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Uno de los elementos fundamentales de la Psicomotricidad tanto desde el punto de vista teórico
cuanto desde el punto de vista de la práctica profesional, está constituido por el movimiento. Sabemos, en
efecto, que la Psicomotricidad valoriza el movimiento no solo en su estrecha dimensión neurofisiológica,
sino también y en el mismo tiempo como inteligencia y afectividad a condición que la motricidad sea
insertada dentro de una relación significativa.
Por eso el cuerpo no es solo un dato biológico, sino también es un espacio psíquico que se expresa a través
de las diferentes funciones psicomotoras vividas y actuadas en la realidad. En particular, el actuar corporal
evidencia la identidad psicomotriz de la persona, su nivel de desarrollo y el grado de integridad de la Imagen
corporal de sí mismo.
En tal sentido, la Psicomotricidad tiende a resaltar el movimiento, el cual no expresa solamente el aspecto
fisiológico, sino también es inteligencia y afectividad costituyendo el denominador común de todo esto.
En realidad, la Psicomotricidad , superando la visión clásica del cuerpo-máquina, situa el cuerpo mismo
sobre un nivel interactivo-simbólico con un valor semántico y solamente en manera subordinada con un
valor senso-perceptivo-funcional.
Entonces, en la perspectiva psicomotora el movimiento adquiere, más allá de un significado funcional
competencial y objetivo, también un valor expresivo-comunicativo, aspectos siempre considerados en
conjunto:
- instrumental, funcional: como competencia neuromotora y neuropsicológica, cognitiva;
- expresivo: en el sentido que el movimiento es considerado como un complejo de signos corporales (gestos,
posturas, posiciones espaciales, proximidad, mirada, mímica, etc.) que transmiten mensajes, a menudo
involuntarios, de actitudes y estados emotivos.
- comunicativo: en el sentido que constituye una estrategia, en acuerdo al menos con la palabra, que
transmite dentro de una relación contenidos de pensamiento primario y secundario que deben ser
decodificados y que tienen tendencia a ejercer influencia hacia el destinatario.
En particular, frente a todo esto, en Psicomotricidad viene privilegiada la función tónica, considerada no
solo como elemento de apoyo y guía del movimiento neurofuncional, sino también como substrato y
expresión de las emociones, del pensamiento y del lenguaje deviniendo así un extraordinario medio de
relación con el mundo. El famoso “diálogo tónico” entre la madre y su hijo o entre el psicomotricista y el
paciente, del cual se habla mucho, constituye , por eso, el fundamento sea de los aspectos biológicos sea de
los psíquicos y relacionales. Sobre el tono muscular, por consecuencia, se van construyendo e integrando
todas las competencias del individuo; y en el caso de un desorden físico o psíquico el tono deviene el primer
termometro de la molestia también si se va manifestando en otra manera más visible como en la motricidad,
aprendizaje, lenguaje o comportamiento.
Lo específico de la Psicomotricidad
La identidad psicomotora
Casi todos los profesionales hoy hablan de la unidad psicosomática, psico-corpórea y psicomotriz del
sujeto, pero me parece importante precisar el sentido exacto de esta unidad o, como dicen unos, de
“globalidad” psicomotriz.
Es verdadero que el hombre es siempre constituido por medios instrumentales motores, cognitivos,
linguísticos y por la dimensión tónico-emocional: los cuatro subtendidos sea por la función tónica sea la
motriz. (ver esquema)
Sin embargo, para hablar de “globalidad” es necesario superar una simple suma de estos y pensar a la
persona siempre y contemporáneamente dentro de una interacción recíproca, interdependencia y
complementariedad entre las diferentes áreas. De este modo, una función expresa en el mismo tiempo a sí
misma y a las otras y todo esto constituye de manera verdadera un vínculo dinámico cuerpo-espíritu
permitiéndo la costitución del Yo corporal.
Estas diferentes expresiones de la globalidad psicomotriz evidencian cuatro modalidades y niveles de
relación con sí mismo y la realidad. Si los tres primeros niveles forman parte casi totalmente del orden del
real y del consciente, al contrario el nivel tónico-emocional es preminentemente espacio del inconsciente, del
deseo, de lo no verbal, del símbolo.
Y estas cuatro dimensiones se exteriorizan de manera conjunta a través de fenómenos observables, visibles,
mensurables y conscientes que indican diferentes niveles y modalidades evolutivas de competencia, de
pensamiento, de comunicación y de relación al mundo: fenómenos que todos nosotros conocemos en cuanto
indicadores psicomotores mas específicos: tono, postura, motricidad, equilibrio, gnosia, praxia, esquema
corporal, lateralidad, espacio-tiempo y ritmo, objeto, sensorialidad, etc.
Pero se debe subrayar que cada fenómeno, expresión del consciente y del inconsciente, tiene tendencia a
expresarse dentro de un equilibrio entre la función motora y la función tónica, la cual, en cuanto primero
lenguaje corporal, constituye el fundamento de cualquiera competencia. Pero, puede verificarse también el
predominio de una función, tónica o motriz, sobre la otra determinando por consecuencia un desequilibrio
subrayado por síntomas y patologías específicos.
Cada fenómeno psicomotor, entonces, debe ser visto en sí mismo (sobre todo en el momento de estudiarlo),
pero deviene efectivamente psicomotor solamente dentro de una relación indicando, de esta manera, un valor
sea real sea simbólico y comunicativo.
El Yo corporal, según las necesidades, se manifiesta a través de estos diferentes indicadores al interior de una
relación emocionalmente participada y condividida cuya expresividad es función del deseo propio y del otro.
En síntesis, el cuerpo psicomotor, constitutivo y expresión del Yo, representa:
- un cuerpo real, constituido por las diferentes competencias neuromotora y neuropsicológicas;
- un cuerpo imaginario, lugar originario y de elaboración de pensamientos arcaico-afectivos,
- un cuerpo comunicante y simbólico, que encuentra su superamiento en la palabra como el verdadero
medio de comunicación.
El síntoma en Psicomotricidad
Por eso el fenómeno psicomotor, siempre expresión de la totalidad del individuo, es representante en
el mismo tiempo tanto del funcionamiento de las estructuras neurobiológicas y neuropsicológicas cuanto de
la relativa utilización en términos expresivos, relacionales y comunicativos con una constante influencia
entre el todo. Entonces, en los síntomas psicomotores, independientemente de la presencia al menos de
problemáticas funcionales y bien definido por Ajuriaguerra “una figura psicomotriz sobre un terreno
desorganizado”, la dificultad pertenece el deseo, la afectividad, el pensamiento y la comunicación: en otras
palabras y dicho en términos semióticos, no pertenece la competencia instrumental sino la perfomance,
aquel elemento que dona al instrumental también un valor relacional y comunicativo.
Entonces, frente a un desequilibrio mente-cuerpo immediatamente es el cuerpo el lugar de su expresión. En
tal sentido, la sintomatología psicomotora no debe ser vista solamente en términos descriptivos sino como
parte constitutiva de la estructura de la persona (Ajuriaguerra, 1959). El síntoma por eso pertenece a la
identidad del sujeto en su esquema y en su imagen corporal. Así el síntoma no es solo un dato objetivo sino
también un signo que manifiesta el sufrimiento interior de la persona, sufrimiento expresado en y a través del
cuerpo en relación con sí mismo, los otros y las cosas.
En tal caso, dentro de un sistema relacional el síntoma no encuentra explicación solamente en la lógica
causal-deficitaria, pero adquiere un significado de demanda de ayuda, un mensaje verdadero del mundo
psíquico interior, un mensaje mediador de comunicación cuyo codigo es más difícil decodificar. Y
naturalmente en esta óptica relacional comunicativa el síntoma no está solo en el cuerpo del paciente, sino se
manifiesta de manera significativa en el espacio transicional entre sujeto y entorno, incluida la familia y la
institución.
Por tanto, el síntoma debe ser considerado siempre no solo como expresión de lo biológico sino también del
psíquico en su interación constante. Por esto es necesario para el psicomotricista tener conocimientos tanto
de disciplinas médicas cuanto psicológicas y pedagógicas sin una preminencia de una o de la otra área, sin
ser médicos, fisioterapeutas, psicólogos o maestros.
El examen psicomotor
Si el síntoma psicomotor no es solo un signo de enfermedad sino también una manifestación de un
disfuncionamiento, carencia o sufrimiento relacional expresado a través del cuerpo, debemos decir que las
dificultades deben ser analizadas no solamente en cuanto competencia instrumental sino también como signo
corporal que sustituye una palabra o una frase que el niño es todavía incapaz de elaborar y decir: podríamos
decir que el síntoma psicomotor es la expresión corporal del lenguaje verbal, independientemente que este
sea presente o menos, la expresión corporal de la vida psíquica primaria, de la competencia relacional y de
la identidad.
Por esta razón el estudio de las dificutades no debe limitarse a la relevación de las competencias presentes o
deficitarias sino sobre todo comprender los procesos básicos que están abajo.
Por esto es necesario tener un instrumento que permita leer el cuerpo del individuo en su globalidad donde
“el aspecto objetivo y lo sujetivo de la acción en su desenvolvimiento no constituyen realidades distintas”
(Ajuriaguerra, 1959). En esta óptica el examen psicomotor, que en su especificidad une aspectos subjetivos y
objetivos del síntoma, debe poder analizar el acto motor en todas sus manifestaciones: deseo, investimiento
afectivo, iniciativa y proyecto mental, cantidad y cualidad de la realización con sus valores instrumentales,
relacionales y comunicativos .
De la misma manera que el síntoma, también el examen psicomotor se sitúa y se realiza en el espacio
transicional entre el examinador y el paciente en el cual los dos son en el mismo tiempo sujeto y objeto de
observación. Un espacio donde viene proyectada y hecha ver y comunicada la realidad interna y externa del
individuo: un examen, por eso, no estático que recoje simplemente una serie de datos, sino un examen
dinámico que, dentro de un diálogo tónico, implica dos personas permitiendo de considerar no solamente el
nivel de desarrollo psicomotor sino también la estructura de la personalidad, la integración de la imagen
corporal y la coherencia entre el lenguaje verbal y no verbal.
Por esto es necesario armonizar un abordaje médico-instrumental, por el cuerpo como conjunto de
funciones objetivas, y un aproches psicológico-relacional que considera el cuerpo en su función expresiva
del Yo y comunicativa. Por consecuencia, se deben cumplir la evaluación tanto en la situación de
observación espontánea, cuanto detrás demanda a través de las pruebas estandardizadas pudiendo así
constatar competencias reales y potencialidades, capacidad de iniciativa, autonomía y adaptación. Y,
entonces, los criterios de evaluación serán no sólo de tipo cuantitativos, sino también cualitativos
respondiendo a seis preguntas: qué hace, cómo lo hace, cuándo lo hace, dónde, cuánto y por qué lo hace.
De este modo, el examen psicomotor, instrumento fundamental de diagnóstico para el psicomotricista,
permitirá investigar vivencia y realidad del cuerpo, consciente e inconsciente del cuerpo a través de una
mirada capaz de relación empática y en el mismo tiempo de juicio sea en presencia sea en ausencia de los
padres.
Frente a un objeto de interés específico ( armonización del desarrollo psicomotor, integridad del Yo
corporal, identidad psicomotriz y competencia comunicativa) y a un consiguiente instrumento de evaluación
nace por consecuencia la Psicomotricidad aplicada que encuentra sus específicas realizaciones en el área
social y sanitaria a través de intervenciones de tipo preventivo-pedagógico y terapéutico utilizando métodos
y técnicas a mediación corporal por los cuales el movimiento, la acción y los objetos constituyen los medios
fundamentales de expresión, comunicación y relación con sí mismo y el entorno: actividades sensomotoras,
perceptivas, simbólicas; actividades de juego, de expresión corporal; actividades musicales e rítmicas;
actividades pictóricas y plásticas; grafomotricidad y relajación.
Tanto en la educación cuanto en la clínica cuatro son los criterios que sostienen la actividad psicomotriz y
que tiene en cuenta el psicomotricista en su proyecto:
- deseo de comunicar
- posibilidad de actuar
- saber hacer
- querer y deber hacer
Estos criterios, siguendo las etapas del desarrollo general, respetan sobre todo la dinámica individual y se
diferencian según el trabajo pedagógico o clínico; en este último, en particular, el terapeuta al menos en un
primer momento, se adapta al paciente para conducirlo gradualmente hacia la adaptación a la realidad. Más
precisamente, los dos últimos criterios prevalecen en la práctica psicomotriz educativa mientras lo dos
primeros son fundamentales en la clínica terapéutica.
En la práctica psicomotriz, el cuerpo se utiliza como elemento para favorecer la expresión de la personalidad,
la representación mental de la experiencia y los aprendizajes siempre dentro de una relación significativa
psicomotricista- niño. Por esto el aproches a la persona va mas allá del síntoma y requiere una actitud de
normalidad frente a cualquier problemática, en cada edad y situación, independientemente de una patología
real.
El psicomotricista no lee el movimiento en términos funcionales en cuanto los transtornos psicomotores
implican la totalidad de la persona en su relación con sí mismo y el entorno. Por esto el movimiento no es el
objetivo de su intervención, como en fisioterapia, sino el medio esencial de toda la experiencia. En este
sentido podemos definir al psicomotricista como el profesionista del lennguaje corporal.
Sabemos que la motricidad está en la base del pensamiento y del lenguaje. Sin embargo, para llegar a éste es
necesaria la tansformación de las sensaciones en deseo, en emociones, en relación, en símbolos, en
comunicación y en seguida en proyecto mental y consiguiente realización. Y la Psicomotricidad se propone
integrar en la experiencia corporal, relación y función.
Finalmente, el trabajo del psicomotricista se realiza normalmente dentro un setting específico con material
específico dentro de un espacio-tiempo definido en el cual el sujeto pueda proyectar sus diferentes
problemáticas condivididas con el otro y pueda ser ayudado a elaborar su sufrimiento. Un espacio-tiempo
indicativo de las diferentes etapas del desarrollo humano:
- espacio afectivo y tónico-emocional en el cual expresar sus necesidades profundas, arreglar la relación
primaria y construir las primeras fronteras de sí;
- espacio sensomotor, de las primeras iniciativas y conocimientos del ambiente;
- espacio del juego simbólico en el cual expresar sus propios conflictos y vivir y actuar las emociones al
servicio de la mente;
- espacio de la realidad en el cual el cuerpo se utiliza de manera funcional aprendiendo competencias
adaptativas mientras la mente es capaz de pensar sobre el cuerpo y de reflexionar autónomamente sin
necesidad de pasar por el cuerpo mismo.
De este modo, se dona al niño la posibilidad de pasar del pensamiento corporal, vivido, expresado y actuado,
al plano abstracto: pensar, aprender requiere el control corporal, la capacidad de esperar, de separarse del
cuerpo propio y el del otro; pensar significa abandonar las sensaciones, destacarse de los objetos para poder
representárselos sin ninguna necesidad sensorial si no, en el caso contrario, cuerpo y objetos son
impensables.
En síntesis, la intervención psicomotriz , sea en la fase evolutiva sea en la de reorganización y estabilización
de la personalidad, debe favorecer una armonía entre la emotividad, las competencias motoras, la actividad
mental y las capacidades comunicativas al interior de una dinámica relacional personal y social.
Area de interveción
Es claro que, por su peculiaridad y compejidad, esta intervención debe ser confiada a profesionales
con una formación específica sea sobre el plano personal sea experencial corporal, yy no solamente
competentes a nivel teórico y técnico-profesional. Si pensamos que el psicomotricista es de cualquier modo
un representante simbólico de la madre y del padre, él debe ser capaz de utilizar de manera técnica y
consciente lo que los padre hacen espontáneamente. El psicomotricista debe ser capaz de adaptar el sí mismo
y la metodología al sujeto o al grupo con los cuales trabaja, reconociendo las modalidades de aproches y de
respuesta óptima no tanto en relación a los síntomas cuanto mas bien a las necesidades fundamentales
emergentes durante el proceso relacional.
Esta “forma mentis”, fruto de conocimientos biológicos y psicológicos y de formación personal, reconoce la
positividad de la persona en cada lugar y manifestación exaltando su dignidad.
Las áreas de su competencia pueden ser así sintetizadas:
- anamnésico-diagnóstica: con la finalidad de la comprensión de la totalidad del sujeto en vista de un
perfil psicomotor y de la siguiente elaboración de proyectos de intervención;
- preventivo-educativa: a fin de favorecer un desarrollo psicomotor y de la personalidad armónicos,
prevenir dificultades relacionales, comportamentales y de aprendizaje, prevenir transtornos por stress
socio-institucional y de trabajo y facilitar la integración de las diversidades individuales.
- psicosocial: en la cual proponer actividades de psicopedagogía corporal a los adultos, a los padres y a los
profesionales, sensibilización informativo-cultural sobre el cuerpo y orientación escolar y profesional.
- actividad terapéutica individual y de grupo en cada patología, situación institucional y en las diversas
edades: primera y secunda infancia, adolescencia, edad adulta, ancianos.
- Didáctico-formativa en su dominio específico profesional.
Es claro pensar cómo el psicomotricista, es un profesional necesario en la área sociopedagógica y clínica en
cuanto se preocupa de unos aspectos, muchas veces descuidados y también socialmente nuevos, que, si no
vienen enfrentados de manera precoz y adecuada, van a determinar fácilmente en el tiempo la emergencia de
verdaderas patologías con ulterior gasto para la familia, la institución y la sociedad.
Conclusión
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