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El discurso del crimen

Roberto Alonso Ramos Erosa


FILOSOFÍA CRIMINOLÓGICA , 2015

Hace más de 50 años, una filósofa alemana escribió un libro que planteó un
nuevo paradigma para occidente acerca de la percepción del mal. Hannah
Arendt, quien fue enviada por la revista The New Yorker a Israel para cubrir
uno de los juicios más controversiales del siglo pasado: el juicio de Adolf
Eichmann, se encontró con una paradoja, que sólo ella con su excelente
capacidad de análisis fue capaz de plasmar. Su libro “La banalidad del mal”
reformó la percepción, de lo que hasta ese momento se creía sobre una
persona que era considerada mala.

Ciertamente la segunda guerra mundial, conmociono al mundo cuando se dio a


conocer la crueldad y el sadismo con el que fueron asesinadas millones de
personas por el régimen Nazi. Sin embargo lo que la filósofa percibió al asistir
al juicio del Eichmann, no fue más que una persona normal bajo las órdenes de
un sistema totalitario. Pero su expresión la banalidad del mal, no refiere a que
el mal sea banal, algo superfluo o simplemente un acto que no tiene mayor
trascendencia, más bien indica la minúscula posición de la existencia humana.

El mal es algo tan humano como lo es la bondad, no somos más que una
pequeña existencia rodeada de otras pequeñas existencias. Si bien nuestros
actos son lo que nos definen y a su vez, éstos, lo que trascienden o no,
nosotros no somos más que ejecutores. El que un acto nos defina no implica
que permaneceremos bajo esa definición, ya que la existencia es una
constante realización de actos u omisiones, lo que nos vuelve entes en cambio
constante, es decir, no vamos a poseer una definición permanente, aunque
el mal pueda tener la capacidad de perdurar más en la memoria de los
hombres; uno puede ser bueno hoy y malo mañana; y así nos vamos
definiendo a nosotros mismos a través de eso que hacemos, que si bien es
cierto que a lo largo de nuestra existencia nos encontramos en un cambio
constante, llega un punto en el que empezamos a ser conscientes de
qué somos. Pero lo que da trascendencia a nuestros actos es el otro, de aquí la
máxima de Sartre “el existencialismo es un humanismo” pues nuestra
existencia, va ligada innegablemente al otro que no soy yo y sólo él puede
definir la naturalidad de mi acto. La otredad es la encargada de fijar el mal y
el bien.

Obviamente este proceso no es simple ni rápido y a lo largo de la existencia


humana se ha transformado el bien y el mal. Alessandro Baratta en su libro
“Criminología crítica y crítica al Derecho Penal” menciona que un delito se
estipula como tal, cuando una acción u omisión realizada por un sujeto causa
incomodidad, irritación, enojo, descontento en un sector de la población, un
ejemplo claro de esto, es la actual protección que brinda la ley hacia los
animales.

A lo largo de la existencia humana siempre ha habido actos que se


consideran buenos o malos, pero no es el tiempo el que ha establecido esta
clasificación, han sido las sociedades. El mal no es más que una expresión de
nuestra simple humanidad. Hasta este punto no sé si haya quedado claro que
el mal es simplemente la ejecución de un acto que carece de importancia sin la
otredad y que aquel que comete el acto no es más que un humano, no es más
ni menos, es un humano como todos nosotros. Debe quedar bien establecido
que nuestra condición de existencia en este mundo es minúscula, somos un
pequeño granito de arena en una extensa playa que llamamos universo. No es
la banalidad del mal, es la banalidad del humano que comete el mal.

Por lo consiguiente podemos pasar a la siguiente afirmación: el criminal es un


humano. Un humano que un momento y tiempo determinado se ha definido
ante la sociedad como un criminal por su o sus actos. Pero eso no le quita la
condición de humanidad. El criminal es un Ser, es un humano como todos
nosotros, expuesto a ciertas situaciones que lo han hecho como es. De aquí
que Sartre dijera: “un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él”. El
criminal es una existencia que se ha consolidado como tal a través de las
decisiones y los actos que los otros han realizado y que de alguna manera han
influido sobre lo que es: “un criminal es lo que hace, con lo que la sociedad hizo
de él”.
Desde la postura humanista que aborda Sartre, queda claro que nuestra
existencia como seres repercute en los otros, somos entes sociales. La
repercusión puede ser directa o indirecta, pero siempre es comunicativa,
depende la interpretación de cada uno, como es que esta repercusión nos
afecte o nos beneficie. Un criminal comunica a través de su acto, un criminal es
el ser-negado que grita, se expresa por medio del crimen. Un humano criminal
es aquel segregado que se hace a él mismo por la influencia de un entorno.
El Ser es un pro-yecto y un criminal lo mismo. No hay algo que nos haga malos
por naturaleza o buenos, aunque diversos estudios lo afirmen, un criminal es la
construcción que él hace de él, como Ser arrojado a un mundo, como Ser libre
y consciente.

El crimen es un discurso que pretende hablar a través de un acto, es la


comunicación máxima que refleja la situación del criminal. Cuando una persona
roba, expresa una necesidad, la satisfacción de un deseo o por mero goce, sea
cual sea, nos está diciendo algo. Cuando un sicario mutila o descuartiza a otra
persona nos está expresando su dominio, su poder, su aparente superioridad.
La esencia de un criminal es el acto que comete, su existencia es la misma que
todos: humana. Entonces ¿el crimen es la situación que está detrás del criminal
o es su esencia? Es las dos, por una parte hay detrás de él, una serie de
eventos y de otros que lo han llevado a estructurarse como criminal, por otro
lado a lo largo de esas situaciones, eventos o personas, forjó su esencia.

El criminal, en principio es un ser-para-sí, pues es el hombre que se hace a sí


mismo, pero para que lleve a cabo su crimen necesita del otro y es cuando el
criminal es un ser-para-otro y es aquí donde su discurso lleva a cabo su papel
comunicativo: “yo robo, yo mato, yo violo, porque con eso que hago quiero
decir algo, es mi manera de hacerme escuchar”. Pero el acto criminal es
solamente eso, un acto, un ejercicio de poder, es el acto el que lleva
intrínsecamente la crueldad y el sadismo o la bondad y el altruismo, el que lo
lleva a cabo es solamente un humano.
La existencia no confiere ningún tipo de poder, es lo que hacemos con nuestros
actos lo que ejerce el poder. Entonces el crimen también es humanismo,
aunque nos cueste aceptarlo, porque repercute en los otros. Y los otros a su
vez se formarán a través del crimen. No hay existencia criminal, porque somos
existentes, como lo que venimos, humanos. Hay humanos criminales.

El discurso del crimen es sencillo, requiere, como todo proceso comunicativo:


emisor-mensaje-receptor. El emisor es el criminal, el crimen es el mensaje y el
receptor puede ser cualquiera, no necesariamente la víctima.

Cuando el mensaje llega al receptor, éste comienza un proceso de


decodificación; deconstrucción del acto criminal y es importante, en este punto,
el resultado de aquella deconstrucción, pues de aquí surgirán las opiniones o
ideas acerca del sujeto criminal y del acto. Aunque el crimen se someta a un
proceso de deconstrucción por parte del receptor, el acto, como realización
pasada, cometida en un tiempo y lugar determinado no puede
ser deconstruido más que por la mera subjetividad del receptor. La
construcción del acto criminal es un hecho inalterable.

Puede parecer que el hecho criminal sea ambivalente a la deconstrucción del


hecho, pero en realidad sólo se vuelve inútil cuando se carece de herramientas
para comprender la totalidad de sus partes. Esto depende del receptor y por
que medio recibió el mensaje. Ya hablamos que el receptor puede ser cualquier
sujeto, sin embargo, la deconstrucción del hecho será diferente en quien se vio
afectado por el mismo, de quien lo vio a través de los medios masivos de
comunicación y de las autoridades encargadas de investigar y administrar la
justicia. Entonces no toda interpretación se vuelve inservible. Hay una
interpretación que puede ser subjetiva, de aquellos que carecen de habilidades
para comprender el hecho y hay una interpretación objetiva, del hecho criminal
en su totalidad, de aquellos, cuya formación ha sido la adecuada para
comprenderlo: jueces, agentes del ministerio público, peritos y criminólogos. La
mayoría de las opiniones que oímos del vox populi son sustentadas
únicamente en el discurso de los medios de comunicación o es una opinión
totalmente reproducida de otro con algunas alteraciones que provienen del
mismo sujeto-receptor.

La semiótica del mensaje criminal está compuesta por orden cronológico, un


actor, que es el criminal y una víctima. Desde esta perspectiva vislumbramos la
totalidad del discurso criminal, es decir, el mensaje, en parte se vuelve el
criminal, el hecho y la víctima. Todo en conjunto se vuelve el discurso del
crimen. Pero en la deconstrucción se deben analizar las partes por separado,
cuando hablamos de esto, no queremos decir la alteración del discurso, sino su
máxima comprensión lo más objetivamente que se pueda.

El criminólogo debe ser un deconstructor de este discurso y su proceso debe


ser lo más objetivamente que se pueda, pues la responsabilidad social y
jurídica que tiene es la de evitar la reproducción del discurso. De aquí, dos
cosas podemos rescatar, en primera: ningún discurso criminal será igual al
otro, la tipificación legal engloba una serie de actos que quebrantan el orden
social, sin embargo, visto desde su totalidad, ni el criminal, ni el mensaje, ni la
víctima serán siempre lo mismo o la intención del mensaje igual o incluso la
motivación del criminal y la elección de víctima, por lo que si varía un elemento
del discurso, este pierde cualquier similitud con otro, aunque sea, legalmente
hablando, el mismo hecho; segunda: la interpretación de parte del criminólogo
siempre llevará consigo una leve alteración de la percepción del hecho y así
pequeñas subjetividades dentro de la deconstrucción crítica, empero, esto es lo
que se busca, el mínimo de alteraciones, para una aproximación objetiva más
certera.

El criminólogo necesita del discurso del crimen y viceversa, pues sin alguna de
las dos partes la existencia de ambos no sería posible; el primero en cuanto a
profesión y el segundo en cuanto a construcción social. Por antonomasia
deducimos que el criminólogo se encarga de elaborar – o eso debería hacer –,
o de constituir un discurso anti-crimen. Dicho de otra forma, el proceso
de deconstrucción del criminólogo, debe concluir en la creación de políticas
públicas.
El criminólogo, de igual forma que el sujeto criminal, es un ser-para-otro. Por
ello parte del fundamento de la existencia de esta profesión, radica en la
existencia del discurso del crimen, observado desde la totalidad de los
elementos, o sea, necesita de un criminal, un mensaje y un receptor. Y sonaría
paradójico la cuestión de que el criminólogo constituye la antítesis del discurso
criminal, empero, es éste el que le da fundamento, pero no es así, porque
estaríamos limitando las funciones de un criminólogo, que bien pueden ir
encaminadas a un discurso de la prevención, sin necesidad del mensaje
criminal; el hecho ya cometido. Todo esto desde una postura ontológica que da
argumento a la existencia del criminólogo, pues a través del conocimiento
del Ser, se llega a la premisa universal de que en el Ser esta el bien y el mal y
desde esa concepción de mal, se da vida filosófica a la Criminología, quien
buscará entablar y constituir un discurso anti-mal en el Ser, sea cual sea la
definición que se tenga del mal, sin importar sociedad, cultura, país, raza, etc.
Pues el mal es un concepto universal ontológico, entonces, se concluye, que
existe una Criminología Filosófica, cuyo fundamento y pilar es la existencia
ontológica del mal en el Ser.

Estadística: el preludio de la Criminología Científica


Desde que el hombre es hombre ha tenido la imperante necesidad de tener
controlado su entorno, es decir, el ambiente donde habita, la población con la
que convive, las acciones que se realizan y más. La invención del lenguaje se
considera una de las aportaciones más importantes – si no es que la más
importante – a la humanidad. Pero hay una aportación que tiene igual
importancia que la del lenguaje: los números.

Los primeros documentos sobre los números escritos fueron hechos hace unos
5000 años en el valle asiático de Mesopotamia entre los ríos Tigris y Eúfrates.
Unos 2000 años después, los Sumeros, que vivían en la misma zona,
desarrollaron un sistema de escritura numérica conocido con cuneiforme. Su
uso se extendió y fue adaptado por los mercaderes babilonios quienes lo
utilizaron para sus registros comerciales.
Gracias a los números el hombre se permitió contabilizar los seres que
habitaban en sus tribus y el tipo de acciones que estos realizaban; la
mercancía que comercializaban, ya sea, a través de trueque o compra. El uso
de los números, cualquiera que fuera su uso, marcó el inicio de lo que hoy
llamamos estadística y no sólo eso, la estadística ha coadyuvado en todas las
ciencias existentes en nuestra actualidad, por lo que es imposible concebir
cualquier ciencia sin la aportación que nos ha brindado la estadística.

Historia de la Estadística

La palabra Estadística procede del vocablo “Estado”, pues era la función


principal de los Gobiernos de los Estados establecer registros de población:
nacimientos, impuestos, defunciones y cosechas; la necesidad de poseer datos
cifrados sobre la población y sus condiciones materiales de existencia han
debido hacerse sentir desde que se establecieron sociedades humanas
organizadas. «Estadística», en última instancia, deriva la palabra
del neolatín statisticum collegium (consejo de estado) y la
palabra italiana statista (‘hombre de estado’ o político). La
palabra alemana statistik, introducida primeramente por Godofredo
Achenwall (1749), originalmente designaba el análisis de datos acerca del
estado, significando la ‘ciencia del estado’ (llamado posteriormente «aritmética
política» en idioma inglés). A principios del siglo XIX, adquirió el significado de
colección y clasificación de datos. El término fue introducido en Inglaterra en
1792 por sir John Sinclair cuando publicó el primero de los 21 volúmenes
titulados: Statistical account of Scotland.

Su origen empieza posiblemente en la isla de Cerdeña, donde existen


monumentos prehistóricos pertenecientes a los Nuragas, los primeros
habitantes de la isla; estos monumentos constan de bloques de basalto
superpuestos sin mortero y en cuyas paredes se encontraban grabados toscos
signos que han sido interpretados con mucha certeza como muescas que
servían para llevar la cuenta del ganado y la caza.
Hacia el año 3.000 a.C. los babilonios usaban ya pequeñas tablillas de arcilla
para recopilar datos en tablas sobre la producción agrícola y los géneros
vendidos o cambiados mediante trueque.

Por su parte, otros autores manejan que la Estadística comenzó en Egipto,


cuyos faraones lograron recopilar, hacia el año 3050 antes de Cristo, prolijos
datos relativos a la población y la riqueza del país. De acuerdo al historiador
griego Heródoto, dicho registro de riqueza y población se hizo con el objetivo
de preparar la construcción de las pirámides. En el mismo Egipto, Ramsés II
hizo un censo de las tierras con el objeto de verificar un nuevo reparto.

Por su parte en el antiguo Israel la Biblia da referencias, en el libro de los


Números, de los datos estadísticos obtenidos en dos recuentos de la población
hebrea. El rey David por otra parte, ordenó a Joab, general del ejército hacer
un censo de Israel con la finalidad de conocer el número de la población.

También los chinos efectuaron censos hace más de cuarenta siglos. Los
griegos efectuaron censos periódicamente con fines tributarios, sociales
(división de tierras) y militares (cálculo de recursos y hombres disponibles). La
investigación histórica revela que se realizaron 69 censos para calcular los
impuestos, determinar los derechos de voto y ponderar la potencia guerrera.

Pero fueron los romanos, maestros de la organización política, quienes mejor


supieron emplear los recursos de la estadística. Cada cinco años realizaban un
censo de la población y sus funcionarios públicos tenían la obligación de anotar
nacimientos, defunciones y matrimonios, sin olvidar los recuentos periódicos
del ganado y de las riquezas contenidas en las tierras conquistadas. Para el
nacimiento de Cristo sucedía uno de estos empadronamientos de la población
bajo la autoridad del imperio.

Para el año 1532 empezaron a registrarse en Inglaterra las defunciones debido


al temor que Enrique VII tenía por la peste. Más o menos por la misma época,
en Francia la ley exigió a los clérigos registrar los bautismos, fallecimientos y
matrimonios. Durante un brote de peste que apareció a fines de la década de
1500, el gobierno inglés comenzó a publicar estadísticas semanales de los
decesos. Esa costumbre continuó muchos años, y en 1632 estos Bills of
Mortality (Cuentas de Mortalidad) contenían los nacimientos y fallecimientos
por sexo.

El primer empleo de los datos estadísticos para fines ajenos a la política tuvo
lugar en 1691 y estuvo a cargo de Gaspar Neumann. Este investigador se
propuso destruir la antigua creencia popular de que en los años terminados en
siete moría más gente que en los restantes, y para lograrlo hurgó
pacientemente en los archivos parroquiales de la ciudad. Después de revisar
miles de partidas de defunción pudo demostrar que en tales años no fallecían
más personas que en los demás. Los procedimientos de Neumann fueron
conocidos por el astrónomo inglés Halley, descubridor del cometa que lleva su
nombre, quien los aplicó al estudio de la vida humana. Sus cálculos sirvieron
de base para las tablas de mortalidad que hoy utilizan todas las compañías de
seguros.

Jacques Quételect es quien aplica las Estadísticas a las ciencias sociales. Este
interpretó la teoría de la probabilidad para su uso en las ciencias sociales y
resolver la aplicación del principio de promedios y de la variabilidad a los
fenómenos sociales.

Quételet es también célebre por desarrollar la noción de «hombre promedio»


(l'homme moyen) y por su aplicación de la estadística a la criminología.

En cuanto a su obra de la Física social podemos mencionar tres conclusiones


fundamentales:

1. El delito es un fenómeno social que puede conocerse y


determinarse estadísticamente.
2. Los delitos se cometen año con año con absoluta regularidad y
precisión.

3. los factores que influyen como causas de la actividad delictuosa


son: el clima, la pobreza, la miseria, el analfabetismo, etc.

De aquí podemos deducir que Quételet fue el primer estadista criminal, pues
aunque el campo de su estudio fue amplio y variado, sus aportes marcaron el
inicio de lo que posteriormente vendría a llamarse Geocriminología.

Relación de la Estadística con la Criminología

Se entiende por estadística criminal el conjunto de datos numéricos sobre los


crímenes y criminales, extraídos de los registros de organismos oficiales,
clasificados, dispuestos y analizados en forma que revelen relaciones entre
categorías y datos, publicados periódicamente según un plan uniforme
(Tharstein Sellin).

El ser humano, desde un punto de vista antropológico, siempre ha tenido la


necesidad mantener el control de su entorno, ya que el desconocimiento de
una determinada situación o un entorno causaban miedo; lo “no-conocido”
siempre nos causa miedo. Por ello el censo de una determinada población
representaba el control para el jefe de la tribu, pues sabía cuántos pobladores
tenía que dirigir.

Como ya lo vimos anteriormente, una de las primeras estadísticas que se


presentaron fueron: los animales cazados y los vegetales o frutas que se
recolectaban y posteriormente se comercializaban. Estas estadísticas servían
para mantener un control económico de la tribu y si se descubría alguna
alteración o algo que no cuadrara, los castigos podían ser terribles.
Más adelante los criminales que eran ejecutados o encerrados en cárceles
también pertenecieron a un tipo de estadística, pues el Estado se vio en la
necesidad de ampliar el control que tenía. Empezaron a vislumbrar todos los
horizontes que podían controlar a través de la estadística. Esto implicaba tener
un mayor control, no sólo de su población (nacimientos, matrimonios,
defunciones) sino también los ingresos y egresos, número en el personal de un
ejército, situación socioeconómica de su población, etcétera.

Entonces se puede ver que la estadística representa el dominio de ciertos


asuntos que ocurren dentro de una región geográfica y esto siempre es un
beneficio del Estado pues, significa control; es asegurar su economía y
controlar a la población.

En México la encargada de presentar las estadísticas referentes a los delitos


cometidos, población cautiva en una penitenciaria, población liberada y
readaptada y número de policías es la Secretariado Ejecutivo del Sistema
Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) cuya misión es: Articular y coordinar
a las instituciones de Seguridad Pública de los tres órdenes de gobierno a
través de establecer directrices, alinear las políticas públicas, establecer
sistemas de planeación estratégica, así como de evaluación y transparencia,
constituyéndose en un Sistema confiable, legítimo y eficaz, buscando el
respeto a la integridad física, moral y patrimonial de las personas y sociedad,
facilitando con ello su desarrollo y plenitud.

Dentro de las facultades que posee esta secretaría y que son de nuestro
interés se encuentra: Establecer y controlar bases de datos criminalísticos y de
personal. Aunque a título personal esta facultad se encuentra mal redactada.

Las estadísticas criminales pueden originarse en diversas fuentes; entre las


que se destacan la policial, la judicial y la penitenciaria.

Estadística policial: es aquella que recoge y compila la policía; sus datos


abarcan delitos y contravenciones, que son tomados de las distintas
dependencias administrativas (intendencias-
comisarías, servicio de investigación, etc.).

Estadística judicial: es la que proporcionan los jueces y magistrados penales


del país de acuerdo con los procesos iniciados y las providencias dictadas en
su desarrollo.

Estadística penitenciaria: compila los datos relacionados con


la población reclusa del país: distíngase en ella los sindicados de los
sentenciados, las diversas categorías de delitos que se les imputa, el sexo,
edad, procedencia y demás aspectos personales de los presos, así como el
flujo periódico de ingresos y salidas.

Estadística inferencial

La estadística inferencial es una parte de la estadística que comprende los


métodos y procedimientos que por medio de la inducción determina
propiedades de una población estadística, a partir de una pequeña parte de la
misma. La estadística inferencial comprende como aspectos importantes:

· La toma de muestras o muestreo, que se refiere a la forma adecuada


de considerar una muestra que permita obtener conclusiones
estadísticamente válidas y significativas.

· La estimación de parámetros o variables estadísticas, que permite


estimar valores poblacionales a partir de muestras de mucho menor
tamaño.

· El contraste de hipótesis, que permite decidir si dos muestras son


estadísticamente diferentes, si un determinado procedimiento tiene un
efecto estadístico significativo, etc.
· El diseño experimental.

· La inferencia bayesiana.

· Los métodos no paramétricos

La inferencia bayesiana es: un tipo de inferencia estadística en la que


las evidencias u observaciones se emplean para actualizar
o inferir la probabilidad de que una hipótesis pueda ser cierta. Este tipo de
inferencia ha sido utilizada por la policía de los Ángeles para que los patrulleros
realicen rutas donde se puede cometer un delito. El índice de criminalidad de
una zona es un parámetro que puede medirse mediante el seguimiento de las
denuncias y delitos cometidos en una zona geográfica determinada dentro de
un intervalo temporal de observación. Si estos datos y su evolución se tratan
con un software, podrían identificarse las zonas más propensas a que se
cometan delitos y, por tanto, los focos en los que sería necesario actuar para
disuadir a los que cometen estos actos.

Prevención del delito

Una de las tareas principales de la Criminología es la prevención del delito.


Existen tres diferentes tipos de prevención del delito: prevención primaria,
prevención secundaria y prevención terciaria. La prevención primaria se ocupa
del delito como tal, sin tomar en cuenta su infractor. Este tipo de prevención
busca establecer los factores físicos que propician el delito. La prevención
secundaria se ocupa del sujeto que es proclive a cometer un delito, ya sea por
su condición económica, su educación o su entorno social y la prevención
terciaria se ocupa de la readaptación y resocialización de los sujetos que ya
han perpetrado un delito.

En cada uno de los tipos de prevención, que ya mencionamos antes, existen


bases estadísticas que ayudan a evitar los delitos. Los factores o causas que
pueden generar que una persona cometa una conducta antisocial son
insertados en una base de datos y en base a ellos generar políticas públicas de
prevención del delito. Las estadísticas son necesarias para la Criminología
pues, gracias a ellas obtenemos la información necesaria de qué tipo de
prevención crear, cómo irá enfocada, a qué publico se realizara y como se
llevará a cabo, entre otras. Los delitos son diferentes en cada región y cada
persona tiene su propio móvil para cometerlos, sin embargo a través de las
cifras que se nos otorgan, nos es fácil dirigir la prevención del delito, pues
tenemos información certera que nos facilita la estadística.

Conclusión

No se puede pensar en prevención del delito sin antes realizar un estudio de


campo. Al pensar en un estudio de campo debemos pensar forzosamente en
estadística. La estadística es base para todas las ciencias y no sólo para eso,
sino para cualquier tipo de investigación que se quiera llevar a cabo.

Cabe señalar que la estadística es una ciencia certera, es decir positivista, ya


que aborda el método científico que tanto postuló Augusto Comte. No se debe
confundir estadística con probabilidad, son dos cosas muy diferentes.

La Criminología no puede ver el desarrollo de una de sus principales tareas, sin


antes abordar un estudio estadístico de la prevención que va a desarrollar y no
sólo eso, la misma tesis que se requiere a los estudiantes representa
investigación, y ésta quiere decir poner en práctica los conocimientos
estadísticos que desde bachillerato se nos han inculcado.

No es nada más la Criminología, como ya lo repetí varias veces, cualquier


ciencia en un momento determinado necesita de números que le ayuden a
lleva un control sobre su labor y la Criminología al tener una función tan
importante, como lo es la prevención, no puede darse el lujo de ir a la deriva
teorizando.
La Criminología requiere investigación y la investigación requiere números; la
investigación es ciencia pura. Por ello es que muchos mediocres rehúyen a
esta labor tan importante. Al ser la Criminología una ciencia social, no se puede
vivir en bibliotecas, fabricando hipótesis que no tendrán comprobación, hay que
salir de las trincheras académicas y demostrar con números que hay una
realidad angustiante de homicidios, secuestros, violaciones, robos, etcétera.

Pero eso al estudiante actual no le importa, pues está sumergido en un mar de


morbo que obnubila la visión crítica (que debería tener) y se deja llevar por la
corriente sensacionalista que empobrece su capacidad de analizar; los
números son tan necesarios cómo la vida misma, sin ellos, no sólo ejercería el
caos, sino que la muerte sería el enemigo principal pues un muerto es
estadística, pero mil muertos es un genocidio. Sin este simple aforismo no
seríamos nada más que cifras, sin embargo y como todo, hay que saber
utilizarlos a nuestro favor.

No somos una estadística más, no soy un número, soy una verdad, una
existencia, un ser y una realidad; pero la realidad, la existencia, la verdad y los
números son estadística.

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