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Infiere Jaspers que la certeza que debe tener la filosofía ciertamente no es científica,
sino que su certeza va en referencia a la esencia entera del hombre, es decir, los
caminos de la filosofía sólo tienen sentido si terminan en el hombre, el cual resulta
caracterizado por la forma de su saber del ser y de sí mismo en el seno de éste.
Además, argumenta que la misma filosofía surgió antes de toda ciencia, y ésta tiene
su origen allí donde despiertan los hombres, los cuales filosofan desde pequeños, y
una magnífica señal de esto son las preguntas que realizan los niños, interpelaciones
referentes a un objeto del mundo, al ser y hasta nuestra existencia en el universo.
Otro ejemplo de que la filosofía es anterior a toda ciencia, se da de manera concreta
en los enfermos mentales, puesto que en ellos tienen lugar revelaciones metafísicas
de una índole impresionante.
Para nuestro filósofo no hay manera alguna de escapar de la filosofía, ya que ésta se
encuentra en todo lo que hacemos, que si incluso decidiéramos rechazar la filosofía,
ahí estaríamos profesando también una filosofía, pero sin ser conscientes de ella.
Los tres motivos enunciados, asevera Jaspers que no agotan lo que nos mueve a
filosofar en la actualidad, puesto que éstos se encuentran subordinados a una
condición, la de la comunicación entre los hombres. Sólo existo en compañía del otro,
solo no soy nada. La comunicación que propone Jaspers es “una comunicación que
no se limite a ser de intelecto a intelecto, de espíritu a espíritu, sino que llegue ser de
existencia a existencia”. Únicamente en la comunicación se alcanza el fin de la
filosofía.
Una vez que se conoce qué es la filosofía y cuál es su origen, Jaspers se cuestiona
sobre ¿Qué es lo que existe, ¿qué es el ser? Ciertamente ya se ha intentado
responder de muchas maneras a estas preguntas, pero no se ha llegado a probar que
una de ellas sea verdadera. Nuestro filósofo infiere que “el ser no puede ser en
conjunto ni objeto ni sujeto, sino que tiene que ser lo Circunvalante que se manifiesta
en esta separación”.
El ser puro y simple no puede ser, evidentemente, un objeto, puesto que todo lo que
viene a ser un objeto se acerca a mí saliendo de lo Circunvalante, del cual también
salgo yo como sujeto. Lo Circunvalante permanece oscuro para mi consciencia,
únicamente se torna claro por medio de los objetos, es decir, éste se manifiesta en la
separación del yo y del objeto. No se nos presenta del todo, sino que se presenta
siempre en los demás.
El ser libre del hombre es lo que llamamos su existencia. “Dios es cierto para mí con
la decisión en la cual existo. Dios es cierto no como contenido del saber, sino como
presencia para la existencia”. Dios existe para mí, únicamente en la medida en que
yo existo, si existo Dios existe.