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contribuir con elementos de análisis útiles para esta gestión de gobierno respecto de las
cuestiones económicas que atañen al país durante su mandato (2020-2025), pero al mismo
tiempo pensando en términos de largo alcance, es decir, proyectando un país sostenible, como
usted indica respecto a su compromiso de “dar prioridad a la diversificación de la economía con
la meta de construir una sociedad productiva y sostenible, caracterizada fundamentalmente por
ofrecer y garantizar a todas las personas la posibilidad de acceder a oportunidades de empleo
digno”. En ese sentido, las siguientes páginas esperan contribuir a la toma de decisiones del actual
Gobierno, presentando a continuación un “Resumen Ejecutivo” con los aspectos requeridos por
su persona.
En nuestro país hay varias constantes, situaciones que no cambian o se repiten en el tiempo. El
mundo del trabajo y de los empleos muestra las constantes en las que se repiten las
inconsistencias en nuestro territorio. De acuerdo a Enrique Velazco Reckling (2010a: 5), “[p]oco
se ha podido hacer para que los trabajadores desempeñen sus labores en condiciones de libertad,
igualdad, seguridad y dignidad humana, como postula la OIT. Al contrario, menos del 50% de la
población boliviana -46%- tiene una ocupación; y de esa cifra, sólo el 15% tiene pleno empleo, 9%
empleo formal y menos del 20% está cubierto por la Ley General del Trabajo. El resto, o está
desempleado o esconde esta condición en el “cuenta-propismo” obligado”.
Indica Velazco Reckling que “[l]a realidad muestra, en “números gruesos”, que el 90% de empleo
se genera fuera del sector público y que: prácticamente el 100% del empleo rural (unos 2 millones
de personas) es temporal (estacional, no pleno), informal (sin contratos de trabajo ni prestaciones
sociales) y de muy baja productividad; de las personas ocupadas en las áreas urbanas
(aproximadamente 2,6 millones de personas) sólo un 60% (1,6 millones) tiene un empleo pleno,
y no más del 35% (1 millón) tiene empleo formal; y, finalmente, de las personas con empleo
formal, una tercera parte corresponde al empleo público de manera que aproximadamente una
de cada ocho personas ocupadas tiene un empleo formal, pleno y que contribuye directamente
a los ingresos fiscales” (Ob. cit. 39). En ese sentido cundo la Agenda Patriótica 2025 plantea que
en los próximos años “[s]e habrán reducido significativamente las desigualdades y asimetrías
regionales, creando condiciones de desarrollo integral, generación de empleo digno, crecimiento
de la economía y reducción de desigualdades sociales, en todos los municipios y departamentos.
No existirán municipios, departamentos y regiones pobres. Todas las entidades territoriales y sus
gobiernos dispondrán y proveerán condiciones financieras, económicas, materiales, culturales y
espirituales para que las bolivianas y bolivianos puedan Vivir Bien” (2013: 25), parece que de
algún modo hace falta recurrir a los datos económicos que existen sobre esta temática, aunque
si bien es cierto que la expresión de la Agenda Patriótica expresa el deseo de muchísimos
bolivianos, este deseo no puede concretarse tan solo como una aspiración sino como parte de
una serie de procesos y trasformaciones sociales y estatales que finalmente permitan pensar en
una forma totalmente diferente de entender y vivir la problemática del empleo. Ya que es
necesario, que (léase en tiempo presente) “[e]n Bolivia se habrá incrementado el empleo formal,
los ingresos de las trabajadores y trabajadores, y se generarán permanente y sosteniblemente
numerosas y diversas fuentes laborales, principalmente para los jóvenes, garantizando una vida
digna, a través del fortalecimiento de la micro, pequeña y mediana empresa e inversiones
financieras masivas y sostenidas en el sector productivo” (2013: 23).
Principales obstáculos que impiden a Bolivia tener una economía de pleno empleo
Para el año 2008 el Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) registró que,
en el conjunto de las cuatro ciudades del eje (La Paz, Santa Cruz, Cochabamba y El Alto) y Potosí,
el 63,5% del empleo responde al sector informal.
De acuerdo al CEDLA el desempleo abierto en estas ciudades es del 10,2% de la fuerza laboral, y
concluye que “(el) problema se origina en la escasa demanda de trabajo. La composición del
desempleo y su duración cada vez más prolongada alertan sobre las mayores dificultades que
tienen los cesantes para encontrar un nuevo empleo acorde a sus calificaciones y experiencia,
sobre todo, entre las mujeres y los jóvenes más escolarizados” (Cfr. 2009a: 89).
Entre los principales obstáculos que impiden a Bolivia tener una economía de pleno empleo,
CEDLA presenta un panorama particularmente sombrío planteando que: “A pesar de la
recuperación económica y las medidas de políticas promulgadas por el actual gobierno, el
desempleo, los bajos salarios y el deterioro de la calidad del empleo se mantienen entre los
problemas más acuciantes de la sociedad boliviana, desde donde se nutren fuertes corrientes
migratorias internas y externas y el empobrecimiento de la población.” (Cfr. 2009a:2).
Los resultados presentan a mujeres y hombres bolivianos (en igual medida, aunque en diferentes
actividades) como particularmente emprendedores, motivados “por necesidad” más que “por
oportunidad”. Típicamente las actividades pertenecen al sector de servicios (67%), se concentran
en el mercado interno únicamente (78,4%) y utilizan tecnología con más de seis años de
antigüedad (78%). La inversión propia de arranque más frecuente es de $us 200 a $us 600 y un
mayor porcentaje (46%) espera en los próximos diez años un retorno de dos veces la inversión
realizada. Sólo el 3,4% espera que su negocio inicial pueda llegar a tener 20 ó más empleados en
los próximos cinco años. El estudio observa en la empresa boliviana muy poca inclinación a la
innovación.
Muy cosas han cambiado en materia económica, los datos presentados por CEDLA y por GEM
tienen una antigüedad de más de diez años, sin embargo, aún muchos de los obstáculos que ellos
señalan para alcanzar una economía de pleno empleo se han conseguido materializar en el país.
Es más, durante esta última década poco se ha aprovechado la posibilidad de mejorar las
condiciones económicas y de desarrollo a partir del bono demográfico que presenta actualmente
el país, en ese entendido, el gran contingente de jóvenes (varones y mujeres) no ha logrado, y en
apariencia tampoco lograra, en las próximas décadas generar las opciones laborales para este
gran segmento de la población en Bolivia. Es decir, sumado a los rasgos que anteriormente
mencionábamos sosteniéndonos de los análisis de CEDLA y GEM podríamos añadir a la
problemática, la escasa posibilidad de empleo real que existe en el país, lo cual deja abiertas
muchas incógnitas para pensar en los desafíos que se nos presentan actualmente.
Obstáculos identificados
En Bolivia desde el año 2004 se observa una recuperación económica. Esta recuperación se
manifestó desde el alza en los precios de recursos energéticos, minerales y otras materias primas
de exportación, que permitieron la generación de excedentes en nuestro país y en otros países
de la región. Datos macroeconómicos ilustran un crecimiento sostenido de los principales
indicadores macro-económicos.
Por otra parte, en el nivel estatal municipal está comenzando a tomar fuerza la producción de
diagnósticos serios en respaldo a la formulación de Planes de Competitividad, a base de
propuestas metodológicas de Michael Porter (1980) y del Desarrollo Económico Local (DEL), entre
otras. Esta adopción formal de miradas enfocadas en los análisis de competitividad sectorial
introduce oportunidades nuevas como también tensiones en los escenarios políticos y
socioeconómicos locales, en particular por el interés de identificar nichos de mercados en el
exterior.
Como vimos en las anteriores páginas, la problemática del empleo tiene aún bastantes aristas
irresueltas que dejan a un gran segmento de la población en condiciones de vulnerabilidad. La
política pública referida a al empleo debe vincular al país con las transformaciones
socioeconómicas que en la región se afrontan. El desafío al mismo tiempo radica en evidenciar
una ruptura respecto a las formas legitimas globalmente en la que el tema tiene un estrecho
vínculo con modelos económicos más próximos al neoliberalismo. En el país se evidencian temas
irresueltos y que, como menciona Enrique Velazco Reckling, la solución no pasa sólo en aumentar
la inversión en esa materia, es decir, la problemática desentraña una serie de aspectos
entrelazados de larga duración y que se han prolongado en el tiempo.
Velazco Reckling plantea poner la Economía al servicio de la Gente, lo cual implica generar una
propuesta de economía plural, la cual debe tener dos prioridades con claros objetivos para todas
las organizaciones económicas: en primer lugar, plantea políticas activas de creación de puestos
de trabajo. El objeto central de la política económica y de las políticas de desarrollo debe ser crear
Empleo Digno para todas las y las bolivianas y garantizar la distribución; comprende a nuevos
entrantes al mercado laboral y la superación de la alta precariedad del empleo actualmente
vigente; en segundo lugar, el autor indica que se requiere enfatizar en políticas de distribución e
inclusión social. Toda política –pública o privada–, cree Velazco Reckling, que aporte al
incremento sostenible de las actividades productivas con aumento del empleo digno y los
salarios, contribuirá necesariamente al crecimiento de la economía, a mejorar la equidad social y
al vivir bien.
El Vivir Bien como horizonte de concreción como sociedad pone el énfasis en una idea que no
parece lejana e imposible de materializar, la cual es el establecer empleos para la gente, tener
empleo e ingresos dignos es el primer paso para vivir bien Economía Plural (Velazco Reckling
2018). La política pública requiere un horizonte donde el desarrollo productivo con creación de
empleo digno necesita los aportes efectivos de todos los actores económicos “no públicos” en la
Economía Plural.
Por su parte, pensando en la actual estructura política administrativa alrededor de las autonomías
en el territorio nacional, Velazco Reckling sostiene que es indispensable trabajar en cuatro áreas
de políticas para la transformación productiva y la creación de empleo, estás áreas son el acceso a los
mercados, la productividad y valor agregado, la competitividad social y los valores y la cultura productiva:
i) Acceso a los mercados: los puestos de trabajo o los ingresos sólo existen si se pueden vender los
productos generados por el trabajo, es decir, si existen mercados que los demanden. De ahí que
la exportación de productos con creciente valor agregado es un objetivo para generar riqueza a
mediano y largo plazo, aunque recuperar efectivamente el mercado interno es una tarea de alta
prioridad a corto plazo. ii) Productividad y Valor Agregado: como no es posible “garantizar
mercados”, en última instancia el empleo digno y bien remunerado se genera en emprendimientos
capaces de competir por su productividad y por la calidad de sus productos. En Bolivia, las unidades
económicas están separadas por grandes diferencias (abismos) en la productividad y en la
estructura del Valor Agregado, configurando una perniciosa dualidad empobrecedora: una gran
cantidad de pequeñas unidades económicas y actividades por cuenta propia que generan empleo
precario pero muy poco iii) Competitividad social: las condiciones políticas, económicas, laborales,
culturales, sociales, etc., determinan el nivel de la competitividad que permiten a las empresas
mejorar la productividad para poder participar en mercados abiertos (“competitivos”). Busca
poner la economía (y la política) al servicio de la gente −definiendo las reglas de juego, corrigiendo
las “imperfecciones” en mercados, etc.−, reconociendo que el propósito de las políticas nacionales
(incluyendo las económicas) no es otro que el de mejorar la calidad de vida y buscar el Vivir Bien
de los ciudadanos. Una característica distintiva de la competitividad social, es la capacidad de
promover continuamente la generación de empleo de calidad para la ciudadanía porque implica
necesariamente crecimiento de la economía y es el mecanismo más efectivo de reducir la pobreza
mediante el salario que redistribuye la riqueza. En este sentido, las actividades económicas de baja
productividad (autoempleo de sobrevivencia), son consecuencia de la baja competitividad. Y, iv)
los valores y la cultura productiva: no es posible tener una sociedad competitiva e inclusiva sin una
“Cultura Productiva”, ampliamente difundida entre gobernantes y gobernados. Se sustenta en el
principio de que la creación de valor y de riqueza, se origina en el esfuerzo humano valor, por un
lado, y pocas grandes empresas que generan gran riqueza y muy poco empleo, por otro (Velazco
2010b: 38-39).
Como se aprecia, para alcanzar una dimensión de empleo digno en Bolivia no son suficientes las buenas
intenciones o deseos, hace falta un arduo trabajo comprometido a partir de políticas públicas que
reorienten las cifras negativas alrededor del mundo del trabajo, por ejemplo, la reducción de la enorme
cantidad de trabajadores informales1 que aún a la fecha persiste su presencia porque las opciones creadas
desde el campo político no han logrado resolverse. La propuesta de Velazco Reckling es por demás
aleccionadora, ya que busca al mismo tiempo articular varios de los factores en juego para crear
las fuentes de trabajo que requiere la población boliviana, en ese sentido, apuesta por acceder a
los mercados externos, es decir, producir en el país para después exportarlo y en ello es preciso
no cerrar las opciones de vínculos comerciales entre Bolivia y los países del mundo. Para Velazco
la producción boliviana necesita obtener un valor agregado que le otorgue un plus frente a la
enorme diversidad de objetos que se producen en el mundo, esto parece importante en cuanto
se puede crear un plus desde el campo cultural como oferta hacía el mundo, esto puede generar
(como indica Velazco) a la larga una mejor posibilidad de empleos dignos. En esa misma línea,
1
De acuerdo a Velazco, la población económica activa (PEA) en Bolivia alcanza para fines del año 2010 a 4’940.339,
de los cuales 3’652.773 pertenecen al sector informal, lo que significa el 73 por ciento de la (PEA); en el área urbana
se encuentran 2’063.184 y en el área rural 1’589.589. Este dato, de decir de Velazco, implica "la habilitación de 1,8
millones de puestos de trabajo dignos en cinco años, equivalentes a poco más de 365.000 empleos anuales; es decir,
reducir la informalidad a la mitad en cinco años sería un esfuerzo anual equivalente a tres veces la cantidad de los
puestos de trabajo que se deben crear cada año para atender la demanda esperada de los nuevos entrantes" (Eju
Noticias 01/12/2010).
aquello que convierte al empleo en digno es su capacidad de competitividad social, es decir, con
las suficientes garantías como para garantizar una vida digna, ósea con las condiciones y
posibilidades reales (en términos sociales y económicos) para llevar adelante un empleo. De tal
modo, que la apuesta en materia de políticas públicas debe buscar aprovechar articular varias de
las potencialidades existentes en la sociedad boliviana y vincularlas con formas de producción con
la capacidad de ofertar un plus respecto a aquello que se produce.
Una alternativa, acerca de lo anterior, es volver a conciliar el discurso de la madre tierra con la
producción, es decir, generar a partir de ciertas condiciones de respeto y sostenibilidad con la
naturaleza. Durante la última década ha quedado en evidencia que la capacidad para sostener el
discurso de respeto a la Pachamama desaparece en cuanto existen elementos o intereses
económicos, en este sentido, parece lógico apostar por formas sostenibles en materia de empleo
siempre y cuando no afecten, contaminen o destruyan el medio ambiente. Este tipo de
propuestas son necesarias para incluso establecer una línea de producción diversa que el país
oferte. Es decir, cualquier producto boliviano debe garantizar el respeto con la madre tierra, eso
puede generar un plus incluso en materia de establecer distancias con la voracidad del mercado.
Por otra parte, pensando a futuro y vislumbrando una propuesta que no tenga en la informalidad
la solución para que millones y millones de bolivianos puedan subsistir dignamente, es preciso
pensar en las condiciones actuales de la población boliviana, en este caso nos referimos al gran
contingente de jóvenes que habitan el territorio, la apuesta del Estado tiene que pasar por
aprovechar el bono demográfico que actualmente posee. Es decir, Bolivia no se puede dar el lujo
de perder a esta generación de jóvenes2 en edad de trabajar, los jóvenes pueden convertirse en
una posibilidad para romper el ciclo de pobreza que caracteriza a gran parte de las familias
bolivianas, esto implica apostar por la educación y por la producción, es decir, replantear los
procesos formativos del sistema educativo para articularlos a procesos de producción a partir de
elementos específicos respecto las necesidades regionales y las habilidades que poseen los
jóvenes. De tal modo, se trata de aprovechar las vocaciones productivas de cada espacio
territorial y potenciarlo a través de la educación para disminuir las desigualdades sociales de la
sociedad boliviana, el mundo juvenil representa una oportunidad única para el país y al mismo
tiempo, si no se logra canalizar esa fuerte presencia, puede convertirse en un contingente de
nuevos trabajadores informales.
2
En Bolivia, cada año, la proporción de niños y personas dependientes se reduce, mientras que el porcentaje de la
población en edad de trabajar (comprendida entre 19 y 64 años de edad) va aumentando, para representar el 46%
(en 1992), el 48% (en 2001) y el 54% (en el año 2012). La UNFPA establece que este bono durará entre 30 y 40 años.
Bolivia es el país más joven de Sudamérica (en comparación con un escaso 26% de menores de edad en Chile, 29%
en Argentina y 30% en Brasil) (PNUD-2014) (Página siete 14/03/2016).
De este modo, pensar en términos de fututo implica, al mismo tiempo, en la articulación de las
posibilidades existentes, pero también en complejizar el ya de por sí complejo escenario
boliviano.
En términos estrictamente organizativos, nuestro país tiene características que, en muchos casos,
para bien o para mal, movilizan soluciones o acciones que llevan a transformaciones de la
sociedad. Lo boliviano como tal está configurado a partir de formas organizacionales, dicho de
otro modo, no es posible pensar la bolivianidad sin pensarla desde la acción de sus actores en la
sociedad civil. En ese entendido, para llevar adelante un proceso económico como el que
planteamos en este documento es preciso buscar la mayor cantidad de alianzas posibles, la mayor
cantidad de sectores que se beneficien de la construcción que busca el Estado.
Al mismo tiempo parece necesario superar las brechas de los distintos “empleos” que coquetean
con una parte de la ilegalidad, es desde estos espacios que pueden alternarse situaciones de
conflicto. Como ejemplo sirven los distintos episodios de actores sociales pertenecientes a la
minería aurífera que se han involucrado con grupos extranjeros altamente peligrosos (chinos,
colombianos, peruanos, etc.) y que usufructúan con este recurso en beneficio propio. Es decir,
que no tiene una devolución para la sociedad a partir de posibilidades económicas, sino tan solo
para pequeños grupúsculos que operan bajo una forma sindical. De este modo, es sumamente
complicado plantear opciones productivas donde existe una injerencia violenta de sectores
sociales, así, si el Estado desea revertir estas formas económicas productivas, puede encontrarse
en una situación muy complicada, ya que tendría que enfrentar a formas sindicales que tienen
intereses económicos muy fuertes.
Referencias
Arias, Iván
2016 Bono demográfico, ¿oportunidad o desperdicio? La Paz: Página siete (14/03/2016).
Disponible en: http://www.paginasiete.bo/opinion/2016/3/14/bono-demografico-
oportunidad-desperdicio-89724.html
Mendoza, Luis
2010 En Bolivia el 73% del trabajo es informal y carece de seguridad social. La Paz: Eju Noticias.
Disponible en: http://eju.tv/2010/12/en-bolivia-el-73-del-trabajo-es-informal-y-carece-de-
seguridad-social/
Porter, Michael
1980 Competitive Strategy: Techniques for Analyzing Industries and Competitors. New York: Free
Press.