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ISBN 978-84-96775-67-1 "¡¡:
depósito legal M-5330-20IO
..."::E
mos remedio). No soy, además, la persona indicada para efectuar convirtieran en dos objetos científicos capaces de rodear el globo,
la defensa que la imaginación histórica merece. dos grandes referencias en el mundo del conocimiento.
Lo cierto es que incluso los hechos más afianzados en la orilla Así, aunque de momento no habremos convencido a nadie
de lo real (yo estuve ahí, a mí me pasó, yo lo presencié, la credibi- (los discursos no suelen mover a los auditorios), vamos cayendo
lidad bien entendida siempre empieza por uno mismo) pertene- sin embargo en algo importante para nuestro estudio, la relación
cen a una mirada retrospectiva. Están descritos, tramados y argu- entre la vista y la imaginación, o dicho para los más escépticos, la
mentados -es decir, presentados históricamente- con el objeto de que existe entre imagen e imaginaciqn. La doble historia que aquí
construir un significado, un relato que dé consistencia a nuestra vamos a contar trabaja esta relación en el dominio de las ciencias
identidad, precisamente, una memoria. naturales en la Edad Moderna, el papel que ambas desempeñaron
¿ Quiere decir esto que hasta los hechos que uno recuerda son a la hora de darle forma a los hechos, configurarlos y universali-
imaginados? En cierto sentido, sí. Pese a que la división interna- zarlos: a la hora de construir conocimiento. Ésta es la historia de
cional del trabajo intelectual suele zanjar el asunto echando la dos grandes cuadrúpedos y de cómo fueron imaginados.
imaginación en brazos de la ficción y las artes, lo cierto -insisti- La visualización de los hechos, su carácter demostrativo,
mos- es que la imaginación participa en todo proceso de repre- sobrepasa con mucho la capacidad persuasiva de los enunciados
sentación y conocimiento. La historia, uno de los más antiguos, teóricos y los razonamientos. De hecho, no es casual que el cré-
echa mano de ella continuamente. Lo hace cuando leemos y acer- dito, la persuasión, la suspensión de la duda o el acceso a la ver-
tamos a visualizar lo que se nos está contando. Y lo hace también dad se vinculen a las facultades sensibles, sea que optemos por el
cuando elaboramos relatos de lugares, hechos, personajes y épo- tacto (como Santo Tomás) o más generalmente por la vista: ver
cas que jamás hemos presenciado y que, si la ciencia-ficción no lo para creer (seeing is believing). La imaginación, la facultad con la que
remedia, jamás presenciaremos. representamos en imágenes las cosas reales o ideales, tiene una
Sin duda, la imaginación debió servirle a Herodoto -el gran función destacada en la elaboración de las evidencias. Aunque no
imitador de Homero- cuando contó las guerras médicas (y cuando siempre fue así, la retórica visual es más eficaz que la palabra
describió pueblos con los que jamás tuvo contacto). De algo le val- escrita o dicha. El poder de las imágenes en nuestro mundo es
dría a Michelet cuando compuso aquella visión estilizada de la Edad incontestable.
Media que tanto perduró. E incluso al propio Carlos Marx, cuando Martin Kernp , quizás el historiador que más ha indagado en
tuvo que darle forma a una cosa que nunca nadie había visto antes, las relaciones entre la ciencia y el arte, dejó constancia de las
las clases sociales. También la emplearon los presocráticos cuando intersecciones que había en el Renacimiento entre los términos
hablaron de los átomos siglos antes del microscopio electrónico o donde se ubicaba la imaginación: invención, fantasía, historia,
los cartesiano s cuando describieron los vórtices y torbellinos de la fábulal• La más compleja y antigua de ellas, fantasía, una palabra
materia, y así seguiríamos con casos de historiadores, científicos y griega equivalente a la palabra latina visión, aludía al grado superior
otros productores de conocimiento que imaginan y hacen ver cosas de la imaginación, en cuanto que -según rezaba la Oratoria de
inéditas, invisibles o simplemente ocultas, cosas de las que no han Quintiliano- inventa o produce hechos o imágenes de forma tan
tenido experiencia ni pueden haber tenido memoria, fenómenos o vívida que parecen estar delante de nuestros ojos. La frontera
entidades que emergen o adquieren forma por el solo hecho de
cambiar de instrumento, pregunta o mirada.
Este ensayo, precisamente, trata de dos animales que fueron Martin Kernp , Behind the picture. Art and evidence in the ltalian Renaissance, New
imaginados antes que vistos, lo que no impidió que ambos se Haven & London: Vale University Press, I997, pp. 237 Yss.
8 El RINOCERONTE Y EL MEGATERIO INTRODUCCiÓN 9
entre imaginación y fantasía siempre fue delicada y problemática. or ejemplo, definió la imaginación como la facultad para com-
En primera instancia, parece claro que la divisoria es la que existe ~inar ideas de modo natural; cuando la asociación era caprichosa,
entre reproducir y producir, entre las propiedades miméticas y era la fantasía la que había actuado. Condillac la colocó en pie de
poéticas de ambas facultades, lo que se traduciría en términos de igualdad con la memoria. Juntas actuaban en las dos operaciones
género con la distancia que hay entre historia y ficción. Sin psíquicas básicas, la reflexión y el análisis, esto es, la capacidad de
embargo, el diccionario dice que la fantasía no sólo sirve para aislar, unir, abstraer, comparar y relacionar ideas. Kant, en fin,
idealizar las cosas reales, sino también para representar de forma también distinguió dos tipos de imaginación, una reproductora,
sensible las cosas ideales. Su concurso resulta imprescindible para otra productora que formaba esquemas e imágenes.
reproducir hechos pasados o lejanos, una afirmación que la acerca a la Sin demasiadas pretensiones, aquí nos limitamos a sostener
imaginación, que tal vez podría servir para la práctica historiográ- una obviedad que, como tantas otras, suele pasarse por alto y que
fica en términos generales, y que sin la menor duda sirve para por lo tanto requiere ser dicha: la importancia de la imaginación
nuestros dos protagonistas, dos animales procedentes de dos como herramienta de conocimiento científico e histórico, un
lugares, a cual más remoto: la otra parte del mundo y un pasado instrumento insustituible para elaborar los hechos y darles forma,
hundido en el abismo del tiempo. para soportar la realidad, esto es, para articularla y trasladarla. Tal
Durante siglos no hubo acuerdo ni un uso reglado del tér- vez y paradójicamente, como quería María Zambrano, «para sus-
mino imaginación. Por descontado, el término figura en las tradi- traerse a la aplastante influencia de los hechos, a la pavorosidad de
ciones de la poética y la filosofía desde la Antigüedad y la Edad lo inmediato» 2.
Media, donde estuvo proverbialmente asociada a las artes y al Tomando la queja de Novalis acerca de la inexistencia de una
conocimiento. El pensamiento escolástico afirmaba que la imagi- fantástica «<si dispusiéramos de una Fantástica como disponemos
nación y la fantasía actuaban en uno de los tres ventrículos del de una Lógica, se habría descubierto el arte de inventar») Gianni
cerebro, el del sentido común Oos otros dos estaban reservados Rodari escribió una Gramática de lafantasía, donde surgió el chispazo
para las facultades racionales del pensamiento y la memoria). Allí que dio origen a este libro, el binomio fantástico, combinar y
las impresiones sensoriales se reunían y eran trabajadas conjunta- poner en juego dos objetos o personajes aparentemente alejados '.
mente por estas dos hermanas gemelas de diferente signo. La En escritura creativa, el ejercicio se emplea para trabajar la imagi-
imaginación producía sueños y construcciones ingeniosas, la fan- nación y generar una historia. Al explorar las relaciones ocultas
tasía realizaba combinaciones libres. En la vispera de los hechos entre dos objetos o personajes distantes, al detener la mirada en
que se cuentan en este libro, un teórico de la arquitectura -Fila- sus perfiles y propiedades, surgen historias imprevistas y revelado-
rete- vinculaba fa n tastica re con pensare, pues «uno de los objetivos ras, relatos que nos dicen mucho de la naturaleza de cada uno de
del artista es investigar y fantasticare cosas nuevas», algo que bien ellos. Visto desde un lugar insospechado, un paisaje familiar
mirado se podría decir del hombre de ciencia, tal y como lo adquiere otro aspecto, otro significado. ¿Extrañamiento? ¿Recon-
entendemos hoy. Bacon consolidó la previsible distribución del textualización? Ponga el lector la palabra con la que se encuentre
trabajo: la imaginación, la razón y la memoria se adjudicaban las más cómodo. ¿Historia comparada o cruzada? Me gusta más la
tareas y los campos donde actuaban preferentemente (la poesía, la idea del binomio fantástico.
filosofía y la historia respectivamente). Nada como repartirse las
áreas de influencia.
2 María Zambrano, La agonía de Europa, Madrid: Mondadori, 1988. p. Ir.
No tuvo demasiado crédito la imaginación para Locke, aun- 3 Gianni Rodar i, Gramática de lafantasía. lntroducción al arte de inventar historias, Bar-
que sí recibió atención desde el empirismo y el sensismo. Hume, celona: Planeta. 2004.
INTRODUCCiÓN 11
10 EL RINOCERONTE Y EL MEGATERIO
Bien mirado, nuestro binomio no es tan fantástico, tan sólo bastante de tradicional. No digamos lo poco novedoso que resulta
algo sorprendente a primera vista. Éste es un ensayo que pretende tramar una historia doble, un género clásico desde las Vidasparale-
reivindicar el papel de la imaginación en la confección de hechos las de plutarco hasta el Richelieuy Olivares de Elliott, por citar dos
científicos e históricos y que lo hace mediante un mecanismo clá- ejemplos ilustres. Pero aquí no tratamos un personaje griego y
sico, la analogía, otro término griego que Aristóteles, el gran otro romano enfrentados a dramas morales y problemas semejan-
defensor de la metáfora, empleaba para referirse a la correspon- tes, ni tampoco un cardenal y un valido cuyas biografías estuvie-
dencia entre las proporciones. La analogía ha sido un procedi- ron dominadas por la gestión del poder en dos monarquías abso-
miento empleado a lo largo de toda la historia de la ciencia. lutas. Nuestro binomio fantástico opone y enlaza a dos grandes
Tenemos la medicina hipocrática, con la búsqueda de elementos cuadrúpedos separados por casi tres siglos y por dos trayectorias
semejantes a las enfermedades; está la tradición neoplatónica, diversas y sin embargo comparables.
enteramente fundada en el pensamiento analógico: la correspon- En uno de los pocos libros que discuten abiertamente la fór-
dencia entre las plantas y las estrellas, el microcosmos y el macro- mula que he escogido para subtitular este ensayo, mo1ología histórica,
cosmos, la equivalencia entre la geometría, la música y las mate- Florike Egmond y Peter Mason señalaban que la debilidad de este
máticas. Pero nos equivocaríamos si pensáramos que el tiempo de tipo de investigación es que los fenómenos comparados pueden
4
la analogía pasó tras el advenimiento de la ciencia moderna, con revelarse dispares, heterogéneos, inconmensurables • ¿Son las
la llegada de la lectura literal (algorítmica, también se la ha lla- afinidades y paralelismos entre el Rinoc~ronte y el Megaterio
mado) del gran libro del mundo. No fue Kepler el último de sus fruto de la imaginación o de la fantasía? Esta es la pregunta: ¿la
súbditos. Huygens, por ejemplo, se sirvió de una feliz analogía convergencia o correspondencia entre las dos historias es razona-
para formular su teoría ondulatoria de la luz, la que estableció ble o caprichosa? ¿Es legitima la analogía? El lector juzgará.
entre la luz y el sonido. Newton dedujo la forma de la tierra Por mi parte, siempre podré alegar que las dos historias se
observando la de Júpiter y ensayando el modelo hipotético de los sostienen por sí mismas. La primera ha de hacerlo, pues una de
esferoides fluidos. Darwin alcanzó a comprender el mecanismo las dificultades narrativas (y por lo tanto estructurales: el conte-
de la selección natural fijándose en cómo se producía artificial- nido es la forma) fue cómo articular la comparación y respetar la
mente entre especies domesticadas. La síntesis de la física de Max- diacronía. Durante la primera parte el segundo caso ni se men-
well nace como una ambiciosa analogía entre los fenómenos ópti- ciona. Es en la segunda parte cuando salta la mirada hacia atrás y se
cos, eléctricos y magnéticos. hacen explícitas ciertas analogías entre ambas historias y, por tanto,
Son muchos quienes han venido a decir, de una u otra cuando cobran sentido algunos de los argumentos del primer epi-
manera, que la ciencia consiste en la búsqueda de relaciones entre sodio y se entiende la dimensión o el relieve que alcanzaron.
fenómenos o disciplinas aparentemente dispares. Unos hablaron Ambas historias tienen entidad propia y suficiente, pero colo-
de las semejanzas ocultas, a la manera de un Paracelso , otros de la cadas una detrás de la otra ofrecen un juego inédito, pues des-
unidad en la diversidad, al modo de un Humboldt, el fundador pliegan en su diversidad puntos comunes, incluso problemas
de la biogeografía. Hasta Peter Galison nos ha presentado a Eins- semejantes resueltos de manera diversa, lo que se presta al con-
te in como alguien que supo extrapolar los problemas de las redes traste y a la comparación. La primera historia ha dado hasta para
de telégrafos y la sincronización de los relojes ferroviarios para
concebir la teoría de la relatividad.
De manera que emplear la analogía para encarar un problema 4 Florike Egmond y Peter Mason, 7heMammoth and the Mouse. Microhistory and
de conocimiento tiene poco de imaginativo, nada de fantástico y Morphology. Baltimore: Johns Hopkins University. 1997. p. 39·
12 EL RINOCERONTE Y EL MEGATERIO INTRODUCCION 13
una novela (no es para menos5); pero, como dijo Rodari, «no al nos de mis colegas pensarán que me he pasado al Hare Kris-
basta un polo eléctrico para provocar una chispa: se necesitan h!::). En mi descargo diré que el juego de analogías que pro-
dos». Lo que afirmaba sobre la palabra, podemos aplicarlo a pongo no es evidente, pero tampoco absurdo. Se t.r~tab~ de ~elec-
nuestros dos protagonistas: uno aislado sólo actúa cuando se topa cionar y definir qué podía ser comparado, de prIvIlegIar CIertos
8
con el segundo que lo provoca, que le obliga a salir de los caminos modelos y configuraciones y dejar de lado los contextos , o por
gastados del hábito y a descubrir nuevas capacidades de significar. decirlo mejor, de relegar todo aquello que dificultaba la percep-
En efecto, «no hay vida donde no hay lucha» 6. ción de la semejanza en la distancia.
Es la combinación de la semejanza y la variación, observada en Las hipótesis más arriesgadas son las más creativas, pero como
dos casos que sucesivamente se van mostrando divergentes, simi- ocurre con el trabajo del arte y la ciencia sobre la naturaleza, el
lares, inversos. Como es obvio, no quiero adelantar aconteci- historiador suele buscar un parecido razonable entre lo que
mientos, ni desvelar enteramente la trama del relato. Diré tan cuenta y el pasado. La historia como ejercicio intelectual no copia
sólo que la doble historia de estos grandes cuadrúpedos y sus res- sino que ensancha la realidad. No la transcribe, la recrea. Pero ni
pectivas imágenes tiene algo de simétrica y especular. El primer debe ni puede deformar las cosas hasta el punto de hacerlas irre-
caso arranca en los albores de la Revolución Científica, el conocibles, absurdas o simplemente increíbles. Cualquier histo-
segundo cuando se cierra. Mi principal foco de atención ha sido riador de la ciencia saltaría en este punto para afirmar que lo
cómo llegaron a conocerse las cosas en el pasado. Soy un historia- verosímil, lo lógico y lo creíble son categorías históricas depen-
dor de la ciencia preocupado por los modos de producción de dientes del contexto y del régimen de creencias y verdades com-
conocimiento. partidas por los autores y los lectores de un texto histórico o cien-
¿Por qué un ens~o de mo1ología histórica? Primero, porque un tífico. Cualquiera que no lo sea dirá simplemente que el pacto de
ens~o de anatomía comparada (otra fórmula que barajé seriamente) confianza que se establece entre quien cuenta una historia y quien
hubiera provocado que el libro fuera catalogado erróneamente en la escucha tiene que ver con el sentido común y con la fiabilidad
las bibliotecas. Pero sobre todo porque la principal analogía que que transmite una voz.
lo alimenta guarda relación con las formas de ambos animales y a ¿Cómo elegí este tema y cómo fue creciendo? Hay muchas
lo que van asociadas, la dialéctica entre las imágenes y las palabras, formas racionales de contestar esta pregunta y los historiadores,
esa prolongada lucha que ha dominado la historia de la cultura, además, llegamos a ser francamente ocurrentes (imaginativos)
c.omo resumió Mitchell, la pugna entre signos pictóricos y signos cuando damos sentido a las trayectorias ajenas, no digamos a las
lmgüísticos que reclaman la propiedad y el acceso exclusivo a la propias. Una muy socorrida (y algo pretericiosa) sería decir que
naturaleza7•
soy un historiador cultural de la ciencia que ha trabajado la rela-
La búsqueda de isomorfismos entre las dos historias contrae el ción entre ciencia y política primero, entre ciencia y literatura
riesgo de las analogías remotas, tal y como las llama la sinéctica, una después, y que acabé finalmente metido en un asunto cuyo núcleo
técnica que trabaja la creatividad y que pondera la similitud de los era la relación entre la ciencia y el arte. Otra sería constatar que
procesos de invención en el arte y la ciencia (en estos momentos he trasladado mi interés desde los viajeros y los desplazamientos
de personas, prácticas e ideas científicas hacia la circulación de
5 Lawrence Norfolk, El rinoceronte del Papa, Barcelona: Anagrama, 1998. objetos y sujetos no humanos.
6 Rodari (2004), p. 21.
7 W.J.T. Mitchell, Iconology: Image, Text, Ideology, Chicago University Press,
1986, p.43.
8 Egmond y Mason (1997), p. 33.
14 EL RINOCERONTE Y EL MEGATERIO
INTRODUCCiÓN 15
Pero lo más sencillo sería reconocer que lo que comenzó iales del CSIC donde Amalia Zomeño me reclutó
Humanas Y Soc '_ .
como una charla para un seminario acabó como una obsesión que erlo ante mis colegas y companeros de trabajo.
para expo n .
devoró otros proyectos y me tuvo atrapado durante algunos años. El conocimiento es una tarea colectiva. Pese a su brevedad,
Cuando mis amigos me preguntaban en qué tema estaba (en reali-
este Iib
1 r
o se ha beneficiado del consejo,
J
la nota erudita y la con-
dad dónde vives) y contaba mi extravagante analogía entre el Rinoce-
versación inteligente con más gente de la que puedo recordar.
ronte y el Megaterio, alguno se sonreía y al cabo de los meses me Felipe Pereda y J esusa Vega son historiadores del arte que tien~n
volvía a preguntar: «¿Qué tal tus dromedarios?» Normal. Algún mucho que ofrecer a cualquier historiador de la cultura. JulIo
otro, más empático, me regalaba una postal o un imán con el Pardos sabe de casi todo y le gusta compartirlo. Nuria Valverde,
rinoceronte. También hubo quienes hicieron suyas mis preocu- Rafa Valladares, Leoncio López Ocón, Javier Moscoso, Antonio
paciones y me ayudaron a pensar el problema y me dieron infor- Lafuente, Noemi de Haro, Fernando Rodríguez Mediano, Mer-
mación. Una tarde en la Casa de América, tras una conferencia, cedes García Arenal, Paco Pelayo, Alicia Jiménez y José Ramón
tomando un café, Fernando Bouza me aconsejó el libro que antes Marcaida han sido algunos de mis compañeros siempre dispues-
mencionaba y cuyo título remitía a otra extraña pareja, The Mam- tos a la pregunta, el diálogo y la discusión. Irina Podgorny yJames
9
mouth &: the Mouse • Dio en el clavo. Aunque la reflexión de Egmond Delbourgo me ayudaron desde las dos Américas;]avier Igea desde
y Mason sobre microhistoria y morfología sobrepasa a este ensayo, Alemania y con el alemán. Simon Schaffer, Lissa Roberts y Kapil
y aunque su filiación con Ginzburg y el estructuralismo rebasa Raj enriquecieron mi concepción de la actividad científica en el
mis propósitos, en un congreso reciente organizado por otro his- pasado. En la Calcografía Nacional Clemente Barrena me ofreció
toriador de la ciencia, colega y amigo, Pepe Pardo, acabé cono- su opinión sobre ciertas estampas. Pedro Sánchez me prestó cien-
ciendo a Peter Mason y afirmando mi creencia en las afinidades tos de fotocopias de material procedente del Museo de Ciencias
no sólo morfológicas, sino también electivas.
Naturales de Madrid. Allí, en la residencia del Megaterio, Isabel
Susana Gómez me invító a un seminario en la UCM donde Morón me ayudó con las imágenes y los libros, Begoña Sánchez
hablé .la primer~ vez de todo este asunto. El tema fue creciendo y Chillón con los huesos y Carmen Velasco con todo. Isabel Soler
lo he Ido exponIendo y ensayando, es decir, confrontando ante leyó la primera parte del manuscrito y lo aposti lló como sólo
diversos públicos en algunos espacios académicos: en Lisboa, puede hacerlo una buena amiga y mejor historiadora. Roberto
d.onde ~i,ago Saraiva me invító a participar en un congreso sobre García Infanzón me ayudó con las imágenes.
cIrculaclO.n del conocimiento y me pude beneficiar de algunos Luego están quienes te ayudan sólo desde sus escritos y trabajos.
comentarIOS de Norton Wise y Davíd Edgerton; en Florencia, He procurado reflejar en las notas la información e ideas de otros
donde Bartolomé Yun quiso que lo expusiera ante sus alumnos en autores, pero me parece justo mencionar aquí mi deuda con el
el Instituto Europeo y donde conocí a Diogo Ramada Curto; en el bello libro de Clarke sobre el rinoceronte, el antiguo y lúcido tra-
propio Museo Nacional de Ciencias Naturales, a la sombra del bajo de Ivins sobre el grabado y la comunicación visual, las inves-
~egaterio, donde un chico de diez años me preguntó cuántos tigaciones de López Piñero sobre el Megaterio y principalmente
ejemplares se habían encontrado en el mundo y por qué murieron; con el monumental Bursting the limits oftime de Martin S.J. Rudwick,
en un curso de verano en Piedrahita organizado por Fernando a quien pude ver hace años impartiendo algunas de las Tarner
Rodríguez de la Flor; finalmente, en el propio Centro de Ciencias Lectures en el Trinity College, Cambridge, las conferencias que
están en el origen de dicho libro, precisamente.
Pese a trabajar para Marcial Pons Historia, siempre quise
9 Egmond y Mason (1997).
publicar este ensayo en Abada por razones isomórficas que saltan
r6 EL RINOCERONTE Y EL MEGATERIO
cuando el h . ,eJos en
49 onzonte esta des' Ur¡
nubes» . Con toda lógica los h d 1 peJado d
, uesos e gran verteb e
pertaban un sentimiento análogo al que prod '1 rado des_
" d ucia a co t y vuestros huesos reverdecerán como la hierba
CIO~ e unas montañas, un precipicio, unas ruinas o u: e1l1pla_
teno. Frente a ellos se desplegaba un abi '1' ce1l1er¡_
'd d . ismo SI encI ISAÍAS96,9:14
monstruOSI a mdecible, en efecto. Aunque n di t daví oso, una
II a le o avia y m
egara a conocer o a intentar calcular la edad d 1 _ enos Bru
d . d e extrano e d'
sus a rnrra ores sintieron desde el pr'incí . 1 di . a aver,
ífi pIO a Istancla t
~I ica que se abría, el vértigo que producía aso m 1 an,mag_
trempo , arse a vaclO del
ib e natur ,uno de esos espacios que Pero volvamos a la pregunta básica: ¿De quién eran aquellos hue-
se I an a transrorma 1 .
r en panteones arcos desde los que difundir
una b uena nueva. 80S? ¿Quién era el misterioso cuadrúpedo que se elevaba sobre el
pedestal del Real Gabinete? Si nos ceñimos a lo que se sabía enton-
ces, habremos de reconocer que se trataba de un animal imposible,
difícil de componer e imaginar. A la altura de I789, cuando se
estaba montando, no resultaba sencillo verlo ni hacerlo visible.
Aquellos restos eran los huesos fosilj¡:ados de un monstruo, una definición
que recoge las tres únicas certezas con las que se contaba.
En primer lugar, se trataba de un cadáver gigantesco y quimérico,
Un Ser monstruoso, como hemos visto. Su gran tamaño y morfología
híbrida despertaban curiosidad, admiración e incluso ese cierto
~Spasmo que recorre los 'nervios ante lo extraordinario y lo
Incomprensible. Era un ser prodigioso digno de ser exhibido en
Un gabinete como el madrileño, a mitad de camino entre la anti-
gua cámara de maravillas y el moderno museo de historia natural.
~n segundo término, también estaba claro que se trataba de un
[os,l, es decir, un producto orgánico petrificado, una huella o un
Vest' .
Iglo de la naturaleza, un resto paleontológico. De ello nos
49 Garriga (1796), pp. X-XI. ~~uparemos en el siguiente capítulo. Pero también y de manera
len prosaica, de lo que no había la menor duda es que se trataba
11. UN EXTRAÑO CADÁVER HUESOS 157
de un conjunto de huesos o, como dijeron algunos de los r a tomar vida o forma. Era un esqueleto sin carne, ni piel, ni
. d h' . P Ota_ d ara
gonlstas e esta istor ia, «una vasta mole de huesos» «u discurso, en efecto, una monstruosidad indecible2; un animal sin atri-
, n COn
junto de huesos inconexos» l. -
butaS, un ser innombrable, apenas «un conjunto de huesos
A diferencia del rinoceronte de Durero inseparable de 'nconexos» .
. ' su Piel
hasta tal punto. que dicho rasgo designa el orden al que pertenece 1 Otto Brunfels, uno de los grandes botánicos del siglo XVI,
(el de los paqwdermos), nuestro segundo individuo se red . decía de las nuevas especies botánicas no incluidas entre las seis-
UClaa
unos meros huesos. Uno tenía aquello de lo que carecía el ot y cientas descritas por Dioscórides que eran herbae nutae, esto es,
ro.
viceversa. El gran vertebrado ungulado había llegado a Lisboa hierbas desnudas. Exactamente eso eran los huesos del cuadr ú-
envue~to, incluso podría decirse protegido, oculto por su pode- edo rioplatense: unos huesos famélicos, lavados de leyendas y
rosa p iel , esa coraza metálica o escamada con residuos o adheren- ~elatos. Como las plantas no descritas por los antiguos o la fauna
cias de reptil que será inmortalizada por el maestro alemán. del Nuevo Mundo en el siglo XVI, estos huesos eran completa-
Pero no sólo tenía piel. También tenía un nombre, conocido mente imprevistos, estaban sin catalogar. Eran unos huesos des-
por todos: rinoceronte. De hecho, antes de que llegara a Lisboa tan nudos, mudos o silenciosos. Estaban petrificados por el tiempo.
sólo era eso: nombre, verbo, predicado. De él se sabían cosas No tenían palabras, carne, ni piel. Tampoco historia. Por no
inventadas o legendarias unas, ciertas y verosímiles otras. Estra- tener, no tenían ni nombre. Carecían de identidad.
bón y Plinio lo habían descrito. Sus formas, sus costumbres o su Aquella bestia precisaba un nombre y un lugar en el cuadro de
riva~idad con ~l elefante lo habían prefigurado, de modo que la historia natural. Su extraña anatomía y sus dimensiones difi-
hablan derer'm iriado tanto su destino (el combate en el Terreiro cultaban su identificación y clasificación. El caso suponía un reto
do P~s:o, su viaje a Roma) como su propia apariencia, una vez que para la nomenclatura y la taxonomía, las dos herramientas clásicas de la
fue VIstO, retratado y reproducido mecánicamente bajo el peso de historia natural. En Madrid un disecador, esto es, un taxider-
~a autoridad y el texto escrito. Las palabras habían precedido a su mista, se había encargado de reconstruirlo y montarlo. La cerca-
Imagen, habían dado forma al animal, lo habían configurado. En nía entre taxonomía y taxidermia resulta esclarecedora (Tá~l';= orde-
la xilografía de Durero, como recordará el lector, la leyenda pre- nación, colocación, arreglo). El problema de su identidad
sidía la imagen.
guardaba relación con el orden y la ubicación. Para ponerlo en su
Por el contrario, nuestro segundo animal carecía de palabras sitio y colocarle una piel, para asignarle un nombre y un lugar en
y predicados. No tenía historia. Nunca nadie lo había descrito. el reino animal, lo primero era montarlo, ensamblar y conectar
Se sabía poco de su aspecto, tan sólo lo que apuntaban sus huesos precisamente ese conjunto de huesos inconexos.
discordantes, la paradójica oposición entre su dentición y sus Así que antes de que fuera bautizado y descrito, antes de que
garras. Pero menos aún se sabía de sus usos y costumbres. Carecía fuera colocado en su respectivo nicho zoológico, había que arre-
de narrativa, leyenda o fábula que lo precediera, algo que le ayu- glarlo y darle forma. Primero había que darle una imagen, es
decir, imaginarIo. Todo lo imperfecto que se quiera, el montaje de
Juan Bautista Bru constituyó un trabajo imprescindible en esta
La primera expresión es de Juan Bautista Bru (Garriga, Descripción de un
dirección, un acto que permitió que adquiriese forma y se desen-
esqueleto, p. 1); la segunda se la atribuye López Piñero a Carlos Gimbernat
cadenara el proceso de conocimiento que finalizó con su identi-
(1768-1834), geólogo, mineralogista y vicedirector del Real Gabinete
(cit. en José María López Piñero y Thomas Glick, El Megaterio de Bruy el pre- ficación y la resolución del enigma.
sldenteJe.lferson. Una relación insospechada en los albores de la paleontología Valencia:
CSIC, 1993, p. 50). '
2 Garriga (1796), p. n.
HUESOS 159
11. UN EXTRAÑO CADÁVER
Antes dijimos que el disecador cortó, serró y limó a su anto' ANDREAB veSALU BRVXELLENSIS
JO. 164
PORIS OSSIVM CAE
Añadamos en su descargo que era la primera vez que se hacía al o BVMANI COR~
8TINI!NT 1>.AR.TIBP8
7'l!.Jt.I8 QYAS 8Y.
semejante en un museo en toda la historia. Antes que los mamu~ & SBDli POSJ.TORVM EX
s, ¡,IBERORVM, SVA'Q..VB
los mastodontes y los dinosaurios, el primer animal extinto Úlc1'e 4e1rnc4tiO.
II
VIVITVRIN
Es interesante repasar algunos de los papeles desempeñados por los GENIO,
huesos en el curso de la medicina y la historia natural en la Edad e Al!. T l!.R A M oR
TIS l!.Jt.pNT.
Moderna, así como algunos episodios en la historia de su repre-
sentación visual. Andrea Vesalio (r514-1564), el gran impulsor de
la anatomía y la disección en el Renacimiento, había dignificado su
estudio. Hasta entonces los huesos no interesaban mucho a los
médicos. En las universidades los profesores dejaban su estudio
para el final. El conocimiento de los huesos era tenido como algo
menor, prosaico, mundano. Pero Vesalio tuvo la osadía de dedi-
carles el primer libro de su famoso tratado, De Humani Corpori Fabrica
(r543)· Para Vesalio los huesos representaban la estructura del edi-
ficio humano [FIGURA 20]. Los huesos -venía a decir- eran la parte
Figura 20. Vesalio. De Humani Corpari Fabrica (1543).
más dura, la más seca, la más terrenal y la más fría del organismo.
HUESOS
161
160 11. UN EXTRAÑO CADÁVER
5 Sobre Hooke, dos títulos recientes y casi con el mismo título: J. Bennett,
M. Cooper, M. Hunter y L. Jardine, London's Leonardo. The life and Work of
Robert Hooke, Oxford: Oxford University Press, 2003; Allan Chapman, Figura 22. William Cheselden, Osteographia or the Anatomy of Bones (1733).
England's Leonardo. Robert. Hooke (1635 -1703) and the art of experiment in Restoration
England, Bristol: IOP, 2005.
6 Robert Hooke (ed. de Carlos Sol ís) , Micrografta o algunas descripciones fisiológicas
de los cuerpos diminutos reali<Pdas mediante cristales de aumento con observaciones y disquisi-
ciones sobre ellas, Madrid: Alfaguara, 1989, p. 125.
HUESOS 165
11. UN EXTRAÑO CADÁVER
HUESOS
r69
del siglo XVIII, el de Alexander Monro (759) 1 .
, d " ' en e que SIgu' .
apoyan ose el h ijo para sus lecciones de anatomI'a a t ti io í
Así que algunas de las mejores ilustraciones de osteología zoo-
h b' r IS Ica F
muy a ítual que las láminas y grabados de h . Ue lógica (no muy numerosas en todo caso) procedieron de este
di . uesos pasaran d
unas e icro nes a otras, como las de Albi rili d e campo, cultivado por una minoría de eruditos en el último tercio
d n us, u 1 Iza as en el t
ta o de anatomía artística de Ploos van Amstel (783) 1 ra-. del siglo de las Luces, naturalistas, estudiosos de fósiles o anato-
el de Lavater (r790), traducido al castellano como loY EUlego en mi stas interesados por unos huesos que científicamente tenían dos
tá di' . s ement grandes atractivos: eran extraños (singulares, únicos) e inéditos
~na omlcos, e osteo ogJ,ay m~ol~gíapara el uso de lospintoresy escultores (807)s
n el prologo de este último, el traductor recordaba la necesidad (no se habían representado con anterioridad). Entre ellos, tene-
de los trat~dos de anatomía para los jóvenes estudiantes de bellas rnos el ejemplar de Maastricht (una quimera en toda regla: tenía
artes. La pIntura y la escultura eran «artes imitadoras d 1 rasgos de ballena y cocodrilo) y los restos de grandes cuadrúpedos
rale ». f'., . e a natu-
z~ ,su perreccion consistía en que «las copias resultaran rnu hallados en Siberia y Ohio, atribuidos a elefantes y rinocerontes o
semejantes a los originales»10. y a especies relacionadas con ellos. Aunque volveremos sobre los
En cuanto a las osamentas animales, como es lógico, recibie- problemas que plantearon estos restos, lo importante ahora es
ron mucha menos atención que las humanas. A lo largo de la recordar que la mejor forma de comunicar tales hallazgos, en rea-
Edad Mo~e~na sólo ocuparon un capítulo marginal dentro de los lidad la única forma de difundirlos al margen de las especulaciones
atlas z~ologIcos y,las historias naturales. Excepcionalmente habían e hipótesis que los rodeaban, consistía en representarlos -como
aparecido en algun atlas de osteología humana, como en el citado quería Hooke- con mano sincera y ojo fiel. Es decir, estos huesos,
caso de Cheselden· o 1 b d . como los de nuestro ejemplar del Río Luján, carecían de tradi-
. ' en a o ra e CIertos artistas especializados
en representaCIOnes zoológicas, como George Stubbs el . t d ción, de palabra autorizada sobre la que apoyarse. Pertenecían a
caballos a quien r .' pIn or e unos monstruos indecibles. Eran unos huesos desnudos, testimonios
, . pe tene~~ una de las pr-imer-as representaciones
ost:ol~grcas de un equino . Pero su estudio sistemático no se ro- indescifrables ante los cuales lo primero que debía hacerse -no lo
dujo SInO a partir del desarrollo de la anatomía com d p único, pero sí lo más importante- era reproducirlos con exactitud
di . 1" . " para a, una
f,~S~tPma InCIpIente que se estaba sirviendo del estudio de restos y ponerlos en circulación, lo que fue posible gracias al intercambio
d~~I~o d~ g.r,andes v~rtebrados.y que a partir del caso del esqueleto a distancia de dibujos, una práctica asociada a la correspondencia
uJan, precIsamente, Iba a experimentar un vuel . epistolar entre los hombres de ciencia, y al grabado calcográfico, la
derabl P co corisi-
. . e. or uno de esos extraños vericueto s de la historia de la forma de fijar y hacer circular los mismos hechos entre la comuni-
c(dlencI~,l~ osteología zoológica y la paleontología de vertebrados dad científica alrededor del globo. Los huesos, como muchos otros
os té.rrni n os mod 1 productos naturales, máquinas, procedimientos o instrucciones,
. ernos que emp eamos para designar áreas aún
SIn espacio ni nombre a finales del siglo XVIII) se íb 1 se hacían portátiles y replicables -adquirían universalidad- gracias
1 . d 1 an a co ocar en
e oJo e h.ura~án, en el centro de una de las mayores renovacio- a la intensificación del intercambio epistolar, pero sobre todo gra-
nes de las crericras de la vida desde los dí'as de L . cias al perfeccionamiento de la calcografía y al auge de las publica-
ucrecio ,
ciones periódicas y la industria editorial. Si el mundo moderno
!II
del cercano Hospital General. Pese a especializarse en dibujo ana-
tómico, Bru había fracasado en su aspiración de ser admitido
Todo lo cual ayuda a ver y entender mejor las imágenes de nues_
como académico de San Fernando'3. Los estudios en esta materia,
tro esqueleto. Por una parte, a falta de una tradición PI'Ct' .
. OTlca en todo caso, tardaron en consolidarse y para finales de siglo esta-
a~tonoma, las osamentas animales iban a heredar ciertas conven_
ban en franca decadencia. La Academia de Bellas Artes, como el
cro n es de las representaciones características de la osteología
Real Gabinete, en realidad como tantas otras instituciones docen-
humana. Por otra, encuadrados como curiosidades y piezas habi-
tes y científicas españolas, encaraba los años tumultuosos de la
tuales en gabíoeres y museos, también recibieron un tratamiento
Revolución y la guerra con un bagaje desigual. Eran demasiado
formal semeJa~·lte al de otros fósiles y productos naturales, graba-
jóvenes, precisaban lo que toda institución requie~e.: tradición
dos y estandanzados en esos catálogos de la Ilustración goberna-
académica, un par de generaciones de personal cualifícado , bue-
dos por la simetría y la búsqueda de regularidades entre las formas
nas prácticas y apoyo financiero, esa suma de requisitos tan fértil
de la naturaleza. La representación de huesos animales tenía
como escasa en nuestra historia.
pues, alg~ de ~st.eología humana y por consiguiente algo de tra~
o obstante, las técnicas de estampacióri y en particular la cal-
tado a~q~ltectomco, de atlas anatómico y de vanitas, pero también
cografía (el aguafuerte, el grabado a buril y el lenguaje que se
d~ cunOSldad de gabinete, es decir, de naturaleza muerta geome-
obtenía con la suma de ambas técnicas, la talla dulce) pudieron
t~lzada por esa mirada característica de la Ilustración que sistema-
asentarse en España gracias a la Academia, donde comenzaron a
tizaba y convertía en objeto todo lo que tocaba.
adquirir la misma dignidad que el resto de las artes plásticas'". En
~os dibujos y grabados en cuestión -como dijimos- fueron
1789, el año en que se estaba montando el esqueleto (el mismo en
reah.zados por Juan Bautista Bru, disecador y pintor del Real
que se estaban empezando a desmontar la Monarquía y todo el
Gab~nete de Historia atural, y Manuel Navarro, un grabador
cuerpo político del Antiguo Régimen en el país vecino), se creó la
asociado a la Academia de Bellas Artes de San Fernando institu-
Calcografía acional, anexa a la Imprenta Real, con el objeto de
ci~~ ~ndada en 1752 y que -como recordará el lector- c~mpartía
ejecutar los encargos de las distintas secretarías. En este nuevo
e~lflcl~ con el gabinete, el lugar donde ahora se alojaba nuestro
establecimiento se imprimieron láminas para ilustrar la Guía de
mlstenoso ejemplar.
Forasteros, los Retratos de los españoles ilustres o Las vistas de los puertos de mar,
A finales de la década de 1760, por iniciativa de Felipe de Cas-
obras todas cuya estampación y difusión sirvieron para estandari-
tro y Rafael Mengs, se habían creado tres nuevas cátedras en dicha
zar las imágenes de lugares, personajes y reyes que constituían la
academia: una de geometría, otra de perspectiva y la tercera de
iconografía nacional. También allí se estamparon los vales reales.
anat.omía, desde 1768 ocupada por Agustín Navarro, médico y a
De hecho fue éste el principal cometido del establecimiento'5. El
partir de entonces «profesor de cirugía y anatomía» en la Acade-
grabado se ponía así al servicio de la emisión de deuda pública del
mia de Bellas Artes'2. Allí había recibido enseñanzas Bru antes de
ser nombrado disecador del gabinete. Había aprendido a dibujar
l~s.huesos, el cráneo y la musculatura del ser humano, unos ejer-
13 Jbidem, p. 232 Yss. .
CICIOSque los alumnos practicaban frente a cadáveres procedentes 14 Véase]. Carrete Parrondo, F. Checa y V. Bozal, Elgrabado en España. SiglosXV-
XVIII, Summa Arlis, T. 31, Madrid: Espasa, 2001;]uan Carrete Parrondo, El
grabado a buril en la España ilustrada: Manuel Salvador Carmona, Madrid: Fábrica
12 Nacional de Moneda y Timbre, 1989. .
Felipe J e rez , Los artistas valencianos de la J/ustracióny el grabado biolágicoy médico
1 15 Antonio Gallego, Catálogo de los dibujos de la Calcografía Nacional, Madrtd. Real
1759- 814-, Valencia: Ayuntamiento de Valencia, 1996, p. 4I8 Yss. '
Academia de Bellas Artes de San Fernando, 1978, p. 5.
11. UN EXTRAÑO CADÁVER
HUESOS
173
lIc.I.
A finales de 1795 Roume se encontraba en Madrid negociando en ninguna otra parte del mundo) iban a permitirle hacer un tra-
los términos de la cesión de Santo Domingo a Francia. Conocía bajo que no hubiera podido llevar a cabo en ningún otro lugar. A
bien los asuntos de! Caribe, de hecho era natural de la Isla de rincipios de 1796 Cuvier acababa de obtener e! puesto de
Granada. También era aficionado a las ciencias naturales, así que ~uplente de un profesor de anatomía animal, el venerable Mer-
visitó e! Real Gabinete y se debió quedar prendado de! majestuoso trud. El Museo entonces estaba dominado por figuras como Louis
esqueleto, puesto que obtuvo unas copias de los grabados de Bru y Jean Marie Daubenton (1716-1800), su director, médico, anato-
Navarro y los envió al recién creado Instituto de Francia en París mista y gran estudioso de los vertebrados, estrecho colaborador del
donde e! joven Cuvier resolvió e! misterio de su identidad y l~ gran Buffon, que había muerto antes de que cayera l~ Bastilla.
bautizó con un golpe de ¿cómo llamarlo? ¿Lucidez? ¿Maestría? Cuando los dibujos de nuestro esqueleto llegaron a París, en esos
¿Ingenio? ¿Método? ¿Rigor científico? ¿Imaginación? primeros meses de 1796, Cuvier era un completo d~sc~nocido .en
De todo un poco. Y fortuna, la de estar en e! lugar indicado. el Museo, e! último en llegar. Ni siquiera era e! mas Jove?, III e!
Cuvier tenía apenas ventiséis años. Había nacido en Montbéliard más prometedor, un puesto que ocupaba e! brillante Etienne
en e! condado de Württemberg, de forma que era francófon~ Geoffroy Saint-Hilaire (1772-1844), con quien pronto iba a cola-
pero germano-francés y completamente bilingüe (más tarde llegó borar y más tarde a polemizar, ya entonces catedrático de zoología.
El Instituto Nacional de Ciencias y Artes, a su vez, era el pro-
a ser un gran políglota). Hijo de una familia protestante y asen-
tada' había estudiado la carrera administrativa en la Academia ducto genuino de la Revolución. Lo había fundado e! Directorio
Carolina de Stuttgart, aunque su pasión desde niño había sido la tan sólo unos meses atrás, en octubre de 1795, poco antes de que
historia natural. Durante los años más turbios de la Revolución Roume visitara Madrid. El Instituto quería reagrupar las funcio-
había vivido en la costa de Normandía, donde había estudiado nes de las antiguas academias reales (de ciencias, inscripciones y
fósiles marinos a su antojo mientras se ganaba la vida como pre- bellas letras, pintura y escultura, etc.), suprimidas todas por la
ceptor de una familia noble. Acabado e! Terror, se instaló en Convención en 1793, puesto que constituían -en palabras del
Paris en 1795 y se incorporó primero al Museo de Historia Natu- Abbé Gregoire- «gangrenas de una incurable aristocracia».
ral y al poco al Instituto de Francia, las dos instituciones con las Nacía para reparar los daños sufridos por la cultura y la ciencia
que la República quería liderar la ciencia en los nuevos tiernpos". francesas en esos años convulsos, para relanzarlas y también para
En e! Museo de Historia Natural se fundían e!Jardín y e! Gabi- centralizarlas, legislarlas y hacer de ellas, en definitiva, prácticas al
nete reales, las dos joyas de la corona cuya cabeza había rodado un servicio de! estado. En este contexto, se dividió la actividad en tres
par de años atrás'5. Las magníficas colecciones de animales, pro- áreas, tres clases: la tercera dedicada a las letras y las artes, la
ductos y seres naturales (animales vivos, disecados, restos, esquele- segunda a las ciencias morales y políticas, y la primera a las ciencias
tos y osamentas. en sus depósitos había más huesos de animales que naturales, que recibió e! nombre de «física y matemáticas», lo que
quiere decir que la historia natural, la botánica, la mineralogía, la
anatomía o incluso la química se encontraban ahora en cierta
manera subordinadas a las materias que habían protagonizado la
24 Sobre Cuvier, de quien nos ocupamos con más detalle en el siguiente Revolución Científica, la gran ciencia newtoniana consagrada defi-
capítulo, véase la biografía Dorinda Outram, Ceorges Cuvier: Vocation, Science nitivamente por Laplace. Eran las que se habían practicado en la
and Authori!y in Post-Revolutionary France, London: Palgrave Macmillan, 1984. Academie R?}a/ de Sciences, una de las más antiguas de Europa, la más
25 Sobre el Museo de Historia Natural de París, Emma Spary, Utopia's Carden:
descollante en todo e! siglo XVIII, recientemente abolida y ahora
Frenen Natural History from Old Regime to Revolution, Chicago: University of
Chicago Press, 2000. subsumida en el nuevo Instituto. Cuvier fue adscrito a esta primera
HUESOS
182 11. UN EXTRAÑO CADÁVER
v
En fecha tan temprana como enero de 1789 Carmichael había
visto ya el esqueleto en el Real Gabinete, cuando éste apenas lle-
Al montar los puzles uno intenta colocar las . .
Al . pIezas en van 1 vaba unos meses y lo estaban montando. Fue entonces cuando le
re~. go semejanr- Ocurre Con los hechos sociales os uga_
rn de n , se observa cómo'
í o naturales. Se escribió a j efferson, comentándole detalles sobre lo que le ocu-
encajan unos en otros '1
hay entre ellos. La paleontolog' d b ' que re aciones paba en Madrid (la política de Carlos IV ante la nación ameri-
f: . la e verte rados e di
cana); y en esa misma correspondencia incluyó «una descripción
ascmann-. Y quizás más que a los uzles ' s una Isciplina
verse de una forma recuerd p , ~ue solo pueden resol_ del esqueleto de un animal descubierto recientemente en la Amé-
, a a esos otros Juegos d
en los que sus piezas pueden articularse de dif: e construcción rica española»32, una documentación que incorporaba un
También recuerda a la histo' E d 1 erentes maneras. esquema (un dibujo) y unas notas, seguramente preliminares e
r ia. n to as estas rá ti .
mos Con materiales más f1 ib] . P e icas, traba.¡a- incompletas pero suficientes como para azuzar el interés y la ima-
. ezi es y reversible» d 1
primera vista. e o que parecen a ginación de un personaje comojefferson. Estos dibujos y notas
fueron elaborados por un informante local cuyo nombre Carmi-
El Megaterio tardó en adoptar una form
dicho, adquirió varias Durante b t a estable. O mejor chael silenció: ¿Bru? ¿El cirujano del Hospital del Buen Suceso?
. as antes años b
en los primeros de ésta d bi ' pero so re todo ¿Man uel Navarro ?33
, su segun a iografí .d
rada, su versatilidad fue proverbial M ~a o, su ~l a recupe- Thomasjefferson Ú746-1826) vivía entonces en París. Era el
su imprevista resurrección fue seg~id~e;to ~Cla mIles de años, máximo representante de los Estados Unidos en Francia. Debió
cambios de aspecto yad taci di . e vanas metamorfosis, recibir las noticias y los dibujos en su residencia de los Campos
ap acrories a lstlntos . ,
cos y políticos Esta . programas científí- Elíseos. ¿Y por qué le enviaba Carmichael esta información al
. mos ante un sujeto que co b
se resistía a ser encasillado E t b di ,mo uen moderno, ministro plenipotenciario en París, el padre de la Declaración de
perdidas y a consumí . s a. a ispuesto a recuperar las horas Independencia, ex gobernador de Virginia y futuro presidente de
L' rrur no una, sino varias vidas.
a pnmera de ellas fue u .d los Estados Unidos? jefferson era también un personaje muy
podría decirse T. d ~a Vi a non nata, un intento de vida, apreciado en los salones y los círculos de eruditos y savants del París
. o o comenzo Con la' t .,
mediario pues e h" In ervencíon de otro inter- de las Luces, la gran metrópoli que vivía el apogeo de una cultura
, n esta rsto rra no hub .
ciantes moravos» M h o uno, SIno dos «comer- cortesana que pronto ardería por los cuatro costados. Hombre de
. uc o antes que R .
diplomático también ' oume, otro personaje, talento variado, reformador de la universidad, arquitecto frus-
puesto en circul " ~om~ el, se le había adelantado y había trado, experto en teoría política, brillante abogado y diplomático,
acion Cierta lnformació díb . .
terioso ejemplar d 1 G hi n y unos 1 uJos del mlS- admirador +e n fin- de Bacon, ewton y Locke, jefferson des-
un agente nort e. a mete. Se llamaba William Carmichael, arrolló una más que notable actividad en varias disciplinas de las
eamencano que h bí 1b
su m' " Parr a la co a orado con Franklin en
ISlOn en ar rs durante la Guerra de Inde d .
venía 1 pen e ncra y que
a ser e representante oficial d 1 . .
Estados U id E _ e os Intereses de los nacientes
rn os en spana a t
1795. También er f' ,sun os que manejó entre 1782 a (eds.), «The Megalonyx, the Megatherium and Tomas]efferson lapse of
a a icio nade, a las ciencias naturales31. Memory», Proceedings of/he American Philosophical Socie!>,
, vol 102, n. 5, 20 oct.,
1958, pp. 420-435. Como demostró Boyd y López Piñero y Glick reite-
raron, cuando apareció el Megalonyx en 1796,] efferson no recordaba
31 Para el episodio que llevó al Me a . bien lo que Carmichaelle había comunicado en 1789.
Blanca, véase Lópe Pí _ GI' g( teno a rozar las puertas de la Casa 32 Reproducida y traducida en López Piñero y Glick (1993), pp. 127-131.
z mero y ick 1993) , pp. 72- 8 9; y]uJian P. Boyd e/al.
33 López Piñero y Glick no lo dudan y dan por hecho que se trata de Bru.
190 1/. UN EXTRAÑO CADÁVER
HUESOS 191
ciencias
natur alesé". Supo y escribió de astronomía bors . rle (un ave típica de América del Norte, parecida a un mirlo o
'. . ' anlca, zon 36
etnografIa y agricultura. Era rn i e rn b r-o de la American Phl"lo ,¡.,h.
. 501' Ical un ruiseñor) .
SaCIe!} desde 1780 y llegó presidirla entre 1790 y 1815. Sus Note a Para]efferson, los huesos de la fauna americana estructuraban
the State ofVirginia (r787) fueron una de las historias natural Son
sostenían bastantes cosas. Como el resto de los natur,alistas y en
. , . es ame_
rrcanas mas mfluyentes del periodo. Su afición por la paleontol _ y ecial quienes se habían interesado por los restos oseos en el
gía también le ocupó, si bien de manera intermitente du
o eS~evo Mundo, Jefferson estaba fascinado por los descubrimien-
, rante
muchos años. En París había frecuentado las colecciones 1 ros de un lugar llamado, no en vano, Big Bone Lick, unas maris-
Ga~inete Real, y tenía trato con los mejores naturalistas. Lo h:b;a mas al sur del río Ohio, en Kentucky37. Los primeros hallazgos en
teriido con Buffon, su oponente en la disputa del Nuevo Mundo, este yacimiento se remontaban a 1739, cuando unos soldados
y lo esta.b~ ~eniendo con Daubenton, su sucesor, el hombre que franceses se habían topado con los huesos de un extraño espéci-
Iba a dirIgIr -como hemos visto- el Museo cuando el . men. Parecían los de un elefante, mas pronto empezaron a equi-
. Joven
CUVler llegara a París en 1795. A lo largo de toda su vida, Jeffer- pararse con los que se exhumaron durante las décadas siguientes
son h~zo muc~o por promover y popularizar la ciencia en su país. en varios lugares de Siber ia, los mamuts. En la década de 1760 se
Apoyo, por ejemplo, el Museo de Historia Natural de Filadelfia multiplicaron las exhumaciones en ambos lugares, situados en los
una de las primera empresas a mitad de camino entre el espectá- dos hemisferios, y con ellas el interés y los debates. Pero ¿cómo
culo, la ci~ncia y el arte, el negocio de un visionario -su amigo era posible que hubiera habido elefantes o animales parecidos en
Charles WIlson Peale- que ofrecía cenas en el interior del esque- latitudes tan septentrionales? ¿Unos parientes polares de los
leto de un mastodonte mientras una banda de música interpre- paquidermos tropicales?
taba el himno american035. Otro ejemplo: en la época en queJef- El animal de Ohio, conocido como el American Incognitum,
ferson era presidente, un visitante recordaba la sala Este de la soportaba además no sólo uno de los debates paleontológicos más
Casa Blanca con las paredes cubiertas de mapas, globos y libros. interesantes del periodo. También cargaba con un gran peso, la
Junto a las ventanas había rosas, geranios y otras plantas que Jef- reputación de un continente cuya naturaleza había sido denostada
ferson se encargaba de cuidar personalmente. Sobre una de ellas por la mitad de la Europa culta. Por encima de William Robert-
-destacaba el visitante- colgaba la osamenta de un sinsonte o cen- Son y el Abbé Raynal, con más fundamento que el propio Voltaire
y sin duda con más enjundia que Cornelius De Pauw, el Conde
de Buffon (1707-1788) había sistematizado mejor que nadie las
34 Véase Charles A. Miller, Jefferson and Nature. An interpretation, Baltimore:
bases científicas sobre las que se apoyaban las tesis de la inferiori-
]ohns Hopkins University Press, 1988; I. Bernard Cohen, Scienceandthe
dad de la naturaleza americana: la humedad frígida del ambiente,
Founding Fathers: Science in the Politico! Thought oJJeJferson, Fronkli«, Adams, and Madison,
New York: Norton & Company, 1995; Silvio Bedini, Jefferson and Science, su carácter impúber, la decadencia
de sus animales domésticos, en
Thomas]efferson Foundation, 2002. fin, la ausencia de grandes animales selváticos38. El Nuevo Mundo
35 Sobre Peale (1741-1827) y su Museo, véase el primer capítulo de Florike
Egmond y Peter Mason, The Mommouth and Ihe Mouse. Microhislory and Mor-
phology, Baltimore: The]ohns Hopkins University Press, 1997, pp. I-36;
tambien Lawrence Weschler, El gabinete de las maravillas de Mr. Wilson,
36 Bedini (2002), pp. 60-64.
Barcelona: Seix Barral, 2001, pp. 27 Y ss., Susan Stewart, «Death and 37 Pau] Semonin, American Monster. How the Naiion's first creature became a ~mbol oJ
Life, in that order, in the works of Charles Wilson Peale », ]ohn Elsner Y
national identi!y, New Co rk New Cork University Press, 2000.
Roger Cardinal (eds.), The cultures oJcollecting, London: Reaktion Books,
38 Antonello Gerbi, La disputa del Nuevo Mundo. Historia de una polémica. 1750-1900,
1994, pp. 204-224.
México: FCE, 1982, pp. 7-47.
192 11. UN EXTRAÑO CADÁVER HUESOS 193
era un continente reciente, sin formar, empantanado, malsano A punto estuvo de emplear al Megaterio para la misma causa.
Con una lógica aristotélica implacable, para Buffon lo mayor er~ Como hemos visto, ]efferson recibió a principios de 1789 por
superior a lo inferior, tal y como lo estable era preferible a lo medio de Carmichaellos informes y dibujos de nuestro ejemplar
mudable. Bajo esta perspectiva, el animal de Ohio, considerable_ de Madrid (aún sin identificar, sin nombrar y a mitad del mon-
mente más grande que los elefantes africanos y asiáticos, requería taje). Pero luego llegó la Revolución y ant,es. de q~e acabara el año
una explicación. Sus ideas geológicas le ayudaron a encontrarla. hubo de abandonar París y regresar a Amér-ica. Sin duda, durante
En Les éPoches de la Nature (1778) ya había expuesto su teoría del unos años tuvo asuntos más urgentes a los que atender. El fan-
enfriamiento gradual del planeta, atribuyendo las alteraciones en tasma del American incognitum volvió a presentarse en 1797, cuando
la fauna a cambios climáticos. Así que el American incognitum quizás aparecieron los restos de otro extraño cadáver, esta vez en las
había sido más grande que otras especies análogas del Viejo inmediaciones del condado de Greenbrier. en la misma Virginia.
Mundo -esto era incontestable-, pero se debía a que era un ani- Eran los huesos de varias extremidades, incluidas unas magníficas
mal extinto (de hecho, el único que Buffon reconoció como zarpas armadas, dotadas de unas uñas considerables. Contra lo
extinto), una especie que había vivido en un pasado remoto (en la que esperaba]efferson, que rápidamente se interesó por el caso,
quinta época de su cuadro), cuando América septentrional tenía el animal de Virginia no era el elefante gigante de Ohio, un
un clima mucho más cálido. mamut (aunque lo cierto es que tampoco era un mamut, sino un
Frente a estas teorías se alzaron unos cuantos sabios, miem- mastodonte). Éste no era ungulado. En lugar de pezuñas, tenía
bros de las elites locales, nacidos en América: criollos en los unas garras temibles. ]efferson incluso adquirió algunas piezas del
virreinatos españoles y naturales de las colonias inglesas, ciudada- ejemplar, custodiadas hoy en la Universidad de Virginia, otra de
nos ya de la nueva república. El agravio, por descontado, les afec- sus grandes creaciones. Lo estudió y lo bautizó como un Megalo79x,
taba de manera directa, puesto que las capacidades intelectuales y esto es, un Great Claw, «gran garra». En su honor, Caspar Wistar
afectivas de los propios americanos estaban en entredicho. Las (r76I - 1818), el anatomista que dibujó esas garras y que estudió el
cuestiones naturales nunca están más cerca de las sociales como caso con más detalle algo después, lo rebautizó como Megalonix jef-
cuanto tocan la piel de los hombres «<lo más profundo es la . . [ FIGURA 30 ]4 .
fiersiom 0
piel», según Valery), la superficie donde afloran o se proyectan En febrero de 1797 ]efferson viajó desde Monticello hasta
sus capacidades emocionales o intelectivas, su dignidad moral. Filadelfia, adonde se dirigía para asumir la vicepresidencia de los
Pues bien, uno de los grandes impugnado res de estas teorías fue Estados Unidos. Había perdido las elecciones por un margen
]efferson, que invirtió los razonamientos hasta hacer de América escaso frente a Adams. Pues bien, en ese mismo viaje llevaba con-
justamente todo lo contrario, un mundo bendecido por los sigo algunos de los huesos del Megalonyx para presentarlos ante la
mejores frutos y paisajes naturales. La tierra de la libertad y la American Philosophical Socie!y. la institución científica que le iba a
promisión también resultaba ser la más fértil, la más poderosa Y investir presidente en marzo. Debió ser entonces más o menos
robusta39• Así que el animal de Ohio encajaba con precisión con cuando leyó el artículo de Cuvier sobre el Megatherium traducido
su apología de la naturaleza americana, ya que en su visión provi- por el MonthJy Magazine. Lo que se estaba fraguando como otra
dencialista y deísta no había lugar para el transformismo ni para la muestra de la fiereza del continente americano, un ejemplar que
extinción de las especies. no era el gigantesco elefante de Ohio, sino en realidad algo mejor
39 Jbidem, pp. 315-338. 40 Bedini (2002), pp. 60-64; Semonin (2000), pp. 302-314.
194 11. UN EXTRAÑO CADÁVER
Figura 30. Caspar Wistar, huesos fósiles de las garras del Magalonix,
VI
en «A Description of the Bones Deposited, by the President, in the Museum
of the Society, and Represented in the Annexed Plates»,
Transactions of tne American PhilosophicalSociety. vol. 4., 1799. Mientras tanto, en Europa se habían precipitado los aconteci-
mientos y sucedido las publicaciones. En 1796 J oseph Garriga,
colaborador de Bru en otros proyectos, publicaba su informe y las
aún, su posible depredador, un carnívoro indomable y colosal, se cinco láminas tras leer el trabajo original de Cuvier en el Magasin
vino abajo en un abrir y cerrar de ojos. J efferson y Wistar no tar- EnrycloPédique. Se trata de la ya comentada Descripción del esqueleto de un
daron en percibir las similitudes entre el gran perezoso de «Para- cuadrúpedo m'!)' corpulentoy raro ... , una edición costeada por el propio
guay», nuestro esqueleto petrificado en el Real Gabinete de GarrigaH. ¿Por qué se demoró tanto Bru en publicar su trabajo?
Madrid, y su felino norteamericano venido a menos, que para ¿Por qué ni siquiera lo editó él? No hay respuestas concluyentes.
mayor gloria primero y desencanto después, había sido hallado
bajo su querida tierra de Virginia 41•
Se vio obligado a modificar el artículo que estaba preparando
Quadruped of the Clawed Kind in the Western Parts of Virginía», Trans-
y que finalmente publicó en las American Philosophical Transactions
2
actionsojtheAmerican Philosophical Socie'!y, 1799, vol. 4, pp. 246-260.
<r799)4 • La gran fiera que se estaba armando para reivindicar el 43 Comte de Buffon, Histoirenaturelle, générale et particu/iere 1749-1788, vols. V y
XIII. Véase Gerbi (1982), pp. 23-29. Fernando Ramírez e Irina Podgorny.
«Las metamorfosis del Megaterio», CienciahlD" vol. II, n ? 61, febrero /
41 Caspar Wistar, «A Description of the Bones Deposited, by the President, mano, 2001, pp. 12-I9.
in the Museum of the Society, and Represented in the Annexed Plates», 44 Joseph Garriga, Descripción del esqueleto de un cuadrúpedo m'!)' corpulentoy raro, que se
TransactionsoftheAmerican Philosophical SOcie'!y, 1799, vol. 4, pp. 526-53[. conserva en el Rea/gabinete de Historia Natural de Madrid, Madrid: Imprenta de la
42 Thomasjefferson, «A Memoir on the Discovery of Certain Bones of a
viuda deJoaquín Ibarra, 1796.
11. UN EXTRAÑO CAOÁVER HUESOS 197
196
Es evidente, sin embargo, que Garriga lo publicó espoleado por el brado recién resucitado resultaba milagrosa. Lo mismo había
artículo de Cuvier, quien mencionaba el montaje y los dibujos de estado a punto de acoplarse a la causa de la libertas americana, como
Bru (la materia prima de su trabajo, de hecho los copió y hasta e'ernplo de la fortaleza y corpulencia de la naturaleza del uevo
reprodujo el del esqueleto montado, como vimos), pero al pare- ~undo, que servía de piedra de toque en el debate de la ciencia
cer, no lo suficiente. Cuvier comentaba dos o tres errores de española. De hecho, en el siglo siguiente el Megaterio acabaría
bulto cometidos por Bru (había confundido huesos de las extre- or alistarse bajo otra bandera, la argentina, su patria natural. Defi-
midades anteriores y posteriores, hablaba de unas lengüetas en las ~itivamente se trataba de una bestia polimorfa, un cadáver fresco
garras como las de los tigres, etc.) pero sin darle demasiada y versátil, adaptable a diversos programas políticos, intereses
importancia. Para Cuvier, sencillamente, Bru no era un interlo- patrióticos, teorías científicas e incluso credos, como veremos.
cutor en materia de paleontología de vertebrados. La DescriPción del En cuanto a los primeros trabajos que lo dieron a conocer,
esqueleto editada por Garriga, a su vez, incluía una transcripción sobre la descripción y las láminas de Bru planean dos sombras que
del artículo de Cuvier. De hecho, si creemos lo que Garriga no podemos aclarar ni ocultar por completo. Como en los pro-
afirma en la introducción, su objetivo era simplemente traducir y pios grabados, los hechos históricos están llenos de grises y mati-
editar la noticia del francés junto a las láminas originales, aunque ces, dudas, fragmentos, especulaciones, la materia de la que están
luego, cuando leyó la descripción general y particular de Bru, hechos sus actores (y sus autores y sus lectores, cabría añadir). Por
movido por un celo científico y patriótico, convenció a Bru para un lado, está la acusación de plagio que Clavijo dijo haber escu-
que le dejara publicarla (en realidad, para que se la vendiera)45. chado del cirujano del Hospital del Buen Suceso; por otro, la
En Madrid no sentó muy bien que aquel joven franco-alemán cuota de participación real de éste, Manuel avarro y el propio
se hubiera adelantado y hubiera publicado un artículo que si bien Bru en los dibujos que dieron pie a los grabados, unos dibujos
mencionaba el montaje y los dibujos de Bru en el Real Gabinete, neta mente diferentes a otros firmados por el disecador y pintor
no les rendía suficiente tributo. El orgullo hispánico se veía valenciano. Son dudas razonables sobre una cuestión delicada, la
tocado. La ciencia española, marginada. O lo que es peor: utili- autoría, máxime si tenemos en cuenta que Bru estuvo envuelto en
zada y luego postergada. Garriga iba más lejos y se atrevía a afir- otros episodios semejantes.
mar que la descripción de Bru corregía los errores publicados por Bien mirado, las cuestiones ligadas a la auto ría y la propiedad
Cuvier en el Magasin EnrycloPédique. Su objetivo era hacerle justicia a de los descubrimientos (la prioridad, el plagio, etc.) están rela-
Bru ya la nación española, cuyos naturalistas «no se descuidaban cionadas con otras que aparecieron en la historia del rinoceronte:
tanto» como se decía en Francia46. con la replicabilidad del arte y la mecanización del conocimiento,
El caso, pues, conectaba ahora con la polémica de la ciencia
española, las secuelas del debate generado por Masson de Morvi"
lliers en su artículo Spagne de la EnrycloPédie méthodique (1782), donde piedad desde la Restauración, no es difícil rastrearla en las polémicas h is-
se preguntaba qué había hecho la nación española por Europa en toriográficas del siglo XVIII, donde se nutre buena parte del debate
«los últimos dos, cuatro, diez siglos»47. La flexibilidad del verte- menendezpelayista sobre la singularidad hispana en el contexto europeo,
su contribución a la filosofía moderna o su casticismo (la disquisición
sobre el ser de España y cuál ha sido el papel que ha desempeñado o debe-
ría haber desempeñado la ciencia en España y viceversa, en fin, la dialéc-
45 Garriga (1796), prólogo, tica entre España y la Ciencia Moderna, cuyas diferentes versiones se
46 lbidem, encuentran en muchos lados desde el krausismo hasta Laín Entralgo y el
rO-
47 Aunque suele hablarse de la «polémica de la ciencia española» con p grupo de El Escorial),
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