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CONCILIOS (trinitarios)
nec capitur numero). Las personas, concepto del quese hace un uso no
exclusivo (también se emplea la designación neutra plural de tria ista, haec
tria), se distinguen entre sí pero son inseparables en su esencia y en su
actuación.
los conatos más importantes, a nivel de concilio universal, fue el del concilio
II de Lyon. En él se elaboraron dos documentos importantes para la teología
trinitaria: la profesión de fe del emperador Miguel Paleólogo (si bien
redactada ya en 1267 por Clemente IV), leída al término de la cuarta sesión
conciliar (DS 851/3), y la constitución dogmática sobre la procesión del
Espíritu Santo "ex Patre et Filio" (DS 850). La profesión de fe del emperador
tiene dos partes, la primera de las cuales resume las afirmaciones
fundamentales del credo trinitario, en continuidad con las formulaciones de fe
precedentes y la estructura tradicional de los credos. Es llamativo que en el
primer artículo sobre la Triunidad divina se haya recogido exclusivamente la
insistencia occidental en la unidad de sustancia (Dios = divinidad) y haya
desaparecido cualquier referencia a la condición fontal del Padre, acento
propio, si bien no exclusivo, de la tradición oriental. Todo ello en boca de un
emperador de Oriente que quiere estar a bien con el Papa de Roma; si a ello
se añade lo que después se dirá sobre el "Filioque", no extrañará tanto que la
recepción de este concilio en Oriente fuese nula y que el destino de quien
había suscrito tal fórmula de fe resultase tan cruel en su propia casa. En la
doctrina cristológica del artículo segundo se resumen los resultados de las
formulaciones precedentes sobre la filiación divina del Logos, su
consustancialidad, su doble nacimiento, su verdad humana y divina (ni Dios
adoptivo, ni hombre imaginario), su unicidad de persona, su condición
simultánea de pasibilidad (hombre) e impasibilidad (Dios), a lo cual sigue la
relación de los acontecimientos centrales de la vida de Cristo. Finalmente, en
el artículo tercero sobre doctrina pneumatológica, se reconoce su
consustancialidad plena con el Padre y con el Hijo y se profesa
explícitamente la fe en la divinidad del Espíritu Santo (plenum, perfectum,
verumque Deum), expresiones que ponen de manifiesto el camino recorrido
desde las fórmulas estrictamente bíblicas y litúrgicas propias del concilio I de
Constantinopla (381). También se habla de su procedencia "ex Patre
Filioque", pero esta cuestión se halla directamente relacionada con la
constitución dogmática sobre la procesión del Espíritu Santo. Aquí se
condena a los que nieguen que tal procedencia tiene lugar eternamente
(aeternaliter ex Patre et Filio) como a los que afirmen dos principios o dos
espiraciones distintas: la procedencia es "a Patre et Filio tamquam ex uno
principio" (DS 850). Se presenta esta doctrina como compartida comúnmente
por latinos y griegos de manera invariable. Pero al no hacer mención alguna
de las otras posibilidades expresivas conocidas por la tradición oriental, se
está consagrando dogmáticamente como obligatoria para todos lo que es
peculiar de una teología determinada. Nada extraño que el intento de unión
terminase en un fracaso. En rigor hubo una ausencia total de diálogo
doctrinal, los participantes griegos solamente representaban al emperador y
más que un concilio de unión fue una reducción total de los griegos a las
pretensiones de los católicos.
Algo parecido acontece en la bula de unión con los coptos del 4.feb.1442
"Cantare Domino" (ConcOecDecr 567 -582); en este largo documento se
expone, sin embargo, con más detalle la fe trinitaria y se añaden algunas
precisiones dogmáticas importantes. La exposición doctrinal sigue las líneas
ya conocidas de los símbolos tradicionales sobre la unidad de Dios, la
trinidad de personas, las propiedades de cada una, la eternidad e igualdad
de las mismas, la exclusión de las herejías que no distinguen entre las
personas o que introducen desigualdad e inferioridad entre Padre, Hijo y
Espíritu Santo. La unidad de sustancia lleva implícita la presencia o
inherencia recíproca de las tres personas. Y es precisamente a propósito de
esta unidad como termina introduciéndosc en una profesión de fe la última
innovación dogmática en teología trinitaria acontecida hasta hoy día: en Dios
"todo es uno en todo aquello donde no hay oposición de relación" (omnia
sunt unum, ubi non obviat relationis oppositio", DS 1330). La idea en cuanto
tal se hallaba ya incluída en el concepto de relación elaborado por la teología
patrística, pero en esta formulación explícita parece haberla usado por vez
primera Anselmo de Canterbury en el concilio antibizantino de Bari (1098) y
después en su obra contra los griegos sobre la procesión del E. Santo (PL
158, 288C). De hecho, el axioma se había empleado hasta entonces por la
teología escolástica para la defensa apologética del Filioque: si sólo las
relaciones opuestas (paternidad-filiación) se distinguen realmente, entonces
no hay distinción real entre las relaciones no opuestas, e.d., Padre e Hijo no
se distinguen entre sí por ser principico espirativo del Espíritu Santo, sino que
constituyen un único principio del mismo, de ahí que el E. Santo proceda del
Padre y del Hijo. Parece que en su formulación anselmiana originaria el
axioma tenía una finalidad metodológica de regulación lingüística, la de
pensar la antinomia unidad-diversidad en Dios y hacer especulativamente
Estos misterios eran el tema explícito del esquema destinado a ser una
segunda constitución "De fide", propuesto, discutido y reformado, pero no
sometido a la aprobación final (Mansi 53, 170ss, 230ss, 287ss). La Trinidad
divina y el misterio de la encarnación eran, entre otros, objeto de tratamiento
expreso. Y la razón de abordarlos se halla en la relación dejada por el
influyente Kleutgen (Mansi 295ss): eran los errores del tiempo que
cuestionaban el carácter de misterio de la Trinidad (semirracionalismo), que
entendían la unidad divina como unidad cualitativa, dinámica o relacional (no
de naturaleza), que hablaban de tres esencias y cuestionaban la unidad
divina de actuación, o que proponían una forma nueva de nestorianismo por
no identificar al Hijo de Dios con el hombre Jesús ni garantizar la unidad
númerica de persona en él. Kleutgen no menciona ningún nombre concreto,
pero en la intervención de un padre conciliar se habla de Günther y de la
difusión de su doctrina (Mansi194). Sin entrar aquí en la exactitud de atribuir
a Günther todos estos errores, no hay duda de que este transfondo doctrinal
hace comprensibles los acentos propios del esquema propuesto: la Trinidad
como el misterio supremo de todos, la unidad numérica de esencia divina (re
et numero una essentia) con sus implicaciones respectivas, la identidad entre
el Hijo de Dios y el hombre Jesús como garantía irrenunciable de la
redención, (Verbum ipsum passum esse), la unidad numérica de persona
divina en Jesucristo. A propósito de esta última cuestión puede percibirse la
evolución sufrida por un concepto tan importante en teología trinitaria y en
cristologia como el de "persona". Un padre conciliar, al rechazar el error
güntheriano que establecería tantas personas cuantas son las naturalezas
dotadas de entendimiento y voluntad, cree posible hablar de que en
Jesucristo Dios: es consciente de sí y el hombre es consciente de sí y, sin
embargo, "unus sui conscius" (Mansi 199). El debate se prolongará hasta
nuestros días. Basten estas breves referencias como indicio de que el tema
trinitario-cristológico no estuvo ausente del Vaticano I.