Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
RESPONSABILIDAD EXTRACONTRACTUAL
En base obras y artículos del profesor Hernán Corral T, Enrique Barros B, José Luis
Diez S., René Ramos P, Ramón Domínguez A y Carmen Domínguez H.)
UBICACIÓN: Título XXXV del Libro 4º, arts. 2314 a 2334, “De los delitos y
cuasidelitos”. Ver artículos 1437 y 2284.
INTRODUCCIÓN:
En la guía anterior recordábamos que el profesor Le Tourneau describía a la
responsabilidad civil como la obligación de responder ante la justicia de un daño y de
reparar sus consecuencias indemnizando a la víctima, siendo su objetivo principal la
reparación, esto es, restablecer el equilibrio que había sido roto por el autor del daño, sin
perjuicio de que ella puede cumplir otros (preventivo e incluso punitivo). Al respecto,
también debemos recordar que el profesor Hernán Corral Talciani, refiriéndose, a la
responsabilidad civil extracontractual o derecho de daños, precisa que ella apunta
ciertamente a un gran y fundamental fin: reparar el daño causado, dejar a la víctima
indemne, pero sin dejar de destacar otras funciones concurrentes o complementarias
(delimitación de la libertad de los particulares, prevención de futuros hechos dañosos
y, con mucho debate, una función punitiva o sancionatoria).
Delito civil: hecho ilícito cometido con intención de dañar que ha inferido injuria o
daño a otra persona (artículos. 1437, 2284, 2314).
Cuasidelito civil: hecho culposo pero cometido sin intención de dañar que ha inferido
injuria o daño a otra persona (artículos. 1437, 2284, 2314).
Ambos, esto es, el delito y cuasidelito tienen en común ser hechos ilícitos y el causar
daño.Así, el artículo. 2314 dice: “el que ha cometido un delito o cuasidelito que ha inferido
daño a otro, es obligado a la indemnización; sin perjuicio de la pena que le impongan las
leyes por el delito o cuasidelito”.
En general se señala por la doctrina que esta distinción no tiene mayor importancia,
ya que sus consecuencias son idénticas; existiendo una tendencia a unificar ambos
conceptos. Al respecto Barcia destaca la redacción del artículo 2329 al señalar “todo
daño que pueda imputarse a malicia o negligencia de otra persona, debe ser reparado
por ésta”, de lo cual resulta que el quantum indemnizatorio debería ser independiente
de la fuente de dicha responsabilidad. Sin perjuicio de lo anterior, el profesor en
3
comento precisa que es posible reconocer algunas diferencias entre delito y cuasidelito
civil:
a)El dolo por regla general no se presume. Así, las presunciones de responsabilidad
por el hecho propio, ajeno y de las cosas son presunciones de culpa y no de dolo.
b)Las cláusulas eximentes de responsabilidad no son válidas respecto de un delito civil
pero si podrían serlo respecto de un cuasidelito civil, salvo que se refieren a afectar a
la persona.
c)En materias de seguros, en cuanto se señala que es posible asegurarse contra el
riesgo proveniente del propio cuasidelito (salvo la culpa lata), pero no del propio dolo
(se infiere de lo dispuesto en el artículo 552 del Código de Comercio que prohíbe al
asegurador constituirse en responsables de los hechos personales del asegurado.).
d)Sólo en caso de dolo se autoriza la demanda contra el tercero, que sin ser autor o
cómplice del delito, ha recibido provecho de la actuación dolosa (art. 2316 del Código
Civil)
Sin perjuicio de lo anterior, es de suyo reconocer que el hecho ilícito (delito o
cuasidelito) es fuente de obligaciones, dando origen a una obligación que antes de él no
existía: la de indemnizar los perjuicios causados, sobre la base de una vieja premisa:
quien ha causado daño a otro derivado de un hecho ilícito, está obligado a indemnizar
los perjuicios causado.
Al respecto es del caso precisar que la idea de hecho ilícito pudiera ser más amplia que
la de delito o cuasidelito por cuanto en la llamada responsabilidad objetiva, que
analizamos en la guía anterior, no se considera el dolo o culpa del hecho basta que el
hecho (acción u omisión) sea la causa del daño para que la víctima tenga derecho a ser
indemnizada surgiendo de esta forma la responsabilidad para el hechor o responsable
del riego.
mayores de 16 años, pero entre los 7 años y los dieciséis corresponderán al juez determinar
si han obrado con discernimiento (ver artículo 2319 del Código Civil).
De esta forma, un menor puede ser incapaz penalmente, pero civilmente capaz.
b)En cuanto a los titulares de la acción. En materia penal habría que distinguir según el
tipo de delito. Si es de acción pública, cualquier persona. Si es de acción privada, sólo la
víctima. En cambio en materia civil, por regla general, corresponde sólo a la víctima o sus
herederos.
c)En cuanto al sujeto pasivo de la acción. La acción que persigue la indemnización de
perjuicios se puede intentar tanto contra el autor del daño como contra sus herederos
y terceros civilmente responsables y tanto contra personas naturales como jurídicas.
En cambio, la acción penal sólo puede intentarse en contra del hechor por cuanto es
personalísima y, por lo menos en nuestro ordenamiento, sólo respecto de personas
naturales.(art. 58 inciso 2º del C. Procesal Penal, que corresponde al art. 39 del
antiguo C. de Procedimiento Penal). Es del caso destacar la existencia de leyes
especiales que han contemplado sanciones particulares respecto de las cuales se discute su
carácter penal, es el caso de las multas, comiso y clausura. Diversas leyes, especialmente
de organización económica (bancos, sociedades anónimas, mercados de valores, seguros)
establecen sanciones de multas e incluso de disolución de personas jurídicas que incurren
en infracciones legales. Ello, sin perjuicio de la responsabilidad civil que compete a la
persona jurídica, a cuyo nombre se ha obrado en la comisión del delito.
En todo caso, con fecha 02 de Diciembre de 2009, entró a regir la ley 20393 que regula
la responsabilidad penal de las personas jurídicas respecto de los delitos previstos en
el artículo 27 de la ley Nº19.913, en el artículo 8° de la ley Nº18.314 y en los artículos
250 y 251 bis del Código Penal; vale decir, lavado de dinero, financiamiento del
terrorismo y cohecho de ciertos funcionarios, el procedimiento para la investigación
y establecimiento de dicha responsabilidad penal, la determinación de las sanciones
procedentes y la ejecución de éstas. Se consideran también los supuestos de asociación
ilícita (ver artículos 293, 294 y 294 bis del Código Penal), aplicándose en lo no previsto por
esta ley, supletoriamente, las disposiciones contenidas en el Libro I del Código Penal y el
Código Procesal Penal y en las leyes especiales señaladas en el inciso anterior, en lo que
resultare pertinente. Se precisa que, para los efectos de esta ley, no será aplicable lo
dispuesto en el inciso segundo del artículo 58 del Código Procesal Penal.
Es del caso destacar que el Título I de esta ley se refiere a la responsabilidad penal de las
personas jurídicas, y en su artículo 3º trata lo relativo a la atribución de responsabilidad
penal de las personas jurídicas, determinando que las personas jurídicas serán
responsables de los delitos señalados en el artículo 1° que fueren cometidos directa e
inmediatamente en su interés o para su provecho, por sus dueños, controladores,
responsables, ejecutivos principales, representantes o quienes realicen actividades de
administración y supervisión, siempre que la comisión del delito fuere consecuencia
del incumplimiento, por parte de ésta, de los deberes de dirección y supervisión. Bajo
los mismos presupuestos del inciso anterior, serán también responsables las personas
jurídicas por los delitos cometidos por personas naturales que estén bajo la dirección o
supervisión directa de alguno de los sujetos mencionados en el inciso anterior.
Se considerará que los deberes de dirección y supervisión se han cumplido cuando, con
anterioridad a la comisión del delito, la persona jurídica hubiere adoptado e implementado
modelos de organización, administración y supervisión para prevenir delitos como el
cometido, conforme a lo dispuesto en el artículo cuarto. Por último precisa que las personas
5
jurídicas no serán responsables en los casos que las personas naturales indicadas en los
incisos anteriores, hubieren cometido el delito exclusivamente en ventaja propia o a favor
de un tercero.
Por su parte en el artículo 5 de la ley en comento, se precisa que la responsabilidad de la
persona jurídica será autónoma de la responsabilidad penal de las personas naturales y
subsistirá cuando, concurriendo los demás requisitos previstos en el artículo 3°, se presente
alguna de las siguientes situaciones:
1)La responsabilidad penal individual se hubiere extinguido conforme a lo dispuesto en los
numerales 1° y 6° del artículo 93 del Código Penal.
2)En el proceso penal seguido en contra de las personas naturales indicadas en los incisos
primero y segundo del artículo 3° se decretare el sobreseimiento temporal del o los
imputados, conforme a las causales de las letras b) y c) del artículo 252 del Código Procesal
Penal.
También podrá perseguirse dicha responsabilidad cuando, habiéndose acreditado la
existencia de alguno de los delitos del artículo 1° y concurriendo los demás requisitos
previstos en el artículo 3°, no haya sido posible establecer la participación de el o los
responsables individuales, siempre y cuando en el proceso respectivo se demostrare
fehacientemente que el delito debió necesariamente ser cometido dentro del ámbito de
funciones y atribuciones propias de las personas señaladas en el inciso primero del
mencionado artículo 3°.
En lo referente a las penas, el artículo 8º de esta ley precisa cuales son las penas que se
pueden aplicar a la persona jurídica:
1)Disolución de la persona jurídica o cancelación de la personalidad jurídica (no se
aplicará a las empresas del Estado ni a las personas jurídicas de derecho privado que
presten un servicio de utilidad pública cuya interrupción pudiere causar graves
consecuencias sociales y económicas o daños serios a la comunidad, como resultado de la
aplicación de dicha pena)
2)Prohibición temporal o perpetua de celebrar actos y contratos con los organismos del
Estado.
3)Pérdida parcial o total de beneficios fiscales o prohibición absoluta de recepción de los
mismos por un período determinado.
4)Multa a beneficio fiscal. (Se cuestiona desde la perspectiva constitucional el reconocer la
multa con una pena por cuanto ello supondría un estándar de garantías que no se reconoce
para otros supuestos legales que imponen el pago de multas).
5)Las penas accesorias previstas en el artículo 13 (publicación de un extracto de la
sentencia; comiso; en los casos que el delito cometido suponga la inversión de recursos de
la persona jurídica superiores a los ingresos que ella genera, se impondrá como pena
accesoria el entero en arcas fiscales de una cantidad equivalente a la inversión realizada).
que lo que se busca es la reparación del daño, lo que se traduce en una indemnización de
perjuicios, que se traduce normalmente en un suma de dinero cuyo monto está determinado
por la entidad del daño y no por la gravedad del hecho, no siendo relevante la mayor o
menor negligencia o malicia del hechor, sin perjuicio de lo que ocurre en la llamada
responsabilidad contractual en cuanto a los efectos de la culpa grave y el dolo.
f)También es posible sugerir algunas diferencias en relación a función (fines) de la
pena en el Derecho Penal, el interés protegido por medio de ella, los derechos que
afecta (no sólo el patrimonio) y otros que ya se han destacado como su carácter
personalísimo y su intransmisibilidad y muy especialmente lo que resulta del principio
de la reserva legal en materia penal que determina que las penas estén precisa y
determinadamente señaladas (dentro de ciertos rangos)
Las principales diferencias que se señalan entre ellas son fundamentalmente dos:
a) en la responsabilidad contractual existe un vínculo jurídico previo; la
responsabilidad extracontractual da origen al vínculo, y
b) en la primera, la culpa por el incumplimiento, cumplimiento imperfecto o
cumplimiento tardío se presume, no así por regla general en la aquiliana.
concepción dualista genera en la práctica y que, son precisamente las que, en otros
sistemas, han llevado a su revisión.
En función de ello se destacaron dos problemas propios de la concepción dualista,
comunes a todos los sistemas que la recogieron, los que han recibido respuestas
encontradas, cuales son:
a)el problema de concurrencia de responsabilidades y
b)la determinación de cuál es el régimen que contiene el derecho común aplicable a
aquellas hipótesis de responsabilidad que están fuera del ámbito de lo contractual
como las legales o cuasicontractuales.
Tanto uno como otro no tienen una respuesta por parte del legislador, pudiendo ello si
reconocerse la existencia de teorías que en algún momento han predominado pero que
no se han traducido en una respuesta unánime ni constante, según tendremos ocasión
de analizar más adelante.
Por último, la autora en comento, considera que si bien es posible que esta distinción
se justifique en el seno de la contratación clásica, en la moderna ella resulta difícil de
aceptar, dado que gran parte de las diferencias que se admiten para el ámbito contractual
se justifican en el respeto de la autonomía de la voluntad, a la libre negociación que, entre
parte iguales, se asume ha existido con anterioridad al contrato, pero ocurre que la
progresiva proliferación de la contratación por adhesión , muchas veces con condiciones
generales de la contratación o inclusive con contenido desconocido para una de las partes,
ha puesto en jaque las premisas a partir de las cuales se construía esa explicación.
2º.-LA CAPACIDAD.
Sólo son incapaces de delito o cuasidelito civil los dementes, los menores de 7 años, y
los mayores de esta edad, pero menores de 16 años cuando han obrado sin
discernimiento.
Las incapacidades contractuales son más amplias; desde luego, la mayor edad es a los
18 años, y existen otras fuera de la edad o privación de razón: disipador interdicto,
etc.
Esta diferenciación se la justifica diciendo que es más fácil distinguir lo lícito de lo
ilícito que responder de los daños en el cumplimiento de un contrato.
8
3º.-DOLO O CULPA.
En cuanto al dolo como elemento constitutivo de ambas responsabilidades, si bien su
concepción es la misma de acuerdo a la teoría unitaria del dolo, sus efectos son
diferentes; en materia extracontractual no produce otros distintos a la culpa, mientras
que es una agravante de responsabilidad en el cumplimiento de los contratos.
En todo caso, tanto en sede contractual como extracontractual, el dolo debe probarse
en caso de invocarse su existencia.
4º.-PERJUICIOS INDEMNIZABLES.
La indemnización extracontractual es más completa que la contractual; la facultad de
los jueces es por ello más amplia en la primera.
En todo caso, en ninguna de las dos se responde de los perjuicios indirectos, salvo que
en la contractual se haya así expresamente convenido.
En ambas se responde de los perjuicios previstos.
En la responsabilidad contractual sólo se responde de los perjuicios imprevistos en los
casos de convención en tal sentido, dolo o culpa grave, mientras que en la
extracontractual se responde siempre de ellos. Lo anterior encuentra su fundamento
en lo que establece el artículo 1558 del Código Civil, que como señala Carlos Pizarro
contiene dos reglas. Por una parte excluye la reparación de daños imprevisibles, salvo
dolo (o culpa grave) y, por otra, impide la indemnización de todo daño indirecto. Esta
última regla rige también en el ámbito de la responsabilidad extracontractual. De esta
forma la gran diferencia estaría en la primera regla pero ella no tiene tanto aplicación
en la práctica y según sugiere Pizarro esto se explica por una tendencia de la
responsabilidad contractual (al igual como ha ocurrido con la aquiliana) a una mayor
protección o consideración de la víctima.
9
Finalmente, también sería que en lo referente a los daños existiría una diferencia en
razón de no existir en las normas sobre responsabilidad contractual semejante a la
que el Título XXXV del Libro IV del Código Civil establece en su artículo 2330, pero
que podría obviarse (su omisión en el ámbito contractual), en base a consideración de
aspectos tan relevantes como la causalidad o la existencia de una suerte de causa
exoneración parcial o bien lisa y llanamente en base a la aplicación de principios
generales del derecho (especialmente el repudio al enriquecimiento injusto).
5º.-MORA
En la responsabilidad extracontractual la obligación de indemnizar nace cuando se
produce el hecho ilícito dañoso, sin perjuicio de que no existiendo una norma similar
al 1551 (y los efectos que de ella se siguen, según los artículos 1557 y 1559) es posible
sostener su aplicación en este ámbito, pero la mayor parte de los autores consideran
que los referidos artículos y en su caso la necesidad de constituir en mora para que se
deban perjuicios es procedente sólo materia contractual.
6º.-PLURALIDAD DE DEUDORES
Tratándose de los contratos, la obligación de indemnizar es por regla general
conjunta, salvo casos de excepción, principalmente por dolo o culpa grave.
En cambio, los autores del hecho ilícito responden solidariamente (ver art. 2317).
7º.-PRESCRIPCIÓN
La de acción de indemnización por incumplimiento de una obligación es de largo
tiempo: 5 años desde que se hizo exigible; la extracontractual es de corto plazo: 4 años
desde la perpetración del hecho ilícito, sin perjuicio de las excepciones en uno y otro
sentido. (Ver artículos 2332 y 2515 del Código Civil).
8°.-CONVENCIONES LIBERATORIAS.
Las modificaciones convencionales del deber de responder son perfectamente posibles
en el ámbito contractual (arts. 1547 y 1558 inc. 3°). Distinto es lo que ocurre en
materia extracontractual según veremos más adelante.
“guardián”: persona que tiene a su cargo a otra o a una cosa y debe vigilarla; si no
cumple este deber es responsable de los daños que ocasione esa persona o cosa, y su
culpa consiste precisamente en haber faltado a dicha obligación.
Así ocurre con los incapaces; responde de los daños por ellos causados quien debe
vigilarlos. Así lo señala el inc. 1º del art. 2.319 en su parte final.
a)en ésta no hay hecho ilícito del incapaz, pues falta el requisito de la capacidad; lo hay
del guardián por su negligencia, vale decir, éste responde por hecho propio. En cambio, en
la responsabilidad indirecta del art. 2.320 se responde del hecho ilícito de otra persona
capaz, y que también es responsable, y
En este entendido, Barros precisa que, al igual que las personas naturales, las
personas responden tanto por el hecho suyo (propio) como por el hecho de sus
dependientes.
En cuanto a la primera, esto es, la por hecho propio, ella puede tener lugar en dos
formas:
a)Por el hecho de sus órganos y representantes; y
b)En base a la llamada “culpa en la organización”, que se aplica en aquellos casos en
que existiendo incertidumbre respecto del agente individual del daño, existe certeza
que ha habido una negligencia atribuible al conjunto de la organización.
13
La distinción entre delito y cuasidelito civil descansa en que en el delito hay dolo del
autor del daño y culpa en el cuasidelito civil. Salvada esta separación, no hay otras
entre éste y aquél, y no es mayor la responsabilidad en el caso de dolo que en el de la
culpa, pues su intensidad se mide por el daño y no por la actuación del agente. De ahí
que las legislaciones de este siglo hayan abandonado la distinción entre delito y cuasidelito
civil; así ocurre en los Códigos alemán, suizo, italiano, de Brasil, Perú, etc.
Apreciación: El dolo se aprecia en concreto según las circunstancias del actor, ya que
incluye un elemento psicológico: la intención, el deseo de causar el daño, cuya prueba
corresponderá siempre al demandante, ya que el dolo, por regla general, no se presume
(artículo 1459 del Código Civil)
PRUEBA DE LA CULPA
Regla general: la culpa extracontractual deberá probarla la víctima.
En materia contractual, el art. 1.547, inc. 3º, dispone que “la prueba de la diligencia o
cuidado incumbe al que ha debido emplearlo”, lo que equivale a decir que dicha clase
de culpa se presume, pues el deudor debe probar que no ha incurrido en ella.
La prueba no tiene restricciones, como que se trata de probar hechos, y puede
recurrirse a las presunciones, testigos, confesión, peritajes, etc., sin limitación alguna.
Por último, es de suyo necesario tener presente que existen también algunas
presunciones de derecho de culpabilidad; como ya se señaló, en el Código, el art.
2.327, para el daño causado por un animal fiero de que no se reporta utilidad para la
guarda o servicio de un predio, y el art. 2.321, referente a la responsabilidad de los
padres por los hechos ilícitos de sus hijos menores si reconocidamente provienen de
mala educación o hábitos viciosos que les han dejado adquirir.
Lo normal será, sin embargo, que la omisión se produzca en el ejercicio de una actividad, o
sea, consiste en no tomar una precaución que debió adoptarse, en no prever lo que
debió preverse, como por ejemplo, si un automovilista vira sin señalizar previamente su
intención de hacerlo. Esta culpa es lo que algunos llaman negligencia (abstención en la
acción, desatención de un deber), por oposición a la imprudencia, que sería la culpa
por acción.
Todas estas culpas dan lugar a responsabilidad, pero una corriente de opinión sostiene
que también la hay en la mera abstención, esto es, cuando el agente no desarrolla
ninguna actividad en circunstancias que debió hacerlo. No se trata de una mera
abstención o inacción sino en un no hacer lo que es debido (non facere quod debetur).
En este sentido se sugiere que la única forma de sancionar la omisión es cuando está
en relación con una norma. En este sentido, Alessandri señala que existe culpa por
omisión no sólo cuando se estaba obligado a actuar en virtud de la ley o el reglamento,
sino también cuando, debiendo actuar sin detrimento propio, el actor no lo hizo,
suponiendo, en ambos casos, por tanto, la existencia de una norma imperativa, que
imponga el deber de actuar.
La diferencia fundamental entre ambas es que por regla general la llamada simple o
directa no se presume, y en cambio en la compleja o indirecta hay presunciones de
responsabilidad en contra del que deberá reparar el daño ajeno o de las cosas.
Ducci y Alessandri consideran que en esta norma estaríamos frente a una presunción
de responsabilidad cuando el daño proviene de un hecho que, por su naturaleza o por
las circunstancias en que se realizó, es susceptible de atribuirse a dolo o culpa del
agente.
Alessandri llega a esta conclusión en base a los siguientes fundamentos:
1)la ubicación del art. 2329, esto es, después de tratar los casos de presunciones por
hecho ajeno y de las cosas, unido a la redacción del mismo artículo que parte señalando
“Por regla general...”, comprendiendo de esta forma otros casos análogos a los anteriores
que podrían haber sido omitidos (“lo que ocurre en los casos de los artículos anteriores
ocurre también en él y como en ellos la culpabilidad se presume...”)
2)De otra forma carecería de utilidad repetir lo ya señalado en el art. 2314.
20
3)La misma redacción del artículo al utilizar la forma subjuntiva “pueda” que puede
entenderse como “que sea posible” Habla de que el daño “pueda” imputarse y no que
“sea” imputable, esto es, basta que sea racional y lógico entender que ha habido culpa.
Como se señaló, el artículo 2320 no contiene una enumeración táxativa, pero se pueden
extraer de dicho artículo los requisitos para que opere esta presunción de responsabilidad
por hecho propio.
La gran diferencia entre los arts. 2.319 y 2.320 es que la responsabilidad por el hecho
ajeno no excluye la del hechor y se presume la culpa de quien tiene a su cuidado a
otro, en cambio, tratándose de un incapaz, debe acreditarse la culpa del guardián.
Y si el incapaz resulta ser la persona a quien se pretende responsabilizar del hecho
ajeno, el mismo art. 2.319 lo impedirá, ya que excluye de toda obligación de
indemnizar tanto por el hecho propio como por el ajeno o de las cosas.
La única diferencia es que establecido el hecho ilícito, esto es, probadas todas las
circunstancias señaladas, la víctima queda liberada de acreditar la culpa del tercero
civilmente responsable. Ella es la que se presume. Por tanto no hay responsabilidad de
terceros si el hechor ha sido declarado absuelto por falta de culpa.
código, que precisa que si los padres viven separados podrán determinar de común acuerdo
que el cuidado personal de los hijos corresponda al padre, a la madre o a ambos en forma
compartida. El acuerdo se otorgará por escritura pública o acta extendida ante cualquier
oficial del Registro Civil y deberá ser subinscrito al margen de la inscripción de nacimiento
del hijo dentro de los treinta días subsiguientes a su otorgamiento. Este acuerdo establecerá
la frecuencia y libertad con que el padre o madre que no tiene el cuidado personal
mantendrá una relación directa y regular con los hijos y podrá revocarse o modificarse
cumpliendo las mismas solemnidades. A falta del acuerdo, los hijos continuarán bajo el
cuidado personal del padre o madre con quien estén conviviendo. En cualesquiera de los
casos establecidos en este artículo, cuando las circunstancias lo requieran y el interés
superior del hijo lo haga conveniente, el juez podrá atribuir el cuidado personal del hijo al
otro de los padres, o radicarlo en uno solo de ellos, si por acuerdo existiere alguna forma de
ejercicio compartido. Lo anterior debe entenderse sin perjuicio de lo dispuesto en el artículo
226 del Código Civil.
Los dos primeros requisitos los debe probar el demandante; el último se presume, y
toca a los padres acreditar que no pudieron impedir el hecho ilícito, prueba que no se
les acepta en el caso del art. 2.321.
En cuanto a la posibilidad de liberarse probando que aún con la autoridad y cuidado
que su calidad les confiere y prescribe no han podido impedir el hecho, los tribunales
han sugerido que ello supone probar encontrarse en una verdadera y real
imposibilidad de impedir el daño, no bastando la sola prueba que los hijos han
recibido una buena educación, debiendo acreditar que siempre y en todo momento se
ha ejercido sobre el menor una vigilancia acuciosa y constante. En todo caso, se
sugiere que la apreciación se haga en concreto.
no vive con el padre, o que con su autoridad y cuidado fue imposible evitar el hecho;
siempre será responsable mientras el hijo sea menor.
La ley no exige que el pupilo viva en la misma casa del guardador, como lo hizo
respecto del padre o madre; basta que lo haga bajo su dependencia y cuidado; por ello
no puede aplicarse a los curadores adjuntos, de bienes y especiales, que no tienen a su
cuidado al pupilo, y de acuerdo a la regla general del inc. final del art. 2.320, el tutor o
curador se libera de responsabilidad, probando que con la autoridad y vigilancia que
su cargo le confiere no ha podido impedir el hecho.
26
1º Los artesanos responden por el hecho de sus aprendices, mientras están bajo su
cuidado (inc. 4º del art. 2.320).
Son artesanos los que ejercitan algún arte u oficio mecánico, sin maquinarias
complejas y en pequeña escala; el aprendiz es el que está adquiriendo bajo su
dirección el mismo arte u oficio.
27
La responsabilidad del primero por los hechos del segundo subsiste mientras el aprendiz
esté bajo vigilancia del artesano; puede suceder que viva con él, y en tal caso es
permanente.
Es indiferente que el aprendiz sea mayor o menor de edad, y que esté unido al
artesano por un contrato de trabajo o no. Este se libera de responsabilidad conforme a
la regla general del inc. final del art. 2.320, probando que con su autoridad no habría
podido evitar el hecho ilícito.
En este sentido, el profesor Barros señala que la pregunta por los límites de la
dependencia se presenta con particular intensidad cuando interviene en la producción
del daño un contratista que asume un grado significativo de autonomía en la ejecución
de una obra. Por otra parte se señala que en la aplicación de un sistema de
responsabilidad más estricto, existe mayor posibilidad de que se extienda el vínculo de
subordinación y dependencia civil, haciendo responder al empresario por un cada día
más amplio de sujetos.
Así, por ejemplo, Alessandri respecto del primero fue partidario de una interpretación
extensiva, pues el empresario respondería mientras el dependiente esté a su cuidado
no sólo de los daños causados “en el ejercicio de sus funciones”, sino también de
aquellos causados “con ocasión” e incluso “en abuso de las mismas”.
Por el contrario, respecto del art. 2322, el referido autor fue muy restrictivo, por cuanto
-en su opinión- el amo sólo debería responder de los delitos y cuasidelitos que cometan
sus criados o sirvientes “en el ejercicio de sus respectivas funciones”. Por ello, el amo
no debería responder ex art. 2322 de los delitos y cuasidelitos cometidos por sus criados
sólo “con ocasión de sus funciones”, esto es, aprovechándose de las circunstancias o de la
oportunidad que esas funciones le proporciona. Tampoco debería responder ex art. 2322 -en
opinión del autor- de los daños causados en claro abuso de sus funciones, es decir, cuando
las ejerce en pugna con los intereses del amo.
Nuestra jurisprudencia, sin embargo, ha señalado todo lo contrario pues ha dicho que
el art. 2320 inc. 4 es más limitado, en su esfera de aplicación, pues exige que el daño
haya sido causado mientras el aprendiz o dependiente esté bajo el cuidado del
empresario, es decir, en condiciones inmediatas de poder impedir el hecho, valiéndose de
la autoridad y el cuidado que su respectiva calidad les confiere. En cambio, el art. 2322
establece que el amo responde no sólo cuando el criado o sirviente está en el ejercicio
de sus funciones sino también cuando ha causado el daño en el ejercicio impropio de
las mismas, si el amo estuvo en situación de preverlo o impedirlo, empleando el
cuidado ordinario y su autoridad competente (R.D.J., t. 51, sec. 4ª, p. 62).
Hay numerosas disposiciones legales que contienen también aplicación del principio
general señalado, como el art. 886 del C. de Comercio que contempla la
responsabilidad civil del naviero por los hechos del capitán y tripulación (R.D.J., T. 17,
sec. 1ª, p. 375), el art. 909 del mismo Código que establece la del capitán por ciertos hechos
de estos últimos, etc.
En el mismo sentido es posible citar las situaciones previstas en los art. 169 y 170 de la
ley 18290 (de tránsito), modificados por la ley 20068. Esta disposición se refiere a toda
clase de medios de transporte.
La Ley del Tránsito en su art. 2º define el vehículo como “medio en el cual, sobre el cual o
por el cual toda persona o cosa puede ser transportada por una vía”. La misma disposición
menciona varios, a título de ejemplo, vehículos de emergencia, de locomoción colectiva, a
tracción humana o animal, triciclos, etc. En consecuencia, las presunciones que ellas
establecen se aplican a toda clase de vehículos.
La misma Ley define al conductor como “toda persona que conduce, maneja o tiene el
control físico de un vehículo motorizado en la vía pública; que controla o maneja un
vehículo remolcado por otro; o que dirige, maniobra o está a cargo del manejo directo de
cualquier otro vehículo, de un animal de silla, de tiro o de arreo de animales”.
Finalmente, debe tenerse presente que en conformidad al art. 38 de la misma Ley del
Tránsito “Se presumirá propietario de un vehículo motorizado la persona a cuyo nombre
figure inscrito en el Registro, salvo prueba en contrario”. La disposición se refiere a la
inscripción de los vehículos en el Registro de Vehículos Motorizados que lleva el Servicio
de Registro Civil e Identificación, y antes correspondía al Conservador de Bienes Raíces.
A la víctima, en consecuencia, le bastará acompañar, una copia de dicha inscripción, y al
que en ella figure le corresponderá probar que ya no es el dueño.
La ley contempla tres situaciones diferentes de responsabilidad del propietario o del
tenedor del mismo a cualquier título por el conductor a quien ha facilitado el vehículo;
por el conductor que no ha sido individualizado y, finalmente, en el caso de mal estado
del vehículo.
En todo caso es del caso destacar que la responsabilidad que establece el art. 169 en
comento entre el conductor y el propietario o tenedor a cualquier título del vehículo es
solidaria, salvo que alguno de estos últimos acredite que el vehículo fue usado contra
su voluntad.
Por lo demás, la ley 20068 introdujo una solución distinta respecto de vehículos
respecto de los cuales exista un contrato de arrendamiento con opción de compra
irrevocable.
EXCEPCIONES:
Esta regla tiene dos excepciones: la del inc. 2º del art. 2.322 respecto a la
responsabilidad de los amos por el hecho de sus criados y sirvientes, en que la prueba
de exención varía ligeramente, y la del art. 2.321 respecto de los padres, por los hechos
de sus hijos menores provenientes de la mala educación o hábitos viciosos, en que la
presunción es de derecho.
Pablo Rodríguez precisa que este derecho procede en todos los casos de
responsabilidad por hecho ajeno contemplados en el Código, con excepción del caso
del art. 2321.
33
FUNDAMENTO:
Se sugiere que quien es propietario o se sirve de una cosa, debe mantenerla en buen
estado para que no cause daño, por lo que si algún perjuicio se produce, se presume
que aquél no empleó el cuidado o diligencia debida, constituyendo más bien
situaciones de responsabilidad por culpa propia que por hecho de las cosas.
1.1)Caso previsto en el art. 2326: presume la culpabilidad del dueño por los daños
causados por un animal, cualquiera sea el tipo de animal de que se trate, bravío o salvaje,
doméstico o domesticado, aún después que se haya soltado o extraviado.
El dueño podrá exculparse probando que el daño, la soltura o el extravío del animal
no se deben a su culpa ni a la del dependiente encargado de su guarda o cuidado. En
este último caso, a la presunción de culpabilidad por el hecho del animal se agrega una
presunción de culpabilidad por el hecho del dependiente.
La misma presunción se aplica a toda persona que se sirve de un animal ajeno, quien
será responsable en los mismos términos que el dueño frente a terceros, pero tendrá
acción de reembolso contra este último, si el daño causado se debió a un vicio del
animal que el dueño debió conocer e informarle.
mascotas, siendo pertinente para los efectos de esta materia considerar lo dispuesto en
los artículos 1 N° 4, 2 N° 1, 3 inciso 5°, 10 y 13.
El art. 934 reglamenta la denuncia de obra ruinosa que puede efectuar quien teme que
la ruina de un edificio vecino le ocasione daño. De acuerdo a este precepto, es necesario
distinguir si el vecino ha notificado la querella al tiempo de producirse el daño o no.
Si no hubiere precedido notificación de la querella a la ruina del edificio, “no habrá
lugar a la indemnización” (inc. 2º del art. 934).
Pablo Rodríguez no está de acuerdo con el alcance de esta relación entre esta normas por
cuanto en su concepto se estaría obligando al vecino o denunciar la obra ruinosa y notificar
su querella, so pena de no ser indemnizado, sin reparar el hecho de que la ruina puede no
revestir apariencias externas, como sucede, muy frecuentemente con daños estructurales
que sólo es posible apreciar con un examen técnico. Esta opinión parece errada por cuanto
evidentemente el artículo 934 hay que vincularlo con el 932 que implica que se tema el
daño, lo que evidentemente ha de estar determinado por la apariencia o estado
exterior del edificio.
La ley se pone también en el caso de que el edificio perteneciere a dos o más personas
proindiviso; en él la indemnización se divide entre ellas a prorrata de sus cuotas de
dominio (inc. 2º del art. 2.323). La disposición constituye una excepción a la norma
general del art. 2.317 que establece la responsabilidad solidaria entre los coautores de un
mismo delito o cuasidelito civil. En todo caso, según Pablo Rodríguez esta excepción a la
solidaridad legal prevista en el art. 2317 sólo tiene aplicación si la responsabilidad se
establece sobre la base de presumir la culpa de los propietarios, pero no si el
demandante ha acreditado la culpa de éstos conforme a las reglas generales.
daños y perjuicios que provengan de fallas o defectos de ella, sea durante su ejecución
o después de terminada. Sería, según Corral, una responsabilidad objetiva pero no
absoluta sino derivada de la prueba de la falla o defecto de la construcción y de la
causalidad entre esta falla o defecto y el perjuicio alegado. El propietario primer
vendedor puede repetir en contra de quienes sean responsables de las fallas o defectos
de construcción que hayan dado origen a los daños (proyectistas, constructores. A su
vez éstos pueden ejercer las acciones legales que procedan contra proveedores,
fabricantes y subcontratistas.
Las acciones para hacer efectiva la responsabilidad tienen distintos plazos de
prescripción, ello en función de la falla o defecto constructivo: diez años contados desde
la recepción definitiva si los defectos afectan a la estructura soportante del edificio;
cinco años, contados desde la misma fecha si se trata de fallas en los elementos
constructivos o de cualquier otra falla no calificable como semejante a alguna de las
otras descritas; y tres años contados desde la fecha de la inscripción del inmueble a
nombre del comprador en el Registro del Conservador de Bienes Raíces, si se trata de
fallas que afectan a elementos de terminaciones o acabado de las obras.
Todo ello sin perjuicio de que la víctima pudiera invocar el régimen general de
responsabilidad extracontractual del Código Civil, pues para algunos autores, como
Corral, los plazos que considera la Ley General de Urbanismo y contrucciones son
de garantía y no de prescripción, pero en este caso tendría que probar la existencia de
un delito o cuasidelito, es decir, que el daño fue causado por dolo o culpa de un de los
agentes de la construcción. En ese entendido, se aplicaría la regla general de
prescripción del artículo 2332 del Código Civil que contempla un plazo de cuatro
años desde la perpetración del acto, plazo que según la mayor parte de los autores ha
de empezarse a computar desde que se produce el daño y no desde que se consuma la
conducta dolosa o culposa.
2.3)Daño causado por una cosa que cae o se arroja de la parte superior de un edificio
De acuerdo al inc. 1º del art. 2.328: “el daño causado por una cosa que cae o se arroja de la
parte superior de un edificio, es imputable a todas las personas que habitan la misma parte
del edificio, y la indemnización se dividirá entre todas ellas; a menos que se pruebe que el
hecho se debe a culpa o mala intención de alguna persona exclusivamente, en cuyo caso
será responsable ésta sola”.
La cosa que se arroja o cae del edificio no debe formar parte de éste, estar adherida al
mismo, porque en tal caso estaríamos frente a la ruina de un edificio, de la cual
responde el dueño.
Se hace responsables a todas las personas que habitan la parte del edificio de donde
provino el objeto, salvo que se pruebe la culpa o dolo de una sola de ellas, quien
deberá íntegra la indemnización. En el primer caso hay una nueva excepción a la regla
general del art. 2.317, ya que la indemnización no se debe solidariamente, sino que se
divide entre los que habitan la parte correspondiente del edificio, con la salvedad ya
indicada.
El inc. 2º del precepto otorga acción popular para solicitar la remoción de cualquier
objeto que amenace caída o daño.
38
EXIMENTES DE RESPONSABILIDAD
Las causales de justificación tratándose de la responsabilidad civil actúan sobre el ilícito
eliminando la culpabilidad. Sirven de excusa razonable para el hombre prudente.
1º La ejecución de actos autorizados por el derecho
2º Caso fortuito;
3º Estado de necesidad;
4º El hecho del tercero;
5º La culpa de la víctima;
6º Legítima defensa
2)CASO FORTUITO
Según el art. 45 del Código, “se llama fuerza mayor o caso fortuito el imprevisto a que no
es posible resistir, como un naufragio, un terremoto, un apresamiento de enemigos, los
actos de autoridad ejercidos por un funcionario público, etc.”.
3)ESTADO DE NECESIDAD
El estado de necesidad es aquel en que una persona se ve obligada a ocasionar un daño
a otra para evitar uno mayor a sí misma o a un tercero.
Desde la perspectiva de la culpa, el estado de necesidad opera como causal excluyente
de la responsabilidad en cuanto es propio del hombre prudente optar por un mal
menor para evitar un mal mayor.
Los requisitos para que opere esta causal son:
a)que el peligro que se trata de evitar no tenga su origen en una acción culpable, y
39
El estado de necesidad se diferencia del caso fortuito en que si bien hay un hecho
imprevisto, él no es irresistible; puede resistirse pero a costa de un daño propio.
Nuestra legislación no contempla para efectos civiles esta institución (lo establece
como eximente de responsabilidad penal el Nº 7 del art. 10 del Código Penal), por lo
que para acogerla debe asimilarse a alguna otra situación reglamentada, como la
ausencia de culpa, el caso fortuito, la fuerza mayor, etc.
a)Si la culpa de la víctima ha sido la única causa del daño; en tal caso es evidente que
no hay responsabilidad para el autor del mismo, porque no hay culpa suya,
b)Si existe concurso de culpas, esto es, tanto del que causa los daños como de la
víctima. Tal situación se encuentra prevista en el art. 2.330, que dispone que procede
una rebaja de la indemnización, que los tribunales determinarán soberanamente. En
este caso, la culpa de la víctima sólo afecta la indemnización, pero no la
responsabilidad penal.
c)Víctimas por repercusión: Una vieja cuestión en la materia es la de si la reducción
procede sólo respecto de la reparación solicitada por la víctima a la que es imputable
directamente el comportamiento imprudente, o si también la deben sufrir los que
piden indemnización de los perjuicios morales derivados por repercusión del daño
causado a la víctima imprudente.
Los fallos manifiestan criterios diversos.
40
Así, por una parte se ha dicho que la norma se aplica también a víctimas por repercusión:
respecto del daño moral reclamado por parientes de las víctimas fallecidas, se ha resuelto
que se debe regular la indemnización considerando también “...la exposición imprudente al
daño recibido por parte de los fallecidos” (R.D.J., t. 84, sec. 4ª, p. 166). No sería equitativo
ni racional imponer al demandado la reparación de la totalidad de un daño que no ha
causado sino en parte. Además, de no ser así resultaría que las víctimas indirectas
obtendrían una reparación superior a la que hubiera recibido la víctima directa.
En sentido inverso se ha dicho que si los beneficiados con indemnización del daño moral
no fueron los que se expusieron al daño que reclaman, no procede la reducción, y que su
acción es propia e independiente. La sentencia sostiene que “La disminución de la
indemnización que forzosamente debe hacerse con relación a la víctima imprudente, no
cabe aplicarla respecto de sus progenitores, por no haber sido los causantes de tal
comportamiento, ...” (R.D.J., t. 88, sec. 4ª, p. 141).
En otras ocasiones, los tribunales buscan fundar la reducción en la misma imprudencia de
los parientes que reclaman el daño moral. En un caso de muerte de un infante en un
accidente, si bien la sentencia deja en claro que no procede reducción por parte de la
víctima por su incapacidad, sí se da lugar a la reducción respecto de los padres que al
ausentarse del hogar y dejar solo al niño en un sitio donde se realizaban faenas de
excavación donde ocurrieron los hechos, incurrieron en una manifiesta imprudencia, que
autoriza la reducción de la indemnización pedida (R.D.J., t. 88, sec. 1ª, p. 96).
6)LEGÍTIMA DEFENSA
La legítima defensa opera en derecho civil de modo análogo que en derecho penal. Así,
actúa en legítima defensa quien ocasiona un daño obrando en defensa de su persona o
derechos, a condición que concurran las siguientes circunstancias:
Sin embargo, nunca se discutió que a posteriori la víctima puede renunciar, transigir,
etc., respecto de la indemnización que le corresponde.
Eso sí, hay ciertas situaciones en que no se admiten las cláusulas de irresponsabilidad:
Todo lo cual no es óbice, como se ha dicho, para que una vez producido el hecho ilícito
la víctima renuncie a la indemnización, la componga directamente con el responsable,
transe con él, etc., porque en tales casos no se condona el dolo futuro sino el ya
ocurrido, ni se comercia con la personalidad humana, sino con un efecto pecuniario:
la indemnización, que es netamente patrimonial.
CONCEPTO:
Antaño se solía definir como todo detrimento o menoscabo que sufra una persona en
su patrimonio o en su persona física o moral.
Con el tiempo la noción se ha ido ampliando, siendo difusos sus límites. En este
sentido, en algunas sentencias se le ha conceptualizado como todo menoscabo que
experimente un individuo en su persona y bienes, la pérdida de un beneficio de índole
material o moral, de orden patrimonial o extrapatrimonial” (R.D.J., T. 70, sec. 4ª, p.
68).
amplísima. En este sentido, sostiene que no existe un concepto preciso y que por ende
no existen límites para ir admitiendo nuevos daños, lo que resulta evidente de la
segunda de las definiciones apuntadas.
Es del caso destacar que los códigos civiles de Argentina y de Paraguay definen el
daño en sede extracontractual (arts. 1068 y 1835, respectivamente).
Igualmente en la responsabilidad por el hecho ajeno, como en el caso del padre por sus
hijos menores, la víctima puede demandar al hechor o a aquél, pero no puede exigir a
ambos que cada uno pague el total de la indemnización.
CUMULO DE INDEMNIZACIONES:
Se presenta en este punto el problema del llamado cúmulo de indemnizaciones, esto es,
que la víctima haya obtenido de un tercero ajeno al hecho ilícito una reparación total
o parcial del daño sufrido. Este tercero podrá ser una compañía aseguradora o un
organismo de la Seguridad Social, etc.
La solución más aceptada, es que si tales beneficios tienden a reparar el daño, éste se
extingue, ya no existe, y no puede exigirse nuevamente su reparación.
Pero no sólo hay lugar a la indemnización cuando se vulnera un derecho, sino también
un interés legítimo; así se aceptó en el siguiente caso: el padre ilegítimo, si no es llamado
por testamento, que no era el caso, no es heredero ni tiene derecho a alimentos del hijo
ilegítimo. Este falleció atropellado por un tren, pero como vivía a expensas del hijo, el
padre demandó la indemnización y le fue otorgada.
Se exige sin embargo que el interés sea legítimo, lícito, y por ello la doctrina
rechazaba en general que los concubinos pudieran cobrar indemnización por los
daños personales que les produzca el fallecimiento de su conviviente a causa de un
hecho ilícito.
El profesor Domínguez considera que, tratándose del llamado daño patrimonial, es
preferible seguir la concepción de Von Tour y Carbonnier en orden a entender por tal toda
pérdida de un valor transable, es decir, con valor económico, puesto que todo aquello que
tenga valor para el mercado se puede considerar con valor patrimonial y, por tanto,
integrante del patrimonio. Así, se evita el debate en cuanto a saber si el daño es pérdida de
un derecho subjetivo, o de un interés (siguiendo a Ihering) , o de un simple situación
jurídica, nociones que o bien son demasiado limitante o bien carentes de precisión.
1º)El daño emocional: éste es el concepto original del daño moral, el clásico “pretium
doloris”. La indemnización intenta paliar o compensar hasta donde sea posible el
sufrimiento psíquico que el hecho ilícito ha producido a la víctima.
3º)El perjuicio del gusto de vivir (“préjudice d’ agrément” “loss of amenities of life”), es
uno de los más importantes rubros de las indemnizaciones de daño moral. Se suele definir
como “la privación de las satisfacciones de orden social, mundano y deportivo de las
cuales se beneficia un hombre de la edad y de la cultura de la víctima”, en razón de lo
cual la indemnización debe aumentarse si se prueba que la víctima presenta un daño
superior al medio por haber cultivado con éxito alguna capacidad creativa, un talento
particular, un hobby, etc.
4º)El daño corporal o fisiológico. El daño es corporal cuando afecta la integridad física
y psíquica de una persona natural, y se distingue del daño puramente moral en que no
recae como éste en la pura esfera emotiva o espiritual:
5º)El daño estético: Como una consecuencia del daño corporal ha sido advertida la
necesidad de reparar el daño estético o a la apariencia física, vale decir el dolor que
experimenta el sujeto en su fuero interno al saberse y sentirse negativamente modificado su
aspecto.
Sin perjuicio de lo recién dicho, es posible mencionar varias razones que los autores
nacionales dan para aceptar su procedencia en nuestro ordenamiento:
1º No es efectivo que la indemnización sea siempre reparadora, pues puede también
ser compensadora. En efecto, la indemnización pecuniaria tiende a hacer más
llevadero el dolor.
2º La dificultad de fijar la indemnización y los posibles abusos no pueden servir de
pretexto para negar la compensación, pues también se presentan en los daños
materiales.
3º Porque las disposiciones que establecen la indemnización de perjuicios en materia
extracontractual (arts. 2.314 y 2.329) son amplias y no distinguen, y ordenan
indemnizar todo perjuicio;
4º Porque en un precepto, el art. 2.331, el legislador negó expresamente la
indemnización del daño moral. Si lo dijo expresamente en esta situación el legislador,
quiere decir que en los demás se indemniza el daño moral, pues si no el precepto
estaría de más, y
5º La legislación posterior al Código Civil es confirmatoria en tal sentido, pues
menciona expresamente el daño moral entre los indemnizables: Art. 19, Nº 7, letra i de
la Constitución Política; art. 69 de la Ley 16.744 sobre accidentes del trabajo; art. 40 inc. 2º
de la Ley Nº 19.733 sobre Libertades de Opinión e Información y Ejercicio del Periodismo,
sucesora de la Ley de Abusos de Publicidad; art. 3 letra e) de la Ley Nº 19.496 sobre
protección de los consumidores.
6º La Constitución Política, entre otros derechos, asegura el respeto a la integridad
física y síquica (art. 19 nº 1) y a la intimidad, vida privada y el honor (art. 19 nº 4),
garantizando la protección de los intereses extrapatrimoniales. En este sentido, se
sugiere que la indemnización por daño moral concedida a la víctima constituye una
forma de garantizar tales intereses.
Con lo expuesto, nada de extraño tiene que nuestra jurisprudencia se haya afirmado
en la plena aceptación de la indemnización del daño moral, incluyendo el ámbito de lo
contractual, claro que esto último en un tiempo más reciente y con cierto recelo.
La avaluación del daño moral es una facultad privativa de los tribunales del fondo y
no es susceptible del control de casación (así, R.D.J., t. 95, sec. 1ª, p. 38). Esto estaría
determinado por la naturaleza del daño moral que dificulta su avaluación, pero ello no
implica aceptar que se permita la arbitrariedad, correspondiendo al juez establecer criterios
en base a los valores protegidos por el ordenamiento y la función de la responsabilidad
civil.
En este sentido se destaca que los criterios de avaluación que se suelen emplear son las
consecuencias físicas, psíquicas, sociales o morales que se derivan del daño causado; las
condiciones personales de la víctima; el grado de cercanía o de relación afectiva que el
actor tenía con la víctima; la gravedad de la imprudencia de la conducta del autor que causó
el perjuicio; la situación patrimonial o económica del ofendido y del ofensor; la clase de
derecho o interés extrapatrimonial agredido; la culpabilidad empleada por el ofensor y la
víctima; etc.
En relación al problema que supone o subyace en la avaluación del daño moral es
importante destacar que con fecha 15 de junio de 2012, la Excma. Corte Suprema de
Justicia y la Universidad de Concepción, firmaron un Convenio de Cooperación
Científica y Tecnológica, destinado a elaborar como primera etapa del proyecto, un
Baremo Jurisprudencial Estadístico sobre Indemnización de Daño Moral por Muerte.
En una segunda etapa, se suscribió un nuevo convenio con fecha 25 de septiembre de
2015, incorporándose a la Superintendencia de Seguridad Social para proceder a la
elaboración de un Baremo Jurisprudencial Estadístico sobre Indemnización de Daño
Moral por lesiones derivadas de infortunios laborales, es decir, accidentes del trabajo
y enfermedades profesionales.
Para acceder al mismo: https://baremo.pjud.cl/BAREMOWEB/
Debemos recordar que cuando se trata del daño material, en especial el daño
emergente, la avaluación del daño no resulta tan compleja y se entiende que la
determinación de la indemnización se puede hacer con relativa precisión, pero ello no
ocurre tratándose del daño moral. Desde ya se descarta respecto de la indemnización
por daño moral un carácter propiamente indemnizatorio, sugiriéndose que la función
que ella cumple es otra, siendo para muchos la de satisfacer a la víctima, ayudar a
soportar el daño. En caso alguno se acepta que ella pueda constituir una fuente de
lucro o ganancia para quien la recibe. También habría que descartar el darle una
función punitiva pues ello conlleva un retroceso a la época de las penas privadas. En
este sentido don José Pablo Vergara destaca que los tribunales civiles no están
investidos de un poder que les permita imponer penas, las que por lo demás ni
siquiera estarían predeterminadas ni expresamente establecidas por la ley.
La distinción no cabe hacerla en materia de hechos ilícitos, pues, por las mismas
razones anteriores (arts. 2.314 y 2.329), debe concluirse que se indemnizan tanto los
perjuicios que pudieron preverse como los imprevistos a la época de su comisión.
Si bien se enseña que el art. 1558 es inaplicable en materia delictual o cuasidelictual; se
refiere a las obligaciones contractuales. Sólo en ellas las partes han podido prever los daños
que su incumplimiento podría irrogar, no podemos dejar de considerar lo señalado por el
profesor Enrique Barros, quien precisa que, como parte de la doctrina y
jurisprudencia señala como requisito de la culpa la previsibilidad ello tiene
consecuencias en cuanto a los efectos de la responsabilidad por culpa, pues si sólo
respecto de los daños previsibles ha podido el autor obrar imprudentemente, sólo estos
daños deberán ser objeto de la obligación de indemnizar.
6º DAÑO CONTINGENTE.
Es el que aún no ha ocurrido, pero que fundadamente se teme, y se refiere a él el art. 2.333.
Es del caso destacar que nuestro legislador en este sentido fue visionario dado que, por
ejemplo, Vélez Sársfield rechazó la acción de daño temido. En todo caso, Bello en este
punto siguió la tradición romana en la que se preveía la cautio damni infecti. En todo caso,
por ley 17.711 de 1968 se reformó el Código Civil argentino, acogiendo el criterio romano
seguido por Bello, modificándose el art. 2499 estableciéndose que “quien tema que de un
edificio o de otra cosa derive un daño a sus bienes, puede denunciar eso al juez a fin de que
se adopten las oportunas medidas cautelares.
Es del caso destacar que la aceptación de esta clase de daño no significa por ello que el
dalo contingente deba ser indemnizado, entendiéndose que su reconocimiento es para
efectos de adoptar medidas que tiendan a impedir que se materialice.
Estas precisiones son especialmente pertinentes si se considera el reconocimiento del
derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación (ver título III ley 19.300 (Ley
de Bases del medio ambiente).
EXTENSIÓN DE LA REPARACIÓN
Alessandri, en base a la doctrina sustentada por nuestros Tribunales superiores de
Justicia en orden a que la ley obliga a indemnizar el daño, a reparar el perjuicio causado
por el hecho ilícito, la que debe ser completa, esto es, igual al daño que se produjo, de
modo que permita a la víctima reponer las cosas al estado en que se encontraban a la fecha
del acto ilícito, precisa lo siguiente:
1º El monto de la reparación depende de la extensión del daño y no de la gravedad del
hecho;
53
2º La reparación comprende todo el perjuicio sufrido por la víctima que sea una
consecuencia necesaria y directa del delito o cuasidelito; y
3º El monto de la reparación no puede ser superior ni inferior al daño.
Abeliuk y Alessandri creen que la única manera de que la reparación sea cabal es que
ella considere todas las variaciones ocurridas durante el pleito, y si la manera de
obtenerlo es el pago de intereses desde la demanda, el juez está facultado, dentro de la
relativa libertad que tiene en materia extracontractual, y siempre que ello le haya sido
pedido, para fijarlos. Con todo, determinar el momento a contar del cual deban
aplicarse los reajustes y los intereses ha sido objeto de discusión en la jurisprudencia.
Así, en relación con el daño patrimonial, algunas sentencias se pronuncian por aplicar
reajustes e intereses desde la fecha del ilícito. En otros casos se ha fallado que deben
aplicarse aquí las normas que regulan la mora (art. 1551 del C.C.), y que en
consecuencia, los reajustes e intereses corren sólo desde la presentación o desde la
notificación de la demanda.
Por último, algunos fallos han sostenido que los reajustes e intereses deben considerarse
sólo desde la dictación de la sentencia que impone la obligación de indemnizar, e
incluso desde que ésta queda ejecutoriada.
Por su parte en materia de daño moral, se postula que los reajustes e intereses se
calculan desde la presentación o notificación de la demanda o bien desde la dictación
de la sentencia.
54
En cuanto al concepto de causa, John Stuart Mill, en su obra “Sistema de Lógica Inductiva
y Deductiva” señala que, filosóficamente hablando, es la suma de las condiciones
positivas y negativas tomadas juntas, el total de las contingencias de toda naturaleza
56
que, siendo realizadas, hacen que siga el consiguiente, de toda necesidad. Este
concepto, según el profesor Félix Trigo no puede ser trasladado simplemente al campo
del derecho, disciplina que comporta puntos de vista parciales, y cuando se trata de la
“causa” lo hace escogiendo entre las muchas condiciones necesarias, sólo aquellas que
le interesa destacar especialmente para sus propios fines. Al derecho, en cuanto
ordenamiento de la conducta del hombre en sociedad, le preocupa el acto humano como
fuente productora de daños, y sólo tiene en cuenta las condiciones de orden físico o natural,
en tanto y cuanto puedan modificar o excluir la atribución jurídica de un suceso a una
persona determinada. Se trata de una causalidad jurídica y no puramente material, puesto
que el derecho no es una física de las acciones humanas; razón por la cual es posible
afirmar que según la índole del hecho originario del daño y, especialmente, conforme al
reproche o censura que merezca la conducta en cuestión, será menester dilatar o restringir
aquella relación de causalidad material, para que resulten o no comprendidas en ella tales o
cuales consecuencias del hecho originario. De este ajuste o corrección bajío el prisma de la
justicia del nexo de causalidad material, surge la causalidad jurídica, es decir, la que el
derecho computa a los fines pertinentes de la responsabilidad.
PLURALIDAD DE CAUSAS
La ocurrencia de un daño se debe a menudo a múltiples causas (pluralidad de causas).
Corresponde al juez efectuar una selección entre la serie innumerable de diversos
antecedentes.
En la pluralidad de causas, el daño no se habría producido de no concurrir todas las
causas que lo provocan. Se presenta en variadas circunstancias, como por ejemplo cuando
hay culpa tanto del hechor como de la víctima, o de un tercero, o del acaso; en la
responsabilidad por el hecho ajeno, en que concurren la culpa del hechor y del que lo tiene
a su cuidado; cuando interviene una causa posterior que provoca o agrava el daño.
57
De esta forma resulta necesario “romper” en alguna parte la “cadena” de causalidad porque
de lo contrario, ésta se extendería hasta el infinito.
Para determinar si hay responsabilidad en estos casos, existen principalmente dos
tendencias en la doctrina:
En concreto, el que realiza un hecho ilícito es responsable por todo daño que no se habría
producido si aquel hecho no ocurre. Por lo tanto, si todos son condiciones del daño, todos
son causa del mismo. La causa es, entonces, toda condición sine qua non: eliminada la
causa, la consecuencia desaparece.
Esta doctrina tiene a su favor su sencillez y el favor que otorga a la víctima, pero ha
sido criticada, ya que puede llevar a extremos absurdos, pues una causa insignificante
culpable, entre muchas más determinantes, puede obligar a la indemnización total. Le
58
Tourneau señala que de acuerdo a esta teoría para la determinación del nexo de causalidad
entre el hecho y sus consecuencias mediatas, necesarias para calificarlas directas, la
equivalencia de las condiciones conduce a considerar que permanecen directos y
reparables los daños demasiados alejados del hecho generador y cuyo nexo generador con
éste es puramente hipotético, siendo, esto último, lo que no permite fijar adecuadamente un
límite a la extensión de la responsabilidad.
La principal objeción es de carácter conceptual. La supresión mental hipotética sólo es
eficaz si se ha hecho un juicio previo sobre si el factor suprimido es o no causa del
resultado.
Según esta doctrina la atribución de un daño supone que el hecho del autor sea
generalmente apropiado para producir esas consecuencias dañosas. Si objetivamente
la ocurrencia del daño es una consecuencia verosímil del hecho, entonces se puede dar
por establecida una relación de causa adecuada y habrá lugar a la responsabilidad. La
causa no es adecuada cuando responde a factores intervinientes que resultan casuales, esto
es, objetivamente inverosímiles en la perspectiva de un observador imparcial. Le Tourneau
precisa que este examen opera a posteriori, se trata de remontarse en el tiempo para
preguntarse retrospectivamente si era objetivamente posible pensar que tal hecho
provocaría normalmente este efecto dañino, lo cual, según este autor, por ser algo
totalmente artificial y abstracto, es la gran debilidad de esta teoría, sin perjuicio de
reconocer que la doctrina moderna ha tendido a admitirla, seducida por su apariencia
científica y por la simplicidad de la equivalencia de las condiciones.
En concreto la causalidad está determinada cuando el hecho del demandado es de tal
naturaleza que, normalmente, acarrea el daño que alega la víctima. El criterio de
normalidad está determinado por la previsibilidad según el curso normal de las cosas. De
esta forma, todas las consecuencias remotas que no hayan podido ser previstas como
anormales, según el curso normal de los hechos, no serán consideradas como daños
reparables por falta de relación de causalidad.
CASO A ANALIZAR: Pedro, atacada por Juan lo golpea, quien luego de ser golpeado
huye y al atravesar la calzada es atropellado por José, quien conducía a exceso de
velocidad, razón por la cual no pudo evitar el accidente. Juan es llevado al hospital y
atendido por un médico en estado de ebriedad, quien no lo atiende adecuadamente. Como
consecuencia de lo anterior, Juan fallece.
¿Quién responde de la muerte de Juan?
Si hay responsabilidad de todos ¿en qué grado responde cada uno de ellos?.
Nuestra legislación no tiene una solución directa al problema, sino parciales para
ciertos casos.
Si existen varios responsables por hechos distintos, todos los cuales son antecedentes
necesarios del daño (por ejemplo, el caso del ciclista víctima de un accidente de tránsito
ocasionado por la negligencia concurrente de dos conductores), en principio, a esta
situación no se aplicaría literalmente el art. 2317, pues no se trata de un solo delito o
cuasidelito, sino de hechos ilícitos distintos, que generan responsabilidad
separadamente para sus autores. El art. 2317 no está referido a esta situación y en
60
principio no puede llegarse a ello por analogía por cuanto la solidaridad no se presume,
siendo necesaria que esté expresamente establecida, sin embargo, como el autor de cada
hecho ilícito debe responder de la totalidad del daño, y la víctima en caso alguno
puede obtener una indemnización que exceda el monto de los perjuicios efectivamente
sufridos, es necesario dividir la responsabilidad entre los autores de los diversos
hechos, en proporción a su participación en el daño. Dicho de otra forma, cada uno de
los corresponsables es visto como si hubiera causado la integridad del daño, de allí que
cualquiera de ellos puede ser demandado por el total y el pago efectuado por uno de
ellos es liberatorio para todos. En todo caso, la condena de un responsable de daño a
repararlo, no priva a la víctima del interés de actuar contra los otros responsables del
mismo daño mientras no haya sido íntegramente reparado el daño.
Sin perjuicio de que ya se señaló al tratar el hecho de la víctima (culpa de la víctima) como
causal de exculpación, es conveniente recordar que la regla no soluciona su aplicación a
los causahabientes de la víctima y víctimas por repercusión. Al respecto, es posible
distinguir:
a)Si deducen la acción de responsabilidad como causahabientes (se trata de una acción
que toman tal cual estaba en el patrimonio del causante), es posible oponerles la culpa de
la víctima en la medida que deduzcan la acción de responsabilidad como tales.
b)Si ejercen su propia acción, esto es, la que deduce en base a su propio daño
(víctimas por repercusión o indirectas). En este último supuesto, la jurisprudencia no es
unánime, existiendo casos en que se ha resuelto la no aplicación del art. 2330 y otros
en que se la aplicación de la norma se extiende a las víctimas por repercusión.
relación causal. Pero determinar si esta relación existe, si el daño ha tenido o no por
causa necesaria el hecho ilícito, es una cuestión de derecho susceptible, por tanto, de
ser revisada por la Corte de Casación.
El profesor Domínguez sugiere distinguir dos aspectos: a)el criterio que ha de seguirse
para la determinación de la relación de causalidad y b)la aplicación de dicho criterio a
los hechos. Lo primero sería una cuestión de derecho pues se refiere a la noción misma
de causalidad. Se trata de controlar las condiciones fijadas por la regla legal para tener un
hecho como causa de otro. En cambio, la aplicación de este criterio al caso concreto es
una cuestión de hecho, a menos de haberse incurrido por el tribunal en infracción de
las leyes reguladoras de la prueba.
63