Академический Документы
Профессиональный Документы
Культура Документы
En el primer semestre del gobierno de Andrés Manuel López Obrador fueron asesinados 13
periodistas, según el registro del colectivo Reporteras en Guardia. Es una cifra alarmante
comparada con los 9 homicidios ocurridos en el primer semestre de 2018, el último año de la
administración de Enrique Peña Nieto, que cerró con 17 crímenes contra el gremio.
Cinco de las 13 víctimas eran comunicadores indígenas, pero cuatro no han sido reconocidas
como periodistas por el gobierno de la 4T, lo que representa una violación a la Ley para la
Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas vigente desde 2012.
La ley define como periodista a: “Las personas físicas, así como medios de comunicación y
difusión públicos, comunitarios, privados, independientes, universitarios, experimentales o de
cualquier otra índole cuyo trabajo consiste en recabar, generar, procesar, editar, comentar,
opinar, difundir, publicar o proveer información, a través de cualquier medio de difusión y
comunicación que puede ser impreso, radioeléctrico, digital o imagen”.
Reporteras en Guardia exige al gobierno de López Obrador que sea reconocido el carácter de
periodistas, de acuerdo con la ley vigente, de los nahuas Samir Flores Soberanes, fundador y
locutor de la radio Amiltzinko en Morelos, y José Lucio Bartolo Faustino y Modesto Verales
Sebastián, colaboradores de Radio Zapata en Guerrero. Así como del chinanteco Gustavo Cruz
Mendoza, quien fue integrante de la comisión de comunicación del Consejo Indígena Popular de
Oaxaca Ricardo Flores Magón (CIPO-RFM) y colaborador de la radio móvil Radio Guetza. Todos
eran miembros del Congreso Nacional Indígena (CNI).
Esta exclusión hace más vulnerables a las y los comunicadores indígenas del país. Su labor
suele ser la única vía de información y denuncia de los pueblos originarios sojuzgados por la
violencia criminal e institucional. Quienes ejercen el periodismo en sus comunidades arriesgan la
vida al informar de las violaciones a los derechos humanos, territoriales y medioambientales que
sufren por parte de cacicazgos locales, el aparato de Estado o las empresas privadas.
1
Samir Flores, quien desde Radio Amiltzinko denunció la amenaza al medio ambiente de la
termoeléctrica de Huexca y del gasoducto que bordea las faldas del Popocatépetl, cuya
construcción avanza en Morelos. Tras su homicidio, la fiscalía estatal reportó haber perdido
evidencias sobre su caso.
Nuestro colectivo advierte que el ejercicio del periodismo en el ámbito municipal es el más
peligroso. De las 13 víctimas, 12 realizaban labores en espacios de difusión municipal. Seis
pertenecían a radios comunitarias, pues a los cinco casos de indígenas asesinados se suma el de
Rafael Murúa Manríquez, director de la estación comunitaria Radiokashana, ubicada en el
municipio de Mulegé, en Baja California Sur.
Los agresores utilizaron armas de fuego en 12 de los asesinatos; en uno de estos crímenes, el
de Murúa Manríquez, también hirieron a la víctima con un arma punzocortante en el tórax. A
Omar Iván Camacho lo golpearon en la cabeza hasta matarlo. Murúa Manríquez y Francisco
Romero Díaz, fundador del portal digital Ocurrio Aquí de Playa del Carmen, en Quintana Roo,
estaban adheridos al Mecanismo de Protección para Personas Defensoras de Derechos Humanos y
Periodistas.
No todos los casos de nuestro registro tienen que ver con ataques a la libertad de expresión,
pero son representativos de las distintas violencias a las que nos enfrentamos en este país:
delincuencial, del aparato de Estado, de género y racial. Todas estas violencias tienen un efecto
expansivo que golpea nuestro ejercicio periodístico y trunca el derecho a la información de la
sociedad mexicana.
2
Si este gobierno no realiza los cambios estructurales necesarios para que cese la espiral de
violencia continuarán los crímenes contra las y los periodistas de México. Basta de que el
presidente y sus funcionarios desdeñen nuestra situación de riesgo. Basta de que hagan
comentarios que fomentan una mayor violencia en nuestra contra al estigmatizar o discriminar a
colegas por razones de género, clase social o pertenencia a un medio de comunicación.
¡Basta ya de que nos maten y nos agredan!