Вы находитесь на странице: 1из 13

Kriedte, “La industrialización antes de la industrialización”

Capítulo 1: Génesis, contexto agrario y situación del mercado internacional

Durante la Alta Edad Media se deshizo la “división del trabajo autárquica”, y en su lugar
surgió una división del trabajo determinada por el mercado. Así, se adjudicaba al campo la
producción agrícola, y a la ciudad la producción manufacturera. Para el nacimiento de
esta economía de mercado fueron necesarias dos condiciones: tenía que darse un
excedente agrario con el cual alimentar a la población no empleada en el sector primario,
y tenía que producirse un crecimiento demográfico suficiente para impulsar el desarrollo
de las ciudades.

El crecimiento demográfico, la revolución agraria y la revitalización del comercio fueron la


base del florecimiento de las ciudades, que a su vez dependían de las zonas circundantes
para comercializar sus manufacturas y para proveerse de productos alimenticios.

Aún así, el surgimiento de esta economía de mercado tuvo un alcance limitado. Para los
campesinos el mercado seguía siendo periférico, ya que el campo producía
principalmente valores de uso y no valores de cambio, y solo llevaba al mercado una
mínima parte de su producto bruto. Gran parte de sus necesidades en cuanto a productos
alimenticios y productos manufacturados se satisfacía por la producción de la propia
economía doméstica. La economía campesina solo podía presentar una demanda
relativamente importante en el mercado después de haberse especializado en la
producción agraria o manufacturera doméstica rural, es decir, después de haber dejado
en segundo plano la producción destinada al autoconsumo.

Aparición de áreas rurales con una elevada concentración de producción


manufacturera

En algunos lugares surgió una extraordinaria concentración de la producción de


mercancías manufacturadas, organizada en unidades de explotación familiar y dirigida al
mercado interregional.

Las causas de este proceso se encuentran dentro del sector agrario. La vinculación al
ritmo de las estaciones es muy importante en el sector agrario, ya que el ritmo estacional
está relacionado con fuertes fluctuaciones en la demanda de trabajo. El desempleo
característico del sector agrario encuentra aquí su origen. En un sistema basado en
explotaciones familiares para la autosubsistencia, es decir sin jornaleros, este fenómeno
permanece oculto. Pero en una economía agraria dependiente de trabajadores
asalariados, el desempleo se manifiesta abiertamente en las épocas del año de menor
intensidad del trabajo. El paro estacional en la agricultura es uno de los requisitos
necesarios para la expansión en el campo de la producción manufacturera. Aún así esta
producción estaba destinada al mercado solo cuando la necesidad lo exigía.

Tras la crisis del siglo XIV se produjo un importante crecimiento demográfico, pero con el
tiempo el crecimiento económico no pudo seguir el ritmo del crecimiento demográfico.
Aquí entra en vigor la ley de productividad decreciente del suelo. Al agotarse las tierras
fértiles, los campesinos pusieron en uso tierras marginales. Por otro lado, en las regiones
con una tradición sucesoria proindiviso (mayorazgo) surgió un amplio sector de
campesinado sin tierra, mientras que en las regiones con sucesión igualitaria se produjo
una extraordinaria fragmentación de la tierra. Como consecuencia de estas
transformaciones, ya en el siglo XVIII el grueso de la población no estaba compuesto por
campesinos cuyas tierras eran suficientes para mantener a la familia, sino por una clase
social baja con poca o ninguna propiedad: tenemos por un lado a los pequeños
campesinos, que poseían solo una casa y un pequeño pedazo de terreno de su
propiedad, y por el otro están los jornaleros, que vivían en las fincas de los señores
feudales y de los grandes campesinos. Los medianos campesinos tendieron a
desaparecer, estableciéndose una marcada separación entre un grupo de grandes
campesinos propietarios y un grupo de pequeños campesinos desposeídos. Frente al
aumento de los precios, las explotaciones más grandes, y sobre todo las que tenían una
orientación más comercial, tuvieron un beneficio mucho mayor, lo cual fortaleció su
posición económica frente a los pequeños productores. A estos últimos no les quedaba
excedente para vender y en ocasiones hasta tenían que comprar su alimento. Debido a
que se endeudaban cada vez más, no tenían más remedio que vender parte de su
patrimonio.

Aquellas familias cuyas granjas no rendían lo bastante como para cubrir sus necesidades
vitales, se veían ante dos alternativas. Por un lado, la de intentar asegurar su sustento
mediante una explotación más intensa de la tierra. Pero debido a la progresiva
disminución del tamaño de las explotaciones, llegó un momento en que el rendimiento ya
no podía ser intensificado. A los campesinos en esta situación solo les quedaba una
alternativa: tratar de compensar el déficit de sus ingresos con ocupaciones secundarias.
Aunque estos campesinos pudieran encontrar trabajo en las propiedades de los grandes
terratenientes, esto no solucionaba el problema del desempleo estacional, por lo que la
industria doméstica se convirtió en la única solución posible. Además, esta se basaba en
un proceso dominado por la intensificación del trabajo.

Por otra parte, las industrias rurales pudieron desarrollarse solo en aquellas zonas en
donde las propias comunidades y los señores feudales carecían del poder suficiente para
imponer una cohesión social. En las zonas en las que existía dicha cohesión, esta tuvo
que debilitarse para que se pudieran desarrollar los procesos de crecimiento demográfico
y diferenciación social. En las regiones de Europa Oriental, donde los señores ejercieron
un dominio muchos más directo, no quedaba margen para el desarrollo de industrias
rurales.

Pero el desarrollo de la industria rural en una determinada región dependía además de la


forma de pago de los tributos feudales. El plustrabajo social podía ser expropiado como
prestaciones de trabajo, o como pago en dinero o especies, correspondiendo cada uno a
un tipo diferente de relaciones de producción. Durante el siglo XVIII se impulsó la
transición de una economía feudal a una que se basaba en prestaciones de trabajo en las
propiedades del señor. Con la imposición de prestaciones de trabajo disminuyó el tiempo
que hubieran podido dedicar los campesinos a la producción manufacturera. Las
prestaciones de trabajo inhibieron la diferenciación del campesinado, ya que exigía que el
señor protegiera las economías de los campesinos, que le proporcionaban la mano de
obra y los animales de tiro necesarios. Esto impidió la formación de un proletariado rural.

La industria rural encontró condiciones más favorables en las regiones montañosas de


Europa centro- oriental, sobre todo en ciertas zonas de Rusia. En estas zonas el sistema
mencionado anteriormente no se había desarrollado, debido a las malas condiciones para
el cultivo masivo de cereales y a que tampoco existían grandes vínculos con los mercados
de consumo. Aquí el tributo se paga en dinero. Mientras que en estas regiones se daban
las condiciones necesarias para la expansión de la producción manufacturera, la
persistencia del derecho de los señores a limitar las libertades personales de sus siervos
tuvo un efecto contraproducente, generando una “segunda servidumbre”. Por una parte
favorecieron el surgimiento de la industria textil manufacturera en las zonas rurales, y por
otra impidieron su desarrollo incluyéndola en el sistema de obligaciones tributarias.

En las regiones alemanas al oeste del Elba y en Europa Occidental, debido a las
conmutaciones de las prestaciones de trabajo a una renta pagada en especies y en
dinero, y a una progresiva disolución del sistema feudal, no hubo ningún impedimento
para el desarrollo de la industria en zonas rurales.

Factores de influencia ajenos al sector agrario

Para que la producción manufacturera rural alcanzase la fase que denominamos


“protoindustrialización” fue necesaria la interacción entre el conjunto de condiciones del
sector agrario y el mercado suprarregional (supra= sobre o por encima de). La demanda
de los mercados exteriores fue generalmente el principal impulsor de este movimiento.
Por su parte, las relaciones de producción urbanas estaban restringidas por los gremios,
que tomaban una actitud cada vez más contraria al desarrollo económico. Los gremios
limitaban la producción de los artesanos y controlaban la competencia de precios;
limitaban el acceso al mercado. Para evitar todos estos impedimentos, el capital comercial
se volcó hacia las zonas rurales.

Por último hay que considerar el factor de los costes. Las materias primas eran con
frecuencia más baratas en las zonas rurales. Pero lo más importante es que, cuando los
artesanos rurales poseían una porción de tierra, y por lo tanto una base de subsistencia
agrícola, podían renunciar a parte de sus salarios. Es decir, que podían trabajar bajo
condiciones en las que la remuneración no cubría la totalidad de su fuerza de trabajo. Los
comerciantes y artesanos lograron, aprovechándose de las condiciones de este sector,
imponer unos salarios mucho más bajos que en las ciudades.

La protoindustrialización

Las primeras regiones en las que se dio una concentración de la producción


manufacturera rural surgieron durante la Edad Media en Inglaterra, en el sur de los Países
Bajos y en las regiones montañosas del sur de Alemania. Pero el impulso decisivo para la
protoindustrialización vino a finales del siglo XVI y durante el siglo XVII. Hubo una serie de
factores que contribuyeron a crear una situación especialmente favorable para el
desarrollo de centros de producción manufacturera rurales, entre ellos las tendencias
periódicas de crecimiento demográfico, el creciente desempleo en las zonas rurales
debido al desarrollo demográfico, un crecimiento en la demanda doméstica y una
demanda internacional en rápida expansión.

Se puede decir que la protoindustrialización fue la solución para el conjunto de problemas


que surgieron en el sector agrario y en el sector manufacturero. Estos problemas solo
pudieron resolverse con la interacción entre ambos sectores.

Podemos establecer como conclusión que la agricultura de subsistencia constituyó la


base agraria de la protoindustrialización, debido a que generalmente fueron las grandes
explotaciones cuyo factor de producción principal era la tierra aquellas que se orientaron
hacia una agricultura comercial.

Era raro que la protoindustrialización se diera en aquellas áreas rurales dedicadas a la


agricultura comercial. Por otra parte, en las zonas dedicadas a la ganadería comercial, la
protoindustrialización había logrado penetrar antes de que la crisis del siglo XVII
provocara el abandono del cultivo de cereales a favor de una economía pecuaria. La baja
intensidad de trabajo de esta economía permitió y fue la base de una progresiva
expansión de la producción manufacturera.

Los campesinos ricos con orientación empresarial, así como la burguesía local, tuvieron
frecuentemente un papel estratégico en el proceso de la protoindustrialización: tomaron
una posición de intermediarios entre los productores domésticos y los comerciantes, y
constituyeron el personal del Verlag o sistema de trabajo a domicilio.

En Inglaterra las condiciones previas necesarias para la penetración de la producción


manufacturera en las zonas rurales fueron mucho más favorables que en el continente.
Esta diferencia tiene su origen en las relaciones de producción. La protoindustrialización
se vio frenada por las relaciones de producción existentes pero fue a su vez el fermento
que fomentó su progresiva desintegración. Emergieron en las regiones industriales
nuevas relaciones de dependencia esencialmente capitalistas. Generalmente solo fue
cuestión de tiempo que el capital mercantil eliminara los últimos vestigios del feudalismo
implantando una libertad formal del trabajo.

Condiciones del mercado mundial

La demanda interna no hubiera sido suficiente por sí sola para iniciar el proceso de
protoindustrialización. Tuvo que ser complementada por una expansión de la demanda
exterior. En Inglaterra, una combinación entre la relativamente amplia demanda interior y
una demanda exterior en expansión fue lo que aseguró una ventaja sobre el resto de los
países europeos. Apoyada por un mercado nacional fuerte, la industria inglesa estuvo
más protegida contra las fluctuaciones del mercado internacional.

La protoindustrialización obtuvo su base mercantil en el siglo XVI. El núcleo, formado por


las metrópolis de Europa Occidental, impuso a las regiones de su periferia (que se
extendía desde Europa Oriental hasta América) una división del trabajo que impedía su
desarrollo autónomo, reduciéndolas a partes funcionales del proceso de reproducción de
las economías de Europa Occidental. La periferia se vio limitada a producir y suministrar
materias primas sujeta a unas formas de trabajo que se basaban en la servidumbre y en
la esclavitud, mientras que las metrópolis se reservaban la producción de manufacturas
bajo formas de trabajo formalmente libres.

El comercio europeo se ve gravemente afectado por la crisis del siglo XVII. La


participación de Europa centro oriental en el mercado internacional descendió
rápidamente. Los países mediterráneos, que tradicionalmente habían constituido una
zona de desarrollo, sufrieron un estancamiento o declive. Italia, Portugal y España
comenzaron a integrarse en la periferia, y el centro de la economía mundial se desplazó
hacia el norte de Europa occidental, que había sido menos afectado por la crisis.

La protoindustrialización se desarrollaba entre dos mundos: el limitado mundo de la aldea


y el mundo sin fronteras del comercio; entre la economía agraria y el capitalismo
comercial. El sector agrario aportó mano de obra, habilidades comerciales y
empresariales, capital, productos y contribuciones al mercado. El capital mercantil abrió
camino a la producción manufacturera rural hacia los mercados internacionales.

Capítulo 2: La economía familiar industrial

En las sociedades agrarias no capitalistas el hogar y la familia del campesino eran la


unidad básica de producción, de consumo y de reproducción. Esta unidad continuó siendo
uno de los elementos más importantes durante toda la etapa de protoindustrialización. La
protoindustria puede ser considerada básicamente industria doméstica.

La carencia de tierras y su compensación mediante un creciente empleo de la mano de


obra familiar en la producción manufacturera doméstica, tuvieron un doble efecto: por un
lado, fueron el factor decisivo que impulsó la transición de la producción del campesinado
a la producción manufacturera. Por otro lado, ese mismo proceso alteró también la
función tradicional de la familia en el sistema socioeconómico en general.

La producción, el consumo y la reproducción fueron progresivamente desligándose de su


base agraria y comenzaron a estar determinados por el mercado, aunque la cohesión
funcional y estructural de la familia continuó manteniéndose. El tejedor seguía siendo un
campesino, a pesar de que se viera paulatinamente privado de la base de su
independencia económica.

La protoindustrialización se nos presenta como una fase de transición entre las


sociedades agrarias precapitalistas y el capitalismo industrial. La protoindustrialización se
desarrolló en un contexto económico cada vez más determinado por las relaciones
monetarias y de mercado y por la organización capitalista del comercio.

El modelo funcional de la economía familiar

La característica principal de la lógica en la que se basaba la economía familiar era que el


objetivo de su actividad productiva era obtener un máximo producto bruto. Esto implica
que se excluía un cálculo coste- beneficio. Las metas de la producción industrial
campesina están marcadas por las necesidades de la unidad familiar. El aumento de las
necesidades de subsistencia lleva consigo una intensificación del esfuerzo productivo.

La economía familiar de los artesanos rurales bajo condiciones económicas de


mercado

La expansión demográfica junto con las coyunturas y crisis agrarias y con la agudización
de los impuestos y tributos señoriales y estatales, contribuyeron a fomentar la
diferenciación social de la población rural. Esta diferenciación tuvo lugar a través de un
proceso de acumulación discontinua o de expropiaciones campesinas, que originó el
surgimiento de un estrato de productores rurales compuesto por pequeños campesinos y
subcampesinado. Este sector de campesinos marginales se vio inmerso en una situación
de descenso de los ingresos provenientes del trabajo agrícola, llegando a un nivel en que
resultaba imposible compensarlo únicamente mediante la intensificación del trabajo
agrícola.

Debido a su productividad marginal, reducida, y a su producción fluctuante, el aumento de


los precios agrarios significaba para el pequeño campesino una fuente de deudas, y no
una fuente de acumulación. Estos campesinos se veían obligados a someterse a
relaciones de mercado totalmente asimétricas, que terminaba conduciéndolos a la pérdida
de su propiedad. En estas circunstancias, los pequeños y desposeídos campesinos
pasaron a dedicarse a la producción manufacturera, buscando en ella una fuente de
ingresos monetarios adicionales para compensar el empeoramiento de sus condiciones
de subsistencia originado por la pérdida total o parcial de su factor de producción: la tierra.
De ahí la transición a la industria rural, a fin de intentar compensar el equilibrio existente
entre sus insuficientes ingresos agrícolas y las necesidades de subsistencia de la familia.

Pero una vez dedicada la familia a la producción manufacturera, las fluctuaciones de la


economía y la inestable demanda de sus productos tampoco le permitían una gran
seguridad económica.

El valor de supervivencia que tenían los ingresos monetarios para los productores rurales
que veían amenazada su subsistencia hizo posible el surgimiento de relaciones de
intercambio desiguales.

Este movimiento de protoindustrialización estuvo acompañado por un descenso del


número de grandes explotaciones y por una disminución progresiva del tamaño de las
propiedades de los productores artesanos, debido al endeudamiento de éstos.

La economía familiar como factor macroeconómico

El efecto macroeconómico causado por la producción doméstica reside principalmente en


el hecho de que la economía familiar del productor manufacturero permitía al comerciante
o proveedor del trabajo a domicilio, la obtención de un beneficio diferencial. El modo de
producción específico y las condiciones marginales de reproducción bajo las que se
desarrollaba la economía de los pequeños productores, permitieron al comerciante o
Verleger no solo establecer un intercambio desigual, sino también ahorrarse los costes
que la simple reproducción de la mano de obra hubiera originado en una relación de
trabajo asalariado o controlada por los gremios. El plustrabajo que la familia tenía que
realizar para mantenerse no se incluyó necesariamente en el precio de mercado de sus
productos. La familia no recibía un pago por su fuerza de trabajo, sino que recibía el pago
de su trabajo por medio de los precios obtenidos en el mercado para su producto. El
plustrabajo que la familia realizaba pasaba a manos del comerciante en forma de un
beneficio extra. Los trabajadores se ven obligados a aceptar un salario a la pieza, puesto
que de otra manera no obtendrían nada en absoluto y no podrían vivir solamente del
producto de la agricultura.

En las ciudades, debido a la presión ejercida por los gremios, y también en las ramas
competitivas de la industria manufacturera, el beneficio del empresario era menor que en
la industria rural. El empresario tenía que contribuir por medio de los salarios a la
reproducción de la fuerza de trabajo. La industria rural pudo convertirse en la fuerza
motriz del desarrollo de la industrialización gracias a este beneficio diferencial.

La relación simbiótica existente entre la economía familiar de la industria doméstica rural y


el capital comercial, estaba basada en una relación de dependencia en la que la creciente
capitalización de la esfera de producción no correspondía necesariamente con la
destrucción de su antigua base precapitalista. Las características del modo de producción
de la industria doméstica rural estaban condicionadas principalmente por su arraigamiento
al modo de trabajo familiar, lo cual permitió al productor doméstico seguir ejerciendo un
control sobre su proceso de producción. La contradicción nace del hecho de que el modo
de producción familiar era prácticamente antagónico al incremento de la productividad.
Esto era debido a que cuando aumentaba la demanda de trabajo y los ingresos de la
familia, se fomentaba una reducción del gasto de trabajo y un incremento del consumo y
del ocio.

La formación del hogar y de la estructura familiar como elementos del proceso de


producción y reproducción

La familia nuclear, sin sirvientes, y con una gran cantidad de hijos, era el tipo de hogar
predominante en los productores domésticos rurales. El trabajo infantil era imprescindible
para las familias productoras de mercancías.

Surgió la necesidad de formar una familia teniendo en cuenta su potencial productivo.


Esto hizo que se redujeran los controles sobre la edad de los casamientos. Los padres se
hacían cada vez más dependientes del trabajo de sus hijos, pero no tenían ningún medio
de coacción para evitar que los adolescentes abandonaran su hogar para formar su
propia familia. Esto tuvo también sus consecuencias demográficas: favoreció un
comportamiento procreativo, que se basaba en que cuantos más hijos tuviera el
matrimonio, tanto más asegurado estaría su potencial productivo, y por ende también su
subsistencia. Pero lo que ocurría en la realidad era que las familias que tenían más hijos
eran las que menos posibilidades tenían de poder alimentarlos, debido a las malas
condiciones materiales y a la falta de bienes heredados.
La habilidad de la mujer para el trabajo artesanal, demostrada antes del matrimonio, era
un factor determinante en el valor que tenía para su pretendiente.

En la protoindustrialización la familia no disponía de la misma facilidad para reclutar otros


miembros que contribuyeran a la producción como pasaba en la familia campesina
propietaria. La adaptación de la familia a los tempranos casamientos y el alto grado de
fertilidad que requería el sistema protoindustrial entrañó también un cambio importante en
la organización del trabajo dentro del seno de la familia nuclear: se desembocó en una
división del trabajo entre los sexos.

Debido a la disminución de la importancia del patrimonio y la herencia a la hora de formar


una familia, el control político y la autoridad patriarcal fueron disolviéndose
progresivamente. Esto tuvo como resultado la posibilidad de una elección más personal
de la pareja, aumentando la libertad para formar una familia. Se da también una igualdad
de comportamiento entre hombres y mujeres.

La cultura plebeya y la economía de la familia durante la protoindustrialización.

Se considera que durante la fase de crecimiento de la protoindustrialización los


productores de la industria doméstica vivían en un grado de indigencia. “A pesar del duro
trabajo, es frecuente que falten los medios, ya no para llevar una vida confortable, sino
para cubrir las necesidades más básicas, de modo que nunca se consigue ahorrar y la
escasez impera en todas partes.”

Los productores de la industria rural defendieron su vida sociocultural contra la opresión y


los impedimentos que les imponía el sistema protoindustrial. Expresaron su
disconformidad a través de rituales colectivos, festivales y juegos, en la planificación del
trabajo y el tiempo libre, que se orientaba más a disponer de tiempo de ocio que a obtener
más ingresos. Lo manifestaron en su función de consumidores, desarrollando nuevos
hábitos y defendiendo a la vez las costumbres tradicionales de consumo, aunque para ello
hubiera que recurrir a la violencia y a la delincuencia.

Los trabajadores oponían de esta manera una tenaz resistencia a la concepción ética del
trabajo de los señores. Las fiestas no tenían el solo objetivo de compartir la diversión, sino
que constituían una expresión y una afirmación de la cohesión social de la comunidad.

El carácter político latente en la vida pública plebeya se manifestaba sobre todo en los
tiempos de depresión, cuando la economía moral de la plebe defendía su acostumbrado
nivel de subsistencia y por lo tanto la existencia misma de su cultura plebeya.

Los productores manufactureros no disponían ya de los medios de identidad tradicionales,


es decir los bienes raíces y posesiones materiales, y todavía no habían adquirido los
símbolos de la cultura burguesa. Se habían liberado de las restricciones que regulaban la
vida comunal campesina, pero aún no estaban sometidos a la domesticidad de la familia
burguesa.
Actuaban con la convicción de que mediante su trabajo podrían mantener su nivel de
subsistencia como tradicionalmente había logrado la economía familiar campesina. Pero
en la comunidad campesina las condiciones de producción habían estado
tradicionalmente controladas por los propios campesinos y su base agraria arraigada en
un sistema comunal que garantizaba un mínimo calórico y una reserva de provisiones. En
cambio, las fluctuaciones coyunturales y las condiciones básicas del sistema
protoindustrial no proporcionaban a los productores manufactureros rurales unas
garantías de subsistencia semejantes.

Capítulo 4: Relaciones de producción. Fuerzas productivas. Crisis durante la


protoindustrialización

Las condiciones estructurales de la producción intensiva de mercancías manufacturada


eran diferentes a las de la producción agraria. En primer lugar, la proporción de
producción industrial comercializada a través del mercado era incomparablemente
superior a la de la producción agrícola. En segundo lugar, el excedente resultante de
haber deducido el propio consumo, se lo apropiaba un grupo socioeconómico distinto del
que se apropiaba del excedente agrario.

El Kaufsystem: la producción de mercancías manufacturadas y su interacción con


el capital mercantil

Muchos artesanos en las ciudades e incluso muchos productores de mercancías en el


ámbito rural vendían sus productos directamente a los consumidores. Pero esto se volvió
prácticamente imposible cuando la producción se especializó y se concentró en
determinadas áreas protoindustriales. Puesto que la “producción en masa” solo
encontraba salida en mercados relativamente grandes y debido a que es en el comercio a
grandes distancias donde tienen lugar las economías de gran escala, el intento por parte
de los productores de mantener la venta directa bajo las condiciones de la
protoindustrialización fracasó.

Existían entonces dos posibilidades: o los comerciantes compraban la producción a los


productores y se encargaban de llevarla al mercado, o los mismos productores
desempeñaban esta función para todos los demás. Esta intervención dio lugar a una
dependencia económica que fue disminuyendo progresivamente la independencia de los
productores manufactureros. El comerciante próspero podía obtener importantes
beneficios a expensas de los pequeños productores, ya que estos no tenían acceso a los
mercados distantes. El Kaufsystem, aunque no atacaba la independencia formal de los
productores en el ámbito de la producción, implicaba un alto grado de explotación
mediante el comercio.

La esfera de la producción se regía por las leyes de la producción manufacturera: el


pequeño productor utilizaba sus propios medios, empleando materias primas que él
mismo producía o adquiría. Empleaba su propia fuerza de trabajo y la de su familia. Los
productos resultantes de este proceso le pertenecían y era él quien los llevaba al mercado
como mercancías para cambiarlos por dinero con el que adquirían otras mercancías. Del
dinero obtenido una parte era invertida en la adquisición de los productos necesarios para
la renovación de los medios de producción, es decir en materias primas, herramientas,
etc, y lo que quedaba del dinero era el ingreso neto de la familia. Los ingresos netos eran
a su vez convertidos en mercancías, en los productos que la familia necesitaba para
sobrevivir.

La esfera de la circulación estaba regida por las leyes del capital. El comerciante llevaba
su capital al mercado y lo cambiaba por los productos de numerosos pequeños
productores, pero siempre con el propósito de volver a intercambiar estos productos por
dinero. Este circuito solo tenía sentido si la cantidad obtenida en el intercambio final era
superior a la cantidad oficial, ya que el comerciante no estaba interesado en el tipo de
mercancías, sino en su valor de cambio. El beneficio era la fuerza motriz de la circulación.

El pequeño productor llevaba los productos al mercado porque las cantidades producidas
superaban su propio consumo y porque necesitaban dinero para adquirir otros productos
que no podía producir él mismo debido a su especialización (impuesta a su vez por la
carencia de una base agraria). Para este productor la meta final de la comercialización de
sus productos no era el dinero obtenido, sino el valor de uso de las mercancías que podía
obtener con ese dinero.

Por el contrario, las necesidades de consumo del comerciante capitalista no constituían


un factor importante como para determinar la magnitud de su propia actividad económica.
Su ambición de beneficios no estaba limitada por su capacidad de consumo; lo que le
interesaba era utilizar sus excedentes en forma rentable. El capital comercial emprendió la
explotación del potencial de fuerza de trabajo de las zonas rurales, que era mucho más
numerosa y barata que la mano de obra de las ciudades. Así fue como se originaron las
concentraciones industriales regionales, que se especializaron en la producción en masa
de un producto, o de un número reducido de ellos (en este caso había que ampliar la
cantidad de productores) dirigida a los lejanos mercados, fenómeno que ha sido
denominado “protoindustrialización”.

El Verlagsystem: la penetración del capital en la esfera de producción

En el Kaufsystem los pequeños productores conservaban cierto grado de independencia


formal. En el Verlagsystem los productores trabajaban únicamente por encargo y al
servicio de un comerciante, perdiendo esta independencia. Estos Verleger (es decir los
comerciantes) provenían directamente del estrato de comerciantes o, en algunas
ocasiones, del mismo estrato de productores, siendo campesinos enriquecidos. Las
materias primas necesarias pertenecían al Verleger, por lo que también le pertenecían a
este los productos resultantes del trabajo de los productores.

De esta manera, el en Verlagsystem el capital había empezado ya a trascender los límites


de la esfera de la circulación, o sea del comercio, y a penetrar en el proceso de
producción: una parte de los medios de producción ya no pertenecía a los productores
inmediatos, sino que había sido transformada en capital cuya finalidad era crear plusvalía
para su propietario. Los productores inmediatos ya no manufacturaban mercancías para
venderlas como propias, sino que vendían únicamente su fuerza de trabajo a cambio de
un salario por pieza producida.

Un método que utilizaban a menudo los Verleger era el “arriendo” de los instrumentos de
trabajo a los productores a precios fijos, para transferir a los trabajadores las cargas y
riesgos que conllevaba la propiedad. Al mismo tiempo, este sistema dejaba a los
productores la facultad de disponer, al menos aparentemente, de los instrumentos de
producción.

A medida que la propiedad de los medios de producción pasaba de los productores


domésticos a los Verleger, éste iba adquiriendo mayor poder para decidir qué, cómo y
cuánto se producía. Así, por ejemplo, el productor manufacturero doméstico, que ya no
era propietario de las materias primas que procesaba, no podía siquiera empezar a
producir hasta que el Verleger le suministrara los materiales.

Por lo general, los pequeños productores no obtenían ingresos superiores a los que
necesitaban para su propia subsistencia y la de sus familias.

¿Pero qué habría podido impulsar a los productores a abandonar su independencia y a


utilizar los medios de producción de un capitalista en vez de los suyos propios? Parece
ser que frecuentemente se trata de productores que se iniciaban en la producción
manufacturera en períodos de expansión o de trabajadores que habían estado hasta
entonces empleados en los talleres de otros productores y que decidían “independizarse”.
Además, la iniciación era más fácil cuando el Verleger les suministraba los medios de
producción y reducía así los “riesgos”. Por otro lado, las permanentes fluctuaciones de la
economía junto al endeudamiento de los pequeños productores, debieron desplazar con
frecuencia el poder económico a manos de los empresarios de modo irreversible.

El Verleger invertía parte de su capital en materias primas, poniéndolas a disposición de


los productores que carecían de los medios para comprarlas. De esta manera lograba
fortalecer su posición económica.

Durante la protoindustrialización las tierras que poseían los productores manufactureros


fueron haciéndose cada vez más pequeñas, y el número de trabajadores sin propiedad
fue aumentando, de manera que la defensa que hasta entonces había representado la
base agraria fue perdiendo paulatinamente su efectividad. En esta situación, el Verleger
estaba mucho más capacitado para adquirir grandes cantidades de materias primas
procedentes de lejanos mercados.

En muchos casos, los pequeños productores se resistieron a la introducción de nuevas


formas de producción. Se resistían a que se cortara su tradicional acceso al mercado y a
ser dependientes de un comerciante. Su resistencia estuvo condenada al fracaso y la
lucha de los trabajadores se concentró en la obtención de cierto nivel salarial y mejores
condiciones de empleo dentro del marco de las nuevas relaciones de organización
industrial.
Con la progresiva dependencia del capital comercial la división social del trabajo se fue
agudizando. Debido al elevado grado de especialización de algunos trabajadores,
resultaba a menudo más racional subdividir la producción en diferentes fases y repartir el
trabajo entre toda la mano de obra al servicio del Verleger, en lugar de dejar que todo el
proceso fuera realizado por una misma familia. En este tipo de producción la familia y el
hogar ya no constituían la unidad básica de producción, en el sentido de que el proceso
de trabajo necesitara de la cooperación de todos sus miembros. Ahora cada miembro de
la familia podía ganar un salario individual mediante su trabajo. El hogar y la familia solo
eran el lugar donde se realizaba el proceso.

La tendencia a la centralización de la producción: las manufacturas capitalistas

Ya durante la protoindustrialización algunas de las fases de la producción podían quedar


centralizadas bajo determinadas circunstancias en un solo centro de producción, en el
que un amplio número de productores trabajaban juntos. Estas fábricas fueron
denominadas “manufacturas”. Su función era complementar la producción de la industria
doméstica, pero bajo ciertas circunstancias podía llegar a sustituirlas por completo.

Los productores ya no tenían que preocuparse por el coste de los medios de producción,
aunque esto significaba que ya no poseían más que su fuerza de trabajo para vender al
capital. Su objetivo al vender esta “mercancía” se limitaba a poder obtener con el dinero
de la remuneración, el valor de uso de otras mercancías.

La dispersión de la producción doméstica, los problemas de transporte y los problemas en


el control de los productores aumentaron de tal modo que se hizo rentable para el
comerciante la centralización de la producción engrandes talleres. El número de talleres
de producción centralizada iba en aumento. El motivo de esta expansión reside en su
superioridad económica, es decir que aunque el establecimiento de una manufactura
centralizada requería la inversión de mayor capital que cualquiera de las anteriores
formas de producción, la tasa de beneficio también tuvo que ser superior. Los nuevos
métodos e instrumentos de producción contribuyeron a aumentar la productividad del
trabajo.

Estos estadios del desarrollo de las relaciones de producción en la protoindustrialización


no constituyen una secuencia, en el sentido de que necesariamente una fase siguiera a la
otra. Aún así, en términos generales podemos reconocer en la protoindustrialización una
tendencia a la penetración del capital en la esfera de producción y la transformación de
los relativamente independientes pequeños productores manufactureros en trabajadores
asalariados. Esta tendencia se manifestó en dos formas: o las relaciones de producción
en una antigua región de protoindustrialización cambiaban, o nuevas regiones con una
mayor organización capitalista iban tomando mayor importancia.

El desarrollo de las fuerzas productivas: estancamiento y progreso

El crecimiento de la producción manufacturera protoindustrial estuvo basado


principalmente en el empleo de un número cada vez mayor de trabajadores. El
crecimiento de la protoindustria se realizó principalmente de forma extensiva, aunque
también se dio cierto progreso en la productividad del trabajo. Los principales factores que
permitieron un desarrollo de la productividad fueron probablemente los cambios en la
organización de la producción y, sobre todo, el progreso en la división del trabajo.

Las ventajas de las empresas centralizadas estaban basadas en el ahorro de los gastos
de transporte y en el hecho de que el control y la dirección del proceso de producción
eran muchos más efectivos que en los pequeños talleres domésticos. Por otro lado,
también fueron introducidas innovaciones y máquinas mucho más adelantadas, aunque
no tan arrolladoras como las de la revolución industrial.

Se fue implantando la separación entre el hogar y el puesto de trabajo, así como el


sometimiento del trabajador al control directo del empresario.

Durante la fase de protoindustrialización coexistieron regiones e industrias con tendencia


a la involución y al estancamiento con otras en pleno desarrollo, lo cual se debe a los
diferentes grados de desarrollo así como a la diversidad de las relaciones de producción
en las diferentes industrias y regiones.

Crisis y fluctuaciones coyunturales

Las fluctuaciones entre las buenas y malas cosechas seguían teniendo una importancia
considerable para las regiones protoindustriales, ya que sus poblaciones tenían que
abastecerse en primer lugar de alimentos. Pero puesto que con el transcurso de la
protoindustrialización fue aumentando el porcentaje de productores manufactureros que
no poseían suficientes tierras, el aprovisionamiento general de alimentos se hizo cada vez
más dependiente de las fluctuaciones de los precios en los mercados de cereales.

Las crisis de “tipo antiguo” (crisis agrarias) tenían un efecto desastroso sobre las
poblaciones industriales: no solo se encarecían repentinamente los productos más
básicos, sino que la población se veía obligada a gastar todos sus ingresos en alimentos.

Las regiones protoindustriales también se vieron afectadas por las fluctuaciones del
comercio internacional, originadas frecuentemente por motivos políticos, tales como
cambios en la política económica y arancelaria, revueltas políticas o conflictos militares.

Вам также может понравиться