Вы находитесь на странице: 1из 3

Aquellos cuerpos mutantes, pos-humanos e inciertos de Lorna

Por Noel Bonilla Chongo

Hoy se suele hablar mucho, entre certezas y especulaciones, de la condición de cuerpo-incierto del

sujeto danzante. Sí, aquel que otrora se aferraba a replicar sus técnicas corporales en la escritura

coreográfica, regodeándose en la fisicalidad extrema y calistenia gangosa. Digo otrora, en tanto el

discurso coreográfico donde el sujeto es solo uno de los vectores constitutivos, debe seguir

apostando por la expansión de sus territorios y la dilatación de sus dispositivos.

Ya no es una exención exclusiva de la danza el hecho de re-pensar el cuerpo y la propia noción de

corporalidad. Somos cuerpos. Cuerpos culturalmente mediados, transidos, constituidos, “bastardos”

y parlantes. Si bien, la modernidad de la danza ensayó y se interrogó desde la multiplicidad de

cuerpos (degradado, ensamblado, imposible, dinámico, participante, etc.); la investigación y

escritura coreográficas posteriores avanzan hacia prácticas con cuerpos mutantes, pos-humanos,

inciertos.

Es ahí, donde situaría el hacer iconoclasta, irreverente, antinómico de Lorna Burdsall. Bailarina,

profesora, coreógrafa, precursora de la “danza alternativa” en nuestro contexto a partir de la

creación de Así Somos, su laboratorio de pesquisa permanente. Lorna fue una de esas madres que

junto a Ramiro Guerra aseguran que la danza cubana no ignorara las técnicas Graham, Limon,

Humphrey, al tiempo que se tendían puentes creativos con ciertos modos de la creación

latinoamericana y la vanguardia estadounidense. Lorna, discípula de Alwin Nikolais y su sistema

calidoscópico de entender la fabulación coreográfica, es quien concreta espectacularmente (a mi

modo de ver) esas relaciones entre cuerpo y subjetividad como protocolo escritural de lo

coreográfico e, incluso, de la improvisación estructurada.

Ya sabemos que el cuerpo sufre una exposición constante. Publicidad, dietas, regímenes y las más

insólitas terapias. De este modo, el arte va articulando una relación muy particular entre cuerpo y

subjetividad, donde la experiencia estética, ética y política de la corporalidad danzante se ha

convertido hoy por hoy, en modelización narrante de aconteceres, realidades, trampas y utopías.
Todavía, muchas deudas y culpas han de cargar la historiografía de la danza cubana mientras el

hacer de Lorna siga siendo un referente lejano y no siempre estimado al volver sobre las

coordenadas de nuestra danza más reciente. El Así Somos que ella creara, fue uno de los grupos de

danza menos visto y reconocido por el público y la crítica. Tal vez la naturaleza extrañante, muy

próxima al estatismo y la quietud cinética de sus propuestas coreográficas o que el escenario

habitual, sede de la agrupación, se encontrara en la sala de su domicilio, fuera de los circuitos

teatrales establecidos.

Hoy, después de tanto tiempo, ojalá no nos sea suficiente reconocer el empeño iniciático de

Burdsall dentro del entonces naciente Conjunto Nacional de Danza Moderna, sus recreaciones y

montajes de piezas coreográficas del repertorio de la danza norteamericana ni siquiera su impronta

pedagógica en la Escuela Nacional de Danza, donde contribuyó a configurar y definir la llamada

“técnica cubana de la danza moderna”; la grandeza de su hacer está en la visión tan desprejuiciada

del arte, de la danza y el rol del creador.

Asimismo, hizo de su propio cuerpo y subjetividad, zona generativa de des-confianza de sus

sentidos, de la pérdida-recuperación del centro, de la impronta. El carácter lúdico en la percepción

del cuerpo, de lo espacial, de la quietud, del movimiento; de lo objetual y visual que se torna acción.

Para Lorna, los cuerpos se comparten, la danza se construye desde lo disciplinar y espontáneo. Esa

es la manera para que el sujeto danzante se determine, se concrete en su estar aquí y ahora.

Dentro del panorama diverso de la danza contemporánea cubana de estos cincuenta años, la obra

creativa de Lorna Burdsall seguirá siendo vehículo “perverso” de contaminación y performance.

Aquellos cuerpos mutantes, pos-humanos e inciertos que como suerte de otra piel, se guardaban en

sus barriles, telas, linternas, tubos, transparencias o artefactos de “dudosa” eficacia, reafirman la

escena como materialidad conflictiva del cuerpo.

Hoy, tras las modulaciones que ha tenido la impronta quebrante de la obra de Lorna en la memoria

de nuestra danza, vale agradecer aquellos reservorios de su legado. Gabriela Burdsall y Adolfo

Izquierdo, quienes en dupla o en solitarios siguen los trayectos antinómicos de la maestra.


Videodanza, danza instalativa, performance, fashion show, registro o documentación, les ha servido

a estos creadores como espacio que, al tiempo que recupera la obra de Lorna, amplifican sus

intensidades creativas y emociones mixturadas. Por otra parte, Lourdes Cajigal, quien desde su Así

Somos, insiste en la expansión hacia el trabajo con niños, adolescentes y jóvenes artistas. Ha sabido

Lourdes mantener vivaz los modos convocantes de su mentora.

Hoy, después de tanto tiempo, seguirán aquellos cuerpos mutantes, pos-humanos e inciertos de

Lorna, vulnerando la casta escena, el dócil cuerpo, al impávido sujeto. Su modo de hacer, de

entender la danza y el sentido de lo coreográfico, catapultaban al creador de un medio a otro, de lo

gravitacional a lo líquido, de lo físico-orgánico a lo tecnológico, de la presencia a la proyección. Su

noción anticipada de “danza alternativa” puso, frente a frente, al cuerpo del momento y al cuerpo

pretérito registrado desde la tecnificación corporal. Su arte se acercaba y se distanciaba con la

bondad de la pregunta y la desconfianza permanente sobre los compromisos de nuestro cuerpo-

sujeto coreográficos.

Вам также может понравиться