematuro de muchos de los
corazones que hoy se enfrentan a este libro. Qué sucedería si le da-
mos un nuevo sentido a la frase de Michel de Montaigne y afirmamos
que: Para los adultos, sus más serias actividades pueden ser repro-
gramadas como un juego, al menos en alguna de sus perspectivas.
¿Qué es lo que les impide a algunos corazones abandonar la idea del
juego? ¿Por qué dejamos de ver el mundo como niños? El mundo de
hoy nos plantea un escenario de constantes cambios, de una crisis
permanente, donde la imaginación, la creatividad y la innovación
tienen un protagonismo esencial en la supervivencia. ¿Cómo lo
hacemos? ¿Es posible hacerle un lifting al corazón? Mi respuesta es
simple y concisa: por supuesto.
Los siguientes consejos son producto del aprendizaje de un camino
que emprendí desde hace más de dos décadas: En primer lugar, al
momento de crear aparten el juicio y no tengan miedo de equivocar-
se. La evaluación racional llegará a su debido momento.
Permítanse jugar. Permítanse ser salvajes, locos e irracionales en sus
15 propuestas. La innovación jamás proviene de lugares comunes.
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Trabajen solos y en equipo. Aprendan a compartir sus ideas sin miedo,


potenciando las de los demás sin otra intención que generar mejores
soluciones a los desafíos planteados.
Experimenten con todos los sentidos. Prueben. Y si no les gusta,
pueden dejarlo de lado. Nadie está obligado a comer un plato que
no le parece delicioso. El error está en no probarlo. ¡Cuántas opor-
tunidades se habrán perdido por ni siquiera atreverse a tomar el
primer bocado!
Disfruten ese preciso momento de la creación y no le impongan un
resultado inmediato.
Cuestiónense el mundo como lo haría un niño, no acepten ningún
supuesto, desafíen las reglas y vuelvan a creer en la magia. No hay
nada peor que cerrarles la puerta al misterio y a la incertidumbre.
A principios de 2017, la prestigiosa Universidad de Cambridge hizo
un llamado muy particular, para contratar un profesor que diera cla-
ses de Lego, juego que consiste en la utilización de bloques de plástico
para realizar diversas construcciones. Los requisitos para el cargo son
muy curiosos si uno no está adentrado en el mundo de la creatividad.
Lo primero que solicitaban era: «Mentalidad infantil». Recordemos
que se trata de la tercera universidad en el ránking global académico
relacionado con la cantidad de premios Nobel obtenidos y está entre
las cinco mejores del mundo en el área específica de la educación.
Como si lo de «mentalidad infantil» no fuera ya de por sí sorpren-
dente, el resto de la solicitud buscaba que el nuevo profesor fuera
«juguetón, bromista, curioso, abierto de mente, creativo, imagina-
16 tivo: alguien que piense en formas nuevas de investigar y trabajar
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en disciplinas diferentes». Pablo Neruda, poeta chileno de gran in-


fluencia en el siglo XX, dijo: «(...) el hombre que no juega perdió
para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta».
Para muchos de los lectores de este libro, ese niño está más cerca de
lo que creen. Solo invítenlo a salir. Porque solo basta prestarle aten-
ción al mundo en el que vivimos para darnos cuenta de que cada vez
nos hace más falta.

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¿Para qué?

S
iempre admiré y hasta tuve cierta envidia de aquellas personas
que desde niños encontraron su vocación. En mi caso fue un
periplo bastante intenso y por momentos pienso que aún estoy
inmerso en el viaje. Más allá de que existen ambas realidades,
tengo la certeza de que el corazón creativo es un cuestionador nato.
Sin preguntas no hay aprendizaje ni creatividad.
En las clases de creatividad orientada a la publicidad, suelo pregun-
tarles a los estudiantes para qué eligieron esa carrera. Las respuestas
son en su mayoría bastante vagas. Supongo que muchos de ellos, al
igual que me pasó a mí en su momento, encontrarán en la actividad
publicitaria una buena forma de ganarse la vida intercalando expre-
siones creativas con las cuales se sienten afines. Hace un año, en la
ronda tradicional de preguntas, una estudiante me respondió que ha-
bía elegido publicidad porque le gustaba el marketing. Mi pregunta,
una vez más, fue para qué. Su respuesta fue «para vender». Proseguí
con el interrogatorio: «¿Y para qué querés vender o te gusta vender?».
Ella sonrío amablemente y no supo qué responder. Ese fue su inicio
en el semestre.
Un par de meses después, hablando del flow creativo, ese estado men-
tal y emocional en el cual estamos completamente conectados con lo
que estamos haciendo, les pregunté a los estudiantes si recordaban
una experiencia del estilo en el corto plazo. La misma alumna que me
había dicho que había elegido la carrera porque le gustaba vender me
sorprendió con una historia emocionante y reveladora. A principios
de 2016 la ciudad de Dolores, en Uruguay, sufrió un trágico tornado
que la dejó semidestruida. Muchísima gente fue a ayudar como volun-
taria. La alumna en cuestión y su familia eran oriundos de la ciudad,
18 por lo que pasaron varios días en la zona de la catástrofe. En medio
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de la clase, en el confort de los salones bien iluminados y calefaccio-


nados, la alumna narró a la perfección, con mucha emoción, cómo
había experimentado la ausencia total de tiempo y la concentración
absoluta en la que se encontraba cada vez que trabajaba como volun-
taria. Le pregunté si alguna otra vez había experimentado algo así.
Respondió que no. ¿Habíamos atravesado el puente entre la razón y lo
que dictamina el corazón gracias al taller de creatividad? De ninguna
manera. Solo a través de una experiencia reveladora la alumna logró
darse cuenta dónde estaba ese flow que tanto le había sido esquivo a
través de los años. Decidí entonces que otro de mis roles como do-
cente sería poner más énfasis en el cuestionamiento permanente de
los supuestos con los que los alumnos llegan a clases el primer día.
Lo hice en otras ocasiones, incluso con hijos de amigos y conocidos
que quieren emprender una profesión creativa y me consultan sobre
sus decisiones. Siempre les hago la misma pregunta: ¿y para qué querés
estudiar esto...? Y los «para qué» continúan, hasta que ellos mismos, o
los padres, se empiezan a incomodar un poco. Ese es el momento en
que sé que parte de mi trabajo está hecho. Luego algunas semillas ger-
minarán más rápido, otras de forma más lenta, y otras, las que no se
riegan o reciben poca luz, ni siquiera llegarán a alcanzar el brote, ese
minúsculo y poderoso aliento vital que hace latir el corazón de cada
uno y, por supuesto, como un sistema interrelacionado, el de toda la
humanidad. Cuando la pregunta está planteada, solo falta un desper-
tador. Y esos despertadores rara vez se encuentran en las aulas de la
universidad, sino en las experiencias vitales que movilizan nuestros
corazones. Aquellos que logran escucharlos pueden considerarse los
19 seres más afortunados del planeta.
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Amar las diferencias

E
xisten varias teorías sobre el proceso creativo. La mayoría
coincide en los conceptos centrales, más allá de diferir
en las palabras que utilizan. En primer lugar, el proceso
creativo requiere un estudio específico tanto del problema
a solucionar como de consideraciones generales, lo que permitirá
mayores conexiones al momento de generar nuevas ideas. Luego
de incorporar conocimientos, lo que sigue es generar la mayor can-
tidad de conexiones posibles a través de herramientas o técnicas
creativas. Se sugiere un reposo posterior, conocido técnicamente
también como incubación.
Finalmente aparece la idea. El famoso momento de la iluminación,
culturalmente representado por una lamparilla encendida. Y lue-
go, cuando muchos creen de forma equivocada que el trabajo ya
está listo, debemos evaluar si esa nueva idea es la correcta para el
problema previamente planteado: ¿es adecuada a los objetivos? ¿Es
realizable? ¿Tenemos los recursos económicos y humanos para lle-
varla adelante? ¿Lo podremos hacer en el tiempo apropiado? ¿Cómo
la implementamos? Lo singular de los pasos del proceso es que la
práctica varía de persona a persona. Si bien cada paso es relevante,
no hay ninguna certeza de que debe hacerse de una forma u otra.
Lo que sí se recomienda es seguir un orden determinado. Quizás
la primera diferencia esté justamente en el título del libro: el cora-
zón creativo. La pasión que tengamos al momento de la práctica
creativa será esencial en cada uno de los pasos a seguir.
Repasemos lo que sucede en cada etapa del proceso. En primer lugar,
la forma de análisis del problema y del estudio es diferente para cada
una de las partes involucradas. Pongamos como ejemplo el estudio
20 del problema, tanto específico como general. En este caso la analogía
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con un caleidoscopio es más que clara: cuantas más piedritas tenga,


más cantidad de combinaciones de figuras se podrán hacer. Por lo
tanto, la capacidad creativa está directamente relacionada al estudio
y a la incorporación de la mayor cantidad de información en esa
bandeja de entrada.
El arte de la observación precisa y el desarrollo de la curiosidad por
sobre el piloto automático son fundamentales en esta etapa del pro-
ceso y difieren de persona a persona. En este caso, el trabajo en equi-
pos multidisciplinarios es muy recomendable, ya que todos somos
diferentes y prestamos atención a cosas distintas.
Generar las nuevas conexiones es el segundo paso dentro del proceso.
Aquí volvemos a las diferencias. Cada persona tiene un abanico in-
menso de técnicas y herramientas creativas a su alcance. La mayoría
son de muy fácil implementación y no requieren de una formación
específica más allá de su práctica.
Alguien osado, sin temor al qué dirán, quizá se sienta muy cómodo
con la famosa tormenta de ideas. Sin embargo, para una persona
tímida ese no será el mejor camino y deberá buscar otra manera.
Lo interesante de esto es que si tomamos una herramienta creativa, la
más conocida, y le sumamos dos características de la personalidad, se
generan entonces varias posibilidades al momento de la manipulación
de los elementos con el objetivo de generar nuevas conexiones. Por lo
tanto, teniendo en cuenta las diversas personalidades y las múltiples
herramientas, cada uno deberá probar en solitario y en equipo cuál
es la que más funciona en el tiempo y espacio indicados. La única
forma de darse cuenta es probar y practicar como si estuviéramos en
21 un laboratorio. Es muy común que en estos pasos aparezcan tanto el
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error como la frustración. La importancia del corazón creativo está


en entender que ambos son inherentes a la creatividad en todas las
disciplinas. Reconocerlos y aceptarlos como aprendizajes dentro del
proceso deben servirnos como trampolines en lugar de pozos. Thomas
Alva Edison (1847-1931) atravesó múltiples errores y momentos de
frustración antes de dar con el desarrollo de la lámpara eléctrica. Lo
mismo ha sucedido con las grandes ideas creativas a lo largo de la
historia de la humanidad. La mayor diferencia entre el éxito creativo
y el fracaso consiste en la práctica constante, y seguir intentando a
pesar de los errores en el camino. El paso siguiente es quizás uno de
los que más polémica despierta.
En varios talleres creativos, al hablar del momento del reposo o incu-
bación, me he enfrentado muchas veces a la misma preocupación por
parte de los asistentes. Muchos profesionales se quejan de que en su
trabajo no pueden tomarse tiempo libre. El que entiende el proceso
creativo sabe que esos momentos son fundamentales. La experien-
cia demuestra que ponerle pause al cerebro es un buen paso hacia la
aparición de la idea.
Detenerse puede significar salir a correr una hora, dar una vuelta a
la manzana, tomar un café o incluso respirar con tranquilidad en el
escritorio durante algunos minutos. Muchas empresas comprenden
bien el proceso y permiten gran flexibilidad al respecto. Cuentan
con gimnasios, salas de recreación o espacios para meditar. Otras,
aún estancadas en viejos preceptos, no lo han incorporado. Lo
importante es tratar de desconectarse del problema y poner cierta
distancia. Volver a conectarse con uno mismo y prestar atención
22 a ese momento.
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En mi caso, el movimiento es de gran ayuda. Mi reposo creativo


consiste en salir a correr o nadar. Siempre digo que mi primera
novela la escribí mientras nadaba en la piscina del club Bohemios
en Montevideo.
Un colega muy querido hace todo lo contrario: en lugar del movi-
miento realiza retiros y practica la meditación. Otros profesionales
con los que he compartido parte del camino de mi historia laboral
suelen sentarse unos minutos en el jardín o salen a tomar un café.
Una vez más la diferencia está presente, y si no la comprendemos,
o pretendemos unificar un mismo comportamiento para diversas
personalidades, es difícil que el trabajo creativo alcance su máximo
potencial. El momento de la iluminación, es decir, de la aparición
de la idea, también difiere, y no existe certeza científica de dónde ni
cuándo ocurre. Muchas veces puede aparecer al inicio del proceso,
lo que percibimos como un momento de inspiración. Otras veces
llega luego de repetir las etapas varias veces y utilizar diversas he-
rramientas. A veces sucede en la oficina, otras veces mientras ma-
nejamos o charlamos con amigos. Muchísimos casos ocurren en la
ducha o antes de dormir. Finalmente, el momento de evaluación y
presentación o venta de la idea requiere mucho más trabajo, donde
generalmente una visión realista del producto final nos permite ver
los rasgos positivos y negativos de la creación.
Cada uno debe observar y conocer cómo le funciona mejor el proceso
creativo. Tanto si trabaja solo como en una organización.
A continuación, cada lector podrá completar la siguiente tabla con
el objetivo de conocerse más a sí mismo y así conseguir mejores
23 resultados. →→
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MIS PROCESOS CREATIVOS

Reposo e iluminación
Bandeja de entrada: Conexiones
(deportes, meditación,
Problema estudio específico ¿Utilizo alguna técnica
manejar, pasear, mirar
y general en particular?
un espectáculo, etc.)

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En constante movimiento

E
l corazón es el primer órgano que se forma. Comienza a latir
a las cuatro semanas de existencia del embrión y no se detiene
durante el resto de nuestra vida. Lo hace sin descanso, ochen-
ta veces por minuto, un promedio de cien mil latidos al día,
que bombean aproximadamente ocho mil litros de sangre. Si el cora-
zón fuera una fuente, de acuerdo a un estudio de Texas Heart Institute,
la potencia haría que la sangre alcanzara una altura de diez metros. Su
función es bombear la sangre para que lleve oxígeno y nutrientes a todo
el cuerpo. Mientras haya vida el corazón no se detiene. Eso quiere de-
cir que nosotros tampoco lo hacemos. Ni siquiera cuando dormimos.
Siempre estamos haciendo algo; nuestro cuerpo trabaja continuamente,
aunque no seamos conscientes de ello.
Si partimos de esa base y lo asociamos a la actividad creativa, podemos
concluir que un corazón creativo tampoco se detiene y se encuentra
en constante movimiento, así sea desde la aparente pasividad de la ob-
servación o el reposo, hasta el momento más activo de la creación, en
este caso, por ejemplo, mientras escribo estas palabras.
Es muy importante aceptar esta condición y hacerla presente para
que todo momento del proceso creativo sea productivo. Mentiría
si dijera que cada vez que me enfrento a un trabajo la creatividad
fluye como por arte de magia. No creo que eso le suceda a nadie de
forma cotidiana y profesional. Sin embargo, la productividad no
necesariamente se manifiesta solo en el producto. El camino hacia
el objetivo será también determinante.
Cuando por fin me tomé en serio la escritura, participé en algunos
certámenes literarios. Luego de varios años, comencé a obtener men-
25 ciones y premios por mi trabajo, en su mayoría cuentos.
el c or azón
c r eat i v o

La escritura de cuentos cortos no me llevaba mucho tiempo. Salvo


la corrección, el material central generado no superaba las 48 o 72
horas de producción. Muy distinto fue cuando me enfrenté a la es-
critura de una novela. Mis intentos fracasaron durante años. Jamás
lograba terminar ninguna, hasta que al fin comprendí que la esencia
era estar en constante movimiento.
Cuando escribía un cuento podía prestarles atención a los detalles
mientras avanzaba e ir corrigiendo el trabajo al mismo tiempo. Con
la novela, si actuaba de la misma manera, avanzar resultaba cada vez
más tortuoso, ya que las páginas se iban sumando a la par que la crí-
tica y la corrección. Si cada vez que me sentaba a escribir repasaba
lo que había hecho antes, cuando llegaba al momento de la creación
ya había consumido demasiada energía. Comprendí luego de varias
caídas que para crear hay que mantenerse en movimiento y respetar
el proceso. El corazón no puede dejar de latir para ver cómo funciona
el resto de los órganos. Si lo hace, se acaba todo.
Cambié la estrategia de trabajo y me dediqué por completo a respe-
tar cada etapa. De esa manera pude terminar mis primeras dos no-
velas, escribir este libro y comenzar otro proyecto literario que muy
pronto verá la luz.
Más allá de la escritura como manifestación creativa, los procesos
y otros productos en los que estuve involucrado profesionalmente
también tuvieron una mejora sustancial. Hay que entender que el
momento de crear es dominio del niño que llevamos dentro, y el mo-
mento de corrección es dominio del adulto. ¿Qué quiero decir con
esto? En el recomendable libro La cara humana de la negociación, el
26 doctor Julio Decaro realiza una observación pertinente de las teorías
el c or azón
c r eat i v o

de Eric Berne cuando analiza en profundidad los tres estados del yo:
padre, adulto y niño.
De forma muy simplificada:
Padre: lo que se debe hacer, los prejuicios.
Adulto: el responsable de razonar lo que conviene o no conviene ha-
cer basado en datos de la realidad.
Niño: lo que nos gusta hacer, basado en la emoción, creatividad y el
sentido de la vida.
Recomiendo absolutamente la lectura de ese libro en su totalidad.
No solo por su valor académico, sino por su sensibilidad al momento
de encarar una mejora sustantiva en nuestras relaciones humanas.
Dentro del proceso creativo hay varias etapas. En muchas de ellas
como, por ejemplo, el estudio y la evaluación, están presentes el padre
y el adulto. Pero al momento de crear es el niño el que debe preva-
lecer por sobre todo, sin dejar contaminarse por los otros estados.
El niño debe divertirse, dejar de lado los prejuicios, preconceptos y
críticas y dedicarse a fluir creativamente.
Cuando el padre y el adulto se entrometen en esa etapa del proceso,
no hacen más que paralizar la acción. La estrategia correcta es darle
su espacio oportuno a cada estado del yo de acuerdo a la etapa del
proceso creativo. Así, siempre estamos en movimiento.

27
el c or azón
c r eat i v o

La maestra Esther y mi madre


y los caballos salvajes

U
no no se imagina cuánto puede llegar a influir en la vida
de los demás. A veces son las palabras justas en el mo-
mento adecuado. Otras veces es a través de un ejemplo
o un mínimo gesto.
Lo más curioso es que cuando crecemos dejamos de buscar algu-
nas respuestas en los lugares y personas más simples y adquirimos
la falsa creencia de que solo un psicólogo, un docente afamado o un
gurú de alguna disciplina oriental puede ayudarnos con determina-
dos problemas.
Si bien hay una gran posibilidad en ello, es increíble pensar en toda la
sabiduría que se nos presenta cada día y a la que no le damos valor. Solo
tenemos que estar atentos. Todos nacemos con el potencial creativo
intacto. Es raro que un niño de cinco años piense que no es creativo.
Algunos niños tienen mayor facilidad para la música, las artes plásticas,
el deporte, un sinfín de actividades. Pero todos confían en que pueden
lograr lo que se proponen. Sin embargo, hay un momento en la vida
en que los juicios de los demás comienzan a contaminar el corazón
creativo. Esas voces que un adulto escucha en su cabeza que le dicen
«no soy lo suficientemente creativo» tienen su origen en determinados
momentos de la niñez y la adolescencia.
Yo tuve la suerte de que, cuando tenía cuatro años, mi maestra Esther
le dijera a mi madre que veía en mí una gran capacidad creativa y
que tratara de cuidarla. Mi madre podría haberlo pasado por alto,
pero se lo tomó muy en serio. Tuvo la sensibilidad como para prestar
atención a esa percepción.
Más adelante, ya en la escuela, tuve una materia que se llamaba
28 «manualidades». Lo único que hacía la maestra de aquel entonces
el c or azón
c r eat i v o

era corregirme los trabajos porque yo no los hacía como ella quería.
Siempre me ponía una nota mediocre y me obligaba a estar quieto
como una estatua durante toda la clase. Entonces, lo que se suponía
que debía ser entretenido se transformaba en algo tedioso.
Luego, en el liceo me pasó lo mismo en otras materias. Los conceptos
de algunos docentes podrían haberme desanimado por completo, de
no haber sido por las palabras de Esther y mi madre.
El simple hecho de que desde los cuatro años hayan reforzado mi ca-
pacidad creativa me preparó para enfrentarme a varios momentos de
frustración y salir airoso, porque, en definitiva, sabía que más tarde o
más temprano, con menos o más dedicación, iba a poder solucionar
cualquier desafío que se me presentara. En este preciso momento en
el mundo hay personas enjuiciando y minando el potencial creativo
con el que nacemos.
Los momentos de frustración, que son comunes en toda actividad
humana, conducen inevitablemente hacia el abandono de determi-
nadas áreas de práctica. No porque no seamos capaces de hacerlo,
sino porque el juicio externo e interno nos lleva a refugiarnos en un
lugar más seguro, en aquellas áreas que creemos o nos han dicho
que debemos o podemos dominar. Entonces sobreviene la lógica y
simplemente nos concentramos en aquello en lo que nos han hecho
creer que somos mejores.
Así, el miedo al juicio y al fracaso predominan muchas veces sobre
nuestra propia esencia. Entonces decidimos seguir el camino que esas
voces externas fueron delineando. Pero el corazón creativo nunca se
detiene, y tarde o temprano termina dando señales cuando menos
29 lo esperamos.
el c or azón
c r eat i v o

¿Quién no se sintió agobiado por un trabajo en el que no puede ex-


presar su máximo potencial?
A menudo me cruzo con personas que tienen pésimos juicios sobre sí
mismas respecto de las actividades que realizan y en las que podrían
mejorar si tan solo les dedicaran práctica. Como todas las disciplinas de
la vida, lo que no se usa se atrofia. Lo mismo sucede con la creatividad.
Luego de años de práctica docente, lo que suelo decirles a mis alum-
nos es que esas voces no les pertenecen. Son los juicios de los demás
que los persiguen a lo largo de los años. A partir de que volvemos a
conectarnos con nuestra propia esencia, con nuestro propio corazón
creativo, todo es mucho más fácil. Yo tuve dos grandes escudos en el
corazón, que fueron los consejos de la maestra Esther y la sabiduría
de mi madre en prestarles atención. Hay quienes no tuvieron la suerte
y deben empezar a reconectarse con algo que no exploran desde hace
muchos años. Lo bueno es que no es imposible. Para volver a gene-
rar fe creativa es imprescindible comenzar a practicar cada etapa del
proceso creativo y las herramientas que están a disposición. Son muy
simples y no requieren de conocimientos previos. Es práctica, prácti-
ca y más práctica. Una vez que empezamos a obtener resultados, las
voces de la crítica comienzan a debilitarse y la fe aparece en toda su
grandeza. Hace un par de meses leí la noticia en un diario uruguayo
de que un joven de 17 años, estudiante de una escuela técnica, ge-
neró un sistema para cultivar sandías cuadradas, e incluso le agregó
un molino a batería para que funcionara con energía eólica y fuera
autosustentable, ya que el terreno no contaba con energía eléctrica.
¿Qué fue lo que sucedió? La alegría inicial del joven fue interrum-
30 pida bruscamente cuando le dijeron que ese proyecto no tenía
el c or azón
c r eat i v o

posibilidad de ver la luz, ya que organizar todo ese sistema iba a


resultar muy complicado.
Hay un antiguo enunciado que dice que las ideas son como los ca-
ballos. A un caballo muerto no se le puede dar vida, pero a un ca-
ballo salvaje se lo puede domesticar. Lo que aprendí con los años
es que hay momentos para ser caballos salvajes y hay momentos
para estar domesticados. Lo que no podemos permitir es que otros
nos maten el caballo. Y mucho peor, que nosotros lo dejemos mo-
rir de inanición.

31
el c or azón
c r eat i v o

Las cosas que aprendí


con mi padre

L
a suma de horas que acompañé a mi padre en diversos bares,
cantinas y restaurantes tanto en Montevideo como en otras
ciudades del mundo se convirtieron en una segunda escuela.
Aprendí el arte de la observación. No porque él la practicara
a menudo y me hubiera transmitido lo más relevante de su esencia en
forma consciente. Sino porque no tenía otra cosa para hacer. No había
dispositivos electrónicos en los cuales sumergirme durante horas, ni
otros niños presentes con quienes compartir un momento de juego.
Por momentos, el único sonido era el de una máquina de café, el del
murmullo que venía de la calle o el de la ronca tos de mi padre. En
ocasiones, presenciaba acaloradas charlas entre otros hombres que
se juntaban alrededor de una mesa. Con el paso de los años conocí
todo tipo de personas. Desde importantes empresarios hasta linyeras.
Y puedo decir que de todos ellos me he llevado algo. Cuando uno
empieza a ver que todos tienen el potencial de convertirse en maes-
tros de la vida, así sea por sus cosas buenas o malas, uno aprende a
tratar a todos de la misma manera, regido bajo las mismas premisas:
humildad, bondad y respeto.
Este punto ya genera una apertura a la vivencia de nuevas experien-
cias, y lo que muchas veces puede suponer una amenaza se convierte
en una oportunidad de aprendizaje. La nutrición creativa es un as-
pecto fundamental para obtener mejores resultados. No existe límite
alguno que se pueda imponer. Todo lo que nos rodea es una fuente
inagotable de elementos con los cuales trabajar para mejorar nuestra
capacidad creativa.
Si tenemos en cuenta que las nuevas ideas son producto de combina-
32 ciones de varios elementos, entonces cuantos más elementos tengamos,
el c or azón
c r eat i v o

mayores serán las posibilidades de combinarlos. Por lo tanto, la ob-


servación es clave en el proceso de incrementar el potencial creativo.
Las grandes ideas o grandes soluciones a problemas se encuentran,
muchas veces, en simples observaciones pero con las conexiones pre-
cisas. La naturaleza humana es un ámbito maravilloso donde explorar.
Hay elementos comunes a todas las culturas y otros que son propios
a cada país o región. Generar empatía y poder acercarse a diversas
problemáticas no solo nos convierten en más tolerantes, sino que
además mejoran ampliamente nuestras capacidades.
Para entender las cosas no basta con mirarlas; hay que observarlas.
Y para eso se necesita tiempo y una apertura tanto intelectual como
emocional. Un buen ejercicio que cualquiera puede hacer en su casa o
lugar de trabajo es permanecer en silencio durante diez o quince minu-
tos en una habitación. Al principio escuchamos los sonidos habituales.
Pero con el paso de los minutos se afina la agudeza, y otros sonidos que
parecían imperceptibles se hacen presentes. Lo mismo sucede con el
resto de los sentidos.
Basta con detenerse y prestar atención. Abrir nuestro corazón a nue-
vos conocimientos y sensaciones.
Subrayo este punto en particular porque los estudiantes o profesionales
con los que me encuentro que quieren mejorar su capacidad comparten
una problemática similar. Son expertos en sus áreas de conocimiento
pero limitan mucho la observación sobre otros aspectos simples o re-
levantes de lo cotidiano. Tomarse tiempo para apreciar elementos a los
que habitualmente no les prestaríamos atención es sin duda una forma
simple y muy útil de alimentar nuestro corazón creativo. Genera ma-
33 yores posibilidades de alcanzar nuevas y mejores soluciones.
el c or azón
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Un corazón creativo no está sedado ni conectado a una máquina de


bombeo artificial. Un corazón creativo es particularmente despierto,
sensible y observador.

34
el c or azón
c r eat i v o

¡Estoy aburrido!

S
upongo que todos los padres habrán escuchado alguna vez a sus
hijos decir que están aburridos. Supongo, también, que todos los
hijos lo habremos dicho en más de una oportunidad. Mi hijo
de seis años lo dice con frecuencia y debe tener cien veces más
juguetes que los que yo tenía a su edad. Eso, sin contar el acceso a con-
tenidos audiovisuales y videojuegos. Cuando los recursos materiales son
limitados es cuando aparece la imaginación. Incluso hasta para aquellos
que creen que la habían perdido. Es que la imaginación es inherente a
la naturaleza humana. Todos nacemos con ella.
Un ejemplo claro de esto sucede cuando a un niño le regalan algo y pre-
fiere jugar más con la caja que con el obsequio. Lo que en un principio
puede ser sorprendente tiene una explicación bastante lógica: la caja le
permite al niño resignificarla de acuerdo a su propia imaginación. El
desarrollo cognitivo y emocional del niño con un juego libre es muy
distinto al que se genera con los juegos estructurados.
Lamentablemente, el juego libre está perdiendo protagonismo, pro-
ducto de las condiciones de vida en las ciudades propias del siglo XXI,
donde el niño, así sea por razones locativas o de seguridad, pierde
libertad de acción. En múltiples charlas sobre creatividad comienzo
mostrando la imagen de una caja y les pregunto a los asistentes qué
ven. Así como en el inicio de El principito, ese maravilloso libro del
francés Antoine de Saint-Exupéry, el adulto veía un sombrero en lu-
gar de una boa que se alimentó de un elefante, en el caso de la caja
todos responden de forma literal.
Pero un niño no ve solo una caja. Ve infinitas posibilidades. Ve un
barco, una casa rodante, una nave espacial, una pantalla de cine, un
35 refugio antimonstruos, una máquina del tiempo.
el c or azón
c r eat i v o

¿Cuándo es que dejamos de ver todo eso? Resignificar los elementos


y encontararles otros usos a los que estamos acostumbrados es otra
forma muy simple de potenciar nuestro corazón creativo. Es volver
a elegir la caja al juguete. Es ver el potencial de las cosas en lugar de
la representación caprichosa de ella que fuimos adquiriendo.
Esto no se consigue si estamos ocupados todo el tiempo. El consumo
de objetos y contenidos viene cada vez más procesado, lo que deja
menos lugar a la imaginación. Sin embargo, esto no quiere decir que
haya desaparecido. La imaginación está ahí, intacta, esperando que le
demos otra oportunidad para resignificar nuestra vida. Tuve la suer-
te de vivir una infancia muy feliz. Incluso hasta en los momentos de
aburrimiento. Recuerdo con especial cariño unos bloques de madera
con los que podía construir túneles, puentes, casas, edificios. Otra de
mis actividades favoritas mientras esperaba el inicio de la transmisión
televisiva, algo que ocurría recién a partir de las 18.00, era crear equi-
pos de fútbol y diseñar sus camisetas. Solo necesitaba un par de hojas
en blanco y lápices de colores.
Escribí cómics, puse un puesto imaginario de venta de bande-
ras de países inventados en el balcón del apartamento y recurrí a
todo el universo interior y exterior que estaba disponible para un
niño nacido a mediados de la década de los setenta. El verdadero
desafío que tienen los niños del siglo XXI por delante es superar
los momentos de aburrimiento sin recibir todo procesado. De lo
contrario, el peligro será que no lleguen a desarrollar todo su po-
tencial. Se trata de generar pausas necesarias para procesar todos
los estímulos a los que están siendo sometidos todos los días. Sin
esas pausas, tan primitivas y esenciales, la información y las expe-
36 riencias nos atraviesan.
el c or azón
c r eat i v o

Los padres no podemos tenerle miedo al aburrimiento de nuestros ni-


ños. Es, en definitiva, lo que los conecta con su propio corazón creativo.
Hoy sobran los estímulos. Faltan atención y reflexión.
Un corazón creativo necesita tomarse tiempo para encontrarse a sí
mismo, para entender sus propias necesidades, contemplar su propia
naturaleza, cuestionar lo adquirido y así poder procesarlo, a fin de
crear nuevas y mejores soluciones, tanto para los problemas y desa-
fíos cotidianos del presente, como para los extraordinarios del futuro.

37
el c or azón
c r eat i v o

Soltar si no hay pasión

E
s extraño ver cómo muchas veces se avanza en la vida de
acuerdo a lo que debería ser y no a lo que somos o sentimos.
Incluso cuando percibimos esas coordenadas correctas desde
nuestro interior, les hacemos más caso a voces ajenas, que
nos llenan la cabeza con un mapa aparentemente perfecto de cómo
deberían ser las cosas. Lo triste es que, tarde o temprano, nos damos
cuenta de que la clave del éxito está en escucharse más a uno mismo
y no definirse tanto por las palabras de los demás. Hay muchísimas
personas que merecen mi absoluta admiración simplemente por saber
desde muy pequeñas en qué consiste su pasión, cuáles son las cosas
que las movilizan desde lo más profundo de su ser. Mi caso no era
precisamente ese. Yo era uno de los que en plena adolescencia no te-
nían la menor idea de lo que irían a hacer en el futuro. No por falta
de pasión, sino por abundancia. No quería restringir mis elecciones
tan temprano, y, sin embargo, tuve que tomar una decisión.
De acuerdo a mis calificaciones, la facilidad que tenía para determi-
nadas materias y consejos familiares, opté por la carrera Economía.
Menos de un año después de haber empezado la facultad, decidí aban-
donarla. No solo no me había gustado, sino que además no me veía
a futuro trabajando como contador o economista en una empresa u
otra organización. En ese momento, como suele suceder, nadie en la
familia recibió la noticia con agrado. La reacción fue bastante simple:
debía encontrar un trabajo. Luego de dejar algunos currículums, me
llegó, a través de un conocido, la oportunidad de acceder al puesto
de cadete en una agencia de publicidad.
Yo no sabía mucho de publicidad más allá de lo que había visto
en la televisión local en los ochenta y noventa, o lo que escuchaba
38 en la radio. Por supuesto que me divertían mucho algunas piezas
el c or azón
c r eat i v o

publicitarias, pero nunca había estado en mi radar de opciones trans-


formarme en publicista.
En la agencia tuve una experiencia maravillosa. Me llevé muy bien con
todos de forma inmediata e incluso tenía charlas muy interesantes con
los directores creativos. Solía leerles algún cuento que había escrito
durante la hora libre del almuerzo, algo que aún hoy, las personas con
quienes sigo en contacto de esa época recuerdan con mucha simpatía.
Estuve atento a la posibilidad de pasar a integrar el departamento
creativo como redactor junior o pasante, pero al parecer aún no es-
taba preparado, y mi trabajo como cadete era al menos satisfactorio.
Así seguí por varios meses, hasta que comencé a ver la posibilidad
de ganarme la vida a partir de mi actividad creativa. Por primera
vez comprendí que podía crear y obtener una retribución econó-
mica a cambio. Hasta ese momento, la remota idea de dedicarme a
cualquier tipo de actividad exclusivamente creativa de forma pro-
fesional había estado vetada por los supuestos sociales con los que
había crecido. De ninguna forma alguien podría pagar las cuentas
y mantener una familia creando. Eso era para hippies, loquitos, ar-
tistas u otras rarezas que no se encontraban en el diccionario fami-
liar. Por sugerencia de uno de los socios de la agencia, comencé a
estudiar en una universidad privada a la que pude acceder gracias
a una beca y prometerme trabajar todo el día para poder afrontar
el resto del pago. Debido a ello, durante más de cuatro años prác-
ticamente no cené jamás con la familia, y tuve todo tipo de traba-
jos, la mayoría detestables, solo soportables por la idea de llegar a
estudiar de noche lo que se iba convirtiendo en una gran pasión.
Un año antes de entregar el trabajo final para recibirme comencé a
39 trabajar como creativo en una pequeña agencia de publicidad. Aún
el c or azón
c r eat i v o

recuerdo el primer día que me senté alrededor de una mesa circu-


lar junto a la directora creativa y comencé a trabajar en mi primer
texto. Me sentía en la gloria.
Los primeros meses fueron de un aprendizaje asombroso. Por un
lado, me sirvieron para darme cuenta de todo el potencial que
llevaba conmigo. Por otro lado, tuve que enfrentarme al ejercicio
diario de la profesión. Con el paso de los años la pasión comenzó
a perderse. La recompensa emocional que recibía de la energía que
ponía en crear para vender un paquete de papas fritas empezó a
hacerme ruido. Y a pesar de tener un buen cargo y un gran sueldo
para mis jóvenes 24 años, justo cuando podía irme a vivir solo y
comenzar una vida económicamente independiente, decidí soltar
la publicidad. Preferí alejarme porque había perdido la pasión.
En ese momento creía que era solo una cuestión de la agencia. Después
me di cuenta de que era yo el que ya no encajaba. No quería vender
papas fritas sabor churrasco ni cerveza con un mayor porcentaje de
alcohol que el promedio del mercado.
Mi familia se horrorizó con la decisión, mis amigos no la entendie-
ron, y muchos conocidos la cuestionaron. ¿Cómo alguien puede dejar
un buen trabajo, con un buen sueldo, y saltar hacia lo desconocido?
Ya pasaron veinte años y sigo con la misma filosofía: soltar si no
hay pasión.
A través de los años nos enseñan que la seguridad laboral implica se-
guridad vital, y muchos se aferran a ese concepto. Sin embargo, ¿por
qué tanta depresión, pánico, ansiedad en personas que tienen buenos
40 puestos de trabajo con grandes sueldos y sin problemas económicos
el c or azón
c r eat i v o

para sostener un nivel de vida agradable? ¿Alguna vez pensaron en la


grieta que existe entre la recompensa emocional y la económica que
recibimos en cada trabajo? ¿Hasta dónde vale la pena seguir? ¿Cuál
es el límite? ¿Qué dice el corazón creativo?
Creo en la amistad con la incertidumbre. Como seres humanos fuimos
diseñados para navegar en crisis y adaptarnos a diversas situaciones. El
miedo paraliza. La pasión moviliza. Hay que aprender a soltar. Tarde
o temprano, el cuerpo habla... y, si no lo escuchamos, grita.

41
el c or azón
c r eat i v o

La sabiduría
del error y los fracasos

C
elebro la reciente redención del fracaso como plataforma de
aprendizaje. Durante años, vivimos la intolerancia al error
en todos los aspectos de nuestra vida. La falsa premisa de
una perfección inalcanzable ha hecho mella en muchísi-
mas personas que podrían haber alcanzado su máximo potencial si
no se hubieran paralizado en medio del camino. Hoy la rapidez de
los cambios hacen que el fracaso o el error sean parte de toda expe-
riencia. Y por lo tanto, probar cosas nuevas, adaptarse y mejorarlas
es un proceso continuo. Con la creatividad sucede lo mismo. Si uno
no está dispuesto a equivocarse en el proceso, lo mejor es que ni si-
quiera lo intente.
Es como pretender que un científico encuentre la cura a una enfer-
medad probando la primera combinación de elementos que tiene a
su alcance. Son muchas las horas de laboratorio que requiere un nue-
vo descubrimiento. Lo mismo sucede con las ideas: hay que probar y
equivocarse hasta dar con la solución correcta.
En este caso, como mencionaba anteriormente, la confianza es fun-
damental. Si nos paraliza el fracaso, es muy difícil poder seguir ade-
lante. Sin embargo, si lo tomamos como un trampolín, puede ser la
salvación. La clave: Aprender de todos y de todo.
Luego de entrevistar a varios líderes empresariales en las áreas tecnoló-
gica, empresarial y artística, encontré algo en común en la pasión por
aprender. Eso es lo que realmente los motiva día a día en sus trabajos.
Por otro lado, he visto casos de profesionales que se desmoronan ante
el fracaso. Líderes que no se permiten tener un error, siendo ese su
principal error. Esta forma de entender el proceso creativo está muy
42 lejos de aceptar la mediocridad. Todo lo contrario. Las verdaderas
el c or azón
c r eat i v o

mejoras, los grandes cambios, se producen luego de haber realizado


más de un intento. Si cualquier proceso de mejora se abandona ante
el error o el fracaso, es inevitable el desenlace desfavorable. Durante
mi experiencia como redactor creativo en la agencia de publicidad
aprendí más de los errores que de los aciertos. Saqué muchísimas
conclusiones sobre lo que no hay que hacer cuando se trabaja con
la creatividad. «Un hombre no es ocioso porque está absorbido en
sus pensamientos. Hay un trabajo visible y hay un trabajo invisible».
(Víctor Hugo) Esta frase la tuve que pegar en la puerta del departa-
mento creativo, ya que muchas personas en la agencia suponían que
no estaba haciendo nada. Para ellos, el trabajo tenía que ser visible.
Uno trabajaba solo cuando estaba escribiendo o diseñando.
Si la creatividad no está contemplada en su propio proceso, es muy
difícil trabajar en determinadas organizaciones. Y en ese proceso el
fracaso y los errores siempre están presentes.
Hacerse amigo de ellos es fundamental. Debemos agradecerles por
el aprendizaje y tener confianza en que la próxima vez que lo inten-
temos, el resultado será mejor.

43
el c or azón
c r eat i v o

Entre la pasión
y la búsqueda de la perfección

E
l cambio de milenio fue bastante significativo en mi vida.
Para muchos, habrá sido simplemente el miedo al famo-
so Y2K. En mi caso fue una especie de eclosión. No sé si
la fecha en cuestión haya traído consigo una especie de
crisis existencial para gran parte de los habitantes del planeta, pero
en mi caso generó una extraña mezcla de emociones y consecuen-
tes acciones.
El año 2000 no solo me enfrentó a nuevos desafíos profesionales, sino
que comencé un proceso de experimentación creativa que continúa
hasta el presente. Luego de varios meses sin trabajo, estaba absolu-
tamente quebrado, viviendo en la casa de mi madre. Con la llegada
de las vacaciones de verano, conseguir empleo en Montevideo se ha-
cía aun más difícil. El primo de un amigo me invitó a sumarme a un
grupo que había alquilado una cabaña rústica a metros del océano
Atlántico, a casi trescientos kilómetros de Montevideo. Salvo por él,
no conocía al resto de los acompañantes. Llegué a media mañana con
una mochila y me dirigí al punto de encuentro, cerca de la terminal
de buses. Desde allí caminé hasta una zona rodeada de árboles, donde
se elevaba una cabaña próxima a un estado de demolición. No había
agua potable ni luz; sin embargo, la carencia de comodidades coti-
dianas se suplió con la calidez humana y la magia de la naturaleza.
Fueron días inolvidables, llenos de sol, agua salada, música y una
energía vital abrumadora.
Sin planificarlo en absoluto, con Juan, uno de los habitantes de la caba-
ña, comenzamos a componer canciones a diario. Para la mayor parte
de las ocasiones él componía la música y yo le agregaba la letra. En
44 otras era yo el encargado de generar las melodías, gracias a las pocas
el c or azón
c r eat i v o

clases de guitarra que había tomado a los trece años. Con el paso de
los días la química creció y la creatividad comenzó a fluir. Era como
estar inmersos en uno de esos juegos de cuando éramos niños, en los
que uno perdía la noción del tiempo. Luego de aquellas vacaciones,
volvimos a juntarnos a arreglar las canciones que habíamos creado.
Algunas tenían mucho potencial, otras no tanto. Nos quedamos con
cinco y decidimos que el material era suficiente para juntar a otros
músicos amigos y comenzar a ensayarlas. Lo que siguió después me
ha dejado varios aprendizajes.
Durante un par de meses ensayábamos casi a diario y el tiempo de
experimentación era mayor que el de práctica. Con unos pocos te-
mas en carpeta y con más ensayos encima, salimos a la ruta. Tocamos
en algunos boliches de Montevideo y hasta viajamos a una fiesta en
Buenos Aires. Las canciones tenían su encanto, pero el virtuosismo
era escaso. Ni yo sabía cantar, ni el resto de los músicos dominaba
su instrumento a la perfección. Lo que comenzó como un juego dio
paso a un ejercicio constante que se fue convirtiendo en otro traba-
jo. Al año el baterista original dejó la banda y lo sustituyó otro que
dominaba mucho mejor el instrumento. Eso hizo que todos sintié-
ramos que debíamos realizar una notoria mejora si queríamos editar
un primer disco. Los ensayos se pusieron cada vez más exigentes y
el clima se enrareció.
Mi disfrute absoluto estaba en la creación. Pero los ensayos se ba-
saban en la minuciosidad de los detalles. Todo se hacía muy entre-
cortado y comenzó el hastío. El siguiente en dejar la banda fue el
guitarrista, lo que de inmediato generó un temblor en los cimien-
tos del grupo. Con Juan habíamos compuesto todas las canciones.
45 Demián, un amigo de la escuela, vino en su lugar. Su talento natural
el c or azón
c r eat i v o

sobrepasaba la excelencia. No solo se trataba de una gran persona,


sino de un excelente profesional. Tanto el bajista como el baterista
y el nuevo guitarrista disfrutaban mucho cada ensayo. Llegaban a
tocar canciones de Jimi Hendrix, The Police y Pink Floyd mientras
yo trataba de tararear algunas frases en mi inadecuado inglés. La
presión por la perfección fue tal que con el paso de los meses co-
mencé a derrumbarme. El juego había desaparecido. Al año decidí
alejarme y ese fue el fin del proyecto. ¿Qué aprendí?
Si vas a crear, asegúrate de hacerlo con la pasión y curiosidad de un
niño. Hay que aceptar fluir y perder la noción del tiempo, divertirse y
enamorarse de lo que uno está haciendo, acompañado de los mejores
amigos para que las cosas crezcan en todo su potencial. Eso sí, una
vez que la idea sale a la luz el juego ya no es suficiente. Se necesita la
precisión en la corrección, la práctica constante y el perfeccionismo
de un adulto para que cualquier proyecto se concrete. Cuando ambas
cosas se juntan, los objetivos pueden alcanzarse.
La sabiduría está en darse cuenta de cuándo debemos ser como
niños y cuando volver al modo adulto. De lo contrario, los proyec-
tos, por más hermosos que sean, a veces ni siquiera logran levantar
vuelo. Hoy sé que en todo proyecto en el que me involucro deben
estar presentes ambas partes. Una no es sin la otra, y ambas generan
productos de excelencia.
Hoy Juan sigue tocando música en México. Y Demián nos ilumina
desde el lugar donde los artistas se van de gira. A él está dedicado
este capítulo.

46
el c or azón
c r eat i v o

La fiebre

C
omo comentaba previamente, el cambio de milenio me en-
contró sumergido en una crisis vocacional. Durante años
había hecho un enorme sacrificio para poder trabajar en
lo que finalmente creía que era mi gran pasión: la publi-
cidad. Sin embrago, la experiencia en la agencia me generó muchas
dudas al respecto.
Mientras mantenía algunas reuniones con directores creativos de otras
agencias, recibí la propuesta de una radio. El programa periodístico
de la mañana no solo era uno de los más escuchados, sino que man-
tenía un enorme prestigio en la opinión pública.
Luego de un par de charlas con el director de la radio, me ofrecieron
generar ideas creativas para un segmento de humor. A los pocos días
el desafío fue otro. El programa insignia de la tarde dejaría de salir al
aire el próximo año y estaban planificando un cambio de rumbo en ese
horario. Buscaban apartarse del periodismo político y lograr un espacio
más cercano a la audiencia a través del entretenimiento.
Tuve varios encuentros con otros profesionales y directores de la radio.
Trabajamos mucho en la estructura del programa y hasta realizamos
un piloto (capítulo que suele servir a los productores y directores de un
medio para valorar el posible éxito de un proyecto). Finalmente, cuando
todo parecía concretarse, se decidió contratar para el espacio vespertino
a dos reconocidos humoristas que habían dejado su lugar en otra radio
que estaba atravesando serios problemas económicos.
Luego de varias reuniones más, decidieron sumarme al equipo.
Si bien la escritura formaba parte de mi vida y ya había obtenido
47 un primer puesto y menciones en concursos literarios, no tenía
el c or azón
c r eat i v o

experiencia en guiones de humor profesionales. Mis primeros traba-


jos fueron un completo desastre. Llegué a pensar que no servía para
el puesto. Semana a semana me encargaban guiones que nunca lle-
gaban a emitirse. Como podrán imaginar, la frustración fue in cres-
cendo. Desconozco si aún existe una grabación de esa tarde del año
2001, pero de lo que sí tengo certeza es que luego de cada programa
llegaba a mi casa totalmente agotado e incluso hasta con fiebre. En
primer lugar, porque nunca había estado frente a un micrófono en mi
vida, y en segundo lugar porque debía seguirle el ritmo a excelentes
profesionales que venían funcionando como perfectos engranajes.
Entonces, frente al problema hice lo primero que debemos hacer al
momento de enfrentarnos a uno: estudiar. La dirección de la radio
me regaló un par de libros para profundizar sobre el trabajo, y por
otra parte mis nuevos compañeros me abrieron las puertas a un nue-
vo mundo repleto de guiones y experiencias de los mejores humoris-
tas del planeta. Comencé a nutrirme a toda hora de guiones y libros
sobre humor. Luego del programa llegaba a mi casa y me sumergía
en la lectura y escritura durante horas. Incluso hasta la madrugada.
Con el tiempo y sobre todo con la práctica comencé a sentirme más
cómodo frente al micrófono y entendiendo los códigos de comuni-
cación del programa. Luego mis guiones comenzaron a ser acepta-
dos y celebrados tanto por el equipo como por el público. Lo que era
frustración se fue convirtiendo en fe. Y ese autoconocimiento de que
podía solucionar cualquier problema de comunicación me generó
mayor autoconfianza para disfrutar al máximo el trabajo.
Seguramente muchos recuerdan las primeras clases de manejo. La
atención no solo estaba puesta en el tráfico sino en lo mecánico. Con
48 la práctica, lo mecánico se vuelve un hábito. Cuando estacionamos
el c or azón
c r eat i v o

ni siquiera pensamos en si ponemos el freno de mano. Apenas apa-


gamos el automóvil es lo primero que hacemos.
Una vez que las dudas emocionales sobre mi capacidad creativa des-
aparecieron, pude enfocarme de lleno en el trabajo, mejoré notable-
mente y la fiebre desapareció.
Adquirí grandes enseñanzas de mis primeros meses en la radio.
Reafirmé que la frustración es parte de cualquier proceso de apren-
dizaje en toda actividad humana, y que la forma de superar la frus-
tración es a través del ejercicio continuo de la práctica. Por otra par-
te, entendí que no menos importante es la flexibilidad en adaptarse
a nuevos desafíos.
Cuando hablamos de creatividad nos referimos básicamente a la re-
solución de problemas. Uno puede ser creativo trabajando en publici-
dad, en guiones radiales, en un laboratorio o en un estudio de arqui-
tectura. El proceso es único para todas las disciplinas, lo que cambia
es la anécdota. Finalmente, el programa solo duró una temporada,
pero la radio siguió contando conmigo durante otros seis años. Ese
trabajo me abrió la puerta al estudio de guion tanto en largometrajes
como en series televisivas, lo que más adelante daría un giro comple-
to a mi profesión.
Así descubrí que aprender y sumar experiencias iba a formar parte
de mi futuro. No debía encasillarme en una sola actividad, sino que
debía dar rienda suelta a toda la curiosidad que habitaba en mi co-
razón creativo.

49
el c or azón
c r eat i v o

Aprender a aprender

C
uando estaba atravesando el tercer año de mi carrera uni-
versitaria recibí un consejo que no pasó absolutamente
desapercibido pero al cual no le di la menor oportunidad
en su momento. Uno de los docentes me comentó que
veía en mí un potencial para la escritura de guiones audiovisuales.
Escribía desde chico pero jamás me lo había propuesto como una
profesión. Sin embargo, el eco de las palabras de aquel profesor si-
guieron zumbando en mis oídos, como un insecto revelador. Luego
de finalizar la carrera de Licenciatura en Comunicación Publicitaria,
por primera vez en muchos años mi rutina consistía en trabajar du-
rante el día y descansar por las noches y los fines de semana. Venía
de cuatro años de jornadas laborales completas y largas noches en
la universidad.
Frente a ese escenario decidí posponer mis estudios de especialización
en contenidos audiovisuales. Lo que vino después, como narré en los
capítulos anteriores, fue un par de años en agencias de publicidad,
la posterior crisis vocacional y mi llegada a los medios de comuni-
cación. Los primeros años me encontraron en el aire con un perso-
naje muy parecido a mí. Tenía veintipico, pocas responsabilidades,
cierta inocencia y mucho por aprender. Con el paso de los años el
personaje que funcionaba en la radio y la televisión se fue alejando
de la persona. Era evidente que ya no era el mismo Martín que había
comenzado en la radio seis años atrás. Frente a esa situación, propu-
se varios cambios en la programación de la radio e incluso tanteé la
posibilidad de trabajar en una FM y aprovechar al máximo mi con-
dición de melómano.
50 Pero no tuve feedback. El país estaba inmerso en una gran crisis
el c or azón
c r eat i v o

económica y las oportunidades eran tan magras que muchos de


mis amigos y colegas habían emigrado. Cansado de convivir con
un personaje en los medios que ya no representaba mis intereses,
decidí emprender una aventura. Comencé a investigar la posibili-
dad de viajar hasta México en avión y desde allí iniciar el descenso
como mochilero recorriendo América Latina. En plena búsqueda
me contacté con una radio comunitaria en Islas Galápagos y surgió
la posibilidad de trabajar allí durante un tiempo como voluntario.
Estaba muy entusiasmado organizando la hoja de ruta cuando me
llamaron de una agencia de publicidad para involucrarme en un
proyecto cultural. La idea era convertir una vieja estación de trenes
abandonada en un moderno centro artístico, culinario y comercial.
Suspendí el proyecto del viaje y me quedé en Montevideo, estimula-
do con la idea.
Fueron intensos meses en los que una vez más aprendí de las cosas
buenas y malas, y sobre todo tuve la oportunidad de conocer una gran
cantidad de personas que hoy siguen cerca de mí. Lamentablemente,
el proyecto no pudo seguir adelante. Si bien el impulso inicial fue muy
bueno, a los pocos meses pasó de moda, comenzó a perder financia-
ción y tuvo que bajar sus cortinas.
Como paralelamente había mantenido mi trabajo en la radio, volví
a ella con la sensación de que, si bien disfrutaba lo que hacía, ya no
me quedaba mucho tiempo para seguir adelante con el personaje.
Por decirlo de una forma sencilla: en la radio funcionaba en piloto
automático. En mi vida personal, no. Empecé a interiorizarme en el
guion audiovisual en la escuela de cine. Cursé un semestre que me
51 enseñó que tenía todo un mundo por descubrir. Un año antes de
el c or azón
c r eat i v o

cumplir treinta, me surgió la posibilidad de ir a estudiar producción


audiovisual durante un semestre al exterior. Fue otra experiencia
enriquecedora no solo en cuanto a lo académico sino a lo vital: con-
vivir con estudiantes de todo el mundo, viajar, filmar y aprender en
uno de los países de vanguardia en cuanto a la industria audiovisual
y creación de formatos televisivos fue tan intenso como revelador.
A la vuelta realicé varios talleres de guion de televisión y produc-
ción de formatos. Y como si todos los planetas se hubieran alineado,
luego de un año de proyectos intermitentes, me contrataron para
la dirección creativa de una productora audiovisual independiente
en la que trabajé cinco años creando contenidos para distintos me-
dios y géneros. Han pasado muchos años y aún sigo aprendiendo.
Debemos aprender a derribar fronteras, mantenernos permeables
a nuevas experiencias, activos frente a los cambios y, sobre todo,
desconectar el piloto automático.

52
el c or azón
c r eat i v o

En medio de un terremoto

S
i uno busca las condiciones perfectas para ponerse a crear, se-
guramente lo que esté buscando sean excusas para no enfren-
tarse al desafío. En cuanto a mi experiencia personal y a la de
varios colegas con los que he mantenido varias charlas previo
a la escritura de este libro, las condiciones perfectas rara vez existen.
Por el contrario, el camino hacia la actividad creativa puede estar pla-
gado de excusas, antes, durante y por supuesto, después, sobre todo
si los resultados no son los esperados. La única condición ideal para
crear está en el corazón creativo. Es decir, está en nosotros mismos.
Pensemos en las grandes mentes creativas de todos los tiempos, e
incluso en los colegas con quienes trabajamos a diario en cualquier
disciplina. ¿Cuáles son las condiciones ideales? ¿Una vida personal
perfecta en todos los aspectos, la familia, los amigos, el contexto la-
boral, la situación del país, un mundo sin conflictos?
La creatividad está más asociada al trabajo adaptado a las condicio-
nes que existen que a esperar las condiciones ideales y confiar en esos
mágicos momentos de inspiración.
A los pocos meses de haber ingresado como director creativo en la
productora audiovisual viví el momento más feliz de mi vida: me con-
vertí en padre. Eso, por supuesto, trajo consigo varias dificultades:
pocas horas de sueño, el cambio que produce un nuevo integrante en
la dinámica familiar y una mudanza en el medio.
El nuevo trabajo en la productora no solo exigía experiencia y ofi-
cio, sino el estudio constante de las nuevas tendencias que a nivel
de medios y formatos habían irrumpido en el mundo audiovisual.
53 A su vez, escribía artículos periodísticos semanales para el Círculo
el c or azón
c r eat i v o

Uruguayo de Publicidad, tenía al menos dos cursos por semestre


en la universidad y colaboraba como redactor en diversas agencias
de publicidad. La irrupción de las redes sociales hizo que tuviera
que replantear varios de los talleres que dictaba en la universidad,
por lo que las horas de estudio y preparación de clase aumentaron
también. Todo esto, definitivamente, impactó de forma negativa
en mi vida familiar, y al año me encontraba en pleno trámite de
divorcio, sin un lugar donde vivir y con dificultades económicas
para afrontar los cambios que se avecinaban.
Hoy lo recuerdo con agradecimiento, como otro gran aprendizaje,
pero lo cierto es que en ese momento estaba en medio de un terre-
moto. Tuve que empezar y reinventarme de cero.
¿Y qué pasó entonces con mi actividad creativa? Es difícil saber en
profundidad qué tanto se vio afectada por las turbulencias personales
y profesionales, ya que no hay manera de comprobar el famoso «qué
hubiera pasado si...». Sin embargo, puedo asegurar que tener fe en mi
potencial creativo, conocer la existencia de un proceso creativo en
el cual sostenerme y tener oficio en la práctica de herramientas que
me ayudaran a concentrarme y enfocar mi esfuerzo en la dirección
correcta fueron de una ayuda inconmensurable. Ese primer año en
la productora fue de una fermentación impresionante. Generamos
varios formatos que luego vieron la luz y se transformaron tanto
en programas de entretenimiento como en series educativas que
llegaron a emitirse en varios países del mundo.
Si uno cree que no va a poder concentrarse en el trabajo ya que está
metido en otros problemas, lo más probable es que no pueda hacer-
lo. En lugar de ocupar tiempo y espacio en sobredimensionar los
54
el c or azón
c r eat i v o

propios obstáculos que ya están presentes, mi recomendación es des-


viar las emociones y pensamientos hacia la acción creativa. A partir
de este punto cualquier cosa que uno intente ya es pura ganancia. Sí,
se puede crear en medio de un terremoto, así sea un divorcio, una
crisis económica, una mudanza, la pérdida de un cliente importante
o problemas personales de toda índole. En resumen, frente a un te-
rremoto lo que mejor hice fue:
No usar los problemas como excusas.
Estar atento al proceso y a las herramientas creativas.
Trabajar.
Trabajar más.
Reforzar la fe creativa.

55
el c or azón
c r eat i v o

The Dark Side of the Riesgo

L
o primero que muchas personas piensan cuando escucha la
palabra «riesgo» es peligro. Es entendible que así sea. Hasta
en el diccionario de la Real Academia Española se hace re-
ferencia a la contingencia o proximidad de un daño.
Sin embargo, el riesgo tiene una cara oculta muy significativa al mo-
mento de afrontar nuevos desafíos. El mayor riesgo en creatividad es
no atreverse a correr riesgos. Una de las dos caras de la palabra suele
generar parálisis y una resistencia natural frente a las nuevas ideas. Pero,
¿qué pasa con todo lo que obviamos ante la inminencia de un cambio?
Muchas veces las grandes cosas de la vida y los mejores aprendizajes
ocurren cuando nos animamos a correr un riesgo. Al hacerlo, incluso
aunque nos vaya de la peor manera imaginada, la pérdida nunca es to-
tal. Siempre nos queda la experiencia. La sabiduría está en aprovecharla
al máximo, para que los nuevos desafíos tengan aún mayores posibi-
lidades de éxito. El simple hecho de no correr riesgos puede generar
otros aun mayores, sobre todo en estos años, en los que los cambios
avanzan más rápido que lo que podemos asimilar. La opción de que-
darse tranquilo y acompasar los diversos movimientos que acontecen
genera una pérdida de competitividad que a veces somos incapaces de
dimensionar. Las veces que me quedé en un trabajo o en una relación
determinada por comodidad o miedo, el riesgo de no correr riesgos
también fue bastante alto. Pensemos solamente en las afecciones físicas
o emocionales de estas acciones o, para ser más precisos, de estas no
acciones. Por otra parte, es curioso cómo la vida te termina moviendo
de lugar o de situación, por más que uno se resista al cambio.
Varias veces escuché la misma historia con diversos protagonistas,
siempre con el mismo denominador común: un movimiento obliga-
56 do que termina generando muchísimas oportunidades.
el c or azón
c r eat i v o

Es frecuente el caso de personas atrapadas en un trabajo que no les


gusta pero les alcanza para pagar las cuentas, y hasta que no sufren
un despido no alcanzan su mayor potencial. En una primera lectu-
ra, el riesgo tiene una cara negativa. Lo más curioso es que con el
tiempo, las mismas personas agradecen haber atravesado ese pro-
ceso, y dicen que por eso han llegado hasta el lugar o la posición
que anhelaban. Es necesario aclarar que atreverse a tomar un ries-
go no significa obrar de una forma irracional y absurda. Lo que en
realidad significa es que debemos evaluar el riesgo de forma global
y no mediante una sola de sus caras. Por eso, este capítulo también
podría llamarse «The Bright Side of the Riesgo». Una vez que eva-
luamos el dark y el bright side del riesgo podemos saber si hay que
correrlo o no.
En mi vida profesional y personal he corrido muchísimos riesgos. No
todos han salido bien. Quizás uno de los fracasos más resonantes que
tuve fue como conductor de un programa en el prime time de uno
de los canales más vistos de la televisión uruguaya. Luego de varios
años en radio y televisión, recibí la oferta para ser la figura central
de un spin off de un controvertido formato internacional. Si bien el
programa en cuestión no era el que más disfrutaba como televidente,
la posibilidad de lanzarme como presentador me pareció irresistible.
Decidí correr el riesgo. Además, ¿quién era yo para rechazar una
oportunidad así? Podía irme mal, es cierto. Pero... ¿y si funcionaba?
¿Si, más allá del programa, generaba un posicionamiento interesan-
te como figura televisiva? El resultado: cuatro programas al aire. Al
mes había desaparecido del radar. Salvo un llamado para conducir
móviles durante la mañana, no recibí ninguna otra oferta hasta mu-
57 cho tiempo después.
el c or azón
c r eat i v o

¿Me arrepiento de la decisión tomada? No. Aprendí a ser más selec-


tivo en los desafíos, a dominar el espíritu endemoniado de mi ego y
canalizarlo en otras actividades, y sobre todo aprendí que, gracias a
esa decisión, hoy estoy escribiendo este libro. ¿Qué hubiera pasado
de no haber aceptado la oferta de trabajo como conductor? ¿Existe
certeza alguna de otro escenario posible? Lo maravilloso de la vida es
esa incertidumbre. Incertidumbre que está directamente relacionada
con cómo nos tomamos la vida.
En lo que respecta a mi vida personal, antes de cumplir los treinta
años obtuve una beca para estudiar producción audiovisual en el
exterior. Mi plan inicial era viajar, estudiar y generar experiencias
laborales en otros lugares del mundo. Era un viaje sin una fecha es-
pecífica de regreso.
Un par de meses antes de la fecha de inicio de clases, salí por primera
vez con quien hoy es la madre de mi único hijo. Esos meses los viví
como parte de una aventura. Salíamos, nos divertíamos, y teníamos
una conexión bastante fuerte; sin embargo, no estaba enamorado.
Me fui de viaje a España, Israel, Egipto y Turquía, y sucedió algo mara-
villoso. A los meses de estar estudiando, ella vino a visitarme durante
un par de semanas. Seguramente haya conectado algún mecanismo
misterioso en mi interior, pero lo cierto es que finalmente fui atrave-
sado por las flechas de Cupido.
Como mencioné anteriormente, al inicio del viaje no tenía previsto
retornar a Uruguay. Sin embargo, se dio algo que he descubierto a lo
largo de los años: a la vida le encanta cambiarnos los planes.
58 Podía seguir viajando y apostando a un crecimiento profesional o
el c or azón
c r eat i v o

retornar a Uruguay y apostar, nada más ni nada menos, y por más


cursi que suene, al amor.
Pensemos ahora en el riesgo, en el lado oscuro y su lado luminoso.
Si me hubiera dejado llevar por el lado oscuro del riesgo, hubiera pen-
sado que una gran parte de las relaciones humanas están destinadas
a fracasar y que no valía la pena el intento. Sin embargo, de no haber
tomado el riesgo no hubiera tenido lo que considero el mayor logro
de mi vida: mi hijo, Santiago.
Finalmente, la relación no prosperó y terminó en un divorcio. Pero
el milagro de la creación ya estaba consumado.
Así que la próxima vez que te enfrentes a una decisión que conlle-
va un riesgo, mi consejo es analizar lo positivo y lo negativo. Y si el
corazón habla, hacerle caso. A fin de cuentas, las cosas pueden salir
mejor de lo planeado. Y si nos caemos en el camino, levantarse es
obligatorio. Como dice ese viejo refrán: «El problema no es caer, sino
encariñarse con la piedra».
El mayor riesgo está en no hacer nada. Y un corazón creativo late...
está en su naturaleza.

59
el c or azón
c r eat i v o

¡Mío!

E
s curioso cómo el cerebro se resetea a partir de los tres años.
Hay muchas teorías al respecto y la idea de este libro no es
desarrollarlas. Son muy pocas personas las que conservan
recuerdos de una edad tan temprana. E incluso muchas veces,
ni siquiera están seguros de si esos recuerdos son propios o fueron re-
creados a través de narraciones familiares. Confieso que no conservo
ningún recuerdo de mi vida a los tres años. Aunque supongo que no
habrá sido muy distinta de la de otros niños con respecto al tema que
quiero compartir. A los niños de tres años les cuesta mucho prestar
las cosas. Creen que todo les pertenece, y dejar de lado un pequeño
juguete, por más insignificante que parezca, puede llegar a convertirse
en todo un drama. Esta acción la representan con la palabra «mío».
Expertos en educación sugieren que esto ocurre porque el niño
considera el objeto parte de sí mismo. Con el tiempo, la mayoría de
los niños aprende a desprenderse de los objetos y puede compar-
tirlos con el resto de sus amigos. ¿Qué sucede con la creatividad?
Cuando comencé a trabajar en creatividad estaba convencido de que
cada idea que me surgía era absolutamente mía. Que me pertenecía en
su totalidad. ¡Qué grave equivocación! Cargar sobre mí tanta responsa-
bilidad, en el acierto o en el error. Luego entendí que cada nueva idea
y obra creativa eran parte del equipo de trabajo. Sobre todo gracias a
la sinergia que se generaba entre todos los que participaban durante el
proceso. Hoy creo que es parte de algo mucho más grande y poderoso.
¿Como adultos, podemos decir «mío» cuando hablamos de una crea-
ción? ¿Quién puede decir con absoluta propiedad que algo le pertenece?
Evidentemente, hay una responsabilidad del trabajo en encontrar esa
nueva combinación de viejos elementos y crear algo nuevo. Pero, ¿no
60 son esos elementos con los cuales trabajamos un gran entramado de
el c or azón
c r eat i v o

otras creaciones, y gracias a ellas ha sido posible el éxito de esa nueva


combinación? Si nuestras creaciones tienen una base importante en
creaciones anteriores, entonces tenemos una responsabilidad con la his-
toria, y por supuesto, con el futuro. Somos parte del universo, aunque a
veces nos pongamos en el lugar de un niño de tres años y creamos que
todo gira a nuestro alrededor. Y si tenemos la fortuna de encontrarnos
en medio del trabajo con una de esas grandes creaciones que llegan a
cambiar paradigmas, nada mejor que recibirlas con agradecimiento.
Cuando sustituimos el «mío» por el «nuestro» es cuando la creatividad
adquiere su mayor expresión, y sobre todo entra en coherencia con el
corazón creativo. El valor de la autoría intelectual es incuestionable. Lo
que sí es cuestionable es no devolverle a la humanidad su contribución
por la que todas nuestras creaciones son posibles.
Por esta razón este libro es gratis. Les pertenece a todos los que quie-
ran leerlo. Es mi humilde contribución. Es mi eterno agradecimien-
to. Siento, desde lo más profundo de mi ser, que en cada una de las
palabras de este libro están las ideas y los sentimientos de muchas de
las personas con las que me he cruzado a lo largo de estos años, y, por
transitiva, las ideas y sentimientos que esas personas han intercam-
biado con otras a lo largo de la historia de la humanidad. Por otro
lado, es justo mencionar que se puede descargar electrónicamente de
forma paga, y que el total de las ganancias será donado al programa
Educación Responsable, que trabaja en el desarrollo de la inteligencia
emocional, social y de la creatividad enfocado a niños y adolescentes.
Si consideran que su contribución es justa y pueden hacerlo, encon-
trarán más información en www.martinavdolov.com
61 Les agradezco su apoyo desde cada átomo de mi corazón creativo.
el c or azón
c r eat i v o

Quedó horrible, pero...

E
l semestre pasado, un alumno del taller de creatividad que
doy desde hace una década en la universidad se dispuso
a presentar una idea en la que había trabajado durante la
clase. Se trataba de un alumno aplicado, con muy buena
expresión interpersonal.
Apenas llegó hasta la pizarra, dibujó un rectángulo que serviría como
marco para realizar una serie de viñetas y así explicar el material au-
diovisual que había planeado. El rectángulo estaba levemente torcido.
Cualquiera podía notar claramente que no se trataba de un rectán-
gulo perfecto -algo realmente difícil de lograr a mano alzada si no
se es un profesional del dibujo-. Antes de comenzar con la presenta-
ción, lo primero que dijo fue: «Perdón, soy espantoso dibujando». Le
pregunté cuál era el problema, por qué se excusaba y de dónde había
sacado ese juicio que lo atormentaba.
No supo responderme con claridad. Lo tranquilicé diciéndole que
no había ninguna necesidad de dibujar un rectángulo perfecto y que
se diera la libertad de presentar su idea de una forma positiva. Esta
autocrítica previa a una presentación no es un caso aislado. A lo largo
de mis años de docencia universitaria, sobre todo en el área creati-
va, no ha pasado ni un semestre en el que un alumno no comience
la presentación de una idea con la frase «quedó horrible, pero...».
En ese momento, y previo a que continúe con la presentación, suelo
interrumpirlo. Lejos de criticarlo por comenzar con el pie izquierdo,
lo tranquilizo y le pido que confíe en su idea.
Más allá de la autocrítica, tan necesaria al momento de la evaluación
creativa, si llega al instante de una presentación, le especifico que si dio
62 lo mejor de sí en el tiempo que tuvo, no tiene nada de qué excusarse.
el c or azón
c r eat i v o

Luego, la idea puede prosperar o no, incluso hasta puede servir como
plataforma para nuevas y mejores ideas. Pero comenzar una presenta-
ción con un juicio tan negativo sobre el trabajo propio es una alarma
que como docente no puedo dejar pasar. La pregunta que me hago es
de dónde provienen esos juicios tan negativos.
En primer lugar, provienen de los demonios internos que se han apo-
derado del corazón creativo. En el próximo capítulo podrán entender
la experiencia del profesor exorcista. Pero los prejuicios limitantes
también surgen de la comparación. Los alumnos suelen ver ideas
publicitarias exitosas en diversos medios. Suelen tenerlas como refe-
rencia. Lo que desconocen, en su corta experiencia de trabajo crea-
tivo, es todo el trabajo que conllevan. Es como pedirle a un niño que
comience a correr antes de dar los primeros pasos.
Cuando finalmente entienden que existe un proceso de aprendizaje
y que apenas están dando los primeros pasos en su profesión, la an-
siedad suele minimizarse. Esto ocurre en muchas otras disciplinas.
Los procesos hay que respetarlos. Si somos parte de la naturaleza,
¿por qué ese patrón debería ser distinto en cuestiones creativas?
¿Quién no recuerda el ejercicio de germinación en la escuela?
Poníamos la semilla en algodón mojado y con el paso del tiempo
aparecía un brote y luego la planta. Había que saber esperar. No es
como bajarse un aplicación en el celular, con la que a los pocos se-
gundos ya estamos jugando.
El caso del bambú es paradigmático en todo a lo que el crecimiento
y el esfuerzo requiere. El bambú crece hacia dentro de la tierra du-
rante años hasta que, en un momento determinado, se expande hacia
63 afuera en pocos días.
el c or azón
c r eat i v o

Tanto en la creatividad como en toda práctica de la naturaleza, existen


procesos. Saltear una etapa no es recomendable. Tener la paciencia
y el compromiso de atravesar cada una de ellas es la clave para soltar
esos juicios y comparaciones que tanto nos atormentan.

64
el c or azón
c r eat i v o

El exorcista:
educación sin demonios

L
o que ocurre en la educación terciaria en el mundo es com-
plejo. La tarea de los educadores universitarios va mucho
más allá de la transmisión de información o el apoyo a la
resolución de diversos problemas.
Estoy inmerso en el sistema educativo desde que tengo memoria.
Primero fue como alumno y luego como docente universitario. En
todos los casos, y sin ninguna excepción, me he enfrentado al mismo
problema. Nadie se encarga de exorcizar los demonios que atormen-
tan a los alumnos desde que ingresan en el sistema escolar.
Hace un par de meses, mi hijo de seis años volvió de la escuela y me
dijo «papá, soy desprolijo». Evidentemente, alguien le mencionó esa
palabra en una circunstancia determinada.
Esa etiqueta, con el tiempo, se transforma en un demonio que lo po-
dría perseguir hasta el fin de sus días si nadie se atreve a exorcizarlo.
Lo primero que le dije fue que él no es desprolijo, que tiene seis años
y que está en pleno proceso de aprendizaje. Le ofrecí mi apoyo y le
dije que si practicaba cada día, iba a poder solucionar cualquier pro-
blema que se le presentara.
Si trasladamos el caso de mi hijo a la educación de millones de estu-
diantes a lo largo del mundo, podemos observar cómo esos juicios
los persiguen hasta el día de hoy.
Evidentemente, uno elige la carrera en la que más se siente cómodo
y donde cree que puede alcanzar su mayor potencial. Sin embargo,
existen muchas materias que ponen a prueba nuestra capacidad de
vencer determinados demonios. Y muchas veces, hay estudiantes que
65 se dan por vencidos.
el c or azón
c r eat i v o

En el caso de la creatividad esto se evidencia mucho más. La mayor


parte de los adultos a los que asesoro en temas de comunicación,
estrategia y creatividad dicen no ser creativos. El primer error, como
vimos anteriormente, parte en vincular a la creatividad con el arte.
El segundo error proviene de hacerle caso a lo que Daniel Goleman,
en el maravilloso libro El espíritu creativo, denomina «voz de juicio».
Todos la tenemos, en mayor o menor medida, en las diversas mani-
festaciones de nuestra vida. Lo que trato de hacer con los estudiantes
es explicarles que esas voces no les pertenecen. Son las voces de sus
padres, hermanos, abuelos, maestros, profesores, compañeros de
clase, que se han instalado en un lugar más o menos cómodo dentro
de ellos y no los quieren abandonar. Seguramente, muchos de los
lectores hayan identificado esas voces. Desde «yo no soy creativo»
hasta «yo no soy tan bueno como mi hermano» o incluso en otros
ámbitos de la vida. Tengo muchas amigas que repiten la misma fra-
se: «Siempre elijo a los hombres equivocados».
Cuando una de esas creencias se instalan como espíritus malvados
es muy difícil erradicarlas, sobre todo porque generan una suce-
sión circular de pensamientos y acontecimientos. Esto es lo que se
conoce como «profecía autocumplida». Si pienso que no soy bueno
para jugar al fútbol, seguramente no consiga jugar bien al fútbol.
Hasta hace poco, muchas profesiones podían prescindir de la crea-
tividad. Sin embrago, el trabajo del presente y el futuro lo exige en
cada una de las disciplinas. La creatividad atraviesa a todas las carre-
ras y es un diferencial entre los mejores profesionales, los mediocres
y aquellos que se quedan por el camino.
66 Así que la próxima vez que pienses que no sos creativo, te propongo,
el c or azón
c r eat i v o

en primer lugar, tratar de distinguir de dónde vienen esas voces, si-


lenciarlas y trabajar mucho reforzando las capacidades creativas.
A los que leen este libro, déjense exorcizar.

67
el c or azón
c r eat i v o

¿Quién dijo que solo


podemos vivir una vida?

E
n Uruguay, a los quince años el sistema educativo te en-
frenta a tu primera gran decisión con respecto al futuro
profesional. Una vez que se elige un camino, todos los
esfuerzos deben estar destinados a una de esas áreas de
conocimiento. Después viene la universidad, donde una vez más
debemos elegir otra especialización, y luego una especialización
dentro de otra especialización. En algunos casos, esta particulari-
dad del sistema educativo funciona a la perfección. Pensemos, por
ejemplo, en un cirujano especializado en rodillas y otro especia-
lizado en ojos. Si tuvieras que operarte la vista, ¿a cuál de los dos
elegirías?. Sin embargo, esta regla no se cumple en todos los ámbi-
tos. Y ahí está el mayor problema de un sistema educativo que por
un lado tiende a segmentar y por otro a generalizar. En mi adoles-
cencia y primeros años de la juventud, tuve charlas con psicólo-
gos que me aconsejaron dedicarme a una sola tarea. Familiares me
han dicho insistentemente que no puedo seguir experimentando
y cambiando de trabajo una y otra vez. ¿Por qué no? Son cada vez
más los jóvenes estudiantes y profesionales que se encuentran en
una situación similar.
Hace un par de décadas, en un mundo sólido, donde los cambios eran
más resistidos, cuando uno encontraba un lugar no quería moverse
de ahí. Hoy el mundo es más líquido que nunca. Lo sólido tiende a
licuarse y las fronteras, a desaparecer. Las profesiones actualmente
exigen una flexibilidad como pocas veces se ha visto.
El mercado laboral pide curiosidad, creatividad y aprendizaje cons-
tantes. Exige no tener una sola vida, sino varias. Todo lo que nos ha
llevado hasta aquí es parte del aprendizaje necesario para enfrentar
68 cada nuevo desafío.
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Por eso resalto y destaco la curiosidad innata con la que venimos al


mundo. Las ganas de vivir un montón de vidas. De querer ser astro-
nautas, bomberos, maestros, bailarines, jugadores de fútbol, pilotos,
detectives, espías, músicos, genios en computación, aventureros, psi-
cólogos, artesanos, agricultores, escritores, cocineros... Seres humanos
que no se limitan a una sola vida, sino que tienen una vida dentro de
otra dentro de otra, y así sucesivamente.
Vivir una sola vida es una prisión para un corazón creativo.
Cuando se rompen las cadenas, empieza la aventura y el descubrimiento.

69
el c or azón
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Siempre hay algo para hacer,


incluso cuando pensamos
que no hacemos nada

C

uando estamos atentos al proceso creativo, somos cons-
cientes de que podemos permanecer activos siempre. Todo
está interconectado entre sí. En un mundo ideal, dormi-
mos ocho horas, nos alimentamos de forma saludable, ha-
cemos suficiente ejercicio, mantenemos buenas relaciones humanas
con nuestro entorno y trabajamos y vivimos en espacios llenos de
aire puro, luz natural y música inspiradora.
Pero no vivimos en un mundo ideal. Muchas veces me encuentro ante
la terrible dificultad de lograr concentrarme. Estoy nervioso, inquie-
to, cansado, de mal humor, hambriento o en medio de una reunión
con una energía que te deja por el piso. Pues bien, aquí es donde más
debemos prestarle atención al corazón creativo y pedirle que venga
a nuestro rescate.
¿Cómo? En primer lugar, lo que más recomiendo es mimarse. En vez
de autoflagelarse porque la productividad no es la que pretendemos o
necesitamos en ese momento determinado, hagamos lo contrario a for-
zar una situación que el propio corazón nos está advirtiendo. Mimarse
es darse el tiempo de sanar y recuperar la energía. Para algunos puede
ser una caminata, para otros, tomar un delicioso refresco; otros pre-
ferirán un breve retiro a una sala desierta donde nadie interfiera con
su búsqueda de la tranquilidad. A veces ayuda un helado, una breve
llamada a un ser querido, una ducha refrescante. No hay una receta
única para sentirse mejor. Una vez que acomodamos un poco más el
cuerpo, debemos prestarle atención a cada etapa del proceso creativo.
Siempre podemos hacer cosas productivas. Por ejemplo, durante el
proceso de escritura de este libro, aproveché cada momento de in-
70 quietud o falta de concentración para leer artículos interesantes.
el c or azón
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En lugar de sentir culpa por no estar escribiendo, lo que hice fue su-
plir ese vacío con la primera etapa del proceso creativo: la bandeja
de entrada. En lugar de ser un creador pasivo, me puse en el lugar
de un receptor activo. Es increíble cómo todo ese tiempo, que gene-
ralmente se vive con cierto estrés, pasa a ser sumamente disfrutable.
Cuando uno lo acepta como parte del proceso, la falsa sensación de
no hacer nada desaparece. Despertar la nada y transformarla en una
experiencia activa es una de las armas más poderosas que tiene un
corazón creativo para mantenerse productivo. Con los años pasé de
ser una persona que rendía creativamente más en la noche a una que
alcanza su máxima productividad en la mañana. Ese conocimiento
me permite administrar mejor los tiempos y energías.
Y si dormí mal porque mi hijo estuvo enfermo o porque tuve una
fiesta hasta altas horas de la noche, no fuerzo la mañana. La aprove-
cho al máximo en otras manifestaciones del proceso.
Es así como desaparecen la ansiedad, el miedo, el dolor, y todo se
vuelve más placentero.

71
el c or azón
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Una puerta que se abre


nunca se cierra del todo

L
a sabiduría china lo conoce como el aleteo de una mariposa.
Dicen que esa mínima acción, que es parte de una sucesión
de hechos aparentemente inconexos, puede llegar a modifi-
car todo un sistema incluso hasta en el otro lado del planeta.
En una visión más mundana y menos romántica de la teoría del caos,
yo le llamo «abrir puertas». Cuando comencé la vida laboral tenía la
falsa percepción de que uno abría una puerta e inmediatamente se
encontraba con algo del otro lado. Podía ser una oportunidad, un de-
safío, una disyuntiva o todo lo que uno pudiera imaginarse. Cuando
la puerta se abría, inmediatamente tenía que ver los resultados. La
experiencia me enseñó otra cosa. Y siento que mi deber es transmi-
tir estos conceptos, sobre todo a los que están comenzando su vida
profesional, porque han nacido y viven en un mundo donde la in-
mediatez es una constante. En primer lugar, en cualquier actividad
creativa, nuestro deber es abrir puertas permanentemente. Eso signi-
fica mantenerse en movimiento. En segundo lugar, cuando uno abre
una puerta, puede que del otro lado aparentemente no haya nada.
En ese caso, el peor pecado que podemos cometer como seres crea-
tivos es pegar un portazo. ¿Por qué? Simplemente porque por más
fuerza que hagamos en cerrarla, una vez que la abrimos, la puerta
jamás vuelve a su posición original. Queda una grieta imperceptible
capaz de sorprendernos a lo largo de nuestra vida e incluso hasta en
la de nuestros hijos. En tercer lugar, aceptar que estas son las reglas
del juego nos genera la consciencia de un pensamiento de largo pla-
zo. Toda acción que generamos tendrá su reacción tarde o temprano,
para bien o para mal... E incluso para algo que quizás nunca llegue-
mos a comprender. Para poder abrir puertas es necesario abandonar
72 la idea de la perfección, ese altar inalcanzable donde a veces ponemos
el c or azón
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nuestros proyectos. Durante años, la idea de la perfección me man-


tuvo paralizado. No fue hasta que comprendí que existe un proceso
y que las imperfecciones son parte de él hasta llegar a nuestra me-
jor versión posible para el plazo que tengamos, que comencé a abrir
puertas más a menudo, y con el tiempo las cosas empezaron a pasar.
Siempre que abrí puertas lo hice con absoluto respeto y responsabili-
dad con quienes compartí los diversos proyectos. No hace falta decir
lo reconfortante que es, más de veinte años después, encontrar que
detrás de esas puertas aún existe un mundo maravilloso por descubrir.
Hoy soy un convencido y un promotor del movimiento.
Las ideas que quedan encerradas dentro de las cabezas, como si estu-
vieran guardadas en una caja fuerte, no sirven para nada.
La creatividad está destinada a trascender de una forma u otra. Es
energía vital en movimiento. Es una llave que abre millones de puer-
tas que nunca se cierran y donde todo puede llegar a suceder. Solo
hay que recordar este proverbio hindú: «La más larga caminata co-
mienza con un paso». Quizás nuestra mayor experiencia creativa esté
detrás de una puerta que abrimos hace mucho tiempo. Quizás en la
que abramos la próxima semana.
Solo el tiempo tiene la respuesta.

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En el equipo de los buenos

E
l ser humano siempre ha utilizado la creatividad para la re-
solución de problemas. Lo más curioso de esta sentencia es
que las distintas soluciones suelen generar nuevos problemas.
Cada vez que me enfrento a un desafío creativo, recuerdo
una pregunta que siempre comparto con mi hijo: ¿en qué equipo esta-
mos? Su respuesta siempre es: «En el equipo de los buenos». Cuando
planteo un objetivo, luego de generar opciones creativas me encuen-
tro en una etapa de evaluación.
La solución que considero más adecuada es la que satisface los intereses
puntuales pero también contribuye al bien común. Si la solución crea-
tiva que planteo es buena para mí, pero puede llegar a ser un problema
aún mayor para el resto de la sociedad, la descarto. Pero medir las con-
secuencias no siempre es tan sencillo. Pensemos en Albert Einstein y en
cómo sus descubrimientos terminaron generando una de las armas de
destrucción masiva más poderosas de la humanidad. ¿Alguna vez fue
su objetivo? ¿En qué equipo jugaba Albert Einstein?
No tengo dudas que estaba en «el equipo de los buenos». La historia
está repleta de estas perversas excepciones.
Más allá de eso, desde nuestro corazón creativo debemos tener en
cuenta esta simple premisa: amar lo que uno hace es hacer las cosas
bien para hacer el bien.
Lo que suceda después, más allá de la meticulosa evaluación que reali-
cemos, será otra obra misteriosa del universo. Eso sí, lo que podemos
controlar, en mayor o menor medida, es definir en qué equipo esta-
mos. Quizás planteando nuestras creaciones de esta forma tengamos
74 la oportunidad de vivir en un mundo mejor.
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¡Sin excusas, por favor!

E
n una de las cenas que regularmente disfruto con un gru-
po de amigos que tengo la fortuna de mantener desde
la infancia, uno de ellos compartió una ocurrencia que
había leído en las redes sociales y que me pareció reve-
ladora: «Según el cerebro, el cerebro es el órgano más importante
del cuerpo».
Nuestro cerebro es tan inteligente y dominante que primero nos ase-
gura todo su poderío y luego nos llena de excusas cuando algo no
funciona como debería. El cerebro es experto en inventar excusas.
Sobre todo cuando nuestro corazón, algo debilitado por la falta de
confianza, no se cree capaz de llevar adelante cualquier emprendi-
miento. Esto funciona tanto para lo personal como para lo laboral. En
el caso de la creatividad me ha pasado una infinidad de veces, sobre
todo al enfrentarme a la mítica página en blanco.
En lugar de ponerme a escribir, comienzo a hacer todo tipo de cosas
que casi siempre quedan en segundo plano. Desde lavar los platos,
ordenar el comedor, revisar la agenda de la semana, chequear las re-
des sociales y un sinfín de actividades que han llegado incluso hasta
ponerme a cocinar un plato exótico.
Otras veces es mucho más sutil. Las excusas aparecen en forma de
dolores de espalda, cansancio, falta de concentración o la más clá-
sica de todas: «poca inspiración». Así dejamos pasar un día. Total,
mañana las cosas serán distintas. Entonces, como si estuviéramos
inmersos en una máquina del tiempo, pasan una semana, un mes,
y hasta un año. ¿El resultado? La misma página en blanco que el
primer día, o, a lo sumo, algunos garabatos. Debo especificar que la
página en blanco funciona tanto de forma literal como metafórica.
75 Se trata de todo proyecto en el que estemos embarcados.
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En definitiva, nuestro cerebro es inteligente y nos inventa excusas


cuando nuestro corazón no se cree capaz.
Por eso voy a ser muy sincero y conciso al respecto: a la pasión hay
que encontrarla y convertirla en un hábito. Así es como sobrevive el
corazón creativo.

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La belleza está en el camino

E
n los últimos años disfruto mucho visitando reservas naturales
en los distintos lugares del mundo a los que viajo. Si tengo el
suficiente tiempo, suelo hacerme una escapada de la ciudad
para conectarme con la naturaleza propia de cada región.
Recuerdo en especial uno de esos viajes, que compartí con un grupo
de amigas. Había manejado durante varias horas a causa de un impor-
tante desvío por el mantenimiento de una de las autopistas principa-
les. Cualquiera que haya conducido por caminos sinuosos, con poca
visibilidad y durante varias horas, sabe a lo que me refiero. Pasado el
mediodía nos cruzamos con varios restaurantes. Estuve a punto de
frenar en cada uno de ellos. Sin embargo, decidimos seguir adelante
y disfrutar algo ligero en la reserva. Habíamos escuchado que había
cantinas donde comprar desde agua hasta frutos secos, sándwiches,
frutas y golosinas.
Durante el trayecto, veníamos conversando sobre la importancia de
desprogramarse. Fue una conversación sumamente enriquecedora
desde el punto de vista espiritual. Varios de los ocupantes de la camio-
neta habían leído numerosos libros sobre budismo y asistían a clases
de yoga. Antes de entrar a la reserva natural, uno ya podía enfrentarse
a la majestuosidad del paisaje. Elevadas montañas, ríos caudalosos,
vegetación abundante. Todo era un absoluto disfrute para la vista.
Una vez que ingresamos, nos enteramos de que el centro de servicios
se encontraba todavía a una distancia considerable. A esa altura de
la tarde todos estábamos hambrientos, pero ya no había vuelta atrás.
Mientras el cuentakilómetros avanzaba, las señales de los teléfonos
celulares comenzaron a desvanecerse y el equipo del GPS del auto-
77 móvil comenzó a perder referencias salvo en los caminos principales.
el c or azón
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De un momento a otro, lo que había sido un agradable paseo se con-


virtió en la búsqueda impetuosa de alimento. Aceleramos el paso,
nos ganó el mal humor y nos perdíamos una y otra vez. En muchas
ocasiones hasta retornamos al mismo punto.
Faltaban pocas horas para el anochecer cuando por fin nos dimos
por vencidos. Habíamos recorrido la reserva durante horas con dos
resultados nefastos: jamás encontramos las supuestas cantinas y nos
perdimos de disfrutar del camino.
Lo más curioso es que horas antes, mientras charlábamos en la ca-
mioneta sobre temas espirituales, teníamos clarísima la teoría.
¿Cuándo fue que dejamos de maravillarnos por el paisaje?
¿Cuántas veces nos enfocamos en los objetivos y perdemos de vista
el camino que nos conduce hacia ellos?
Lo que resulta claro en la teoría, si apenas le agregamos un solo ele-
mento perturbador, desaparece por completo. Durante varias horas,
en uno de los lugares más maravillosos del mundo, nos enceguecimos.
Imaginemos, entonces, qué nos puede pasar en otros aspectos de la
vida. Casi todos somos expertos en la teoría. La mayoría de los lec-
tores tendrán muy claros los conceptos de este libro que están termi-
nando de leer. Pero así como apareció el apetito en medio del paseo,
en la vida surgen muchísimas otras cuestiones a las que a veces les
prestamos demasiada atención.
Es entonces cuando todo lo que valoramos en la teoría desaparece
en la práctica. ¿Cuál es la manera de contrarrestar esta actitud tan
propia de la naturaleza humana?
78
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No recuerdo si fui yo o una de mis amigas, pero en un momento de-


terminado volvimos a enfrentarnos a ese inolvidable paisaje y nos
dimos cuenta de lo que había pasado.
Por supuesto que nos reímos como niños que se acaban de dar cuen-
ta de que cometieron una estupidez. Y por supuesto que a las horas
estábamos disfrutando de una pizza con cerveza helada en un hotel
sumamente confortable.
Como verán, la práctica es difícil incluso hasta para los que escribi-
mos libros sobre esto. Eso sí, no es para nada imposible. Recuerden
que equivocarse es parte del proceso. Así que no sean duros con
ustedes mismos. Siempre existirán distracciones, obstáculos y per-
turbaciones en el camino. Pero cuando uno es consciente de ello,
puede recurrir a su corazón creativo. Un corazón creativo tiene un
impuso vital que lo lleva a disfrutar del camino más allá de los ob-
jetivos puntuales, y que se adapta a las diversas circunstancias con
la suficiente elegancia y optimismo que merecen nuestra existencia.
Un corazón creativo es el que se da cuenta de que ya estamos inmer-
sos en el mejor plan que podíamos tener: la vida.
La creatividad está ahí mientras la buscamos, sin darnos cuenta de
que ya la tenemos con nosotros. Dejen las excusas de lado. Las res-
puestas no están afuera. Empiecen a crear con ese único y poderoso
latido que llevan dentro.  •

79
m a r t í n avdolov n aci ó e n Montev ideo,
U r u gu ay, e l 5 de fe bre ro de 1976.
S u tr a baj o como c omu n i cador,
p u b lici s ta , gui on i s ta y e s c ri tor s e
f u e en tre me zcl an do c on e l tiem po,
gen er a n do u n a vas ta e xpe ri encia en
co n ten i dos cre ati vos. I n qui e to por
n a tu r a le za , con u n a c u ri osi dad infinit a
y p a s ión por l a vi da , bu s ca gener ar
u n im pacto posi ti vo e n l as per s onas
a tr av é s de acci on e s qu e ge neren
m ejo re s proce s os y producto s creativ os.

S u s cu e n tos h an obte n i do n um eros os


reco n o c i mi e n tos. Ha publ i cado las
n o v ela s Vi oleta corazón y C a mba.

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