La caridad en la verdad
¡ES DOMINGO!
“La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testi-
go con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrec-
ción, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de
cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»— es
una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a compro-
meterse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y
de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eter-
no y Verdad absoluta. Cada uno encuentra su propio bien asu-
miendo el proyecto que Dios tiene sobre él, para realizarlo ple-
namente: en efecto, encuentra en dicho proyecto su verdad y,
aceptando esta verdad, se hace libre (cf. Jn 8,32). Por tanto,
defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y tes-
timoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de
caridad. Ésta «goza con la verdad» (1 Co 13,6). Todos los hom-
bres perciben el impulso interior de amar de manera auténtica;
amor y verdad nunca los abandonan completamente, porque
son la vocación que Dios ha puesto en el corazón y en la mente
de cada ser humano. Jesucristo purifica y libera de nuestras li-
mitaciones humanas la búsqueda del amor y la verdad, y nos
desvela plenamente la iniciativa de amor y el proyecto de vida
verdadera que Dios ha preparado para nosotros. En Cristo, la
caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en
una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su
proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14,6)”
(Encíclica “Caritas in Veritate” de Benedicto XVI, n. 1)
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Parroquia de San Isidro Labrador
www.sanisidrolabrador.com
(Hoja privada para los feligreses. Número 64)
Domingo, 8 de noviembre de 2009
Tfnos. 958 453 218 / 649 311 563
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La riqueza de la viuda pobre
En el evangelio de este domingo (Mt 12,38-44) Jesús nos pide que
reparemos en una mujer viuda, que se acerca al templo de Jeru-
salén a depositar su limosna para el Señor. No está sola. Hay mu-
chos otros, especialmente mucha gente rica, que también acuden a
depositar su limosna. En el llamado “atrio de las mujeres” del tem-
plo hay unas grandes huchas en forma de trompeta. Al caer las
monedas por ellas hace un gran ruido. Las monedas de los ricos,
de más peso y calidad, suenan más. Esta pobre viuda sólo ha de-
positado dos pequeñas monedas que apenas hacen ruido al caer.
Las de los ricos, por el contrario, sí. Jesús no quiere que pase des-
apercibida la escena. Sabe que los que más tienen también tienen
deseo de hacerse notar. Son ricos y quieren ser tenidos por tales
por los demás.
Cierto, esas limosnas de los ricos valen también a los ojos de Dios.
Pero valen mucho más esas dos moneditas (que era la cuarta parte
de lo que eran nuestras antiguas pesetas). En sí mismas eran
prácticamente nada. Nadie, excepto aquella mujer, se habría atre-
vido a hacer ese ridículo: ¡Ir al templo a echar “dos reales”! Para
eso, mejor no ir. ¿Quién va a apreciar ese gesto? Lo que sí puede
suceder es que algunos se rían de su miseria. Pero no Jesús. Jesús
llama la atención de todos, también de nosotros: “Os aseguro que
esa pobre viuda en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque
los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa ne-
cesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir”.
¡Preciosa lección! Con estas palabras, Jesús, nos enseña, en primer
lugar, que Él conoce el corazón y la vida de cada uno. En segundo
lugar, nos enseña que a los ojos del Padre cuenta el corazón, no
la cantidad material de lo que le demos.
El apóstol San Pablo nos dice, en una de sus cartas, que el se-
creto del amor de obras, de la caridad auténtica, que se ejercita
también con la limosna, consiste no en “dar”, sino en
“darse” (ver 2 Cor 8,1-15).
Aquella pobre viuda era realmente muy rica: tenía una humani-
dad generosa, capaz de prescindir hasta de lo necesario para
ofrecérselo al Señor.
A la luz de esta enseñanza de Cristo, nosotros podríamos pedirle
hoy ese don de la generosidad del corazón, desde la libertad que
nace del amor auténtico. Para que no seamos tacaños, sino ge-
nerosos, entregados.
No olvidemos que la medida del amor es amar sin medida. Y es-
to lo sabe el Señor, que “siendo rico se hizo pobre para enrique-
cernos con su pobreza” (2 Cor 8,9). Él puede hacer posible un
estilo de vida realmente solidario, en el que compartamos con el
necesitado, en el nombre del Señor, hasta lo necesario, para
remediar su miseria. Es todo un reto y una gracia, que espera-
mos alcanzar del Señor.
Misas por los difuntos de la parroquia
El lunes, 16 de noviembre, a las 7 de la tarde, celebra-
remos la Santa Misa en sufragio por los difuntos de nuestra
parroquia. Explicaremos el próximo domingo cómo se puede
participar en esta celebración.
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Santos de la semana
Lunes, 9 de noviembre: Dedicación de la basílica de Letrán.
Hoy se celebra el aniversario de la dedicación de la
basílica de “San Juan de Letrán”, mandada construir
por el emperador Constantino (siglo IV). Esta basílica
romana es considera la “madre y cabeza de todas las
iglesias de la urbe y el orbe”; es decir, de Roma y de
toda la Cristiandad. Esta basílica es la sede del Papa
como Obispo de Roma.
Martes, 10 de noviembre: San León Magno, Papa y doctor
de la Iglesia.
Elegido obispo de Roma y, por tanto, Papa el año 440, fue
un verdadero pastor y padre de los fieles, en tiempos muy
duros para la Iglesia, especialmente por la invasión de los
bárbaros. Predicó y dejó escritas decenas de homilías, que
constituyen un verdadero tesoro, especialmente para cuan-
tos tienen la difícil misión de predicar el Evangelio. Convocó
el concilio de Calcedonia, en el que se la doble naturaleza –
humana y divina – de Cristo, en su única persona divina.
Miércoles, 11 de noviembre: San Martín de Tours, obispo.
De padres paganos y convertido al Cristianismo, fue una luz
en el siglo IV, por su encendida piedad, que le empujó a la
vida monástica bajo la dirección de Hilario. Ordenado sacer-
dote y elegido obispo de Tours (Francia) fue un modelo de
pastor por el celo por las almas y su ardiente caridad, de mo-
do especial para con los más pobres.
Jueves, 12 de noviembre: San Josafat, obispo y mártir.
Nacido en Ucrania hacia 1580, sus padres pertenecían a la
Iglesia Ortodoxa. Él se convirtió a la fe católica, ingresando
en la Orden de San Basilio. Ordenado sacerdote y elegido
obispo de Pólotzk, trabajó sin descanso por la unidad de la
Iglesia. Murió mártir el año 1623.
Viernes, 13 de noviembre: San Leandro, obispo.
Hermano de los santos Fulgencio, Florentina e Isidoro, fue
arzobispo de Sevilla en el siglo VI. Convocó y presidió el ter-
cer concilio de Toledo, en el que se produjo la conversión a
la fe católica del rey visigodo Recaredo. Con su conversión
se alcanzó la unidad de España desde la misma fe. Murió el
año 600 y fue enterrado en la catedral de Sevilla.