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Hace más de 50 años, una filósofa alemana escribió un libro que planteó un
nuevo paradigma para occidente acerca de la percepción del mal. Hannah
Arendt, quien fue enviada por la revista The New Yorker a Israel para cubrir
uno de los juicios más controversiales del siglo pasado: el juicio de Adolf
Eichmann, se encontró con una paradoja, que sólo ella con su excelente
capacidad de análisis fue capaz de plasmar. Su libro “La banalidad del mal”
reformó la percepción, de lo que hasta ese momento se creía sobre una
persona que era considerada mala.
El mal es algo tan humano como lo es la bondad, no somos más que una
pequeña existencia rodeada de otras pequeñas existencias. Si bien nuestros
actos son lo que nos definen y a su vez, éstos, lo que trascienden o no,
nosotros no somos más que ejecutores. El que un acto nos defina no implica
que permaneceremos bajo esa definición, ya que la existencia es una
constante realización de actos u omisiones, lo que nos vuelve entes en cambio
constante, es decir, no vamos a poseer una definición permanente, aunque
el mal pueda tener la capacidad de perdurar más en la memoria de los
hombres; uno puede ser bueno hoy y malo mañana; y así nos vamos
definiendo a nosotros mismos a través de eso que hacemos, que si bien es
cierto que a lo largo de nuestra existencia nos encontramos en un cambio
constante, llega un punto en el que empezamos a ser conscientes de
qué somos. Pero lo que da trascendencia a nuestros actos es el otro, de aquí la
máxima de Sartre “el existencialismo es un humanismo” pues nuestra
existencia, va ligada innegablemente al otro que no soy yo y sólo él puede
definir la naturalidad de mi acto. La otredad es la encargada de fijar el mal y
el bien.
El criminólogo necesita del discurso del crimen y viceversa, pues sin alguna de
las dos partes la existencia de ambos no sería posible; el primero en cuanto a
profesión y el segundo en cuanto a construcción social. Por antonomasia
deducimos que el criminólogo se encarga de elaborar – o eso debería hacer –,
o de constituir un discurso anti-crimen. Dicho de otra forma, el proceso
de deconstrucción del criminólogo, debe concluir en la creación de políticas
públicas.
El criminólogo, de igual forma que el sujeto criminal, es un ser-para-otro. Por
ello parte del fundamento de la existencia de esta profesión, radica en la
existencia del discurso del crimen, observado desde la totalidad de los
elementos, o sea, necesita de un criminal, un mensaje y un receptor. Y sonaría
paradójico la cuestión de que el criminólogo constituye la antítesis del discurso
criminal, empero, es éste el que le da fundamento, pero no es así, porque
estaríamos limitando las funciones de un criminólogo, que bien pueden ir
encaminadas a un discurso de la prevención, sin necesidad del mensaje
criminal; el hecho ya cometido. Todo esto desde una postura ontológica que da
argumento a la existencia del criminólogo, pues a través del conocimiento
del Ser, se llega a la premisa universal de que en el Ser esta el bien y el mal y
desde esa concepción de mal, se da vida filosófica a la Criminología, quien
buscará entablar y constituir un discurso anti-mal en el Ser, sea cual sea la
definición que se tenga del mal, sin importar sociedad, cultura, país, raza, etc.
Pues el mal es un concepto universal ontológico, entonces, se concluye, que
existe una Criminología Filosófica, cuyo fundamento y pilar es la existencia
ontológica del mal en el Ser.
Los primeros documentos sobre los números escritos fueron hechos hace unos
5000 años en el valle asiático de Mesopotamia entre los ríos Tigris y Eúfrates.
Unos 2000 años después, los Sumeros, que vivían en la misma zona,
desarrollaron un sistema de escritura numérica conocido con cuneiforme. Su
uso se extendió y fue adaptado por los mercaderes babilonios quienes lo
utilizaron para sus registros comerciales.
Gracias a los números el hombre se permitió contabilizar los seres que
habitaban en sus tribus y el tipo de acciones que estos realizaban; la
mercancía que comercializaban, ya sea, a través de trueque o compra. El uso
de los números, cualquiera que fuera su uso, marcó el inicio de lo que hoy
llamamos estadística y no sólo eso, la estadística ha coadyuvado en todas las
ciencias existentes en nuestra actualidad, por lo que es imposible concebir
cualquier ciencia sin la aportación que nos ha brindado la estadística.
Historia de la Estadística
También los chinos efectuaron censos hace más de cuarenta siglos. Los
griegos efectuaron censos periódicamente con fines tributarios, sociales
(división de tierras) y militares (cálculo de recursos y hombres disponibles). La
investigación histórica revela que se realizaron 69 censos para calcular los
impuestos, determinar los derechos de voto y ponderar la potencia guerrera.
El primer empleo de los datos estadísticos para fines ajenos a la política tuvo
lugar en 1691 y estuvo a cargo de Gaspar Neumann. Este investigador se
propuso destruir la antigua creencia popular de que en los años terminados en
siete moría más gente que en los restantes, y para lograrlo hurgó
pacientemente en los archivos parroquiales de la ciudad. Después de revisar
miles de partidas de defunción pudo demostrar que en tales años no fallecían
más personas que en los demás. Los procedimientos de Neumann fueron
conocidos por el astrónomo inglés Halley, descubridor del cometa que lleva su
nombre, quien los aplicó al estudio de la vida humana. Sus cálculos sirvieron
de base para las tablas de mortalidad que hoy utilizan todas las compañías de
seguros.
Jacques Quételect es quien aplica las Estadísticas a las ciencias sociales. Este
interpretó la teoría de la probabilidad para su uso en las ciencias sociales y
resolver la aplicación del principio de promedios y de la variabilidad a los
fenómenos sociales.
De aquí podemos deducir que Quételet fue el primer estadista criminal, pues
aunque el campo de su estudio fue amplio y variado, sus aportes marcaron el
inicio de lo que posteriormente vendría a llamarse Geocriminología.
Dentro de las facultades que posee esta secretaría y que son de nuestro
interés se encuentra: Establecer y controlar bases de datos criminalísticos y de
personal. Aunque a título personal esta facultad se encuentra mal redactada.
Estadística inferencial
· La inferencia bayesiana.
Conclusión
No somos una estadística más, no soy un número, soy una verdad, una
existencia, un ser y una realidad; pero la realidad, la existencia, la verdad y los
números son estadística.