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Una aproximación hemisférica a la narrativa indígena contemporánea:

México y Estados Unidos

BY

DOLORES M [RALLES ALBEROLA

DISSERTATION

DOCTOR OF PHILOSOPHY

in

S p a n ish

inthe

OFFICE OF GRADUATE STUDIES

ofthe

UNIVERSITY OF CALIFORNIA

DAVIS

Approved:
/

APA- P £ L ü f T v

i/ 2006

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UMI Number: 3230665

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A Miguel y a Miguel, en ese orden

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AGRADECIMIENTOS

Son muchas personas a las que debo dar las gracias por su inestimable ayuda para

la realización de esta tesis. En primer lugar, quiero agradecerle su apoyo a mi directora,

Inés Hemández-Avila, que tuvo la generosidad de abrirme los ojos en numerosos

aspectos de mi investigación, pero también de mi concepción del mundo. Me gustaría

mostrar mi agradecimiento también a los miembros de mi comité, Ana Peluffo y Stefano

Várese, por la confianza que depositaron en mí. Gracias también a mi mentor Kevin C.

Power, a Neil Larsen y a Kay Green. Asimismo, he de reconocer el apoyo de las

instituciones que han hecho posible la presente investigación, entre ellas, el

Departamento de Estudios Nativo-Americanos, el Departamento de Español y Lenguas

Clásicas, el Instituto Hemisférico de las Américas y el Centro de Investigación

Chicana/Latina, todos ellos en la Universidad de California, Davis.

A mis amigos, que me ha ayudado en muchos aspectos emocionales y también

prácticos. Mi agradecimiento a Claudia Darrigrandi, por muchas cosas que ella sabe, pero

principalmente por perder un maravilloso día de sol en Puerto Rico para hacer las

correcciones. Gracias a Pablo Whipple, a Amy Henson Badovinac, a Norma López-

Burton y a Machabuca, que más que un lugar en las montañas del oeste de Puerto Rico,

es un estado de ánimo. Mi agradecimiento a mi amiga del alma Ana Ramos, por su

constancia. A Silvana Renteros, porque siempre va a estar ahí.

Y dejando para el final lo más importante, muchas gracias a mi familia, por su

paciencia, su apoyo y su amor incondicional. A Miguel padre y Miguel hijo, mis dos

grandes amores. A mis padres, Dolores y Antonio, que me dieron mucho más de lo que

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se pueden imaginar. A mi hermana Odu, a Eduard, a Iris y Jacob, a Clara y a Lorena, a

David y José Luis. A Carmen y Joaquín, por todo su apoyo.

Sabiendo que son todos los que están pero seguramente no estén todos los que

son, gracias a todas las personas que deberían estar aquí.

En la capital boricua, a 22 de marzo de 2006

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ABSTRACT

Esta tesis expone las diversas maneras en que la narrativa indígena

contemporánea está llevando a cabo un proceso de desinvisibilización de la cultura

indígena en el continente americano, sirviéndose del caso de México y el de Estados

Unidos como ejemplos paradigmáticos del hemisferio hispano y el anglosajón. Lo que

mueve la presente investigación es la inminente necesidad extender los lazos hacia un

doble diálogo entre la literatura y crítica indígena hispana y la norteamericana, por un

lado, y entre la literatura y crítica indígena y el canon euroamericano, por otro. En este

sentido, el primer capítulo facilita una contextualización histórico-social de las

tradiciones indígenas de Estados Unidos y México, tomando en consideración las

diferencias de la colonización sufrida por los pueblos indígenas de ambos hemisferios y

trayendo a colación las influencias mutuas entre el activismo y la ficción, con el fin de

elaborar un criterio para el establecimiento de unas vías factibles de diálogo entre los

pueblos indígenas de América. Los capítulos centrales establecen un análisis comparado

de los siguientes autores: el escritor spokane-coeur d’alene, Sherman Alexie y sus obras,

The Lone Ranger and Tonto Fistfight in Heaven e Indian Killer, el narrador huichol

Gabriel Pacheco y su colección de cuentos Tatei Yurienaka y otros cuentos huicholes; y

el autor zapoteco, Javier Castellanos Martínez con su novela Relación de hazañas del hijo

del relámpago. El segundo capítulo examina cuáles son las estrategias de construcción de

la nación en las novelas de Javier Castellanos y Sherman Alexie, atendiendo a la

categorización de esta forma narrativa como base de la construcción nacional. En el

capítulo tercero se analiza la presencia de una crítica político-social de resistencia en el

seno de las colecciones de cuentos de Pacheco y Alexie que contribuye a la creación de

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un sentimiento de cohesión en el interior de la comunidad, a la vez que plasman el

conflicto de la reindianización cultural. Sin ser un estudio concluyente, este trabajo trate

de proponer unas vías de entendimiento y diálogo en torno a la narrativa indígena

contemporánea de México y Estados Unidos.

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ÍNDICE

Prefacio viii

1 Contextualización política, histórica y social de la narrativa

indígena en México y Estados Unidos 1

2 Construcción de la nación: lndian KillerlRelación de hazañas

del hijo del relámpago 41

3 Crítica político-social en la literatura de resistencia:

The Lone Ranger and Tonto Fistfight in Heavenl

Tatei Yurienaca y otros cuentos huicholes 87

Epílogo 130

Notas 133

Obras citadas 138

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PREFACIO

“La segunda fundación de Bolivia”, artículo de Eduardo Gaicano publicado

inmediatamente después de la elección de Evo Morales como presidente de Bolivia,

alude al derecho de los países del continente americano a reclamar un segundo

nacimiento, un nacimiento en que sus indígenas tengan cabida. Haciéndose eco del

discurso pronunciado por el presidente electo el 21 de enero de 2006, Galeano ratifica el

hecho de que los indígenas no fueron invitados a la fundación de Bolivia en 1825 y

añade: “[e]sa es también la historia de toda América, incluyendo a los Estados Unidos.

Nuestras naciones nacieron mentidas. La independencia de los países americanos fue

desde el principio usurpada por una minoritaria minoría” y, lejos de interpretar esto como

fruto de la situación histórica, Galeano denuncia que “[tjodas las primeras

Constituciones, sin excepción dejaron afuera a las mujeres, a los indios, a los negros y a

los pobres en general”. Bolivia tiene un presidente indígena por primera vez en su

historia, hecho por el que la comunidad política internacional neoliberal parece estar

atemorizada, viendo como los sistemas políticos impuestos en los países

latinoamericanos están pasando por un proceso de apropiación de las instituciones por

parte de las clases marginales. Refiriéndose a los movimientos populares que “volteraron

gobiernos” y propiciaron la elección de Morales, Galeano alude a la eterna dicotomía

sarmentiana entre civilización y barbarie al escribir:

Desde el punto de vista de los medios civilizados de comunicación, esas

explosiones de dignidad popular fueron actos de barbarie. Mil veces lo he visto,

leído, escuchado: Bolivia es un país incomprensible, ingobernable, intratable,

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inviable. Los periodistas que lo dicen y lo repiten se equivocan de in: deberían

confesar que Bolivia es para ellos, un país invisible.

Bolivia es invisible, porque su gran mayoría, que es indígena, es invisible, la

“civilización negada” a que alude Bonfíl Batalla cuando nos habla del México profundo y

se cuestiona la legitimidad de una condición histórica que desde siempre ha querido

matar a sus indígenas, tanto física como culturalmente, “desindianizando” al ser humano

y “desindianizando” al continente. Al adentramos en el estudio de las literaturas

indígenas de las Américas, ésta es una cuestión que continará apareciendo una y otra vez;

la ínvisíbílidad y la negación de las culturas indígenas.

El objeto de este trabajo es exponer las maneras en que la narrativa indígena

contemporánea está llevando de a cabo un proceso de desinvisibilización de la cultura

indígena en el continente. Para ello tomaremos como paradigmas el caso de México y el

de Estados Unidos, como exponentes del hemisferio hispano y el anglosajón

respectivamente, estableciendo un análisis comparativo entre la literatura nativa

americana de estos dos países y atendiendo especialmente a tres autores y sus tradiciones;

Gabriel Pacheco, Javier Castellanos y Sherman Alexie. Lo que mueve la presente

investigación es la inminente necesidad extender los lazos hacia un doble diálogo entre la

literatura y crítica indígena hispana y la norteamericana, por un lado, y entre la literatura

y crítica indígena y el canon euroamericano, por otro. En este sentido, el primer capítulo

facilita una contextualización histórico-social de las tradiciones indígenas de Estados

Unidos y México, tomando en consideración las diferencias de la colonización sufrida

por los pueblos indígenas de ambos continentes y trayendo a colación las influencias

mutuas entre el activismo y la ficción, con el fin de elaborar un criterio para el

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establecimiento de unas vías factibles de diálogo entre los pueblos indígenas del

continente. Los dos últimos capítulos establecen un análisis comparado de los siguientes

autores: el escritor spokane-coeur d’alene Sherman Alexie y sus obras, The Lone Ranger

and Tonto Fistfight in Heaven e Indian Kiíler, el narrador huichol Gabriel Pacheco y su

colección de cuentos Tatei Yurienaka y otros cuentos huicholes', y el autor zapoteco,

Javier Castellanos Martínez con su novela Relación de hazañas del hijo del relámpago.

El segundo capítulo examina cuáles son las estrategias de construcción de la nación en las

novelas de Javier Castellanos y Sherman Alexie, atendiendo a la categorización de esta

forma narrativa como base de la construcción nacional expuesta por intelectuales como

Benedict Anderson y Elizabeth Cook-Lynn. En el capítulo tercero se analiza la presencia

de una crítica político-social en el seno de las colecciones de cuentos de Alexie y

Pacheco, categorizadas como literatura de resistencia, que contribuye a la creación de un

sentimiento de cohesión en el interior de la comunidad a la vez que plasman el conflicto

de la reindianización cultural.

En cuanto al intercambio entre el pensamiento indígena de los dos hemisferios se

hace necesario puntualizar que, del mismo modo que la narrativa sirve como cohesión

dentro (te la comunidad misma, a su vez puede fomentar el diálogo entre una comunidad

más amplia, cuyos bordes fueron demarcados por el elemento externo del colonialismo.

La comunidad internacional indígena se reconoce en asociaciones y congresos

transnacionales, con más razón, pues se han de comunicar tradiciones geográficamente

tan cercanas y unificadas por dos lenguas de fácil intercambio, como el español y el

inglés. Se hace por tanto necesario abrir un diálogo orgánico en el seno del pensamiento

nativo -de norte a sur- que transgreda las fronteras impuestas por el poder y el

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racionalismo occidental. Tal apertura ya está teniendo lugar en el plano ideológico por

medio del consenso que se mantiene entre norte y sur hacia el movimiento zapatista. El

discurso global del EZLN dirigido contra el monotema globalizador de occidente apela a

un sentimiento inmanete de unión frente al neoliberaiismo secundado, al igual que por

numerosos sectores a nivel internacional, por la comunidad nativa angloparlante. Tal

reflexión se dirige no sólo al sector indígena, sino a la conciencia mundial en pleno. Es

por esto que a través del imaginario colectivo se exige una apertura en el canon

anglohispano.

En nuestros días la literatura influye en la vida cotidiana más que nunca. Jamás ha

habido tantos lectores -y oyentes- al menos, en el contexto occidental. La literatura está

en todas partes, desde los carteles publicitarios, hasta la red informática; desde la

televisión, hasta el cine; desde la radio hasta la prensa escrita. Tampoco se puede obviar

el hecho de que ésta procede de todos los sectores de la sociedad; con mayor o menor

capacidad de difusión, con mayor o menor audiencia la literatura está allá donde se mire.

El hecho de que las narrativas indígenas posean un tan alto nivel de literariedad propia y

específica hace extremadamente necesario un cambio en el canon de lo que tan

eurocéntricamente se conoce como “literatura universal”. Con esto, el “cuarto mundo” -

término en tomo al cual gira el Book o f the Fourth World de Gordon Brotherson- está

influyendo en unas de las tradiciones culturales más importantes de occidente -léase,

literatura en inglés y en español. La toma de conciencia acerca de esto puede conllevar un

cambio en el pensamiento euroamericano, donde adquiramos la certeza de que no hemos

perdido el centro, como apuntaba la crisis de la modernidad, sino que hemos encontrado

infinidad de ellos.

xi

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CAPÍTULO 1

Contextualización política, histórica y social de la narrativa indígena en

México y Estados Unidos

Teniendo en cuenta que la literatura está intimamente ligada a los movimientos

socio-políticos y que contribuye a formar la base de la soberanía de un pueblo, el presente

capítulo se centra en la urgencia de mirar hacia un corpus literario indígena consciente de

su auto-representación y unido al transcurrir de la sociedad en que éste se inserta. Son

múltiples las estrategias políticas e intelectuales del poder dominante para ocultar la voz

(fe los pueblos indígenas. En Latinoamérica tal invisibilidad ha sido transgredida casi

exclusivamente por la litereatura indigenista y más tarde por el testimonio. No obstante

estas manifestaciones literarias adolecen de las deficiencias típicas que genera una

literatura de interpretación del otro. La escritura indigenista se encuentra siempre sujeta a

la presentación de interpretaciones erróneas por parte de un escritor que no es indígena.

Por otra parte, la definición misma del testimonio induce a la sospecha de que lo indígena

está siempre mediado y juzgado por el intelectual occidetal.

Este primer capítulo se centra en establecer en qué manera los pueblos indígenas

del continente se relacionan, y en qué manera pueden llegar a un entendimiento profundo

intermediado por sus respectivas literaturas, así como por medio de la producción

intelectual. Es necesario, por tanto, establecer el marco en el que actualmente se

encuadran las obras de ficción escritas por autores indígenas de las dos Américas. Pese a

que se trate de tradiciones culturales con un sinfín de características en común, ligadas

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entre sí ancestralmente, existen diferencias importantes. La lucha política que se está

llevando a cabo en el contexto de países como Guatemala imprime un carácter de

urgencia que tiene su reflejo en una narrativa eminentemente social. Mientras tanto, en el

norte la literatura se encuentra arropada por el estado de bienestar cultural que implica

formar parte del país “más poderoso del mundo”. Aunque ésta sea una literatura de

resistencia, es necesario tener en cuente que en las sociedades más poderosas es más fácil

sustentar un florecimiento cultural acorde con el florecimiento económico. Y, aunque se

haga redundante señalar que, por supuesto, la cultura también puede ser fuerte aun en el

caos económico más profundo, y rodeada de la represión más absoluta, el poder socio-

político de una sociedad determinada tiende a beneficiar la implantación de un marco

cultural acorde con el progreso económico. Teniendo en cuente que la literatura se

convierte en un elemento fundmental de cohesión hacia el interior, pero también como

manera de explicación hacia el exterior, se ha de trazar el itinerario histórico y social por

el cual la narrativa indígena pasa a formar parte de los movimientos sociales y cómo el

corpus cultural que nace de este simbiosis se integra en la política nacional y de ahí salte

a la palestra del discurso global internacional.

1.1. Hacia una auto-representación indígena a través de la literatura

Los procesos narrativos en este principio de milenio están cambiando y, con ellos,

la canonización de los textos. La literatura ya no pertenece a las élites, como quizá nunca

lo haya hecho, ya que, no nos engañemos, las revoluciones estéticas de la alte cultura se

nutren de los acontecimientos que se suceden en la base de la sociedad, así como la

tradición escrita se nutre de la tradición oral y viceversa. Limitémonos, simplemente a la

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historia de la literatura en lengua castellana, procedente de los restos orales que generaron

las culturas árabe, latina y visigótica unidas a una latente tradición celtíbera. La historia

de parte de los géneros que hoy se consideran universales nacieron de lo que fueron

generando en la tradición popular ingentes reminiscencias de culturas que se aunaron en

una península paradigmática, desde un punto de vista tanto político como cultural en

cuanto a lo que en el futuro serían los nacionalismos europeos. La narrativa clásica

española se nutrió tanto de los géneros árabes renacidos en el territorio ibérico como de

las tradiciones orales guardadas desde los tiempos de la clasicidad latina y la épica

germánica.1 De la misma manera los géneros indígenas americanos se han ido

transformando y retroalimentando a lo largo de una larga historia de colonialismo y

postcolonialismo. Así, se pasó de una prehistoria oral a una escritura que sería destruida

en los primeros tiempos de un colonialismo que logró diluir la conexión entre significante

y significado, entre los pictogramas y la lengua hablada.2 Desde entonces la litreratura

tradicional tuvo que sobrevivir en forma oral y sincrética o copiada en alfabeto latino por

misioneros que conservaron la manía medieval de ser copistas de la cultura. Recientes

investigaciones en el campo de la cultura maya han demostrado que los libros y códices

antiguos eran un complemento de la tradición oral, y que eran usados en las escuelas para

instruir a los jóvenes en esta tradición.3

En su introducción a la antología La flor de la palabra, el poeta e intelectual

zapoteco Víctor de la Cruz hace una clasificación de los géneros tradicionales zapotecos,

tomada de los estudios que Fray Juan de Córdova llevó a cabo en la última mitad del

siglo XVI.4 En tal clasificación aparecen los “Géneros Sagrados”, entre los cuales sitúa

los mitos o escritura sagrada, los poemas y las canciones; los “Géneros Didácticos”, que

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comprenden el sermón, los proverbios y las crónicas históricas; y finalmente los

“Géneros de Entretenimiento”. Incluidos en estos últimos se encuentra el cuento

(Diidxaguca’), situado en el plano de lo irreal; las narraciones fantásticas o “mentiras”

(diidxa’ xhiihui’), que pueden situarse en el plano de lo real y de lo irreal; los chistes

(coquiite diidxa’), siempre en tomo a un personaje conocido; y, sorprendentemente, la

novela (tichacánitíchaci, tichacoquite), que La Cruz define como “[pjalabras que son sólo

palabras, palabras-juego” (20-31). Con este ejemplo, seguir discutiendo sobre la

legitimidad de la escritura indígena y su utilización de los géneros narrativos

“occidentales” resulta, cuanto menos, absurda.

Con respecto a la institucionalización del canon, el intelectual creek Craig

Womack afirma: “I say that tribal hteratures are not some branch waiting to be grafied

onto the main trunk. Tribal Hteratures are the tree, the oldest Hteratures in the Americas,

the most American of American Hteratures. We are the canon” (6-7). Y efectivamente, el

debate en tomo a la autenticidad de la literatua indígena o la legitimidad de la escritura en

lenguas indígenas se ha convertido en una discusión obsoleta, producida para diseminar

el mensaje y cuestionar la supervivencia de estas literaturas. Baste decir que existe tina

literatura indígena escrita y no escrita,5 en lengua indígena y en lengua franca, y que

proviene de la tradición, así como de las respuestas al mundo actual. Como hemos visto,

Víctor de la Cruz lleva a cabo una clasificación de los géneros zapotecos tradicionales;

por su parte, Craig Womack en Red on Red hace un estudio de la literatura creek de los

siglos XIX y XX.6 A lo largo y ancho de las Américas, la literatura ha existido en todas

sus formas, poesía, canto, teatro y narrativa desde tiempos inmemoriales. Su

reconocimiento—no su producción—se ha pretendido interrumpir durante el periodo

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colonial. Y es a partir de aquí donde los escritores actuales del norte y del sur han de

reconocer un canon de las Américas. Como plantea Womack: “For much of this time

period, we have had hteratures. Without Native American Canon, there is no American

canon-, we should not allow ourselves, through the definitions we choose and the

language we use, to ever assume we are outside the canon” (7).

Se hace necesario el establecimiento de una autorrepresentación, no sólo a través

de la producción literaria, sino también a través de la interpretación de los textos, es decir

la crítica. Mientras la crítica siga proviniendo del discurso oficial será muy difícil la

instauración de una tradición legítima. Toda literatura ha de poder analizarse a sí misma.

Con esto, es imprescindible que tanto la teoría como la crítica literaria también sean, al

menos en parte, indígenas. Ante la escasa presencia de un corpus teórico inígena en

Latinoamérica, un acercamiento analítico útil es el de la crítica indígena generada en el

contexto de Estados Unidos, que ha permanecido activa desde los años sesenta, a partir

del surgimiento de los movimientos por los derechos civiles de esta década y la

visibilidad adquirida por el pulitzer de 1969, House Made o f Dawn, de Scott Momaday,

también autor de The Way to the Rainy Mountain (1969) y The Ñames (1976). Desde ese

momento se han instaurado en el panorama literario narradores como Leslie Marmon

Silko, autora de Ceremony (1977), Storyteller (1981) y Almanac o f the Dead (1991);

Louise Erdrich, que escribió Lave Medicine (1984) y The Bingo Palace (1994); Gerald

Vizenor, con The Heirs of Columbas (1991); y poetas como Joy Harjo, Simón Ortiz,

Janice Gould, Gloria Bird e Inés Hemández-Avila; perteneciendo el narrador y poeta

Sherman Alexie a la última generación de autores nativos, surgida en los noventa.

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En cuanto a Latinoamérica, la literatura indígena comienza a hacerse visible a

partir de la última década del siglo XX, siendo un impulso importante, aunque no el

único, el surgimiento de movimientos políticos tales como el zapatismo y el activismo de

organizaciones indígenas en organismos como la ONU. En todo el continente han surgido

nombres como el del mapuche Elicura Chihuailaf en Chile, autor de Recado confidencial

a los chilenos (1999). Asimismo, en la zona andina se han dado a conocer asociaciones

de revitalización de la lengua quechua y aymará, que pronto pueden dar sus frutos en la

literatura contemporánea. Sin embargo es México el país donde la representatividad

indígena en el plano literario ha adquirido mayor relevancia, en gran medida gracias a la

creación de organizaciones como ELIAC (Escritores en Lenguas Indígenas, Asociación

Civil) o FOMMA (Fortaleza de la Mujer Maya). ELIAC se estableció formalmente el 27

de noviembre de 1993 (Hemández-Avila, “The Power of Native Languages” 36) y

participan en ella narradores y poetas como Natalio Hernández, Juan Gregorio Regino,

Víctor de la Cruz y Gabriel Pacheco. Por su parte, FOMMA, fundada por Petrona de la

Cruz e Isabel Juárez Espinosa en 1994 y con sede en San Cristóbal de las Casas,

constituye una iniciativa multidisciplinar de ayuda a la mujer, que encuentra en el teatro

su principal medio de expresión.

Según Vine Deloria, Jr., el único entendimiento posible entre nativos y no nativos

en el seno de la sociedad norteamericana tiene que nacer del interés del público por

informarse a través de libros escritos por indígenas contemporáneos sobre problemas

actuales, en lugar de a través de la recurrente literatura quasi etnográfica sobre los “indios

de antaño”: “It was disconcerting to realize that many people felt that the oíd books on

Indians were sufficient to inform the modem American public about the nature of Indian

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7

life and to give a sufficient information about Judiaos to make an intelligent choice as to

how best support Indian goals and aspirations” (Deloria 28). La intelectualidad indígena,

como aduce Paula Gunn Alien, tendría que ir unida a la política, la historia y la cultura.

Los estudios nativos no son puramente literarios, la crítica, por tanto, debe ser cultural,

histórica y política tanto como literaria, ya que ni la tribu tradicional y su literatura, ni los

poetas y escritores contemporáneos pueden escribir hiera del contexto sincrónico y

diacrónico. La explicación a esto es sencilla, la crítica no puede obviar tales temas

cuando la vida tradicional indígena y, por ende, la herencia cultural contemporánea, se

centra en la comunidad; la tradición oral transmite la literatura, pero también los

acontecimientos históricos, políticos y familiares. Es más, las interpretaciones que se han

dado hasta ahora en los campos del folklore, la etnología y la literatura contemporánea

han de ser revisadas y reinterpretadas en una perspectiva que Paula Gunn Alien denomina

como femenina y que se traduce en una focalización en la comunidad versus la

individualidad de la representación del nativo americano como brujo, jefe o sacerdote. El

protagonismo de estos seres especiales ha de dirigirse hacia la totalidad de la tribu, ya que

este es el interés de la tradición nativa y la base de la ginocracia y la confianza tribal en la

destreza de la mujer {The Sacred 266-7), Paralelamente, Jace Weaver traza el concepto

de communitism referido a la intínseca relación existente entre comunidad y activismo

(xiii). Teniendo en cuenta que la literatura refleja diferentes concepciones del mundo,

aduce que las literaturas nativas americanas contienen su propia interpretación del mundo

circundante, producida por dos tradiciones diferentes, pero igualmente ricas: la indígena

y la occidental. El concepto de “comunitismo” establece un nuevo paradigma teórico que

facilita una aproximación crítica al profundo sentimiento de comunidad que los escritores

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nativos reflejan en sus obras. La historia, la política y la literatura no se pueden entender

independientemente de la comunidad, y la trayectoria del individuo se encuentra

íntimamente ligada a la trayectoria de sus congéneres.

Inés Hemández-Avila, una de las pioneras en este entendimiento hemisférico de

las literaturas inígenas, tomando las riendas de su doble condición de chicana por parte de

padre y nez perce por parte de madre, y sacando partido de su bilingüismo, aboga por un

reconocimiento entre los escritores indígenas de sur a norte. Su artículo “¿Qué está en

juego?: las comunidades indígenas México/Estados Unidos” comienza planteando, entre

otras, la siguiente pregunta: “¿Cómo podemos lograr, o siquiera acercamos al ideal de la

unidad en la diversidad (inter)cultural, en relación a los pueblos indígenas de México y

Estados Unidos?” (1). Según ella la consecución de la autonomía pasa por el

reconocimiento de la autonomía dentro de cada individuo y la diversidad dentro de la

unidad:

El supuesto silencio indígena ha sido desenmascarado en el nivel académico y

tiene repercusiones provocadoras en la sociedad nacional y global. Relacionado

con el diálogo intercultural y la diversidad en la unidad, sería de suma

importancia que los pueblos indígenas de las Américas conocieran sus respectivas

y mutuas historias, para encontrar las correspondencias y las distinciones entre

ellas y para compartir e interrelacionar sus memorias, sus análisis y sus estrategias

de transformación. (9).

Sin embargo advierte “[l]a diversidad institucionalizada no interrumpe la historia oficial

de la nación, ni transgrede los famosos mitos americanos, como ‘el sueño americano’”

(11). La diversidad, por tanto debe establecerse según parámetros que surgan desde

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dentro de las mismas coumidades indígenas, y se dirijan hacia un entendimiento entre

todos los pueblos del continente, siendo así, la autora plantea la cuestión: “¿Cómo

podemos re-conectar (...) de una manera profunda, resucitando los antiguos lazos que

nos permitieron conocemos y comunicamos los unos con los otros antes de que el inglés

y el español fueran las lenguas francas, antes de que el truco de la categorizacíón de razas

nos separara, antes de que existieran las fronteras que hoy predominan?” (11). Y propone

como medio para conseguir este entendimiento que los pueblos indígenas del norte y del

sur hicieran por aprender sus respectivas lenguas francas, e incluso las lenguas indígenas

de los distintos pueblos “porque de otra manera el diálogo entre las comunidades

indígenas del norte y del sur, si se lleva a cabo, va a ser por medio de intermediarios no-

indígenas” (13). Con esto, lo que se pretende conseguir es que, al reconocerse los

diversos pueblos, al reconectar sus lazos ancestrales, la fuerza de tal unión pueda ser el

principio de una toma de poder, de una autodefmición vigorosa, porque “[l]o que está en

juego, entonces, para los pueblos indígenas (...) de todo el hemisferio es nada menos que

nuestra creatividad y nuestras interrelaciones llevadas a cabo por medio de esa misma

autonomía realizada, manifestada, como el derecho civil, humano y moral, en cada área

de nuestras vidas, como individuos y como comunidades y naciones” (14). La creación,

la literatura, por tanto es elemento primordial en el proceso de autonomía política y

cultural, y recuperar esa certeza es imprescindible para la continuidad de la propia

historia:

Desde la primera invasión esta originalidad ha sido objetivo de la dialéctica de la

dominación y el control. La exclusión, la hegemonía y las barreras lingüísticas

han sido empleadas para destruir la originalidad de los pueblos indígenas de las

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10

Américas. Lo que está enjuego es nada menos que la creación misma, porque la

creatividad, el acto creativo, rechaza el control e insiste en la autonomía, tanto a

nivel individual como colectivo. Ser creativa/creativo es una toma de poder, una

manifestación de libertad. Ser original es ser protagonista. El/la que protagoniza

no es alguien que se queda en los márgenes del escenario. No es alguien sin voz,

al contrario, es alguien que interpreta, que hace vivir los papeles más importantes

de la narrativa. (14)

Tal reconexión pasaría por la vuelta a una tradición, “no de una manera

romántica/nostálgica, sino de una manera dinámica y en tiempo presente”, y por un

reconocimiento de la tierra de una forma psicológica: “[l]a reconexión con la tierra por

medio de la historia articulada permite la recuperación y/o el fortalecimiento de la

identidad indígena, y esto contribuye al (re)descubrimiento de las voces que se han

levantado (y, sin embargo, han sido ignoradas), reclamando justicia a través de los siglos”

(9). Y en la misma línea argumentativa, la reconocida intelectual y activista sioux

Elizabeth Cook-Lynn aduce que la afiliación nacional es algo urgente en el momento

actual para la inteligencia nativa, ya que las historias nacionales nunca han sido

debidamente contextualizadas en la realidad. Para ella nada hay más adscrito a la tierra

que la tradición nativa, en su dimensión de unión con la naturaleza, con la comunidad,

sacralidad del lugar, por tanto, si la nación se define en términos de localización, nada

hay más nacionalista que lo nativo, cuando incluso la lengua tradicionalmente tiene sus

raíces en la tierra (Why 1 Can ’t 86-8). A partir de esto, entiende como imprescindible la

declaración de la autonomía cultural indígena, autonomía que debe ir ligada no sólo a la

producción literaria, sino a la crítica y la intelectualidad misma (76).7

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11

1.2. Estados Unidos y Latinoamérica: dos maneras de entender el colonialismo

Se hace indispensable señalar las diferencias coloniales que se encuentran en la

base de la transformación histórica en Estados Unidos y Latinoamérica. Mientras que el

colonialismo español entrañaba la implantación de un sistema semifeudal basado el el

trabajo de la tierra por medio del vasallaje, la colonización anglosajona se desarrolla en

un momento de auge del liberalismo donde el objetivo principal se traduce en la

explotación de un territorio utópicamente virgen. En el caso del norte la importancia de la

colonia radicaba en proveer de materia prima al incipiente capitalismo de la metrópolis -

de hecho, parte de las colonias estaban bajo el dominio de las charting companies- por lo

que el destino del indígena, un obstáculo para tales propósitos, era la exterminación.

Ninguna forma de colonialismo era altruista, por supuesto, no obstante, mientras en

Valladolid Bartolomé de Las Casas debatía contra Juan Ginés de Sepúlveda sobre el

destino humano de los primeros pobladores de Las Indias aduciendo cuestiones morales,8

el caso norteamericano se limitó a obviarlos. Como consecuencia de esta doble visión del

colonialismo, en Latinoamérica se propició una cierta integración poblacional, por un

lado y por otro, una mayor preservación cultural debido a que el colonialismo se

mimetizó en mayor grado con la forma de vida existente. El sistema de las encomiendas

se adaptó al territorio, imponiendo una jerarquía nueva al sistema ya existente, el

indígena permanecía en el lugar de sus antepasados y la aculturación, a pesar del

cristianismo fue bastante limitada en muchos casos. No era extraño, incluso que en

algunas ocasiones se diera la necesidad por parte del señor de aprender la lengua

autóctona para poder comunicarse con sus siervos.

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12

Como Miguel León-Portilla apunta, la Gramática Castellana (1492) de Antonio

de Nebrija, primera gramática de una lengua romance, dio lugar en el continente

americano a un interés por el estudio de las lenguas amerindias, con el objetivo de

adoctrinar a los indígenas en la religión católica a través de su propio idioma, a la vez que

propició el establecimiento de un método de análisis y categorización lingüística.9 Así,

los siglos XVI y XVII produjeron varias gramáticas y vocabularios de las lenguas de

México, escritas por religiosos.10Paradójicamente, frente a las disposiciones de la Corona

de enseñar el castellano,11 en México los religiosos-lingüistas optaron por enseñar el

náhuatl como lengua franca para el adoctrinamiento, y consiguieron, de alguna manera,

proteger la preservación de las lenguas indígenas hasta tal punto que en 1642 se abrieron

cátedras en lengua mexicana y otomí en la Real y Pontificia Universidad de México.

Mientras el imperio hispánico buscaba almas para la religión y súbditos para la

corona, el capitalismo anglosajón perseguía territorios. En el norte se fundó una utopía

reflejo de la vieja Europa refundiendo los antiguos valores en un marco nuevo para dar

lugar al nacimiento de una nación fundada en ideales de liberalismo económico y una

libertad de carácter segregacionista, que podría asemejarse a la manera de la antigua

democracia griega, solo para unos pocos, hombres blancos y protestantes -para más

señas. El devenir histórico que instauró el capitalismo como sistema único

intrínsecamente unido a la democracia propició la superioridad económica de los Estados

Unidos a nivel mundial. A través de un derivado del colonialismo: el imperialismo, el

poder del primer mundo domina la economía mundial propiciando dictaduras y

pseudodemocracias fuera de las propias fronteras, encumbrando y derrocando liderzuelos

al antojo del mercado de valores. No es descabellado afirmar que el sistema democrático

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que conocemos explote la materia prima y la mano de obra en países ahora llamados en

vías de desarrollo y que la política mundial se encuentra subyugada a la economía. Los

sueños de libertad e igualdad que movieron el pensamiento europeo se han reducido a un

espejismo democrático incapaz de dar una salida ética en este principio de milenio. Tal es

así que los críticos han traducido este incapacidad en la tan traída y llevada crisis de la

modernidad.

Como ya hemos dicho, la fundación de tal utopía económica implicaba hacerlo en

un terriorio virgen, algo que entendió muy bien Faustino Domingo Sarmiento. Su

proyecto político de hacer de la Argentina una nación americana fuerte y competente a

imagen y semejanza del vecino del norte le llevan a proclamar la exterminación del

indígena en su ficcionalización de la política nacional La historia de Juan Facundo

Quiroga o civilización y barbarie, de 1845. Roberto Fernández Retamar resume así su

proyecto de nación:

Sarmiento es el implacable ideólogo de una burguesía argentina que intente

trasladar los esquemas de burguesías metropolitanas, concretamente la

norteamericana, a su país. Para ello necesite imponerse, como toda burguesía,

sobre las clases populares, necesite explotarlas en su trabajo y despreciarlas en su

espíritu. La forma como se desarrolla una clase burguesa a expensas de la

bestialización de las clases populares está inolvidablemente mostrada en páginas

terribles de El capital, tomándose el ejemplo de Inglaterra. “La América

europea”, cuyo capitalismo lograría expandirse fabulosamente sin las trabas de la

sociedad feudal, añadió a la hazaña inglesa nuevos círculos infernales: la

esclavitud del negro y el exterminio del indio inconquistable. Eran estos los

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modelos que Sarmiento tenía ante la vista y se propuso seguir con fidelidad.

Quizás sea él el más consecuente, el más activo de los ideólogos burqueses en

nuestro continente durante el siglo XDC (Calibán 55-6)

El proyecto civilizador propone la desindigenización del territorio y su posterior

repoblación con inmigrantes del norte de Europa. La contraposición entre civilización -

como lo proveniente de Europa- y barbarie -com o lo local- tiene el objeto de primar lo

europeo racional sobre lo indígena. Tal antítesis ha seguido funcionando en el contexto

latinoamericano como una premisa histórica en que se condensan dos bandos: el proyecto

civilizador europeizante, por un lado y la reivindicación de lo indígena, como sería el

caso del peruano Manuel González Prada, por otro. Tanto en Páginas libres (1894) como

en Horas de lucha (1908), la visión de González Prada acerca del problema indígena se

presenta como un asunto de prioridad absoluta. En ambos libros se considera al indígena

como el sector más importante de la población de Perú, por lo cual la salvación del país

solo sería posible junto a la salvación del indio. Hasta que éste no alcanzara el nivel

suficiente de dignidad como ciudadano libre, sería vano todo esfuerzo dirigido a redimir

la República.12 La construcción de la nación para Sarmiento, en cambio, significa

“despoblar de indios”: “[s]e presentan muchas dificultades a la hora de ocupar un país tan

extenso, pero no hay ventaja comparable a la ganada por la extinción de las tribus

salvajes” {Calibán 49).

Desde una perspectiva histórica europea, sin embargo, el colonialismo hispánico

en América se ha presentado como la más cruenta de todas las formas de colonialismo,

como un ejemplo de barbarie opuesto ai colonialismo racional y filantrópicamente

civilizador del norte de Europa. La así llamada “Leyenda Negra” denuncia la

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monstruosidad de los crímenes cometidos por España en el proceso de la conquisto,

creada a partir del siglo XVI en el seno de países como Gran Bretaña, Francia y Holanda.

Los factores que con toda probabilidad crearon esto visión fueron, por una parte el

ingente poder del imperio, por otra la oposición del protestantismo a la España católica.

Con el fin de silenciar su propio sistema colonial, Retomar argumento que las demás

naciones colonialistas culparon a España de lo que ellas mismas estaban llevando a cabo.

Así argumento: “La Leyenda Negra fue creada y diseminada precisamente para ocultar

esto verdad (que la conquisto de America se encuentra en la base del capitalismo y los

crímenes no se pueden atribuir a una u otra nación, sino al capitalismo en sí)” (“La

leyenda negra”, Calibán).

Y es precisamente el capitalismo, donde reside la mayor diferencia en los

procesos coloniales que tuvieron lugar en Américas, y en su posterior devenir como

entidades históricas.13 Según Stefano Várese, la colonización de América para “las etnias

indias” es el comienzo de “un proceso de inserción, diferenciado en grados y tiempos

para cada una de ellas, en la ‘Historia Universal’, es decir la historia de la expansión

colonial, capitalista y finalmente imperialista de Europa y Estados Unidos”. En efecto,

desde el punto de visto histórico el proceso colonial se inicia como una invasión

ideológica y religiosa—a la par que económica—que se trasluce en “una serie de

alteraciones substanciales en algunos de los ámbitos de la vida social, pero al mismo

tiempo una permanencia y una continuidad en ciertos otros” (“Límites y posibilidades”

149). Sin embargo, es el capitalismo el que trato de penetrar todos los aspectos de la vida

del “pueblo sometido”:

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Solamente un avance substancial del capitalismo en su formulación más

autónoma y menos dependiente supone la afectación radical también de estos

campos sociales, ya que la homogeneización del espacio social y cultural del país,

es decir del “mercado”, se toma en una condición concomitante indispensable del

proyecto de la burguesía nacional. El estado-nación-mercado que origina y

conrola el proyecto de la burguesía se ha expresado históricamente en una

uniformización del espacio social, cultural y lingüístico y en consecuencia en la

eliminación o el control de las regiones culturalmente diferentes. (150)

Y es en los {mises del “área central del desarrollo capitalista” donde esto sucede

mayormente; en las llamadas “zonas periféricas” como Latinoamérica, sin embargo “la

instalación del modo capitalista (...) implica una reestructuración y adaptación

permanente de la sociedad global y de las relaciones sociales de trabajo a partir de dos

conjuntos de condiciones”. Tales “conjuntos de condiciones”, según Várese, se

agruparían, por un lado en “el que impone el centro dominante o metrópoli en sus

diferentes cambios, momentos, demandas y modalidades”, y por otro, en “el conjunto de

condiciones sociales y culturales específicas de las sociedades indias que pasan a la

situación de colonizadas”. Las adaptaciones locales del capitalismo dependiente

constituirían la principal característica de las relaciones entre la metrópoli y la periferia.

Por otro lado, “[l]a formación capitalista, en tanto fenómeno mundial, no sólo tolera sino

que se exige a sí misma la incorporación discriminada de modos productivos no

capitalistas, de ‘modos étnicos de producción’, de ‘economías indias’”, lo que provoca

que se den “condiciones de reproducción étnica”. El ser periferia es, paradójicamente, lo

que hace subsistir con mayor fuerza a la cultura indígena en Latinoamérica, a diferencia

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de la resistencia en los centros del “capitalismo hitórieo”, como es el caso de Estados

Unidos (151).14 Según Leticia Reina, en la misma línea de lo propuesto por Várese, la

autonomía de los pueblos indígenas se logró mantener gracias a la “ilegalidad”, en

algunos casos, y la apropiación y adaptación de instituciones tales como el municipio y la

mayordomía “para construir un autogobierno”, en otros (Los retos de la etnicidad 247-

67). En los siguientes dos apartados hablaremos de la visibilidad alcanzada por los

movimientos indígenas en las últimas décadas, en base al activismo en tomo a la

descolonización política y cultural.

1.3. Estados Unidos: “comienza la revuelta, son los afios sesenta”.

La inclusión del indígena moderno en el pensamiento colectivo nacional

norteamericano se encuetra marcada por los hitos de la ocupación de Alcatraz (1969) y

Wounded Knee II (1972). La concentración de Píne Ridge y los sucesos que le

precedieron pocos años antes marcaron un resurgimiento de la conciencia indígena que

afectó al país entero. Acompañando a la fundación del American Indian Movement

(AIM) en le otoño de 1968 en Minneapolis diversos acontecimientos marcados por el

empuje de la lucha pro-derechos civiles se sucedieron a lo largo y ancho del país sin una

conexión aparente, pero con una intención común marcada: la lucha contra la segregación

política, social y cultural. Entre el 64 y el 66 y bajo la dirección de NIYC (National

Indian Youth Council) se sucedieron una serie de protestas que denunciaban el

incumplimiento de los innumerables tratados por los cuales el gobierno había negociado

la ocupación de tierras indígenas, principalmente en el siglo XIX. En noviembre de 1969

in grupo autodenominado “Indians o f All Tribes” ocupa la isla de Alcatraz en la Bahía de

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San Francisco, reclamándola como perteneciente a los nativos por el tratado de “Fort

Laramie” de 1868 (Weaver 122). Así lo cuenta Deloria en el siguiente pasaje:

Securing Alcatraz for Indian use was and oíd goal of the Bay Area Community.

After the prison had been closed in 1964, Alien Cottier, Dick Mackenzie, and

Adam Nordwall, three Indians Iiving in the area, had landend on the island and

claimed it under the 1858 Sioux treaty, but there had been no effort to occupy the

island. On November 9, 1969, a small contingent of Indians landed on the island

and spent severa! exciting hours being chased by the security guards. They were

taken off the island the next moming. Not the least bit discouraged, they

regrouped and ten days later landed two hundredpeople (sic) and secured the

prison. Calling themselves the “Indians o f All Tribes,” they issued a proclamation

asking for title to the island so it could be used for a spiritual center, university,

and social service center. They compared Alcatraz to most Indian reservations: no

water, no good housing, land unfít to cultivation, no employment; in short, a

prison. Although the eomposition of the group continued to change, Indians

occupied the island for about a year and a half. (9)15

Efectivamente, la ocupación de Alcatraz representa “the longest continuous occupation of

a federal facility by any minority group in the history o f [the U.S.]”, como atestigua Troy

R. Johnson (viii). Mientras tanto, estaban teniendo lugar otros acontecimientos tales

como el bloqueo del puente Comwall el 18 de diciembre de 1968 en protesta por la

violación del tratado Jay de 1794 por parte de Canadá. Los mohawks que llevaron a cabo

este acto, liderados por la activista Kahn-Tineta Hom fueron arrestados y juzgados en

marzo del 69. Unos meses más tarde, en julio del mismo año se sucedieron protestas en

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19

Gallup, Nuevo México, por parte del NIYC. Según Deliria, estas protestas sorprendieron

a los más viejos, que habían aceptado el papel de indios pasivos, discriminados,

topicalizados y brutalizados en una ciudad que tenía a orgullo ostentar el apelativo de “la

capital india del mundo”. Con esto, es la generación más joven la que toma la voz en los

problemas locales de discriminación. También en 1969 la tribu quinault cierra al público

las 29 millas de costa que por derecho le pertenece, como protesta por la

desconsideración con que los turistas contaminan las playas, sin tener en cuenta que la

pesca es el medio de subsistencia tradicional de la mayoría de las tribus del noroeste. En

el invierno del 70 los nativos de la zona de Seattle, habiendo adoptado el nombre de

“Indians of All Tribes”, invaden el fuerte Lawton -¡con la participación de Jane Fonda!-

apelando, no al tratado siux de 1868, sino a una vieja ley federal que permitía el uso de

dependencias abandonadas del ejército para su uso como “escuelas indias”. En jimio los

pit river [achomawi] reclaman a The Pacific Gas and Elictric Company las tierras

cercanas al monte Shasta, en California, centro de la vida ceremonial de sus ancestors. A

pesar de ser arrestados, los miembros que participaron en la demanda fueron puestos en

libertad, ya que sus reclamaciones podían sacar a la luz el modo en que los tratados de

mediados del XIX desposeyeron a los nativos de California (Deloria 4-24).

La revuelta que contribuyó a establecer una conexión entre las leyes

decimonónicas impuestas por Oficina de Asuntos Indios (BIA) y sus actuales

consecuencias fue la que se llevó a cabo en Chicago. Los nativos residentes en la ciudad

asentaron una aldea india en las inmediaciones de la misma como protesta por los

tratados que les obligaron a dejar sus tierras en las áreas rurales, como subraya Deloria:

“In an ideological structure, the Chicago protest finally put together easily articulated

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complaints against historie and existing BIA policies” (11). Al mismo tiempo, los

problemas de los derechos de pesca seguían siendo un problema en el noroeste. Mientras

que el Tribunal Supremo sigue fallando en pro de los derechos indígenas, la interprtación

del leguleyo resulta en arrestos a los agraviados e intentos de llevar a los tribunales

federales a desestimar los estatutos de los tratados. El cinco de septiembre de 1970

indígenas pertenecientes sobre todo a las comunidades nisqually y pullayup establecen un

campamento de pesca en los alrededores de Tacoma, en Washington. Alrededor de 300

miembros de la policía les rodean con rifles telescópicos y lanzan gas lacrimógeno al

campamento y los pescadores, entre ellos mujeres, son brutalmente golpeados y,

finalmente, detenidos. Los arrestos al final resultan ser ilegales, ya que ni la policía de

Tacoma, ni el estado de Washington tenían jurisdicción en la zona donde se llevaron a

cabo las detenciones. Las largas negociaciones por los derechos de pesca con las tribus

Nisqually y Pullayup finalizaron al llegar al acuerdo de un pago de 150 millones de

dólares y una cesión de tierras a cambio de ceder en la modificación de los límites de la

reserva. Como resultado de estas luchas el estado de Washington se considera en la

actualidad como uno de los más abiertos y “progresistas” en sus relaciones con los

nativos (Deloria 4-24).

Otra de las luchas más improtantes en las inmediaciones de la década es la

relacionada con las profanaciones, no ya de la reserva geográfica, sino espiritual. Se

suceden las excavaciones arqueológicas de yacimientos indios como si se tratara de

profundizar en una cultura milenaria muerta y enterrada. La carga simbólica que esto

conlleva sugiere una civilización exterminada por el paso de la historia, o de los desastres

naturales: actuando como arqueólogos amigos de la cultura de la antigua Roma, buscando

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21

indicios de inteligencia en los restos de Pompeya. La arqueología se asienta como el

último estadio para declarar muerta la cultura indígena de América y proclamar una

historia limpia de nobles y mudos ancestros que no puedan reclamar ningún tipo de

soberanía. Con el indígena muerto, la historiografía euroamericana reescribe una

nostálgica y romantizada historia del “Lejano Oeste” plagada de héroes. Según Paula

Gunn-Allen el tiempo en que los indígenas han sido vistos como valientes y guerreros,

masculinizados e individualizados en el imaginario colectivo, ha creado la ficción de que

fueron conquistados en una guerra justa y equitativa. Esto ha sido propagado en interés

de las instituciones euroamericanas para justificar la supremacía occidental, la guerra se

perdió por la superioridad militar del oponente. La verdad es otra bien distinta: la

mayoría de las tribus no lucharon contra los invasores, sino que les dejaron el camino

libre, les alimentaron, les vistieron y les curaron, íes enseñaron a plantar maíz y tabaco:

Generally Chief Joseph, Sitting Bull, Crazy Horse and the rest are historical

anomalies. Generally, according to D'Arcy McNickle, the Indian historian,

antropologist, and novelist, at least 70 percent of the tribes were pacifíst, and the

tribes that lived in peacefulness as a way o f life were always woman-centered,

always gynecentdc, always agricultural, always “sedentary,” and always the

children of egalitarian, peace-minded, ritual and dream/vision-centered female

gods. The people conquered in the invasión o f the Americas by Europe were

woman-focused people. {The SacredHoop 266)

Como han sugerido críticos de la talla de Cook-Lynn y Deloria, la historia nativa pareció

darse por finalizada en 1890 (27). El mito del vanishing Indian (Cook-Lynn 30-1)

extendido por la cultura dominante dio como resultado el adormecimiento de la relación

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22

entre el referente y el indígena contemporáneo. La sucesión histórica entre uno y otro se

ve interrumpida un siglo atrás, de tal manera que la sociedad estadounidense adquiere la

sensación de que tanto los indígenas de la reserva, como los indígenas urbanos con los

que convive no guardan relación con el pasado histórico. Prueba de ello son los libros que

se publican en la época en que los movimientos civiles se encuentran en su máximo

apogeo, como Bury My Heart at Wounded Knee, escrito por Dee Brown en el 68. La

historia que cubre va desde 1607 hasta 1890, después se limita a la civilización

precolombina y los primeros contactos con los colonizadores hasta finales del siglo XIX.

Según Deloria, “Amerieans simply refuse to give up their longstanding conceptions of

what an Indian is. It was this fact more than anyother that inhibited any solution o f the

Indian problems and projected the impossibility o f their solution anytime in the future”

(32).

El problema es que, incluso la misma comunidad nativa parece perder la conexión

con su pasado reciente, la consigna efe las boarding schools, “Matar al indio para rescatar

al ser humano”, parecía haber dado resultado.16 No es hasta la década de los 70 que la

comunidad comienza tomar conciencia ante la sociedad, reconociéndose a sí misma. Se

hace visible el hecho de que idealizar el pasado es simplemente una estrategia del poder

para obviar al indígena en el presente y declararlo extinto, ausente de la nación, no sin

antes haberse apropiado de la imagen del guerrero y del buen salvaje para construir un

pasado mitológico americano, una historia de la diferencia con respecto a Europa.17 A

partir de esta década el nativo legítimo empieza a reclamar el derecho de ser indígena

hoy. Como apunta Achiel Peelman en Christ is a Native American: “[Natives] forcefully

express the desire to maintain and to enhace their cultural identity. They claime the right

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to be Indian today as members o f the modem world and see the retum o f their traditional

valúes as the best guarantee for their cultural survival” (Weaver 31).

Las investigaciones arqueológicas continuaron profundizando en el supuesto

desvanecimiento de la cultura indígena. A principios de junio de 1971 un esqueleto indio

era transportado a la Sociedad Histórica del Condado de Lewis inmediatamente después

de ser hallado en los alrededores de Lowville, Nueva York. A mediados del mismo mes

estudiantes becados por el Instituto para Jóvenes Talentos de Twin Cities comienzaron

las excavaciones de un poblado indio en Welch, Minnesota. “Apparently they may have

been led to believe that digging up Indian remains was a form of showing respect”,

apunta Deloria (13). La comunidad indígena de Minnesota, pensando que a los muertos

hay que dejarlos donde están, inicia una serie de protestas y el AIM invade el

asentamiento quitándoles las herramientas a los estudiantes, quemando las notas y

ofreciéndoles una compensación por las pérdidas, pidiendo, no obstante, que se

dentuvieran las excavaciones. Los arqueólogos se resistían a comprender que no estaban

ayudando a los indígenas a preservar su cultura al excavar los restos de un poblado del

siglo XVI: “The general attitude of the whites, however, was that they were the trae

spiritual descendants o f the Indians and that the contemporary Indians were foreigners

who had no right to complain about their activities” (Deloria 14). Más excavaciones

tienen lugar en Pedricktown, New York; Paxton, Pennsylvania; en Illinois; y finalmente

en Clarkston, Washington, con las correspondientes protestas nativas por la profanación

del descanso de sus antepasados (Deloria 4-24).

A partir de 1972 se sueedieronn una serie de acontecimientos que desembocarían

en el punto culminante de las protestas de estos afios, Wounded Knee II. A principios de

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año un suceso deplorable conmocionaría a la comunidad indígena: Raymond Yellow

Thunder, siux de la reserva de Pine Ridge, cerca de Gordon, Nebraska—donde había

sucedido la masacre de 1890—fue secuestrado por cinco hombres y llevado al baile de

veteranos que estaba teniendo lugar en un establecimiento de la Legión Americana,

después de haber sido brutalmente golpeado. A causa de los malos tratos, Yellow

Thunder muere. En los meses siguientes “Indians were killed in California and Atizona

under suspicious circumstanees” (Deloria 18). Hacia principios de octubre se convocó

una marcha hacia Washington llamada “Trail o f Broken Treaties”, ya que las

reivindivcaciones de ésta giraban en tomo a las violaciones de los tratados. Se organizó

un encuentro en Minneápolis donde se redactaron los “Twenty Points”, conteniendo la

lista de las reformas consideradas más urgentes. Al llegar a Washington las seiscientas

personas que formaban la caravana se encuentrraron con que aquéllos que se adelantaron

para buscar alojamiento y provisiones no habían podido encontrar nada. Se convocó una

reunión entre los líderes de la marcha y el comisionado Louis Bruce de la Oficina de

Asuntos Indios en las dependencias de la misma. Mientras abandonaban el edificio se

desató un enfrentamiento entre los miembros más jóvenes y los guardias federales. Por

temor a un arresto masivo con la consabida brutalidad policial, los indígenas tomomaron

el edificio y empiezaron a destruir los archivos del BIA. La Casa Blanca, de manera

solapada, ofrece una subvención de 66.000 dólares para cubrir gastos de viaje, a cambio

del abandono del edificio. Algunos de los archivos fueron conservados como rehenes y

escondidos en varias partes del país (Deloria 4-24).

Considerados estos actos como una victoria, miembros de AÍM convocaron una

celebración en Pine Ridge. Con el fin de controlar tal celebración policialmente, el

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gobierno cedió fondos a Dickie Willson, jefe tribal del gobierno en la localidad. La

policía empezó a acosar a los oponentes políticos de Willson, aduciendo que se trataba de

miembros del AIM. Entre diciembre y enero del año siguiente la tensión no hizo más que

elevarse. Los intentos de destituir a Willson por corrupción fueron en vano y la situación

se hizo cada vez más violenta. El asesinato del oglala Wesley Bad Heart Bull quedó

impune, lo cual acarreó más protestas durante las que la policía incitó un levantamiento

en Custer que acabó en el incendio de un pequeño edificio de la Cámara de Comercio. Al

volver a Pine Ridge se empiezan a presentar cargos contra los lideres identificables del

grupo. Como protesta en febrero un gran contingente de siux y otros simpatizantes toman

Wounded Knee, lo cual supuso un golpe de efecto ante el público general, ya que el éste

estaba familiarizado con la tragedia de 1890, gracias al best-seller Bury My Heart at

Wounded Knee. La ocupación se mantuvo durante dos meses, en el transcurso de los

cuales el hecho apareció constantemente en los medios de comunicación para desviar,

según algunas opiniones, la atención del caso Watergate, que en esos momentos estaba

saliendo a la luz. La rendición se solventó con la promesa por parte de la Casa Blanca de

enviar una comisión para discutir la violación del tratado siux de 1868. Las

conversaciones se iniciaron, pero ni llegarían a ningún acuerdo, sin embargo los juicios

contra los cabecillas de la insurrección dieron comienzo en junio del 94 (Deloria 4-24).

En síntesis, dos impórtenles hechos surgieron de Woonded Knee. Primero, la

creación de una comisión para la revisión de “American Indian Policy”, promovida por el

senador de Dakota del Sur James Abourezk. En los años subsiguientes, y pese a la

ineficacia del BIA, la comisión logró modificar algunos aspectos legislativos con

proyectos de ley como la“American Indian Religious Freedom Resolution” y el “Indian

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Child Welfare Act”. Segundo, el resurgimiento del interés por la religión tradicional.

Pero, sobre todo, lo que se logró fiie un renovado sentido de la identidad indígena para la

propia comunidad. Como apunta Cook-Lynn, “the takeover o f 1973, the rise o f the

American Indian Movement and the reservation activism of the period, and the ongoing

traditionalíst influence had the potential to change Indian lives, the bureau, tribal

govemment, and federal/tribal relations forever” {Why 1 Can ’t 10).

Hoy la lucha por la tierra y la autodeterminación de las naciones indígenas en

Estados Unidos continua principalmente a través de la intelectualidad y en los tribunales,

reclamando los lugares sagrados y los derechos recogidos en los innumerables tratados

violados por el gobierno federal. The Politics o f Hallowed Ground: Wounded Knee and

the Struggle for Indian Sovereignity da testimonio de la lucha jurídica llevada a cabo por

el abogado siux Mario González para que The Black Hills, ocupadas ilegalemente por el

gobierno en 1877, sean restituidas al pueblo siux (xiv). Este libro, construido a partir de

las notas de González durante el proceso entre 1989 y 1992, y contextualizado histórica y

políticamente por Elizabeth Cook-Lynn, es una muestra de “mixed genre” (1) que plantea

una perspectiva indígena del conflicto en tomo a Woonded Knee. Asimismo, se

constituye en exponente de una narrativa intelectual cuyos argumentos, sin dejar de lado

una minuciosa documentación de apoyo, están integrados en una narración que fluye

entre los recovecos de las historias individuales, la escritura política, el activismo y la

reivindicación. Al final del libro Cook-Lynn escribe: “González believes that the

conquest of the Lakota people is a state o f mind; that the Lakota people will become a

conquered people only when they start believing they are conquered and start acting like

they are conquered” (229).

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27

Cuando todo apuntaba a que la cultura, la religión y las costumbres de las

naciones nativas habían muerto en el simbólico aflo de 1890 con la masacre de 300 seres

humanos, se presenta con toda la fuerza de sus gentes la resurección de una identidad

disuelta entre los símbolos equívocos de la cultura dominante. La asombrosa conexión

espiritual entre Wounded Knee I y Wounded Knee II logró, contra todo pronóstico,

despertar la conciencia como pueblo y alimentar la certeza de que 1a historia común de la

nación india pertenece nada más que a la nación india, que los muertos no forman parte

de museos arqueológicos, sino a la memoria de sus descendientes y que si no pudieron

ser desenterrados por la Danza Fantasma (Ghost Dance), todavía pueden serlo

simbólicamente en la conciencia colectiva.18

1.4. “Nunca más un México sin nosotros”.

La historia que se da por acabada en Estados Unidos en el siglo XEX tiene una

retrospectiva más lejana en México, donde el mito indígena a que se dirige la

construcción de la nación se remonta a la América prehispánica. La nación india, mucho

más densa en Latinoamérica que en el norte queda oculta desde los tiempos de la colonia

y, si bien algunos escritores y escritos nativos se integran en el corpus narrativo—el Inca

Garcilaso De La Vega, la Araucana, el indigenismo en general—se trata, no obstante de

un proyecto cultural que el gobierno siempre trata de apartar de la política. En el caso de

México, la intelectualidad oficial del siglo XX se ha encargado de imprimir hacia lo

indígena una mirada idealizada pero distante, dirigida hacia un pasado precolombino

arqueológico que tenían a buen seguro no regresaría jamás. Paz mitifica el pasado

indígena en su “Mariposa de obsidiana”, alabando el sincretismo de la cultura, mientras

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en El laberinto de la soledad el pasado se reduce a lo azteca, con héroes como

Cuauhtémoc. Vasconcelos eleva el mestizaje a la categoría de “raza cósmica”, pero

oculta con esto el México indígena que todavía existe. La pretensión de primar el

mestizaje cultural y racial no deja de ser un acto etnocida, con el que se pretende negar

todo vestigio contemporáneo de los pueblos indígenas. Tal institucíonalización del

mestizaje tiene pues dos intenciones latentes, idealizar el pasado indígena declarándolo

muerto, por un lado y negar la presencia indígena actual, por otro. Guillermo Bonfil

Batalla en su libro México profundo: una civilización negada apunta,

Todo escolar sabe algo del mundo precolonial. Los grandes monumentos

arqueológicos sirven como símbolo nacional. Hay un orgullo circunstancial por

un pasado que de alguna manera se asume glorioso, pero se vive como una cosa

muerta, asunto de especialistas o imán irresistible para atraer al turismo. Y, sobre

todo, se presume como algo ajeno, que ocurrió antes aquí, en el mismo sitio

donde hoy estamos nosotros, los mexicanos. El único nexo se finca en el hecho de

ocupar el mismo territorio en distintas épocas, ellos y nosotros. No se reconoce

una vinculación histórica, una continuidad. Se piensa que aquello murió

asesinado—para unos—o redimido—para otros—en el momento de la invasión

europea. Sólo quedarían ruinas: unas en piedra y otras vivientes. Ese pasado lo

aceptamos y lo usamos como pasado del territorio, pero nunca a fondo como

nuestro pasado: son los indios, es lo indio. Y en ese decir se marca la ruptura y se

acentúa como una carga reveladora e inquietante de superioridad. (23)

El pasado como “cosa muerta” se asume, pues como una prehistoria que pertenece al

ámbito de la barbarie, totalmente diferenciado de lo que hoy se considera el mexicano

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29

moderno. Paz excluye lo indígena de la nación: “El mexicano no quiere ser ni indio, ni

español. Tampoco quiere descender de ellos. Los niega. Y no se afirma en tanto que

mestizo, sino como abstracción: es un hombre. Se vuelve hijo de la nada. Él empieza en

sí mismo” (El laberinto de la soledad 111). De acuerdo que el mexicano no es ya

español, ni el español mexicano, es algo que forma paite de la historia, pero obviando una

población indígena que supone más la décima parte de la población nacional, de un

plumazo, Paz expulsa al indio fuera de la mexicanidad (Bonfil Batalla 49). Tanto es así

en la cultura dominante que, según Bonfil Batalla, los propios ciudadanos mantienen la

ignorancia más absoluta en lo que a lo indígena se refiere. No es de dominio público la

cantidad de población indígena, cuántos pueblos son, cuántas lenguas aborígenes se

hablan. Esto se debe en parte a lo que Bonfil Batalla denomina “etnocidio estadístico” del

gobierno, que trata de ocultar el número real de indígenas, así como el de las lenguas que

hablan actualmente. Mientras las cifras oficiales hablan de al rededor de cinco millones

de censados, hablantes de 56 lenguas, otras cifras arrojan una cantidad que está cerca de

doblar tal número, mientras que se estima que muchas de las lenguas que el gobierno

considera como variantes dialectales, son lenguas en realidad (Bonfil Batalla 45-49). La

reducción consciente de las cifras oficiales contribuye a una uniformación de la cultura

mesoamericana oculta bajo el nombre de “indio”, sin atender a la etnia, la lengua y la

diferencia cultural, social, espiritual e ideológica que de esto se desprende. Tal

denominación oficialista aleja a los ciudadanos de su propio pasado, de su presente y, por

ende, de su futuro.

La pretendida democracia racial que se desprende del concepto de mestizaje no es

más que urra fachada que trata de ocultar un racismo inmanente en el seno de la sociedad

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mexicana, heredado de la distinción de castas del sistema colonial y perpetuada por el

neocolonialismo. El poder sigue siendo claramente ostentado por individuos de

morfología eminentemente europea, mientras que el contingente mayoritario de la

población llamada “mestiza”, tradicionalmente pobre, se distingue por sus rasgos

“indios”, como aduce Bonfil Batalla (40). Según este sociólogo, lo que se ha dado en

llamar mestizaje se adapta, más bien, al concepto de “desindianización”, que se

caracteriza como,

un proceso histórico a través del cual poblaciones que originalmente poseían una

identidad particular y distintiva, basada en una cultura propia, se ven forzadas a

renunciar a esa identidad, con todos los cambios consecuentes en su organización

social y su cultura. La desindianización no es un resultado del mestizaje

biológico, sino de la acción de fuerzas etnocidas que terminan por ímpedeir la

continuidad histórica de un pueblo como unidad social y culturalmente

diferenciada. (42)

El mestizaje que se da en México, alabado por los intelectuales, se resume, por tanto en

una desposesión de identidad, adoptando la filosofía del neocolonialismo, que pretende el

reconocimiento sólo de lo occidental, o lo que es lo mismo, el reclutamiento de miembros

sin identidad que uniformen el vasto numero de individuos sin opinión vampirizados por

el neoliberalismo, mano de obra barata para el consumo del primer mundo. En su teoría

Bonfil Batalla afirma: “[l]as relaciones entre el México profundo y el México imaginario

han sido conflictivas durante los cinco siglos que lleva su confrontación. El proyecto

occidental del México imaginario ha sido excluyente y negador de la civilización

mesoamericana” (10). Con la noción de “México imaginario”, Bonfil Batalla se refiere a

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la imagen que las instituciones quieren proyectar de un país desindianizado,

occidentalizado y, por tanto “civilizado”, lejos del “México profundo” que es el

compuesto por la diversidad de sus comunidades indígenas.

La solución que el autor propone no es otra que la de asumir las dos

civilizaciones, la occidental y la mesoamericana de una forma democrática, algo que

supondría un verdadero mestizaje. Así, el 1 de enero de 1994, aflo en que entra en

vigencia el proyecto neoliberal del Tratado de Libre Comercio en América del Norte o

NAFTA, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se proclama en Chiapas. Frente a la

desindianización, el zapatismo propone una reindianización, haciendo un llamamiento a

la reivindicación de la identidad, no solo la indígena, sino la de todos aquellos que

pretendan luchar contra el ingente proyecto neocolonizador del neoliberalismo. La

respuesta internacional que ha estado provocando en los años que han transcurrido desde

entonces hace intuir que el zapatismo ha respondido a una necesidad latente esgrimida no

sólo por intelectuales del mundo entero, sino también por individuos anónimos que han

encontrado en la expresión de los llamamientos del zapatismo la concretización de una

ideología que parecía no tener ni un enemigo real, ni un camino válido para luchar.

Desde todos los puntos de vista, ante los ojos de la opinión mundial el

levantamiento indígena que se está llevando a cabo en Chiapas es una insurrección

inteligente, moderna y poética que contrasta fuertemente con la respuesta primitiva,

paramilitar y prosaica del gobierno federal. La campaña propagandística de carácter

demagógico del gobierno, diametralmente opuesta a la difusión ideológica que propone el

EZLN, se ha encargado de extender una campaña de despretigio que no ha hecho más

que reforzar la legitimidad del otro bando. Ante acusaciones tales como: que el

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levantamiento respondía a intereses “extranjeros”, que era un subterfugio para el

narcotráfico, la negación de que el levantamiento fuera indígena, o las acusaciones como

grupo terrorista, o “gavilla de bandidos o delincuentes comunes” (Montemayor, Chiapas

15), los comunicados zapatistas responden con la verdad, una verdad que parecía ya

imposible en este cambio de milenio.19 El exhaustivo estudio de los orígenes del

zapatismo, su ideología y su relación con el gobierno mexicano y con la sociedad durante

los primeros aflos -hasta febrero de 1998- que Carlos Montemayor lleva a cabo en

Chiapas, la rebelión inígena de México, aduce que lo que pareció un levantamiento

repentino a los ojos de México y del resto del mundo, en realidad tenía tras de sí una

extensa historia de conexiones con otros movimientos, a la vez que una prepración

concienzuda (11-33); sin embargo el gobierno tuvo buen cuidado de ocultar los datos de

un posible levantamiento en Chiapas por la entrada en vigor de NAFTA: “El gabinete

económico del presidente Salinas de Gortari sabía que la firma de este tratado hubiera

sufrido grandes tropiezos si se hubiera hecho pública la existencia de un nueva guerrilla,

que revelaría un México con fisuras sociales y económicas” (33).

La insurgencia zapatista no se fraguó en el vacío, sino que respondía a un unas

demandas que derivan de una larga historia de levantamientos por la justicia y la

supervivencia de siglos anteriores, y que se podrían remontar a las primeras revueltas

indígenas de la colonia en todo el territorio mexicano. Francisco López Barcenas, por

ejemplo, aporta datos sobre una resistencia continua en la míxteca desde el comienzo de

la colonización en 1521, contradiciendo la versión de la historia oficial, en que la mixteca

se rindió inmediatamente a las fuerzas invasoras (19). En “Breve historia de los

levantamientos indígenas de México”, por otro lado, Gabriel García Colorado alude a la

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cifra de 100 levantamientos indígenas entre 1523 y 1830 en México (69),20 y citando las

causas de los levantamientos indígenas aduce que “no han cambiado en cinco siglos (...)

y por supuesto no se han resuelto, son los justos reclamos por sus tierras y su hábitat, sus

reclamos de libertad e igualdad, de justicia y democracia, las mismas denuncias de

agresiones, muerte y despojos, la misma mortandad por enfermedades que sólo a los

pobres matan” (70). Montemayor, por su parte, también cita la cuestión de la tierra como

principal razón para los sucesivos levantamientos indígenas, incluido el levantamiento

zapatista. El gobierno, sin embargo lo quiso dar a entender como una revolución

improvisada, ya que el poder se había ocupado durante años de ocultar este tipo de

levantamientos. Los zapatistas, sin embargo, no eran sólo un movimiento militar, sino

que tenían en tomo a sí una red de protección en todas las comunidades de la zona:

Este reduccionismo [por parte del gobierno] fue el más grande error, pues

minimizar la valla social que protege y apoya al EZLN equivale a eliminar

ilusoriamente un rasgo que es suficiente para considerar este levantamiento

también como social, indígena y campesino. Este reduccionismo se liga tambén

con otro error: creer que entre el EZLN y esa “larga y profunda injusticia social”

no hay ninguna conexión real. De ahí puede derivarse, por último, la resistencia

oficial a creer que el EZLN enarbola valores de cambios y transformaciones

integrales de orden social, económico y político que una gran parte de México

quiere y expresa a través de la lucha de sindicatos, manifestaciones agrarias,

protestas poselectorales y opinión pública. Por ello la única medida que el

gobierno tomó cuidadosa e ininterrumpidamente fue la militar. (65)

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El pretendido aislamiento de le insurgencia zapatista no es tal, sino que, como ya hemos

visto, responde a una corriente de levantamientos indígenas que tienen en común la lucha

por la dignidad. Y el supuesto localismo del que surgió traspasa fronteras, tal y como se

desprende de la atención que se ha prestado al zapatismo en el plano internacional por

parte medios de comunicación, grupos políticos e intelectuales, y sobre todo, por parte de

los ciudadanos de a pie. Los literatos, por su parte, lejos de quedarse al margen, expresan

su apoyo al levantamiento en Chiapas en diversos escritos y publicaciones recopilados en

The Zapatista Reader, donde podemos encontrar escritores de la talla de Elena

Poniatowska y Carlos Monsiváis en México, y García Márquez, Vázquez Montalbán,

José Sarmango y John Berger, en el panorama internacional.21

El atractivo que se desprende del zapatismo, en suma, viene dado por su

propuesta de una nueva forma de entender la utopía, una utopía realizable y posible.

Según Fernández Retamar la Utopia de Thomas More (1616), que tanta influencia

ejerció sobre el humanismo, fue producto del encuentro con los indígenas tainos del

Caribe.22 Tal y como Aníbal Quijano entiende la la modernidad, América fue la

proyección de la utopía para Europa. Hasta el siglo XVI la sociedad europea sólo mira

hacia el pasado. Es con el descubrimiento de América cuando el viejo continente empieza

a mirar hacia el futuro, debido al encuentro con lo andino, y por extensión lo indígena,

que contribuye a la concepción de la modernidad con su visión de la reciprocidad, la

solidaridad y la comunidad vital con el mundo. Según el autor, en la tensión de la

modernidad europea se producen dos tipos de racionalidad, la “racionalidad liberadora”,

por un lado, localizada en el área mediterránea como “genuina promesa de liberación:

para la humanidad, de sus propios fantasmas; para la sociedad, de las prisiones del poder”

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35

(Quijano 32). Y la “racionalidad del poder” por otro lado, de origen anglosajón y

caracterizada por su instrumentalización del poder para la dominación. Con el triunfo de

la segunda sobre la primera, a la razón instrumental se la disfiazó de razón liberadora y

fue impuesta a través del colonialismo en gran parte del mundo, por no decir todo. Con la

imposición de la hegemonía británica, el racionalismo verdaderamente ético tuvo que

sobrevivir en el margen: “[l]a modernidad sería, en adelante, vista casi exclusivamente a

través del enturbiado espejo de la ‘modernización’. Esto es, la transformación del

mundo, de la sociedad, según las necesidades de la dominación. Y específicamente de la

dominación del capital, despojado de toda otra finalidad que la acumulación” (Quijano

32).

La crisis de la modernidad a que apuntan todos los analistas, de acuerdo con

Quijano, se daría en Europa y Estados Unidos, no en Latinoamérica. Lo que ha entrado

en crisis, precisamente es la racionalidad del poder occidental, que en América Latina

siempre se ha mantenido en tensión con la racionalidad liberadora o “instrumental”. En el

ámbito latinoamericano, por tanto, tal crisis vendría dada por el difícil equilibrio de

ambas racionalidades, la adoptada y la impuesta. Después de la II Guerra Mundial y

acontecimientos que conmocionaron al mundo del calibre del nacismo, la intelectualidad

declara que no se puede mantener el idealismo, es decir, la racionalidad liberadora. Es

por esto, precisamente que la modernidad, inaugurada en el siglo XVIII según Quijano,23

entra en crisis, debido a que “la racionalidad moderna es, en Europa, una planta cuya

savia es nutrida, desde el comienzo, por las relaciones de poder entre Europa y el resto

del mundo” (34). Mientras que, debido a la tensión que ambas racionalidades mantienen

desde el principio en Latinoamérica y a la constitución misma del continente, “(l)o real

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no es racional, sino en tanto no excluya su magia” (38). A través del análisis del

indigenismo más radical de Arguedas, Quijano declara como posible la vuelta a la

realización utópica por medio de “la irrupción de los dominados al primer plano de la

escena”. Así, cuando se vuelven a hacer obvios los elementos de la subjetividad y tiembla

el sistema de poder, se puede construir una nueva racionalidad. Tales procesos se hacen

más patentes en los lugares de las utopías primigenias, el area andina y México-

Mesoamérica.

La nueva manera en que el zapatismo categoriza la realidad, las alternativas que

opone al neoliberalismo y la propuesta de liberación global que implica que la lucha

contra un problema local concreto solo se puede solventar a través de lo universal, todo

esto se concreta en un llamamiento al mundo para realizar una nueva utopía. El error

histórico de adoptar la racionalidad del poder a que apunta Quijano sólo se puede paliar

adoptando un punto de vista global contra el neoliberalismo. Los zapatistas transportan

al plano mundial el problema de lo que erróneamente se consideraría un asunto local. Se

erigen en portavoces de los elementos obviados por la globalización, aduciendo que sus

reivindicaciones son derechos fundamentáis de todo ser humano, que esto es un problema

de todos.

A partir de imas declaraciones del Subcomandante Marcos, John Berger define el

panorama mundial como un puzzle de piezas que no encajan entre sí, sin una narrativa de

continuidad entre unas piezas y otras, entre las que habla del cada vez mayor

desequilibrio entre riqueza y pobreza, la mentira de la racionalización de la producción,

la emigración obligada, etcétera, y entre estas piezas destaca la ideología zapatista como

uno de los bolsillos [pockets] de resistencia al nuevo orden, la globalización, o lo que él

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denomina IV Guerra Munidial. Según Berger, tales bolsillos de resistencia no tienen un

dogma político definido, lo que sí tienen en común es “their defense of the redundant, the

next-to-be eliminated, and their belief that the Fourth World War is a crime against

humanity” (“Against the Great Defeat o f the World” 486). De acuerdo con la perspectiva

de este autor, el modelo de resistencia zapatista no se reduce a un levantamiento local,

sino a una fuerza que traspasa fronteras, aportando una solución de futuro también para

occidente y un modelo a imitar para occidente. En una entrevista publicada por Juan Cruz

en El país semanal Berger alega lo siguiente:

Debemos atender la sugerencia de Spinoza: en lugar de vivir para programar una

solución, debemos vivir adecuadamente con lo que tenemos, con lo que

recibamos para vivir. Y cuando digo adecuadamente me refiero a una vida llena

de respeto hacia las prioridades vitales y de respeto hacia la esperanza. Si

viviéramos así, respondiendo adecuadamente a la situación en la que estemos, en

grupo o en soledad, estaríamos rozando lo eterno... estos momentos históricos de

lo eterno son bucles del tiempo (...). Un ejemplo de organización política que

refleja esta idea es el movimiento zapatista en México, sobre todo lo que

proclama en sus discursos. Si usted me pregunta cómo veo el futuro, por ahí iría

mi respuesta. (15)

Quizá por primera vez en la historia, occidente reconoce en un movimiento

latinoamericano un modelo a imitar. Sin embargo, lo que más nos interesa señalar es si

existe un apoyo por parte de los propios escritores indígenas hacia el zapatismo, y no sólo

en México, sino también en Estados Unidos, abriéndose así una vía de diálogo

ideológico. Y efectivamente, los escritores de ELIAC extienden su apoyo a la lucha del

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Ejército Zapatista de Liberación Nacional. La resolución número 11 (te la Declaración de

Cancón de ELIAC establece como uno de sus cometidos: “Pugnar por el cumplimiento

de los Acuerdos de San Andrés Larráinzar, Chiapas, México” (Hernández 159). Natalio

Hernández, uno de los fundadores de la asociación, en su libro El despertar de nuestras

lenguas apunta:

El movimiento que vino a sacudir profundamente las estructuras sociales e

ideológicas fue el conflicto armado de Chiapas que estalló en enero de 1994. Si

bien la reforma constitucional de 1992 reconocía la presencia de los pueblos

indígenas en el contexto de la nación mexicana, ésta no había trascendido a la

conciencia de los distintos sectores de la sociedad. Por ello cobran una gran

importancia los Acuerdos de San Andrés suscritos por el gobierno federal y el

EZLN en materia de derechos y cultura indígena que motivaron la formulación de

las cuatro Iniciativas de Ley sobre Derechos y Cultura Indígena. (84-5)

Efectivamente, los Acuerdos de San Andrés, al hayarse centrados en gran parte en tomo a

la autonomía cultural, propiciaron la apertura de instituciones dedicadas a la potenciación

de las lenguas y literaturas indígenas, no sólo en Chiapas, sino en otros lugares de

México de fuerte tradición indígena: “[cjomo consecuencia de los Acuerdos de San

Andrés, el gobierno del Estado de Chiapas decretó en 1997 la creación del Centro de

Lenguas, Arte y Literatura Indígenas; en Oaxaca se creó recientemente el centro de

Estudios y Desarrollo de las Lenguas Indígenas de Oaxaca” (Hernández 85). Por su parte,

Inés Hemández-Avila ve este contacto ideológico entre escritores y revolucionarios como

la construcción de caminos de diálogo por medio de los cuales América tendrá que mirar

hacia la América indígena que viene, y que, en realidad, siempre estuvo ahí:

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39

The dialogue they have initiated and sustained is one which has opened paths like

no other in contemporary times; índigenous America will never be the same. In a

conscious performance o f autonomy, the writers of ELLAC join their voices,

poetically and polemically, with those o f the Zapatistas in this national debate

over the present and future o f México. (“The Power of Native Languages” 44)

El crítico creek Craig Womack, por otro lado, haciéndose eco de la ideología preminente

en la academia nativo-americana, afirma en Red on Red: “the Zapatista movement (...)

from its begginings has been ani-NAFTA, and their struggle has much to teach us about

the connection between autonomy, cultural integrity, and economic issues such as taking

back the land and controlling one’s own resources” (225). Y alude en su libro a la

relación norte-sur por la que figuras de la talla de Joy Harjo y Leslie Marmon Silko

abogan, subrayando el pan-tribalismo de Harjo (224-7) y la visión profética de Silko en

Almanac o f the Dead que predice “broad alliances between indigenous people, specially

the tribal people of Latín America” (226). En la primera página de Almanac Silko

presenta una ilustración de “The Five Hundred Year Map”, mapa imaginario en que la

frontera entre México y Estados Unidos es una línea recta que evoca la división colonial

cartesiana, ajena al contacto ancestral de los pueblos indígenas, y en cuyo recuadro “The

Indian Connection” se puede leer: “[s]ixty million Native Americans died between 1500

and 1600. The defiance and resistance to things European continué unabated. The Indian

wars have never ended in the Americas. Native Americans aknowledge no borders; they

seek nothing less than the retum o f al1tribal lands” En lo más profundo no existen líneas

divisorias, tanto en el pasado como en el presente, y así lo cree también la activista maya

Rigoberta Menchú Tum, Nobel de la Paz en 1992:

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40

Creo que los vínculos más fuertes se dan entre los activistas de Estados Unidos y

Latinoamérica. Muchos de los problemas que afectan a los pueblos indígenas de

ambas partes son similares: opresión, discriminación, marginación. Nos hemos

apoyado mutuamente. Y esta relación se ha intensificado a raíz de la agenda

internacional de los pueblos indígenas. Claro que a veces hay divergencias de

posturas, pero eso es el propio debate (Miralles, “Nadie es dueño de la verdad”

141).

Como hemos visto hasta ahora, la literatura y la intelectualidad en el contexto indígena se

encuentran intrínsecamente ligadas a los movimientos políticos y sociales. Movimientos

que están en proceso de reivindicar una autonomía cultural que hasta el momento ha sido

ocultada, con cierto éxito, por el poder colonial. La cultura dominante ha intentado minar

la cultura indígena ayudándose de múltiples instrumentos. Vías de exterminación cultural

tales como la “desindianzación” y el concepto del vanishing Indian han servido como

medios para declarar, en definitiva, la invisibilidad de los pueblos indígenas. Éstos, sin

embargo han sobrevivido y están floreciendo en el momento actual. Es por esta razón que

existe una necesidad imperiosa de que norte y sur se conozcan, se reconozcan y tiendan

puentes donde unos y otros se puedan aportar una riqueza cultural, ideológica y literaria

que tiene más puntos de conexión que de distanciamiento. Así, en los capitule» que

siguen intentaremos exponer con el mayor detenimiento posible la confluencia de temas y

medios, de formas y contenidos entre diferentes obras de autores indígenas de México y

Estados Unidos.

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41

CAPÍTULO 2

Construcción de la nación:

Indian KttlertRelación de hazañas del hijo del relámpago

El presente capítulo analiza en qué manera las obras que constituyen la base de

esta investigación proponen una solución imaginaria a la cuestión de la descolonización y

las bases del nacionalismo, teniendo en cuenta factores tales como soberanía y autonomía

desde el punto de vista de las culturas indígenas. Nos interesa señalar, más

concretamente, cuáles son las características que pudieran ser susceptibles de situar

Indian Killer y Relación de hazañas del hijo del relámpago en las líneas narrativas de

construcción nacional, trayendo a colación acercamientos teóricos al tema de

intelectuales tanto estadounidenses como mexicanos.

Este estudio propone una contextualización acerca del nacionalismo, usando la

propuesta del inefable Benedict Anderson y la crítica que de éste hace Neil Larsen, así

como los acercamientos teóricos de la intelectual sioux Elizabeth Cook-Lynn, la

antropóloga mexicana Leticia Reina, el también antropólogo Stefano Várese y el poeta e

intelectual zapoteco Víctor de la Cruz. La literatura de construcción nacional occidental

típicamente contiene ciertos elementos humanos, mientras que obvia otros, quedando así

fuera del proceso aquellos sujetos considerados del “margen”, de tal manera que traspasa

lo meramente literario. Haciendo uso de los acercamientos teóricos ya mencionados, es el

objetivo del presente análisis mostrar en qué manera se define un cierto proyecto

nacional, si es que lo hay, en las narrativas del autor spokane Sherman Alexie y del

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42

escritor zapoteco Javier Castellanos, y en qué manera proponen la inclusión del elemento

indígena a través de sus novelas.

2.1. Nación como narración

En el imaginario colectivo el XIX se constituye en el siglo “nacionalizador” por

excelencia. No sólo en Europa, sino también en América se inicia el proceso

decimonónico de la construcción de la nación. Después de complicados procesos de

unificación, que siguieron a procesos de desocupación e independencia, extensas

comunidades luchan por declarar su construcción como naciones. La filosofía reflexiona

a cerca del destino histórico de erigirse en nación de ciertos reductos territoriales. De

forma paralela, las literaturas se vuelven nacionales y en las definiciones que establecen

se delimitan cuáles son los elementos que formarán la “comunidad imaginada”.24 Como

Neil Larsen apunta: “‘Reading’ the nation as ‘narratíon’ has become a virtual routine of

literary and cultural studies. On a certain, narrowly drawn intellectual-historical plañe,

this can be credited largely to the influence o f Benedict Anderson’s Imagined

Communities” (169).

Sería necesario, antes de entrar de lleno en el tema, intentar una definición de ese

“constructo que llamamos nación”. En Imagined Communities: on the Origin and Spread

o f Nationalism (1983) Benedict Anderson, define la nación como una comunidad

imaginada, limitada y en busca de una soberanía, o en sus propias palabras: “In an

anthropological spirit, then I propose the following definition o f the nation: it is an

imagined political community—and imagined as both inherently limited and sovereign”

(5-6). Es imaginada, en cuanto a que los hombres y mujeres que la componen no se

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conocen entre sí, solo se presuponen. Es limitada porque está comprendida dentro de

unas fronteras que, por supuesto, pueden ser variables. Y es soberana porque persigue, de

una u otra manera, la autodeterminación:

The nation is imagined as sovereign because the concept was bom in an age in

which Enlightenment and Revolution where destroying the legitimacy o f the

divinely-ordained, hierarchica! dynastic realm. Corning to maturity at a stage of

human history when even the most devout adherents of any universal religión

were inescapably confronted with the living pluralism of such religions, and the

allomorphism between each faith’s ontological claims and territorial stretch,

nations dream o f being ffee, and, if under God, directly so. The gage and emblem

of this freedom is the sovereign state. (7)

La nación, por otro lado, se define en base a tres tipos de relaciones entre sus

componentes: el gobierno, las transacciones comerciales (capitalismo) y la producción

impresa (prensa y novela). Es la producción impresa la que fomenta la creación de un

pasado común y, por tanto, el estrechamiento de los lazos entre los miembros de la

comunidad, ya que el héroe de la novela se materializa y da vida a ese elemento

imaginado que los miembros de la nación presuponen.25 A su vez, la palabra escrita

contribuye a la uniformación lingüística -a l pasar del latín a las lenguas vernáculas- y,

por tanto, a conferir poder a una lengua sobre otra u otras (40-41). Al inventar un pasado,

la novela también usa la “memoria selectiva”, donde unos elementos se anteponen a otros

con el fin de crear un sentimiento de unión nacional entre los miembros. La literatura y la

novela concretamente, por tanto, como definidora de los elementos humanos que forman

parte (te la nación, incluye unos y deshecha otros y lo hace asignando a sus miembros

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44

determinados roles y estatus sociales. De acuerdo con Anderson, el nacionalismo surge a

partir de la imprenta; sin embargo, de tal presuposición se infiere que la gran mayoría de

los elementos integrantes de de una nación ejercen la lectura y, en realidad no es así, ya

que en aquel momento sólo las élites leen.

Por otro lado, dado el amplio ámbito de influencia que ha adquirido Imagined

Communities, como apunta Larsen, habría que detenerse antes en la problemática en

tomo a la lectura de la nación como narración, que se ha convertido en moneda común

para la crítica actual. En “Nation and Novel: Critical-Theoretical Speculations and

North/South PostScript”, último capítulo de Determinations, Larsen alude a lo escurridizo

de la conceptualización del término nación y de sus orígenes como la razón principal de

haber obviado su forma “the concept o f ‘nation’ itself, for reasons having no doubt to do

with its own exceedingly complex and protean genealogy, is both so resistant to

definition and yet so ready to hand discursively that the question o f its general form is

easily ignored”(174). Y continua:

Theories of the nation, especially those with the most to gain conceptually, tum so

readily into exercises in tautology because a thing about which one is uncertain as

to form can all the more quickly come to be equal only to itself in the illusory

guise of a real predícate. Imagined Communities at least makes a genuine attempt

to avoid this circularity by positing the more general term “community.” But here

Anderson’s theoretical purchase is essentially exhausted, and community itself is

left on a conceptual plañe o f abstract generality. All we know is that the nation is

a kind of community, but not the more concrete, historically determínate sense—

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45

requiring, evidently enough, a great deal o f conceptual mediation—in which the

nation is a form o f community (174-5).

En su análisis de las implicaciones que conlleva el binomio nación/narración, Larsen

considera necesario detenerse antes en la definición del elemento que se encuentra en el

centro de esa vacuidad del espacio imaginado como comunidad post-capitalista, el nexo

de unión entre nación y novela, ya que la falta de conceptualización en tomo a tal nexo

parece implicar que cualquier novela se pueda estandarizar como lectura de la nación. En

primer lugar, este autor considera necesario aislar el término “alíegory” en relación a la

novela, a partir de la crítica de “Third World Literature in the Age o f Multinational

Capitalism”, de Frederic Jameson, Como apunta Larsen, Jameson sugiere “a correlation

between allegorization and the specific historical problems o f ‘third world’ nationalism”

(171). Y cita como ejemplo el caso de la novela pre-independencia de Cuba Sab, de

Gertrudis Gómez de Avellaneda: “Sab can equal Cuba, or Cuba Sab only because both

sides o f the equation are still in themselves essentially empty, theoretically unspeeified

entities”. Ambas entidades están vacías: la entidad nacional “Cuba”, porque en el

momento de publicación de la novela es imaginada, una proyección en el futuro, sin base

real, la entidad “Sab”, porque es un personaje también imaginado, plano, irreal,

ficcionalízado - “a light-skinned almost ‘passing’ slave who saves his white mistress

from unscmpulous foreing merchants and a fortune-hunting suitor, only to die tragically

in still unrequited love for her”. Por otro lado, Neil Larsen acude al concepto de “social

synthesis”, acuñado por Alfred Sohn-Rethel26 como el nexo de todas las relaciones

mutuas dentro de la nación, y definido como “the function that, in differing historical

epochs, medíate the joint existentes of human beings so as to produce a viable form of

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society. As the forms o f society develop and change, so do the syntheses that bind

together the corresponding división o f labor and its mutual dependencies into a viable

whole” (176).

Y es tal síntesis, la que, aplicada a la narratología puede servir como instrumento

de mediación para aproximarse a lo que Walter Benjamín llama la inconmesurabilidad de

la experiencia moderna (177). Así, haciendo uso de “The Story Teller” de Benjamín,

Larsen nos lleva a considerar la posibilidad de que la síntesis social ha de verse reflejada

en la novela Ya que Anderson no habla de narratología, es decir, cuál es la forma que

tiene que tener la novela para poder relacionar nación con narración, Larsen hace una

significativa contribución acerca de este tema, y es que el entorno nacional debería

aportar datos sobre el propio personaje, ya no de su psicología o su personalidad, sino sus

circunstancias sociales, que a la vez son condicionantes de éste. De tal manera, la

“biographical form” de la novela, dado el caso, ha de contener “a relationship of the

‘problematic individuar to ‘bad infínity”’ (182), entendiendo “bad infínity” como la

comunidad imaginada, posible e indefinida. La relación entre la nación y narración, por

tanto, siguiendo a Jameson, debe ser metonímica, en contraposición a la alegoría

simbólica que se establece en novelas como Sab, por citar un ejemplo. En este sentido,

entenderíamos metonimia narrativa como la parte de un todo nacional, como la

representación de una sene de personajes, con sus circunstancias y peripecias, que

alcanzan la condición de verosimilitud.

Con el fin de ilustrar las diferentes maneras en que la narración relaciona al

individuo con el entorno, Larsen hace uso de dos ejemplos -en el eje Norte/Sur-

tomados, el primero de la novela de Henry James Washington Square, de la que extrae el

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47

concepto de “topographical parenthesis”, y el segundo de Dom Casmurro, de Machado

de Assis. En el paréntesis topográfico de Washington Square el narrador detiene el

transcurrir de la acción para mostrar una descripción del entorno, como una cámara en un

plano panorámico que recorre el eje diacrónico de Washington Square. Sin embargo, en

Dom Casmurro, tal intervención del entorno está incluida en la misma narración que se

ralentiza, pero al mismo tiempo ofrece una descripción del entorno social, por lo que no

se adaptaría a la descripción de paréntesis topográfico, a pesar de la forma biográfica,

sino más bien un “biographical parenthesis”.27 De tal manera, y pagando tributo a

Lukács, Larsen apunta a las bases de lo que constituye la diferencia Norte/Sur, en cuanto

a la lectura de nación como narración;

Herein lies, no doubt, a “national” tale that The Theory o f the Novel did not

anticípate—and the germ o f a political-narratological economy (...). But it is to

Lukács’ great essay and the formal, dialectical categories it develops that we must

look first if the beeper, social-structural laws o f a Latín American, perhaps even a

“postcolonial”, novel are to be discovered. (183)

Asimismo, en su libro Why I Can ’t Read Waltace Stegner and Other Essays, Elizabeth

Cook-Lynn expone una aproximación al nacionalismo en relación con la literatura

indígena particularmente interesante para nuestro análisis del nacionalismo y la literatura

en este capítulo. Nos interesa concretamente la tercera parte, “Who Will Tell the

Stories?”, que consta de dos ensayos: “The Relationship o f a Writer to the Past: Art as a

Literary Principie, and the Need to Nárrate” y “The American Indian Fiction Writers:

Cosmopolitanism, Nationalism, the Third World, and First Nation Sovereignty”. La idea

principal parte de lo que la autora interpreta como “the political reality o f the

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48

imagination” en Almanac o f the Dead de Leslie Maimón Silko (91). En su análisis de la

obra Cook-Lynn propone que la imaginación forma parte esencial del nacionalismo y que

éste debe estar, por tanto, contenido en la literatura.

Como apunta la autora, la degradación a que la imaginería dominante ha sometido

a la visión de identidad y la cultura nativa en Norteamérica ha dado como resultado la

fijación de un estereotipo de la identidad indígena como atrapada entre dos culturas y en

vías de desaparición. Esta visión, alimentada desde el siglo XDÍ por intelectuales y

escritores, ha excluido desde un primer momento al elemento nativo de la nación,

declarándole persona non grata. Con esto, el panorama literario ha estado dominad) por

la cultura euro-americana. El resultado del proceso ha sido la casi irreversible declaración

de superioridad occidental en la construcción de la nación:

The strong literary argument in defense of the narrative voice of the nineteenth-

and twentíeth-century Euro-American culturists seeks to declare the indigene

persona non grata and imaginatively domínate the literary landscape. The result

has been, until now, an almost unchallenged visión of America’s superiority over

those whose ancient mythologies o f the land, it has been thought, might deform

and transfigure the newcomer. (64)

Ha sido precisamente en el momento de la formación del nacionalismo americano, el tan

traído y llevado siglo XIX, cuando la voz nativa se ha silenciado y deformado y ha

entrado, de esta manera a formar parte de la memoria colectiva como objeto (en lugar de

sujeto). El pretendido desvanecimiento de la cultura nativa se ha instaurado en el cuerpo

intelectual de la nación de tal manera que incluso parte de la inteligencia indígena lo ha

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49

aceptado. Es por ello que se hace necesario el proceso de deconstruir y volver a construir

de nuevo los paradigmas culturales, al menos, desde el punto de vista indígena.

Al referirse al nacionalismo, Cook-Lynn está hablando acerca de la lucha por la

soberanía. En su artículo “The Big Pipe Case” la autora provee una definición de

soberanía como “the power of self-govemance and the inherent right to control [one’s

own] internal affairs” (116). Debemos recordar que gran parte de los pueblos indígenas

en Estados Unidos han mantenido unas relaciones caracterizadas por un trato de nación a

nación con el gobierno federal, algo fácilmente apreciable en el lenguaje contenido desde

los primeros tratados establecidos en siglo XIX. Por ejemplo, en el artículo V del Fort

Laramie Treaty de septiembre de 1851 el estado reconoce “[t]he territory o f the Sioux or

Dahkotah Nation” (González y Cook-Lynn 237). No obstante, el Act o f March 3, 187,

aun manteniendo la misma denominación de “nación” marcó el final del período de estas

relaciones bilaterales “according to the United States versión of history”, conteniendo el

siguiente lenguaje: “No Indian nation or tribe within the territory of the United Status

shall be acknowledged or recognized as an independent nation, tribe or power with whom

the United Status may contract by treaty”, aunque continua “but no obligation o f any

treaty lawfully made and ratifíed with any such Indian Nation or tribe prior to March

third, eighteen hundred and seventy one, shall be hereby invalidated or impaired” (239).

De tal manera que toda ruptura de tratados contraídos con anterioridad a la fecha citada

se debiera considerar ilegal. De hecho, refiriéndose al Tratado de Paz de 1868, tras la

victoria sioux de Powder Rtver War (1866-68), Cook Lynn afirma: “The Soiux People

(...) see themselves as a nation that has never lost a military conflict with the United

Status (...) They see themselves as an unconquered people who have honored their

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50

commitment to reside on their reservation as provided in the treaty” (González y Cook-

Lynn 15-6).

La naturaleza arbitraria del intervencionismo cuando se trata de los asuntos

internos de las reservas continúa siendo una forma de colonialismo sobre los indígenas en

Estados Unidos. O como Cook-Lynn apunta, “the Sioux Nation and most other native

communities are still fighting an undeclared war for their sovereign rights against an

ineffectual and stifling patemalistic bureaucracy” (Why I Can ’t 114). Las reservas en

Estados Unidos mantienen sus derechos y leyes, pero el auténtico auto-gobierno tiene

lugar siempre y cuando dichas leyes no entren en conflicto con los asuntos económicos,

políticos, judiciales, religiosos y sociales del gobierno federal:

[W]hen local, state, and regional laws cannot apply, the federal govemment can

“assimilate” them, in other words, assume control, and this oflen results in

makíng state criminal laws applicable on Indian land, in violation of cultural

belief systems or anything else. It is, perhaps, redundant to say that all of this

congressional activity was undertaken in violation of the 1868 treaty between the

Sioux Nation and the United States, which defends as one of its principies the

upholding of tribal sovereignty. (122)

En el caso de México, los pueblos indígenas han llevado a cabo una lucha similar. La

antropóloga mexicana Leticia Reina, en “Raíces y fuerza de la autonomía indígena” (Los

retos de la etnicidad en los estados-nación del siglo XXI), afirma: “el Estado mexicano

no se pudo construir a imagen y semejanza de los ‘países civilizados’ como lo deseaban

sus gobernantes, sino que aceptó (...) que había un gran porcentaje de población indígena

y que debía (...) rectificar su proyecto de nación” (246). Debido al fuerte componente

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indígena en la constitución misma de la nación, con el fin de mantener el control sobre

este sector de la población, el gobierno hubo de imponer instituciones que sustituyeran a

las que había propiciado la colonia, o más atrás en el tiempo, las formas de autogestión

ancestrales. La intelectualidad indígena mexicana, por tanto ha optado por el uso de un

término diferente: el de autonomía. La autora, tras ofrecer una contextualización histórica

de cómo los estados nacionales se formaron en el siglo XIX, propone una definición

moderna de autonomía:

La lucha de los pueblos indígenas del siglo XIX por conservar su autonomía se

convirtió en un combate a muerte con el Estado mexicano, ya que la

sobrevivencia de uno significaba la extinción del otro. Basta recordar que en esta

época los estados nacionales se formaron con la idea de la integración de sus

sujetos sociales y la eliminación de las diferencias. El liberalismo fue la ideología

que le dio sustento a sus constituciones por medio de las cuales se trató de

suprimir la diversidad. Por ello, la autonomía como se entendía en la Roma

antigua o actualmente en las demandas de los movimientos étnico-políticos, tiene

un significado diferente. Hoy día se define como el conocimiento de entidades

diferentes al interior de un Estado. (245)

Para Stefano Várese, el proyecto de autonomía de los pueblos indígenas depende del

control de los medios de producción, una “economía india” no entendida en términos

genéricos, sino en sus diversas modalidades locales. En este sentido, el autor reconoce

básicamente dos tipos: el primero basado en “el modo de producción doméstico (...)

microetnias tribales de las llamadas áreas marginales y tropicales”; y el segundo

denominado “modo de producción mercantil simple”, referido a las sociedades

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campesinas de las regiones andinas y mesoamericanas, y definido como aquél “que se

rige por un sistema económico en el que una parte de la producción satisface el

autoconsumo en tanto que el resto (...) entra al circuito del intercambio comercial por la

vía del mercado capitalista” (“Límites y posibilidades” 151). La supervivencia cultural o

“reproducción étnica”, por otro lado, consistiría en mantener en esencia los medios de

producción tradicionales, ya que “una etnicidad dada puede ser definida a través del

modo en que la sociedad ha organizado históricamente, y continúa reproduciendo, la

utilización de los valores de uso” (152). Várese señala la permanente tensión en el seno

de las sociedades indígenas entre valor de uso -nivel del autoconsumo- y valor de

cambio, situando el primero en la base de las economías indígenas pre-campesinas, y el

segundo cada vez más integrado en las macroetnias campesinas. La clave de la resistencia

a la asimilación residiría en vetar la intromisión de la mercantilización a los aspectos más

privados de las interacciones comunales (153), y en “[rjeformular (...) la definición del

desarrollo a partir de la cobertura de las necesidades de la etnia en términos de bienestar y

maximización, de las potencialidades del pueblo, garantizando que sea lógica y comunal,

y no la empresarial productivista, la que rige la organización del trabajo y de la

producción”. (159)

Esta sería la vía, según Várese de garantizar la “supervivencia física y cultural, y

por lo tanto [la definición de las etnias indias] como entidades culturales y nacionales

específicas al interior de los espacios políticos y jurídicos de los espacios nacionales

constituidos” (149). Igualmente, Víctor de la Cruz considera fundamental “la

sobrevivencia de la etnia misma” jara la las literaturas indígenas, y considera que tal

sobrevivencia se encuentra enfrentada a la “globalización económica y comercial”

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(“Reflexiones” 496). Y en el proceso de resistencia a la globalización considera

fundamental que los escritores indígenas asuman un papel activo en la preservación de la

lengua y la literatura de los binnizcF, enfrentándose a “la problemática de qué deben

aceptar de la modernidad y qué deben conservar de la tradición; qué hacer para seguir

siendo binnizá a pesar de los cambios y no quedar como estatuas petrificadas para

exhibición en los museos” (498). La Cruz asigna una función social a la literatura como

testimonio de existencia y como fórmula de esperanza:

La restauración de la belleza de la lengua (...) ayuda a los miembros de la etnia en

crisis, desde el punto de viste ideológico, a recuperar la confianza en su lengua y

a darle, aunque sean dudosas, esperanzas para mantener su proyecto propio de

vida hacia el incierto futuro. Y esto es mucho, porque el fortalecimiento

ideológico de los miembros de la etnia sobre su propia identidad puede dar las

fuerzas para cambiar el presente y construir proyectos políticos propios hacia el

futuro, a pesar del proyecto civilizatorio uniformador occidental. (500)

El objetivo de la ficción indígena, por tanto, como aduce la Cruz, y Cook-Lynn

argumente en la tercera parte de Why Can ’t I Read Wattace Stegner, “Who Whill Tell the

Stories?”, es el de transformarse en una literatura de liberación, la cual se define por un

uso implícito de “resistencia nacionalista/tribal” [nationalistic/tribal resistance] (85). Sin

embargo, “[t]he unfortuñate truth is that there are few signifícate works being produced

today by the currently popular American Indian fiction writers which examine the

meaningfulness o f indigenous or tribal sovereignty in the twenty-first century”. Cook-

Lynn continua su argumentación señalando que incluso escritores indígenas de la talla de

Scott Momaday y Gerald Vizenor “seem to leave American Indian tribal peoples in this

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country stateless, politically inept, and utterly without natíonalistic altematives” (85).

Según Cook-Lynn, es condición imprescindible que la literatura nativa americana

proporcione soluciones imaginarias a la descolonización, por un lado, y que por otro

proponga una serie de esquemas nacionalistas, más allá del nacionalismo prescriptivo

asociado al modelo de las naciones-estado de corte eurocéntrico. Los trabajos de ficción

deben contener lo que Cook-Lynn interpreta como “la realidad política de la

imaginación” [the political reality o f the imagination] en su análisis de Almanac o f the

Dead de Lesiie Marmon Silko. En su aproximación a la obra, Cook-Lynn propone que la

imaginación es parte esencial del nacionalismo, ya que “imagination is the source of

history” (91). Por tanto, el nacionalismo ha de estar contenido en la literatura:

In this current movement of critical thought away from Europeanism, native

traditionalist are telling scholars it is time to abandon the idea that without pope or

emperor nationhood has never been achieved, that, on the contraiy, national

affiliations are a part of the urgency o f contemporary thought and writing for

American Indians, whose own national histories have never been appropriately

defíned in reality-based, historical contexts. It is the challenge o f modem thinkers

and critics to fínd out what these natívist ideáis mean in temas o f the function of

literatura. (86-7)

Como el fragmento anterior sugiere, Cook-Lynn insta a los intelectuales y escritores

nativos a que tomen las riendas de la búsqueda de la autodeterminación, y añade que la

afiliación nacional es algo urgente en el momento actual para el pensamiento nativo, ya

que las historias nacionales nunca han sido debidamente contextualizadas en la realidad.

Nada hay más adscrito a la tierra, arenga, que la tradición nativa (unión con la naturaleza,

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con la comunidad, sacralidad de la tierra), por tanto, si la nación se define en términos de

localización, nada hay más nacionalista que lo nativo, cuando incluso la lengua

tradicionalmente tiene sus raíces en la tierra (88).29 En definitiva, la condición de Cook-

Lynn para que una literatura sea nacional podría ajustarse a la siguiente sentencia:

“Reference to the body of nationalistic myths, legends, metaphors, symbols, historical

persons and events, writers and writings must form the basis o f the critical discourse that

functions in the ñame o f the people; the presence o f the Indian nation as cultural forcé a

matter of principie” (85). En Red on Red: Native American Literary Separatism, Craig

Womack coincide con Cook-Lynn al afirmar:

A key component o f nationhood is a people’s idea of themselves, their imaginings

o f who they are. The ongoing expression o f a tribal voice, through imagination,

language, and literature, contributes to keeping sovereignty alive in the citizens of

nation and gives sovereignty a meaning that is defined within the tribe rather than

by external sources (...). Native literature, and Native literary criticism, written by

Native authors, is parí o f sovereignty : Indian people exercising the right to present

images of themselves and to discuss those images. (14)

Sin embargo, su visión, como la de otros intelectuales nativos, se muestra menos

excluyente, como se deduce de este fragmento: “Just as there are a number o f realities

that constitute Indian identity -rez, urban, full-blood, mixed-blood, language speakers,

nonspeakers, gay, straight, and many other possibilities- there are also a number of

legitímate approaches to analyzing Native literary productions. Some o f these (...) are

more effeetive than others” (2). Y tal efectividad partiría de la necesidad de una

especificidad de la nación en la producción intelectual -es decir los autores creek, en su

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caso, deben escribir sobre el pueblo creek- y una mirada hacia la propia tradición,

incluyendo las creation stories como crítica literaria. El primer paso necesario para la

literatura y la crítica es centrarse en las historias locales, para poder después pasar a una

pan-indigeneidad. Como ya puntualizaba Larsen, una adecuada representación literaria

de lo local es fundamental a la hora de contextualizar las historias en la realidad nacional.

Por otra parte, Womack también coincide con la Cruz al afirmar: “The construction o f [a

national literary identity] reaffirms the real truth about our place in history—we are not

mere victims but active agents in history, innovators o f new ways, o f Indian ways, of

thinking and being and speaking and authoring in this world created by colonial contaet”

(6). Hemández-Avila escribe: “The stories help us all (not only Native peoples) to know

who we are in relation to all that is” (“Introduction”, Frontiers x), concordando con

Leslie Marmon Silko, que efirma: “Basically, the origin story constructs our identity—

with this story, we know who we are. We are the Lagunas. This is where we come from.

We carne this way. We carne from” (Yellow Woman 50-1). Silko entiende las historias

como un todo orgánico, que no sólo establece la unidad de un pueblo, sino el ser parte de

una conciencia universal:

Many people think o f storytelling as something that is done at bedtime, that is

something done for small children, But when I use the term storytelling, I’m

talking about something that is much bigger than that. I’m talking about

something that comes out o f an experience and an understanding o f that original

view of Creation—that we are all part o f a whole; we do not differentiate or

fragment stories and experiences. In the beginning, Tse’itsi’nako, Thought

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Woman, thought o f all things, and all of these things are held together as one

holds many things together in a single thought”. (50)

El reconocimiento de una literatura de identidad nacional, que informe el origen, la

esencia de los que un pueblo es, se constituye en una base necesaria en el proceso de la

construcción nacional política. A continuación pasaremos a identificar las aportaciones

primordiales de Indian Killer y Relación de hazañas del hijo del relámpago a este

respecto.

2.1.1. Indian Killer

A pesar de la propia opinión de Cook-Lynn con respecto a la obra de Sherman

Alexie, Indian Killer se acerca a una solución imaginaria al problema de la

descolonización psicológica. Al referirse a Reservation Blues, la autora afirma que la

novela “(...) reflect[s] little or no defense of treaty-protected reservation land bases as

homelands to the indigenes, ñor do they suggest a responsibility art as an ethical

endeavor or the artist as responsible social critic” (“American Indian” 68). Y, de hecho,

es cierto que Indian Killer no habla en ningún momento de la defensa del territorio -entre

otras cosas, porque el argumento se centra en la problematización de lo urbano, y no en la

reserva. Sin embargo, como intentaremos demostrar, su novela hace uso de varias de las

premisas por las que tanto Cook-Lynn como Womack abogan: en primer lugar, con el leit

motive de Ghost Dance, el autor está recurriendo a los mitos culturales indígenas; en

segundo lugar, usando al personaje de Marie Polatkin, la novela recrea una crítica

intelectual de la academia; y, finalmente, el texto contiene una profunda crítica social que

muestra el real dilema del urbano y desarraigado John Smith -entre otros personajes- a

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través de una elaborada estrategia literaria. El autor afronta la responsabilidad ética de

compensar injusticia con imaginación.

Deloria Jr. escribe: “The reward for suffering in Christianity has always been in

heaven, and the idea that a society has a responsibility to compénsate those whom it

failed to protect has not been a mayor valué o f Christian nations. Such a societal

conception has always dominated Indian tribal groups” (265). Y esto es lo que parece

decimos Alexie con su peculiar asesino, cuyos métodos pueden ser discutibles, pero cuya

estrategia de compensación es lógica, aunque en otro orden de razonamiento. El

personaje mato y secuestra sólo hombres blancos. Una posible interpretación sería que no

lo hace por deseo de venganza, sino para cambiar la historia, para hacer tabula rasa de

las relaciones entre blancos e indios, porque si en el futuro se quiere vivir en paz, es

necesario compensar la balanza de la historia, al menos en la imaginación, porque como

Cook-Lynn afirma “imagination plays a functional role in political and social life” {Why

Can 't 1 Read 89). Es una metáfora para significar que ni con toda la discriminación

positiva del mundo el juego va a ser justo, una especie de ley de compensación, en que es

necesario reconstruir las relaciones por medio de la justicia poética. Uno de los

personajes de Indian Killer dice: “‘See,’ said the Indian, T m keeping track. We all are.

Every Indian is keeping score. What? This Killer’s got himself two white guys? And a

little white boy, enit? That makes the score about ten million to three, in favor o f the

white guys, enit? This killer’s got a long ways to go. Man, he’s the underdog’” (220).

Alexie crea una elaborada psicología del personaje construida no sólo a través de

sus propios pensamientos, sino a través de la mente de otros personajes. Juega todo el

tiempo con nuestra percepción. Nos hace creer que el autor de los crímenes puede ser

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John Smith, por ejemplo, y por medio de él también construye la lógica del asesino. Es la

mente de John la que nos da las primeras ideas de porqué el asesino ha de matar blancos.

En la cita del principio de la novela de Alex Kuo -profesor y mentor de Alexie en la

Universidad de Washington- “we are/what we have lost” se resume la vida de Smith: un

niño nativo adoptado por una familia blanca cuyo nativismo se encuentra insertado en sus

rasgos, pero que ni siquiera puede buscar su identidad porque no sabe a qué tribu

pertenece. Con este personaje, Alexie nos aboca a la imagen del generic Indian, tantas

veces retratado por la imaginería colonial, un indígena sin pasado, sin nación, desposeído

de la historia local a la que apuntaba Womaek. La búsqueda de tal identidad le rompe por

dentro y acaba conduciéndole al suicidio. A pesar de su educación occidental, el aspecto

físico de John le lleva a ser considerado el indio más real a lo largo de la narración.

Todos los demás personajes lo perciben como un guerrero reencarnado, cuando él es el

único que sabe que ya no es indio, que lo arrancaron de su identidad al nacer... “John

needed to kill a white man” (25).

El estereotipo del real indian personificado en la representación del guerrero es

otro de los recursos de deconstrucción que Alexie utiliza frecuentemente en su obra.30

Según Paula Gunn-Allen este es uno de los recursos que la cultura euro-americana

esgrime para autojustificarse. La acuñación de tal imagen legitima la ocupación de los

territorios nativos al esgrimir que se trató de una guerra justa entre ejércitos viriles, en

que la victoria perpetuó en el poder al mejor. Gunn-Allen alega que se trata de otro

enmascaramiento de la historia oficial, sin embargo,

[t]he truth is more compelling: the tribes did not fight off the invaders to any great

extent. Generally they gave away to them; generally they fed and clothed and

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60

doctoreó them; generally they shared their knowledge about everything from how

to plant com and tobáceo to how to treat polio victims to how to cross the

continent with them. Generally Chief Joseph, Sitting Bull, Crazy Horse, and the

rest are historical anomalies. Generally, according to D’Arcy McNickle, the

Indian historian, anthropologist, and novelist, at least 70 per cent of the tribes

were pacifist {The Sacred Hoop 266)

El guerrero tan sólo representaba una porción mínima de la población nativa durante el

periodo de invasión de sus territorios, pero esta imagen del real Indian sustituyó a la

gente real en el imaginario colectivo occidental. Como se muestra en la novela, aparecen

múltiples ejemplos que ilustran esta imagen en la cultura dominante, en que los mismos

nativos se han apropiado de ella como una falsa identidad. Así por ejemplo, Reggie

Polatkin agrede a John porque este último encama a la perfección al guerrero, algo que

Reggie envidia y trata de alcanzar sin éxito. Alexie hace uso de este tipo de tácticas para

poner en evidencia los falsos estereotipos que el sistema ha estado alimentando

convenientemente acerca de los pueblos indígenas.31 Durante la presentación que llevó a

cabo el 3 (fe febrero en el Departamento de Estudios Nativo-Americanos,32 instó a los

estudiantes a boicotear la imagen del guerrero, en particular, y la del patriota valiente en

general; imágenes que han sido usadas hasta la saciedad en los medios de comunicación

para buscar la aprobación del público en el caso del envío de tropas a la guerra de Irak.

Alexie mantiene que los pueblos indígenas no midan en busca de una nación impuesta, ni

de un nacionalismo importado, usado en provecho del gobierno. La violencia en contra

de otra “gente marrón” [brown people] no es la respuesta.

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El asesino, por otro lado, mata a causa de la ira, pero se trata de una ira

canalizada. Alexie dice: “Anger without hope, anger without love, anger without passion

are all consuming, That’s not my kind o f anger. Mine is very specific and directed”.33

Según Alexie la ira sin humor no vale nada. En este caso la ira del asesino tiene objetivos

marcados: hombres blancos. La ira de los otros personajes corre al azar. El trinomio

Aaron-Barry-Sean persigue objetivos casuales entre los grupos de vagabundos indígenas,

instigados por las arengas radiofónicas racistas de Truck Schultz. El grupo paralelo de

Reggie-Harley-Ty ataca a un hombre blanco que había acampado en un colegio indio. La

sutileza del asesino, sin embargo, contrasta con la violencia gratuita de este» grupos. Se

acerca cautelosamente al enemigo lo suficiente como para tocarlo sin que éste se de

cuenta y entonces asesta el golpe: “[...] This Indian Killer, you see, he’s got Crazy Horse

magic. He’s got Chief Joseph’s brains. He’s got Geronimo’s heart. He’s got Wovoka’s

visión. He’s all those badass Indians rolled up into one” (219).34 El asesino no se vale de

una estrategia importada, sino que personifica un lenguaje propio y hace uso de un plan

tomado de la tradición nativa. Como argumenta Cook-Lynn:

The practitioners o f American letters, along with the nation builders who

accompanied them, have failed to take into account the inconvenient reality that

Indian America has always had its own quiet word(s) and language(s) which it

has used and composed and clung to in an attempt to assert its own distinction in

the age of the empire. (Why I Can ’t 64)

En él se materializan parte de los signos semióticos que Catherine Rainwater anuncia

para la literatura nativa en su libro Dreams o f the Fiery Stars: The Transformations o f

Native American Fiction. Según la autora existe todo un universo semiótico nativo que se

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ha ido creando desde las primeras novelas de los 60, sustituyendo -y a veces,

parodiando- poco a poco la apropiación de la imagen del indígena a que la cultura

euroamericana la había sometido. En su crítica también se desgranan algunos de los

métodos de que estas literaturas hacen uso. Uno de ellos es el counting coup, descrito

como la adopción de técnicas narrativas occidentales a necesidades y objetivos bien

distintos del modelo, o como apunta Rainwater “[i]n many Indian tribes, a warrior’s

bravery was traditionally gauged by his success at ‘counting coup,’ getting cióse enough

to the enemy to touch him or appropriate his belongings” (33). De alguna manera esto es

lo que hace la literatura nativa, acercarse lo suficiente a la cultura dominante como para

corroerla por dentro. Por la ley de la compensación, a la apropiación de la imagen de lo

indígena, por parte de la cultura euro-americana, se sucede la apropiación de los métodos

narrativos occidentales, a través de un método, ¿cómo no?, ancestral.

El segundo crimen del asesino es el rapto de un niño blanco. Lo elige de entre los

niños que están jugando en el parque con sus canguros latinas y afro-americanas. Los

sigue hasta casa y espera a la noche subido a un árbol. Cuando la madre y el niño están

durmiendo, entra y se lo lleva sin despertarlo, dejando en su lugar dos plumas de lechuza,

mensajera de la muerte para muchas tradiciones indígenas. La lógica del asesino es

implacable: el niño es inocente, pero como todos lo demás crecerá en el aliento del

racismo y el odio, formando parte, una vez más de la masa ingente que reprime y

estigmatiza. Sin embargo, después de retenerlo unos días lo devuelve a los brazos de la

madre dormida, siguiendo, prácticamente la misma ceremonia. Todo el proceso se ha

llevado a cabo con máxima sutileza: “The last day was just beginning. The killer had

counted coup, had won a battle without drawing blood. The killer knew there was more

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work to be done before evening carne. Silently singing, the killer descended from the tree

and floated away from the Jone’s home” (300).

El llamado counting coup en la novela es tanto argumental como semiótico. De la

misma manera que el asesino es capaz de introducirse en la casa de los dormidos, de la

forma más tenue, el texto penetra en la relajada conciencia lectora para sorprenderla y

desconcertarla. Alexie maneja sus armas con una destreza tal, que no parecen armas, sino

las finas manos de un tejedor, o las ocho patas de una araña. La novela es una red

poderosamente entretejida. Se establece todo un entramado de relaciones entre seres a los

cuales no la casualidad, sino una consecución lógica (seguramente no lógica tradicional)

va a llevar a conocerse. Todos los personajes están, de una u otra manera conectados.

Pero no es sólo esto, de la misma manera que los personajes mantienen un contacto casi

neuronal entre sí, las historias se expanden en múltiples ramificaciones, unas historias

llevan a otras historias. La Grandmother Spider, de que nos habla de Susan J. Scarberry

extiende sus hilos en la creación de las historias, en que unas historias llevan a otras, y así

hasta el infinito, Alexie emula el acto creativo original a través del juego con el lenguaje

y el arte, en un intento de fomentar un sentimiento de pertenencia en la imaginación

colectiva. Esta forma de narrar es descrita por Silko como tradicional y también moderna:

At Laguna Pueblo, for example, many individual words have their own stories. So

when one is telling a story and one is using words to tell the story, each word that

one is speaking has a story o f its own, too. Often the speakers, or tellers, will go

into this word stories, creating an elabórate structure of stories within stories. This

structure, which becomes very apparent in the actual telling o f a story, informs

contemporary Pueblo writing and storytelling as well as the traditional narratives.

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64

This perspective of narrative—o f stoiy within story, the idea that one story is only

the beginning o f many stories and the sense that stories never traly end—

representa an important contribution of native American cultures to the English

language. (Yellow Woman 50)

Por otra paite, en el artículo “The American Indian Fiction Writers” Cook-Lynn establece

una diferenciación proveída por intelectuales del Tercer Mundo entre cosmopolitismo y

nacionalismo con respecto a la literatura producida por escritores cuyo origen no es euro-

americano. Pese a que el nacionalismo, como manera de definir la soberanía desde un

punto de visto político, debiera ser el primer tema recurrente en tales escritores, muchos

de ellos eligen el cosmopolitismo como forma de explicación y con el objetivo de

penetrar en el mercado “primer mundista”. Así, escritores de la talla de Salman Rushdie,

Isabel Allende o Mario Vargas Llosa se integrarían dentro de esto tendencia que se define

en términos tales como la preferencia por la novela, género importado; la expresión en

lenguas europeas; la tendencia a tematizar el colonialismo, pero desde puntos de visto no

estridentes; y, por último, el uso de la estética del “gran arte” tal y como se concibe en

términos occidentales (79).

En cuanto a la “estridencia” los escritores del “margen” se encuentran en la

tesitura de no usar demasiada ira, sarcasmo o cinismo que podría ofender la sensibilidad

del lector occidental. La estridencia esa mal visto en el campo editorial y comercial (80).

Pero esto no parece afectar en absoluto a Alexie que es capaz de insultar al lector de

“pellejo blanco” desde las páginas de Indian Killer, de la manera más descarada y,

encima, gustarle. El autor escribe en inglés, la lengua de Próspero,35 ya que las lenguas

indígenas en Estados Unidos se han preservado muy vagamente, a causa de los efectos de

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65

las boarding schools del gobierno del siglo XEX y el XX. De la misma manera, aplica en

parte la estética del gran arte y algunos de los medios occidentales de la literatura

postmodema. Sin embargo, sí parece asumir asume la premisa de repoblar la imaginación

colectiva con un sentimiento de identidad indígena, apuntada por Cook-Lynn, que

probablemente no se refiera exclusivamente a la escritura de novelas históricas, sino, más

bien a la reconstrucción de la historia desde otro tipo de ficción, rescribir el pasado desde

el presente. Y este presente reescrito es lo que se logra visualizar en Indian Killer. Como

apunta Hemández-Avila: “In imagining a future we also imagine our past as we

contémplate and enact our present. The imagination realizad is praxis” (“Introduction” 2).

Así, el espíritu de Ghost Dance es resucitado para reemprender la danza que el ejército

americano sesgara de manera tan sangrienta un siglo atrás.

Tales reinterpretaciones de la historia, recurrentes en las literaturas indígenas,36

contribuyen a conformar una nueva imaginación en que los indígenas no son vanishing

people, en que la búsqueda de la identidad y la soberanía se transforman en búsquedas de

plena validez. El juego dialéctico que se establece desde el mismo título de la novela -no

sabemos si “Indian killer” significa “asesino de indios” o “indio asesino” -crea una

metanarrativa en que se ejerce la apropiación del estereotipo del indígena, y de la

violencia llevada a cabo contra los indígenas a lo largo de la historia, usando el miedo del

blanco de ser raptado, asesinado, desmembrado, engullido por el “salvaje”, por el otro.

2.1.X Relación de hazañas del hijo del relámpago

Relación de hazañas del hijo del relámpago, novela bilingüe en castellano y

zapoteco se sitúa en la época de la Revolución Mexicana, pero también alude a la

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conquista y la independencia, fundamentales en el proceso de nation-building. Y lo hace

narrando dichos eventos históricos desde la perspectiva indígena. La novela comienza

con la introducción antiheróica de Guzio, que presentado como un alcohólico, es llevado

por los policías, mientras algunos miembros de la comunidad discuten su vida y el origen

de su sobrenombre de Guzio. Según la primera nota al final que aparece en la novela,

“Guzio es la palabra zapoteca que designa al relámpago” (366), y se refiere a divinidad

suprema de los binizá (antiguos zapotecos). La misma nota aclara: “[a] este fenómeno

meteorológico se le considera un ser demasiado poderoso y se dice que hay personas que

pueden tomar esta forma para defender a su pueblo. Y para serlo se necesita ser hijo de

Guzio”. Según el propio autor, en una entrevista inédita con Inés Hemández-Avila,

[Guzio es un ser no] tanto sagrado, sino poderoso, y que puede decidir muchas

cosas en el mundo, pero dicen que hay gente que puede convertirse en Guzio, en

rayo, y éstos se dedican a cuidar al pueblo, por ejemplo cuando un puente se

obstruye, Guzio lo abre danzando sobre él, o cuando alguien va a hacer una

maldad le puede caer un rayo, en fin, hay muchas ideas.

El origen mágico del héroe le llevará a emprender una serie de hazañas revolucionarias

en diversos pueblos de la sierra Juárez oaxaqueña. Sin embargo, su mayor hazaña no es la

de involucrarse en la Revolución Mexicana, sino el hecho de librar a su comunidad de

participar en la misma, ya que cuando la comisión de reclutamiento aparece por el pueblo

para llevarse a diez hombres, una serie de malentendidos hacen que sea Guzio el único en

marcharse y redimir así a los suyos de las represalias que se llevarían a cabo más adelante

contra los pueblos vencidos. Su función, por otro lado no es la del héroe tradicional, ya

que también perjudica a su pueblo, trayendo así a colación otro de los aspectos de la

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tradición y la filosofía zapotecas, la del beneshinha o persona estudiada. “Fue grande

nuestro paisano, fue un beneshinha grande y los beneshinhas llevan lo bueno y lo malo”,

dice uno de los personajes al hablar de Guzio en su velatorio (361).

La verosimilitud en la creación de un personaje viene dada por una diversidad en

la composición de los diversos planos que conforman tanto su personalidad como su

crecimiento y las redes que se establecen ente el personaje y el entorno. Quizá a esto se

refiere Larsen cuando apunta a la definición de metonimia versus alegoría. La metonimia

se refiere a la parte de un todo, en este caso, un fragmento de realidad creíble dentro del

todo de la realidad nacional. Guzio, a pesar de su supuesto origen mítico, su

advenimiento a la tierra para salvar a su pueblo, ejerce una función como fuente de

estabilizador social. Ante un personaje de estas características, hubiera sido muy fácil

caer en el tratamiento del mismo como un símbolo, como una alegoría, sin embargo, la

maestría del narrador lo sitúa en la realidad, donde establece relaciones complejas con

otros personajes, tanto anónimos como públicos, de ahí la importancia del siguiente

pasaje:

Después de caminar todo el día, cuando llegaron a Yatarení, primer pueblo del

valle de Oaxaca, allí estaba el Benito Juárez hijo esperándolos. Se los llevó para el

palacio y allí les dio armas, uniformes y dinero. Luego pasó a saludar a todos. No

creo que alguno de ustedes no se acuerde de lo que decía Guzio:

-Agárrame aunque sea una vez la mano, cabrón, esta mano la agarró la

mano de Benito Juárez.

Se refería al hijo, no al mero Juárez, por eso nadie le creía. (272)

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68

Otra de las estrategias que nos acerca a la realidad es la perspectiva, la narración se

construye en tomo a una multiplicidad de voces narrativas, recreando así características

de la tradición oral -es decir, de un contexto social propio- en que los miembros de la

comunidad se turnan al contar los hechos. Siendo el suegro de Guzio el principal

narrador, es él quien relata las hazañas del yerno en su velatorio, continuando así la

tradición de narrar los acontecimientos más importantes de la vida del difunto por parte

de una persona allegada. Tales alusiones a la oralidad se concreten todavía más con las

digresiones que aparecen en la novela en las que el narrador detiene el recuento de los

hechos para dirigirse a la audiencia:

Hermanos, yo como viejo que soy, lo único que tengo es mi memoria, que hoy les

está hablando del finado Guzio.

Por eso déjenme recoger el hilo de la vida que dejé tirado por ahí, y una

vez que lo encuentre les seguiré hablando de Ruperto, al que todos conocimos

como Guzio...

Ya me acordé.

Les decía que cuando regresó ya no hablaba dillaxidza (...). En este tiempo

es cuando se hizo mi yerno; el cabrón se casó con mi hija la mayor, vivió como

tres años con ella y sin que me diera cuente, se empezó a meter con mi otra hija,

la más chica. (352)

Como demuestra el fragmento anterior el principal narrador sólo se nos revela en las

últimas páginas, y es ahí cuando comprendemos que la narración no iba dirigida a los

lectores, sino los miembros de la comunidad asistentes al velorio, pudiéndose interpretar

como que nosotros somos unos simples intrusos, cual antropólogos mirones que observan

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17
y estudian las ceremonias íntimas de los indígenas. De hecho, la narración se recrea en

los momentos en que Guzio estaba ausente del pueblo, en los tiempos de la revolución,

los afios en que los miembros de la comunidad no fueron testigos, no en los hechos

posteriores, cuando Guzio regresa al pueblo. En ese momento la narración se acelera al

contar los acontecimientos conocidos por todos, cuando Guzio vuelve al pueblo y se erige

en líder utilizando las influencias de los amigos que conoció durante sus años

revolucionarios. Guzio utiliza el amiguismo para construir la escuela, que traerá

beneficios, pero también perjudicará las tradiciones y el estatus del Dillan Xhon o lengua

zapoteca, como apunta este fiagmento: “Cuando empezaron a llegar los maestros de

escuela a estos lugares, pobres de ellos o de sus pensamientos, creyeron que mandando a

cortar los árboles, los pueblos ya se iban a ver como ciudad” (347). En la novela, la

naturaleza se rebela contra mía educación en que las tradiciones, que ancestralmente

mantienen la conexión de los seres humanos con la naturaleza, quedan marginadas:

Cuentan que en un pueblo de los benexhon, en ese tiempo, por todos lados había

árboles de aguacate. Pero cuando llegó el maestro a ese lugar mandó a cortarlos,

todos, hasta hacerlos desaparecer. Pasó mucho tiempo sin que tuvieran aguacates

para comer, por eso cuando empezaron a nacer y crecer otra vez, la gente del

pueblo sep uso contenta, porque creían que ya iban atener otra vez aguacates,

pero que pasó, que entonces, y hasta la fecha, esos árboles ene se pueblo ya nunca

dieron su fruto. Se enojó el aguacate, pues. (347-8)

Junto a la crítica a una educación occidentalizadora, la novela contiene una crítica

implícita a los hitos históricos de la construcción del estado mexicano. Por un lado,

ofrece una deconstrucción del positivismo que marcó la era pre y postrevolucionaria, en

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cuanto a las culturas indígenas se refiere, ya que tal comente, en el caso de México,

proclamaba que la única manera de salvar al indio, usando el término de Guillermo

Bonfil Batalla, es desindianizándolo, sustituyendo su lengua por el castellano y relegando

sus tradiciones al folklore. Y esto es algo que también ha estado sucediendo en Estados

Unidos, como hemos visto. También existe, por otro lado, una crítica a los motivos y las

consecuencias de la independencia, de la que dice lo siguiente:

Pero cuando los viejos españoles se fueron, expulsados por su propia

descendencia, usando las propias maneras que ellos tienen, dejamos de ser indios

perdedores y surgieron los líderes, los estridentosos de palabra: los políticos,

aquellos a quienes les gusta hablar a nuestro nombre, aquellos que dicen que

sufren por la carga que nosotros traemos en la espalda, esos que sufren porque no

estamos ni somos como lo que ellos admiran. De repente, nos hicieron volvemos

parte de aquellos que ganaron y expulsaron a los gachupines. De pronto dejamos

de ser indios perdedores y nos volvimos parte de los ganadores sin haber ganado

nada: nuestro territorio ya no debía ser nuestro sino de todos, pero a los todos era

lo único que les interesaba, porque además nos exigieron dejar de ser lo que

siempre hemos sido y, para lograrlo, nos quitaron todas nuestras formas para

obtener el sustento y empezaron a decimos: “Si quieres vivir bien tienes que ser

como nosotros”. Y de esta manera, los líderes dicen que debemos obedecer si

queremos recuperar lo que ellos mismos nos quitaron. Han pasado más de cien

años desde que empezamos a embarcamos en este deseo de ser como todos,

dejando lo nuestro si es necesario, porque ya creemos que lo nuestro es culpable

de nuestra miseria, que cada día es más. (278-9)

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71

Relación de hazañas del hijo del rayo cumple el cometido que Cook-Lynn quiere asignar

a los escritores: repoblar la imaginación colectiva con un sentimiento de orgullo de

pertenencia, de identidad indígena; reconstruir la historia desde un punto de vista propio.

Castellanos hace uso de su pericia narrativa para criticar al líder indígena que ha perdido

el contacto con la realidad de su tradición hasta el punto de olvidar su lengua. La novela

denuncia, en definitiva, una construcción de la nación basada en la falacia, esclava del

“proceso civilizatorio uniformador occidental”, señalado por Víctor de la Cruz, en que se

quiere desposeer al indígena real su propia herencia cultural, cuando son éstos los

auténticos descendientes de aquellos mismos que la historia oficial utiliza congelados en

un pasado heroico, congelado e inerte.

2.2. ¿Quién contará las historias?

En el proceso de creación de una literatura nacional, Cook-Lynn señala como

prioridad el hecho de que las historias indígenas sean contadas por indígenas. Así, la

autora apunta: “an examination o f the dichotomy between the stories that Indian America

tells and the stories that White America tells is crucial to the literary criticism wars. And

who gets to tell the stories is a major issue of our time” (Why I Can ’t 64). Según Vine

Deloria Jr., el único entendimiento posible entre nativos y no-nativos en el seno de la

sociedad norteamericana tiene que proceder del interés de la audiencia por informarse a

través de libros escritos por escritores indígenas contemporáneos sobre asuntos

contemporáneos, en lugar de acudir a literatura etnográfica sobre los “indios de antaño”.38

Este autor muestra su desconcierto al darse cuento de que la mayoría del público

estadounidense cree los estereotipos de una literatura anquilosada en falsas

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interpretaciones de lo indígena: “(...) many people felt that the oíd books on Indians were

sufficient to inform the modem American public about the nature of Indian life and to

give a sufficient informaíion about Indians to make an intelligent choice as to how best

support Indian goals and aspirations” (28).

En la introducción a Native American Studies in Higher Education, Duane

Champagne y Jay Stauss abogan por una delimitación de los Estudios Nativo-

Americanos que “remains elusive and peripheral to mainstream institutions o f higher

education. We believe these difficulties derive, to a certain extent, from the applications

o f mainstream models of scholarship to Native American Studies” (7). Argumentan que

la educación indígena debe permanecer en contacto con la comunidad, y debe venir de la

comunidad misma: “Putting living Indian communities and Nations in the forefront of the

intellectual agenda o f Native American studies will establish the foundation of

disciplinary development” (8). Por otro lado, pero manteniéndose en la misma línea

filosófica, Champagne y Stauss recalcan que el concepto de construcción de la nación

debe estar contenido en los programas de educación superior indígena: “If Native

American/Indian studies needs a central focus, we believe, at least for the moment, that

the emphasis must be on Nation building within Indian communities”. De la misma

manera, proveen una definición de tal concepto: “We use the term Nation building here

in the broadest possible context, Native American studies should focus on the analysis

and policies of Tribal sovereignty, community and cultural preservation, and U.S.-Indian

policy. Tribal sovereignty is the right to make culturally informed decisions about major

issues within the community” (10).

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73

En el proceso de construcción de la nación, por tanto, la educación y quién

contará las historias, se erigen en una cuestión de suma importancia para los intelectuales

nativos. Como demuestra Cook-Lynn,39 Cuando los profesores de materias relacionadas

con temas indígenas no son nativos o mestizos [half-breed], el corpus teórico corre el

riesgo de ser malinterpretado y desplazado. La pedagogía se presenta como un problema

fundamental en la construcción de la identidad. Así, de la misma manera que los maestros

foráneos que aparecen en Relación de hazañas del hijo del relámpago propician la

destrucción del las tradiciones en las comunidades campesinas, podemos también ver esta

falta de respeto por lo indígena a nivel universitario en Indian Killer. La intertextualidad

que plaga la novela nos presenta al Dr. Mather, el cual incluye en el programa del curso

libros que no han sido escritos por autores nativos como es el caso de The Education of

Little Tree (escrito por un miembro fundador del Ku Kux Klan), o las novelas policíacas

de Wilson, un “wannabe indian” que escribe novelas en que el detective (Little Crow) es

un indígena en que se aúnan todas las características del guerrero. De esta manera, el

texto deja translucir una perspicaz metacrítica literaria, conteniendo un completo corpus

histórico-crítico sobre literatura nativa. Las escenas de Mane Polatkin y Dr. Mather dejan

entrever una agria crítica sobre la estereotipificación de la visión del indio incluso en las

esferas académicas y la apropiación de una teoría crítica que debería venir desde dentro

de los mismos círculos intelectuales nativos.

Así, los escritores en Estados Unidos reclaman que sí hay unos modos

propiamente indígenas y que la crítica debe actuar en consecuencia. En esta misma línea

la realización del “comunitismo” [communitism] que apunta Jace Weaver (1998) tiene la

misión de “reificaf ’ el sentido de la nación. La palabra, mezcla de “comunidad” y

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74

“activismo” se inventa para definir un nuevo paradigma teórico que facilite la

aproximación crítica al profundo sentido de comunidad que los escritores indígenas

reflejan en sus obras. Weaver reivindica el derecho a pertenecer y escribir desde dos

tradiciones diferentes, el derecho de reflejar otras cosmovisiones. Las literaturas nativas

escritas en Estados Unidos pertenecen a una historia que ya ha sido formada desde el

siglo XVIII con los primeros escritos confesionales, máscaras, por otro lado que sirven

para ocultar la verdadera denuncia que estos escritores reflejan. Por otro lado, el crítico

afirma que si la literatura va unida al lugar, la literatura nativa, tanto oral como escrita,40

es mucho más antigua que la euro-americana y que si existe un canon en las Américas,

no debería haber sido definido exclusivamente en tese a bajemos europeos. Womack, por

su parte afirma: “I say that tribal literatures are not some branch waiting to be grafted

onto the main trunk. Tribal literatures are the tree, the oldest literatures in the Americas,

the most American o f American literatures. We are the canon” (2-7).

2.3. Lengua indígena/lengua franca frente a tradición oral/literatura escrita

La problemática de la crítica nativa, mencionada en el anterior apartado, nos

conduce directamente a la problemática cuestión que subyace al plantear el las

dicotomías existentes entre lengua indígena y lengua flanea, por un lado, y literatura

escrita y tradición oral, por otro, desde un punto de vista comparado entre Estados Unidos

y México. En el norte, los intelectuales, ya que no hay prácticamente literatura producida

en lengua indígena, aducen que la afiliación tribal es imprescindible para que tanto

críticos como escritores sean considerados nativos. Por otra parte, los temas de sus obras

tienen que contener una simbología propia del mundo indígena. En México, sin embargo,

donde en muchas comunidades ni siquiera se habla el español -y a pesar de que el

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proceso de colonización comenzara mucho antes que en Estados Unidos, donde tal

proceso ha sido relativamente reciente- la producción literaria y la afiliación intelectual

vienen dadas principalmente por el uso de la lengua indígena, es decir, el hecho de que el

escritor pueda escribir y expresarse en su lengua materna. En “El problema del indio”,

perteneciente a Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos

Mariátegui afirma que la literatura indígena nunca podría existir en castellano -en lengua

no indígena-y en formato de escritura. Tal literatura sólo es viable siendo oral y en

lengua indígena, por el contrario, si de trata de una literatura escrita en castellano solo

podía ser literatura indigenista.

La importancia de la lengua en el proceso de construcción nacional no pasa

desapercibida para los autores indígenas tanto de México como de Estados Unidos,

teniendo en cuenta por ejemplo la afirmación de Cook-Lynn en páginas anteriores de que

ésta tiene sus raíces en la misma tierra. Sin embargo, en el caso del norte, los autores son

conscientes de la pérdida de la misma. Las diferencias de la imposición colonial

propiciaron una preservación de la lengua que dio lugar a muy diversos resultados

comparando estos dos ¡mises. De tal manera, en “Imagining the Reservation”,

perteneciente a The Lone Ranger and Tonto Fistfight in Heaven, Alexie se lamente de la

pérdida de la lengua como medio de expresión, que asimismo se erige como metáfora que

plantea la identificación de la lengua con la forma, como una imagen de la transmisión

literaria misma:

How can we imagine a new language when the language o f the enemy keeps our

dismembered tongues tied to their belts? How can we imagine a new alphabet

when the oíd jumps off billboards down onto our stomachs? Adrián, what did you

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say? I want to rasp into sober eiyptology and say something dynamic but tonight

is my laundry night. How do we imagine a new life when a pocketful of quarters

weighs our possibilities down? (152)

En las palabras de Alexie se puede apreciar una melancolía provocada, no sólo por los

efectos del colonialismo en el pasado, por las masacres históricas, sino también a causa

de la situación de la lengua y la cultura nacional en el presente. La marginalidad

económica a la que se tienen sometidos a los grupos indígenas hoy mantiene relegada su

tradición e identidad, el signo del dólar ata la lengua cercenada en un sibilante nudo - “a

pocketful o f quarters weighs our possibilities down”- la lengua como parte de la boca que

permite hablar, pero también la lengua como sinónimo de idioma en español. La lengua

asume todo su sentido en su faceta de medio de expresión. A la afirmación de Russell

Means41, que considera “when Indian people read and write, they read and Write as

White people”, Alexie responde: “It’s sort of interesting [Means] said that in English

(...). It’s trae that writing is not a traditional act, but nothing we do anymore is. We’re a

conquered people. All the things we do are amalgamations o f other things.” (Hoover 24).

Castellanos, por su parte, adopta una posición menos traumática al hablar sobre la

relación entre lengua e indigeneidad, apuntando que la propia lengua también puede ser

un instrumento de aculturación:

Yo creo que el hecho de ser indígena [depende de varios factores], uno es nuestra

lengua, pero eso no es fundamental, porque lo que nos hace indígenas es porque

somos diferentes, pensamos y nos organizamos diferente, en fin, y sobre todo

tenemos un objetivo diferente del resto de la sociedad. Esto es lo que nos hace

decir que somos indígenas. Y si tenemos la lengua ya es otra ganancia más, pero

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no creo que sea algo fundamental. Porque en este sentido cuando pensamos nada

más en girar alrededor de la lengua, corremos el riesgo que seamos (sic) de una

cultura occidental, pero hablantes de la lengua indígena, incluso podríamos

enseñar en nuestro idioma toda la historia que han diseñado para nosotros,

preparar las comidas, las oraciones católicas en nuestras lengua (sic), pero en

realidad ya no somos indígenas. (Hernández-Avila, entrevista)

Teniendo en cuenta que en México la denominación más común de la literatura

contemporánea escrita por indígenas es la de literatura en lenguas indígenas, no es difícil

darse cuenta de que la lengua sigue vigente en muchas comunidades y está lejos de

necesitar de una revitalización propiamente dicha, como en el caso de Estados Unidos. Es

evidente que precisa de una atención especial la literatura escrita en estas lenguas, así

como la adaptación del alfabeto latino a la fonología, pero no es necesario acudir a

ningún tipo de recuperación artificial en cuanto a la pervivencia de su oralidad. Sin

embargo, en la introducción a Reimenting the Enemy ’s Language: Contemporary Native

Women ’s Writings of North America, co-escrita por Joy Hago y Gloria Bird, esta última

reconoce la dificultad de acceder a la propia lengua, y la frustración que ello conlleva:

“English is the only language I have ever spoken. In the shíft to reclaim native languages,

it is the people of my generation and of our children’s who perceive ourselves as

impoverished because we do not have access to that mode of production” (24) Bird hace

un llamado de atención, no obstante, hacia la producción de una literatura indígena, aun

estando ésta escrita en inglés: “I do not believe that English is a new native language in

spite of its predominara use as a vehicle for native literary production. What we have is a

native literatura produced in English that is written for an English-speaking audience and

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78

that incorporates a native perception of the world in limited ways” (25). Mientras que, en

la misma introducción, Harjo alude de nuevo a la problemática de la escritura en relación

con la literatura indígena y, aduciendo que la escritura es causa y consecuencia del

colonialismo, lo expone de la siguiente manera:

To write is often still suspect in our tribal communities, and understandably so. It

is through writing in the colomzers’ languages that our lands have been stolen,

children taken away.42 We have often been betrayed by those who fírst leamed to

write and to speak well the language of the occupier of our lands. Yet to speak

well in our communities in whatever form is still respected. This is a dichotomy

we will always deal with as long as our cultures are predominantly expressed in

oral literatures. (20)

Al contrario que en el caso de México y Latinoamérica en general, Harjo encuentra que la

pérdida del idioma es un problema de desposesión, y supone un trauma a partir del cual la

regeneración y la fuerza que propone la literatura puede dar lugar a un nuevo momento

creativo que sigue bebiendo de la tradición: “In our tribal cultures the power o f language

to heal, to regenérate, and to create is understood” (21). En el proceso de recreación de la

lengua franca, los escritores indígenas “[ha]ve transformed these enemy languages”

(Harjo 22). O, como apunta Gloria Bird, al mismo tiempo que reconoce la legitimidad de

la literatura en lenguas indígenas,

Other nationalist literary movements from other colonized peoples have

recognized the need for a literature to be produced in native language for native

language speakers. Along the way, there is hope that in “reinventing” the English

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79

language we will tura the process o f colonization around, and that our literatura

will be viewed and read as a process of ¿fecolonization. (25)

Sin embargo, no podemos pasar por alto el trauma que supone la privación de la lengua,

quizá uno de los más decisivos en el proceso de aculturación. Como apunta Varase: “A

partir del acontecimiento traumático y decisivo de la invasión europea, para las etnias

indias comienza un proceso de inserción, diferenciados en grados y tiempos para cada

una de ellas” (“Límites y posibilidades” 149), y, como apuntábamos ya en el Capítulo 1,

establece una diferenciación entre los grados de asimilación del propiciados por el

colonialismo y el capitalismo, señalando que para el primero existen ciertos sectores que

no son primordiales en el proceso de colonización, entre los que destaca la lengua: “Para

un sistema de dominación colonial y neo-colonial hay sectores de la cultura del pueblo

sometido que no constituyen zonas estratégicas de intervención y desestructuración. Nos

referimos, por ejemplo, a la lengua, y al ámbito de la cotidianidad familiar y comunal”

(149-50).

La indiferencia hacia determinados sectores de los pueblos indígenas en

Latinoamérica propició que éstos, de una manera u otra, pervivieran como centros de

resistencia cultural. El trauma en Latinoamérica a este respecto es menor, así como en el

caso de Canadá, donde lenguas indígenas como el inuit mantienen una importante

tradición literaria.43 Sin embargo en el caso del EE.UU. tal trauma tiene un mayor

alcance, ya que este país se sitúa en una encrucijada, entre dos polos donde la lengua

indígena pervive.44 No deja de resultar un tanto paradójico que, perteneciendo al país mas

poderoso del mundo -o quizá precisamente por ello- las lenguas indígenas en Estados

Unidos se encuentren en un grave proceso de desaparición. Y es en este punto donde se

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80

plantea una pregunta que aparece sugerida en Indian Killer: ¿habrá que matar

simbólicamente al hombre blanco para superar el trauma?

2.4. £1 género: novela policíaca/novela histórica

La lengua del enemigo se abre para ofrecer un espacio de producción donde el

medio, género en este caso, se transforma en algo nuevo. Así, los géneros elegidos para

las novelas de Alexie y Castellanos son formas que se podrían considerar tradicionales de

la narrativa occidental: la novela policíaca y la novela histórica, pero que proveen un

espacio de digresión en que el mismo género es susceptible de ser deconstruído. Con

respecto a Indian Killer, el género en cuestión es el policíaco armado, sin embargo, de la

forma fragmentada característica de la novela postmodema. La novela se convierte en

otra cosa al deconstruir el género en que se basa, en su reconstrucción se transforma en

un género diferente, más allá de la simple parodia. Sin embargo uno de los logros más

importantes de la novela es precisamente el uso del humor desde un punto de vista

estético que alcanza, sin embargo, una realización de tipo ideológico. Alexie usa la ironía

en la difícil tarea de destruir los espacios de identidad asignados. Se ríe de los

estereotipos a los que la sociedad reduce al indígena, pero también se desternilla de las

falsas identidades que los propios indígenas adoptan, como ya hemos apuntado en el caso

del real indian. Hay otros momentos todavía más curiosos, difíciles de explicar sin correr

el peligro de destruirlos. Atendamos, por ejemplo al siguiente fragmento:

“What’s your ñame?” John asked.

“Can you keep a secret?”

“Yes.”

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81

“Well, “she whispered. “My Christian ñame is Carlota Lott, but my real

ñame, my Indian ñame is... “The oíd woman sniffed the air to make sure nobody

was cióse enough to hear. “My Indian ñame is... are you sure you can keep a

secret?”

John nodded.

“Okay. My real ñame is Carlota Lott”. (252)

La risa para Alexie es una ceremonia en la que la imaginación tiene la difícil encomienda

de violar el reducto asignado; “John wanted to own that laughter, never realizing that

their laughter was a ceremony used to drive away personal and collective demons” (21).

En definitiva, la novela está construida en base a la deconstrucción de estereotipos, tanto

en el plano formal como en el plano del contenido. En primer lugar, Indian Killer es una

burla del género policíaco. El autor juega con la curiosidad del lector. Le lleva a

sospechar con indicios que el asesino es o bien John Smith o Reggie Polatkin, todo ello

construido sobre falsos estereotipos. Al final, sin embargo, el autor de los crímenes no es

ninguno de los dos. El desenlace es abierto, el asesino baila en un cementerio indio. No

sabemos quién es, pero sí sabemos qué está bailando: Ghost Dance. Como dice Marie

Polatkin en el penúltimo capítulo: “I know that John Smith didn’t kill anybody except

himself. And if some Indian is killing white guys, then it’s a eredit to us that it took over

five hundred years for it to happen. And there is more (...) Indians are dancing now, and

I don’t think they are going to stop” (418).

Y esto se puede interpretar como una solución metafórica a la cuestión de la

identidad indígena en los albores de un nuevo milenio. De alguna manera Indian Killer

propone una solución imaginaria a la cuestión de la descolonización. Sin embargo, la

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fuerza simbólica tonto de su asesino, como de John Smith corre el peligro de ser

interpretada como una alegoría -tal y como aparece definida por Larsen- en la que John

Smith represento a “todos los nativos americanos”, y el asesino personifica al fantasma de

la venganza sobre todos los blancos y su descendencia. Asimismo, desde el punto de visto

de Louis Owens, Indian Killer solo es una estereotipificación de la imagen del real

indian, personificado en John Smith; y un mero divertimento para el lector euro-

americano, a quien se le está diciendo “that the Indian is a helpless, romantic victim still

in the process of vanishing just as he is supposed to do”. Toda la violencia dirigida contra

los no-nativos se sitúa en la misma línea de la literatura norteamericana -en la tradición

de Hawthome- en la cual “the colonizer has been delightfúlly frightening himself for

centuries” (77).

Sin embargo, queda abierto la cuestión de poder leer Indian Killer como una

deconstrucción de estereotipos, por un lado, y por otro, como un romance de construcción

de una nación imaginaria. Hernández-Avila escribe “Native people have not vanished; on

the contrary we are a living presence, nourished by memory, nourishing memory, acting

on behalf of the generations. Our nations are not on any periphery. Each nation has its

own center, its own history, and its own visión o f what it gives the earth and all of

humanity” (“Introduction” 6). Las naciones indígenas están presentes. El final abierto de

Indian Killer contribuye a acallar el ruido ensordecedor de la cultura dominante. El

reencuentro con la imaginación -¿o la historia?- reestablece la memoria de la

comunidad, que en este caso es urbana y multitribal. El asesino, cuya identidad es

indefinida, va a seguir actuando, personificando las peores pesadillas del hombre blanco.

En contra de la tónica general de la novela policíaca, no se le captura ni se le descubre, su

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danza va a continuar poblando las pesadillas del hombre blanco, mientras sus pies sigan

repiqueteando en los bordes difusos de la imaginación, entre el suefio y la realidad.

En el caso de Relación de hazañas, Castellanos usa el género histórico con el

objetivo mismo de deconstruirlo. La literatura latinoamericana de construcción nacional

se ha amparado en un pasado glorioso para ofrecer un imaginario en que lo indígena

pertenece a la historia, como estrategia para eliminar al indígena contemporáneo. Como

apunta Castellanos en “La narrativa de los que hablamos el Dilla Xhon”, después de la

independencia mexicana, los escritores, conscientes de que no puede haber una verdadera

independencia política sin respaldarla en una independencia cultural, empiezan a incluir a

indígena en la literatura nacional “pero sin acercarse demasiado, de lejitos como se dice”

(299). Como ejemplos de literatos latinoamericanos menciona a Gertrudis Gómez de

Avellaneda, Clavijero, Manuel Orozco y Berra, para a continuación desgranar las

intenciones de tal recuperación histórica:

[Cjuando una serie de aspectos culturales de cualquier grupo colonizado han

quedado fuera del alcance histórico, cuando ya no entrañan ningún peligro para la

parte dominadora, en estos momentos, prodigar los grandes templos de los

aztecas, la efectividad de su organización social, política y económica, lo que

poseían al llegar los españoles, sólo servirá a los independentistas criollos para

hacer hervir más el caldero de sentimientos libertarios, y con esa libertad, estaban

convencidos de que los primeros y más directamente beneficiados serían ellos

como sector. Y es que todos eran criollos.45

Sin embargo, en los últimos tiempos los escritores indígenas mexicanos están

demostrando que la sentencia “[los indígenas] ya no entrañan ningún peligro para la parte

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dominadora” es un falso presagio. Muy al contrario, al retomar la propia voz y volver a

contar la historia desde el punto de vista indígena, están contribuyendo a redefinir los

paradigmas de la construcción nacional. En su reconstrucción, por tanto, Castellanos

ofrece descripciones de organismos de gobierno en las comunidades indígenas que siguen

funcionando en la actualidad, y que en algunos casos podían no pertenecer a la tradición,

pero, como apunta Leticia Reina “uno de los secretos de estos pueblos para sobrevivir el

embate liberal fue la apropiación de instituciones que en principio les eran ajenas y que

terminaron no sólo por utilizarlas, sino adaptarlas a sus necesidades” (“Raíces y fuerza”

247). Alusiones a la filosofía indígena. En su descripción del tequio, por ejemplo,

Castellanos, a la par de denunciar otra de las imposiciones de la colonia, ofrece una

comparación entre la filosofía comunitaria indígena y la europea: “(...) tequio dicen

cuando se habla español, así le llaman usando la palabra náhuatl, porque los de Castilla

no tenían y ni tendrán es acostumbre, ya que nosotros (...) le llamamos llinlawe, y se

refiere al trabajo que hacemos todos para todos” (217). Al hablar del tequio, el autor

plantea la misma constitución de la comunidad, una comunidad que recuerda al

“comunitismo” del que hablaba Weaver:

En este grupo tiene que haber de todo: un valiente para que avance y un

pusilánime para que detenga; un hablador para que hable y también un serio para

que mesure; un trabajador para que haga y un flojo para que se avance con

cuidado; un sobrio para dar lucidez, y a su lado un borracho para que la lucidez no

deslumbre, porque nos enseñaron a pensar que en este mundo todos somos

necesarios. (Relación 217)

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85

Asimismo, la novela nos instruye en una concepción cíclica de la historia, frente a la

historia lineal de Occidente. La narrativa de Castellanos admite la subjetividad como

parte integrante del contar la historia/las historias. Ante la falsa objetividad del pasado

unívoco de la historia oficial en la construcción del estado, Relación de hazañas del hijo

del relámpago ofrece al lector una visión conciliatoria de la diferencia entre los

integrantes de la nación:

De esto que estoy platicando, no crean que fue ayer, o hace diez años. Esta es una

historia vieja, eterna, rancia. Lo que pasó sigue sucediendo y quién sabe cuando

dejara de pasar. Esta plática en momentos hasta se parece a tu historia, o a la de

aquél y a veces a la mía, pero no hay tal, porque aunque tu historia se parezca a la

mía, rara es la vez cuando podemos decir “así igualito pasó”, porque todo es tan

diferente en lo interno y esa pequeña diferencia es lo que nos hace caminar; por

ser diferentes es que nos podemos querer. (197)

A partir de la diferencia de las historias entre sí germina el entendimiento en el seno de la

comunidad, y de la reconciliación entre ellas surge el resquebrajamiento del la frontera

entre mito e historia. Tanto el asesino de Iridian Killer como Guzio son personajes que

nacen de la profecía, son sujetos míticos, que de una manera u otra vienen a ayudar a la

comunidad y abren una puerta al cambio, o a la diferencia, se constituyen en fisuras de la

historia lineal. El origen mágico de los personajes principales de ambas novelas se

constituye en un agente inmerso en un terreno difuso entre la realidad, la imaginación, el

realismo y la ficción. Silko afirma: “Language is story” (Yellow Woman 50) y, ¿quién

puede negarlo?: la historia es imaginación. Hemández-Avila correlaciona

metonímicamente nación e imaginación: “Imagin nation(s)/Imaginations” para significar

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86

que los pueblos indígenas van a seguir confiando plenamente en sus respectivas

tradiciones y cosmogonías:

For indigenous peoples, this entire hemisphere known as the Americas is a place

o f intímate recognition, a fíerce, long memory deeply woven into the heart and

spirit, where the past and future live (in our bodies) in the ever-present moment, a

familiar place o f space/time travel, into history/prophecy, into every cell/fiber of

self, the necessary/birthing space of freedom that is creation/recreation. Imagine

nation(s)/Imagination. (“On the Nature” 10)

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87

CAPITULO 3

Crítica político-social en la literatura de resistencia:

The Lotte Ranger and Tonto Fistfight in HeavenITatei Yuríenaca y otros cuentos

huieholes

De la misma manera que en el segundo capítulo nos hemos aproximado a las

novelas de Sherman Alexie y Javier Castellanos desde un punto de vista de la foimación

nacional, procederemos en el presente capítulo a establecer un acercamiento a la narrativa

breve como exponente de una literatura de resistencia que acomete la misión de reflejar

primordialmente los problemas sociales y económicos a los que se enfrentan actualmente

las culturas indígenas. Partiendo del hecho de que los cuentos, por su inmediatez, tienen

el poder de llegar más rápido al lector, tanto dentro como fuera de las comunidades, así

como de retratar retazos de la lucha social en una suerte de escenas concretas de la vida

de los pueblos indígenas, exploraremos los rasgos específicos usados para dar visibilidad

a las diferentes reivindiciones retratadas en la obra de Alexie The Lone Ranger and Tonto

Fistfight in Heaven y Tatey Yurienacay otros cuentos Huieholes, de Gabriel Pacheco.

A modo de contextualización, nos gustaría situar los volúmentes de cuentos de

estos autores. En primer lugar, The Lone Ranger and Tonto Fistfight in Heaven recrea

nuestra percepción en una doble fuente. Sherman Alexie sintetiza en su estilo influencias

que van desde la narración oral popular hasta las canciones de Dylan o Tom Waits. Sus

relatos conmueven hondamente al lector profano que se sorprende ante una escritura

nueva, irónica, e igualmente poética. Investigando en las fuentes se puede encontrar de

todo, desde tradición oral a literatura contemporánea nativa pasando por una influencia

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euroamericana indiscutible. Las influencias de Alexie son innegables. Él mismo reconoce

a los autores nativos de la generación anterior -Ortiz, Haijo, Welch, Silko, a quienes está

dedicado el libro- como “my mothers and fathers”, aunque añade “they wouldn’t want

me to say that” (Hoover). Pero también reconoce como inspiración a autores de fuera del

círculo nativo como Toni Morrison, Jim Carrol, Alex Kuo, Al Young e Ishmael Reed.

Por otro lado afirma que la tradición en la que escribe comienza con Alien Ginsberg Su

popularidad tanto entre la audiencia nativa como entre la no nativa se puede interpretar

como una simbiosis entre la identidad y tradición indígenas y las formas literarias

euroamericanas que se traduce en un modo narrativo totalmente legítimo, sorprendente y,

ante todo, capaz de reírse de sí mismo.

Por otro lado, la compilación de narrativa breve de Pacheco se caracteriza por

estar inspirada en técnicas narrativas y contenidos de la tradición oral de los huieholes,

pero de una manera renovadora, al mismo tiempo. Al igual que en la obra de Alexie, los

textos dejan entrever múltiples denuncias de lo que actualmente está sucediendo en las

comunidades indígenas. No obstante, tales denuncias, al contrario de lo que sucede con el

testimonio, se encuentran integradas en la narración como otra parte más de su estética.

Estos textos, por tanto no son en absoluto neutros en el plano político, sino que

transmiten una agenda política clara. Son múltiples las referencias a la influencia del

sistema capitalista, así como lo son las alusiones a la presencia de la Iglesia y los

misioneros y la pérdida de identidad a que la educación católica está dando lugar.

En ambas colecciones de cuentos existe una crítica social implícita que contribuye

a la creación de un sentimiento de cohesión en el interior de la comunidad, de tal manera

que los escritores juegan con una serie de elementos culturales que se transforman en

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consignas de lucha por la búsqueda de identidad a través de la recuperación de valores

indígenas, de una cierta tradición. Por otro lado, esta literatura explora el poder de influir

no sólo en la comunidad, sino también en la percepción de los lectores de fuera. Los

narradores indígenas no escriben sólo para lectores de la reserva o de la comunidad, sino

para toda la sociedad. Este medio se convierte en una narrativa de contacto, de

explicación, y lo hace mediante recursos tradicionales, pero también occidentales, a

través de una una prosa fresca y moderna. Y uno de sus objetivos inmediatos es informar,

conmover y, a veces, avergonzar al lector anglosajón o criollo. Se da, por tentó, una

politización de la literatura tanto explícita como implícitamente, en el sentido de que la

crítica está incluida en la narración, y no se trata ten sólo de un mero recuento de

reivindicaciones político-sociales de corte didáctico. De tal manera que en la narrativa

breve tanto de Alexie como de Pacheco podemos encontrar una serie de estrategias

narrativas que aparecen tejidas entre los intersticios del texto, con sus propios recursos

literarios, tomados tanto de la tradición, como de la literatura occidental. Tales estrategias

aparecen en ocasiones en clave, como un guifto que sólo los miembros de la comunidad

pueden reconocer, a la vez que inviten al lector profano a indagar en las fuentes si

quieren profundizar en estos conocimientos, en la revelación de teles secretos. En una

entrevista publicada en SAIL en 1997, Alexie confiesa: “I load my books with staff, just

load ‘em up. I cali them ‘Indian trapdoors.’ You know, Indians fall in, white people just

walk right over them (...) So thats’s the kind o f thing I’m imagining. Poems that work in

all sort o f ways, but I really want the subtext for Indians” (Purdy 15).

Los escritores indígenas legitiman el uso de todos los medios intelectuales

pertinentes para la reivindicación social. En el segundo Encuentro Continental de

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Escritores en Lenguas Indígenas y Afrocaribeñas (Canún, Quintana Roo, México, 2000),

el primero de los apartados de la declaración resultante establece: “Que los escritores

indígenas y afrocaribeños busquen mecanismos de participación en todas las instancias

naionales e internacionales que lleven a la construcción de políticas para el desarrollo y la

defensa de los derechos históricos y culturales de nuestros pueblos” (Hernández 157). Tal

encuentro -integrado por grupos indígenas de Estados Unidos, México, Belice,

Guatemala, Costa Rica, Panamá, Paraguay, Nicaragua, Colombia, Chile, Bolivia,

Venezuela, Perú y Ecuador- promueve, asimismo “el desarrollo de todos los géneros de

la literatura indígena y afrocaribefia” (158). El encuentro reivindica la utilización de la

literatura como un medio estético y filosófico de difundir no sólo la cultura y la historia

de los pueblos indígenas, sino también las reivindicaciones de estos pueblos. Se convierte

así en una liteatura de resistencia, resistencia a la aculturación, a la asimilación, a la

uniformidad cultural, al exterminio de la historia de la lengua y de la dignidad. En la

“Declaración de los escritores en lenguas indígenas en tomo a la diversidad étnica,

lingüística y cultural de México”, suscrita en México el 3 de octubre de 1997 por los

escritores de ELIAC, se puede leer:

Hoy, con voz y pensamiento propios, expresamos que tenemos conciencia del

ayer, del hoy y del mañana, sembramos palabras, cultivamos pensamiento. En el

umbral del siglo XXI, llegamos excluidos del mundo moderno; pese a ello,

estamos aquí con nuestros pensamientos y nuestra historia como pueblos:

hablamos desde el corazón de la tierra que nos vio nacer y nos preguntamos

¿Quién puede decretar la muerte de una lengua? ¿Qué pensamiento racional es

capaz de borrar una cultura? (151)

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91

3.1. Literatura de resistencia

En tal estado de intento de asimilación de las culturas indígena por parte del

sistema, nos es necesario aludir a la vieja dicotomía entre literatura de resistencia y

autonomía del arte. A lo largo de la historia, diversos movimientos artísticos y literarios

se han adscrito conscientemente a la idea del arte como un arma social -léase

Naturalismo, Realismo social, etc- mientras otros han abogado por la independencia del

artista. Un ejemplo de tal dicotomía se podría ver en la aparición sucesiva -pero

simultaneándose en algunas ocasiones- el modernismo y las vanguardias a principios del

siglo XX. En el caso del Modernismo de Rubén Darío, y su máxima de “el arte por el

arte”, esta tendencia suponía una reivindicación con respecto al escritor ya no estando al

servicio del estado y de la construcción nacional. A continuación, la vanguardia planteó

la desazón con respecto al lenguaje artístico y la ruptura con una tradición occidental que

potenciaba la barbarie y la destrucción.46

En el momento actual, muchos creadores occidentales dan a entender que el arte

debe ser independiente de la política y de la realidad social, y se refieren a la literatura, el

cine, o cualquier manifestación artística de corte social como un medio obsoleto y

panfletario. Gran parte de la crítica europea y estadounidense aboga por un arte solitario

y libre, universal y contenido en sí mismo, adscrito a lo que Jameson llamaría “strategies

of containment” en su obra The Political Unconscious: “the ‘local ways’ in which

[interpretative codes] construct their objects o f study (...) to project the illusionthat their

readings are somehow complete and selfsuffícient” (10). Tales “strategies of

containtment” se encuentran abocadas al mito de una totalidad narrativa [narrative

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totality] (210), que los críticos quieren imponer a los movimientos literarios de la

“periferia”. A su vez, otros movimientos -que podríamos denominar no

occidentalizantesr- reivindican el arte como un arma para la toma de conciencia, así como

un medio de resistencia. Bajo tal precepto tiene su razón de ser la denominada Literatura

de Resistencia, término al que le hemos querido dar una dimensión intemporal, no

reduciéndola simplemente a una respuesta al colonialismo por jarte de las naciones

colonizadas.

Con el fin de definir qué se entiende como literatura de resistencia en el presente

trabajo, primero habremos de delimitar qué se entiende por literatura jx)stcolonial, ya que

muchas veces resistance y postcolonial parecen términos intercambiable. En su

definición más literal, el término postcolonial se trata simplemente de una clasificación:

un corpus de trabajos producidos por una nación previamente colonizada. Y podríamos

decir que una novela jjostcolonial actúa como representación de su resj>ectiva nación y

sirve como símbolo de resistencia. Llevando más lejos el término, podríamos decir que,

como apunta Helen Tiffin,

[pjost-colonial cultures are inevitably hybridised, involvíng a dialectical

relationship between European ontology and epistemology and the impulse to

créate or recréate independent local identity. Decolonization is process, not

arrival; it invokes an ongoing dialectic between hegemonic centrist systems and

peripheral subversión o f them (...). Post-colonial literatures/cultures are thus

constitued in counter-discursive rather than homologous practices, and they offer

‘fields’(...) of counter-discursive strategies to the dominant discourse (95-96).

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Por su parte, aludiendo al trabajo de Guillermo Gómez Peña en The Location o f Culture

Homi K. Bhabha, acuña el término hybridity como un mecanismo usado por la literatura

postcolonial “to ‘transíate,’ and therefore reinscribe, the social imaginary of both

metrópolis and modemity”. Y continua: “The borderline work of culture demands an

encounter with ‘newness’ that is not part of the continuum of past and present. It creates a

sense of the new as an insurgent act o f cultural translation” (7). No obstante, frente a

“hibridez”, optamos el término transculturación, dado por Ángel Rama en

Transculturación narrativa en América Latina, ya que, si bien en Latinoamérica la

producción artística e intelectual viene dada por un compendio de culturas, ninguna es

ajena a la esencia misma del continente, todas las culturas y tradiciones son legítimas en

su concepción histórica, y todos sus integrantes gozan del derecho, desde nuestra

perspectiva, de hacer uso de sus tradiciones, cualesquiera que estas sean. El término

“transculturación” propone trascender lo que podría aparecer como una serie de

diferencias culturales a través de una "fusión" (203), una "asociación equilibrada" (166)

de las diversas culturas de América Latina. Rama aboga, en definitiva por preservar la

originalidad de cada cultura a través de una síntesis que permite unificar los elementos

auténticos, esenciales y más enriquecedores de cada una de ellas.

Por su parte, Bhabha define el espacio desde donde articular esta traducción

cultural como liminal o interstitial, definiendo este lugar imaginario como un puente que

se erige con el fin de llevamos hacia una nueva orilla y que se caracteriza por su

naturaleza errática, en el sentido de que permite entrar y salir, cruzar de un lado a otro

cuantas veces sea preciso:

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94

It is in this sense that the boundary becomes the place from which something

begins its presencing in a movement not dissimilar to the ambulant, ambivalent

articulation o f the beyond that I have drawn out: 'Always and ever differently the

bridge escorts the lingering and hastening ways of men to and fro, so that they

may get to other banks (...) The bridge gathers as a passage that crosses.’ (5)

Lo liminal o interstitial es el lugar de entendimiento y explicación, no pertenece

meramente al espacio entre los colectivos culturales, sino entre periodos históricos, entre

política y estética, "liminal space, m-between the designations o f identity [that] becomes

the process o f symbolic interaction, the connective tissue that constructs the difference

between upper and íower, black and white" (4). Pero también se reencarna entre los

intersticios de una herida abierta, en la que puede situarse un espacio de denuncia, y de

reivindicación. Guillermo Gómez-Peña en su ecléctico Warrior for Gringostroika,

recurre así al término:

The social and ethnic fabric o f the United States is fílled with interstitial wounds,

invisible to those who didn't experience the historical events that generated them,

or who are victimized by historical amnesia. Those who cannot see these wounds

feel frustrated by the hardships of intercultural dialogue. Intercultural dialogue

unleashes the demons o f history. (...) Fear is the sign o f the times. (...) They are

scared of us, the other, taking over their country, their jobs, their neighborhoods,

their universities, their art world. To “them,” “we” are a whole package that

includes an indistinct Spanish language, weird art, a sexual threat, gang activity,

drags, and “illegal aliens.” They don’t realize that their fear has been implanted as

a form of political control; that this fear is the very source of the endemic violence

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that has been affecting this society since its foundation. Border culture can help

dismantle the mechanism o f fear. Border culture can guide us back to common

ground and improve our negotiating skills. (...) The border is all we share/La

frontera es lo único que compartimos. (47)

Y es en esa frontera donde se viven los espacios de una reapropiación legítima, de una

identidad ajustada muchas veces desde occidente a través del proceso colonial, para

adecuar la imagen de la otredad a un mundo abarcable. En Orientalism uno de los textos

centrales en la creación de los estudios post-coloniales Edward Said habla de Oriente

como “almost an European invention” y caracteriza al orientalismo como “a Western

style for dominating, restructuring and having authority over the Orienf’ y continúa:

“European culture gained in strength and identity by setting itself off against the Orient as

a sort of surrogate and even underground self ’ (3). Occidente necesita de Oriente como el

“otro” para hacer prevalecer su autoridad y superioridad. A este respecto, intentaremos

discernir en qué manera los autores indígenas recrean y desarman la invención de lo

indígena, a la vez que también chocan contra esa misma representación para encontrar un

espacio propio en la literatura.

Pese a lo apropiado de sus instrumentos de análisis, en el presente trabajo, el

término “postcolonial”, se nos presenta como una clasificación reduccionista. En

“DetermiNation: Postcolonialism, Poststructuralism and the Problem o f Ideology” Neil

Larsen apunta y suscribe las observaciones de Aijaz Ahmad al respecto: “vital political

questions already intrude so soon as one seeks to generalize these societíes, or their

literaturas or cultures, under categorical or abstract headings such as ‘third world,’

‘postcolonial,’ etc” (Determinations 32). La categoría de “tercer mundo” o de

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“postcolonial”, es en su opinión, “virtually a product o f metropolitan or ‘first world’

institutions” (33), y continúa:

[I]n one o f the more provocative essays o f In Theory, Ahmad sketches a social

history o f postcolonial studies as a product of the incieasing, thought not

unclmplicated integration o f intellectuals from Asia, Africa and Latín America

into the North American and Western European intellectual and academic

establishment. (33)

Preferimos hablar de literatura de resistencia, como un concepto más amplio, aplicable a

numerosos autores canónicos y no canónicos a lo largo de la historia de la literatura, e

inbuido de la esencia de la literariedad misma. El término “literatura de resistencia”,

como apuenta Barbara Harlow en Resístame Literature, fue acuñado en 1966 por el

escritor y crítico palestino Ghassan Kanafani en Literature o f Resístame in Occupied

Palestine. Surge así como un término nacido de los movimientos artísticos unidos a los

movimientos políticos “on the part o f the colonizad peoples in those areas o f the world

over which Western Europe and North America have sought socioeconomic control and

cultural dominión”, no obstante esta literatura “not only demands recognition of its

independent status and existance as literary production, but as such also presents a serious

challenge to the codes and canons o f both the theory and the practice o f literatura and its

criticism as these have been developed in the West” (xvi).47 El de resístame literatura es

un movimiento crítico y literario de la “periferia” al “centro” que está influyendo en la

consideración de instancias de resistencia en la literatura occidental, ya que “[wjhereas

the social and the personal have tended to displace the political in western literary and

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cultural studíes, the emphasis in the literatura o f resistance is on the political as the power

to change the world. The theoiy of resistance literatura is in its politics” (30).

Según la escuela critica del New Historicism, a partir del análisis de la literatura

del Renacimiento inglés -Shakespeare incluido- la estética de éstas obras se adscribe, en

gran medida, a una determinada crítica social, y a unas estrategias de denuncia y de

resistencia a la asimilación por parte der poder dominante.48 En esta misma línea

podríamos situar una larga lista de autores y estilos en cualquier tradición y en cualquier

época. Por citar sólo un ejemplo, podríamos mencionar la teoría de los silencios aplicada

a los textos del Siglo de Oro español, según la interpretación de Mary S. Gossy. En The

Untold Story, apoyándose en trabajos realizados por teóricos como Gérard Genet, Terry

Eagleton y Jacques Lacan, la autora aclara: “This untold story is that part o f a text that

makes his absence felt, and upon whose felt absence the form and process o f a text

depend (...) In other words, the untold story is an intolerable gap in a text that the reader

feels a compulsión to fill” (2). Indiscutiblemente, esta época en que, bajo la apariencia de

un gran imperio, convivieron autores como Cervantes, Quevedo, María de Zallas, y

géneros como la novela morisca, evidencia un tipo de literatura que, no haciendo de la

resistencia su única baza, ésta sí forma parte innegable de su esencia. En este sentido, la

caracterización de literatura de resistencia depende de la apreciación del crítico o del

lector, que encontrara determinados indicios de ésta en ciertos textos, no limitados,

necesariamente a un tipo de literatura de una determinada época, léase en este caso,

postcolonial. Como apunta Rao: “Resistance in each o f these instances was not seen as a

characteristic of postcolonial textuahty, rather, the task of the critic was to uncover the

manner in which social and political resistance in the real world comes to be represented

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by the literary text, and consequently, to re-locate the text within its historical and

ideological context”.

Yendo un poco más lejos, con el término literatura de resistencia, nos adscribimos

a una clasificación que integra las obras de Pacheco y Alexie en el seno de una tradición

literaria que debe su esencia misma a la resistencia, a cuestionar las cosas que vienen

dadas, que se pregunta sobre el mundo, sobre la sociedad y sobre la vida, y que invita al

lector a descubrirse a sí mismo. De la misma manera, abogamos por un término que

describe una crítica, una resistencia que se produce en el seno mismo de occidente,

evitando así la dicotomía del enfrentamiento entre centro y periferia. Sin obviar que los

pueblos indígenas de América son naciones colonizadas que no han pasado por un

proceso de descolonización, se produce una legitimación lógica en cuanto al empleo de

medios literarios considerados occidentales por parte de los escritores tratados.

Nuestros autores beben de la tradición, y se mueven en un ámbito transcultural -

usando la terminología propuesta por Rama- pero también se resisten a ser asimilados,

colonizados. A la resistencia se adscribe la inercia de crear un ámbito diferente de

expresión, una regeneración de la propia literatura, de una tradición que a veces se agota

a sí misma. Al hacer uso del término literatura de resistencia, reivindicamos la autonomía

estética de las obras de estos autores, una estética no adscrita a una clasificación

reduccionista de “literatura marginal”, de la “otredad”, etc. De esta manera,

reivindicamos este medio como una literatura susceptible de cumplir unos parámetros

formales y de contenido que podrían pertenecer a cualquier revolución artística colectiva

o individual en cualquier momento de la historia literaria.

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99

Teniendo en cuenta la naturaleza de la literatura de resistencia, analizaremos en

qué manera estos autores reinventan la escritura, usando sus propios recursos y dándoles

vida en una estética particular de reivindicación a través de la política de la imaginación y

de la búsqueda de un lenguaje propio. En “Imagining the Reservation” Sherman Alexie

establece la ecuación “Survival = Anger x Imagination. Imagination is the only weapon

on the reservation” (150), reivindicando el poder de resistencia de la imaginación, de las

historias, y continua preguntando: “(...) Do you believe laughter can save us? All I know

is that I count coyotes to help me sleep. Dicta’ you know? Imagination is the politics of

dreams; imagination tums every word in a bottle rocket” (152). Asimismo, ELIAC,

asociación a la que pertenece Gabriel Pacheco, en su Declaración de Cancún afirma: “Las

voces de nuestro pueblo reencuentran su naturaleza. El tiempo en su girar nos ha

fortalecido la memoria. Nuestras lenguas florecerán si el olvido y la marginación se

superan, y si somos capaces de reconocer nuestra diversidad y los derechos culturales de

la humanidad” (Hernández 152).

Con el fin de sentar las bases de en qué manera la narrativa breve de Alexie y

Pacheco contiene una serie de reivindicaciones político sociales propiamente indígenas, a

pesar de que, a primera vista, algunos aspectos de tal narrativa puedan posicionarse en el

campo de la llamada literatura occidental, procederemos a desgranar las particularidades

que caracterizan las obras de estos dos autores como literatura de resistencia, cuáles son

las estrategias que Pacheco y Alexie esgrimen para violar el espacio asignado, para

traspasar y volver a entrar a través de la fina línea entre occidente y no-occidente; cuáles

son sus recursos narrativos para que tales denuncias recursos narrativos se utilizan para

que se integren en la narración como un todo. Comprobaremos cómo en algunos

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momentos tales intentos pueden adolecer de hacerle demasiado el juego a la cultura

dominante, en otras ocasiones no logran trascender la mera denuncia, sin embargo, lo que

queda de manifiesto indiscutiblemente, es el valor de su narrativa como medio de

exploración su importancia como herramienta de búsqueda.

3.2. ¿Desesperación o melancolía?

Refiriéndose a Reservation Bines, primera novela de Alexie, publicada en 1995,

con su artículo “The Exaggeration of Despair in Sherman Alexie’s Reservation Blues”, la

poeta y crítica spokane Gloria Bird inauguró el debate a cerca de la deseperación que

impregna la obra de este autor. Aduciendo que la novela “contribute[s] to a portrait o f an

exaggerated versión of reservation life, one that perpetuates many o f the stereotypes of

native people and presents problems for native and non-native readers alike” (47), Bird

apunta que Reservation Blues parece estar creada bajo la consigna de la extinción de la

cultura indígena. Tal crítica se podría aplicar igualmente a Lone Ranger, primera

colección de relatos publicada por Alexie, después de varias compilaciones de cuentos y

poesía, ya que en ella se relata con anterioridad la vida en la reserva spokane y aparecen

por primera vez los personajes que más tarde protagonizarán Reservation Blues. Y,

efectivamente, en la reserva de los cuentos de Alexie prima la desesperación y la falta de

opciones para sus miembros y se representa la vida en ella como una cultura que

agoniza. Bird apunta que Reservation Blues ofrece un perfil distorsionado de la identidad

nativa y, por tanto le sigue el juego a una forma de representación colonialista: “As a

native reader, my concern is with the colonialist influence on the native novel, and how

that influence shapes the representation o f native culture to a mainstream audience” (48).

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101

La preocupación expresada por Bird se justifica debido al temor a que el cosmopolitismo

de ciertos escritores de la periferia ofrezca una visión distorsionada de algunos aspectos

de sus propias comunidades, y se pone de manifiesto de la siguiente manera:

The examples are numerous, and include for instance, the use of the greeting “ya-

hey,” which is a contrived expression. One can only speculate that it is based

upon the Diñé greeting, ya ’a t ’eeh (ya-tey). Mainstream readers who do not have

access to native language usage, either Salish or Diñé will not have a way to make

an accurate assessment o f its appearance in the novel and will rely solely upon

what they read as being representationally accurate. When we examine how

stereotypes of Indian are retumed to the source of their original production and

the dynamics that come inte play in Reservation Blues, the impress o f colonial

influence become more apparent. (48)

Efectivamente, la narrativa de Alexie puede adolecer en algunas ocasiones de un intento

de globalización de la cultura indígena, debido probablamente a la intención de llegar al

mayor número de lectores. Alexie nunca ha ocultado su intención de ser un autor leído y

conocido, como él mismo reconoce, no sin cierta ironía: “T am a commodity,’ he likes to

say. Alexie has a business card, an office, an office assistant, a fan club, a Web site, a

schedule board. (...) ‘There is a certain injustice in what I do (...) Fm a celebrity who’s

an Indian who’s mad at the world who’s making money off being mad at the

world’”(Italie 8). Según Bird, la narrativa de Alexie relega las denuncias a los atropellos

cometidos contra los indígenas a un mero hecho anecdótico. Sin embargo, estas

denuncias, entretejidas en la narración, tanto en Alexie como en Pacheco, lo que hacen es

apelar a la conciencia lectora, contribuyen a crear un caldo de cultivo en la audiencia

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anglosajona que propicie el acto de seguir leyendo. En la sofisticación formal de su

escritura de Alexie es, precisamente, donde se encuentran las claves para llegar a una

audiencia amplia. La literatura ha de ofrecer marco estético, más allá de una politización

plana, más allá de un panfleto didáctico, sin perder de vista que el hecho de calificar una

obra de “didáctica” implica restarle valor a la profundidad de la peripecia y de la

construcción de los personajes. Y es que la literatura, aun la de resistencia, para ser

considerada como tal no debe ser tan explicativa, o expositiva, sino que debe invitar al

lector a su terreno y ahí apelar a su conciencia.

El hecho de que las historias de resistencia y subversión vengan arropadas por una

estética literaria, no significa que no tengan un contenido político. Situándose en el marco

crítico del New Historicism, Stephen Greenblatt señala el uso recurrente de estrategias

subversivas que invierten el significado aparente (Representing 9). Por otro lado,

siguiendo la tendencia marxista de desconfiar de la autonomía de la obra de arte,

Greemblatt, alega que toda representación estética se encuentra siempre, de una manera u

otra, ligada a una determinada matriz ideológica y social (Contemporary 429). Otros

autores como Jonathan Dollimore y Catherine Belsey, proveen argumentos que llevan a

considerar las historias de subversión contenidas en textos aparentemente no subversivos

como auténticas expresiones de pluralidad. Y son estos argumentos que podrían dar la

clave a lo que Bird entiende como contradicciones en el texto de Alexie que propician

una falta de entendimiento de los valores indígenas:

Contradicting sentiments ooze from the mouths of the characters, and as readers,

we can never be sure where anybody stands. Postmodem irony rules. The

characters, in the end, contradict both themselves and one another. The effect is a

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leveling o f valúes and weakening o f emotional investment, in particular, native

aesthetic valúes are undermined. (50)

La aparición de contradicciones, sin embargo, puede ser entendida como una disidencia

dentro de la cultura dominante, como apunta Dollimore, apoyándose en la llamada

“dialéctica de perversión/contención”, la cual implicaría que, aunque una obra

determinada sigue los patrones permitidos por la cultura dominante, produce

transgresiones que implican resistencia, no como mero síntoma de subjetividad, sino

como la esencia misma de la diferencia. Este autor mantiene: “The surfacing of

contradictions is enabled by and contributes to transgressive or dissident knowledge”

(88). De tal manera que, una vez dentro de la cultura dominante, es decir, teniendo la

oportunidad de publicar y llegar al máximo número de lectores posibles, la influencia que

puede tener en la sociedad es, en consecuencia, mayor. Y no sólo eso, sino que, como

apunta Catheríne Belsey, “[s]ince meaning is plural, to be able to speak is to be able to

take parí in the contest for meaning which issues in the production of new subject-

positions, new determinations o f what it is possible to be”. Para Belsey el discurso

alternativo propone en sí un conocimiento también alternativo, así como la búsqueda de

significados alternativos: “fietion, as a location of meanings and contests for meaning, is

itself a political practice” (6), o como reivindica Alexie, en el fragmento ya mencionado:

“Imagination is the politics of dreams” (Lone Ranger 152). El objetivo de Alexie es

llegar a la mayor audiencia nativa posible, una de las principales razones por las que

también hace cine. Después del estreno de Smoke Signáis hizo las siguientes

declaraciones:

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104

Fm going to direct Indian Killer. I’m scared that if I make it FU give up writing

books. (...) The thing I think about is that probably fíve percent o f Indians in this

country have read my books. Maybe that much. Probably more like two percent,

or one. You take a thing like [the film] Pow-Wow Highway and 99% o f Indians

have seen it. (Purdy 3)49

Posicionándose como crítica postcolonial,30 Bird expresa una preocupación legítima

hacia una occidentelización de la ideología indígena, sin embargo, no podemos olvidar

que relegar estas literaturas a libelos didácticos, compuestos de una descripción de

quejas, tradiciones y costumbres, es hacerle el juego al colonialismo, en el sentido de caer

en el error de dictaminar qué y cómo se puede escribir. Por otro lado, ver con recelo la

transmisión de los secretos de la tradición en según qué medios y dirigido a según qué

audiencia es una toma de posición totalmente legítima, ya que toda información en sí es

susceptible de ser utilizada y manipulada Como apunta Barbara Harlow, “[njot just

anthropologists, economist, and political scientist, but students of literature too, with their

theories o f discourse, rhetoric and textual criticism, provide the necessary information

and tools of analysis for the propagation of cultural and even military domination” (14).

Alexie reflexiona sobre la necesidad de extremar las precauciones en tomo a la

propagación de las tradiciones propias a través de la literatura y la crítica:

p]t’s one of the problems with some o f the criticism, directed by Liz Cook-Lynn,

and Gloria Bird, and Robert Warrior talking about how there needs to be more

tradition in Indian writing. (...) We shouldn’t be writing about our traditions, we

shouldn’t be writing about our spiritual practices. Not in the ways in which some

people are doing i t Certainly, if you’re writing a poem or story about the spiritual

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105

experience you had, you can do it But you also have to be aware that it’s going to

be taken and used in ways that you never intended for it to be. I think it’s

dangerous, andthat’s really why I write about day-to-day life. (Purdy 15-6)

Contrariamente a lo que supone Bird, la posición de Alexie no responde a una

occídentalización comercial, sino a la aceptación de una obligación: “The responsibilities

o f being an Indian writer are enormous. Even more so than any other group of people

because we have so much more to protect” (Purdy 16). La finalidad tanto efe las obras de

Alexie como de Pacheco puede no ser retratar la desesperación, esto es sólo la superficie,

lo que podríamos considerar una estrategia, quizá la finalidad sea imbuir los relatos de

melancolía, contagiando así al lector. La “desesperación” que apunta Bird se cifra en los

cuentos de Alexie sobre todo en el alcoholismo, los malos tratos, el abandono de los

niños, la abrumadora influencia de la modernidad, y en el caso de Pacheco en la burla de

los jóvenes hacia las tradiciones en cuentos como “Nos humillan”. Son todos problemas

derivados de la esquizofrenia de la identidad y del desapego por la tradición. Uno de los

personajes recurrentes en los cuentos de Alexie, Thomas Builds-the-Fire es el storyteller,

al que los demás jóvenes de la reserva consideran ridículo, precisamente porque el pasado

ha perdido su valor. Los mismos conflictos con las historias y la tradición se muestran en

el relato de Pacheco “Nos humillan”, donde los “discípulos” de Tatewary espetan a los

jóvenes: “No se vayan sin escuchamos, tenemos cosas que contarles. Es que nosotros

vemos las cosas de otra manera, por eso nos ven exaltados, y porque vemos que le han

perdido el respeto a su comunidad, a sus raíces, a nosotros que somos de su raza, y

porque...” (64). La tradición propiamente dicha es fundamental en Pacheco. Aunque

reside y trabaja en Guadalajara, parte de su vida se desarrolla en su Xatsitsane natal,

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106

participando plenamente en las ceremonias y la política local. El contacto con su

comunidad es continuo. Algunos de los cuentos son en sí una prolongación de la vida en

la comunidad, donde se relatan de manera descriptiva las costumbres que todavía se

conservan. En el caso de Alexie, sin embargo, a pesar de haber nacido y vivido hasta la

adolescencia en la reserva spokane, tales tradiciones permanecen un tanto lejanas, y lo

expresa así:

Most of our Indian literature is written by people whose lifes are nothing like the

Indians they’re writing about. There [are] a lot o f people pretending to be

“traditional,” all these academic professors living in university towns, who rarely

spend any time on a reservation, writing all these “traditional” books. Momaday -

he’s not a traditional man. And there’s nothing wrong with that, Fm not either,

but this adherence to the expected idea, the bear and all this imagery. I think it is

dangerous, and detrímental. (Purdy 8)

Tanto en Tatey Yurienaka como en Lone Ranger los conflictos con la tradición, con la

modernidad y con la identidad se acaban resolviendo eventualmente en algunos casos. No

se trata de una resolución convencional, sino de mecanismos tales como el humor y la

poesía, como mostraremos en las siguientes secciones. Las obras de los autores que nos

ocupan son una búsqueda, a medio camino entre la reivindicación y el objeto literario.

Sus historias son historias en sí mismas, redondas, cerradas en cuanto a su estética. No

son historias de desesperación, sino que, en todo caso encierran una estética de la

melancolía, que tiene la misión de transmitir al lector la impotencia ante la abrumadora

intromisión de la globalización. De todas maneras, las llamadas de atención y las

precauciones en tomo a la literatura nativa expresadas por intelectuales como Cook-Lynn

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y Bird no dejan de ser un indicio del saludable estado en que se encuetra la literatura

nativa en Estados Unidos, con una capacidad de autocrítica a pleno rendimiento.

3.3. La palabra que cura

En muchas de las tradiciones indígenas del continente americano existen

canciones e historias con poder curativo que el sanador recita en el momento cumbre de

una ceremonia de sanación. En algunas ocasiones, como en el rito anishinaabe [ojibwe]

es una historia secreta recitada al oído del enfermo.51 Para los huieholes la lengua tiene

“una dimensión sagrada, la cual se manifiesta en los cantos del Tsaurírrica (el cantador) y

a las expresiones cifradas que ahí aparecen” (Rajsbaum). En el cuento de Pacheco

“Hayukarita” la lengua viene dada de los dioses, quienes ponen nombre a los lugares

sagrados: “nuestros dioses eligieron ese lugar para vivir precisamente por color de la

tierra, al hacerse los dueños de ese rumbo llenaron todo el área de Hayukarita con

nombres sagrados” (75). El poeta maya Sánchez Chan dice acerca de las creencias de los

sanadores mayas: “no basta solamente las plantas sino que las palabras tienen mucho que

ver para la posibilidad de una sanación” (Hemández-Avila, “The Power o f Native

Languages” 57). El poder de nombrar el mundo y el carácter sagrado y curativo de la

lengua se revela en el cuento de Alexie “Imagining the Reservation”: “Imagin an escape.

Imagin that your own shadow on the wall is a perfect door. Imagine a song stronger than

penicillin. Imagine a spring with water that mends broken bones. Imagine a drum which

wraps itself around your heart. Imagine a store that puts wood in the fireplace” (Lone

Ranger 152-3).52

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Como ejemplo de este poder sanador de la palabra asignado por las culturas indígenas

podríamos poner el ejemplo de la doctora navajo Lori Arviso. En la narrativa personal

The Scalpel and the Silver Bear: The First Navajo Wornan Surgeon Combines Western

Medicine and Traditional Healing, Arviso comparte sus experiencias como cirujana. En

su búsqueda de una mejor práctica de la medicina, la autora se pregunta cuáles son los

aspectos de la medicina tradicional indígena que se pueden aplicar a la medicina

occidental. Sus experiencias muestran las inescrutables vías en que mente y cuerpo están

interconectados, como en el caso del ictus sufrido por la paciente Evelyn Bitsu en el

transcurso de una intervención, producido probablemente por las tensiones que tuvieron

lugar durante la misma. Arviso relata cómo adquiere conciencia de la importancia de

mantener el equilibrio para llevar una vida saludable, creencia que dice haber adquirido

del pueblo navajo. Al mismo tiempo, también a través de la tradición, la autora reflexiona

sobre el poder curativo de las canciones y las historias, teniendo en cuenta que las

palabras no son meros sonidos al servicio de la comunicación, sino que tienen vida en sí

mismas: “you can ‘speak’ something into existence” (66).

En el caso de México, la lengua indígena sigue siendo la primera lengua de

muchas comunidades en las que sólo algunos de sus miembros hablan español. Tatey

Yurienaka, sin ir más lejos, es una edición bilingüe, lo cual refleja, una intención por

parte del autor de llegar tanto a la audiencia indígena, como a la no indígena, en realidad,

las ediciones bilingües de las obras escritas por escritores indígenas en México, son

trabajos originalmente concebidos en lenguas indígenas con su correspondiente

traducción al castellano. Según Hemández-Avila, en el artículo “The Power o f Native

Languages and the Performance of Indigenous Autonomy: The Case o f México”, “native

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writers in México have articulated the position that actual indigenous identity is linked to

the ability to speak one’s language” (61). Con esto, se establece una diferencia

importante en lo que a la cuestión lingüistica se refiere, ya que la publicación en lenguas

indígenas en Estados Unidos es prácticamente nula debido, en parte, al hecho de que esta

literatura pretende llegar al mayor número de lectores posible -lo cual hace necesaria la

publicación en inglés- pero también debido a la situación precaria de las lenguas

indígenas en este país. No obstante, esta situación no se limita a un hecho histórico, como

afirma Hemández-Avila, no se trata simplemente de la “diferente experiencia

colonizadora” de devastación de la lengua entre Estados Unidos y México:

Mexican indigenous writers argüe that colonial particularities of experience

notwithstanding, the charge for the millennium for Native communities

hemispherically is to restore and re-create ourselves through the original

languages, thus resucitating the profúndity of our understandings, which are the

keys to our autonomy and originality, including our practice o f performanee-

manifestation in its many forms. (61)

Así, la lengua indígena en Latinoamérica asume el papel de identidad y unificación

cultural que le corresponde dentro de la comunidad, a la vez que fuera se convierte en un

medio de resistencia cultural hacia la mayoría occidental. Y, en general, el movimiento

de reivindicación de las lenguas indígenas en México -como es el caso de ELIAC- según

Hemández-Avila “demonstrates that México as a nation is clearly in the lead (in contrast

to the United States) in the recognition of and move toward a pluricultural and

multilingual society” (66). Así, la autora reivindica la posición de vanguardia del

movimiento indígena en México con respecto a Estados Unidos “[and t]his is so in spite

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of the other more repressive, violent actions by the Mexican govemment toward

indigenous communities” (66). El valor de la palabra para Hemández-Avila es

fundamental en esta resistencia cultural:

The key factor to understanding this apparent contradiction, however, is the

agency that indigenous communities have enacted to precisely occupy and

articúlate those spaces in the narrative o f nation. As in the United States, the

advances made in México on behalf of indigenous communities have come about

through the organizing strategies of those communitutes themselves and through

the efforts of the writers o f those communities who clearly understand their role

as subjects in the history of their country. (24)

Sin embargo, en un sentido moral y metafórico, el poder de la palabra de nombrar el

mundo aparece velado por siglos de colonialismo, corrompido por los dueños de la

historia. En todo el continente el lenguaje se manifiesta como un poder robado,

desheredado y sangrante. En The Wretched o f the Earth Franz Fanón advierte,

“[cjolonialism is not satisfied merely with holding a people in its grip and emptying the

native’s head o f all form and content. By a kind o f pervertid logic, it tums to the past of

the oppressed people, and distrots, disfigures and destroys it” (210). Según Robert

Bemer, el genocidio a que fueron sometidos los pueblos indígenas de las Américas

aparece velado por eufemismos en una narración oficial que se apropia del lenguaje para

nombrar el mundo que nos ha sido legado:

The Indian component in American legend has always required many euphemistic

dodges. One-sided skirmishes have been called massacres when the Indians won

and battles when they lost (...) Clearly language is corrupted by the propagation of

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111

legends which do not jibe with the facts o f history, and a eorrupt termínology

continúes the further debasement o f historical understanding. (378)

Incluso los lugares sagrados de los huicholes han perdido el nombre asignado por los

dioses al ser rebautizados por los misioneros con nombres cristianos: “dicen que los

primeros franciscanos que pasaron por aquí le pusieron ese nombre, y que así anduvieron

nombrando muchos lugares” (Pacheco, “Hayukarita” 81-82). l a función del colonialismo

pasa por apropiarse de la lengua, para después apropiarse de los dioses, tal como apunta

León-Portilla en “El destino de las lenguas indígenas de México”, estudio introductorio a

El despertar de nuestras lenguas de Natalio Hernández. El autor se hace eco del interés

por parte de los primeros misioneros de elaborar detallados y exhaustivos estudios sobre

las lenguas madres de México, no desde un interés humano o erudito, sino más bien, para

usarlas en la evangelización, ya que los frailes, sobre todo los franciscanos,

“[ajrgumentaban (...) que era muy difícil para los nativos acercarse a la doctrina cristiana

en un idioma que no era el suyo” (4). Resulta paradójico que tales estudios hayan

contribuido en gran medida a la fijación y al posterior estudio de las lenguas indígenas tal

y como se hablaban en los siglos XVI y XVII. Como también resulta paradójico el hecho

de que la evangelización contribuyera a la propagación del náhuatl, ya que esta lengua

“desde los tiempos prehispánicos había alcanzado muy grande difusión” y resultaba más

sencillo enseñar náhuatl que castellano, debido su mayor similitud “con lenguas como el

zapoteco, el mixteco y otras” (11).

Adquiriendo plena conciencia de la intervención y la importancia de la religión en

los procesos de aculturación, nuestros autores traten de ella en sus cuentos. En la obra de

Pacheco podemos encontrar una crítica implícita a las instituciones religiosas y los

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internados para indígenas, que parecen ser una prolongación de las encomiendas, aún a

finales del siglo XX. El sistema de internados cristianos funcionó muy efectivamente

como medio de aculturación y asimilación, más sistemático en el caso del mundo

anglosajón, donde los niños eran secuestrados, tal y como ya hemos mencionado en el

segundo capítulo. Tales instituciones se muestran como uno de los métodos de

aculturación más efectivos infligidos sobre las comunidades indígenas. El objetivo de

estas escuelas era el de privar a los alumnos de todo contacto con la comunidad con el fin

de que se integraran totalmente en la lengua, cultura y religión occidentales, prohibiendo

a los internos hablar su lengua materna, privándoles de sus costumbres y su tradición, e

infligiendo, en definitiva malos tratos físicos y psicológicos, como se muestra en “La

misión de Fray Adán”: “[cjuando me tocó estar en el vestidor de los padres, ahí va el

padre Bernabé con su hábito negro. ‘Bájate los pantalones y súbete la camisa’. Nada más

me acuerdo cuando me dijo eso; yo pienso que momentáneamente perdí la conciencia,

porque volví a mi normalidad estando ya en el Patio de los Padres” (133).

En el contexto indígena, la génesis de la tradición literaria escrita en lengua franca

se encuentra ligada a una narrativa en que la cristiandad de sus autores ha servido de

estrategia para llegar a una audiencia occidental. El ejemplo más conocido en

Latinoamérica es el caso de El Inca Gracilaso de la Vega. En el caso de Estados Unidos,

el género de “spiritual confessions” inaugura la literatura indígena escrita en el siglo

XVIII. Se trata de una literatura confesional que con el tiempo se va haciendo más

amarga, hasta convertirse en una narrativa de denuncia. Así, dentro de la narrativa escrita

por autores indígenas, hallamos textos como Son o f the Forest: The Experience o f

William Apes, a Native o f the Forest (1829) de William Apes y The Life, History and

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113

Trovéis o f Kah-ge-gah-bowh de George Copway (1847). A estos primeros textos les

seguirán obras como Life among the Paiutes (1883), de Sarah Winnemucca, donde la

autora abandona el tono confesional, y la obra escrita por Zitkala-Sa a principios del siglo

XX, American Indian Stories, en la que aparecen relatos como “School Days of an Indian

Girí”, que contiene la narración por parte de la autora de sus traumáticas experiencias en

una boarding school.

A manera de denuncia hacia la devastación cultural que las religiones

occidentales han provocado en las comunidades indígenas, Alexie hace una crítica de las

reminiscencias de la educación cristiana en “Indian Education” -revelador título- cuento

en primera persona organizado desde primero hasta duodécimo curso, donde se va

desgranando paso a paso el proceso de aculturación y marginalización. Bajo el epígrafe

second grade, Júnior Polatkin, el alterego de Alexie, nos habla de cómo Betty Towle, la

maestra misionera de la escuela de la reserva inflinge castigos arbitrarios a un niño de

seis años, de cómo utiliza la retórica del temor de Dios, de cómo se adscribe a la vieja

escuela del respeto unidireccional. El siguiente fragmento sintetiza de manera clara el

intento (te aculturación a que la maestra somete al Júnior:

Once, she gave the class a spelling test but set me aside and gave me a test

designed for júnior high students. When I spelled all the words right, she

crumpled up the paper and made me eat it.

“You’11 leam respect,” she said.

She sent a letter home with me and told my parents to either cut my braids

or keep me home from class. My {«rente carne in the next day and dragged their

braids across Betty Towle’s desk.

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114

“Indians, indians, indians.” She said it without capitalization. She called

me “indian, indian, indian.”

And I said, Yes, Iam. Iam Indian. Indian, Iam. (173)

El acto de cortarle las trenzas al niño indígena es un símbolo de la aculturación sufrida

durante toda la época que perduraron los internados. Podríamos citar como ejemplo el

relato autibiográfico “The School Days o f an Indian Girl”, perteneciente al previamente

mencionado American Indian Stories de Zitkala-Sa, en el que la primera dura prueba que

tiene que pasar la autora al entrar en el internado consiste en el corte de su larga melena,

cuando en su comunidad sólo llevaban el pelo corto los prisioneros o los cobardes,

aplicándosele un castigo humillante como medida disciplinaria. En el relato de Alexie,

sin embargo, los padres de Júnior se enfrentan a la maestra haciéndole notar que no le

van a cortar las trenzas a su hijo, entre otras cosas, porque ellos también tienen trenzas.

Al sentirse impotente ante la confrontación con los adultos, la maestra insulta al nifto:

“indian, indian, indian” -con minúscula, subraya el narrador- de tal manera que, en el

intento de cosificar aquello que no puede abarcar, atenta contra el idioma, a lo que el nifto

replica en un correctísimo inglés “Yes, I am. I am Indian. Indian, I am”. El nifto se

apropia del lenguaje del enemigo, y usando ese mismo calificativo despectivo que

reconvierte en un gentilicio, reivindica su propia identidad, al mismo tiempo que se

apropia de la eterna infancia a que la cultura anglosajona ha reducido a los pueblos

indígenas, y desde esa misma infancia esgrime su superioridad moral.

Como vemos, estos relatos no se limitan a una función de mera denuncia, sino que

sus autores proponen resoluciones, ciertas claves de liberación que pasan principalmente

por asumir el derecho de renombrar el mundo que les ha sido robado,53 y no sólo

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acudiendo a la tradición, sino también usando la ironía, el humor, apropiándose de la

modernidad y de la lengua franca. En este sentido, hemos de destacar el cuento “La

pesicola” de Pacheco, donde el autor une magistralmente “Pepsicola”, uno de los

símbolos más representativos del capitalismo a la invasión que se está produciendo por

parte de los misioneros evangelistas. A través de los ojos de un nifto, toda esta cultura

extraña a sus costumbres se eonfimde al creer que las patéticas películas que misioneros

muestran se llaman “pesicolas”:

-Tunuataiye, ¿viste la pesicola?

No me equivoqué, era él. Rápido le contesté:

-Sí, pero no se llama así, se llama “película”. “Pesicola” es un refresco,

pero con p: “Pepsicola”.

-Ah, ¿verdad que mañana vamos a ver otra?

Justo cuando esto me preguntaba, su mamá le habló: “Vámonos o te

quedas”.

Sólo eso le dije y me di la media vuelta. Internamente no me quedé a gusto

porque no le respondí. Pero, ¿qué le iba a responder de momento si mi

pensamiento iba en contra de lo que me preguntaba? Es que es mucha la burla que

nos hace esta gente, no se tientan el alma para mostramos su veneno, pero qué

bueno que su mamá interfirió para apresurarlo, así me evité explicarle la realidad

de estas películas a Tsikiri. (39)

En “Nuestra Madre Yurienaka”, por otra parte, el autor recurre a la tradición, a los mitos

ancestrales de comunión con la madre tierra, Tatei Yurienaka, en ocasiones llamada

también Nuestra Abuela Takusi Nakawe (154). Con esto vemos cómo, incluso en la

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116

versión en español, los cuentos están llenos de referencias a la lengua huichola. Pacheco

reivindica el poder sagrado del lenguaje, renombrando a la tierra-madre con la lengua-

madre, en su particular descripción del contacto con los dioses y con el poder curativo de

la tierra a través de los pies descalzos empapándose de rocío: “[p]or los pies respiramos

el aliento vital de Tatei Yurienaka. Todos los que existimos en ella estamos siempre

cubiertos por su mano” (156). De este manera, el autor posiciona este conexión frente a la

creencia de los teiwaris [mestizos] de que “entre más alto esté uno mejor goza de la vida,

y que por eso se hacen casas muy altas (...) y que por eso mismo andan siempre en

aviones para no ensuciarse con la tierra” (156). Y, finalmente, nos acerca a los modos del

sincretismo como otra vía de reinvención del lenguaje, donde se da a entender una

aceptación de lo propio, que sintetiza las religión tradicional y la occidental: “[m]e platica

mi abuelo que a mi abuela de chica se le hincharon los pies por deber una manda. Y que

en la fiesta de Semana Santa tuvo que hacer ofrendas y sacrificios, y que entonces se

amaneció bailando con música. De este modo fue como Tatei Yurienaka le deshinchó los

pies” (158).

La aceptación de la transculturación narrativa es fundamental en la obra de

Pacheco, no obstante, la versión original, que es en lengua indígena se antepone siempre

a la versión en español en la presentación de sus cuentos, y es que, según Hemández-

Avila “[l]os pueblos nativos de México utilizan diversas estrategias para alcanzar sus

objetivos, pero el lenguaje es central en cualquiera de ellas” (“El poder de las lenguas

indígenas” 9). Henández-Avila se está refiriendo a la lengua, pero también a la literatura,

ya que “la poesía es el modo más rápido de llegar a las raíces de la verdad” (9). Según

describe la autora, la poesía en la tradición náhuatl está “inspirada por el diálogo interior

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del corazón con Ometeotl (el Dios dual, hombre-mujer), a través del cual, el ser humano

se convierte en un ‘corazón deificado’” (9). Y es precisamente este carácter sagrado de la

lengua y de la poesía el que se presenta como uno de los principales problemas a la hora

de traducir las obras al español, versión en la cual, muchos de los signos culturales se

difimiínan. Por esta razón, como señala Hemández-Avila, otro de los principales

miembros de ELIAC, Juan Julián Caballero “no está de acuerdo con que se traduzcan las

obras al español” (16). Natalio Hernández, sin embargo, reivindica el uso del español

como algo propio, y lo hace en la presentación de título “El español también es nuestro”,

en la que un párrafo es en náhuatl, y otro en español:

Ipan tomexicho tlalnantzin monequi tiquitase in cachopi tlahtoli queme se

cualtzin ahuehuetl tlen tech ecahuia. Se mahuistic cuahuitl tlen moyolchicahua,

tlen moyoesotia ica miequintin Anahuac tlahtolme: ñahñu tlahtoli, maya,

zapoteco, rarámuri, tojolabal, nahuatlahtoli, purépecha ihuan ocsequinton

ompolali ihuan matlactli tlahtolme tlen oxean moyolitia.

En nuestro país, necesitamos ver a la lengua española como un ahuehuete

que nos da sombra, cuyas ramas se extienden para comunicamos. Un árbol

maravilloso que se nutre y se fortalece de las lenguas mexicanas, las lenguas de

Anáhuac: ñahñu tlahtoli, maya, zapoteco, rarámuri, tojolabal, náhuatl, purépecha,

en fin, las más de cincuenta que permanecen vivas. (142)

De tan poética manera alude Natalio Hernández a lengua española [cachopi tlahtoli]

como propia, y lo hace con valentía y con la seguridad de que si se respaldan las

literaturas, las lenguas y las tradiciones indígenas, las lenguas, lejos de morir tomarán su

lugar en el espacio cultural de las Américas. No en vano Carlos Fuentes apunta en el

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documental El espejo enterrado, que sólo los gobiernos que entienden que la lengua del

estado está en peligro ponen leyes restrictivas al desarrollo de otras lenguas. Por el

contrario, la verdad poética de Hernández desarma todo concepto de hegemonía cultural:

“[njuestras lenguas florecerán si el olvido y la marginación se superan, y si somos

capaces de reconocer nuestra diversidad y los derechos culturales de la humanidad”

(152). La generosidad que se desprende (te sus palabras abarca la preocupación por “los

derechos culturales de la humanidad”, adquiriendo conciencia de que defender la esencia

misma de la indigeneidad es incompatible con proteger a un solo grupo. La modernidad

de sus palabras, frente a la linealidad de poder hegemónico pasa por reafirmar la

multiculturalidad.34 Según Hernández-Avila:

Los escritores de ELIAC han elegido conscientemente publicar sus obras en

forma bilingüe, en sus respectivas lenguas indígenas y en español, y en efecto,

para ellos estas publicaciones bilingües reafirman la convivencia que ellos

proponen (y manifiestan). Es una expresión de la coexistencia de la diversidad

también en el individuo, ya que estos escritores realmente dominan las dos

lenguas. (“El poder de las lenguas indígenas” 14)

Los escritores en lenguas indígenas de México asumen con plena conciencia su

patrimonio cultural, como apunta Hernández, “hoy sabemos que somos ricos, porque

tenemos muchas lenguas mexicanas y la lengua española que también es nuestra” (142).

La singularidad de la literatura indígena en lengua franca, por otro lado, también pasa por

“reinventar la lengua del enemigo” a que apunta el título de la obra de Gloría Bird y Joy

Hago del que ya hablamos en el segundo capítulo. El cometido de devolverle a la lengua

su carácter sagrado comienza, primero, por liberarla y reinstaurar su poder, volver a darle

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el poder de renombrar el mundo, y después negándose a establecer la distinción

dominante entre historia, mito y realidad. Para Kimberly M. Blaeser la literatura indígena

ha de desafiar el lenguaje y los géneros establecidos:

For Native American authors, too, the contest has come to be symbolized in

language, and has in its literary manifestation involved both oíd and new forms.

Native peoples lave reeorded oral histories and created native language

publications in addition to writing history and literature in English in both western

and “non-stardad” forms. Publications like N. Scott Momaday’s The Way to

Rainy Mountain and Leslie Sillars Storyteller, for example, iIlústrate the mixed-

genre creations which refuse to honor scholary distinctions between myth and

history, history and story, autobiography and histoiy, prose and poetry, etc.

because they recognize and valué the relationships among and inevitable

overlapping of these categories. The literary works of Vizenor, Revard and Henry

likewise challenge in various ways the forms and methods o f history, sometimes

in the mock-rendering o f standardized historical forms, sometimes in a style

deliberately anti-historical, anti-literary, or perhaps even anti-form. (360)

Blaeser analiza el género de los what ifs en su artículo “The New ‘Frontier’ of Native

American Literature: Dis-Arming History with Tribal Humor”. A través del poder de la

imaginación autores como Gerald Vizenor, Cárter Revard o Gordon Henry recrean la

historia, la cambian, la vuelven del revés. Sumergen a los lectores en los what ifs de la

interpretación histórica y le hacen preguntarse: ¿y si los héroes no fueran lo que los libros

de texto les hacen ser? ¿Y si la sociedad euroamericana fuera en realidad la mala de la

historia, como durante siglos se ha calificado al nativo? En “Report to the Nation:

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Claming Europe” de Revard, los protagonistas reclaman Inglaterra por derecho de

descubrimiento. El Columbus de Vizenor en The Heirs of Columbus es el indígena que

civiliza al “viejo mundo”. En “Imagining the reservation”, Alexie comienza el cuento con

el siguiente alegato: “(...) Didn’t you know Jesús Christ was a Spokane Indian? Imagine

Coulumbus landed in 1492 and some tribe or another drowned him in the ocean. Would

Lester FallsApart be shoplifiting in the 7-11?” (149). Con estes satíricas visiones

trastocadas de la historia, los escritores muestran la falsedad de la historia oficial,

sugieren que cualquier orden particular de la experiencia puede ser arbitrario y subjetivo.

Su meta es liberar al lector de los así llamados “hechos” de la historia y dejar que

imagine por sí mismo los what ifs de la literatura. En “A Drug Called Tradition” Alexie

deja hablar a Thomas Builds-the-Fire, el contador de historias, que después de tomar un

hongo alucinógeno tiene la siguiente visión a cerca de su amigo Júnior, en que el

presidente de EE.UU. es Edgar Crazy Horse:

Indians make the best cowboys. I can tell you that. Fve been singing at the

Plantation since I was ten years oíd and have always drawn big crowds. All the

white folks come to hear my songs, my little pieces of Indian wisdom, althought

they have to sit in the back o f the theatre because all the Indians get the best

tickets for my shows. It’s not racism. The Indians just camp out all night to buy

tickets. Even the president o f the United States, Mr. Edgar Crazy Horse himself,

carne to hear me once. I played a song I wrote for his great-grandfather, the

famous Lacota wanrior who helped us win the war against the whites. (18)

Igualmente, “A Drug Called Tradition” nos traslada al pasado. En el cuento, estructurado

como una pesadilla deformada, podemos encontrar otra alusión implícita a los

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antecedentes de la literatura nativa: una referencia a los smallpox stories que arrancan del

siglo XIX y son considerados como un género distinto. El artículo de Helen Jaskoski,

“Andrew Blackbird’s Smallpox Story”, habla de un subgénero específico en tomo la

viruela durante el siglo XIX, que da testimonio de cómo esta enfermedad devastó

comunidades enteras, siendo en muchas ocasiones usada por el ejército como arma de

exterminación. Según Jaskosky, las fies primeras referencias bibliográficas que se

conocen relacionadas con la viruela son el libro de Francis Parkman, The Conspiracy o f

Pontiac (1871); History o f the Ojibway People de el ojibway William Warren, publicada

postumamente en 1885; y la más conocida: History o f the Ottawa and Chippewa Indians

o f Michigan (1887) escrita por el ottawa Andrew J. Blackbird. Las fies historias cuentan

cómo los colonos y el ejército estadounidense exterminaron a pueblos enteros a través de

mantas infectadas de viruela o encerrando el vims en “cajas chinas”. Al hacer referencia

implícita a la tradición literaria nativa americana, Alexie restablece la autenticidad del

pasado desde la perspectiva indígena, legitimando además las denuncias que se

desprenden de sus escritos. Los autores indígenas emprenden así una curación de la

propia historia, conscientes de que “[t]he claim to a national culture in the past does not

only rehabilítate that nation and serve as a justification for the hope of a future national

culture. In the sphere of psycho-affective equilibrium it is responsable for an importara

change in the native” (Fanón 210).

3.4. En busca de los ancestros

Llegados a este punto, debemos planteamos en qué manera estos textos esbozan

una reconciliación con el legado cultural indígena, salvando los estereotipos fijados

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durante siglos por la cultura dominante. Para ello, se hace necesario un proceso de

decodifícación de tales estereotipos y su posterior reconstrucción. Según Hernández-

Avila, “[p]ara llegar a ese secreto de la autonomía se tiene que descentralizar (no borrar)

el Occidente y el ser occidental dentro de nosotros mismos para así reencontramos

contemporáneamente [con nuestros ancestros] (no de una manera romántica/nostálgica,

sino de una manera dinámica y en tiempo presente)” (“Qué está en juego?” 14). La

reindianización habría de pasar por un proceso de reivindicación de la propia historia, de

la reconstitución nacional y la reescritura de los orígenes de los pueblos y sus mitos

fundacionales.

Algunos de los estudiosos de la construcción nacional como Doris Sommer ven

las novelas-romance latinoamericanas del siglo XIX a modo de alegorías de la fundación

de la patria a través del relato del romance heterosexual entre dos miembros de diferentes

estratos sociales, étnicos o culturales. En Foundational Fictions, la autora reconoce dos

propósitos principales en la proliferación de este tipo de romances: por un lado, mostrar

la inescrutable simbiosis entre política y ficción en la construcción de la nación, y por

otro, definir el proyecto como una pacífica unión erótica de las diversas etnias y culturas

como alegoría de una consolidación nacional no violenta, “conquering the antagonist

through mutual interest of ‘love,’ rather than coerción” (6). De la misma manera que las

parejas ficcionales se erigen en los padres de la patria, los personajes históricos

ficcionalizados de Malinche y Cortés se convierten en la Eva y el Adán del México

moderno.

La imagen de la Malinche como mito fundacional ha sido ampliamente

reconocida no sólo en la tradición mexicana, sino que ha traspasado fronteras. Como

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aduce Jean Franco, “esta mujer/símbolo” ha sufrido una “extraña emigración (...) a otros

territorios, en donde se convierte en representante de lo híbrido, de la pluralidad y del

multiculturalismo” (170). En las últimas décadas un amplio revisionismo y

restablecimiento de la imagen de Malintzin55 ha tratado de paliar la denostada imagen

como traidora, vendida y ramera - “la chingada”- en que ésta se había transformado

durante los siglos XIX y XX. Según Octavio Paz, es la época de la Reforma,

precisamente, el punto de inflexión: “La Reforma es la gran Ruptura con la Madre. Esta

separación era un acto fatal y necesario, porque toda vida verdaderamente autónoma se

inicia como ruptura con la familia y el pasado” {El laberinto 112). Malitzin se convierte

en madre del primer mestizo, hijo bastardo de Cortés. Así, de una violación nace el

germen de la mexicanidad en lo que se constituye en el mito fundacional. De esta

manera, la mujer representando el cuerpo, la tierra virgen del continente americano, es

preñada por el conquistador blanco, el europeo que implanta la semilla de la cultura

occidental. Según esta visualización, la fundación nacional surge de la violación y del

trauma:

Si la Chingada es una representación de la Madre violada, no me parece forzado

asociarla a la Conquista, que fue también una violación, no solamente en el

sentido histórico, sino en la carne misma de las indias. El símbolo de la entrega es

la Malinche, la amante de Cortés. Es verdad que ella se da voluntariamente al

conquistador, pero éste, apenas (teja de serle útil, la olvida. Doña Marina se ha

convertido en una figura que representa a las indias, fascinadas, violadas o

seducidas por los españoles. Y del mismo modo que el niño no perdona a su

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madre que lo abandone para ir en busca de su padre, el pueblo mexicano no

perdona su traición a la Malinche (Paz, El laberinto 110).

Efectivamente, desde una perspectiva masculina, Malinche es la madre de la que se

reniega porque se ha dejado violar por el conquistador. Según Hemández-Avila “she is,

from the men’s historical perspective, the mother to be ashamed of, the arch-traitress, the

mexican Eve, tho one who opened her legs in giving herseíf over gave over the continent

to foreing control” (“An Open Letter” 242). Reivindicar la figura de la madre indígena

para esta autora, sería un paso necesario para reencontrarse con la propia identidad: “[i]n

this way our indigeno us mother will be revindicated and we will be revindicated as well”

(245). De la misma manera, y partiendo del comparativismo que mueve la presente

investigación, la imagen paralela de Pocahontas/Matoaka/Lady Rebecca, puede ser

restablecida en la memoria colectiva.

En “The Pocahontas Perplex: the Image o f Indian Women in American Culture”,

Rayna Green sugiere que Pocahontas es un mito implantado en el imaginario americano,

un mito que ya existía en Europa y que los exploradores trajeron consigo: el de la mujer

bella y exótica que salva al héroe en lugar de velar por los suyos. De la misma manera

que los conquistadores creyeron ver sirenas, amazonas y monstruos marinos, importaron

la iconografía de la princesa nativa que irremisiblemente cae a los pies del hombre

europeo cegada por su innata superioridad. Green critica la manera en que la mujer

indígena tiene que ser cristianizada y blanqueada para ser un objeto sexual acceptable:

“to be ‘good,’ she must defy her own people, exile herself from them, become white, and

perhaps suffer dealh” (704).

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125

Sin embargo, en la biografía Pocahontas: Medicine Wornan, Spy, Enterpreuner,

Diplomat, Paula Gunn Alien contradice el estereotipo, tanto de la biografía tradicional,

como de la mujer powhatan. Desde su perspectiva como poeta, novelista e intelectual,

Alien construye una narrativa vital de posibilidad, teniendo en cuenta, no sólo los escritos

de la época que retrataron la vida de Pocahontas en inglés, sino también la tradición oral

como una fuente igual de fidedigna. La autora combina las tradiciones occidental y

nativo-americana en una biografía que privilegia una perspectiva pan-india femenina:

“[i]t is a complex and multilayered story, difíicult to nárrate in ways that navigate the two

worlds in which both her life and this volume exist” (11). Alien rescate las imágenes de

mujeres indígenas como Malinche, Pocahontas y Sacagewea, quienes, desde sus estatus

como líderes espirituales, intérpretes, sanadoras, consejeras y guías, sirvieron de puente

entre las dos culturas. En lugar de traidoras para con sus comunidades, se erigieron en

agentes de unos cambios incontestables que habían sido profetizados, de acuerdo con la

tradición indígena, para la continuidad del ciclo de la vida. Fueron la fuerza que propició

la renovación de la historia, sin embargo sus logros permanecen convenientemente

ocultos: “[mjade to disappear under the skirts o f decent Christendom, these indigenes can

safely be dismissed from history. Should they resurface, it’s best to politicize them by

categorizing them as collaborators” (102). Desde diferentes puntos de viste, Rayna Green

y Paula Gunn Alien, revisan la figura mítica / histórica de Pocahontas. Mientras que “The

Pocahontas Perplex” propone una renativization de la mujer indígena, Pocahontas:

Medicine Woman, Spy, Enterpreuner, Diplomat ofrece un compromiso con el pasado en

nombre del futuro, ya que, “(...) the Native Elders remind us that ours is the period o f the

Seventh Generation, when reconciliation between the races is called for” (8). Lo que

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ambas autoras coinciden en afirmar es que es necesario un restablecimiento de la mujer y

una reconciliación con lo que representa en verdad la figura materna.

A partir del estudio que ahora concluye podríamos deducir que en el caso de las

literaturas indígenas, éstas asumen la misión de restablecer la dignidad del ser humano,

asumen asimismo el cometido del permanecer indígena, a pesar de la colonización, el

neocolonialismo y sus nefastas consecuencias. Tal dignificación pasa por integrar todos

lados del ser. En ‘The ‘Macho’ Body as Social Malinche” Gabriel Estrada concluye que

muchas de las culturas indígenas “intégrate male, female, eider, and youth relatinoships

in the formation of indigenous identity, poütics, and cosmology” (56). El ser es todos los

seres, y de la búsqueda interior del yo, el tú y el ellos/ellas, surge el nosotros, la

comunidad. Estrada hace suyo el concepto de “social Malinche” extraído del estudio “An

Open Letter to Chicanas: On the Power and Politics of Origin” de Hemández-Avila,

donde la autora apunta: “I am Malinche in a social and intellectual context. We should

consider the possibility that each Mexicana/Chicana could become a Malinche in the

sense of being a path-opener, a guide, a voice, a warrior woman, willing to go to the front

to combat the injustices that our people suffer” (244-5). En la interpretación de Estrada,

Hemández-Avila aboga por una identidad reproductora de corte intelectual abocada a la

resistencia: “her sense of being social Malinche is not dependent upon actually

reproducing children. Instead, it focuses on reproducing ideas, activism and

relationships” (Estrada 51).

Asumir la identidad de “social Malinche” se transforma en un medio válido de

activismo tanto para hombres como para mujeres. A este respecto, Hemández-Ávila

(conversación privada) hace un llamado de atención hacia la exterminación del padre

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indígena dentro del mito fundacional, de tal manera que el hombre queda fuera del

cuadro; la mujer, convertida a la civilización occidental, convencida de su inferioridad,

violada, anulada; y los hijos, perdidos, sin identidad y en busca de un padre, de una

tradición que les da la espalda. En un contexto tal, la única liberación posible en el

sentido más freudiano de la palabra sería matar al padre blanco, como se desprende la

actuación del asesino de Indian Killer. Esta novela trate de deconstruir los estereotipos de

la masculinidad asociados a lo indígena, pero lo hace desde una masculinidad violente,

traumatizada, y sobre todo implantada “[bjecause masculinity exists only diallectically

with femininity, no ideal status o f male warrior can hold any merit unless it balances

femenine needs and specific desires that women themselves articúlate” (Estrada 57).

Relación de hazañas del hijo del relámpago, por su parte restablece la tradición en el

mismo origen de Guzio, ya que el hecho de que el padre indígena no existe en el plano de

lo real, no impide que el progenitor del personaje principal sí existe a un nivel mítico.

Guzio es hijo de Guzio, el relámpago, enviado para proteger a la comunidad.

The Lone Ranger and Tonto Fistflght in Heaven y Tatey Yurienaca y otros

cuentos Huicholes, por otro lado manejan diversas estrategias de decodificación y

restablecimiento. El viaje que emprenden Thomas y Víctor en “This is What it Means to

Say Phoenix, Arizona” en busca del padre muerto se puede interpretar como una

exploración identiteria. Los nuevos “Telémacos” parten en busca del Ulises que les

abandonó en la infancia: Víctor -el verdadero hijo- con ira y rencor, Thomas -el

storyteller, que considera al padre de Víctor como su protector- con sus historias que a

nadie interesan, significando un desinterés por la tradición. Salvando el espacio entre

géneros, nos situamos en la película Smoke Signáis, en que Thomas y Víctor se enfrentan

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al estereotipo del real Indian vencido por el cowboy. En el autobús donde viajan

reclaman sus asientos a dos hombres blancos que se los han quitado, a lo que uno de ellos

responde: “Now, you listen up. These are our seats now. And there’s not a damn thing

you can do about it. so why don’t you and Super Indian there find yourself someplace

else to have a powwow, okay?” (65). “Man, the cowboys always win, enit?”, dice

Thomas a Víctor. Como ya hemos visto en el Capítulo 2, Alien califica la imagen del

guerrero como una apropiación y estereotipificación occidental, como una imposición. La

búsqueda, pues, no se dirige hacia el mito del real Indian, del guerrero, sino hacia la de la

verdadera tradición, más en el sentir que en lo exterior, más femenino que masculino. El

humor, sin embargo, desarma el tópico, y los dos personajes cantan una canción con

ritmo de powwow a cerca de los dientes del más famoso actor de westerns:

Oh, John Wayne’s teeth, John Wayne’s teeth, hey, hey,

hey, hey, ye! Oh, John Wayne’s teeth, John Wayne’s teeth,

hey, hey, hey, hey, hey, ye! Are they fiase, are they real?

Are they plástic, are they Steel? Hey, hey, hey, hey, yeeeee! (66)

Como aduce Estrada, la salida no es evitar el trauma, sino enfrentarlo (56). La

reconciliación final con el fantasma del padre, con sus motivos y con el amor, y la

aceptación de las historias de Thomas, proponen un encuentro con el orgullo de la propia

identidad, con la tradición con la legitimidad de sus propias historias. En “Hayukarita”,

por otro lado, es un niño el que se deja guiar por otra figura paterna, en este caso la del

abuelo, que le lleva a las montañas donde habitan los dioses. En la tradición indígena

centroamericana los lugares sagrados y mitológicos son muy precisos geográficamente, y

se encuentran en el mundo real.56 La aceptación tácita del niño de que, efectivamente, los

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129

dioses antiguos de los huieholes viven en Hayukarita, implica, en este caso una

continuidad de la tradición en que los vínculos sagrados no han llegado a quebrarse, no se

ha dado ruptura alguna. Ambos relatos se podrían leer como una reconciliación con una

identidad moderna, pero fraguada desde la tradición, al mismo tiempo. Estas historias

representan una aceptación de los orígenes a través de viajes iniciáticos desde el exterior

hacia el interior. Al volver de Hayucarita el niño rememora: “Yo alcanzaba a ver

blanquear la camisa de mi abuelo y eso me daba ánimo, por eso caminaba tras ese bulto

blanco que caminaba rumbo a Tateikie, sin dejar de tropezar por la negra oscuridad que

ya nos había envuelto” (85). Y esa espalda del abuelo brillando en la oscuridad es, en

esencia, la guía de las nuevas generaciones de escritores y políticos, de intelectuales y

poetas. El reencuentro con el padre y el restablecimiento de la madre se traduce en una

reconciliación con los múltiples lados del ser, con la identidad, con la verdadera

tradición, con la propia historia.

Desde la resistencia a abandonar la lengua, la historia, la cultura, los dioses; desde

la convicción de tener el poder de reinventar el lenguaje, asistimos a una revitalización de

la palabra como medicina, como reivindicación, como liberación, como resistencia. Las

tradiciones, la cultura y la lengua asfixiadas durante siglos renacen en la litertura, aunque

sigue siendo una tarea ingente. En palabras de Várese: “dioses y héroes culturales

indígenas asesinados y demembrados, escondidos en el mundo subterráneo o subacuático,

consagrados a un lento, difícil y secular proceso de recomposición”57. No obstante, tal

recomposición continúa su camino porque “lo único que permanece sobre la tierra es la

flor y el canto: la poesía y la palabra” (Hernández 142).

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130

EPÍLOGO

El poema “History of Unchy” de Elizabeth Cook-Lynn, habla de una abuela que

no teniendo nada que contar a su nieto sobre sí misma, le cuenta historias. Los versos

reflexionan a cerca de los que dicen que los storytellers no ostentan cuchillos de sangre,

ni antorcha de la verdad, ni cantos de muerte; de los que dicen que cuando la anciana

muera el cielo no bramara. La estrofa final del poema se rebela contra tal apreciación,

They even say

that her love of what is past

is a terrible thing

hun-he-e-e

what do they know

o f glorious songs

and children? {Remember the Fallen Trees 12)

La anciana se equivoca al decir que no tiene nada que contar sobre su vida, ya en las

historias del pasado que relata está la esencia de sí misma; pero aquellos que no creen en

el poder de las historias yerran todavía más. El canto no es una medio menos poderoso

que las armas; la resistencia cultural es tan importante como la resistencia armada. Si

llegados a este punto, tenemos que llevar acabo una puesta en común de las obras tratadas

-en lo que no puede ser una conclusión, ya que el objeto de este trabajo abrir una puerta

al diálogo entre las literaturas indígenas de las Américas- lo tendríamos que hacer a

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través de una reflexión en tomo al compromiso de estos textos con la reindianización de

América, proceso en el cual la literatura es parte esencial.

La reindianización de América, siglo XIX, publicación coordinada por Leticia

Reina, analiza desde un punto de vista histórico los diversos planos de resistencia a la

asimilación por parte de las comunidades indígenas. En la introducción Reina y

Cuauhtémoc Velasco apuntan: “[e]I proyecto liberal decimonónico que recorrió América

y que excluía a los indios de los posibles beneficios de la modernidad, no logró la

homogeneización de sus pobladores, ni pudo eliminar a los indígenas, y el resultado fue

la rebelión, la resisencia y el separatismo político” (15). Así como Leticia Reina y sus

colaboradores se refieren al siglo XIX como una época de “reindianización del

continente” tras el fracaso de la inclusión de lo indígena en los proyectos nacionales

posteriores a los procesos de independencia, en las últimas décadas la toma de poder por

parte de las comunidades indígenas se ha materializado en la revitalización de las

movilizaciones étnicas en todo el continente como respuesta al neoliberalismo y la

globalización. Sin embargo, a diferencia de lo que ocurrió en el siglo XIX, tales

movilizaciones se caracterizan por dirigir la lucha desde un plano intelectual y cultural,

además de político.

Las obras de Alexie, Castellanos y Pacheco, la producción literaria indígena en

todo el continente, con toda su variedad y riqueza, forman parte indiscutible del

movimiento imparable por renacimiento de la cultura, las ideas, las creencias, la

dignidad y, en definitiva, la vida de los pueblos indígenas de América. Leslie Marmon

Silko, en Yetlow Woman and a Beauty o f the Spirit Essays on Native American Life

Today, nos enseña algo de suma importancia, escuchémosla:

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132

In 1540, the great librarles of the Americas were bumed by European

invaders, m ost of whom were illiterate but not stupid. They bum ed the

great librarles because the wished to foster the notion that the N ew World

was populated by savages (...) N ow , fewer than hundred years after the

great libraries of the Americas were bumed, a great blossoming of Native

American writers is under way. (157-65)

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133

NOTAS

1Parte del trabajo del porfesor Samuel G. Armistead ha consistido en demostrar, por un lado los orígenes
de la pros castellana en obras árabes como Calila e Dimna, el Sendebar y La historia de la doncella
Teodor, y por otro el origen oral y colectivo de poemas épicos como el Mío Cid (que luego fue escrito y
más tarde se disgregó nuevamente en poesía oral con los romances).
2 Víctor D. Montejo afirma que no extiste una “piedra Rosseta” para interpretar los glifos del maya antiguo,
los picotgramas que se conservan, por tanto son indescifrables, se ha perdido la conexión entre el signo y el
sonido, así que, no se sabe a qué símbolo fonético concreto corresponden los glifos. En la clase “Oral and
Written Traditions”.
3Womack alude a este dato, citando a León Portilla.
4 Concretamente, Vocabulario Castellano Zapoteco y Arte del idioma Zapoteco.
5 Algunos críticos y escritores utilizan el término “oralitura”, como es el caso del poeta mapuche Elicura
Chihuailaf (Vidal).
6 Aparte de estos dos ejemplos, son numerosos los estudios y antologías sobre tradición oral y escrita, tanto
en Estados Unidos como en México. Por citar solo algunos ejemplos, incluiremos los siguientes: estudios
de LaVonne Brown Ruoff sobre autobiografía, el de Jaskoski sobre smallpox stories, Yellow Woman and a
Beauty of the Spirit, de Silko; o diversos estudios y antologías por Miguel León-Portilla, Carlos
Montemayor, Natalio Hernández, María de los Ángeles Romero Frizzi, etc.
7Tocaremos el tema del nacionalismo con más profundidad en el Capítulo 2.
8Tales debates tuvieron lugar en Salamanca en 1547.
9En su estudio introductorio “El destino de las lenguas indígenas”, páginas 3-30 del libro El despertar de
nuestras lenguas de Natalio Hernández.
10Entre otros, cabe destacar en el siglo XVI el Arte de la lengua mexicana de fray Andrés de Olmos, 1547;
Vocabulario de la lengua castellana y mexicana del fraile Alonso de Molina, 1555; Arte de la lengua de
Michoacán de fray Matutino Gilberti, 1558; Arte en lengua zapoteca, fray Juan de Córdova, 1578. En el
siglo XVII se siguieron editando varias gramáticas del náhuatl como las de Diego de Galdo Guzmán
(1642), Horacio Carochi (1645), fray Agustín de Vetancurt (1673), etc.
11 El emperador Carlos V ordenó en 1550 que se enseñara la lengua castellana a los “indios (...) que
voluntariamente la quisieren aprender” Posteriormente, Felipe IH, Felipe IV, y después, Carlos III con las
Reformas Borbónicas de las décadas del 1760 y 1770, trataron de imponer la enseñanza del castellano. No
obstante, todo intento fue infructuoso.
12 Desarrollé en profundidad este tema en el artículo “Las influencias de Manuel González Prada en la
concepción de la autonomía intelectual indígena”, publicado en Brújula.
13 Como ya hemos mencionado anteriormente, la historia colonial de Gran Bretaña en Norteamérica se
estableció en base a las charting companies. América era la tierra de provisión para la metrópolis, facilitada
por Dios, para sustentar a la patria, fuente de materia prima y destino de los bienes comerciados por
Inglaterra.
I4Seguiremos hablando más detenidamente del “capitalismo dependiente” y las “condiciones de
reproducción étnica” en el Capítulo 2.

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134

15 Nótese la similitud de esta ocupación simbólica con las que tuvieron lugar a cargo del EZLN en los
meses que siguieron a la sublevación del 1 de enero de 1994,
16 Las Indian boarding schools han sido ampliamente descritas por varios autores nativos, sobre todo en
Estados Unidos y Canadá. Se trataba básicamente de internados donde se encerraba a niños indígenas que
eran arrancados de sus comunidades por agentes del gobierno federal. En estas escuelas, que se
mantuvieron en funcionamiento desde finales del siglo XIX hasta los 70 del XX en Norteamérica, los niños
podían pasar un promedio de diez años sin ver a sus familias. Sometidos a una total aculturación, bajo la
premisa “to kill the Indian in order to save the human being”, se les prohibía habí» sus lenguas y practicar
sus tradiciones. Podemos encontrar testimonios de las vivencias en estas escuelas en el libro autobiográfico
de Zitkala-Sa American Indian Síories, en el corto canadiense Only the Devil Speaks Cree y la película
australiana Rabbit-ProofFence.
17La apropiación de los símbolos indígenas es un hecho visible en cualquier paisaje cultural del panorama
estadounidense, desde los nombres de equipos deportivos, hasta la literatura de folletín. Sobre es la
creación de una historia imaginaria de pasado (pero solo pasado) indígena que contribuya a la formación de
un sentimiento nacional es interesante consultar la revisión de las obras de Wallace Stegner que realiza
Cook-Lynn (29-40). Se tratará más adelante la inclusión del pasado indígena en la formación de la nación
en relación con México, en el segundo capítulo.
18Esta idea se desarrollará más ampliamente en le capítulo quinto, dedicado la construcción de la nación, al
hablar de Indian Killer, en el segundo capítulo.
19Por ejemplo cuando en enero del 94 se acusa al EZLN de atacar una caravana de vehículos de prensa,
resultando herido un periodista del diario nacional La jornada, el Subcomandante Marcos responde con un
comunicado que aplica la ausencia de tramas zapatistas en el lugar de los hechos en el tiempo que
acontecieron (Documentos 69). Cualquiera puede atestiguar de qué lado está la verdad al comprobar que
precisamente La dormida ha publicado numerosos artículos en tomo a los zapatistas.
20Citando a Agustín Cué Cánovas.
21 The Zapatista Reader recoge varios escritos y artículos de estos escritores en tomo al zapatismo.
22Idea expresada en Calibán,
23 Tradicionalmente se sitúa el comienzo de la modernidad en el Siglo de las Luces, sin embargo, según
Walter Mignolo, el comienzo tendría lugar en el siglo XVI, coincidiendo con la instauración de los
imperios español y portugués como fuerzas coloniales. Para este autor, el siglo XVIII, con la Ilustración y
la Revolución Industrial, correspondería a una segunda fase de la modernidad (19).
24Tomemos como ejemplo al filósofo francés Emest Renán, cuya definición de nación en el siglo XIX reza
lo siguiente, “A nation is a soul, a spiritual principie. Two things, which in truth are but one, constitute this
soul or spiritual principie. One lies in the past, eme in the present. One is the possession in comrnon of a
rich legacy of memories; the other is present day consent, the desire to live together, the will to perpetúate
the valué of the heritage that one has received in an undivided form. Man does not improvise. The nation,
like the individual, is the culmination of a long past of endeavors, sacrifices and devotions.” En Why I
Can t Read Wallace Stegner, Elizabeth Cook-Lynn cita esta definición, alegando que “(mjuch of Renan’s
argument is found in all of the works of American Indians then and now” (88). Sin embargo, reconoce que
Renán omite los conceptos de lengua, religión, raza y geografía, por lo que su definición de nación es
susceptible de ser usada dentro del discurso colonialista.
25 Tal hipótesis aparece esbozada a lo largo del libro, sobre todo en los capítulos titulados “Cultural Roots”
y “Origins of National Consciousness”.
26En ai libro Geistige und Kórperliche Arbeit (.Intellectual and Manual Labour) de 1973.
27 Este es el fragmento en que se describe el “biographical parentheses” de Dom Casmurro: “My interest
lies in the sequence marked offby chapters XXIII to XXXI. The action is as follows: tí» hero, Bento (later
known as Dom Casmurro) is in love with his next-door neighbor Capitu. He must persuade his mother’s
trusted depende» José Días to convince her not to keep a promise to God to send Bento to a seminary

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Bento arranges to speak to José while the latter is doing errands by ómnibus in downtown Rio. The two get
off the bus and walk through the waterfront Promenade where Bento convences José to recommend to his
mother that he be sent to Sáo Paulo instead to study law. Oveijoyed, Bento can scarcely wait to go home
and tell Capitu the news—and, in a conventional novelistic diegesis, this is the action that should
immediately follow the walk in the Promenade, barring some further dramatic complication. Instead, the
action is diverted and slowed down, describing a chance meeting with a beggar at the entrance to the park,
a sighting of the Emperor Pedro II passing by in his carriage, and an impromptu participation in a
procession of the Sacrament. Here Bento and José happen to se Padua, Capitu’s father. Padua is Bento’s
family’s social inferior (as is Capitu), a fact that José exploits to oust him from a prominent position in the
procession and replace him with Bento”.
28“Zapotecos” en lengua zapoteca.
29Hablaremos de la importancia de la lengua en el proceso de construcción de la nación más adelante, en el
apartado 2.4. sobre la lengua.
30 En “Muting White Noise: The Subversión of Popular Culture Narratives of Conquest in Sherman
Alexie’s Fiction”, James Cox apunta: “Native American authors write new narratives of self-representation
that eritically question and often radically revise and subvert the dominant culture’s conquest narratives and
the mass-produced misrepresentations of Native Americans” (53).
31 Como ejemplo de la apropiación de lo indígena en Estados Unidos podríamos citar al utilización de
nombres de equipos deportivos y mascotas tomados de la tradición de estos pueblos, y contra cuya
utilización algunas organizaciones están luchando. Algunos ejemplos son: The Cleveland Indians, The
Washington Redskins, The Florida Seminólas de Florida, etc. (en la web American Indian Sports Team
Mascots). También existe un estudio sobre el tema por Devin A. Mihesuah, American Indians: Stereotypes
and Realities, y el documental In Whose Honor?
32 El 3 de febrero de 2003, Sherman Alexie presentó una charla en el Gorman Museum, parte del
Departamento de Estudios Nativo-Americanos. La audiencia estaba mayormente compuesta por estudiantes
de licenciatura y post-grado del departamento. Fue antes de la invasión de Irak.
33 En Ron Mcfarland, referido a la entrevista siguiente: Bellante, John and Cari, “Sherman Alexie, Literary
Rebel.” Bloomsbury Review 14 (May/June 1994): 14-15, 26.
34 Todos estos hombres fueron líderes respetados por ais diferentes pueblos, simblolizando hoy en día
ejemplos de heroísmo y honor. Estas son unas breves semblanzas de sus vidas: Crazy Horse, héroe sioux,
“was bom on the Republican River about 1845. He was killed at Fort Robinson, Nebraska, in 1877”, luchó
en Little Big Hom en 1876, siendo el principal estratega en la derrota del General Custer (Eastman)
/Jerónimo (1829-1809), jefe apache chiricahua. Opuso resistencia a los intentos del gobierno trasladar a su
pueblo a San Carlos (Nuevo México) y a Florida (Alabama). Fue perseguido y finalmente capturado, y
obligado junto a su pueblo a instalarse en Fuerte Sill (Oklahoma), donde se convirtió al cristianismo
(Jerónimo). I Chief Joseph, jefe nez pierce (1840-1904) “was best known for his resistance to the U.S.
Govemment's attempts to forcé his tribe onto reservations. The Nez Perce were a peaceful nation spread
from Idaho to Northern Washington (...) In 1855 Chief Joseph's father, Oíd Joseph, signed a treaty with the
U.S. that allowed his people to retain much of their traditional lands. In 1863 another treaty was created
that severely reduced the amount of land, but Oíd Joseph maintained that this second treaty was never
agreed to by his people. A showdown over the second "non-treaty" carne afíer Chief Joseph assumed his
role as Chief in 1877. After months of fighting and forced marches, many of the Nez Perce were sent to a
reservation in what is now Oklahoma, where many died from malaria and starvation” (Chief Joseph). /
Wovoka fue un líder religioso sioux, fundador de la religión Ghost Dance que prevé la desaparición del
hombre blanco si se lleva a cabo esta danza. El encuentro para bailar la danza provocó la Masacre de
Woonded Knee en 1890, donde 300 indígenas fueron asesinados por el ejército estadounidense (Dictionary
101).
35 En Calibcm de González Retamar, el personaje de Próspero extraído de La tempestad representa al
colonizador; y el ingles, a la lengua del colonizadoer. Calibán representa al indígena. De esta manera,
Retamar crea una oposición en cuanto a lo que Rodó afirmó en Ariel, donde Ariel representaría al

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intelectual latinoamericano. Y esto es lo opuesto a lo que Rodó afirma en Ariel, donde sería Ariel quien
representaría a los intelectuales latinoamericanos.
36 Ver por ejemplo The Heirs of Columbus, de Geraid Vizenor, donde Cristóbal Colón era un maya cuyo
viaje para descubrir América no fiie más que su vuelta a casa. En el “Five Hundred Year Map”, ilustración
que abre Almanac of the Dead, Silko rememora: “When Europeans arrived, the Maya, Azteca, Inca
cultures had already built great cities and vast networks of roads. Ancient prophecies foretold the arrival of
Europeans to the Americas. The ancient prophecies also foretell the disappearance of all things European”.
37Esta es una de las múltiples formas de interpretar el ritmo narrativo, pero también se podría interpretar
como una manera de integrar al lector en la narración de “imaginar la comunidad”.
38 Sin embargo, es necesario reconocer que existen muchos intelectuales no nativos, cuyas aportaciones son
respetadas por parte de la comunidad y los intelectuales indígenas.
39 En Why / Can ’t Read Wallace Stegner sucede rato mismo en el caso de la lectura que Julián Rice hace
sobre el trabajo de Ella Deloria en que se fija una mala interpretación de tiospaye (94-95), o como sucede
con la inclusión en el canon de Hanla Yo, autobiografía escrita por una bujer blanca, plagada de
interpretaciones erróneas e información falsa (65-77).
40Tómese el Popol Vuh como ejemplo de literatura escrita.
41 Activista del American Indian Movement.
42Joy Hatjo se está refiriendo probablemente a las boardmg schools.
43El primer libro en inuquiap se ublicó en 1742 (The Pagra of the Shades).
44 Las cifras de hablantes de lenguas indígenas en América son bastante reveladoras a este respecto.
Mientras en América Latina el número de hablantes de las lenguas indígenas más extendidas se cuentan por
cientos de miles, e incluso millones (8 millones de hablantes de quechua, 5 millones de guaraní, un millón
y medio de aymará, un millón de náhuatl y 500.000 de maya), en el caso de Estados Unidos, la cifra que
más se acerca es la de hablantes de navajo, con 100.000. En Canadá, entre tanto, las lenguas con más
habladas son el inuit, con 75.000 hablantes y el cree con 70.000, lo cifras que a simple vista no parecen
demasiado esperanzadoras, sin embargo, hemos de tener en cuenta que Canadá asiste a un proceso de
revitalización cultural indígena muy importante, unido a los movimientos independentistas que están
teniendo lugar en el país. Otro dato a tener en cuenta es el siguiente: “Today, 187 of the approximately 300
languages native to North America remain, but children are no longer leaming 149 of the surviving
languages. Many of these languages will disappear within a generation” (Campbell).
(En http://www.angelfire.com/realm/shades/nativeamericans/langl .htm)
45Podemos encontrar acercamientos similares en Bonfil Batalla, como ya hemos apuntado en el Capítulo 1.
46 Hemos de aclarar la diferencia entre Modernismo y vanguardias en los contextos hispánico y anglosajón.
Modernismo se define como un movimiento iniciado en Latinoamérica, bajo las influencias del
Romanticismo y el Simbolismo y cuyo máximo representante es Rubén Darío. Las vanguardias, por otro
lado, se desarrollaron principalmente en Europa—aunque sus agentes provenían también del continente
americano—en todas las facetas artísticas, e incluían movimientos como el Dadaísmo, Surrealismo,
Vorticismo, etcétera. Las vanguardias supusieron una ruptura cultural, y corresponderían al término ingles
Modemism.
47 El término ha sido posteriormente empleado por otros críticos marxistes como Neil Lazaros en
Resístame in Postcolonial African Fiction, y John Beverly y Marc Zimmerman en Literature and Politics
in the Central American Revolutions.
48Hablaremos más ampliamente de esta escuela en el apartado “¿Desesperación o melancolía?”
49 En realidad, su siguiente película, dirigida y escrita por él mismo, fije The Business of Famydancing
(2001). La primera película, de la que fue guionista, fue Smoke Signáis (1998), basado en el cuento “This is
What it Means to Say Phoenix, Arizona”, que pasaremos a analizar más adelante. En el momento de
término de esta tesis, todavía no hay una película basada en Indian Killer.

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50 “For my purposes, my reading is informed by a post-colonial dialogue on literary production in colonial


contexts that, as far as 1 can tell, exist everywhere in Third/New World discussions, with the exception of
this country” (3).
51 Agradezco este llamado de atención a Benjamín V. Burgess, un joven escritor de origen
anishinaabe/ihanktonwan que habló sobre el poder curativo de las historias en una clase de escritura
creativa.
52Énfasia mío.
53 En El despertar de nuestras lenguas Natalio Hernández hace referencia a los principales problemas que
han estado amenazando la cultura y la sociedad comunitaria durante los últimos 30 años, entre los que
destaca los siguientes: los gupos evangélicos y protestantes que han provocado “escisiones internas”,
división en las familias y alejamiento de las ceremonias tradicionales; la sustitución del consejo de ancianos
por organismos nombrados por los ayuntamientos; la repartición de las tierras de la comunidad «sitie
pequeños propietarios; la educación, ajena a la enseñanza de la lengua y las costumbres; y la migración a
Estados Unidos “que en pocos años vendrá a complicar, aún más , la vida interna y el tejido social y
cultural de la comunidad” (134-5).
34 Se hace necesario atender a la importancia de sus palabras, teniendo en cuenta que Natalio Hernández,
además de escritor, es uno de los primeros críticos literarios indígenas en México y en toda Latinoamérica.
55 Tal revisión se ha llevado a cabo principlamente desde el feminismo chicano, con intelectuales como
Gloria Anzaldúa, Sandra Messinger Cypess, Jean Franco, and Inés Hemández-Avila.
56 Encontramos ejemplos de esto en el Popal Vuh, donde los personajes transitan constantemente entre el
mundo terrenal y el mundo subterráneo de Xibalba
57 En “The Power of Native Languages and the Performance of Indigenous Autonomy: The Case of
México”, de Hemández-Avila, correspondiente al artículo de Stefano Várese “Los dioses enterrados: el uso
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