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Cuenta el cronista

Achapuri, que en el
año 1702 se desato
una terrible
epidemia de viruela
en el territorio
peruano. En
Huánuco el hijo de
Don Antonio
Pantoja, zapatero
que vivía a la
entrada de la
ciudad enfermo gravemente con la
peste. El zapatero tenía en su taller
una bella imagen de San Sebastián de
quien era devoto, a quien invoco por la
salud de su hijo. Al día siguiente el
enfermo pidió agua para calmar su
sed; en cuanto el zapatero regreso de
la fuente, hallo a su hijo sano y a San
Sebastián cubierto de viruela. Se había
obrado un milagro por su intercesión.

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